Queridos hermanos en el episcopado, en unión con el Sucesor
de Pedro y el Colegio de los obispos, habéis sido enviados como testigos de la
esperanza que nos ofrece el Evangelio de Jesucristo (cf. Pastores gregis,
5). Al volver a vuestra patria fortalecidos en la fe y en el vínculo de la
comunión eclesial, os pido que cooperéis generosamente al servicio del
Evangelio, para que la luz de la palabra de Dios resplandezca cada vez más en
la mente y en el corazón de los católicos de Zimbabue, infundiéndoles un amor
más profundo a Cristo y un compromiso más firme en favor de la extensión de su
reino de santidad, justicia y verdad.