Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
Guy de Maupassant
La paz de la pareja

IntraText CT - Texto

  • ACTO PRIMERO
    • ESCÈNA III SEÑOR. DE SALLUS, SEÑORA DE SALLUS
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para desactivar los vínculos a las concordancias

ESCÈNA III

SEÑOR. DE SALLUS, SEÑORA DE SALLUS

SEÑOR DE SALLUS, dejándose caer en un sillón: ¿ Hace mucho que está aquí el Señor Jacques de Randol ?
SEÑORA DE SALLUS: No... hace una media hora, más o menos.
SEÑOR DE SALLUS: Una media hora, más una hora, eso hace una hora y media. El tiempo os parece corto con él.
SEÑORA DE SALLUS: ¿ Cómo, una hora y media ?
SEÑOR DE SALLUS: Sí. Como he visto ante la puerta un coche, he preguntado al lacayo: « ¿ Quién está aquí ? » y me ha respondido: « El señor de Randol » - « ¿ Hace mucho que ha llegado ? » - « A las diez, señor. » Y admitiendo que ese hombre se haya equivocado en un cuarto de hora a vuestro favor, eso hace una hora cuarenta, como mínimo.
SEÑORA DE SALLUS: ¡ Ah, eso ! ¿ Qué es lo que os pasa ? ¿ Acaso no tengo ahora ya el derecho de recibir a quién bien me parezca ?
SEÑOR DE SALLUS: ¡ Oh !, querida, no os presiono en nada, en nada, en nada. Únicamente me sorprende que pudieseis confundir una media hora con una hora y media.
SEÑORA DE SALLUS: ¿ Queréis tener una escena ? Si buscáis una disputa, decídmelo. Sabré bien que responderos. Si simplemente estáis de mal humor, iros a acostar, y dormid si podéis.
SEÑOR DE SALLUS: Yo no busco una discusión, ni estoy de mal humor. Solamente constato que el tiempo os parece muy corto, cuando lo pasáis con el Señor Jacques de Randol.
SEÑORA DE SALLUS: Sí, muy corto, mucho más corto que con vos.
SEÑOR DE SALLUS: Es un hombre encantador y comprendo que os guste. Vos parecéis gustarle también mucho, dado que viene casi todos los días.
SEÑORA DE SALLUS: Ese tipo de hostilidad no me va, querido, y os ruego que os expreséis y expliquéis claramente. ¿ Así pues, me estáis haciendo una escena de celos ?
SEÑOR DE SALLUS: ¡ Dios me libre ! Tengo demasiada confianza y respeto por vos, para dirigiros cualquier tipo de reproche. Y que que tenéis bastante tacto para no dar nunca lugar a la calumnia... o al chismorreo.
SEÑORA DE SALLUS: No juguemos con las palabras. ¿ Consideráis que el Señor de Randol viene demasiado a menudo a esta casa... a vuestra casa?
SEÑOR DE SALLUS: Yo no puedo encontrar nada malo en lo que hacéis.
SEÑORA DE SALLUS: En efecto, no tenéis derecho. Y dado que me habláis en ese tono, arreglemos esta cuestión de una vez por todas, pues no me gustan los subentendidos
Tenéis, parece, la memoria corta. Pero trataré de ir en vuestra ayuda. Sed franco. Hoy no pensáis, como consecuencia de no que circunstancias, como pensabais hace dos años. Recordad bien lo que sucedió. Como os habíais visiblemente despreocupado de mi, me volví inquieta, luego supe, se me dijo, pude ver, que amabais a la Sra. de Serviéres... Os confié mis sospechas... mi dolor... estaba celosa ! ¿ Qué me respondisteis ? Lo que todos los hombres responden cuando no aman ya a una mujer que les hace reproches. Al principio encogisteis los hombros, sonreísteis, con impaciencia, murmurasteis que estaba loca, luego me expusisteis, con todo el ingenio posible, lo reconozco, los grandes principios del amor libre adoptados por todo marido que engaña y sin embargo está seguro de no ser engañado. Me distéis a entender que el matrimonio no es una cadena, sino una asociación interesada, un lazo social, más que un lazo moral; que no obliga a los esposos a no tener otros afectos o amistades, siempre que no haya escándalo. ¡ Oh ! no reconocisteis que teníais una amante, pero estabais buscando circunstancias atenuantes. Os mostrasteis muy irónico hacia las mujeres, esas pobres tontas que no permiten a sus maridos ser galantees, siendo la galantería una de las leyes de la sociedad elegante a la cual vos pertenecéis. Os habéis reído mucho de la figura del hombre que no se atreve a hacer un cumplido a una mujer, ante la suya, y reído todavía más de la esposa sombría que sigue a su marido con la mirada por todos los rincones, y se imagina, desde el momento en el que él desaparece en el salón vecino, que cae en las rodillas de una rival. Todo eso era espiritual, divertido, desolador, envuelto en cumplidos y sazonado de crudeza, dulce y amargo haciendo salir del corazón todo amor por el hombre delicado, falso y bien educado que podía hablar de ese modo.
He comprendido, he llorado, he sufrido. Os he cerrado mi puerta. Vos no habéis reclamado, me habéis juzgado inteligente más de lo que habríais creído y hemos vivido completamente separados. Hace dos años que esto dura, dos largos años que, sin embargo, no os han parecido más de seis meses. Vamos a las reuniones sociales juntos, nos ven juntos, luego regresamos cada uno a su casa. La situación ha sido establecida así por vos, por vuestra culpa, como consecuencia de vuestra primera infidelidad, que ha estado seguida de muchas otras. No he dicho nada, me he resignado, os he expulsado de mi corazón. Ahora se acabó, ¿ qué es lo que queréis ?
SEÑOR DE SALLUS: Querida, no pido nada. No quiero responder al agresivo discurso que acabáis de dirigirme. Tan solo quería daros un consejo, de amigo, acerca de un posible peligro que podría correr vuestra reputación. Sois bella, muy vista, muy deseable. Pronto se supone una aventura...
SEÑORA DE SALLUS: Perdón. Si hablamos de aventura, solicito que hagamos balance entre nosotros.
SEÑOR DE SALLUS: Veamos, no bromee, se lo ruego. Os hablo como amigo, un amigo serio. En cuanto a todo lo que acabáis de decirme, es excesivamente exagerado.
SEÑORA DE SALLUS: No del todo. Vos habéis hecho alarde de todos vuestros líos, lo que equivalía a concederme la autorización de imitaros. ¡ Pues bien ! querido, yo busco...
SEÑOR DE SALLUS: Permitid...
SEÑORA DE SALLUS:
Dejadme hablar. Soy bella, decís, soy joven, y condenada por vos a vivir, a envejecer, como una viuda. Querido, miradme ( se levanta ) ¿ Es justo que me resigne al papel de Ariadna abandonada mientras su marido corre de mujer en mujer, y de jovencita en jovencita ? ( Animándose ) ¡ Una mujer honesta ! Os oigo decir. ¿ Una mujer honesta debe sacrificar toda su vida, toda su alegría, toda su ternura, todo eso para lo que nosotras hemos nacido ? Miradme pues. ¿ Acaso estoy hecha para el claustro ? Dado que me he casado con un hombre, no estaba destinada al claustro, ¿ verdad ? Ese hombre, que me ha tomado, me rechaza y corre a otras... ¡ y cuales ! Yo no soy de aquellas que comparten. Tanto peor para vos, tanto peor para vos. Soy libre. No tenéis derecho a darme ningún consejo. ¡ Soy libre !
SEÑOR DE SALLUS:  Querida, tranquilizaos. Me confundís completamente. Yo nunca he tenido una sospecha. Tengo por vos una profunda estima y una más profunda amistad; una amistad que aumenta cada día. No puedo revertir ese pasado que me reprocháis tan cruelmente. Quizás yo soy un poco demasiado.... ¿ cómo lo diría ?
SEÑORA DE SALLUS: Decid Regencia. Conozco ese alegato para disculpar todas las debilidades y todas las locuras. ¡ Ah, sí ! ¡ El siglo XVIII ! ¡ el siglo elegante ! ¡ Cuanta gracia, que deliciosa fantasía, cuantos adorables caprichos ! Siempre la misma canción, querido.
SEÑOR DE SALLUS: No, vos seguís confundiéndome. Yo soy, era sobre todo, demasiado... demasiado parisino, demasiado acostumbrado a la vida nocturna y casándome, habituado a los bastidores, al círculo, a mil cosas... ,no pude romper con todo de inmediato... se necesita tiempo. Y luego, el matrimonio nos cambia tanto, demasiado aprisa. Hay que ir acostumbrándose... poco a poco...Vos me habéis dejado sin recursos cuando me hacían falta.
SEÑORA DE SALLUS: ¿ Y venís quizás a proponerme una nueva prueba ?
SEÑOR DE SALLUS: ¡ Oh ! Cuando gustéis. En verdad, cuando uno se casa tras haber vivido como yo, no puede impedir mirar de entrada un poco a su esposa como una nueva amante, una amante honesta... no es hasta más tarde cuando se comprende bien, como se distingue bien, y que uno se lo replantea.
SEÑORA DE SALLUS: ¡ Pues bien ! querido, es demasiado tarde. Como os he dicho, busco por mi lado. He tenido tres años para decidirme. Confesaréis que es mucho tiempo. Necesito alguien de bien, alguien mejor que vos... Es un cumplido que os hago y que vos no tenéis aspecto de reconocer.
SEÑOR DE SALLUS: Madeleine, esta broma está fuera de lugar.
SEÑORA DE SALLUS: Oh no, pues supongo que todas vuestras amantes eran mejores que yo, puesto que las habéis preferido a mi.
SEÑOR DE SALLUS: Veamos, ¿ En que disposición de espíritu estáis ?
SEÑORA DE SALLUS: Yo estoy como siempre. Sois vos quién habéis cambiado, querido.
SEÑOR DE SALLUS: Es cierto, he cambiado.
SEÑORA DE SALLUS: ¿ Y eso que quiere decir ?
SEÑOR DE SALLUS: Que era un imbecil.
SEÑORA DE SALLUS: ¿ Y que ?...
SEÑOR DE SALLUS: Que me he vuelto razonable.
SEÑORA DE SALLUS: ¿ Y que ?...
SEÑOR DE SALLUS: Que estoy enamorado de mi esposa.
SEÑORA DE SALLUS: ¿ Estáis pues en ayunas ?
SEÑOR DE SALLUS: ¿ Cómo ?
SEÑORA DE SALLUS: Digo que estáis en ayunas.
SEÑOR DE SALLUS: ¿ Cómo es eso ?
SEÑORA DE SALLUS: Cuando se está en ayunas se tiene hambre, y cuando se tiene hambre, uno se decide a comer cosas que no gustarían en otro momento. Yo soy el plato, olvidado en los días de abundancia, al que volvéis en los días de hambre. Gracias.
SEÑOR DE SALLUS: Jamás os he visto de ese modo. Me entristecéis tanto que me sorprende.
SEÑORA DE SALLUS: Tanto peor para ambos. Si yo os sorprendo, vos me subleváis. Sabed que no estoy hecha para ese rol de intermediaria.
SEÑOR DE SALLUS, se aproxima, le toma la mano y la besa un buen rato: Madeleine, os juro que me he vuelto a enamorar de vos, muy fuerte, en serio, por completo.
SEÑORA DE SALLUS: Puede que estéis convencido. ¿ Cuál es entonces la mujer que no quiere nada de vos, en este momento ?
SEÑOR DE SALLUS: Madeleine, os juro...
SEÑORA DE SALLUS:
No jure. Estoy segura que venís de romper con una amante. Necesitáis otra, y no la encontráis. Entonces os dirigís a mí. Después de tres años, me habéis olvidado de tal modo que os doy la impresión de algo nuevo. No es a vuestra esposa a quién volvéis, sino a una mujer con la que habéis roto y con la que deseáis continuar. Eso no es, en el fondo, más que un juego libertino.
SEÑOR DE SALLUS: Yo no me planteo si sois mi mujer o una mujer: vos sois la que amo, la que ha prendido en mi corazón. Vos sois con la que sueño, aquella cuya imagen me persigue por todas partes, cuyo deseo me acosa. Si se da la circunstancia que vos sois mi esposa, ¡ tanto mejor o tanto peor ! no lo , ¿ qué importa ?
SEÑORA DE SALLUS: Ciertamente es un bonito papel el que me ofrecéis. Tras la señorita Zozo, la señorita Lili, la señorita Tata, ¿ me ofrecéis seriamente, a la Señora de Sallus, tomar la sucesión vacante y convertirse en la amante de su marido por algún tiempo ?
SEÑOR DE SALLUS: Para siempre.
SEÑORA DE SALLUS: Perdón. Para siempre, volvería a ser vuestra esposa, y eso no es de lo que se trata, puesto que yo he dejado de serlo. La distinción es sutil, pero real. Y además la idea de hacer de mi vuestra amante legítima os enciende mucho más que la idea de retomar a vuestra compañera obligatoria.
SEÑOR DE SALLUS, riendo: ¡ Bien ! ¿ Por qué una mujer no podría convertirse en la amante de su marido ? Yo admito perfectamente vuestro punto de vista. Vos sois libre, absolutamente libre, por mi culpa. En cuanto a mi, estoy enamorado de vos y os digo: « Madaleine, dado que vuestro corazón está vacío, tenga piedad de mi. Os amo. »
SEÑORA DE SALLUS: ¿ Solicitáis la preferencia, a título de esposo ?
SEÑOR DE SALLUS:
Sí.
SEÑORA DE SALLUS:
¿ Reconocéis que soy libre ?
SEÑOR DE SALLUS:
Sí.
SEÑORA DE SALLUS:
¿He entendido bien ? ¿ Vuestra amante ?
SEÑOR DE SALLUS:
Sí.
SEÑORA DE SALLUS:
¡ Pues bien !... iba a comprometerme por otro lado, pero puesto que vos me pedís la preferencia, yo os la concederé, a igual precio.
SEÑOR DE SALLUS: No comprendo.
SEÑORA DE SALLUS:
Me explico. ¿ Estoy tan bien como vuestras conquistas ? Sea franco.
SEÑOR DE SALLUS:
Mil veces mejor.
SEÑORA DE SALLUS: ¿ En serio ?
SEÑOR DE SALLUS:
En serio.
SEÑORA DE SALLUS:
¿ Mejor que la mejor ?
SEÑOR DE SALLUS:
Mil veces.
SEÑORA DE SALLUS:
¡ Pues bien ! ¿ Dígame cuanto os ha costado la mejor durante tres meses ?
SEÑOR DE SALLUS:
No entiendo.
SEÑORA DE SALLUS:
Os digo: ¿ cuánto os ha costado, en tres meses, la más encantadora de vuestras amantes, en dinero, joyas, cenas, teatro, etc., etc., en fin, mantenimiento completo ?
SEÑOR DE SALLUS:
Y yo que .
SEÑORA DE SALLUS:
Vos debéis saberlo. Veamos, hagamos cuentas. ¿ Dais una suma redonda, o pagáis a los proveedores por separado ? ¡ Oh ! no sois hombre de entrar en detalles, dad una suma redonda.
SEÑOR DE SALLUS: Madeleine, esto es intolerable.
SEÑORA DE SALLUS:
Seguidme bien. Cuando vos habéis comenzado a olvidarme, habéis suprimido tres caballos en vuestras cuadras: uno de los mejores y dos de los vuestros; más un cochero y un lacayo. Era necesario economizar interiormente para pagar los nuevos servicios exteriores.
SEÑOR DE SALLUS:
Eso no es cierto.
SEÑORA DE SALLUS:
Sí, sí. Tengo los datos; no lo neguéis, yo os confundiría. Cesasteis igualmente de regalarme joyas, puesto que teníais otras orejas, otros dedos, otras muñecas y otros pechos que embellecer. Habéis suprimido uno de nuestros dos días de ópera, y olvido muchas pequeñas cosas menos importantes. Todo eso, según mis cuentas, suponen aproximadamente cinco mil francos al mes. ¿ Os parece justo ?
SEÑOR DE SALLUS:
Estáis loca.
SEÑORA DE SALLUS:
No, no. Confesad. ¿ Aquella de vuestras amantes que más cara os haya costado llegaba a cinco mil francos al mes ?
SEÑOR DE SALLUS: Estáis loca.
SEÑORA DE SALLUS:
¡ Si os lo tomáis así, buenas noches !
Ella se dispone a salir. Él la detiene.
SEÑOR DE SALLUS:
Vamos, dejaos de bromas ya.
SEÑORA DE SALLUS:
¡ Cinco mil francos ! Dígame si ella os costaba cinco mil francos.
SEÑOR DE SALLUS:
Sí, más o menos.
SEÑORA DE SALLUS:
¡ Pues bien ! amigo mío, deme enseguida cinco mil francos, y yo os firmo un contrato por un mes.
SEÑOR DE SALLUS:
¡ Pero habéis perdido la cabeza !
SEÑORA DE SALLUS:
¡ Adiós ! ¡ Buenas noches !
SEÑOR DE SALLUS: ¡ Que chiflada ! Veamos, Madeleine, esperad, vamos a hablar seriamente.
SEÑORA DE SALLUS: ¿ De qué ?
SEÑOR DE SALLUS: De... de... de mi amor por vos.
SEÑORA DE SALLUS: Pero vuestro amor no es serio del todo.
SEÑOR DE SALLUS:
Os juro que sí.
SEÑORA DE SALLUS:
¡ Bromista ! Queréis darme sed a fuerza de hacerme hablar.
Ella va al plató llevando la tetera y los siropes y se echa un vaso de agua clara. En el momento en el que va a beber, su marido se aproxima sin ruido y la besa en el cuello. Ella se vuelve bruscamente y le arroja su vaso de agua en pleno rostro.
SEÑOR DE SALLUS:
¡ Ah ! ¡ Eso es estúpido !
SEÑORA DE SALLUS:
Es posible. Pero lo que habéis hecho, o habéis intentado hacer, era ridículo.
SEÑOR DE SALLUS:
Veamos, Madeleine.
SEÑORA DE SALLUS:
Cinco mil francos.
SEÑOR DE SALLUS:
Pero eso sería idiota.
SEÑORA DE SALLUS:
¿ Por qué ?
SEÑOR DE SALLUS:
¿ Cómo que por qué ? Un marido, pagar a su mujer, su legítima esposa ! Yo tengo el derecho...
SEÑORA DE SALLUS:
No. Vos tenéis la fuerza... y yo, yo tendría... mi venganza.
SEÑOR DE SALLUS:
Madeleine...
SEÑORA DE SALLUS:
Cinco mil francos.
SEÑOR DE SALLUS:
Yo sería deplorablemente ridículo si diese dinero a mi esposa; ridículo e imbelcil.
SEÑORA DE SALLUS:
Es más estúpido cuando se tiene una mujer, una mujer como yo, ir a pagar putas.
SEÑOR DE SALLUS:
Lo confieso. Sin embargo yo os he esposado, y no precisamente para arruinarme con vos.
SEÑORA DE SALLUS:
Permitidme. Cuando gastáis dinero, vuestro dinero que, en consecuencia, es también mi dinero c, con una puta, estáis cometiendo una acción más que dudosa: vos me arruináis, a mí, al mismo tiempo que lo hacéis con vos, puesto que habéis empleado esa palabra. He tenido la delicadeza de no pediros más que la putilla en cuestión. Ahora bien, los cinco mil francos que vais a darme quedarán en vuestra casa, en vuestro patrimonio. Es una gran ahorro el que hacéis. Y además, yo os conozco, nunca os amarán tan completamente como la que es recta y legítima; ahora bien, pagando caro, muy caro, pues yo os pediré tal vez un aumento, encontrareis nuestra... relación mucho más sabrosa... Ahora, señor, buenas noches, me voy a acostar
SEÑOR DE SALLUS, con aire insolente: ¿ Queréis un cheque o billetes de banco ?
SEÑOR DE SALLUS, con altivez:
Prefiero los billetes de banco.
SEÑOR DE SALLUS, abriendo su cartera: No tengo más que tres. Voy a completar con un talón.
Lo firma, luego le entrega todo a su esposa.
SEÑORA DE SALLUS, lo toma, mira a su marido con desdén, luego dice con voz dura: Desde luego sois el hombre que yo pensaba. Tras haber pagado a unas putas, consentís pagarme como a ellas, de inmediato, sin rebelarse. Habéis encontrado que era cara, habéis temido ser grotesco.  Pero no os habéis dado cuenta de que me estaba vendiendo, yo, vuestra esposa. Me deseáis un poco para cambiarme por vuestras pordioseras, cuando me he envilecido convirtiéndome en una de ellas; vos no me habéis rechazado, pero si deseado, tanto como a ellas, incluso más, puesto que yo me hacía más de rogar. Os habéis equivocado, querido, no es así como habríais podido conquistarme ¡ Adiós !

Le arroja su dinero a la cara y sale.




Anterior - Siguiente

Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

Best viewed with any browser at 800x600 or 768x1024 on Tablet PC
IntraText® (V89) - Some rights reserved by EuloTech SRL - 1996-2007. Content in this page is licensed under a Creative Commons License