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Alonso de Ercilla y Zúñiga
La Araucana

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  • Canto III
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Canto III

Valdivia con pocos españoles y algunos indios amigos camina a la casa de Tucapel para hacer el castigo. Mátanle los araucanos a los corredores en el camino en un paso estrecho y danle después la batalla, en la cual fue muerto él y toda su gente por el gran esfuerzo y valentía de Lautaro.

¡Oh incurable mal! ¡oh gran fatiga

 

con tanta diligencia alimentada!

 

Vicio común y pegajosa liga,

 

voluntad sin razón desenfrenada;

 

del provecho y bien público enemiga;

5

sedienta bestia, hidrópica hinchada,

 

principio y fin de todos nuestros males.

 

¡Oh insaciable codicia de mortales!

 

No en el pomposo estado a los señores

 

contentos en el alto asiento vemos,

10

ni a pobrecillos bajos labradores

 

libres de esta dolencia conocemos:

 

ni el deseo y ambición de ser mayores

 

que tenga fin y límite sabemos:

 

el fausto, la riqueza y el estado,

15

hincha, pero no harta, al más templado.

[53]

A Valdivia mirad, de pobre infante

 

si era poco el estado que tenía,

 

cincuenta mil vasallos que delante

 

le ofrecen doce marcos de oro al día:

20

esto y aun mucho más no era bastante,

 

y así la hambre allí lo detenía;

 

codicia fue ocasión de tanta guerra,

 

y perdición total de aquesta tierra.

 

Ésta fue quien halló los apartados

25

indios de las antárticas regiones;

 

por ésta eran sin orden trabajados

 

con dura imposición y vejaciones:

 

pero rotas las cinchas de apretados,

 

buscaron modo y nuevas invenciones

30

de libertad, con áspera venganza,

 

levantando el trabajo la esperanza.

 

Cuán cierto es, cómo claro conocemos,

 

que al doliente en salud consejos damos,

 

y aprovecharnos dellos no sabemos;

35

pero de predicarlos nos preciamos.

 

Cuando en la sosegada paz nos vemos,

 

¡qué bien la dura guerra platicamos!

 

¡Qué bien damos consejos y razones

 

lejos de los peligros y ocasiones!

40

¡Cómo de los que yerran abominan

 

los que están libres en seguro puerto!

 

¡Qué bien de allí las cosas encaminan,

 

y dan en todo un medio y buen concierto!

 

¡Con qué facilidad se determinan,

45

visto el suceso y daño descubierto!

 

Dios sabe aquel que la derecha vía,

 

metido en la ocasión, acertaría.

[54]

Valdivia iba siguiendo su jornada,

 

y el duro disponer del hado duro,

50

no con la furia y priesa acostumbrada,

 

présago y con temor de mal futuro:

 

sospechoso de bárbara emboscada,

 

por hacer el camino más seguro,

 

echó algunos delante para prueba,

55

pero jamás volvieron con la nueva.

 

Viendo los nuestros ya que al plazo puesto

 

los tardos corredores no volvían,

 

unos juzgan el daño manifiesto,

 

otros impedimentos les ponían:

60

hubo consejo y parecer sobre esto;

 

al cabo en caminar se resolvían,

 

ofreciéndose todos a una suerte,

 

a un mismo caso y a una misma muerte.

 

Aunque el temor allí tras esto vino,

65

en sus valientes brazos se atrevieron,

 

y a su próspera suerte y buen destino

 

el dudoso suceso cometieron:

 

no dos leguas andadas del camino,

 

las amigas cabezas conocieron,

70

de los sangrientos cuerpos apartadas,

 

y en empinados troncos levantadas.

 

No el horrendo espectáculo presente

 

causó en los firmes ánimos mudanza;

 

antes con ira y cólera impaciente

75

se encienden más, sedientos de venganza:

 

y de rabia incitados nuevamente

 

maldicen y murmuran la tardanza:

 

sólo Valdivia calla y teme el punto;

 

pero rompió el silencio y pena junto

80 [55]

diciendo: «¡Oh compañeros! do se encierra

 

todo esfuerzo, valor y entendimiento:

 

ya veis la desvergüenza de la tierra,

 

que en nuestro daño da bandera al viento:

 

veis quebrada la fe, rota la guerra,

85

los pactos van del todo en rompimiento:

 

siento la áspera trompa en el oído,

 

y veo un fuego diabólico encendido.

 

»Bien conocéis la fuerza del estado;

 

con tanto daño nuestro autorizada:

90

mirad lo que Fortuna os ha ayudado

 

guiando con su mano vuestra espada;

 

el trabajo y la sangre que ha costado,

 

que de ella está la tierra alimentada;

 

y pues tenemos tiempo y aparejo,

95

será bueno tomar nuevo consejo.

 

»Quien éstos son tendréis en la memoria,

 

pues hay tanta razón de conocellos,

 

que si de ellos no hubiésemos vitoria

 

y en campo no pudiésemos vencellos,

100

será tal su arrogancia y vanagloria,

 

que el mundo no podrá después con ellos;

 

dudoso estoy, no , no qué haga

 

que a nuestro honor y causa satisfaga

 

La poca edad y menos experiencia

105

de los mozos livianos que allí había,

 

descubrió con la usada inadvertencia

 

a tal tiempo su necia valentía,

 

diciendo: «¡Oh capitán! danos licencia

 

que solos diez sin otra compañía

110

el bando asolaremos araucano,

 

y haremos el camino y paso llano.

[56]

»Lo que jamás hicimos en estrecho,

 

no es bien por nuestro honor que lo hagamos,

 

pues cierto es, que cuanto habemos hecho,

115

volviendo atrás un paso, lo manchamos:

 

mostremos al peligro osado pecho,

 

que en él está la gloria que buscamos

 

Valdivia, de la réplica sentido,

 

enmudeció de rabia y de corrido.

120

¡Oh, Valdivia, varón acreditado!

 

¡Cuánto la verde plática sentiste!

 

No solíastemer como soldado;

 

mas de buen capitán ahora temiste:

 

vas a precisa muerte condenado,

125

que como diestro y sabio la entendiste;

 

pero quieres perder antes la vida

 

que sea en ti una flaqueza conocida.

 

En esto acaso llega un indio amigo,

 

y a sus pies en voz alta arrodillado

130

le dice: «¡Oh capitán! mira que digo

 

que no pases el término vedado:

 

veinte mil conjurados, yo testigo,

 

en Tucapel te esperan, protestado

 

de pasar sin temor la muerte honrosa

135

antes que vivir vida vergonzosa

 

Alguna turbación dio de repente

 

lo que el amigo bárbaro propuso:

 

discurre un miedo helado por la gente;

 

la triste muerte en medio se les puso:

140

pero el gobernador osadamente,

 

que también hasta allí estuvo confuso,

 

les dice: «Caballeros, ¿qué dudamos?

 

¿Sin ver los enemigos nos turbamos

[57]

Al caballo con ánimo hiriendo,

145

sin más les persuadir, rompe la vía,

 

de los miembros el miedo sacudiendo,

 

le sigue la esforzada compañía:

 

y en breve espacio el valle descubriendo

 

de Tucapel, bien lejos parecía

150

el muro, antes vistoso levantado,

 

por los anchos cimientos asolado.

 

Valdivia aquí paró, y dijo: «¡Oh constante

 

española nación de confianza!

 

Por tierra está el castillo tan pujante,

155

que en él solo estribaba mi esperanza:

 

el pérfido enemigo veis delante;

 

ya os amenaza la contraria lanza:

 

en esto más no tengo que avisaros,

 

pues sólo el pelear puede salvaros

160

Estaba como digo así hablando,

 

que aún no acababa bien estas razones,

 

cuando por todas partes rodeando

 

los iban con espesos escuadrones,

 

las astas de anchos hierros blandeando,

165

gritando: «¡Engañadores y ladrones!

 

La tierra dejaréis hoy con la vida,

 

pagándonos la deuda tan debida

 

Viendo Valdivia serle ya forzoso

 

que la fuerza y fortuna se probase,

170

mandó que al escuadrón menos copioso

 

y más vecino, a fin que no cerrase,

 

saliese Bobadilla, el cual furioso,

 

sin que Valdivia más le amonestase,

 

con poca gente y con esfuerzo grande,

175

asalta el escuadrón de Mareande.

[58]

La piquería del bárbaro calada,

 

a los pocos soldados atendía;

 

pero al tiempo del golpe levantada,

 

abriendo un gran portillo, se desvía;

180

dales sin resistir franca la entrada,

 

y en medio el escuadrón los recogía;

 

las hileras abiertas se cerraron,

 

y dentro a los cristianos sepultaron.

 

Como el caimán hambriento, cuando siente

185

el escuadrón de peces, que cortando

 

viene con gran bullicio la corriente,

 

el agua clara en torno alborotando,

 

que, abriendo la gran boca, cautamente

 

recoge allí el pescado, y apretando

190

las cóncavas quijadas lo deshace,

 

y al insaciable vientre satisface:

 

pues de aquella manera recogido

 

fue el pequeño escuadrón del homicida,

 

y en un espacio breve consumido,

195

sin escapar cristiano con la vida:

 

ya el araucano ejército movido

 

por la ronca trompeta obedecida,

 

con gran estruendo y pasos ordenados

 

cerraba sin temor por todos lados.

200

La escuadra de Mareande encarnizada

 

tendía el paso con más atrevimiento;

 

viéndola así Valdivia adelantada,

 

no escarmentado, manda a su sargento,

 

que, escogiendo la gente más granada,

205

sobre ella con recio movimiento;

 

pero diez españoles solamente

 

pusieron a la muerte osada frente.

[59]

Contra el escuadrón bárbaro importuno,

 

ir se dejan sin miedo a rienda floja,

210

y en el encuentro de los diez, ninguno

 

dejó allí de sacar la lanza roja:

 

desocupó la silla sólo uno,

 

que con la basca y última congoja

 

de la rabiosa muerte el pecho abierto,

215

sobre la llaga en tierra cayó muerto.

 

Y los nueve después también cayeron,

 

haciendo tales hechos señalados,

 

que digna y justamente merecieron

 

ser de la eterna fama levantados:

220

hechos pedazos todos diez murieron,

 

quedando de su muerte antes vengados:

 

en esto la española trompa oída

 

dio la postrer señal de arremetida.

 

Salen los españoles de tal suerte

225

los dientes y las lanzas apretando,

 

que de cuatro escuadrones, al más fuerte

 

le van un largo trecho retirando:

 

hieren, dañan, tropellan, dan la muerte,

 

piernas, brazos, cabezas cercenando:

230

los bárbaros por esto no se admiran,

 

antes cobran el campo y los retiran.

 

Sobre la vida y muerte se contiende,

 

perdone Dios a aquel que allí cayere;

 

del un bando y del otro así se ofende,

235

que de ambas partes mucha gente muere:

 

bien se estima la plaza y se defiende;

 

volver un paso atrás ninguno quiere:

 

cubre la roja sangre todo el prado,

 

tornándole, de verde, colorado.

240 [60]

Del rigor de las armas homicidas

 

los templados arneses reteñían,

 

y las vivas entrañas escondidas

 

con carniceros golpes descubrían:

 

cabezas de los cuerpos divididas,

245

que aún el vital espíritu tenían,

 

por el sangriento campo iban rodando,

 

vueltos los ojos ya paladeando.

 

El enemigo hierro riguroso

 

todo en color de sangre lo convierte;

250

siempre el acometer es más furioso,

 

pero ya el combatir es menos fuerte;

 

ninguno allí pretende otro reposo

 

que el último reposo de la muerte:

 

el más medroso atiende con cuidado

255

a sólo procurar morir vengado.

 

La rabia de la muerte y fin presente

 

crió en los nuestros fuerza tan extraña,

 

que con deshonra y daño de la gente

 

pierden los araucanos la campaña:

260

al fin dan las espaldas, claramente

 

suenan voces: «¡Vitoria! ¡España! ¡España

 

Mas el incontrastable y duro hado

 

dio un extraño principio a lo ordenado.

 

Un hijo de un cacique conocido,

265

que a Valdivia de paje le servía,

 

acariciado dél y favorido,

 

en su servicio a la sazón venía;

 

del amor de su patria conmovido,

 

viendo que a más andar se retraía,

270

comienza a grandes voces a animarla,

 

y con tales razones a incitarla:

[61]

«¡Oh ciega gente, del temor guiada!

 

¿A volvéis los temerosos pechos?

 

Que la fama en mil años alcanzada

275

aquí perece y todos vuestros hechos:

 

la fuerza pierden hoy, jamás violada,

 

vuestras leyes, los fueros y derechos:

 

de señores, de libres, de temidos,

 

quedáis siervos, sujetos y abatidos.

280

»Mancháis la clara estirpe y decendencia,

 

y engerís en el tronco generoso

 

una incurable plaga, una dolencia,

 

un deshonor perpetuo, ignominioso:

 

mirad de los contrarios la impotencia,

285

la falta del aliento, y el fogoso

 

latir de los caballos, las ijadas

 

llenas de sangre y de sudor bañadas.

 

»No os desnudéis del hábito y costumbre

 

que de nuestros abuelos mantenemos,

290

ni el araucano nombre de la cumbre

 

a estado tan infame derribemos:

 

huid el grave yugo y servidumbre;

 

al duro hierro osado pecho demos;

 

¿por qué mostráis espaldas esforzadas

295

que son de los peligros reservadas?

 

»Fijad esto que digo en la memoria,

 

que el ciego y torpe miedo os va turbando;

 

dejad de vos al mundo eterna historia,

 

vuestra sujeta patria libertando:

300

volved, no rehuséis tan gran vitoria,

 

que os está el hado próspero llamando:

 

a lo menos firmad el pie ligero,

 

veréis cómo en defensa vuestra muero

[62]

En esto una nervosa y gruesa lanza

305

contra Valdivia, su señor, blandía:

 

dando de sí gran muestra y esperanza,

 

por más los persuadir arremetía;

 

y entre el hierro español así se lanza

 

como con gran calor en agua fría

310

se arroja el ciervo en el caliente estío,

 

para templar el sol con algún frío.

 

De sólo el primer bote uno atraviesa,

 

otro apunta por medio del costado,

 

y aunque la dura lanza era muy gruesa

315

salió el hierro sangriento al otro lado:

 

salta, vuelve, revuelve con gran priesa

 

y barrenando el muslo a otro soldado,

 

en él la fuerte pica fue rompida,

 

quedando un grueso trozo en la herida.

320

Rota la asta dañosa, luego aferra

 

del suelo una pesada y dura maza;

 

mata, hiere, destroza y echa a tierra,

 

haciendo en breve espacio larga plaza:

 

en él se resumió toda la guerra;

325

cesa el alcance y dan en él la caza;

 

mas él aquí y allí va tan liviano,

 

que hieren por herirle el aire vano.

 

¿De quién prueba se oyó tan espantosa,

 

ni en antigua escritura se ha leído,

330

que estando de la parte vitoriosa

 

se pase a la contraria del vencido?

 

¿Y que sólo valor, y no otra cosa,

 

de un bárbaro muchacho, haya podido

 

arrebatar por fuerza a los cristianos

335

una tan gran vitoria de las manos?

[63]

No los dos Publios Decios, que las vidas

 

sacrificaron por la patria amada,

 

ni Curcio, Horacio, Scevola y Leonidas

 

dieron muestra de sí tan señalada:

340

ni aquellos que en las guerras más reñidas

 

alcanzaron gran fama por la espada,

 

Furio, Marcelo, Fulvio, Cincinato,

 

Marco Sergio, Filón, Sceva y Dentato.

 

Decidme: estos famosos, ¿qué hicieron

345

que al hecho deste bárbaro igual fuese?

 

¿Qué empresa o qué batalla acometieron

 

que a lo menos en duda no estuviese?

 

¿A que riesgo y peligro se pusieron

 

que la sed del reinar no los moviese;

350

y de intereses grandes insistidos

 

que a los tímidos hacen atrevidos?

 

Muchos emprenden hechos hazañosos

 

y se ofrecen con ánimo a la muerte,

 

de fama y vanagloria codiciosos,

355

que no saben sufrir un golpe fuerte;

 

mostrándose constantes y animosos,

 

hasta que ven ya declinar su suerte,

 

faltándoles valor y esfuerzo a una,

 

roto el crédito frágil de fortuna.

360

Éste el decreto y la fatal sentencia,

 

en contra de su patria declarada,

 

turbó y redujo a nueva diferencia,

 

y al fin bastó a que fuese revocada:

 

hizo a Fortuna y Hados resistencia,

365

forzó su voluntad determinada,

 

y contrastó el furor del vitorioso,

 

sacando vencedor al temeroso.

[64]

Estaba el suelo de armas ocupado,

 

y el desigual combate más revuelto,

370

cuando Caupolicano reportado,

 

a las amigas voces había vuelto:

 

también habían sus gentes reparado,

 

con vergonzoso ardor en ira envuelto,

 

de ver que un solo mozo resistía

375

a lo que tanta gente no podía.

 

Cual suele acontecer a los de honrosos

 

ánimos, de repente inadvertidos,

 

o cuando en los lugares sospechosos

 

piensan otros que van desconocidos,

380

que en pendencias y encuentros peligrosos

 

huyen; pero si ven que conocidos

 

fueron de quien los sigue, avergonzados

 

vuelven furiosos, del honor forzados:

 

así los araucanos revolviendo

385

contra los vencedores arremeten;

 

y las rendidas armas esgrimiendo,

 

a voces de morir todos prometen:

 

treme y gime la tierra del horrendo

 

furor con que ambas partes se acometen,

390

derramando con rabia y fuerza brava

 

aquella poca sangre que quedaba.

 

Diego Oro allí derriba a Paynaguala,

 

que de una punta le atraviesa el pecho;

 

pero Caupolicano le señala,

395

dejándole gozar poco del hecho.

 

Al sesgo la ferrada maza cala,

 

aunque el furioso golpe fue al derecho;

 

pues quedó por de dentro la celada

 

de los bullentes sesos rociada.

400 [65]

Tras éste otro tendió desfigurado,

 

tanto que nunca más fue conocido;

 

que la armada cabeza y todo el lado

 

donde el golpe alcanzó quedó molido.

 

Valdivia con Ongolmo se ha topado,

405

y hanse el uno al otro acometido,

 

hiere Valdivia a Ongolmo en una mano,

 

haciendo el araucano el golpe en vano.

 

Pasa recio Valdivia, y va furioso,

 

que con Ongolmo más no se detiene,

410

y adonde Leucotón, mozo animoso,

 

estaba en una gran pendencia, viene:

 

que contra Juan de Lamas y Reinoso

 

solo su parte y opinión mantiene;

 

el cual con su destreza y mucho seso

415

la guerra sustentaba en igual peso.

 

Partiose esta batalla, porque, cuando

 

Valdivia llegó adonde combatía,

 

parte acudió del araucano bando,

 

que en su ayuda y defensa se metía:

420

fuese el daño y destrozo renovando;

 

de un cabo y de otro gente concurría:

 

sube el alto rumor a las estrellas,

 

sacando de los hierros mil centellas.

 

Gran rato anduvo en término dudoso

425

la confusa vitoria de esta guerra,

 

lleno el aire de estruendo sonoroso,

 

roja de sangre y húmida la tierra:

 

quién busca y sólo quiere un fin honroso,

 

quién a los brazos con el otro cierra,

430

y por darle más presto cruda muerte

 

tienta con el puñal lo menos fuerte.

[66]

A Juan de Gudiël no le fue sano

 

el tenerse en la lucha por maestro,

 

porque sin tiempo y con esfuerzo vano

435

cerró con Guaticol, no menos diestro:

 

y en aquella sazón Purén, su hermano,

 

que estaba cerca dél, en el siniestro

 

lado le abrió con daga una herida,

 

por do la muerte entró y salió la vida.

440 [67]

Andrés de Villarroel, ya enflaquecido

 

por la falta de sangre derramada,

 

andaba entre los bárbaros metido

 

procurando la muerte más honrada.

 

También Juan de las Peñas, mal herido,

445

rompiendo por la espesa gente armada,

 

se puso junto dél; y así la suerte

 

los hizo a un tiempo iguales en la muerte.

 

Era la diferencia incomparable

 

del número infiël al bautizado:

450

es el un escuadrón inumerable,

 

el otro hasta sesenta numerado:

 

ya incierta la Fortuna variable,

 

que dudosa hasta entonces había estado,

 

aprobó la maldad, y dio por justa

455

la causa y opinión hasta allí injusta.

 

Dos mil amigos bárbaros soldados,

 

que el bando de Valdivia sustentaban,

 

en el flechar del arco ejercitados,

 

el sangriento destrozo acrecentaban

460

derramando más sangre, y esforzados

 

en la muerte también acompañaban

 

a la española gente, no vencida

 

en cuanto sustentar pudo la vida.

 

Cuando de aqueste y cuando de aquel canto

465

mostraba el buen Valdivia esfuerzo y arte,

 

haciendo por la espada todo cuanto

 

pudiera hacer el poderoso Marte:

 

no basta a reparar él solo tanto,

 

que falta de los suyos la más parte:

470

los otros, aunque ven su fin tan cierto,

 

ningún medio pretenden ni concierto.

 

De dos en dos, de tres en tres cayendo

 

iba la desangrada y poca gente,

 

siempre el ímpetu bárbaro creciendo,

475

con el ya declarado fin presente:

 

fuese el número flaco resumiendo

 

en catorce soldados solamente,

 

que constantes rendir no se quisieron

 

hasta que al crudo hierro se rindieron.

480

Sólo quedó Valdivia acompañado

 

de un clérigo, que acaso allí venía;

 

y viendo así su campo destrozado,

 

el mal remedio y poca compañía,

 

dijo: «Pues pelear es excusado,

485

procuremos vivir por otra vía

 

Pica en esto al caballo a toda prisa,

 

tras él corriendo el clérigo de misa.

 

Cual suelen escapar de los monteros

 

dos grandes jabalís fieros, cerdosos,

490

seguidos de solícitos rastreros

 

de la campestre sangre codiciosos:

 

y salen en su alcance los ligeros

 

lebreles irlandeses generosos;

 

con no menor codicia y pies livianos

495

arrancan tras los míseros cristianos.

[68]

Tal tempestad de tiros, Señor, lanzan,

 

cual el turbión que granizando viene:

 

en fin, a poco trecho los alcanzan,

 

que un paso cenagoso los detiene:

500

los bárbaros sobre ellos se abalanzan:

 

por valiente el postrero no se tiene:

 

murió el clérigo luego, y maltratado

 

trujeron a Valdivia ante el senado.

 

Caupolicán, gozoso en verle vivo

505

y en el estado y término presente,

 

con voz de vencedor y gesto altivo

 

le amenaza y pregunta juntamente.

 

Valdivia, como mísero cautivo,

 

responde y pide humilde y obediente

510

que no le la muerte, y que le jura

 

dejar libre la tierra en paz segura.

 

Cuentan que estuvo de tomar movido

 

del contrito Valdivia aquel consejo;

 

mas un pariente suyo empedernido,

515

a quien él respetaba por ser viejo,

 

le dice: «¿Por dar crédito a un rendido

 

quieres perder tal tiempo y aparejo

 

Y apuntando a Valdivia en el celebro

 

descarga un gran bastón de duro enebro.

520

Como el furioso toro, que apremiado

 

con fuerte amarra al palo, está bramando,

 

de la tímida gente rodeado,

 

que con admiración le está mirando;

 

y el diestro carnicero ejercitado,

525

el grave y duro mazo levantando,

 

recio al cogote cóncavo deciende,

 

y muerto estremeciéndose le tiende:

[69]

así el determinado viejo cano,

 

que a Valdivia escuchaba con mal ceño,

530

ayudándose de una y otra mano,

 

en alto levantó el ferrado leño:

 

no hizo el crudo viejo golpe en vano,

 

que a Valdivia entregó al eterno sueño,

 

y en el suelo con súbita caïda,

535

estremeciendo el cuerpo, dio la vida.

 

Llamábase este bárbaro Leocato,

 

y el gran Caupolicán dello enojado,

 

quiso enmendar el libre desacato,

 

pero fue del ejército rogado;

540

salió el viejo de aquello al fin barato,

 

y el destrozo del todo fue acabado,

 

que no escapó cristiano de esta prueba

 

para poder llevar la triste nueva.

 

Dos bárbaros quedaron con la vida

545

solos de los tres mil; que como vieron

 

la gente nuestra rota y de vencida,

 

en un jaral espeso se escondieron:

 

de allí vieron el fin de la reñida

 

guerra, y puestos en salvo lo dijeron,

550

que como las estrellas se mostraron,

 

sin ser de nadie vistos se escaparon.

 

La escura noche en esto se subía

 

a más andar a la mitad del cielo,

 

y con las alas lóbregas cubría

555

el orbe y redondez del ancho suelo:

 

cuando la vencedora compañía,

 

arrimadas las armas sin recelo,

 

danzas en anchos cercos ordenaban,

 

donde la gran vitoria celebraban.

560 [70]

Fue la nueva en un punto discurriendo

 

por todo el araucano regimiento,

 

y antes que el Sol se fuese descubriendo

 

el campo se cubrió de bastimento;

 

gran multitud de gente concurriendo,

565

se forma un general ayuntamiento

 

de mozos, viejos, niños y mujeres,

 

partícipes en todos los placeres.

 

Cuando la luz las aves anunciaban,

 

y alegres sus cantares repetían,

570

un sitio de altos árboles cercaban,

 

que una espaciosa plaza contenían:

 

y en ellos las cabezas empalaban

 

que de españoles cuerpos dividían:

 

los troncos, de sus ramas despojados,

575

eran de los despojos adornados;

 

y dentro de aquel círculo y asiento,

 

cercado de una amena y gran floresta,

 

en memoria y honor del vencimiento,

 

celebran de beber la alegre fiesta:

580

el vino así aumentó el atrevimiento

 

que España en gran peligro estaba puesta;

 

pues que promete el mínimo soldado

 

de no dejar cimiento levantado.

 

Era allí la opinión generalmente

585

que sin tardar, doblando las jornadas,

 

partiese un grueso número de gente

 

a dar en las ciudades descuidadas:

 

que tomadas de salto y de repente,

 

serían con solo el miedo arruïnadas;

590

y la patria en su honor restituïda

 

no dejando cristiano con la vida.

[71]

Y dado orden bastante, y esto hecho,

 

para acabar de ejecutar su saña

 

con gran poder y ejército, de hecho

595

querían pasar la vuelta de la España:

 

pensándola poner en tanto estrecho,

 

por fuerza de armas, puestos en campaña,

 

que fuesen cultivadas las iberas

 

tierras de las naciones extranjeras.

600

El hijo de Leocano bien entiende

 

el vano intento, y quiere desviarlo,

 

que como diestro y sabio, otro pretende,

 

y por mejor camino enderezarlo:

 

el tiempo espera y la sazón atiende

605

que estén mejor dispuestos a tratarlo:

 

la fiesta era acabada y borrachera,

 

cuando a todos los habla en tal manera:

 

«Menos que vos, señores, no pretendo

 

la dulce libertad tan estimada,

610

ni que sea nuestra patria, yo defiendo,

 

en el sublime trono restaurada;

 

mas hase de atender a que, pudiendo

 

ganar, no se aventure a perder nada;

 

y así, con este celo y fin, procuro

615

no poner en peligro lo seguro.

 

»Tomad con discreción los pareceres

 

que van a la razón más arrimados,

 

pues cobrar vuestros hijos y mujeres

 

está en ir los principios acertados:

620

vuestra fama, el honor, tierra y haberes,

 

a punto están de ser recuperados;

 

que el tiempo, que es el padre del consejo,

 

en las manos nos pone el aparejo.

[72]

»A Valdivia y los suyos habéis muerto,

625

y una importante plaza destruido:

 

venir a la venganza será cierto

 

luego que en las ciudades sea sabido:

 

demos al enemigo el paso abierto:

 

esto asegura más nuestro partido:

630

vengan, vengan con furia a rienda suelta,

 

que difícil será después la vuelta.

 

»La vitoria tenemos en las manos,

 

y pasos en la tierra mil seguros,

 

de ciénagas, lagunas y pantanos,

635

espesos montes ásperos y duros:

 

mejor pelean aquí los araucanos:

 

españoles mejor dentro en sus muros:

 

cualquier hombre, en su casa acometido,

 

es más sabio, más fuerte y atrevido.

640

»Esto os vengo a decir, porque se entienda

 

cuanto con más seguro acertaremos,

 

para poder tomar la justa emienda,

 

que en sitios escogidos esperemos,

 

donde no habrá en el mundo quien defienda

645

la razón y derecho que tenemos:

 

cuando temor tuviesen de buscarnos,

 

a sus casas iremos a alojarnos

 

Con atención de todos escuchada

 

fue la oración que el general hacía,

650

siendo de los más de ellos aprobada,

 

por ver que a su remedio convenía;

 

la gente ya del todo sosegada,

 

Caupolicán al joven se volvía

 

por quien fue la vitoria, ya perdida,

655

con milagrosa prueba conseguida.

[73]

Por darle más favor, lo tenía asido

 

con la siniestra de la diestra mano,

 

diciéndole: «¡Oh varón, que has extendido

 

el claro nombre y límite araucano!

660

Por ti ha sido el estado redimido,

 

tú le sacaste del poder tirano:

 

a ti solo se debe esta vitoria,

 

digna de premio y de inmortal memoria.

 

»Y señores, pues es tan manifiesto

665

(esto dijo volviéndose al senado)

 

el punto en que Lautaro nos ha puesto,

 

(que así el valiente mozo era llamado):

 

yo por remuneralle en algo desto,

 

con vuestra autoridad que me habéis dado

670

por paga, aunque a tal deuda insuficiente,

 

le hago capitán y mi teniente.

 

»Con la gente de guerra que escogiere,

 

pues que ya de sus obras sois testigos,

 

en el sitio que más le pareciere

675

se ponga a recebir los enemigos,

 

adonde hasta que vengan los espere;

 

porque yo con la resta y mis amigos

 

ocuparé la entrada de Elicura,

 

aguardando la misma coyuntura

680

Del grato mozo el cargo fue acetado

 

con el favor que el general le daba:

 

aprobolo el común aficionado;

 

si a alguno le pesó no lo mostraba:

 

y por el orden y uso acostumbrado

685

el gran Caupolicán le trasquilaba,

 

dejándole el copete en trenza largo

 

insignia verdadera de aquel cargo.

[74]

Fue Lautaro industrioso, sabio, presto,

 

de gran consejo, término y cordura,

690

manso de condición y hermoso gesto,

 

ni grande ni pequeño de estatura;

 

el ánimo en las cosas grandes puesto,

 

de fuerte trabazón y compostura,

 

duros los miembros, recios y nervosos,

695

anchas espaldas, pechos espaciosos.

 

Por él las fiestas fueron alargadas,

 

ejercitando siempre nuevos juegos

 

de saltos, luchas, pruebas nunca usadas,

 

danzas de noche en torno de los fuegos:

700

había precios y joyas señaladas,

 

que nunca los troyanos ni los griegos,

 

cuando los juegos más continuäron,

 

tan ricas y estimadas las sacaron.

 

Llegó a Caupolicán estando en esto

705

un bárbaro turbado sin aliento,

 

perdida la color, mudado el gesto,

 

cubierto de sudor y polvoriento,

 

diciéndole: «Señor, socorre presto,

 

tu campo es roto y cierto el perdimiento;

710

que la gente que estaba en la emboscada

 

es muerta la más della y destrozada.

 

»Por tierra de Elicura son bajados

 

catorce valentísimos guerreros,

 

de corazas finísimas armados,

715

sobre caballos prestos y ligeros:

 

por estos solos son desbaratados

 

dos escuadrones tuyos de piqueros;

 

y visto el gran estrago, al improviso

 

partí corriendo a darte de ello aviso

720 [75]

Caupolicán, con muestra no alterada,

 

hizo que del temor se asegurase,

 

diciendo que tan poca gente armada

 

al cabo era imposible que escapase;

 

y con la diligencia acostumbrada

725

mandó al nuevo teniente que guiase

 

con la más presta gente por la vía,

 

que luego con el resto le seguía.

 

Lautaro, en lo acetar no perezoso,

 

escogiendo una escuadra suficiente,

730

marcha con tanta priesa, codicioso

 

de ganar opinión entre la gente...

 

Mas de Marte el estruendo sonoroso

 

me llama, que me tardo injustamente:

 

de los catorce es tiempo que se trate,

735

y del sangriento y áspero combate.

 

Extiéndase su fama y sea notoria,

 

pues que tanto su espada resplandece,

 

y de ellos se eternice la memoria

 

si valor en las armas lo merece:

740

testimonio dará dello la historia;

 

pero acabar el canto me parece;

 

que a decir tan gran cosa no me atrevo,

 

si no es con nuevo aliento y canto nuevo.

 

 

 

[76]




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