Siempre el
benigno Dios, por su clemencia,
|
|
nos dilata el
castigo merecido,
|
|
hasta ver sin
emienda la insolencia
|
|
y el corazón rebelde
endurecido:
|
|
y es tanta la
dañosa inadvertencia,
|
5
|
que aunque
vemos el término cumplido
|
|
y ejemplo del
castigo en el vecino,
|
|
no queremos
dejar el mal camino.
|
|
Dígolo, porque
viene muy contenta
|
|
nuestra gente
española a las espadas,
|
10
|
que en el fin
de Valdivia no escarmienta,
|
|
ni mira haber
seguido sus pisadas:
|
|
presto la
veréis dar estrecha cuenta
|
|
de las culpas presentes y
pasadas;
|
|
que el verdugo
Lautaro, ardiendo en saña
|
15
|
se muestra con
su gente en la campaña.
|
[102]
|
Villagrán con
la suya a punto puesto,
|
|
en el estrecho
llano se detiene;
|
|
plantando seis
cañones en buen puesto,
|
|
ordena aquí y
allí lo que conviene:
|
20
|
estuvo sin
moverse un rato en esto
|
|
por ver el
orden que Lautaro tiene,
|
|
que ocupaba su
gente tanto trecho
|
|
que mitigó el
ardor de más de un pecho.
|
|
De muchos fue
esta guerra deseada;
|
25
|
pero sabe ora
Dios sus intenciones,
|
|
viendo toda la
cuesta rodeada
|
|
de gente en
concertados escuadrones:
|
|
la sangre, del
temor ya resfriada,
|
|
con presteza
acudió a los corazones;
|
30
|
los miembros,
del calor desamparados,
|
|
fueron luego de
esfuerzo reformados.
|
|
Con nuevo
encendimiento están bramando,
|
|
porque la
trompa del partir no suena;
|
|
tanto el trance
y batalla deseando
|
35
|
que cualquiera
tardanza les da pena.
|
|
De
la otra parte el araucano bando,
|
|
sujeto a lo que
su caudillo ordena,
|
|
rabiaba por
cerrar; mas la obediencia
|
|
le pone duro
freno y resistencia.
|
40
|
Como el feroz
caballo, que impaciente,
|
|
cuando el
competidor ve ya cercano,
|
|
bufa, relincha,
y con soberbia frente
|
|
hiere la tierra
de una y otra mano;
|
|
así el bárbaro
ejército obediente,
|
45
|
viendo tan
cerca el campo castellano
|
|
gime por ver el
juego comenzado,
|
|
mas no pasa del
término asignado.
|
[103]
|
Desta manera,
pues, la cosa estaba,
|
|
ganosos de ambas partes por
juntarse;
|
50
|
pero ya
Villagrán consideraba
|
|
que era dalles
más ánimo el tardarse:
|
|
tres bandas de jinetes apartaba
|
|
de aquellos
codiciosos de probarse,
|
|
que a la seña,
sin más amonestallos,
|
55
|
ponen las piernas recio a los
caballos.
|
|
El campo con
ligeros pies batiendo,
|
|
salen con gran
tropel y movimiento;
|
|
Rauco se estremeció
del son horrendo,
|
|
y la mar hizo
extraño sentimiento.
|
60
|
Los corregidos
bárbaros temiendo
|
|
de Lautaro el
expreso mandamiento,
|
|
aunque por los
herir se deshacían,
|
|
el paso hacia
delante no movían.
|
|
Con el
concierto y orden que en Castilla
|
65
|
juegan las cañas en solemne
fiesta,
|
|
que parte y
desembraza una cuadrilla,
|
|
revolviendo la
darga al pecho puesta:
|
|
así los
nuestros firmes en la silla,
|
|
llegan hasta el
remate de la cuesta,
|
70
|
y vuelven casi
en cerco a retirarse,
|
|
por no poder
romper sin despeñarse.
|
|
Toman al
retirar la vuelta larga,
|
|
y desta suerte muchas vueltas
prueban;
|
|
pero todas las
veces una carga
|
75
|
de flecha,
dardo y piedra espesa llevan:
|
|
a algunos vale
allí la buena adarga;
|
|
las celadas y grebas bien
aprueban,
|
|
que no pueden
venir al corto hierro
|
|
por ser peinado
en torno el alto cerro.
|
80 [104]
|
Firme estaba
Lautaro sin mudarse,
|
|
y cercada de
gente la montaña;
|
|
algunos que
pretenden señalarse
|
|
salen
con su licencia a la campaña:
|
|
quieren uno por
uno ejercitarse
|
85
|
de la pica y
bastón con los de España;
|
|
o dos a dos, o
tres a tres soldados,
|
|
a la franca
elección de los llamados.
|
|
Usando de
mudanzas y ademanes
|
|
vienen con
muestra airosa y contoneo,
|
90
|
más bizarros que bravos
alemanes,
|
|
haciendo aquí y
allí gentil paseo:
|
|
como los
diestros y ágiles galanes
|
|
en público
ejercicio del torneo,
|
|
así llegan
gallardos a juntarse
|
95
|
y con las duras
puntas a tentarse.
|
|
Quien piensa de
la pica ser maestro
|
|
sale a probar
la fuerza y el destino,
|
|
tentando el
lado diestro y el siniestro,
|
|
buscando lo
mejor con sabio tino:
|
100
|
cuál acomete,
vence y hurta presto,
|
|
hallando para
entrar franco el camino;
|
|
cuál hace el
golpe vano, y cuál tan cierto
|
|
que da con su
enemigo en tierra muerto.
|
|
Otros de estas
posturas no se curan,
|
105
|
ni paran en el
aire y gentileza;
|
|
que el golpe
sea mortal sólo procuran,
|
|
y en el cuerpo y los pies
llevar firmeza:
|
|
con ánimo
arrojado se aventuran,
|
|
llevados de la
cólera y braveza;
|
110
|
ésta a veces
los golpes hace vanos,
|
|
y ellos venir más juntos a las
manos.
|
[105]
|
Pero por más
veloz en la corrida
|
|
el mozo
Curiomán se señalaba,
|
|
que con
gallarda muestra y atrevida
|
115
|
larga carrera
sin temor tomaba:
|
|
y blandiendo
una lanza muy fornida
|
|
en medio de la
furia la arrojaba,
|
|
que nunca la
ballesta al torno armada
|
|
jara con tal
presteza fue enviada.
|
120
|
Había siete
españoles ya herido,
|
|
mas nadie se
atraviesa a la venganza,
|
|
que era el
valiente bárbaro temido
|
|
por su
esfuerzo, destreza y gran pujanza:
|
|
en esto
Villagrán algo corrido,
|
125
|
viéndole
despedir la octava lanza,
|
|
dijo con voz
airada: «¿No hay alguno
|
|
que castigue
este bárbaro importuno?»
|
|
Diciendo esto,
miraba a Diego Cano,
|
|
el cual de
osado crédito tenía,
|
130
|
que,
una asta gruesa en la derecha mano,
|
|
su rabicán
preciado apercebía;
|
|
y al tiempo
cuando el bárbaro lozano
|
|
con fuerza
extrema el brazo sacudía,
|
|
en la silla los
muslos enclavados
|
135
|
hiere al
caballo a un tiempo entrambos lados.
|
|
Con menudo
tropel y gran ruïdo
|
|
sale el presto
caballo desenvuelto
|
|
hacia el
gallardo bárbaro atrevido,
|
|
que en esto las
espaldas había vuelto;
|
140
|
pero el fuerte
español, embebecido
|
|
en que no se le
fuese, el freno suelto,
|
|
bate al caballo
a priesa los talones
|
|
hasta los
enemigos escuadrones.
|
[106]
|
No el araucano
y fiero ayuntamiento
|
145
|
con las espesas
picas derribadas,
|
|
ni el presuroso
y recio movimiento
|
|
de mazas y de
bárbaras espadas
|
|
pudieron
resistir el duro intento
|
|
del airado
español, que las pisadas
|
150
|
del ligero
araucano iba siguiendo,
|
|
la espesa turba
y multitud rompiendo:
|
|
donde a pesar
de tantos y a despecho,
|
|
con grande
esfuerzo y valerosa mano
|
|
rompe por
ellos, y la lanza al pecho
|
155
|
de aquél que
dilató su muerte en vano:
|
|
y glorioso del
bravo y alto hecho,
|
|
al caballo picó
a la diestra mano,
|
|
abriendo con
esfuerzo y diestro tino
|
|
por medio de
las armas el camino.
|
160
|
Luego se arroja
el escuadrón jinete
|
|
al araucano
ejército llamando,
|
|
que a esperarle
parece que acomete,
|
|
y vase luego al
borde retirando:
|
|
una, cuatro y
diez veces arremete,
|
165
|
poco el
arremeter aprovechando;
|
|
que en aquella
sazón ninguna espada
|
|
había de sangre
bárbara manchada.
|
|
Los cansados caballos
trabajaban,
|
|
mas poco del
trabajo se aprovecha,
|
170
|
que los
nuestros en vano les picaban,
|
|
heridos y hostigados de la
flecha:
|
|
las bravezas de algunos
aplacaban
|
|
viéndose en
aquel punto y cuenta estrecha,
|
|
ellos lasos, los otros
descansados,
|
175
|
los pasos y
caminos ya cerrados.
|
[107]
|
La presta y
temerosa artillería
|
|
a
toda furia y priesa disparaba,
|
|
y así en el
escuadrón indio batía,
|
|
que cuanto topa
enhiesto lo allanaba:
|
180
|
de fuego y humo
el cerro se cubría,
|
|
el aire cerca y lejos
retumbaba:
|
|
parece con
estruendo abrirse el suelo
|
|
y respirar un
nuevo Mongibelo.
|
|
Visto Lautaro
serle conveniente
|
185
|
quitar y
deshacer aquel nublado,
|
|
que lanzaba los
rayos en su gente
|
|
y había gran
parte della destrozado;
|
|
al escuadrón
que a Leucotón valiente
|
|
por su valor le
estaba encomendado
|
190
|
le manda
arremeter con furia presta
|
|
y en alta voz
diciendo le amonesta:
|
|
«¡Oh fieles
compañeros vitoriosos
|
|
a quien fortuna
llama a tales hechos!
|
|
¡Ya es tiempo
que los brazos valerosos
|
195
|
nuestras causas aprueben y
derechos!
|
|
¡Sus, sus, calad las lanzas animosos!
|
|
¡Rompan los
hierros los contrarios pechos,
|
|
y por ellos abrid roja
corriente
|
|
sin respetar a
amigo ni a pariente!
|
200
|
»A las plazas
guiad, que si ganadas
|
|
por vuestro esfuerzo
son, con tal vitoria
|
|
célebres
quedarán vuestras espadas,
|
|
y eterna al
mundo dellas la memoria:
|
|
el campo
seguirá vuestras pisadas,
|
205
|
siendo vos los
autores desta gloria.»
|
|
Y con esto la
gente envanecida
|
|
hizo la
temeraria arremetida.
|
[108]
|
Por infame se
tiene allí el postrero,
|
|
que es la cosa
que entre ellos más se nota;
|
210
|
el más medroso
quiere ser primero
|
|
al probar si la
lanza lleva bota:
|
|
no espanta ver
morir al compañero,
|
|
ni llevar
quince o veinte una pelota,
|
|
volando por los aires hechos
piezas,
|
215
|
ni el ver quedar
los cuerpos sin cabezas.
|
|
No los perturba
y pone allí embarazo,
|
|
ni punto los
detiene el temor ciego;
|
|
antes si el
tiro a alguno lleva el brazo,
|
|
con el otro la
espada esgrime luego:
|
220
|
llegan sin
reparar hasta el ribazo
|
|
donde estaba la
máquina del fuego;
|
|
viéranse allí las balas
escupidas
|
|
por la bárbara
furia detenidas.
|
|
Los demás
arremeten luego en rueda,
|
225
|
y de tiros la
tierra y sol cubrían:
|
|
pluma no basta,
lengua no hay que pueda
|
|
figurar el
furor con que venían:
|
|
de voces, fuego, humo y
polvareda
|
|
no se entienden
allí ni conocían;
|
230
|
mas poco
aprovechó este impedimento,
|
|
que ciegos se
juntaban por el tiento.
|
|
Tardaron poco
espacio en concertarse
|
|
las enemigas haces ya
mezcladas:
|
|
lo que allí se
vio más para notarse
|
235
|
era el presto
batir de las espadas:
|
|
procuran ambas partes
señalarse,
|
|
y así vieran cabezas y celadas
|
|
en cantidad y
número partidas,
|
|
y piernas de sus troncos
divididas.
|
240 [109]
|
Unos por
defender la artillería,
|
|
con tal ímpetu
y furia acometida;
|
|
otros por dar
remate a su porfía
|
|
traban una
batalla bien reñida:
|
|
para un solo
español cincuenta había,
|
245
|
la ventaja era
fuera de medida;
|
|
mas cada cual
por sí tanto trabaja,
|
|
que iguala con
valor a la ventaja.
|
|
No quieren que
atrás vuelva el estandarte
|
|
de Carlos
Quinto, Máximo, glorioso,
|
250
|
mas que, a
pesar del contrapuesto Marte,
|
|
vaya siempre
adelante vitorioso:
|
|
el cual,
terrible y fiero a cada parte,
|
|
envuelto en ira
y polvo sanguinoso,
|
|
daba nuevo
vigor a las espadas,
|
255
|
de tanto
combatir aún no cansadas.
|
|
Renuévase el
furor y la braveza
|
|
según es el herir apresurado,
|
|
con aquel mismo
esfuerzo y entereza
|
|
que si entonces
la hubieran comenzado:
|
260
|
las muertes, el
rigor y la crueza,
|
|
esto no puede
ser significado,
|
|
que la espesa y
menuda yerba verde
|
|
en sangre
convertida el color pierde.
|
|
Villagrán la
batalla en peso tiene,
|
265
|
que no pierde
una mínima su puesto;
|
|
de todo lo
importante se previene,
|
|
aquí va y allí
acude, y vuelve presto:
|
|
hace de capitán
lo que conviene
|
|
con usada
experiencia; y fuera desto,
|
270
|
como usado
soldado y buen guerrero
|
|
se
arroja a los peligros el primero.
|
[110]
|
Andando
envuelto en sangre a Torbo mira
|
|
que en los
cristianos hace gran matanza;
|
|
lleva el
caballo, y él llevado de ira
|
275
|
requiere en la
derecha bien la lanza:
|
|
en los estribos
firme al pecho tira;
|
|
mas la codicia
y sobra de pujanza
|
|
desatentó la
presurosa mano,
|
|
haciendo antes
de tiempo el golpe en vano.
|
280
|
Hiende el
caballo desapoderado
|
|
por la canalla
bárbara enemiga;
|
|
revuelve a
Torbo el español airado,
|
|
y en bajo el
brazo la jineta abriga;
|
|
pásale un
fuerte peto tresdoblado
|
285
|
y el jubón de
algodón, y en la barriga
|
|
le abrió una
gran herida por do al punto
|
|
vertió de
sangre un lago y la alma junto.
|
|
Saca entera la
lanza, y derribando
|
|
el brazo atrás,
con ira la arrojaba:
|
290
|
vuelve la
furiosa asta rechinando
|
|
del ímpetu y
pujanza que llevaba,
|
|
y a Corpillan
que estaba descansando
|
|
por entre el
brazo y cuerpo le pasaba,
|
|
y al suelo
penetró sin dañar nada,
|
295
|
quedando media
braza en él fijada.
|
|
Y luego Villagrán,
la espada fuera,
|
|
por medio de la
hueste va a gran priesa;
|
|
haciendo con
rigor ancha carrera
|
|
adonde va la
turba más espesa.
|
300
|
No menos Pedro
de Olmos de Aguilera
|
|
en todos los
peligros se atraviesa,
|
|
habiendo él
solo muerto por su mano
|
|
a Guancho,
Canio, Pillo y Titaguano.
|
[111]
|
Hernando y
Juan, entrambos de Alvarado,
|
305
|
daban de su
valor notoria muestra,
|
|
y el viejo gran
jinete Maldonado
|
|
voltea el
caballo allí con mano diestra,
|
|
ejercitando con
valor usado
|
|
la espada que
en herir era maestra,
|
310
|
aunque la débil
fuerza envejecida
|
|
hace pequeño el
golpe y la herida.
|
|
Diego Cano a
dos manos, sin escudo,
|
|
no deja lanza
enhiesta ni armadura,
|
|
que todo por
rigor de filo agudo
|
315
|
hecho pedazos
viene a la llanura:
|
|
pues Peña,
aunque de lengua tartamudo,
|
|
se revuelve con
tal desenvoltura
|
|
cual
Cesio entre las armas de Pompeo,
|
|
o en Troya el
fiero hijo de Peleo.
|
320
|
Por otra parte
el español Reinoso,
|
|
de ponzoñosa
rabia estimulado,
|
|
con la espada
sangrienta va furioso
|
|
hiriendo por el
uno y otro lado;
|
|
mata de un
golpe a Palta, y riguroso
|
325
|
la punta
enderezó contra el costado
|
|
del fuerte Ron,
y así acertó la vena,
|
|
que la espada
de sangre sacó llena.
|
|
Bernal, Pedro
de Aguayo, Castañeda,
|
|
Ruiz, Gonzalo Hernández, y
Pantoja
|
330
|
tienen hecha de
muertos una rueda
|
|
y la tierra de
sangre toda roja:
|
|
no hay quien
ganar del campo un paso pueda
|
|
ni el espeso
herir un punto afloja,
|
|
haciendo los
cristianos tales cosas
|
335
|
que las harán los tiempos
milagrosas.
|
[112]
|
Mas eran los
contrarios tanta gente,
|
|
y tan poco el
remedio y confianza,
|
|
que a muchos
les faltaba juntamente
|
|
la sangre,
aliento, fuerza y la esperanza:
|
340
|
llevados, pues,
al fin de la corriente,
|
|
sin poder
resistir la gran pujanza,
|
|
pierden un
largo trecho la montaña
|
|
con todas las seis piezas de
campaña.
|
|
Del antiguo
valor y fortaleza
|
345
|
sin aflojar los
nuestros siempre usaron;
|
|
no se vio en
español jamás flaqueza
|
|
hasta que el
campo y sitio les ganaron:
|
|
mas viéndose a
tal hora en estrecheza,
|
|
que pasaba de
cinco que empezaron,
|
350
|
comienzan a
dudar ya la batalla
|
|
perdiendo la
esperanza de ganalla.
|
|
Dudan por ver
al bárbaro tan fuerte,
|
|
cuando ellos en
la fuerza iban menguando;
|
|
representoles
el temor la muerte,
|
355
|
las heridas y sangre
resfriando:
|
|
algunos
desaniman de tal suerte
|
|
que se van al
camino retirando,
|
|
no del todo,
Señor, desbaratados,
|
|
mas haciéndoles rostro y
ordenados.
|
360
|
Pero el buen
Villagrán, haciendo fuerza,
|
|
se arroja y
contrapone al paso airado,
|
|
y con sabias razones los
esfuerza,
|
|
como de capitán
escarmentado,
|
|
diciendo:
«Caballeros, nadie tuerza
|
365
|
de
aquello que a su honor es obligado;
|
|
no os
entreguéis al miedo, que es, yo os digo,
|
|
de todo nuestro
bien gran enemigo.
|
[113]
|
»Sacudidle de vos, y veréis
luego
|
|
la deshonra y
afrenta manifiesta:
|
370
|
mirad que el
miedo infame, torpe y ciego
|
|
más que el
hierro enemigo aquí os molesta:
|
|
no os turbéis, reportaos, tened
sosiego,
|
|
que en este
solo punto tenéis puesta
|
|
vuestra fama,
el honor, vida y hacienda,
|
375
|
y es cosa que
después no tiene emienda.
|
|
»¿A dó volvéis sin orden y sin
tiento,
|
|
que los pasos tenemos
impedidos?
|
|
¿Con cuánto deshonor y
abatimiento
|
|
seremos de los nuestros
acogidos?
|
380
|
La vida y honra
está en el vencimiento,
|
|
la muerte y deshonor en ser
vencidos:
|
|
mirad esto, y
veréis huyendo cierta
|
|
vuestra
deshonra y más la vida incierta.»
|
|
De la plaza no
ganan cuanto un dedo
|
385
|
por esto y
otras cosas que decía,
|
|
según era el
terror y extraño miedo
|
|
en que el
peligro puesto los había.
|
|
«¿Dónde quedar
mejor que aquí yo puedo?»
|
|
diciendo
Villagrán, con osadía
|
390
|
temeraria
arremete a tanta gente,
|
|
sólo para morir
honradamente.
|
|
La vida ofrece
de acabar contenta,
|
|
por no estar al
rigor de ser juzgado;
|
|
teme más que a
la muerte alguna afrenta
|
395
|
y el verse con
el dedo señalado:
|
|
no quiere andar
a todos dando cuenta
|
|
si a volver las
espaldas fue forzado;
|
|
que por
dolencia o mancha se reputa
|
|
tener hombre el
honor puesto en disputa.
|
400 [114]
|
Cuán bien desto
salió, que del caballo
|
|
al suelo le
trujeron aturdido;
|
|
cuál procura
prendello, cuál matallo;
|
|
pero las buenas
armas le han valido;
|
|
otros dicen a
voces: «¡Desarmallo!»
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Acude allí la
gente y el ruïdo...
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Mas quien saber
el fin desto quisiere
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al otro canto
pido que me espere.
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