Al valeroso
espíritu, ni suerte,
|
|
ni revolver de
hado riguroso
|
|
le pueden
presentar caso tan fuerte,
|
|
que le traigan
a estado vergonzoso;
|
|
como ahora a
Villagrán, que con su muerte,
|
|
no siendo de
otro modo poderoso,
|
5
|
piensa atajar
el áspero camino
|
|
adonde le
tiraba su destino.
|
|
Sus soldados,
el paso apresurando,
|
|
en confuso
montón se retrujeron,
|
|
cuando en el
nuevo y gran rumor mirando
|
10
|
a su buen
capitán en tierra vieron:
|
|
solos trece, la
vida despreciando,
|
|
los rostros y las riendas
revolvieron;
|
|
rasgando a los caballos los
ijares
|
|
se arrojan a
embestir tantos millares.
|
15 [116]
|
Con más valor
que yo sabré decillo
|
|
el pequeño
escuadrón ligero cierra,
|
|
abriendo en los
contrarios un portillo,
|
|
que casi puso
en condición la guerra:
|
|
rompen hasta do
el mísero caudillo
|
20
|
de golpes
aturdido estaba en tierra,
|
|
sin ayuda y favor desamparado,
|
|
de la enemiga
turba rodeado.
|
|
Todos a un
tiempo quieren ser primeros
|
|
en esta presa y
suerte señalada,
|
25
|
y estaban como
lobos carniceros
|
|
sobre la mansa
oveja desmandada,
|
|
cuando
discordes con ahullidos fieros
|
|
forman música
en voz desentonada;
|
|
y en esto los
mastines del egido
|
30
|
llegan con gran
presteza a aquel ruïdo;
|
|
Así los enemigos apiñados,
|
|
en medio al
triste Villagrán tenían,
|
|
que por darle
la muerte, embarazados,
|
|
los unos a los
otros se impedían:
|
35
|
mas los trece españoles
esforzados,
|
|
rompiendo a la
sazón, sobrevenían
|
|
de roja y
fresca sangre ya cubiertos
|
|
de aquellos que
dejaban atrás muertos.
|
|
Con
gran presteza, del amor movidos,
|
40
|
adonde a
Villagrán ven se arrojaban,
|
|
y los agudos hierros atrevidos
|
|
de nuevo en
sangre nueva remojaban:
|
|
desamparan el
cerco los heridos,
|
|
acá y allá
medrosos se apartaban:
|
45
|
algunos
sustentaban con más suerte
|
|
su parte y
opinión hasta la muerte.
|
[117]
|
Si un espeso
montón se deshacía;
|
|
desocupando el
campo escarmentados,
|
|
otra junta
mayor luego nacía,
|
50
|
y estaban sus lugares ocupados:
|
|
del sueño
Villagrán aún no volvía;
|
|
mas tal maña se
dieron sus soldados,
|
|
y así las prestas armas
revolvieron,
|
|
que en su
acuerdo a caballo lo pusieron.
|
55
|
A tardarse más
tiempo fuera muerto,
|
|
y a bien librar
salió tan mal parado
|
|
que, aunque
estaba de planchas bien cubierto,
|
|
tenía el cuerpo
molido y magullado:
|
|
pero del sueño
súbito despierto,
|
60
|
viendo trece
españoles a su lado,
|
|
olvidando el
peligro en que aún estaba,
|
|
entre los duros
hierros se lanzaba.
|
|
Por medio del
ejército enemigo
|
|
sin escarmiento
ni temor hendía,
|
65
|
llevando en su
defensa al bando amigo,
|
|
que destrozando
bárbaros venía:
|
|
trillan,
derriban, hacen tal castigo
|
|
que duran las reliquias hoy en
día,
|
|
y durará en Arauco muchos años
|
70
|
el estrago y
memoria de los daños.
|
|
Bernal hiere a
Mailongo de pasada
|
|
de un valiente
altibajo a fil derecho;
|
|
no le valió de
acero la celada,
|
|
que los filos
corrieron hasta el pecho:
|
75
|
Aguilera al
través tendió la espada,
|
|
y al dispuesto
Guamán dejó mal trecho;
|
|
haciendo ya el
temor tan ancha senda
|
|
que bien pueden
correr a toda rienda.
|
[118]
|
Salen, pues,
los catorce vitoriosos
|
80
|
donde los otros
de su bando estaban,
|
|
que turbados,
sin orden, temerosos
|
|
de ver su
muerte ya remolinaban:
|
|
no bastaron ni
fueron poderosos
|
|
Villagrán y los otros que
llegaban
|
85
|
a estorbar el
camino comenzado,
|
|
que
ya el temor gran fuerza había cobrado.
|
|
Viendo bravo y
gallardo al araucano,
|
|
del todo de
vencer desconfiados,
|
|
y los caballos
sin aliento, en vano
|
90
|
de importunas
espuelas fatigados;
|
|
a grandes voces
dicen: «¡A lo llano!
|
|
No estemos
desta suerte arrinconados;»
|
|
y con nuevo
temor y desatino
|
|
toman algunos
dellos el camino.
|
95
|
Cual de cabras
montesas la manada,
|
|
cuando a lugar
estrecho es reducida,
|
|
de diestros
cazadores rodeada
|
|
y de importunos
tiros perseguida;
|
|
que viéndose
ofendida y apretada,
|
100
|
una rompe el
camino y la huïda,
|
|
siguiendo las
demás a la primera;
|
|
así abrieron
los nuestros la carrera.
|
|
Uno, dos, diez
y veinte, desmandados
|
|
corren a la
bajada de la cuesta,
|
105
|
sin orden y atención
apresurados,
|
|
como si al
palio fueran sobre apuesta:
|
|
aunque algunos
valientes ocupados
|
|
con firme
rostro y con espada presta,
|
|
combatiendo
animosos, no miraban
|
110
|
cómo así los amigos los
dejaban.
|
[119]
|
No atienden al
huir, ni se previenen
|
|
de remedio tan
flaco y vergonzoso;
|
|
antes en su
batalla se mantienen,
|
|
trayendo el fin
a término dudoso
|
115
|
y con heroicos
ánimos detienen
|
|
de los indios el
ímpetu furioso,
|
|
y la
disposición del duro hado
|
|
en daño suyo y contra
declarado.
|
|
Y así resisten, matan y
destruyen,
|
120
|
contrastando al
destino, que parece
|
|
que el valor araucano
disminuyen,
|
|
y el suyo con
difícil prueba crece:
|
|
mas viendo a
los amigos cómo huyen,
|
|
que a más
correr la gente desparece,
|
125
|
hubieron de
seguir la misma vía,
|
|
que ya fuera
locura y no osadía.
|
|
Quiero mudar en
lloro amargo el canto,
|
|
que será a la
sazón más conveniente,
|
|
pues me suena
en la oreja el triste llanto
|
130
|
del pueblo
amigo y género inocente.
|
|
No siento el
ser vencidos, tanto cuanto
|
|
ver pasar las
espadas crudamente
|
|
por vírgenes,
mujeres, servidores,
|
|
que penetran
los cielos sus clamores.
|
135
|
La infantería
española sin pereza
|
|
y gente de
servicio iban camino,
|
|
que el miedo
les prestaba ligereza,
|
|
y más de la que
a algunos les convino;
|
|
pues con la
turbación y gran torpeza
|
140
|
muchos perdieron
de la cuesta el tino,
|
|
ruedan unos,
los lomos quebrantados,
|
|
otros hechos pedazos
despeñados.
|
[120]
|
Quedan por el
camino mil tendidos,
|
|
los arroyos de
sangre el llano riegan,
|
145
|
rompiendo el
aire el llanto y alaridos
|
|
que en son
desentonado al cielo llegan:
|
|
y las lástimas tristes y
gemidos,
|
|
puestas las
manos altas, con que ruegan
|
|
y piden de la
vida gracia en vano
|
150
|
al inclemente
bárbaro inhumano.
|
|
El cual siempre
les iba caza dando,
|
|
con mano presta
y pies en la corrida,
|
|
hiriendo sin
respeto y derribando
|
|
la inútil
gente, mísera, impedida,
|
155
|
que a la amiga
nación iba invocando
|
|
la ayuda en
vano a la amistad debida,
|
|
poniéndole
delante con razones
|
|
la deuda, el
interés y obligaciones.
|
|
Y aunque más las razones
obligaban,
|
160
|
si alguno a
defenderlos revolvía,
|
|
viendo cuanto
los otros se alargaban,
|
|
alargarse
también le convenía.
|
|
Ni a los que
por amigos se trataban,
|
|
ni a las que
por amigas se debía,
|
165
|
con quien había
amistad y cuenta estrecha,
|
|
llamar, gemir, llorar les
aprovecha.
|
|
Que ya los
nuestros sin parar en nada
|
|
por la carrera
de su sangre roja
|
|
dan siempre
nueva furia en su jornada,
|
170
|
y a los caballos priesa y
rienda floja:
|
|
que ni la voz
de virgen delicada,
|
|
ni obligación
de amigos los congoja:
|
|
la pena y la fatiga
que llevaban
|
|
era que los
caballos no volaban.
|
175 [121]
|
Sordos a aquel
clamor y endurecidos,
|
|
miden con
sueltos pies el verde llano;
|
|
pero algunos de
lástima movidos,
|
|
viendo el fiero
espectáculo inhumano,
|
|
de una rabiosa
cólera encendidos,
|
180
|
vuelven
contra el ejército araucano
|
|
que corre por
el campo derramado,
|
|
la más parte en
la presa embarazado.
|
|
Determinados de
morir, revuelven
|
|
haciendo al
sexo tímido reparo,
|
185
|
y de suerte en
los bárbaros se envuelven,
|
|
que a más de
diez la vuelta costó caro:
|
|
por esto los
primeros aún no vuelven,
|
|
que quieren que
el partido sea más claro,
|
|
y no poner la
vida en aventura,
|
190
|
cuanto lejos de
allí tanto segura.
|
|
Torna la lid de
nuevo a refrescarse;
|
|
de un lado y
otro andaba igual trabada:
|
|
pecho con pecho
vienen a juntarse,
|
|
lanza con
lanza, espada con espada;
|
195
|
pueden los españoles
sustentarse,
|
|
que la gente
araucana derramada
|
|
el alcance sin
orden proseguía
|
|
haciendo todo
el daño que podía.
|
|
Cual banda de
cornejas esparcidas
|
200
|
que por el aire
claro el vuelo tienden,
|
|
que de la
compañera condolidas,
|
|
por los
chirridos la prisión entienden,
|
|
las batidoras alas recogidas
|
|
a darle ayuda
en círculo descienden;
|
205
|
el bárbaro
escuadrón de esta manera
|
|
al rumor
endereza la carrera.
|
[122]
|
La gente que de
acá y allá discurre,
|
|
viendo el
tumulto y aire polvoroso
|
|
deja el
alcance, y de tropel concurre
|
210
|
al son de las
espadas sonoroso:
|
|
cada araucano
con presteza ocurre
|
|
adonde era el
favor más provechoso,
|
|
y los sangrientos hierros en
las manos,
|
|
cercan el
escuadrón de los cristianos.
|
215
|
La copia de los
bárbaros creciendo,
|
|
crece el son de las armas y
refriega,
|
|
y los nuestros
se van disminuyendo,
|
|
que en su ayuda
y socorro nadie llega:
|
|
pero con grande
esfuerzo combatiendo
|
220
|
ninguno la
persona a ciento niega,
|
|
ni allí se vio
español que se notase
|
|
que a su deuda
una mínima faltase.
|
|
Mas de la
suerte, como si del cielo
|
|
tuvieran el
seguro de las vidas,
|
225
|
se meten y se
arrojan sin recelo
|
|
por las furiosas armas
homicidas:
|
|
caen
por tierra, y echan por el suelo,
|
|
dan y reciben ásperas heridas,
|
|
que el número
dispar y aventajado
|
230
|
suple el valor
y el ánimo sobrado.
|
|
Y así se
contraponen, no temiendo
|
|
la muerte y
furia bárbara importuna,
|
|
el ímpetu y
pujanza resistiendo
|
|
de la gente,
del hado y la fortuna:
|
235
|
mas contrastar
a tantos no pudiendo
|
|
sin socorro,
favor ni ayuda alguna,
|
|
dilatando el
morir, les fue forzoso
|
|
volver a su
camino trabajoso.
|
[123]
|
Parece el
esperar más desatino,
|
240
|
que van los delanteros
como el viento;
|
|
usar de aquel
remedio les convino
|
|
y no del
temerario atrevimiento:
|
|
muchos mueren
en medio del camino
|
|
por falta de
caballos y de aliento,
|
245
|
y de sangre
también, que el verde prado
|
|
quedaba de su
rastro colorado.
|
|
Flojos ya los caballos y
encalmados,
|
|
los bárbaros por pies los
alcanzaban,
|
|
y en los rendidos dueños
derribados
|
250
|
las fuerzas de los brazos
ensayaban:
|
|
otros de los peones empachados,
|
|
digo, de los
cristianos que a pie andaban,
|
|
casi moverse al
trote no podían,
|
|
que con sólo el
temor los detenían.
|
255
|
Los cansados
peones se contentan
|
|
con las colas o
aciones aferradas,
|
|
y en vano
lastimosos representan
|
|
estrechas amistades olvidadas:
|
|
de sí los de a
caballo los ausentan,
|
260
|
si no pueden a
ruego, a cuchilladas,
|
|
como a los más
odiosos enemigos;
|
|
que no era a la
sazón tiempo de amigos.
|
|
Atruena todo el
valle el gran bullicio,
|
|
armas, grita,
clamor triste se oía
|
265
|
de la gente
española y de servicio
|
|
que a manos de
los indios perecía:
|
|
no se vio tan
sangriento sacrificio,
|
|
ni tan extraña
y cruda anatomía
|
|
como los fieros
bárbaros hicieron
|
270
|
en dos mil y
quinientos que murieron.
|
[124]
|
Unos vienen al
suelo mal heridos,
|
|
de los lomos al
vientre atravesados;
|
|
por medio de la
frente otros hendidos,
|
|
otros
mueren con honra degollados:
|
275
|
otros, que
piden medios y partidos,
|
|
de los cascos
los ojos arrancados,
|
|
los fuerzan a
correr por peligrosos
|
|
peñascos sin
parar precipitosos.
|
|
Y a las tristes mujeres
delicadas
|
280
|
el debido
respeto no guardaban,
|
|
antes con más
rigor por las espadas
|
|
sin escuchar sus ruegos las
pasaban:
|
|
no tienen
miramiento a las preñadas,
|
|
mas los golpes al vientre
encaminaban,
|
285
|
y aconteció salir por las
heridas
|
|
las tiernas
pernezuelas no nacidas.
|
|
Suben por la
gran cuesta al que más puede,
|
|
y paga el
perezoso y negligente,
|
|
que a ninguno
más vida se concede
|
290
|
de cuanto puede
andar ligeramente:
|
|
y aquel torpe
es forzoso que se quede
|
|
que no es en la
carrera diligente;
|
|
que la muerte
que airada atrás venía,
|
|
en afirmando el
pie le sacudía.
|
295
|
Aunque la
cuesta es áspera y derecha,
|
|
muchos a la
alta cumbre han arribado,
|
|
adonde una
albarrada hallaron hecha,
|
|
y el paso con
maderos ocupado:
|
|
no tiene aquel
camino otra deshecha,
|
300
|
que el cerro
casi en torno era tajado;
|
|
del un lado le
bate la marina,
|
|
del otro un
gran peñón con él confina.
|
[125]
|
Era de gruesos
troncos mal pulidos
|
|
el nuevo muro
en breve tiempo hecho,
|
305
|
con arte unos
en otros engeridos
|
|
que cerraban la
senda y paso estrecho:
|
|
dentro estaban
los indios prevenidos,
|
|
las armas sobre el muro y
antepecho,
|
|
que según
orgullosos se mostraban,
|
310
|
al cielo, no a
la gente amenazaban.
|
|
Viendo los
españoles ya cerrados
|
|
los pasos y
cerrada la esperanza,
|
|
a pasar o morir
determinados,
|
|
poniendo en
Dios la firme confianza,
|
315
|
de la albarrada
un trecho desviados
|
|
prueban de los
caballos la pujanza,
|
|
corriendo un
golpe dellos a romperla,
|
|
y los bárbaros
dentro a defenderla.
|
|
Así la gente
estaba detenida,
|
320
|
que todo su
trabajo no importaba,
|
|
ni
al peligro hallaba la salida,
|
|
hasta que el
viejo Villagrán llegaba:
|
|
que vista la
excusada arremetida
|
|
cuán poco en el
remedio aprovechaba,
|
325
|
sin temor de
morir ni muestra alguna
|
|
dio aquí el último
tiento a la fortuna.
|
|
Estaba en un
caballo derivado
|
|
de la española
raza poderoso,
|
|
ancho de
cuadra, espeso, bien trabado,
|
330
|
castaño de
color, presto, animoso,
|
|
veloz en la
carrera y alentado,
|
|
de grande
fuerza y de ímpetu furioso,
|
|
y la furia
sujeta y corregida
|
|
por un débil
bocado y blanda brida.
|
335 [126]
|
El rostro le
endereza, y al momento
|
|
bate el presto
español recio la ijada,
|
|
que sale con
furioso movimiento
|
|
y encuentra con
los pechos la albarrada:
|
|
no hace en el
romper más sentimiento
|
340
|
que si fuera en
carrera acostumbrada,
|
|
abriendo tal
camino, que pasaron
|
|
todos los que
de abajo se escaparon.
|
|
Los bárbaros airados defendían
|
|
el paso, pero
al cabo no pudieron,
|
345
|
que por más que las armas
esgrimían
|
|
los fuertes españoles los
rompieron:
|
|
unos hacia la
mano diestra guían,
|
|
otros tan buen
camino no supieron,
|
|
tomando a la
siniestra un mal sendero
|
350
|
que a dar iba
en un gran despeñadero.
|
|
A la siniestra
mano hacia el Poniente
|
|
estaban dos caminos mal usados;
|
|
estos debían de
ser antiguamente
|
|
por do al agua bajaban los
venados:
|
355
|
Digo en tiempos
pasados, que al presente
|
|
por mil partes
estaban derrumbados,
|
|
y el remate
tajado con un salto
|
|
de más de
ciento y veinte brazas de alto.
|
|
Por orden de
Natura no sabida,
|
360
|
o por gran
sequedad de aquella tierra,
|
|
o algún diluvio
grande y avenida,
|
|
fue causa de
tajarse aquella sierra:
|
|
pues por allí
la gente mal regida
|
|
ocupada del
miedo de la guerra,
|
365
|
huyendo de la
muerte ya sin tino
|
|
a dar
derechamente en ella vino.
|
[127]
|
La inadvertida
gente iba rodando
|
|
que
repararse un paso no podía,
|
|
el segundo al
primero tropellando,
|
370
|
y el tercero al
segundo recio envía;
|
|
el número se va
multiplicando,
|
|
un cuerpo mil
pedazos se hacía,
|
|
siempre rodando
con furor violento
|
|
hasta parar en
el más bajo asiento.
|
375
|
Como el fiero
Tifeo, presumiendo
|
|
lanzar de sí el
gran monte y pesadumbre,
|
|
cuando el
terrible cuerpo estremeciendo
|
|
sacude los
peñascos de la cumbre,
|
|
que vienen con
gran ímpetu y estruendo
|
380
|
hechos piezas abajo en
muchedumbre;
|
|
así la triste
gente mal guiada
|
|
rodando al
llano va despedazada.
|
|
Pero aquella
que el buen camino tiene,
|
|
de verle con
presteza el fin procura:
|
385
|
ninguno por el
otro se detiene,
|
|
que detenerse
ya fuera locura:
|
|
rodar también
alguno le conviene,
|
|
que más de lo
posible se apresura:
|
|
A caballo y a
pie y aún de cabeza
|
390
|
llegaron a lo
bajo en poca pieza.
|
|
Sueltos iban
caballos por el prado,
|
|
que muertos lo
señores han caïdo;
|
|
otros
desocuparlos fue forzado
|
|
que por flojos
la silla habían perdido:
|
395
|
cuál ligero
cabalga y cuál turbado,
|
|
del temor de la
muerte ya impedido,
|
|
atinar al
estribo no podía,
|
|
y el caballo y
sazón se le huía.
|
[128]
|
No aguardaban
por esto, mas corriendo
|
400
|
juegan a mucha priesa los
talones,
|
|
al delantero
sin parar siguiendo,
|
|
que no le
alcanzarán a dos tirones:
|
|
votos, promesas
entre sí haciendo
|
|
de ayunos,
romerías, oraciones,
|
405
|
y aún otros
reservados sólo al Papa,
|
|
si Dios de este
peligro los escapa.
|
|
Venían ya los
caballos por el llano
|
|
las orejas tremiendo
derramadas:
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quiérenlos aguijar, mas es en
vano,
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aunque recio les abren las
ijadas:
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El hermano no
escucha al caro hermano;
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las lástimas allí son
excusadas:
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quien dos pasos
del otro se aventaja,
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por ganar otros dos muere y
trabaja.
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415
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Como
el que sueña que en el ancho coso
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siente al
furioso toro avecinarse,
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que piensa
atribulado y temeroso
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huyendo de
aquel ímpetu salvarse,
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y se aflige y
congoja presuroso
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por correr, y
no puede menearse;
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así estos a
gran priesa a los caballos
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no pueden,
aunque quieren, aguijallos.
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Haciendo el
enemigo gran matanza
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sigue el
alcance y siempre los aqueja:
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dichoso aquél
que buen caballo alcanza,
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que de su furia
un poco más se aleja:
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quién la adarga
abandona, quién la lanza,
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quién de
cansado el propio cuerpo deja;
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y así la
vencedora gente brava
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la fiera sed
con sangre mitigaba.
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[129]
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A aquél que por
desdicha atrás venía,
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ninguno, aunque
sea amigo, le socorre,
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despacio el más
ligero se movía,
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quien el
caballo trota mucho corre:
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el cansancio y
la sed los afligía:
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mas Dios, que en el mayor peligro
acorre,
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frenó el ímpetu
y curso al enemigo,
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según en el
siguiente canto digo.
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