Cuando los
corazones nunca usados
|
|
a dar señal y
muestra de flaqueza
|
|
se ven en lugar
público afrentados,
|
|
entonces
manifiestan su grandeza,
|
|
fortalecen los
miembros fatigados,
|
5
|
despiden el
cansancio y la torpeza,
|
|
y salen
fácilmente con las cosas
|
|
que eran antes,
Señor, dificultosas.
|
|
Así le avino a
Rengo, que, en cayendo,
|
|
tanto esfuerzo
le puso el corrimiento,
|
10
|
que, lleno de
furor y en ira ardiendo,
|
|
se le dobló la
fuerza y el aliento:
|
|
y al enemigo
fuerte, no pudiendo
|
|
ganarle antes
un paso, agora ciento
|
|
alzado de la
tierra lo llevaba,
|
15
|
que aun afirmar
los pies no le dejaba.
|
[210]
|
Adelante la
cólera pasara
|
|
y
hubiera alguna brega en aquel llano,
|
|
si, receloso de
esto, no bajara
|
|
presto de
arriba el hijo de Pillano,
|
20
|
que de
Caupolicán traía la vara,
|
|
y él propio los
aparta de su mano:
|
|
que no fue
poco, en tanto encendimiento
|
|
tenerle este
respeto y miramiento.
|
|
Siendo desta
manera sin ruïdo
|
25
|
despartida la
lucha ya enconada,
|
|
le fue a Rengo
su honor restituïdo,
|
|
mas quedó sin
derecho a la celada:
|
|
aún no estaba
del todo difinido,
|
|
ni la plaza de
gente despejada,
|
30
|
cuando el mozo
Orompello dijo presto:
|
|
Mi vez ahora me
toca, mío es el puesto.
|
|
Que bramando
entre sí se deshacía
|
|
esperando aquel
tiempo deseado,
|
|
viendo que
Leucotón ya mantenía,
|
35
|
del tiro de la
lanza no olvidado:
|
|
con gran
desenvoltura y gallardía
|
|
salta el
palenque y entra el estacado,
|
|
y en medio de
la plaza, como digo,
|
|
llamaba cuerpo
a cuerpo al enemigo.
|
40
|
La trápala y
murmurio en el momento
|
|
creció, porque
parando el pueblo en ello,
|
|
conoce por allí
cuán descontento
|
|
del fuerte
Leucotón está Orompello:
|
|
témese que
vendrán a rompimiento,
|
45
|
mas nadie se
atraviesa a defendello,
|
|
antes la plaza
libre les dejaron
|
|
y los vacíos lugares ocuparon.
|
[211]
|
El pueblo, de
la lucha deseoso,
|
|
la más parte a
Orompello se inclinaba;
|
50
|
mira los bellos
miembros y el airoso
|
|
cuerpo que a la
sazón se desnudaba,
|
|
la gracia, el
pelo crespo y el hermoso
|
|
rostro, donde
su poca edad mostraba,
|
|
que veinte años
cumplidos no tenía,
|
55
|
y a Leucotón a fuerzas desafía.
|
|
Juzgan ser desconformes los
presentes
|
|
las fuerzas de
estos dos por la aparencia;
|
|
viendo del uno
el talle y los valientes
|
|
niervos, edad perfeta y
experiencia;
|
60
|
y del otro los
miembros diferentes,
|
|
la tierna edad
y grata adolecencia;
|
|
aunque a tal
opinión contradecía
|
|
la muestra de
Orompello y osadía:
|
|
que,
puesto en su lugar, ufano espera
|
65
|
el son de la
trompeta, como cuando
|
|
el fogoso
caballo en la carrera
|
|
la seña del
partir está aguardando;
|
|
y cual halcón,
que en la húmida ribera
|
|
ve la garza de
lejos blanqueando,
|
70
|
que se alegra y
se pule ya lozano,
|
|
y está para
arrojarse de la mano.
|
|
El gallardo
Orompello así esperaba
|
|
aquel alegre
son para moverse,
|
|
que, de ver la
tardanza, imaginaba
|
75
|
que habían
impedimentos de ofrecerse.
|
|
Visto que tanto
ya se dilataba,
|
|
queriendo a su
sabor satisfacerse,
|
|
derecho a
Leucotón sale animoso,
|
|
que no fue en
recebirle perezoso.
|
80 [212]
|
En gran
silencio vuelto el rumor vano,
|
|
quedando mudos
todos los presentes,
|
|
en medio de la
plaza, mano a mano,
|
|
salen a se
probar los dos valientes.
|
|
Como cuando el
lebrel y fiero alano,
|
85
|
mostrándose con
ronco son los dientes,
|
|
yertos los cerros y ojos
encendidos,
|
|
se vienen a
morder embravecidos;
|
|
de tal modo los
dos amordazados,
|
|
sin esperar
trompeta ni padrino,
|
90
|
de coraje y rencor estimulados,
|
|
de medio a
medio parten el camino,
|
|
y en un
instante iguales, aferrados,
|
|
con extremada
fuerza y diestro tino
|
|
se ciñeron los
brazos poderosos,
|
95
|
echándose a los
pies lazos ñudosos.
|
|
Las
desconformes fuerzas, aunque iguales,
|
|
los lleva,
arroja y vuelve a todos lados,
|
|
viéranlos sin
mudarse a veces tales
|
|
que parecen en
tierra estar clavados:
|
100
|
donde ponen los pies, dejan
señales,
|
|
cavan el duro
suelo, y apretados,
|
|
juntándose rodillas con
rodillas,
|
|
hacen crugir los huesos y
costillas.
|
|
Cada cual del
valor, destreza y maña
|
105
|
usaba que en
tal tiempo usar podía,
|
|
viendo el duro
tesón y fuerza extraña
|
|
que en su recio
adversario conocía:
|
|
revuélvense los
dos por la campaña,
|
|
sin conocerse en nadie mejoría;
|
110
|
pero tanto de
acá y de allá anduvieron
|
|
que
ambos juntos a un tiempo en tierra dieron.
|
[213]
|
Fue tan presto
el caer, y en el momento
|
|
tan presto el
levantarse, por manera,
|
|
que se puede
decir que el más atento,
|
115
|
a mover la
pestaña, no lo viera:
|
|
ventaja ni
señal de vencimiento
|
|
juzgarse por
entonces no pudiera,
|
|
que Leucotón
arrodilló en el llano
|
|
y Orompello
tocó sola una mano.
|
120
|
En esto los
padrinos se metieron,
|
|
y a cada lado
el suyo retirando,
|
|
en disputa la
lucha resumieron,
|
|
sus puntos y
razones alegando:
|
|
de entrambas partes gentes
acudieron,
|
125
|
la porfía y
rumor multiplicando;
|
|
quién daba al
uno el precio, honor y gloria;
|
|
quién cantaba
del otro la vitoria.
|
|
Tucapelo, que
estaba en un asiento
|
|
a la diestra
del hijo de Pillano,
|
130
|
visto lo que
pasaba, en el momento
|
|
salta en la
plaza, la ferrada en mano;
|
|
y con aquel
usado atrevimiento
|
|
dice: «El
precio ganó mi primo hermano,
|
|
y si alguno
esta causa me defiende,
|
135
|
harele yo
entender que no lo entiende:
|
|
«La joya es de
Orompello, y quien bastante
|
|
se halle a
reprobar el voto mío,
|
|
en campo
estamos, hágase adelante,
|
|
que en suma le
desmiento y desafío.»
|
140
|
Leucotón con un
término arrogante
|
|
dice: «Yo
amansaré tu loco brío
|
|
y el vano
orgullo y necio devaneo,
|
|
que mucho
tiempo ha ya que lo deseo.»
|
[214]
|
«Conmigo lo has
de haber, que comenzado
|
145
|
juego tenemos
ya», dijo Orompello.
|
|
Responde
Leucotón fiero y airado:
|
|
«Contigo y con
tu primo quiero habello.»
|
|
Caupolicán en
esto era llegado,
|
|
que del supremo
asiento, viendo aquello,
|
150
|
había bajado a
la sazón confuso,
|
|
y allí su
autoridad toda interpuso.
|
|
Leucotón y
Orompello, conociendo
|
|
que el gran
Caupolicán allí venía,
|
|
las enconosas voces reprimiendo
|
155
|
cada cual por
su parte se desvía:
|
|
mas Tucapel, la
maza revolviendo,
|
|
que otro
acuerdo y concierto no quería,
|
|
lleno
de ira diabólica, no calla,
|
|
llamando a todo
el mundo a la batalla.
|
160
|
Ruego y medios
con él no valen nada
|
|
del hijo de
Leocán ni de otra gente,
|
|
diciendo que a
Orompello la celada
|
|
le den por
vencedor y más valiente:
|
|
después, que en
plaza franca y estacada
|
165
|
con Leucotón le
dejen libremente,
|
|
donde aquella
disputa se decida,
|
|
perdiendo de
los dos uno la vida.
|
|
Puesto
Caupolicán en este aprieto,
|
|
lleno de rabia y de furor
movido,
|
170
|
le dice: «Haré
que guardes el respeto
|
|
que a mi persona
y cargo le es debido.»
|
|
Tucapel le
responde: «Yo prometo
|
|
que por temor
no baje del partido;
|
|
y aquel que en
lo que digo no viniere,
|
175
|
haga a su
voluntad lo que pudiere.
|
[215]
|
«Guardarete
respeto, si derecho
|
|
en lo que justo
pido me guardares,
|
|
y mientras que
con recto y sano pecho
|
|
la causa sin
pasión de esto mirares:
|
180
|
mas si, contra
razón, sólo de hecho,
|
|
torciendo la
justicia lo llevares,
|
|
por ti y tu
cargo, y todo el mundo junto,
|
|
no perderé de
mi derecho un punto.»
|
|
Caupolicán,
perdida la paciencia,
|
185
|
se mueve a
Tucapel determinado;
|
|
mas Colocolo, viejo de
experiencia,
|
|
que con temor
le andaba siempre al lado,
|
|
le hizo una
acatada resistencia
|
|
diciendo: «¿Estás, señor, tan
olvidado
|
190
|
de ti y tu
autoridad y salud nuestra
|
|
que lo pongas
en sólo alzar la diestra?
|
|
«Mira, señor,
que todo se aventura:
|
|
mira que están
los más ya diferentes:
|
|
de Tucapel
conoces la locura
|
195
|
y la fuerza que
tiene de parientes;
|
|
lo que
emendarse puede con cordura
|
|
no lo emiendes
con sangre de inocentes:
|
|
dale a
Orompello el contendido precio,
|
|
y otro al
competidor de igual aprecio.
|
200
|
»Si por rigor y
término sangriento
|
|
quieres poner
en riesgo lo que queda,
|
|
puesto que
sobre fijo fundamento
|
|
Fortuna a tu
sabor mueva la rueda,
|
|
y el juvenil furor y
atrevimiento
|
205
|
castigar
a tu salvo te conceda,
|
|
queda tu fuerza
más disminuida,
|
|
y al fin tu
autoridad menos temida.
|
[216]
|
»Pierdes dos
hombres, pierdes dos espadas
|
|
que el límite
araucano han extendido,
|
210
|
y en las fieras naciones
apartadas
|
|
hacen que sea
tu nombre tan temido:
|
|
si agora han
sido aquí desacatada,
|
|
mira lo que
otras veces han servido
|
|
en trances
peligrosos, derramando
|
215
|
la sangre
propia y del contrario bando.»
|
|
Imprimieron así
en Caupolicano
|
|
las razones y
celo de aquel viejo,
|
|
que, frenando
el furor, dijo: «En tu mano
|
|
lo dejo todo y
tomo ese consejo».
|
220
|
Con tal
resolución, el sabio anciano,
|
|
viendo abierto
camino y aparejo,
|
|
habló con
Leucotón que vino en todo,
|
|
y a los primos después
del mismo modo.
|
|
Y así el viejo
eficaz los persuadiera,
|
225
|
que en tal
discordia y caso tan diviso,
|
|
lo que el mundo
universo no pudiera
|
|
pudo su
discreción y buen aviso:
|
|
fuelos, pues,
reduciendo de manera
|
|
que vinieron a
todo lo que quiso;
|
230
|
pero con
condición que la celada
|
|
por precio al
Orompello fuese dada.
|
|
Pues la rica
celada allí traída
|
|
al ufano
Orompello le fue puesta;
|
|
y una cuera de
malla guarnecida
|
235
|
de fino oro a
la par vino con ésta,
|
|
y al mismo
tiempo a Leucotón vestida.
|
|
Todos
conformes, en alegre fiesta
|
|
a las copiosas mesas se
sentaron,
|
|
donde más la
amistad confederaron.
|
240 [217]
|
Acabado el
comer, lo que del día
|
|
les quedaba, las mesas
levantadas,
|
|
se pasó en
regocijo y alegría,
|
|
tegiendo en
corros danzas siempre usadas,
|
|
donde un número
grande intervenía
|
245
|
de mozos y mujeres festejadas;
|
|
que las pruebas cesaron y
ocasiones
|
|
atento a no
mover nuevas cuestiones.
|
|
Cuando la noche
el horizonte cierra,
|
|
y con la negra
sombra el mundo abraza,
|
250
|
los principales
hombres de la tierra
|
|
se juntaron en
una antigua plaza
|
|
a
tratar de las cosas de la guerra,
|
|
y en el
discurso dellas dar la traza,
|
|
diciendo que el
subsidio padecido
|
255
|
había de ser
con sangre redemido.
|
|
Salieron con
que al hijo de Pillano
|
|
se cometiese el
cargo deseado,
|
|
y el número de
gente por su mano
|
|
fuese
absolutamente señalado:
|
260
|
tal era la
opinión del araucano
|
|
y tal crédito y
fama había alcanzado,
|
|
que si asolar
el cielo prometiera
|
|
crédito a la
promesa se le diera.
|
|
Y entre la
gente joven más granada
|
265
|
fueron por él
quinientos escogidos,
|
|
mozos
gallardos, de la vida airada,
|
|
por más bravos que pláticos
tenidos:
|
|
y hubo de otros
por ir esta jornada
|
|
tantos ruegos,
protestos y partidos,
|
270
|
que excusa no
bastó ni impedimento
|
|
a no exceder la
copia en otros ciento.
|
[218]
|
Los que Lautaro
escoge son soldados
|
|
amigos de
inquietud, facinerosos,
|
|
en el duro
trabajo ejercitados,
|
275
|
perversos,
disolutos, sediciosos,
|
|
a cualquiera
maldad determinados,
|
|
de presas y
ganancias codiciosos,
|
|
homicidas,
sangrientos, temerarios,
|
|
ladrones,
bandoleros y cosarios.
|
280
|
Con esta buena
gente caminaba
|
|
hasta Maule de
paz atravesando,
|
|
y las tierras, después, por do
pasaba
|
|
iba a fuego y a
sangre sujetando:
|
|
todo sin
resistir se le allanaba,
|
285
|
poniéndose
debajo de su mando;
|
|
los caciques le
ofrecen francamente
|
|
servicio,
armas, comida, ropa y gente.
|
|
Así que por los pueblos y
ciudades
|
|
la comarca los
bárbaros destruyen.
|
290
|
Talan comidas, casas y
heredades,
|
|
que los indios
de miedo al pueblo huyen:
|
|
estupros,
adulterios y maldades
|
|
por violencia
sin término concluyen,
|
|
no reservando
edad, estado y tierra,
|
295
|
que a todo
riesgo y trance era la guerra.
|
|
No paran, con
la gana que tenían
|
|
de venir con
los nuestros a la prueba,
|
|
los indios
comarcanos que huían
|
|
llevan
a la ciudad la triste nueva:
|
300
|
rumores y
alborotos se movían,
|
|
el bélico
bullicio se renueva,
|
|
aunque algunos
que el caso contemplaban
|
|
a tales nuevas crédito no
daban.
|
[219]
|
Dicen que era
locura claramente
|
305
|
pensar que así
una escuadra desmandada
|
|
de tan pequeño
número de gente
|
|
se atreviese a
emprender esta jornada,
|
|
y más contra
ciudad tan eminente,
|
|
y lejos de su
tierra y apartada;
|
310
|
pero los que de
Penco habían salido
|
|
tienen por más
el daño que el ruïdo.
|
|
Votos hay que
saliesen al camino,
|
|
éstos son de los jóvenes
briosos;
|
|
otros que era
imprudencia y desatino,
|
315
|
por los pasos y sitios
peligrosos:
|
|
a todo con
presteza se previno,
|
|
que de grandes
reparos ingeniosos
|
|
el pueblo
fortalecen, y en un punto
|
|
despachan corredores todo
junto;
|
320
|
debajo de un
caudillo diligente,
|
|
que verdadera
relación trujese
|
|
del número y
designio de la gente;
|
|
con comisión,
si lance le saliese
|
|
a su honor y
defensa conveniente,
|
325
|
que al bárbaro
escuadrón acometiese,
|
|
volviendo a
rienda suelta dos soldados
|
|
para que dello
fuesen avisados.
|
|
Por no haber
caso en esto señalado,
|
|
abrevio con
decir que se partieron,
|
330
|
y al cuarto día
con ánimo esforzado,
|
|
sobre el campo
enemigo amanecieron:
|
|
trabose el
juego y no duró trabado,
|
|
que los
bárbaros luego les rompieron;
|
|
y todos con
cuidado y pies ligeros
|
335
|
revolvieron a ser los
mensajeros.
|
[220]
|
Sin aliento,
cansados y afligidos
|
|
vuelven con
testimonio asaz bastante,
|
|
de cómo fueron
rotos y vencidos
|
|
por la fuerza
del bárbaro pujante,
|
340
|
lasos, llenos
de sangre, mal heridos,
|
|
con pérdida de
un hombre, el cual delante
|
|
y en medio de
los campos desmandado,
|
|
a manos de
Lautaro había espirado.
|
|
Cuentan que
levantado un muro había
|
345
|
adonde con sus
bárbaros se acoge,
|
|
y
que infinita gente le acudía,
|
|
de la cual la
más diestra y fuerte escoge:
|
|
también que
bastimentos cada día
|
|
y cantidad de munición recoge,
|
350
|
afirmando por
cierto, fuera desto,
|
|
que sobre la
ciudad llegará presto.
|
|
Quien incrédulo
dello antes estaba,
|
|
teniendo allí
el venir por desvarío,
|
|
a tan clara
señal crédito daba,
|
355
|
helándole la
sangre un miedo frío:
|
|
Quién de pura
congoja trasudaba,
|
|
que de Lautaro
ya conoce el brío;
|
|
quién con
ardiente y animoso pecho
|
|
bramaba por
venir más presto al hecho.
|
360
|
Villagrán
enfermado acaso había,
|
|
no puede a la
sazón seguir la guerra,
|
|
mas con ruegos y dádivas movía
|
|
la gente más
gallarda de la tierra:
|
|
y por caudillo
en su lugar ponía
|
365
|
un caro primo
suyo, en quien se encierra
|
|
todo lo que
conviene a buen soldado,
|
|
Pedro de
Villagrán era llamado.
|
[221]
|
Éste, sin más
tardar, tomó el camino
|
|
en demanda del
bárbaro Lautaro,
|
370
|
y el cargo que
tan loco desatino
|
|
como es venir
allí le cueste caro:
|
|
diose tal prisa
a andar que presto vino
|
|
a la corva
ribera del río claro,
|
|
que vuelve
atrás en círculo gran trecho;
|
375
|
después hasta
la mar corre derecho.
|
|
Media legua
pequeña elige un puesto,
|
|
de donde estaba
el bárbaro alojado,
|
|
en el lugar mejor y más
dispuesto,
|
|
y allí por ver
la noche ha reparado:
|
380
|
estaba a
cualquier trance y rumor presto,
|
|
de guardia y
centinelas rodeado,
|
|
cuando, sin
entender la cosa cierta,
|
|
gritaban:
«¡Arma!, ¡arma!; ¡alerta!, ¡alerta!»
|
|
Esto fue que
Lautaro había sabido
|
385
|
como allí
nuestra gente era llegada,
|
|
que después de
la haber reconocido
|
|
por su misma
persona y numerada,
|
|
volviose sin de
nadie ser sentido;
|
|
y mostrando
estimarlo todo en nada,
|
390
|
hizo de los
caballos que tenía
|
|
soltar el de
más furia y lozanía.
|
|
Diciendo en
alta voz: «Si no me engaño,
|
|
no
deben de saber que soy Lautaro
|
|
de quien han
recibido tanto daño,
|
395
|
daño que no
tendrá jamás reparo:
|
|
mas, porque no
me tengan por extraño,
|
|
y el ser yo
aquí venido sea más claro,
|
|
sabiendo con
quien vienen a la prueba,
|
|
quiero que este
rocín lleve la nueva.»
|
400 [222]
|
Diez caballos,
Señor, había ganado
|
|
en la refriega
y última revuelta:
|
|
el mejor ensillado y enfrenado,
|
|
porque diese el
aviso cierto, suelta:
|
|
siendo el feroz
caballo amenazado,
|
405
|
hacia el campo
español toma la vuelta
|
|
al rastro y al
olor de los caballos,
|
|
y ésta fue la
ocasión de alborotallos.
|
|
Venía con un
rumor y furia tanta,
|
|
que dio más
fuerza al arma y mayor fuego;
|
410
|
la gente recatada
se levanta
|
|
con sobresalto
y gran desasosiego:
|
|
el escándalo
tanto no fue cuanta
|
|
era después la
burla, risa y juego,
|
|
de ver que un
animal de tal manera
|
415
|
en arma y alboroto
los pusiera.
|
|
Pasaron sin
dormir la noche en esto,
|
|
hasta el nuevo
apuntar de la mañana,
|
|
que, con ánimo
y firme presupuesto
|
|
de vencer o
morir de buena gana,
|
420
|
salen del sitio
y alojado puesto
|
|
contra la gente
bárbara araucana;
|
|
que no menos
estaba acodiciada
|
|
del venir al
efeto de la espada.
|
|
Un edicto
Lautaro puesto había
|
425
|
que quien fuera
del muro un paso diese,
|
|
como por crimen
grave y rebeldía,
|
|
sin otra
información luego muriese:
|
|
así, el temor
frenando a la osadía,
|
|
por más que la
ocasión la conmoviese
|
430
|
las riendas no
rompió de la obediencia
|
|
ni el ímpetu
pasó de su licencia.
|
[223]
|
Del muro estaba
el bárbaro cubierto,
|
|
no dejando
salir soldado fuera;
|
|
quiere que su
partido sea más cierto,
|
435
|
encerrando a
los nuestros, de manera
|
|
que no les
aproveche en campo abierto
|
|
de ligeros
caballos la carrera,
|
|
mas sólo ánimo,
esfuerzo y entereza,
|
|
y la virtud del
brazo y fortaleza.
|
440
|
Era
el orden así, que acometiendo
|
|
la plaza, al
tiempo del herir volviesen
|
|
las espaldas los bárbaros
huyendo,
|
|
porque dentro
los nuestros se metiesen:
|
|
y algunos por
de fuera revolviendo,
|
445
|
antes que los
cristianos se advirtiesen,
|
|
ocuparles las
puertas del cercado,
|
|
y combatir allí
a campo cerrado.
|
|
Con tal ardid los indios
aguardaban
|
|
a la gente
española que venía;
|
450
|
y en viéndola
asomar, la saludaban
|
|
alzando una
terrible vocería:
|
|
soberbios desde
allí la amenazaban
|
|
con audacia,
desprecio y bizarría,
|
|
quién la
fornida pica blandeando,
|
455
|
quién la maza
ferrada levantando.
|
|
Como toros que
van a ser lidiados,
|
|
cuando aquellos
que cerca los desean,
|
|
con silbos y
rumor de los tablados,
|
|
seguros del
peligro, los torean,
|
460
|
y en su daño los hierros
amolados
|
|
sin miedo
amenazándolos blandean;
|
|
así la gente
bárbara araucana
|
|
del muro
amenazaba a la cristiana.
|
[224]
|
Los españoles,
siempre con semblante
|
465
|
de parecerles
poca aquella caza,
|
|
paso a paso
caminan adelante,
|
|
pensando de
allanar la fuerte plaza,
|
|
en alta voz
diciendo: «No es bastante
|
|
el muro, ni la
pica y dura maza
|
470
|
a estorbaros la
muerte merecida
|
|
por la gran
desvergüenza cometida».
|
|
Llegados de la
fuerza poco trecho,
|
|
reconocida bien
por cada parte,
|
|
pónenle el
rostro, y sin torcer, derecho
|
475
|
asaltan el
fosado baluarte:
|
|
por acabado
tienen aquel hecho:
|
|
de los bárbaros
huye la más parte,
|
|
ganan las puertas
francas con gran gloria;
|
|
cantando en
altas voces la vitoria.
|
480
|
No hubiera
relación deste contento,
|
|
si los primeros
indios aguardaran
|
|
tanto espacio y
sazón cuanto un momento
|
|
que las puertas los últimos
tomaran:
|
|
mas viéndolos
entrar, sin sufrimiento,
|
485
|
ni poderse
abstener, luego reparan:
|
|
haciendo la
señal que no debían,
|
|
hicieron
revolver los que huían.
|
|
Como corre el
caballo cuando ha olido
|
|
las yeguas que
atrás quedan y querencia,
|
490
|
que allí el
intento inclina y el sentido,
|
|
gime y relincha
con celosa ausencia,
|
|
afloja el
curso, atrás tiende el oído,
|
|
alerto a si el
señor le da licencia,
|
|
que a dar la
vuelta aún no le ha señalado,
|
495
|
cuando sobre
los pies ha volteado;
|
[225]
|
de aquel modo
los bárbaros huyendo,
|
|
con muestra de
temor, aunque fingida,
|
|
firman el paso
presuroso oyendo
|
|
la alegre y
cierta seña conocida:
|
500
|
y en contra de
los nuestros esgrimiendo
|
|
la cruda
espada, al parecer rendida,
|
|
vuelven con una
furia tan terrible
|
|
que el suelo
retembló del son horrible.
|
|
Como por sesgo
mar del manso viento
|
505
|
siguen las graves olas el
camino
|
|
y con furioso y
recio movimiento
|
|
salta el
contrario Coro repentino,
|
|
que las arenas
del profundo asiento
|
|
las saca arriba
en turbio remolino,
|
510
|
y, las hinchadas olas
revolviendo,
|
|
al tempestuoso
Coro van siguiendo;
|
|
de la misma
manera a nuestra gente,
|
|
que el alcance
sin término seguía,
|
|
la súbita
mudanza de repente
|
515
|
le turbó la
vitoria y alegría:
|
|
que, sin se
reparar, violentamente
|
|
por el mismo
camino revolvía,
|
|
resistiendo con
ánimo esforzado
|
|
el número de
gente aventajado.
|
520
|
Mas como un
caudaloso río de fama,
|
|
la presa y
palizada desatando,
|
|
por inculto
camino se derrama,
|
|
los arraigados troncos
arrancando;
|
|
cuando con
desfrenado curso brama,
|
525
|
cuanto topa
delante arrebatando,
|
|
y los duros
peñascos enterrados
|
|
por las furiosas aguas son
llevados;
|
[226]
|
con ímpetu y
violencia semejante
|
|
los indios a
los nuestros arrancaron,
|
530
|
y, sin pararles
cosa por delante,
|
|
en furiosa
corriente los llevaron:
|
|
hasta que con
veloz furor pujante
|
|
de la cerrada
plaza los lanzaron,
|
|
que
el miedo de perder allí la vida
|
535
|
les hizo el
paso llano a la salida.
|
|
De más priesa y
con pies más desenvueltos
|
|
los sueltos
españoles que a la entrada,
|
|
en una
polvorosa nube envueltos
|
|
salen del cerco
estrecho y palizada:
|
540
|
entre ellos van
los bárbaros revueltos,
|
|
una gente con
otra amontonada,
|
|
que sin perder
un punto se herían
|
|
de manos y de
pies como podían.
|
|
No el alzado
antepecho y agujeros
|
545
|
que fuera dél
en torno había cavados,
|
|
ni la fagina y
suma de maderos
|
|
con los fuertes bejucos
amarrados,
|
|
detuvieron el
curso a los ligeros
|
|
caballos, de los hierros
hostigados;
|
550
|
que, como si
volaran por el viento,
|
|
salieron a lo
llano en salvamento.
|
|
Los españoles
sin parar corriendo
|
|
libre la plaza
a los contrarios dejan,
|
|
que la fortuna
próspera siguiendo
|
555
|
con prestos pies y manos los
aquejan:
|
|
pero los
nuestros, el morir temiendo,
|
|
siempre alargan
el paso y más se alejan,
|
|
deteniendo a
las veces flojamente
|
|
la gran furia y
pujanza de la gente.
|
560 [227]
|
Bien una legua
larga habían corrido
|
|
a toda furia
por la seca arena;
|
|
sólo Lautaro no
los ha seguido,
|
|
lleno de enojo
y de rabiosa pena:
|
|
viendo el poco
sostén del mal regido
|
565
|
campo, tan
recio el rico cuerno suena,
|
|
que los más
delanteros los sintieron,
|
|
y al son, sin
más correr, se retrujeron.
|
|
Estaba así
impaciente y enojado,
|
|
que mirarle a
la cara nadie osaba,
|
570
|
y al pabellón
él solo retirado
|
|
un nuevo edicto
publicar mandaba,
|
|
que guerrero
ninguno fuese osado
|
|
salir un paso
fuera de la cava,
|
|
aunque los españoles
revolviesen
|
575
|
y mil veces el
fuerte acometiesen.
|
|
Después
llamando a junta a los soldados,
|
|
aunque ardiendo
en furor, templadamente
|
|
les dice:
«Amigos, vamos engañados
|
|
si con tan poco
número de gente
|
580
|
pensamos
allanar los levantados
|
|
muros
de una ciudad así eminente:
|
|
la industria
tiene aquí más fuerza y parte
|
|
que la
temeridad del fiero Marte.
|
|
ȃsta los
fieros ánimos reprime,
|
585
|
y a los flacos y débiles
esfuerza:
|
|
las cervices indómitas oprime
|
|
y las hace domésticas por
fuerza:
|
|
ésta el honor y pérdidas redime,
|
|
y la sazón a
usar della nos fuerza;
|
590
|
que la
industria solícita y fortuna
|
|
tienen
conformidad y andan a una.
|
[228]
|
»Cumple partir
de aquí, muestras haciendo
|
|
que sólo de
temor nos retiramos,
|
|
y asegurar los españoles,
viendo
|
595
|
cómo el honor y campo les
dejamos;
|
|
que después a
su tiempo revolviendo
|
|
haremos lo que
así dificultamos,
|
|
teniendo ellos
el llano, y por guarida
|
|
vecina la
ciudad fortalecida.»
|
600
|
El hijo de
Pillán esto decía,
|
|
cuando asomaba
el bando castellano,
|
|
que con
esfuerzo nuevo y osadía
|
|
quiere probar
segunda vez la mano.
|
|
Fue tanto el
alborozo y alegría
|
605
|
de los bárbaros
viendo por el llano
|
|
aparecer los
nuestros, que al momento
|
|
gritan y baten
palmas de contento.
|
|
En esto los
cristianos acercando
|
|
poco a poco se
van a la batalla,
|
610
|
y al justo
tiempo del partir llegando,
|
|
dejan irse a la
bárbara canalla:
|
|
que uno la maza
en alto, otro bajando
|
|
la pica, el
cuerpo exento en la muralla,
|
|
con animoso
esfuerzo se mostraban,
|
615
|
y al ejercicio
bélico incitaban.
|
|
Unos acuden a las anchas
puertas
|
|
y comienzan
allí el combate duro;
|
|
de escudos las cabezas bien
cubiertas
|
|
se llegan otros
al guardado muro;
|
620
|
otros buscan
por partes descubiertas
|
|
la subida y el
paso más seguro:
|
|
hinche el bando
español la cava honda,
|
|
y el araucano
el muro a la redonda.
|
[229]
|
Pero el pueblo
español con osadía,
|
625
|
cubierto de
fortísimos escudos,
|
|
la lluvia de
los tiros resistía
|
|
y los botes de lanzas muy
agudos.
|
|
Era
tanta la grita y armonía,
|
|
y el espeso batir de golpes
crudos,
|
630
|
que Maule el
raudo curso refrenaba
|
|
confuso al son
que en torno rimbombaba.
|
|
Por las puertas y frente y por
los lados
|
|
el muro se
combate y se defiende;
|
|
allí corren con
priesa amontonados
|
635
|
adonde más
peligro haber se entiende:
|
|
allí con
prestos golpes esforzados
|
|
a su enemigo
cada cual ofende
|
|
con furia tan
terrible y fuerza dura
|
|
que poco
importa escudo ni armadura.
|
640
|
Los nuestros
hacia atrás se retrujeron,
|
|
de los tiros y golpes
impelidos,
|
|
tres veces, y otras tantas
revolvieron
|
|
de vergonzosa
cólera movidos:
|
|
gran pieza a la
fortuna resistieron;
|
645
|
mas ya todos andaban mal
heridos,
|
|
flacos, sin fuerza,
lasos, desangrados,
|
|
y de sangre los
hierros colorados.
|
|
El coraje y la
cólera es de suerte,
|
|
que va en
aumento el daño y la crueza;
|
650
|
hallan los
españoles siempre el fuerte
|
|
más fuerte y en los golpes más
dureza:
|
|
sin temor
acometen de la muerte;
|
|
pero poco
aprovecha esta braveza,
|
|
que el que
menos herido y flaco andaba
|
655
|
por seis partes
la sangre derramaba.
|
[230]
|
Hasta la gente
bárbara se espanta
|
|
de ver lo que
los nuestros han sufrido
|
|
de espesos
golpes, flecha y piedra tanta,
|
|
que sin cesar
sobre ellos ha llovido,
|
660
|
y cuán
determinados y con cuánta
|
|
furia tres veces han acometido;
|
|
desto los
enemigos impacientes
|
|
apretaban los puños y los
dientes.
|
|
Y como
tempestad que jamás cesa,
|
665
|
antes que va en
furioso crecimiento,
|
|
cuando la
congelada piedra espesa
|
|
hiere los
techos y se esfuerza el viento:
|
|
así los duros
bárbaros, apriesa,
|
|
movidos de
vergüenza y corrimiento,
|
670
|
con lanzas,
dardos, piedras arrojadas,
|
|
baten dargas, rodelas y
celadas.
|
|
Los cansados
cristianos, no pudiendo
|
|
sufrir el gran
trabajo incomportable,
|
|
se van
forzosamente retrayendo
|
675
|
del
vano intento y plaza inexpugnable;
|
|
y el destrozado
campo recogiendo,
|
|
vista su suerte
y hado miserable,
|
|
por el mesmo
camino que vinieron,
|
|
aunque con
menos furia, se volvieron.
|
680
|
Aquella noche
al pie de una montaña
|
|
vinieron a
tener su alojamiento,
|
|
segura de
enemigos la campaña,
|
|
que ninguno
salió en su seguimiento.
|
|
Decir prometo
la cautela extraña
|
685
|
de Lautaro
después, que ahora me siento
|
|
flaco, cansado,
ronco; y entretanto
|
|
esforzaré la
voz al nuevo canto.
|
|