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Alonso de Ercilla y Zúñiga
La Araucana

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  • Canto XII
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Canto XII

Recogido Lautaro en su fuerte, no quiere seguir la vitoria por entretener a los españoles. Pasa ciertas razones con él Marco Veaz, por las cuales Pedro de Villagrán viene a entender el peligroso punto en que estaba, y levantando su campo se retira. Viene el marqués de Cañete a la ciudad de Los Reyes en el Perú.

Virtud difícil y difícil prueba

 

es guardar el secreto peligroso,

 

que la dificultad bien clara prueba

 

cuánto es sano, seguro y provechoso;

 

y el poco fruto y mucho mal que lleva

5

el vicio inútil del hablar dañoso:

 

ejemplo los de Líbico homicidas,

 

y otros que les costó el hablar las vidas.

 

Veranse por los ojos y escrituras

 

en los presentes tiempos y pasados

10

cruëldades, ruïnas, desventuras,

 

infamias, puniciones de pecados,

 

grandes yerros en grandes coyunturas,

 

pérdidas de personas y de estados:

 

todo por no sufrir el indiscreto

15

la peligrosa carga del secreto.

[232]

De los vicios el menos de provecho

 

y por donde más daño a veces viene,

 

es el no retener el fácil pecho

 

el secreto hasta el tiempo que conviene:

20

rompe y deshace al fin todo lo hecho,

 

quita la fuerza que la industria tiene,

 

guerra, furor, discordia, fuego enciende:

 

al propio dueño y al amigo vende.

 

Por esto el sabio hijo de Pillano

25

la causa a sus soldados encubría

 

de no dejar salir gente a lo llano,

 

siguiendo la vitoria de aquel día:

 

y el retirado campo castellano,

 

seguro a paso largo por la vía,

30

como dije, la furia quebrantada,

 

toma de la ciudad la vuelta usada.

 

Usar Lautaro desta maña, entiendo

 

que fuese para algún sagaz intento,

 

el cual, por congeturas, comprehendo

35

ser de gran importancia y fundamento.

 

Dejado esto a su tiempo y revolviendo

 

a los nuestros, que así del fuerte asiento

 

se alejan, a tres leguas otro día

 

hicieron alto, asiento y ranchería.

40

Dos días los españoles estuvieron

 

haciendo de los bravos aguardando;

 

pero jamás los bárbaros vinieron,

 

ni gente pareció del otro bando:

 

al fin dos de los nuestros se atrevieron

45

a ver el fuerte y cerca de él llegando,

 

oyeron una voz alta del muro

 

diciéndoles: «Llegaos, que os doy seguro

[233]

Al uno por su nombre lo llamaba,

 

con el cierto seguro prometido,

50

el cual, dejando al otro, se llegaba

 

por conocer quién era el atrevido:

 

Llegado el español junto a la cava,

 

el de la voz fue luego conocido,

 

que era el gallardo hijo de Pillano,

55

tratado dél un tiempo como hermano.

 

Estaba de un lustroso peto armado

 

con sobrevista de oro guarnecida,

 

en una gruesa pica recostado

 

por el ferrado regatón asida:

60

el ancho y duro hierro colorado

 

y de sangre la media asta teñida;

 

puesta de limpio acero una celada

 

abierta por mil partes y abollada.

 

Llegado el español donde podía

65

hablarle y entenderle claramente,

 

el bizarro Lautaro le decía:

 

«Marcos, de ti me espanto extrañamente

 

y de esa tu ignorante compañía,

 

que sin razón y seso, ciegamente

70

penséis así de mi opinión mudarme

 

y ser bastantes todos a enojarme.

 

»¿Qué intento os mueve o qué furor insano,

 

que así queréis tiranizar la tierra?

 

¿No veis que todo agora está en mi mano,

75

el bien vuestro y el mal, la paz, la guerra?

 

¿No veis que el nombre y crédito araucano

 

los levantados ánimos atierra?

 

¿Que sólo el son al mundo pone miedo

 

y quebranta las fuerzas y el denuedo?

80 [234]

»En los pueblos no fuistes poderosos

 

de defender las propias posesiones,

 

que es cosa que aun los pájaros medrosos

 

hacen rostro en su nido a los leones:

 

¿y en los desiertos campos pedregosos

85

pensáis de sustentar los pabellones,

 

en tiempo que estáis más amedrentados,

 

y más vuestros contrarios animados?

 

»Es, a mi parecer, loca osadía

 

querer contra nosotros sustentaros,

90

pues ni por arte, maña ni otra vía

 

podéis en nuestro daño aprovecharos:

 

si lo queréis llevar por valentía,

 

baste el presente estrago a escarmentaros;

 

que fresca sangre aún vierten las heridas,

95

y della aquí las yerbas veo teñidas.

 

»Pues dejar yo jamás de perseguiros,

 

según que lo juré, será excusado;

 

hasta dentro de España he de seguiros,

 

que así lo he prometido al gran senado;

100

mas si queréis en tiempo reduciros,

 

haciendo lo que aquí os será mandado,

 

saldré de la promesa y juramento,

 

y vosotros saldréis de perdimiento.

 

»Treinta mujeres vírgines apuestas

105

por tal concierto habéis de dar cada año,

 

blancas, rubias, hermosas, bien dispuestas,

 

de quince años a veinte, sin engaño:

 

Han de ser españolas; y tras éstas,

 

treinta capas de verde y fino paño,

110

y otras treinta de púrpura, tejidas

 

con fino hilo de oro guarnecidas:

[235]

»También doce caballos poderosos

 

nuevos y ricamente enjaezados,

 

domésticos, ligeros y furiosos,

115

debajo de la rienda concertados:

 

y seis diestros lebreles animosos

 

en la caza me habéis de dar cebados:

 

este solo tributo estorbaría

 

lo que estorbar el mundo no podría

120

Atento el castellano le escuchaba,

 

estando de la plática gustoso;

 

mas cuando a estas razones allegaba

 

no pudo aquí tener ya más reposo:

 

así impaciente al bárbaro atajaba,

125

diciéndole: «No estés tan orgulloso,

 

que las parias que pides, ¡oh Lautaro!

 

te costarán, si esperas, presto caro.

 

»En pago de tu loco atrevimiento

 

te darán españoles por tributo

130

cruda muerte, con áspero tormento,

 

y Arauco cubrirán de eterno luto

 

Lautaro dijo: «Es eso hablar al viento;

 

sobre ello, Marcos, más yo no disputo;

 

las armas, no la lengua, han de tratarlo

135

y la fuerza y valor determinarlo.

 

»Libre puedes decir lo que quisieres,

 

como aquel que seguro le está dado;

 

que tú después harás lo que pudieres,

 

y yo podré hacer lo que he jurado:

140

tratemos de otras cosas de placeres,

 

quede para su tiempo comenzado;

 

y quiérote mostrar, pues tiempo hallo,

 

una lucida escuadra de caballo.

[236]

»Que, para que no andéis tan al seguro,

145

acuerdo de tener también caballos,

 

y de imponer mis súbditos procuro

 

a saberlos tratar y gobernallos

 

Esto dijo Lautaro y desde el muro

 

a seis dispuestos mozos sus vasallos

150

mandó que en seis caballos cabalgasen,

 

y por delante dél los paseasen.

 

Por las dos puentes, a la vez caladas,

 

salieron a caballo seis chilcanos,

 

pintadas y anchas dargas embrazadas,

155

gruesas lanzas terciadas en las manos;

 

vestidas fuertes cotas, y tocadas

 

las cabezas al modo de africanos,

 

mantos por las caderas derribados,

 

los brazos hasta el codo arremangados:

160

y con airosa muestra, por delante

 

del atento español dos vueltas dieron;

 

pero ni de su puesto y buen semblante,

 

punto que se notase le movieron:

 

antes con muestra y ánimo arrogante,

165

en alta voz, que todos lo entendieron,

 

(que el muro estaba ya lleno de gente),

 

habló así con Lautaro libremente.

 

«En vano, ¡oh capitán! cierto trabaja

 

quien pretende con fieros espantarme;

170

no estimo lo que ves en una paja,

 

ni alardes pueden punto amedrentarme:

 

y por mostrar si temo la ventaja,

 

yo solo con los seis quiero probarme,

 

do verás que a seis mil seré bastante:

175

vengan luego a la prueba aquí delante

[237]

Lautaro respondió: «Marcos, si mueres

 

tanto por nos mostrar tu fuerza y brío,

 

el mínimo que de ellos escogieres

 

a pie vendrá contigo en desafío

180

del modo y la manera que quisieres:

 

elige armas y campo a tu albedrío,

 

ora con ellas, ora desarmados,

 

a puños, coces, uñas y a bocados

 

El español le dijo: «Yo te digo

185

que mi honor en tal caso no consiente

 

darles uno por uno su castigo,

 

porque jamás se diga entre la gente

 

que cuerpo a cuerpo bárbaro conmigo

 

en campo osase entrar singularmente:

190

por tanto, si no quieres lo que pido,

 

no quiero yo aceptar otro partido

 

No vinieron en esto a concertarse:

 

después por otras cosas discurrieron;

 

pero, llegado el tiempo de apartarse,

195

del bárbaro los dos se despidieron.

 

Vueltos a su camino, oyen llamarse,

 

y a la voz conocida revolvieron,

 

que era el mesmo Lautaro quien llamaba,

 

diciendo: «Una razón se me olvidaba.

200

»Tengo mi gente triste y afligida,

 

con gran necesidad de bastimento,

 

que me falta del todo la comida

 

por orden mala y poco regimiento:

 

pues la tenéis de sobra recogida,

205

haced un liberal repartimiento

 

proveyéndonos della, que a mi cuenta

 

más la gloria y honor vuestro acrecienta:

[238]

»Que en el ínclito Estado es uso antiguo,

 

y entre buenos soldados ley guardada,

210

alimentar la fuerza al enemigo

 

para sólo oprimirle por la espada:

 

Estad, Marcos, atento a lo que digo,

 

y entended que será cosa loada,

 

que digan que las fuerzas sojuzgastes

215

que para mayor triunfo alimentastes.

 

»Que se llame vitoria yo lo dudo

 

cuando el contrario a tal extremo viene,

 

que, en aquello que nunca el valor pudo,

 

la hambre miserable poder tiene,

220

y al fuerte brazo indómito y membrudo

 

lo debilita, doma y lo detiene,

 

y así por bajo modo y estrecheza,

 

viene a parecer fuerte la flaqueza

 

Era, Señor, su intento que pensase

225

ser la necesidad, fingida, cierta,

 

para que nuestra gente se animase,

 

de industria abriendo aquella falsa puerta;

 

y con esto inducirla a que esperase,

 

teniendo así su astucia más cubierta,

230

hasta que el fin llegase deseado

 

del cauteloso engaño fabricado.

 

Marcos, de las palabras conmovido,

 

le dice: «Yo prometo de intentallo

 

por sólo esas razones que has movido,

235

y hacer todo el poder en procurallo

 

Habiéndose con esto despedido,

 

revolviendo las riendas al caballo,

 

él y su compañero caminaron

 

hasta que al español campo llegaron.

240 [239]

De todo al punto Villagrá informado

 

cuanto a Marcos, Lautaro dicho había,

 

sospechoso, confuso y admirado

 

de ver que bastimentos le pedía:

 

era sagaz, celoso y recatado,

245

revolviendo la presta fantasía,

 

los secretos designios comprehende,

 

y el peligroso estado y trance entiende;

 

y en el presto remedio resoluto,

 

cuando el mundo se muestra más escuro,

250

sin tocar trompa, del peligro instruto,

 

toma el camino a la ciudad seguro,

 

maravillado del ardid astuto;

 

pero de nuestra gente ahora no curo,

 

que quiero antes decir el modo extraño

255

de la ingeniosa astucia y nuevo engaño.

 

Aún no era bien la nueva luz llegada,

 

cuando luego los bárbaros supieron

 

la súbita partida y retirada,

 

que no con poca muestra lo sintieron,

260

viendo claro que al fin de la jornada

 

por un espacio breve no pudieron

 

hacer en los cristianos tal matanza

 

que nadie dellos más tomara lanza.

 

Que aquel sitio cercado de montaña,

265

que es en un bajo y recogido llano,

 

de acequias copiosísimas se baña

 

por zanjas con industria hechas a mano:

 

Rotas al nacimiento, la campaña

 

se hace en breve un lago y gran pantano;

270

la tierra es honda, floja, anegadiza,

 

hueca, falsa, esponjada y movediza.

[240]

Quedaran, si las zanjas se rompieran,

 

en agua aquellos campos empapados;

 

moverse los caballos no pudieran

275

en pegajosos lodos atascados,

 

adonde, si aguardaran, los cogieran

 

como en liga a los pájaros cebados:

 

que ya Lautaro, con despacho presto,

 

había en ejecución el ardid puesto.

280

Triste por la partida y con despecho

 

la fuerza desampara el mismo día,

 

y el camino de Arauco más derecho,

 

marcha con su escuadrón de infantería:

 

Revuelve y traza en el cuidoso pecho

285

diversas cosas, y en ninguna había

 

el consuelo y disculpa que buscaba,

 

y entre sí razonando sospiraba,

 

diciendo: «¿Qué color puede bastarme

 

para ser de esta culpa reservado?

290

¿No pretendí yo mucho de encargarme

 

de cosa que me deja bien cargado?

 

¿De quién sino de mí puedo quejarme,

 

pues todo por mi mano se ha guiado?

 

¿Soy yo quien prometió en un año solo

295

de conquistar del uno al otro polo?

 

»Mientras que yo con tan lucida gente

 

ver el muro español aún no he podido,

 

la luna ya tres veces frente a frente

 

ha visto nuestro campo mal regido:

300

y el carro de Faetón resplandeciente

 

del Escorpio al Acuario ha discurrido;

 

y al fin damos la vuelta maltratados

 

con pérdida de más de cien soldados.

[241]

»Si con morir tuviese confianza

305

que una vergüenza tal se colorase,

 

haría a mi inútil brazo que esta lanza

 

el débil corazón me atravesase;

 

pero daría de mí mayor venganza

 

y gloria al enemigo, si pensase

310

que temí más su brazo poderoso

 

que el flaco mío cobarde y temeroso;

 

»yo juro al infernal poder eterno,

 

si la muerte en un año no me atierra,

 

de echar de Chile el español gobierno,

315

y de sangre empapar toda la tierra:

 

ni mudanza, calor, ni crudo invierno

 

podrán romper el hilo de la guerra,

 

y dentro del profundo reino escuro

 

no se verá español de mí seguro

320

Hizo también solemne juramento

 

de no volver jamás al nido caro,

 

ni del agua, del sol, sereno y viento

 

ponerse a la defensa ni al reparo:

 

ni de tratar en cosas de contento

325

hasta que el mundo entienda de Lautaro

 

que cosa no emprendió dificultosa

 

sin darla, con valor, salida honrosa.

 

En esto le parece que aflojaba

 

la cuerda del dolor, que a veces tanto

330

con grave y dura afrenta le apretaba

 

que de perder el seso estuvo a canto:

 

así el feroz Lautaro caminaba,

 

y al fin de tres jornadas entretanto

 

que esperado tiempo se avecina,

335

se aloja en una vega a la marina;

[242]

junto adonde con recio movimiento

 

baja de un monte Itata caudaloso,

 

atravesando aquel umbroso asiento

 

con sesgo curso, grave y espacioso:

340

los árboles provocan a contento,

 

el viento sopla allí más amoroso,

 

burlando con las tiernas florecillas,

 

rojas, azules, blancas y amarillas.

 

Siete leguas de Penco justamente

345

es esta deleitosa y fértil tierra,

 

abundante, capaz y suficiente

 

para poder sufrir gente de guerra:

 

Tiene cerca a la banda del Oriente

 

la grande cordillera y alta sierra,

350

de donde el raudo Itata apresurado

 

baja a dar su tributo al mar salado.

 

Fue un tiempo de españoles; pero había

 

la prometida fe ya quebrantado,

 

viendo que la fortuna parecía

355

declarada de parte del Estado;

 

el cual veinte y dos leguas contenía,

 

éste era su distrito señalado;

 

pero tan grande crédito alcanzaba

 

que toda la nación le respetaba.

360

Los españoles ánimos briosos

 

éste los puso humildes por el suelo;

 

éste los bajos, tristes y medrosos

 

hace que se levanten contra el cielo,

 

y los extraños pueblos poderosos

365

de miedo de éste viven con recelo;

 

los remotos, vecinos y extranjeros

 

se rinden y someten a sus fueros.

[243]

Pues la flor del Estado deseando

 

estaba al tardo tiempo en esta vega,

370

tardo para quien gusto está esperando;

 

que al que no espera bien, bien presto llega:

 

pero, el tiempo y sazón apresurando,

 

a sus valientes bárbaros congrega,

 

y antes que se metiesen en la vía,

375

estas breves razones les decía.

 

«Amigos, si entendiese que el deseo

 

de combatir, sin otro miramiento,

 

y la fogosa gana, que en vos veo,

 

fuese de la vitoria el fundamento,

380

hágoos saber de mí que cierto creo

 

estar en vuestra mano el vencimiento:

 

y un paso atrás volver no me hiciera,

 

si el mundo sobre mí todo viniera.

 

»Mas no es sólo con ánimo adquirida

385

una cosa difícil y pesada:

 

¿qué aprovecha el esfuerzo sin medida,

 

si tenemos la fuerza limitada?

 

Mas ésta, aunque con límite, regida

 

por industrioso ingenio y gobernada,

390

de duras y de muy dificultosas

 

hace llanas y fáciles las cosas.

 

»¿Cuántos vemos el crédito perdido

 

en afrentoso y mísero destierro

 

por sólo haber sin término ofrecido

395

el pecho osado al enemigo hierro?

 

Que no es valor, mas antes es tenido

 

por loco, temerario y torpe yerro;

 

valor es ser al orden obediente,

 

y locura sin orden ser valiente.

400 [244]

»Como en este negocio y gran jornada

 

con tanto esfuerzo así nos destruimos,

 

fue porque no miramos jamás nada

 

sino al ciego apetito a quién seguimos:

 

que a no perder, por furia anticipada,

405

el tiempo y coyuntura que tuvimos,

 

no quedara español ni cosa alguna

 

a la disposición de la fortuna.

 

»Si al entrar de la fuerza reportados

 

allí algún sufrimiento se tuviera,

410

fueran vuestros esfuerzos celebrados,

 

pues ningún enemigo se nos fuera:

 

en la ciudad estaban descuidados:

 

con la gente que andaba por de fuera

 

hiciéramos un hecho y una suerte

415

que no la consumieran tiempo y muerte.

 

»Pero quiero poneros advertencia

 

que habéis por la razón de gobernaros,

 

haciendo al movimiento resistencia

 

hasta que la sazón venga a llamaros:

420

y no salirme un punto de obediencia,

 

ni a lo que no os mandare adelantaros;

 

que en el inobediente y atrevido

 

haré ejemplar castigo nunca oído.

 

»Y, pues volvemos ya donde se muestra

425

nuestro poco valor, por mal regidos,

 

en fe que habéis de ser, alzo la diestra,

 

en el primer honor restituidos,

 

o el campo regará la sangre nuestra,

 

y habemos de quedar en él tendidos

430

por pasto de las brutas bestias fieras,

 

y de las sucias aves carniceras

[245]

Con esto fue la plática acabada

 

y la trompeta a levantar tocando,

 

dieron nuevo principio a su jornada,

435

con la usada presteza caminando:

 

yendo así, al descubrir de una ensenada,

 

por Mataquito a la derecha entrando,

 

un bárbaro encontraron por la vía,

 

que del pueblo les dijo que venía.

440

Éste les afirmó con juramento

 

que en Mapochó se sabe su venida,

 

ora les dio la nueva della el viento,

 

ora de espías solícitas sabida:

 

también que de copioso bastimento

445

estaba la ciudad ya prevenida,

 

con defensas, reparos, provisiones,

 

pertrechos, aparatos, municiones.

 

Certificado bien Lautaro desto,

 

muda el primer intento que traía,

450

viendo ser temerario presupuesto

 

seguirle con tan poca compañía:

 

piensa juntar más gentes, y de presto

 

un fuerte asiento, que en el valle había,

 

con ingenio y cuidado diligente

455

comienza a reforzarle nuevamente.

 

Con la priesa que dio, dentro metido,

 

y ser dispuesto el sitio y reparado,

 

fue en breve aquel lugar fortalecido,

 

de foso y fuerte muro rodeado:

460

Gente a la fama desto había acudido,

 

codiciosa del robo deseado:

 

forzoso me es pasar de aquí corriendo

 

que siento en nuestro pueblo un gran estruendo.

[246]

Sábese en la ciudad por cosa cierta

465

que a toda furia el hijo de Pillano,

 

guiando un escuadrón de gente experta,

 

viene sobre ella con armada mano:

 

el súbito temor puso en alerta

 

y confusión al pueblo castellano;

470

mas la sangre, que el miedo helado había,

 

de un ardiente coraje se encendía.

 

A las armas acuden los briosos,

 

y aquellos que los años agravaban,

 

con industrias y avisos provechosos

475

la tierra y partes flacas reparaban:

 

tras estos, treinta mozos animosos

 

y un astuto caudillo se aprestaban,

 

que con algunos bárbaros amigos

 

fuesen a descubrir los enemigos.

480

Villagrá a la sazón no residía

 

en el pueblo español alborotado,

 

que para la Imperial partido había

 

por camino de Arauco desviado:

 

mas ya con nueva gente revolvía,

485

y junto de do el bárbaro cercado

 

de gruesos troncos y fagina estaba,

 

sin saberlo una noche se alojaba.

 

Cuando la alegre y fresca aurora vino,

 

y él la nueva jornada comenzaba,

490

al calar de una loma, en el camino

 

un comarcano bárbaro encontraba,

 

el cual le dio la nueva del vecino

 

campo y razón de cuanto en él pasaba;

 

que todo bien el mozo lo sabía,

495

como aquel que a robar de allá venía.

[247]

Entendió el español del indio cuanto

 

el bárbaro enemigo determina,

 

y cómo allega gentes, entretanto

 

que el oportuno tiempo se avecina:

500

no puso a los cautenes esto espanto,

 

y más cuando supieron que vecina

 

venía también la gente nuestra armada,

 

que dellos aún no estaba una jornada.

 

Villagrán le pregunta si podría

505

ganar al araucano la albarrada:

 

sonriéndose el indio respondía

 

ser cosa de intentar bien excusada,

 

por el reparo y sitio que tenía,

 

y estar por las espaldas abrigada

510

de una tajada y peñascosa sierra,

 

que por aquella parte el fuerte cierra.

 

Díjole Villagrán: «Yo determino

 

por esa relación tuya guiarme,

 

y abrir por la montaña alta el camino,

515

que quiero a cualquier cosa aventurarme;

 

y si donde está el campo lautarino

 

en una noche puedesllevarme,

 

del trabajo serás gratificado

 

y al fuego, si me mientes, entregado

520

Sin temor dice el bárbaro: «Yo juro

 

en menos de una noche de llevarte

 

por difícil camino, aunque seguro;

 

desta palabra puedes confiarte:

 

de Lautaro después no te aseguro,

525

ni tu gente y amigos serán parte

 

a que, si vais allá, no os coja a todos

 

y os civiles muertes de mil modos

[248]

No le movió el temor que le ponía

 

a Villagrán el bárbaro guerrero

530

que, visto cuán sin miedo se ofrecía,

 

le pareció de trato verdadero;

 

y a la gente del pueblo, que venía,

 

despacha un diligente mensajero,

 

para que con la priesa conveniente

535

con él venga a juntarse brevemente.

 

Pues otro día allí juntos, se dejaron

 

ir por do quiso el bárbaro guiallos,

 

y en la cerrada noche no cesaron

 

de afligir con espuelas los caballos.

540

Después se contará lo que pasaron,

 

que cumple por agora aquí dejallos

 

por decir la venida en esta tierra

 

de quien dio nuevas fuerzas a la guerra.

 

Hasta aquí lo que en suma he referido

545

yo no estuve, Señor, presente a ello,

 

y así, de sospechoso, no he querido

 

de parciales intérpretes sabello;

 

de ambas las mismas partes lo he aprendido,

 

y pongo justamente sólo aquello

550

en que todos concuerdan y confieren,

 

y en lo que en general menos difieren.

 

Pues que, en autoridad de lo que digo,

 

vemos que hay tanta sangre derramada,

 

prosiguiendo adelante, yo me obligo,

555

que irá la historia más autorizada;

 

podré ya discurrir como testigo,

 

que fui presente a toda la jornada,

 

sin cegarme pasión, de la cual huyo,

 

ni quitar a ninguno lo que es suyo.

560 [249]

Pisada en esta tierra no han pisado

 

que no haya por mis pies sido medida;

 

golpe ni cuchillada no se ha dado,

 

que no diga de quién es la herida;

 

de las pocas que di estoy disculpado,

565

pues tanto por mirar embebecida

 

truje la mente en esto y ocupada,

 

que se olvidaba el brazo de la espada.

 

Si causa me incitó a que yo escribiese

 

con mi pobre talento y torpe pluma,

570

fue que tanto valor no pereciese,

 

ni el tiempo injustamente lo consuma:

 

que el mostrarme yo sabio me moviese,

 

ninguno que lo fuere lo presuma;

 

que, cierto, bien entiendo mi pobreza,

575

y de las flacas sienes la estrecheza.

 

De mi poco caudal bastante indicio

 

y testimonio aquí patente queda;

 

va la verdad desnuda de artificio,

 

para que más segura pasar pueda;

580

pero, si fuera desto lleva vicio,

 

pido que por merced se me conceda

 

se mire en esta parte el buen intento,

 

que es sólo de acertar y dar contento.

 

Que aunque la barba el rostro no ha ocupado,

585

y la pluma a escrebir tanto se atreve

 

que de crédito estoy necesitado,

 

pues tan poco a mis años se le debe;

 

espero que será, Señor, mirado

 

el celo justo y causa que me mueve:

590

y esto y la voluntad se tome en cuenta

 

para que algún error se me consienta.

[250]

Quiero dejar a Arauco por un rato;

 

que para mi discurso es importante

 

lo que forzado aquí del Perú trato,

595

aunque de su comarca es bien distante:

 

y para que se entienda más barato,

 

y con facilidad lo de adelante,

 

si Lautaro me deja, diré en breve

 

la gente que en su daño ahora se mueve.

600

El marqués de Cañete era llegado,

 

a la ciudad insigne de Los Reyes,

 

de Carlos Quinto Máximo enviado

 

a la guarda y reparo de sus leyes:

 

éste fue por sus partes señalado

605

para virey de donde dos vireyes

 

por los rebeldes brazos atrevidos

 

habían sido a la muerte conducidos.

 

Oliendo el virey nuevo las pasiones

 

y maldades por uso introducidas,

610

el ánimo dispuesto a alteraciones,

 

en leal apariencia entretegidas;

 

los agravios, insultos y traiciones,

 

con tanta desvergüenza cometidas;

 

viendo, que aun el tirano no hedía,

615

que, aunque muerto, de fresco se bullía;

 

entró como sagaz y receloso,

 

no mostrando el cuchillo y duro hierro,

 

que fuera en aquel tiempo peligroso,

 

y dar con hierro en un notable yerro:

620

mostrándose benigno y amoroso,

 

trayéndoles la mano por el cerro,

 

hasta tomar el paso a la malicia,

 

y dar más fuerza y mano a la justicia.

[251]

En tanto que las cosas disponía,

625

para limpiar del todo las maldades,

 

quitando las justicias, las ponía

 

de su mano por todas las ciudades;

 

éstas eran personas que entendía

 

haber en ellas justas calidades,

630

de Dios, del Rey, del mundo temerosas,

 

en semejantes cargos provechosas.

 

Entretenía la gente y sustentaba

 

con son de un general repartimiento,

 

y el más culpado más premio esperaba,

635

fundado en el pasado regimiento.

 

El marqués entretanto se informaba,

 

llevando deste error diverso intento,

 

que no sólo dio pena a los culpados;

 

mas renovó los yerros perdonados;

640

pues cuando con el tiempo ya pensaron

 

que estaban sus insultos encubiertos,

 

en público pregón se renovaron,

 

y fueron con castigo descubiertos:

 

que casi en los más pueblos que pecaron

645

amanecieron en un tiempo muertos

 

aquellos que con más poder y mano

 

habían seguido el bando del tirano.

 

No condeno, Señor, los que murieron,

 

pues fueron perdonados y admitidos,

650

cuando a vuestro servicio en sazón fueron

 

y en importante tiempo reducidos,

 

quedando los errores que tuvieron

 

a vuestra gran clemencia remitidos,

 

de vos sólo, Señor, es el juzgarlos,

655

y el poderlos salvar o condenarlos.

[252]

Dar mi decreto en esto yo no puedo,

 

que siempre en casos de honra lo rehúso:

 

sólo digo el terror y extraño miedo

 

que en la gente soberbia el marqués puso

660

con el castigo, a la sazón acedo,

 

dejando el reino atónito y confuso,

 

del temerario hecho tan dudoso,

 

que aun era imaginarlo peligroso.

 

A quien hallaba culpa conocida,

665

del Perú le destierra en penitencia,

 

que es entre ellos la afrenta más sentida

 

y que más examina la paciencia:

 

el justo de ejemplar y llana vida,

 

temeroso escudriña la conciencia,

670

viendo el rigor de la justicia airada,

 

que ya desenvainado había la espada.

 

Y algunos capitanes y soldados,

 

que con lustre sirvieron en la guerra

 

y esperaban de ser gratificados,

675

conforme a los humores de la tierra,

 

recelando tenerlos agraviados,

 

del reino en son de presos los destierra,

 

remitiendo las pagas a la mano

 

de rey tan poderoso y soberano.

680

Esto puso suspensa más la gente;

 

la causa del destierro no sabiendo,

 

no entiende si es injusta o justamente;

 

sólo sabe callar y estar tremiendo:

 

teme la furia y el rigor presente

685

y a inquirir la razón no se atreviendo,

 

tiende a cualquier rumor atento oído;

 

mas no puede sentir más del ruïdo.

[253]

Temor, silencio y confusión andaba,

 

atónita la gente discurría,

690

nadie la oculta causa preguntaba,

 

que aun preguntar error le parecía:

 

por saber, uno a otro se miraba,

 

y el más sabio los hombros encogía,

 

temiendo el golpe del furor presente,

695

movido al parecer por accidente.

 

Fue hecho tan sagaz, grande y osado,

 

que pocos con razón le van delante,

 

asaz en estos tiempos celebrado,

 

y a los ánimos sueltos importante;

700

por él quedó el Perú atemorizado,

 

temerario, rebelde y arrogante,

 

y a la justicia el paso más seguro,

 

con mayor esperanza en lo futuro.

 

Así enfrenó el Perú con un bocado,

705

que no le romperá jamás la rienda,

 

haciendo al ambicioso y alterado

 

contentarse con sola su hacienda;

 

y el bullicio y deseo desordenado,

 

le redujo a quietud y nueva emienda:

710

que poco lo mal puesto permanece,

 

como por la experiencia al fin parece.

 

Quien antes no pensaba estar contento

 

con veinte o treinta mil pesos de renta,

 

enfrena de tal suerte el pensamiento

715

que sólo con la vida se contenta:

 

después hizo el marqués repartimiento

 

entre los beneméritos de cuenta,

 

para esforzar los ánimos caídos

 

y dar mayor tormento a los perdidos.

720 [254]

Con ejemplos así y acaecimientos,

 

¿cómo vemos que tantos van errados,

 

que sobre arena y frágiles cimientos

 

fabrican edificios levantados?

 

Bien se muestran sus flacos fundamentos;

725

pues por tierra tan presto derribados

 

con afrentoso nombre y voz los vemos,

 

huyendo su infición cuanto podemos.

 

¡Oh vano error! ¡oh necio desconcierto,

 

del torpe que con ánimo ignorante

730

no mira en el peligro y paso incierto

 

las pisadas de aquel que va delante,

 

teniendo, a costa ajena, ejemplo cierto,

 

que el brazo del amigo más constante

 

ha de esparcir su sangre en su disculpa,

735

lavando allí la espada de la culpa!

 

Quiero que esté algún tiempo falsamente

 

sobre traidores hombros sostenido,

 

que el viento que se mueva de repente

 

le aflige, altera y turba aquel ruïdo:

740

pues que cuando la voz del rey se siente,

 

no hay son tan duro y áspero al oído;

 

que tiene sólo el nombre fuerza tanta

 

que los huesos le oprime y le quebranta:

 

que le asome fortuna algún contento,

745

¡con cuántos sinsabores va mezclado!

 

aquel recelo, aquel desabrimiento,

 

aquel triste vivir tan recatado:

 

traga el duro morir cada momento,

 

témese del que está más confiado:

750

que la vida antes libre y amparada

 

está sujeta ya a cualquiera espada.

[255]

Negando al rey la deuda y obediencia,

 

se somete al más mínimo soldado,

 

poniendo en contentarle diligencia,

755

con gran miedo y solícito cuidado;

 

y aquellos más amigos en presencia,

 

las lanzas le enderezan al costado,

 

y sobre la cabeza aparejadas

 

le están amenazando mil espadas.

760

Cualquier rumor, cualquiera voz le espanta,

 

cualquier secreto piensa que es negarle:

 

si el brazo mueve alguno y lo levanta

 

piensa el triste que fue para matarle:

 

la soga arrastra, el lazo a la garganta:

765

¿qué confianza puede asegurarle?

 

pues mal el que negar al rey procura

 

tendrá con un tirano fe segura.

 

Si no bastare verlos acabados

 

tan presto, y que ninguno permanece,

770

y los rollos y términos poblados

 

de quien tan justamente lo merece;

 

bandos, casas, linajes estragados,

 

con nombre que los mancha y escurece;

 

baste la obligación con que nacemos,

775

que a nuestro rey y príncipe tenemos.

 

De un paso en otro paso voy saliendo

 

del discurso y materia que seguía;

 

pero aunque vaya ciego discurriendo

 

por caminos más ásperos sin guía,

780

del encendido Marte el son horrendo

 

me hará que atine a la derecha vía;

 

y así seguro desto y confiado

 

me atrevo a reposar, que estoy cansado.

 

 

 

 

 

[256]




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