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Alonso de Ercilla y Zúñiga
La Araucana

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Radical y patriótico es el pensamiento, concebido por la Academia Española, de publicar una Biblioteca selecta de nuestros clásicos autores, y desarrollado estuviera en parte o del todo, si no lo embarazara la escasez de recursos. Conatos hubo de acometer y superar las dificultades hacia la fecha de la última edición del Quijote, ilustrada por el Académico insigne D. Martín Fernández Navarrete. De cerca debía seguir Ercilla a Cervantes, y D. José Vargas Ponce tuvo a cargo la ilustración de La Araucana.

Este preclaro hijo de Cádiz se hallaba en relaciones íntimas con la Academia desde mozo; no era más que guardia marina, cuando alcanzó el premio ofrecido al autor del mejor Elogio de Don Alonso el Sabio. Dotado de superior entendimiento y feliz [VI] memoria; a su sabor en el estudio y acaudalando instrucción vasta; con el estímulo poderoso del lauro debido al primer ensayo de su pluma, la manejó de fácil manera sobre diversos géneros literarios, y dando quizá forma y vida a un centenar de composiciones. Su buen humor y estro fecundo le valieron justa reputación de poeta festivo; su profundo conocimiento de nuestros fastos y su recto juicio sobre las personas y las cosas, de que hizo gala por conducto de la imprenta a menudo, le elevaron al puesto gloriosamente ocupado en la Academia de la Historia por Montiano y Luyando y por Campomanes; su acendrado patriotismo y su amor a las políticas reformas, sentimientos acreditados de igual modo por su expedita pluma durante la heroica guerra de la independencia, le trajeron de diputado a las Cortes ordinarias; méritos grandes se le conocían además de buen crítico y de literato eminente, y con admitirle en su seno, los galardonó la Academia Española. No pudo asistir más que once meses a sus juntas y en dos períodos bien lejanos; de Febrero a Mayo de 1814 el primero, y de Junio de 1820 a Enero de 1821 el segundo, cuyo espacio llena su destierro político de la corte, socolor de encomendarle el arreglo del Archivo de Indias. Repetidamente mostrose fiel por extremo a la memoria agradable del origen de sus estrechas relaciones con nuestra Academia, al promover dos certámenes literarios; en la junta de 22 de Marzo de 1814 el uno, y en la de 27 de Julio [VII] de 1820 el otro, para premiar a los más dignos panegiristas del dos de Mayo, y del sistema constitucional en oposición del absoluto. Sin embargo de su ausencia forzosa de seis años, activa correspondencia mantuvo con la Academia Española; ya haciendo puntual referencia de lo mucho que en Hamburgo se estimaban las obras antiguas de nuestros buenos escritores; ya anunciando el envío de la Silva de Romances viejos castellanos, recién dada a luz en la capital de Austria; ya mandando obsequioso dos obras suyas, de índole tan diferente como el Tontorrontón y el discurso laureado sobre los servicios hechos de 1808 a 1816 por su ciudad nativa. Aún fue el 13 de Julio de 1819 de mayor precio la remisión del plan formado para la publicación de La Araucana, con la vida de Ercilla y diversas notas. Aquí trajo personalmente el 23 de Diciembre de 1820 su análisis del poema famoso, y el 18 de Enero de 1821 cierta exposición autógrafa del poeta ilustre. Mas no fue dado avanzar al respetable Señor Vargas Ponce, pues le sobrevino a poco la muerte, el 6 de Febrero, cuando le faltaban cuatro meses e igual número de días para cumplir sesenta y un años.

Bien desdorante ingratitud hubiera sido no pagar tributo de alabanza a quien supo diligente reunir datos muy preciosos, y de ellos principió a hacer buen uso con observaciones de crítica sana; datos y observaciones, que sobremanera facilitan la tarea confiada a débiles fuerzas hoy que por dicha está la Academia [VIII] Española en situación bastante holgada, para antender a popularizar las obras de nuestros mejores ingenios. Casi todas las de Vargas Ponce adolecen de superabundancia de noticias y reflexiones de varias clases, no siempre oportunas; escritor de erudición extensa, a la pluma daba leve impulso, y de ella fluían especies como a raudales, produciendo así frecuentísimas divagaciones. Sin menoscabo de su legítima fama, necesario es decir que se deleitaba en hacer larga referencia de todo o de mucho al autor o al libro que traía entre manos; y esto mismo le sucedió entonces. Su Advertencia preliminar especificaba el método preferible para la edición proyectada. Al frente iba a poner la vida de Ercilla; después el análisis completo de su obra; luego su parangón peculiar con las antiguas composiciones metrificadas, especialmente con las españolas, y más de propósito con las de su continuador y su antagonista; en seguida la exposición de la influencia de su poema sobre los posteriores; a continuación La Araucana toda; para principio de remate un comentario particular sobre cada canto y sus partes constitutivas, sin omitir su enlace respecto del conjunto, ni sus bellezas más sobresalientes, ni sus descuidos y sus tachas; además una colección de las sentencias de Ercilla, para que más fácilmente se retuvieran de memoria; y a lo último un gran cúmulo de ilustraciones, ociosas algunas de todo punto. Muy contra la voluntad expansiva del señor Vargas Ponce, quizá labrara así [IX] un monumento grandioso, para sepultura de La Araucana.

Otro método parece más recomendable, y consiste en dar a conocer al autor afamado, y en decir de su libro lo suficiente para engolosinar a los lectores, con la explicación de su esencia y su forma, si bien hecha de modo de no desflorar el asunto a fuerza de citas de pasajes, y de laboriosos y prolijos desmenuzamientos, o de áridas y rebuscadas ponderaciones. Por vía de apéndice cabe agregar notas que satisfagan a los eruditos, y completen lo que a la totalidad del trabajo pueda servir de lustre y realce. Así lo quiere sin duda la Academia Española; su edición de La Araucana debe sobrepujar por esmerada y correcta a cuantas se conocen hasta el día, señalándose además por contener todo lo de interés verdadero y relativo al célebre poeta, de quien todavía se ignora mucho; y aunque la tarea está encomendada al menor de sus individuos, con celo ardoroso, y voluntad firme, y tenaz perseverancia, se esforzará por suplir lo que le falte de suficiencia, y por quedar airoso bajo el aspecto de corresponder a la confianza de la Corporación y de no mancillar sus blasones. [XI]

 




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