Pónese la
discordia que entre los caciques de Arauco hubo sobre la elección de capitán general,
y el medio que se tomó por el consejo del cacique Colocolo, con la entrada que
por engaño los bárbaros hicieron en la casa fuerte de Tucapel y la batalla que
con los españoles tuvieron.
Muchos hay en el mundo que han
llegado
|
|
a la engañosa
alteza desta vida,
|
|
que Fortuna los
ha siempre ayudado
|
|
y dádoles la
mano a la subida,
|
|
para, después
de haberlos levantado,
|
5
|
derribarlos con
mísera caïda,
|
|
cuando es mayor
el golpe y sentimiento
|
|
y menos el
pensar que hay mudamiento.
|
|
No entienden
con la próspera bonanza
|
|
que el contento
es principio de tristeza,
|
10
|
ni miran en la
súbita mudanza
|
|
del consumidor
tiempo y su presteza:
|
|
mas con altiva
y vana confianza
|
|
quieren que en
su fortuna haya firmeza;
|
|
la cual, de su
aspereza no olvidada,
|
15
|
revuelve con la
vuelta acostumbrada.
|
[29]
|
Con un revés de
todo se desquita,
|
|
que no quiere
que nadie se le atreva,
|
|
y mucho más que
da siempre les quita,
|
|
no perdonando
cosa vieja o nueva:
|
20
|
de crédito y de
honor los necesita,
|
|
que en el fin
de la vida está la prueba,
|
|
por el cual han de ser todos
juzgados,
|
|
aunque lleven
principios acertados.
|
|
Del bien
perdido al cabo ¿qué nos queda
|
25
|
sino pena,
dolor y pesadumbre?
|
|
Pensar que en
él Fortuna ha de estar queda,
|
|
antes dejara el
sol de darnos lumbre:
|
|
que no es su
condición fijar la rueda,
|
|
y es malo de
mudar vieja costumbre.
|
30
|
El más seguro
bien de la Fortuna
|
|
es no haberla
tenido vez alguna.
|
|
Esto verse
podrá por esta historia:
|
|
ejemplo dello
aquí puede sacarse,
|
|
que no bastó
riqueza, honor y gloria,
|
35
|
con todo el
bien que puede desearse,
|
|
a llevar
adelante la victoria;
|
|
que el claro
cielo al fin vino a turbarse,
|
|
mudando la
Fortuna en triste estado
|
|
el curso y
orden próspera del Hado.
|
40
|
La gente
nuestra ingrata se hallaba
|
|
en
la prosperidad que arriba cuento,
|
|
y en otro mayor bien, que me
olvidaba,
|
|
hallado en
pocas casas, que es contento:
|
|
de tal manera
en él se descuidaba
|
45
|
(cierta señal
de triste acaecimiento)
|
|
que en una hora
perdió el honor y estado
|
|
que en mil años
de afán había ganado.
|
[30]
|
Por dioses,
como dije, eran tenidos
|
|
de los indios
los nuestros; pero olieron
|
50
|
que de mujer y
hombre eran nacidos,
|
|
y todas sus flaquezas
entendieron:
|
|
viéndolos a
miserias sometidos,
|
|
el error
ignorante conocieron,
|
|
ardiendo en
viva rabia avergonzados
|
55
|
por verse de
mortales conquistados.
|
|
No queriendo a
más plazo diferirlo,
|
|
entre ellos
comenzó luego a tratarse
|
|
que, para en
breve tiempo concluirlo
|
|
y dar el modo y
orden de vengarse,
|
60
|
se junten a
consulta a difinirlo,
|
|
do venga la
sentencia a pronunciarse,
|
|
dura, ejemplar,
cruël, irrevocable,
|
|
horrenda a todo
el mundo y espantable.
|
|
Iban ya los caciques ocupando
|
65
|
los campos con
la gente que marchaba,
|
|
y no fue
menester general bando,
|
|
que el deseo de
guerra los llamaba
|
|
sin promesas,
ni pagas, deseando
|
|
el esperado
tiempo, que tardaba,
|
70
|
para el decreto
y áspero castigo,
|
|
con muerte y
destrucción del enemigo.
|
|
De algunos que
en la junta se hallaron
|
|
es bien que
haya memoria de sus nombres,
|
|
que, siendo
incultos bárbaros, ganaron
|
75
|
con no poca
razón claros renombres:
|
|
pues en tan
breve término alcanzaron
|
|
grandes victorias de notables
hombres,
|
|
que de ellas
darán fe los que vivieren,
|
|
y los muertos allá donde
estuvieren.
|
80 [31]
|
Tucapel se
llamaba aquel primero
|
|
que al plazo
señalado había venido;
|
|
éste fue de
cristianos carnicero,
|
|
siempre en su
enemistad endurecido,
|
|
tiene tres mil
vasallos el guerrero,
|
85
|
de todos como
rey obedecido.
|
|
Ongol luego
llegó, mozo valiente;
|
|
gobierna cuatro
mil, lucida gente.
|
|
Cayocupil,
cacique bullicioso,
|
|
no fue el
postrero que dejó su tierra;
|
90
|
que allí llegó
el tercero, deseoso
|
|
de hacer a todo
el mundo él solo guerra:
|
|
tres mil
vasallos tiene este famoso
|
|
usados tras las
fieras en la sierra.
|
|
Millarapué,
aunque viejo, el cuarto vino,
|
95
|
que cinco mil
gobierna de contino.
|
|
Paicabí se
juntó aquel mismo día,
|
|
tres mil fuertes soldados
señorea.
|
|
No lejos
Lemolemo dél venía,
|
|
que tiene seis
mil hombres de pelea.
|
100
|
Mareguano,
Gualemo y Lebopía
|
|
se dan priesa a
llegar, porque se vea
|
|
que quieren ser
en todo los primeros;
|
|
gobiernan estos
tres tres mil guerreros.
|
|
No se tardó en
venir, pues, Elicura
|
105
|
que al tiempo y
plazo puesto había llegado,
|
|
de gran cuerpo,
robusto en la hechura,
|
|
por uno de los
fuertes reputado:
|
|
dice que estar
sujeto es gran locura
|
|
quien seis mil
hombres tiene a su mandado.
|
110
|
Luego llegó el
anciano Colocolo;
|
|
otros tantos y
más rige éste solo.
|
[32]
|
Tras éste a la
consulta Ongolmo viene,
|
|
que cuatro mil
guerreros gobernaba.
|
|
Purén en
arribar no se detiene,
|
115
|
seis mil
súbditos éste administraba.
|
|
Pasados de seis
mil Lincoya tiene,
|
|
que bravo y
orgulloso ya llegaba,
|
|
diestro,
gallardo, fiero en el semblante,
|
|
de proporción y
altura de gigante.
|
120
|
Peteguelén,
cacique señalado,
|
|
que el gran
valle de Arauco le obedece
|
|
por natural Señor, y así el
estado
|
|
este nombre
tomó, según parece,
|
|
como Venecia,
pueblo libertado,
|
125
|
que en todo
aquel gobierno más florece:
|
|
tomando el
nombre de él la Señoría,
|
|
así guarda el
estado el nombre hoy día.
|
|
Éste no se
halló personalmente,
|
|
por estar
impedido de cristianos;
|
130
|
pero de seis
mil hombres que él valiente
|
|
gobierna,
naturales araucanos,
|
|
acudió
desmandada alguna gente
|
|
a ver si es
menester mandar las manos.
|
|
Caupolicán el
fuerte no venía,
|
135
|
que
toda Pilmaiquén le obedecía.
|
|
Tomé y
Andalicán también vinieron,
|
|
que eran del
araucano regimiento,
|
|
y otros muchos caciques
acudieron,
|
|
que por no ser
prolijo no los cuento.
|
140
|
Todos con leda
faz se recibieron,
|
|
mostrando en
verse juntos gran contento.
|
|
Después de
razonar en su venida
|
|
se comenzó la
espléndida comida.
|
[33]
|
Al tiempo que
el beber furioso andaba,
|
145
|
y mal de las tinajas el
partido,
|
|
de palabra en
palabra se llegaba
|
|
a encenderse
entre todos gran ruïdo:
|
|
la razón uno de
otro no escuchaba:
|
|
sabida la
ocasión do había nacido,
|
150
|
vino sobre cuál
era el más valiente
|
|
y digno del
gobierno de la gente.
|
|
Así creció el
furor, que derribando
|
|
las mesas, de manjares
ocupadas,
|
|
aguijan a las armas, desgajando
|
155
|
las armas al
depósito obligadas;
|
|
y dellas se
aperciben, no cesando
|
|
palabras
peligrosas y pesadas,
|
|
que atizaban la
cólera encendida
|
|
con el calor
del vino y la comida.
|
160
|
El audaz
Tucapel claro decía
|
|
que el cargo
del mandar le pertenece,
|
|
pues todo el
universo conocía
|
|
que si va por
valor que lo merece:
|
|
«Ninguno se me
iguala en valentía;
|
165
|
de mostrarlo
estoy presto, si se ofrece,
|
|
(añade el
jactancioso) a quien quisiere;
|
|
y aquel que
esta razón contradijere...»
|
|
Sin dejarle
acabar dijo Elicura:
|
|
«A mí es dado
el gobierno desta danza,
|
170
|
y el simple que
intentare otra locura
|
|
ha de probar el
hierro de esta lanza.»
|
|
Ongolmo, que el
primero ser procura,
|
|
dice: «Yo no he
perdido la esperanza
|
|
en tanto que
este brazo sustentare
|
175
|
y con él la
ferrada gobernare.»
|
[34]
|
De cólera
Lincoya y rabia insano
|
|
responde:
«Tratar de eso es devaneo,
|
|
que ser señor
del mundo es en mi mano,
|
|
si en ella
libre este bastón poseo.»
|
180
|
«Ninguno, dice
Ongol, será tan vano
|
|
que ponga en
igualárseme el deseo,
|
|
pues
es más el temor que pasaría
|
|
que la gloria
que el hecho le daría.»
|
|
Cayocupil
furioso y arrogante
|
185
|
la maza
esgrime, haciéndose a lo largo,
|
|
diciendo: «Yo
veré quién es bastante
|
|
a dar de lo que
ha dicho más descargo:
|
|
haceos los pretensores
adelante,
|
|
veremos de cuál
de ellos es el cargo;
|
190
|
que de probar
aquí luego me ofrezco
|
|
que más que
todos juntos lo merezco.»
|
|
»Alto, sus, que
yo aceto el desafío
|
|
(responde
Lemolemo), y tengo en nada
|
|
poner a prueba
lo que es mío,
|
195
|
que más quiero
librarlo por la espada:
|
|
mostraré ser
verdad lo que porfío
|
|
a dos, a
cuatro, a seis en la estacada;
|
|
y si todos
cuestión queréis conmigo,
|
|
os haré
manifiesto lo que digo.»
|
200
|
Purén, que
estaba aparte, habiendo oído
|
|
la plática
enconosa y rumor grande,
|
|
diciendo, en
medio de ellos se ha metido,
|
|
que nadie en su
presencia se desmande;
|
|
y ¿quién imaginar es atrevido
|
205
|
que donde está
Purén más otro mande?
|
|
La grita y el
furor se multiplica,
|
|
quién esgrime
la maza, y quién la pica.
|
[35]
|
Tomé y otros caciques se
metieron
|
|
en medio de
estos bárbaros de presto,
|
210
|
y con
dificultad los despartieron,
|
|
que no hicieron
poco en hacer esto:
|
|
de herirse
lugar aún no tuvieron,
|
|
y en voz airada
ya el temor pospuesto,
|
|
Colocolo, el
cacique más anciano,
|
215
|
a razonar así
tomó la mano.-
|
|
«Caciques, del
Estado defensores,
|
|
codicia de
mandar no me convida
|
|
a pesarme de
veros pretensores
|
|
de cosa que a
mí tanto era debida:
|
220
|
porque, según
mi edad, ya veis, señores,
|
|
que estoy al
otro mundo de partida;
|
|
mas el amor que
siempre os he mostrado
|
|
a bien
aconsejaros me ha incitado.
|
|
»¿Por qué
cargos honrosos pretendemos
|
225
|
y ser en opinión grande
tenidos,
|
|
pues que negar
al mundo no podemos
|
|
haber sido
sujetos y vencidos?
|
|
Y en esto
averiguarnos no queremos,
|
|
estando
aún de españoles oprimidos:
|
230
|
mejor fuera esa
furia ejecutalla
|
|
contra el fiero
enemigo en la batalla.
|
|
»¿Qué furor es
el vuestro ¡oh araucanos!
|
|
que a perdición
os lleva sin sentido?
|
|
¿Contra
vuestras entrañas tenéis manos,
|
235
|
y no contra el
tirano en resistillo?
|
|
¿Teniendo tan a
golpe a los cristianos
|
|
volvéis contra
vosotros el cuchillo?
|
|
Si gana de
morir os ha movido,
|
|
no sea en tan
bajo estado y abatido.
|
240 [36]
|
»Volved las
armas y ánimo furioso
|
|
a los pechos de
aquellos que os han puesto
|
|
en dura
sujeción, con afrentoso
|
|
partido, a todo
el mundo manifiesto;
|
|
lanzad de vos
el yugo vergonzoso;
|
245
|
mostrad vuestro
valor y fuerza en esto:
|
|
no derraméis la
sangre del estado
|
|
que para
redimirnos ha quedado.
|
|
»No me pesa de
ver la lozanía
|
|
de vuestro
corazón, antes me esfuerza;
|
250
|
mas temo que
esta vuestra valentía,
|
|
por mal
gobierno, el buen camino tuerza:
|
|
que, vuelta
entre nosotros la porfía,
|
|
degolléis
nuestra patria con su fuerza:
|
|
cortad, pues,
si ha de ser desa manera,
|
255
|
esta vieja
garganta la primera:
|
|
»Que esta flaca
persona, atormentada
|
|
de golpes de
fortuna, no procura
|
|
sino el agudo
filo de una espada,
|
|
pues no la
acaba tanta desventura.
|
260
|
Aquella vida es
bien afortunada
|
|
que la temprana
muerte la asegura;
|
|
pero, a nuestro
bien público atendiendo,
|
|
quiero decir en
esto lo que entiendo.
|
|
»Pares sois en valor y fortaleza;
|
265
|
el cielo os
igualó en el nacimiento;
|
|
de linaje, de
estado y de riqueza
|
|
hizo a todos
igual repartimiento;
|
|
y en singular por ánimo y
grandeza
|
|
podéis tener
del mundo el regimiento:
|
270
|
que este
precioso don, no agradecido,
|
|
nos ha al
presente término traído.
|
[37]
|
»En la virtud
de vuestro brazo espero
|
|
que puede en
breve tiempo remediarse,
|
|
mas ha de haber
un capitán primero
|
275
|
que todos por
él quieran gobernarse:
|
|
este
será quien más un gran madero
|
|
sustentare en
el hombro sin pararse;
|
|
y pues que sois
iguales en la suerte,
|
|
procure cada
cual ser el más fuerte.»-
|
280
|
Ningún hombre
dejó de estar atento
|
|
oyendo del anciano
las razones,
|
|
y puesto ya
silencio al parlamento,
|
|
hubo entre
ellos diversas opiniones:
|
|
al fin, de
general consentimiento,
|
285
|
siguiendo las mejores
intenciones,
|
|
por todos los caciques acordado
|
|
lo propuesto
del viejo fue acetado.
|
|
Podría de
alguno ser aquí una cosa
|
|
que parece sin
término notada,
|
290
|
y es que una
provincia poderosa,
|
|
en la milicia
tanto ejercitada,
|
|
de leyes y ordenanzas abundosa,
|
|
no hubiese una
cabeza señalada
|
|
a quien tocase
el mando y regimiento,
|
295
|
sin allegar a
tanto rompimiento.
|
|
Respondo a esto
que nunca sin caudillo
|
|
la tierra
estuvo electo del senado;
|
|
que, como dije,
en Penco el Ainavillo
|
|
fue por nuestra
nación desbaratado;
|
300
|
y viniendo de
paz, en un castillo
|
|
se dice, aunque
no es cierto, que un bocado
|
|
le dieron de
veneno en la comida,
|
|
donde acabó su
cargo con la vida.
|
[38]
|
Pues el madero
súbito traído,
|
305
|
(no me atrevo a
decir lo que pesaba),
|
|
era un macizo
líbano fornido,
|
|
que con
dificultad se rodeaba:
|
|
Paicabí le
aferró menos sufrido,
|
|
y en los
valientes hombros le afirmaba;
|
310
|
seis horas lo
sostuvo aquel membrudo,
|
|
pero llegar a
siete jamás pudo.
|
|
Cayocupil al
tronco aguija presto,
|
|
de ser el más
valiente confiado,
|
|
y encima de los
altos hombros puesto,
|
315
|
lo deja a las cinco
horas de cansado:
|
|
Gualemo lo
probó, joven dispuesto,
|
|
mas no pasó de
allí; y esto acabado,
|
|
Ongol el grueso
leño tomó luego:
|
|
duró seis horas largas en el
juego.
|
320
|
Purén tras él
lo trujo medio día,
|
|
y el esforzado
Ongolmo más de medio;
|
|
y cuatro horas
y media Lebopía,
|
|
que
de sufrirle más no hubo remedio:
|
|
Lemolemo siete
horas le traía,
|
325
|
el cual jamás
en todo este comedio
|
|
dejó de andar
acá y allá saltando,
|
|
hasta que ya el
vigor le fue faltando.
|
|
Elicura a la
prueba se previene,
|
|
y en sustentar
el líbano trabaja;
|
330
|
a nueve horas
dejarle le conviene,
|
|
que no pudiera
más si fuera paja.
|
|
Tucapelo
catorce lo sostiene,
|
|
encareciendo
todos la ventaja.
|
|
Pero en esto
Lincoya apercibido
|
335
|
mudó en un gran
silencio aquel ruïdo.
|
[39]
|
De los hombros
el manto derribando
|
|
las terribles espaldas
descubría,
|
|
y el duro y
grave leño levantando
|
|
sobre el
fornido asiento lo ponía:
|
340
|
corre ligero
aquí y allí, mostrando
|
|
que poco
aquella carga le impedía:
|
|
Era de Sol a
Sol el día pasado,
|
|
y el peso
sustentaba aún no cansado.
|
|
Venía apriesa
la noche, aborrecida
|
345
|
por la ausencia
del Sol; pero Diana
|
|
les daba
claridad con su salida,
|
|
mostrándose a
tal tiempo más lozana;
|
|
Lincoya con la
carga no convida
|
|
aunque ya
despuntaba la mañana,
|
350
|
hasta que llegó
el Sol al medio cielo,
|
|
que dio con
ella entonces en el suelo.
|
|
No se vio allí
persona en tanta gente
|
|
que no quedase
atónita de espanto,
|
|
creyendo no
haber hombre tan potente
|
355
|
que la pesada
carga sufra tanto:
|
|
la ventaja le
daban, juntamente
|
|
con el
gobierno, mando, y todo cuanto
|
|
a digno general
era debido,
|
|
hasta allí
justamente merecido.
|
360
|
Ufano andaba el
bárbaro y contento
|
|
de haberse más
que todos señalado;
|
|
cuando
Caupolicán a aquel asiento
|
|
sin gente a la
ligera había llegado:
|
|
tenía un ojo
sin luz de nacimiento,
|
365
|
como un fino
granate colorado;
|
|
pero lo que en
la vista le faltaba
|
|
en la fuerza y
esfuerzo le sobraba.
|
[40]
|
Era este noble
mozo de alto hecho,
|
|
varón de
autoridad, grave y severo,
|
370
|
amigo
de guardar todo derecho,
|
|
áspero,
riguroso, justiciero,
|
|
de cuerpo
grande y relevado pecho,
|
|
hábil, diestro,
fortísimo y ligero,
|
|
sabio, astuto,
sagaz, determinado,
|
375
|
y en casos de
repente reportado.
|
|
Fue con alegre
muestra recibido,
|
|
aunque no sé si
todos se alegraron:
|
|
el caso en esta
suma referido
|
|
por su término
y puntos le contaron:
|
380
|
Viendo que
Apolo ya se había escondido
|
|
en el profundo
mar, determinaron
|
|
que la prueba
de aquél se dilatase
|
|
hasta que la
esperada luz llegase.
|
|
Pasábase la
noche en gran porfía
|
385
|
que causó esta
venida entre la gente;
|
|
cuál se atiene
a Lincoya, y cuál decía
|
|
que es el
Caupolicano más valiente:
|
|
Apuestas en favor y contra
había,
|
|
otros sin
apostar dudosamente
|
390
|
hacia el
oriente vueltos aguardaban
|
|
si los febeos caballos
asomaban.
|
|
Ya la rosada
Aurora comenzaba
|
|
las nubes a
bordar de mil labores,
|
|
y a la usada
labranza dispertaba
|
395
|
la miserable
gente y labradores:
|
|
y a los marchitos campos
restauraba
|
|
la frescura
perdida y sus colores,
|
|
aclarando aquel
valle la luz nueva,
|
|
cuando
Caupolicán viene a la prueba.
|
400 [41]
|
Con un desdén y
muestra confiada
|
|
asiendo del
troncón duro y ñudoso,
|
|
como si fuera
vara delicada,
|
|
se le pone en
el hombro poderoso:
|
|
La gente
enmudeció, maravillada
|
405
|
de ver el
fuerte cuerpo tan nervoso;
|
|
la color a
Lincoya se le muda,
|
|
poniendo en su
victoria mucha duda.
|
|
El bárbaro
sagaz despacio andaba,
|
|
y a toda priesa
entraba el claro día;
|
410
|
el Sol las largas sombras
acortaba,
|
|
mas él nunca
descrece en su porfía:
|
|
al ocaso la luz
se retiraba,
|
|
ni por esto
flaqueza en él había:
|
|
las estrellas
se muestran claramente,
|
415
|
y no muestra
cansancio aquel valiente.
|
|
Salió la clara
Luna a ver la fiesta
|
|
del
tenebroso albergue húmido y frío,
|
|
desocupando el
campo y la floresta
|
|
de un negro
velo lóbrego y sombrío:
|
420
|
Caupolicán no
afloja de su apuesta,
|
|
antes con nueva fuerza y mayor
brío
|
|
se mueve y
representa de manera
|
|
como si peso
alguno no trujera.
|
|
Por entre dos
altísimos egidos
|
425
|
la esposa de
Titón ya parecía,
|
|
los dorados
cabellos esparcidos,
|
|
que de la
fresca helada sacudía,
|
|
con que a los
mustios prados florecidos
|
|
con el húmido
humor reverdecía,
|
430
|
y quedaba engastado así en las flores
|
|
cual perlas
entre piedras de colores.
|
[42]
|
El carro de
Faetón sale corriendo
|
|
del mar por el
camino acostumbrado:
|
|
sus sombras van los montes
recogiendo
|
435
|
de la vista del
Sol, y el esforzado
|
|
varón, el grave
peso sosteniendo,
|
|
acá y allá se
mueve no cansado;
|
|
aunque otra vez
la negra sombra espesa
|
|
tornaba a
parecer corriendo apriesa.
|
440
|
La Luna su
salida provechosa
|
|
por un espacio
largo dilataba:
|
|
al fin turbia,
encendida y perezosa,
|
|
de rostro y luz
escasa se mostraba:
|
|
Parose al medio
curso más hermosa
|
445
|
a ver la
extraña prueba en qué paraba;
|
|
y viéndola en
el punto y ser primero
|
|
se derribó en
el ártico hemisfero;
|
|
y el bárbaro en
el hombro la gran viga,
|
|
sin muestra de
mudanza y pesadumbre,
|
450
|
venciendo con
esfuerzo la fatiga,
|
|
y creciendo la
fuerza por costumbre.
|
|
Apolo en
seguimiento de su amiga
|
|
tendido había
los rayos de su lumbre;
|
|
y el hijo de
Leocán en el semblante
|
455
|
más firme que
al principio y más constante.
|
|
Era salido el
Sol, cuando el enorme
|
|
peso de las
espaldas despedía,
|
|
y un salto dio
en lanzándole disforme,
|
|
mostrando que
aún más ánimo tenía:
|
460
|
el circunstante
pueblo en voz conforme
|
|
pronunció la
sentencia, y le decía:
|
|
«Sobre tan
firmes hombros descargamos
|
|
el peso y
grande carga que tomamos.»
|
[43]
|
El
nuevo juego y pleito difinido,
|
465
|
con las más
cerimonias que supieron
|
|
por sumo
capitán fue recebido,
|
|
y a su
gobernación se sometieron.
|
|
Creció en
reputación, fue tan temido,
|
|
y en opinión
tan grande le tuvieron,
|
470
|
que ausentes muchas leguas dél
temblaban,
|
|
y casi como a
rey le respetaban.
|
|
Es cosa en que
mil gentes han parado,
|
|
y están en duda muchos hoy en
día,
|
|
pareciéndoles
que esto que he contado
|
475
|
es alguna
ficción y poesía:
|
|
pues en razón
no cabe, que un senado
|
|
de tan gran
diciplina y policía
|
|
pusiese una
elección de tanto peso
|
|
en la robusta
fuerza y no en el seso.
|
480
|
Sabed que fue
artificio, fue prudencia
|
|
del sabio
Colocolo, que miraba
|
|
la dañosa
discordia y diferencia
|
|
y el gran
peligro en que su patria andaba,
|
|
conociendo el
valor y suficiencia
|
485
|
de este
Caupolicán que ausente estaba,
|
|
varón en cuerpo y fuerzas
extremado,
|
|
de rara
industria y ánimo dotado.
|
|
Así propuso
astuta y sabiamente,
|
|
para que la
elección se dilatase,
|
490
|
la prueba al
parecer impertinente
|
|
en que
Caupolicán se señalase,
|
|
y en esta
dilación secretamente
|
|
dándole aviso,
a la elección llegase,
|
|
trayendo así el
negocio por rodeo
|
495
|
a conseguir su
fin y buen deseo.
|
[44]
|
Celebraba con
pompa allí el senado
|
|
de la justa
elección la fiesta honrosa,
|
|
y el nuevo
capitán, ya con cuidado
|
|
de dar
principio a alguna grande cosa,
|
500
|
manda a Palta
sargento que, callado,
|
|
de la gente más
presta y animosa
|
|
ochenta
diestros hombres aperciba,
|
|
y a su cargo
apartados los reciba.
|
|
Fueron pues escogidos los
ochenta
|
505
|
de más esfuerzo
y menos conocidos;
|
|
entre ellos dos
soldados de gran cuenta
|
|
por quien
fuesen mandados y regidos,
|
|
hombres
diestros, usados en afrenta,
|
|
a cualquiera
peligro apercebidos,
|
510
|
el uno se
llamaba Cayeguano
|
|
el
otro Alcatipay de Talcaguano.
|
|
Tres castillos los nuestros
ocupados
|
|
tenían para el
seguro de la tierra,
|
|
de fuertes y anchos muros
fabricados,
|
515
|
con foso que
los ciñe en torno y cierra
|
|
guarnecidos de
pláticos soldados,
|
|
usados al
trabajo de la guerra,
|
|
caballos, bastimento,
artillería
|
|
que en espesas
troneras asistía.
|
520
|
Estaba el uno
cerca del asiento
|
|
adonde era la
fiesta celebrada;
|
|
y el araucano
ejército contento,
|
|
mostrando no
tener al mundo en nada:
|
|
que con
discurso vano y movimiento
|
525
|
quería llevarlo
todo a pura espada;
|
|
pero Caupolicán
más cuerdamente
|
|
trataba del
remedio conveniente.
|
[45]
|
Había entre
ellos algunas opiniones
|
|
de cercar el
castillo más vecino;
|
530
|
otros, que con
formados escuadrones
|
|
a Penco
enderezasen el camino:
|
|
dadas de cada
parte sus razones,
|
|
Caupolicán en
nada desto vino,
|
|
antes al
pabellón se retiraba
|
535
|
y a los ochenta
bárbaros llamaba.
|
|
Para entrar al
castillo fácilmente
|
|
les da
industria y manera disfrazada,
|
|
con expresa
instrucción que plaza y gente
|
|
metan a fuego y
a rigor de espada:
|
540
|
porque él luego
tras ellos diligente
|
|
ocupará los
pasos y la entrada:
|
|
después de haberlos bien
amonestado
|
|
pusieron en
efeto lo tratado.
|
|
Era en aquella
plaza y edificio
|
545
|
la entrada a
los de Arauco defendida,
|
|
salvo los
necesarios al servicio
|
|
de la gente
española, estatuïda
|
|
a la defensa de
ella y ejercicio
|
|
de la fiera
Belona embravecida;
|
550
|
y así los cautos bárbaros
soldados
|
|
de feno, yerba
y leña iban cargados.
|
|
Sordos a las
demandas y preguntas,
|
|
siguen su
intento y el camino usado,
|
|
las cargas en hilera y orden
juntas,
|
555
|
habiendo entre
los haces sepultado
|
|
astas fornidas
de ferradas puntas;
|
|
y así contra el
castillo, descuidado
|
|
del
encubierto engaño, caminaban,
|
|
y en los vedados límites
entraban.
|
560 [46]
|
El puente, muro
y puerta atravesando,
|
|
miserables, los gestos
afligidos,
|
|
algunos de
cansados cojeando,
|
|
mostrándose
marchitos y encojidos;
|
|
pero dentro las
cargas desatando,
|
565
|
arrebatan las armas atrevidos,
|
|
con amenaza,
orgullo y confianza
|
|
de la esperada
y súbita venganza.
|
|
Los fuertes españoles
salteados,
|
|
viendo la
airada muerte tan vecina,
|
570
|
corren presto a
las armas, aterrados
|
|
de la extraña
cautela repentina;
|
|
y, a vencer o
morir determinados,
|
|
cuál con
celada, cuál con coracina,
|
|
salen a
resistir la furia insana
|
575
|
de la brava y
audaz gente araucana.
|
|
Asáltanse con
ímpetu furioso,
|
|
suenan los
hierros de una y otra parte;
|
|
allí muestra su
fuerza el sanguinoso
|
|
y más que nunca
embravecido Marte:
|
580
|
de vencer cada
uno deseoso,
|
|
buscaba nuevo
modo, industria y arte
|
|
de encaminar el
golpe de la espada
|
|
por do diese a
la muerte franca entrada.
|
|
La saña y el
coraje se renueva
|
585
|
con la sangre
que saca el hierro duro,
|
|
y la española
gente a la india lleva
|
|
a dar de las
espaldas en el muro.
|
|
ya el infiel
escuadrón con fuerza nueva
|
|
cobra el
perdido campo mal seguro,
|
590
|
que estaba de
los golpes esforzados
|
|
cubierto de
armas, y ellos desarmados.
|
[47]
|
Viéndose en
tanto estrecho los cristianos,
|
|
de temor y
vergüenza constreñidos,
|
|
las espadas aprietan en las
manos,
|
595
|
en ira envueltos y en furor
metidos:
|
|
cargan sobre
los fieros araucanos,
|
|
por el ímpetu
nuevo enflaquecidos;
|
|
entran en ellos, hieren y
derriban,
|
|
y a muchos de
cuidado y vida privan.
|
600
|
Siempre los
españoles mejoraban,
|
|
haciendo fiero
estrago y tan sangriento
|
|
en los osados indios, que
pagaban
|
|
el poco seso y
mucho atrevimiento:
|
|
Casi defensa en
ellos no hallaban:
|
605
|
pierden
la plaza y cobran escarmiento:
|
|
al fin de tal
manera los trataron
|
|
que a fuerza de
los muros los lanzaron.
|
|
Apenas Cayeguán
y Talcaguano
|
|
salían, cuando
con paso apresurado
|
610
|
asomó el escuadrón
caupolicano
|
|
teniendo el
hecho ya por acabado;
|
|
mas viendo el
esperado efeto vano,
|
|
y el puente del
castillo levantado,
|
|
pone cerco
sobre él, con juramento
|
615
|
de no dejarle
piedra en el cimiento.
|
|
Sintiendo un
español mozo que había
|
|
demasiado temor
en nuestra gente,
|
|
más de
temeridad que de osadía,
|
|
cala sin miedo
y sin ayuda el puente,
|
620
|
y puesto en
medio dél alto decía:
|
|
«Salga
adelante, salga el más valiente;
|
|
uno por uno a
treinta desafío,
|
|
y a mil no
negaré este cuerpo mío.»
|
[48]
|
No tan presto
las fieras acudieron
|
625
|
al bramar de la
res desamparada,
|
|
que de lejos
sin orden conocieron
|
|
del pueblo y
moradores apartada,
|
|
como los
araucanos cuando oyeron
|
|
del valiente
español la voz osada,
|
630
|
partiendo más
de ciento presurosos,
|
|
del lance y
cierta presa codiciosos.
|
|
No porque
tantos vengan temor tiene
|
|
el gallardo
español, ni esto le espanta,
|
|
antes al
escuadrón que espeso viene
|
635
|
por mejor
recibirle se adelanta:
|
|
El curso
enfrena, el ímpetu detiene
|
|
de los fieros
contrarios, que con tanta
|
|
furia se arroja
entre ellos sin recelo,
|
|
que rodaron
algunos por el suelo.
|
640
|
De dos golpes a
dos tendió por tierra,
|
|
la espada
revolviendo a todos lados:
|
|
aquí esparce
una junta, y allí cierra
|
|
a donde ve los
más amontonados:
|
|
igual andaba la
desigual guerra
|
645
|
cuando los
españoles bien armados,
|
|
abriendo con
presteza un gran postigo
|
|
salen a la
defensa del amigo.
|
|
Acuden los
contrarios de otra parte,
|
|
y en medio de
aquel campo y ancho llano
|
650
|
al ejercicio
del sangriento Marte
|
|
viene el bando
español y araucano:
|
|
la
primera batalla se desparte,
|
|
que era de
ciento a un solo castellano,
|
|
vuelven el
crudo hierro no teñido
|
655
|
contra los que
del fuerte habían salido.
|
[49]
|
Arrójanse con
furia, no dudando,
|
|
en las agudas armas por
juntarse,
|
|
y con las duras
puntas van tentando
|
|
las partes por do más pueden
dañarse:
|
660
|
cual los cíclopes suelen
martillando
|
|
en las vulcanas
yunques fatigarse,
|
|
así martillan, baten y
cercenan,
|
|
y las cavernas cóncavas
atruenan.
|
|
Andaba la
victoria así igualmente;
|
665
|
mas gran
ventaja y diferencia había
|
|
en el número y
copia de la gente,
|
|
aunque el valor
de España lo suplía:
|
|
pero el
soberbio bárbaro impaciente,
|
|
viendo que un
nuestro a ciento resistía,
|
670
|
con diabólica
furia y movimiento
|
|
arranca a los
cristianos del asiento.
|
|
Los españoles sin poder
sufrillo
|
|
dejan el campo
y de tropel corriendo
|
|
se lanzan por
las puertas del castillo,
|
675
|
al bárbaro la
entrada resistiendo,
|
|
levan el
puente, calan el rastrillo,
|
|
reparos y defensas previniendo,
|
|
suben tiros y
fuegos a lo alto,
|
|
temiendo el
enemigo y fiero asalto.
|
680
|
Pero viendo ser
todo perdimiento,
|
|
y aprovecharles
poco o casi nada,
|
|
de voto y de
común consentimiento
|
|
su clara
destruición considerada,
|
|
acuerdan de
dejar el fuerte asiento;
|
685
|
y así en la
escura noche deseada,
|
|
cuando se
muestra el mundo más quiëto
|
|
la partida
pusieron en efeto.
|
[50]
|
A punto estaban
y a caballo, cuando
|
|
abren las
puertas, derribando el puente,
|
690
|
y a los prestos caballos
aguijando
|
|
el escuadrón
embisten de la frente;
|
|
rompen por él
hiriendo y tropellando,
|
|
y sin hombre
perder dichosamente
|
|
arriban a
Purén, plaza segura,
|
695
|
cubiertos de la
noche y sombra escura.
|
|
Mientras esto
en Arauco sucedía,
|
|
en el pueblo de
Penco más vecino,
|
|
que a la sazón
en Chile florecía,
|
|
fértil
de ricas minas de oro fino,
|
700
|
el capitán
Valdivia residía;
|
|
donde la nueva
por el aire vino,
|
|
que afirmaba
con término asignado
|
|
la alteración y
junta del estado.
|
|
El común,
siempre amigo de ruïdo,
|
705
|
la libertad y
guerra deseando,
|
|
por su parte
alterado y removido,
|
|
se va con este
son desentonando:
|
|
al servicio no
acude prometido,
|
|
sacudiendo la
carga y levantando
|
710
|
la soberbia
cerviz desvergonzada,
|
|
negando la
obediencia a Carlos dada.
|
|
Valdivia,
perezoso y negligente,
|
|
incrédulo,
remiso y descuidado,
|
|
hizo en la
Concepción copia de gente,
|
715
|
más que en
ella, en su dicha confiado:
|
|
el cual, si
fuera un poco diligente,
|
|
hallaba en pie
el castillo arruinado,
|
|
con soldados,
con armas, municiones,
|
|
seis piezas de campaña y dos
cañones.
|
720 [51]
|
Tenía con la
Imperial concierto hecho
|
|
que alguna
gente armada le enviase,
|
|
la cual a
Tucapel fuese en derecho,
|
|
donde con él a
tiempo se juntase:
|
|
resoluto en hacer allí de hecho
|
725
|
un ejemplar
castigo, que sonase
|
|
en todos los
confines de la tierra,
|
|
porque jamás
moviesen otra guerra.
|
|
Pero dejó el
camino provechoso,
|
|
y, descuidado
dél, torció la vía,
|
730
|
metiéndose por
otro, codicioso,
|
|
que era donde
una mina de oro había:
|
|
y de ver el tributo y don
hermoso,
|
|
que de sus
ricas venas ofrecía,
|
|
paró de la
codicia embarazado,
|
735
|
cortando el
hilo próspero del hado.
|
|
A partir (como
dije) antes, llegaba
|
|
al concierto en
el tiempo prometido:
|
|
mas el metal
goloso que sacaba
|
|
le tuvo a tal
sazón embebecido:
|
740
|
después salió
de allí, y se apresuraba
|
|
cuando fuera
mejor no haber salido.
|
|
Quiero dar fin
al canto, porque pueda
|
|
decir de la
codicia lo que queda.
|
|