Valdivia con
pocos españoles y algunos indios amigos camina a la casa de Tucapel para hacer
el castigo. Mátanle los araucanos a los corredores en el camino en un paso
estrecho y danle después la batalla, en la cual fue muerto él y toda su gente
por el gran esfuerzo y valentía de Lautaro.
¡Oh incurable mal! ¡oh
gran fatiga
|
|
con tanta
diligencia alimentada!
|
|
Vicio común y
pegajosa liga,
|
|
voluntad sin
razón desenfrenada;
|
|
del provecho y
bien público enemiga;
|
5
|
sedienta
bestia, hidrópica hinchada,
|
|
principio y fin
de todos nuestros males.
|
|
¡Oh insaciable
codicia de mortales!
|
|
No en el
pomposo estado a los señores
|
|
contentos en el
alto asiento vemos,
|
10
|
ni a
pobrecillos bajos labradores
|
|
libres de esta
dolencia conocemos:
|
|
ni el deseo y
ambición de ser mayores
|
|
que tenga fin y
límite sabemos:
|
|
el fausto, la riqueza
y el estado,
|
15
|
hincha, pero no
harta, al más templado.
|
[53]
|
A Valdivia
mirad, de pobre infante
|
|
si era poco el
estado que tenía,
|
|
cincuenta mil
vasallos que delante
|
|
le ofrecen doce
marcos de oro al día:
|
20
|
esto y aun
mucho más no era bastante,
|
|
y así la hambre
allí lo detenía;
|
|
codicia fue
ocasión de tanta guerra,
|
|
y perdición
total de aquesta tierra.
|
|
Ésta fue quien halló los
apartados
|
25
|
indios de las
antárticas regiones;
|
|
por ésta eran
sin orden trabajados
|
|
con dura
imposición y vejaciones:
|
|
pero rotas las
cinchas de apretados,
|
|
buscaron modo y
nuevas invenciones
|
30
|
de libertad,
con áspera venganza,
|
|
levantando el
trabajo la esperanza.
|
|
Cuán cierto es,
cómo claro conocemos,
|
|
que al doliente
en salud consejos damos,
|
|
y aprovecharnos
dellos no sabemos;
|
35
|
pero de
predicarlos nos preciamos.
|
|
Cuando en la
sosegada paz nos vemos,
|
|
¡qué
bien la dura guerra platicamos!
|
|
¡Qué bien damos consejos y
razones
|
|
lejos de los peligros y
ocasiones!
|
40
|
¡Cómo de los que yerran
abominan
|
|
los que están
libres en seguro puerto!
|
|
¡Qué bien de allí las cosas
encaminan,
|
|
y dan en todo
un medio y buen concierto!
|
|
¡Con qué
facilidad se determinan,
|
45
|
visto el suceso
y daño descubierto!
|
|
Dios sabe aquel
que la derecha vía,
|
|
metido en la
ocasión, acertaría.
|
[54]
|
Valdivia iba
siguiendo su jornada,
|
|
y el duro
disponer del hado duro,
|
50
|
no con la furia
y priesa acostumbrada,
|
|
présago y con
temor de mal futuro:
|
|
sospechoso de bárbara
emboscada,
|
|
por hacer el
camino más seguro,
|
|
echó algunos
delante para prueba,
|
55
|
pero jamás
volvieron con la nueva.
|
|
Viendo los
nuestros ya que al plazo puesto
|
|
los tardos corredores no
volvían,
|
|
unos juzgan el
daño manifiesto,
|
|
otros
impedimentos les ponían:
|
60
|
hubo consejo y
parecer sobre esto;
|
|
al cabo en
caminar se resolvían,
|
|
ofreciéndose
todos a una suerte,
|
|
a un mismo caso
y a una misma muerte.
|
|
Aunque el temor
allí tras esto vino,
|
65
|
en sus
valientes brazos se atrevieron,
|
|
y a su próspera
suerte y buen destino
|
|
el dudoso
suceso cometieron:
|
|
no dos leguas
andadas del camino,
|
|
las amigas cabezas conocieron,
|
70
|
de los sangrientos cuerpos
apartadas,
|
|
y en empinados troncos
levantadas.
|
|
No el horrendo
espectáculo presente
|
|
causó en los firmes ánimos
mudanza;
|
|
antes con ira y
cólera impaciente
|
75
|
se encienden
más, sedientos de venganza:
|
|
y de rabia
incitados nuevamente
|
|
maldicen y
murmuran la tardanza:
|
|
sólo Valdivia
calla y teme el punto;
|
|
pero rompió el
silencio y pena junto
|
80 [55]
|
diciendo: «¡Oh
compañeros! do se encierra
|
|
todo esfuerzo,
valor y entendimiento:
|
|
ya veis la
desvergüenza de la tierra,
|
|
que en nuestro
daño da bandera al viento:
|
|
veis
quebrada la fe, rota la guerra,
|
85
|
los pactos van
del todo en rompimiento:
|
|
siento la
áspera trompa en el oído,
|
|
y veo un fuego
diabólico encendido.
|
|
»Bien conocéis
la fuerza del estado;
|
|
con tanto daño
nuestro autorizada:
|
90
|
mirad lo que
Fortuna os ha ayudado
|
|
guiando con su
mano vuestra espada;
|
|
el trabajo y la
sangre que ha costado,
|
|
que de ella
está la tierra alimentada;
|
|
y pues tenemos tiempo y
aparejo,
|
95
|
será bueno tomar
nuevo consejo.
|
|
»Quien éstos
son tendréis en la memoria,
|
|
pues hay tanta
razón de conocellos,
|
|
que si de ellos
no hubiésemos vitoria
|
|
y en campo no
pudiésemos vencellos,
|
100
|
será tal su
arrogancia y vanagloria,
|
|
que el mundo no
podrá después con ellos;
|
|
dudoso estoy,
no sé, no sé qué haga
|
|
que a nuestro
honor y causa satisfaga.»
|
|
La poca edad y
menos experiencia
|
105
|
de los mozos
livianos que allí había,
|
|
descubrió con
la usada inadvertencia
|
|
a tal tiempo su
necia valentía,
|
|
diciendo: «¡Oh
capitán! danos licencia
|
|
que solos diez
sin otra compañía
|
110
|
el bando
asolaremos araucano,
|
|
y haremos el
camino y paso llano.
|
[56]
|
»Lo que jamás
hicimos en estrecho,
|
|
no es bien por
nuestro honor que lo hagamos,
|
|
pues cierto es,
que cuanto habemos hecho,
|
115
|
volviendo atrás
un paso, lo manchamos:
|
|
mostremos al
peligro osado pecho,
|
|
que en él está
la gloria que buscamos.»
|
|
Valdivia, de la
réplica sentido,
|
|
enmudeció de
rabia y de corrido.
|
120
|
¡Oh, Valdivia,
varón acreditado!
|
|
¡Cuánto la
verde plática sentiste!
|
|
No solías tú
temer como soldado;
|
|
mas de buen
capitán ahora temiste:
|
|
vas a precisa
muerte condenado,
|
125
|
que como
diestro y sabio la entendiste;
|
|
pero quieres
perder antes la vida
|
|
que sea en ti
una flaqueza conocida.
|
|
En esto acaso
llega un indio amigo,
|
|
y a sus pies en
voz alta arrodillado
|
130
|
le dice: «¡Oh
capitán! mira que digo
|
|
que
no pases el término vedado:
|
|
veinte mil
conjurados, yo testigo,
|
|
en Tucapel te
esperan, protestado
|
|
de pasar sin
temor la muerte honrosa
|
135
|
antes que vivir
vida vergonzosa.»
|
|
Alguna
turbación dio de repente
|
|
lo que el amigo
bárbaro propuso:
|
|
discurre un
miedo helado por la gente;
|
|
la triste
muerte en medio se les puso:
|
140
|
pero el
gobernador osadamente,
|
|
que también
hasta allí estuvo confuso,
|
|
les dice:
«Caballeros, ¿qué dudamos?
|
|
¿Sin ver los enemigos nos
turbamos?»
|
[57]
|
Al caballo con
ánimo hiriendo,
|
145
|
sin más les
persuadir, rompe la vía,
|
|
de los miembros
el miedo sacudiendo,
|
|
le sigue la
esforzada compañía:
|
|
y en breve
espacio el valle descubriendo
|
|
de Tucapel,
bien lejos parecía
|
150
|
el muro, antes
vistoso levantado,
|
|
por los anchos cimientos
asolado.
|
|
Valdivia aquí
paró, y dijo: «¡Oh constante
|
|
española nación
de confianza!
|
|
Por tierra está
el castillo tan pujante,
|
155
|
que en él solo
estribaba mi esperanza:
|
|
el pérfido
enemigo veis delante;
|
|
ya os amenaza
la contraria lanza:
|
|
en esto más no
tengo que avisaros,
|
|
pues sólo el
pelear puede salvaros.»
|
160
|
Estaba como
digo así hablando,
|
|
que aún no
acababa bien estas razones,
|
|
cuando por
todas partes rodeando
|
|
los iban con
espesos escuadrones,
|
|
las astas de
anchos hierros blandeando,
|
165
|
gritando:
«¡Engañadores y ladrones!
|
|
La tierra
dejaréis hoy con la vida,
|
|
pagándonos la
deuda tan debida.»
|
|
Viendo Valdivia
serle ya forzoso
|
|
que la fuerza y
fortuna se probase,
|
170
|
mandó que al
escuadrón menos copioso
|
|
y más vecino, a
fin que no cerrase,
|
|
saliese
Bobadilla, el cual furioso,
|
|
sin que
Valdivia más le amonestase,
|
|
con poca gente
y con esfuerzo grande,
|
175
|
asalta el
escuadrón de Mareande.
|
[58]
|
La piquería del
bárbaro calada,
|
|
a los pocos
soldados atendía;
|
|
pero
al tiempo del golpe levantada,
|
|
abriendo un
gran portillo, se desvía;
|
180
|
dales sin
resistir franca la entrada,
|
|
y en medio el escuadrón los
recogía;
|
|
las hileras
abiertas se cerraron,
|
|
y dentro a los
cristianos sepultaron.
|
|
Como el caimán
hambriento, cuando siente
|
185
|
el escuadrón de
peces, que cortando
|
|
viene con gran
bullicio la corriente,
|
|
el agua clara
en torno alborotando,
|
|
que, abriendo
la gran boca, cautamente
|
|
recoge allí el
pescado, y apretando
|
190
|
las cóncavas
quijadas lo deshace,
|
|
y al insaciable
vientre satisface:
|
|
pues de aquella
manera recogido
|
|
fue el pequeño
escuadrón del homicida,
|
|
y en un espacio
breve consumido,
|
195
|
sin escapar cristiano
con la vida:
|
|
ya el araucano
ejército movido
|
|
por la ronca
trompeta obedecida,
|
|
con gran
estruendo y pasos ordenados
|
|
cerraba sin
temor por todos lados.
|
200
|
La escuadra de
Mareande encarnizada
|
|
tendía el paso
con más atrevimiento;
|
|
viéndola así
Valdivia adelantada,
|
|
no
escarmentado, manda a su sargento,
|
|
que, escogiendo
la gente más granada,
|
205
|
dé sobre ella
con recio movimiento;
|
|
pero diez
españoles solamente
|
|
pusieron a la
muerte osada frente.
|
[59]
|
Contra el
escuadrón bárbaro importuno,
|
|
ir se dejan sin
miedo a rienda floja,
|
210
|
y en el encuentro de los diez,
ninguno
|
|
dejó allí de
sacar la lanza roja:
|
|
desocupó la
silla sólo uno,
|
|
que con la
basca y última congoja
|
|
de la rabiosa
muerte el pecho abierto,
|
215
|
sobre la llaga
en tierra cayó muerto.
|
|
Y los nueve después también
cayeron,
|
|
haciendo tales hechos
señalados,
|
|
que digna y
justamente merecieron
|
|
ser de la
eterna fama levantados:
|
220
|
hechos pedazos todos diez
murieron,
|
|
quedando de su
muerte antes vengados:
|
|
en esto la
española trompa oída
|
|
dio la postrer
señal de arremetida.
|
|
Salen los españoles de tal
suerte
|
225
|
los dientes y
las lanzas apretando,
|
|
que de cuatro
escuadrones, al más fuerte
|
|
le van un largo
trecho retirando:
|
|
hieren, dañan,
tropellan, dan la muerte,
|
|
piernas,
brazos, cabezas cercenando:
|
230
|
los bárbaros
por esto no se admiran,
|
|
antes cobran el
campo y los retiran.
|
|
Sobre la vida y
muerte se contiende,
|
|
perdone Dios a
aquel que allí cayere;
|
|
del un bando y
del otro así se ofende,
|
235
|
que de ambas
partes mucha gente muere:
|
|
bien se estima
la plaza y se defiende;
|
|
volver un paso
atrás ninguno quiere:
|
|
cubre la roja
sangre todo el prado,
|
|
tornándole, de
verde, colorado.
|
240 [60]
|
Del rigor de
las armas homicidas
|
|
los templados arneses reteñían,
|
|
y las vivas entrañas escondidas
|
|
con carniceros
golpes descubrían:
|
|
cabezas de los cuerpos
divididas,
|
245
|
que aún el
vital espíritu tenían,
|
|
por el
sangriento campo iban rodando,
|
|
vueltos los
ojos ya paladeando.
|
|
El enemigo
hierro riguroso
|
|
todo en color
de sangre lo convierte;
|
250
|
siempre el
acometer es más furioso,
|
|
pero ya el
combatir es menos fuerte;
|
|
ninguno allí
pretende otro reposo
|
|
que el último
reposo de la muerte:
|
|
el más medroso
atiende con cuidado
|
255
|
a sólo procurar
morir vengado.
|
|
La rabia de la
muerte y fin presente
|
|
crió en los nuestros fuerza tan
extraña,
|
|
que con
deshonra y daño de la gente
|
|
pierden los
araucanos la campaña:
|
260
|
al fin dan las
espaldas, claramente
|
|
suenan voces:
«¡Vitoria! ¡España! ¡España!»
|
|
Mas el incontrastable
y duro hado
|
|
dio un extraño
principio a lo ordenado.
|
|
Un hijo de un
cacique conocido,
|
265
|
que a Valdivia
de paje le servía,
|
|
acariciado dél
y favorido,
|
|
en su servicio
a la sazón venía;
|
|
del amor de su
patria conmovido,
|
|
viendo que a
más andar se retraía,
|
270
|
comienza a
grandes voces a animarla,
|
|
y con tales
razones a incitarla:
|
[61]
|
«¡Oh
ciega gente, del temor guiada!
|
|
¿A dó volvéis los temerosos
pechos?
|
|
Que la fama en
mil años alcanzada
|
275
|
aquí perece y todos vuestros
hechos:
|
|
la fuerza
pierden hoy, jamás violada,
|
|
vuestras leyes, los fueros y
derechos:
|
|
de señores, de
libres, de temidos,
|
|
quedáis
siervos, sujetos y abatidos.
|
280
|
»Mancháis la
clara estirpe y decendencia,
|
|
y engerís en el
tronco generoso
|
|
una incurable
plaga, una dolencia,
|
|
un deshonor
perpetuo, ignominioso:
|
|
mirad de los
contrarios la impotencia,
|
285
|
la falta del
aliento, y el fogoso
|
|
latir de los caballos, las
ijadas
|
|
llenas de sangre y de sudor
bañadas.
|
|
»No os
desnudéis del hábito y costumbre
|
|
que de nuestros
abuelos mantenemos,
|
290
|
ni el araucano
nombre de la cumbre
|
|
a estado tan
infame derribemos:
|
|
huid el grave
yugo y servidumbre;
|
|
al duro hierro
osado pecho demos;
|
|
¿por qué
mostráis espaldas esforzadas
|
295
|
que son de los
peligros reservadas?
|
|
»Fijad esto que
digo en la memoria,
|
|
que el ciego y
torpe miedo os va turbando;
|
|
dejad de vos al
mundo eterna historia,
|
|
vuestra sujeta
patria libertando:
|
300
|
volved, no
rehuséis tan gran vitoria,
|
|
que os está el
hado próspero llamando:
|
|
a lo menos
firmad el pie ligero,
|
|
veréis cómo en
defensa vuestra muero.»
|
[62]
|
En esto una
nervosa y gruesa lanza
|
305
|
contra
Valdivia, su señor, blandía:
|
|
dando de sí
gran muestra y esperanza,
|
|
por más los persuadir
arremetía;
|
|
y entre el
hierro español así se lanza
|
|
como con gran
calor en agua fría
|
310
|
se arroja el
ciervo en el caliente estío,
|
|
para templar el
sol con algún frío.
|
|
De sólo el
primer bote uno atraviesa,
|
|
otro apunta por
medio del costado,
|
|
y aunque la
dura lanza era muy gruesa
|
315
|
salió el hierro
sangriento al otro lado:
|
|
salta, vuelve,
revuelve con gran priesa
|
|
y barrenando el
muslo a otro soldado,
|
|
en él la fuerte
pica fue rompida,
|
|
quedando
un grueso trozo en la herida.
|
320
|
Rota la asta
dañosa, luego aferra
|
|
del suelo una
pesada y dura maza;
|
|
mata, hiere,
destroza y echa a tierra,
|
|
haciendo en
breve espacio larga plaza:
|
|
en él se
resumió toda la guerra;
|
325
|
cesa el alcance
y dan en él la caza;
|
|
mas él aquí y
allí va tan liviano,
|
|
que hieren por
herirle el aire vano.
|
|
¿De quién
prueba se oyó tan espantosa,
|
|
ni en antigua
escritura se ha leído,
|
330
|
que estando de
la parte vitoriosa
|
|
se pase a la
contraria del vencido?
|
|
¿Y que sólo
valor, y no otra cosa,
|
|
de un bárbaro
muchacho, haya podido
|
|
arrebatar por
fuerza a los cristianos
|
335
|
una tan gran
vitoria de las manos?
|
[63]
|
No los dos Publios Decios, que
las vidas
|
|
sacrificaron
por la patria amada,
|
|
ni Curcio,
Horacio, Scevola y Leonidas
|
|
dieron muestra
de sí tan señalada:
|
340
|
ni aquellos que
en las guerras más reñidas
|
|
alcanzaron gran
fama por la espada,
|
|
Furio, Marcelo,
Fulvio, Cincinato,
|
|
Marco Sergio,
Filón, Sceva y Dentato.
|
|
Decidme: estos
famosos, ¿qué hicieron
|
345
|
que al hecho
deste bárbaro igual fuese?
|
|
¿Qué empresa o
qué batalla acometieron
|
|
que a lo menos
en duda no estuviese?
|
|
¿A que riesgo y
peligro se pusieron
|
|
que la sed del
reinar no los moviese;
|
350
|
y de intereses grandes
insistidos
|
|
que a los
tímidos hacen atrevidos?
|
|
Muchos emprenden hechos
hazañosos
|
|
y se ofrecen
con ánimo a la muerte,
|
|
de fama y
vanagloria codiciosos,
|
355
|
que no saben
sufrir un golpe fuerte;
|
|
mostrándose
constantes y animosos,
|
|
hasta que ven
ya declinar su suerte,
|
|
faltándoles
valor y esfuerzo a una,
|
|
roto el crédito
frágil de fortuna.
|
360
|
Éste el decreto
y la fatal sentencia,
|
|
en contra de su
patria declarada,
|
|
turbó y redujo
a nueva diferencia,
|
|
y al fin bastó
a que fuese revocada:
|
|
hizo a Fortuna
y Hados resistencia,
|
365
|
forzó su
voluntad determinada,
|
|
y
contrastó el furor del vitorioso,
|
|
sacando
vencedor al temeroso.
|
[64]
|
Estaba el suelo
de armas ocupado,
|
|
y el desigual
combate más revuelto,
|
370
|
cuando
Caupolicano reportado,
|
|
a las amigas voces había
vuelto:
|
|
también habían sus gentes
reparado,
|
|
con vergonzoso
ardor en ira envuelto,
|
|
de ver que un
solo mozo resistía
|
375
|
a lo que tanta
gente no podía.
|
|
Cual suele
acontecer a los de honrosos
|
|
ánimos, de
repente inadvertidos,
|
|
o cuando en los
lugares sospechosos
|
|
piensan otros
que van desconocidos,
|
380
|
que en
pendencias y encuentros peligrosos
|
|
huyen; pero si
ven que conocidos
|
|
fueron de quien
los sigue, avergonzados
|
|
vuelven
furiosos, del honor forzados:
|
|
así los araucanos revolviendo
|
385
|
contra los vencedores arremeten;
|
|
y las rendidas armas
esgrimiendo,
|
|
a voces de morir todos
prometen:
|
|
treme y gime la
tierra del horrendo
|
|
furor con que
ambas partes se acometen,
|
390
|
derramando con rabia
y fuerza brava
|
|
aquella poca
sangre que quedaba.
|
|
Diego Oro allí
derriba a Paynaguala,
|
|
que de una
punta le atraviesa el pecho;
|
|
pero
Caupolicano le señala,
|
395
|
dejándole gozar
poco del hecho.
|
|
Al sesgo la
ferrada maza cala,
|
|
aunque el
furioso golpe fue al derecho;
|
|
pues quedó por
de dentro la celada
|
|
de los
bullentes sesos rociada.
|
400 [65]
|
Tras éste otro
tendió desfigurado,
|
|
tanto que nunca
más fue conocido;
|
|
que la armada
cabeza y todo el lado
|
|
donde el golpe
alcanzó quedó molido.
|
|
Valdivia con
Ongolmo se ha topado,
|
405
|
y hanse el uno
al otro acometido,
|
|
hiere Valdivia
a Ongolmo en una mano,
|
|
haciendo el
araucano el golpe en vano.
|
|
Pasa recio
Valdivia, y va furioso,
|
|
que con Ongolmo
más no se detiene,
|
410
|
y adonde
Leucotón, mozo animoso,
|
|
estaba en una
gran pendencia, viene:
|
|
que contra Juan
de Lamas y Reinoso
|
|
solo
su parte y opinión mantiene;
|
|
el cual con su
destreza y mucho seso
|
415
|
la guerra
sustentaba en igual peso.
|
|
Partiose esta
batalla, porque, cuando
|
|
Valdivia llegó
adonde combatía,
|
|
parte acudió
del araucano bando,
|
|
que en su ayuda
y defensa se metía:
|
420
|
fuese el daño y
destrozo renovando;
|
|
de un cabo y de
otro gente concurría:
|
|
sube el alto
rumor a las estrellas,
|
|
sacando de los
hierros mil centellas.
|
|
Gran rato
anduvo en término dudoso
|
425
|
la confusa
vitoria de esta guerra,
|
|
lleno el aire
de estruendo sonoroso,
|
|
roja de sangre
y húmida la tierra:
|
|
quién busca y
sólo quiere un fin honroso,
|
|
quién a los
brazos con el otro cierra,
|
430
|
y por darle más
presto cruda muerte
|
|
tienta con el
puñal lo menos fuerte.
|
[66]
|
A Juan de
Gudiël no le fue sano
|
|
el tenerse en
la lucha por maestro,
|
|
porque sin
tiempo y con esfuerzo vano
|
435
|
cerró con
Guaticol, no menos diestro:
|
|
y en aquella
sazón Purén, su hermano,
|
|
que estaba
cerca dél, en el siniestro
|
|
lado le abrió
con daga una herida,
|
|
por do la
muerte entró y salió la vida.
|
440 [67]
|
Andrés de
Villarroel, ya enflaquecido
|
|
por la falta de
sangre derramada,
|
|
andaba entre
los bárbaros metido
|
|
procurando la
muerte más honrada.
|
|
También Juan de las Peñas, mal
herido,
|
445
|
rompiendo por
la espesa gente armada,
|
|
se puso junto
dél; y así la suerte
|
|
los hizo a un
tiempo iguales en la muerte.
|
|
Era la
diferencia incomparable
|
|
del número
infiël al bautizado:
|
450
|
es el un
escuadrón inumerable,
|
|
el otro hasta
sesenta numerado:
|
|
ya incierta la
Fortuna variable,
|
|
que dudosa
hasta entonces había estado,
|
|
aprobó la
maldad, y dio por justa
|
455
|
la causa y
opinión hasta allí injusta.
|
|
Dos mil amigos
bárbaros soldados,
|
|
que el bando de
Valdivia sustentaban,
|
|
en el flechar
del arco ejercitados,
|
|
el sangriento
destrozo acrecentaban
|
460
|
derramando
más sangre, y esforzados
|
|
en la muerte
también acompañaban
|
|
a la española
gente, no vencida
|
|
en cuanto
sustentar pudo la vida.
|
|
Cuando de
aqueste y cuando de aquel canto
|
465
|
mostraba el
buen Valdivia esfuerzo y arte,
|
|
haciendo por la
espada todo cuanto
|
|
pudiera hacer
el poderoso Marte:
|
|
no basta a
reparar él solo tanto,
|
|
que falta de
los suyos la más parte:
|
470
|
los otros,
aunque ven su fin tan cierto,
|
|
ningún medio
pretenden ni concierto.
|
|
De dos en dos, de tres en tres
cayendo
|
|
iba la
desangrada y poca gente,
|
|
siempre el
ímpetu bárbaro creciendo,
|
475
|
con el ya
declarado fin presente:
|
|
fuese el número
flaco resumiendo
|
|
en catorce
soldados solamente,
|
|
que constantes
rendir no se quisieron
|
|
hasta que al
crudo hierro se rindieron.
|
480
|
Sólo quedó
Valdivia acompañado
|
|
de un clérigo,
que acaso allí venía;
|
|
y viendo así su
campo destrozado,
|
|
el mal remedio
y poca compañía,
|
|
dijo: «Pues pelear es excusado,
|
485
|
procuremos
vivir por otra vía.»
|
|
Pica en esto al
caballo a toda prisa,
|
|
tras él
corriendo el clérigo de misa.
|
|
Cual suelen
escapar de los monteros
|
|
dos grandes
jabalís fieros, cerdosos,
|
490
|
seguidos de
solícitos rastreros
|
|
de la campestre
sangre codiciosos:
|
|
y salen en su
alcance los ligeros
|
|
lebreles
irlandeses generosos;
|
|
con no menor
codicia y pies livianos
|
495
|
arrancan tras
los míseros cristianos.
|
[68]
|
Tal tempestad
de tiros, Señor, lanzan,
|
|
cual el turbión
que granizando viene:
|
|
en fin, a poco
trecho los alcanzan,
|
|
que un paso
cenagoso los detiene:
|
500
|
los bárbaros
sobre ellos se abalanzan:
|
|
por valiente el
postrero no se tiene:
|
|
murió el
clérigo luego, y maltratado
|
|
trujeron a
Valdivia ante el senado.
|
|
Caupolicán,
gozoso en verle vivo
|
505
|
y en el estado
y término presente,
|
|
con voz de
vencedor y gesto altivo
|
|
le
amenaza y pregunta juntamente.
|
|
Valdivia, como
mísero cautivo,
|
|
responde y pide
humilde y obediente
|
510
|
que no le dé la
muerte, y que le jura
|
|
dejar libre la
tierra en paz segura.
|
|
Cuentan que
estuvo de tomar movido
|
|
del contrito
Valdivia aquel consejo;
|
|
mas un pariente
suyo empedernido,
|
515
|
a quien él
respetaba por ser viejo,
|
|
le dice: «¿Por
dar crédito a un rendido
|
|
quieres perder
tal tiempo y aparejo?»
|
|
Y apuntando a
Valdivia en el celebro
|
|
descarga un
gran bastón de duro enebro.
|
520
|
Como el furioso
toro, que apremiado
|
|
con fuerte
amarra al palo, está bramando,
|
|
de la tímida
gente rodeado,
|
|
que con
admiración le está mirando;
|
|
y el diestro
carnicero ejercitado,
|
525
|
el grave y duro
mazo levantando,
|
|
recio al cogote
cóncavo deciende,
|
|
y muerto
estremeciéndose le tiende:
|
[69]
|
así el
determinado viejo cano,
|
|
que a Valdivia
escuchaba con mal ceño,
|
530
|
ayudándose de
una y otra mano,
|
|
en alto levantó
el ferrado leño:
|
|
no hizo el
crudo viejo golpe en vano,
|
|
que a Valdivia
entregó al eterno sueño,
|
|
y en el suelo
con súbita caïda,
|
535
|
estremeciendo
el cuerpo, dio la vida.
|
|
Llamábase este
bárbaro Leocato,
|
|
y el gran
Caupolicán dello enojado,
|
|
quiso enmendar
el libre desacato,
|
|
pero fue del
ejército rogado;
|
540
|
salió el viejo
de aquello al fin barato,
|
|
y el destrozo
del todo fue acabado,
|
|
que no escapó
cristiano de esta prueba
|
|
para poder
llevar la triste nueva.
|
|
Dos bárbaros
quedaron con la vida
|
545
|
solos de los
tres mil; que como vieron
|
|
la gente
nuestra rota y de vencida,
|
|
en un jaral
espeso se escondieron:
|
|
de allí vieron
el fin de la reñida
|
|
guerra, y
puestos en salvo lo dijeron,
|
550
|
que como las
estrellas se mostraron,
|
|
sin ser de
nadie vistos se escaparon.
|
|
La escura noche
en esto se subía
|
|
a más andar a
la mitad del cielo,
|
|
y con las alas
lóbregas cubría
|
555
|
el orbe y
redondez del ancho suelo:
|
|
cuando la
vencedora compañía,
|
|
arrimadas las armas sin recelo,
|
|
danzas en
anchos cercos ordenaban,
|
|
donde la gran
vitoria celebraban.
|
560 [70]
|
Fue la nueva en
un punto discurriendo
|
|
por todo el
araucano regimiento,
|
|
y antes que el
Sol se fuese descubriendo
|
|
el campo se
cubrió de bastimento;
|
|
gran multitud
de gente concurriendo,
|
565
|
se forma un
general ayuntamiento
|
|
de mozos, viejos, niños y
mujeres,
|
|
partícipes en todos los
placeres.
|
|
Cuando la luz
las aves anunciaban,
|
|
y alegres sus cantares
repetían,
|
570
|
un sitio de
altos árboles cercaban,
|
|
que una
espaciosa plaza contenían:
|
|
y en ellos las cabezas
empalaban
|
|
que de
españoles cuerpos dividían:
|
|
los troncos, de sus ramas
despojados,
|
575
|
eran de los despojos adornados;
|
|
y dentro de
aquel círculo y asiento,
|
|
cercado de una
amena y gran floresta,
|
|
en memoria y
honor del vencimiento,
|
|
celebran de
beber la alegre fiesta:
|
580
|
el vino así
aumentó el atrevimiento
|
|
que España en
gran peligro estaba puesta;
|
|
pues que
promete el mínimo soldado
|
|
de no dejar
cimiento levantado.
|
|
Era allí la
opinión generalmente
|
585
|
que sin tardar,
doblando las jornadas,
|
|
partiese un grueso
número de gente
|
|
a dar en las ciudades
descuidadas:
|
|
que tomadas de
salto y de repente,
|
|
serían con solo
el miedo arruïnadas;
|
590
|
y la patria en
su honor restituïda
|
|
no dejando
cristiano con la vida.
|
[71]
|
Y dado orden bastante, y esto
hecho,
|
|
para acabar de
ejecutar su saña
|
|
con gran poder
y ejército, de hecho
|
595
|
querían pasar
la vuelta de la España:
|
|
pensándola
poner en tanto estrecho,
|
|
por fuerza de
armas, puestos en campaña,
|
|
que fuesen
cultivadas las iberas
|
|
tierras de las naciones
extranjeras.
|
600
|
El hijo de
Leocano bien entiende
|
|
el
vano intento, y quiere desviarlo,
|
|
que como
diestro y sabio, otro pretende,
|
|
y por mejor
camino enderezarlo:
|
|
el tiempo
espera y la sazón atiende
|
605
|
que estén mejor
dispuestos a tratarlo:
|
|
la fiesta era
acabada y borrachera,
|
|
cuando a todos
los habla en tal manera:
|
|
«Menos que vos,
señores, no pretendo
|
|
la dulce
libertad tan estimada,
|
610
|
ni que sea
nuestra patria, yo defiendo,
|
|
en el sublime
trono restaurada;
|
|
mas hase de
atender a que, pudiendo
|
|
ganar, no se
aventure a perder nada;
|
|
y así, con este
celo y fin, procuro
|
615
|
no poner en
peligro lo seguro.
|
|
»Tomad con
discreción los pareceres
|
|
que van a la
razón más arrimados,
|
|
pues cobrar vuestros hijos y
mujeres
|
|
está en ir los
principios acertados:
|
620
|
vuestra fama,
el honor, tierra y haberes,
|
|
a punto están
de ser recuperados;
|
|
que el tiempo,
que es el padre del consejo,
|
|
en las manos nos pone el
aparejo.
|
[72]
|
»A Valdivia y los suyos habéis
muerto,
|
625
|
y una
importante plaza destruido:
|
|
venir a la
venganza será cierto
|
|
luego que en
las ciudades sea sabido:
|
|
demos al
enemigo el paso abierto:
|
|
esto asegura
más nuestro partido:
|
630
|
vengan, vengan
con furia a rienda suelta,
|
|
que difícil
será después la vuelta.
|
|
»La vitoria
tenemos en las manos,
|
|
y pasos en la
tierra mil seguros,
|
|
de ciénagas,
lagunas y pantanos,
|
635
|
espesos montes
ásperos y duros:
|
|
mejor pelean aquí los
araucanos:
|
|
españoles mejor dentro en sus
muros:
|
|
cualquier
hombre, en su casa acometido,
|
|
es más sabio,
más fuerte y atrevido.
|
640
|
»Esto os vengo
a decir, porque se entienda
|
|
cuanto con más
seguro acertaremos,
|
|
para poder
tomar la justa emienda,
|
|
que en sitios
escogidos esperemos,
|
|
donde no habrá
en el mundo quien defienda
|
645
|
la razón y
derecho que tenemos:
|
|
cuando temor
tuviesen de buscarnos,
|
|
a sus casas iremos a
alojarnos.»
|
|
Con
atención de todos escuchada
|
|
fue la oración
que el general hacía,
|
650
|
siendo de los
más de ellos aprobada,
|
|
por ver que a
su remedio convenía;
|
|
la gente ya del
todo sosegada,
|
|
Caupolicán al
joven se volvía
|
|
por quien fue
la vitoria, ya perdida,
|
655
|
con milagrosa
prueba conseguida.
|
[73]
|
Por darle más
favor, lo tenía asido
|
|
con la
siniestra de la diestra mano,
|
|
diciéndole:
«¡Oh varón, que has extendido
|
|
el claro nombre
y límite araucano!
|
660
|
Por ti ha sido
el estado redimido,
|
|
tú le sacaste
del poder tirano:
|
|
a ti solo se
debe esta vitoria,
|
|
digna de premio
y de inmortal memoria.
|
|
»Y señores, pues es tan
manifiesto
|
665
|
(esto dijo
volviéndose al senado)
|
|
el punto en que
Lautaro nos ha puesto,
|
|
(que así el
valiente mozo era llamado):
|
|
yo por
remuneralle en algo desto,
|
|
con vuestra
autoridad que me habéis dado
|
670
|
por paga,
aunque a tal deuda insuficiente,
|
|
le hago capitán
y mi teniente.
|
|
»Con la gente
de guerra que escogiere,
|
|
pues que ya de sus obras sois
testigos,
|
|
en el sitio que
más le pareciere
|
675
|
se ponga a
recebir los enemigos,
|
|
adonde hasta
que vengan los espere;
|
|
porque yo con
la resta y mis amigos
|
|
ocuparé la
entrada de Elicura,
|
|
aguardando la
misma coyuntura.»
|
680
|
Del grato mozo
el cargo fue acetado
|
|
con el favor
que el general le daba:
|
|
aprobolo el
común aficionado;
|
|
si a alguno le
pesó no lo mostraba:
|
|
y por el orden y uso
acostumbrado
|
685
|
el gran
Caupolicán le trasquilaba,
|
|
dejándole el copete
en trenza largo
|
|
insignia
verdadera de aquel cargo.
|
[74]
|
Fue Lautaro
industrioso, sabio, presto,
|
|
de gran
consejo, término y cordura,
|
690
|
manso de
condición y hermoso gesto,
|
|
ni grande ni
pequeño de estatura;
|
|
el ánimo en las
cosas grandes puesto,
|
|
de fuerte
trabazón y compostura,
|
|
duros los
miembros, recios y nervosos,
|
695
|
anchas
espaldas, pechos espaciosos.
|
|
Por él las fiestas fueron
alargadas,
|
|
ejercitando
siempre nuevos juegos
|
|
de saltos,
luchas, pruebas nunca usadas,
|
|
danzas de noche
en torno de los fuegos:
|
700
|
había precios y joyas
señaladas,
|
|
que nunca los
troyanos ni los griegos,
|
|
cuando los
juegos más continuäron,
|
|
tan ricas y estimadas las
sacaron.
|
|
Llegó a
Caupolicán estando en esto
|
705
|
un bárbaro
turbado sin aliento,
|
|
perdida la
color, mudado el gesto,
|
|
cubierto de
sudor y polvoriento,
|
|
diciéndole:
«Señor, socorre presto,
|
|
tu campo es
roto y cierto el perdimiento;
|
710
|
que la gente
que estaba en la emboscada
|
|
es muerta la
más della y destrozada.
|
|
»Por tierra de
Elicura son bajados
|
|
catorce
valentísimos guerreros,
|
|
de corazas
finísimas armados,
|
715
|
sobre caballos
prestos y ligeros:
|
|
por estos solos
son desbaratados
|
|
dos escuadrones
tuyos de piqueros;
|
|
y visto el gran
estrago, al improviso
|
|
partí corriendo
a darte de ello aviso.»
|
720 [75]
|
Caupolicán, con
muestra no alterada,
|
|
hizo que del
temor se asegurase,
|
|
diciendo que
tan poca gente armada
|
|
al cabo era
imposible que escapase;
|
|
y con la diligencia
acostumbrada
|
725
|
mandó al nuevo
teniente que guiase
|
|
con la más
presta gente por la vía,
|
|
que luego con
el resto le seguía.
|
|
Lautaro, en lo
acetar no perezoso,
|
|
escogiendo una
escuadra suficiente,
|
730
|
marcha con
tanta priesa, codicioso
|
|
de ganar
opinión entre la gente...
|
|
Mas de Marte el
estruendo sonoroso
|
|
me llama, que
me tardo injustamente:
|
|
de los catorce
es tiempo que se trate,
|
735
|
y del
sangriento y áspero combate.
|
|
Extiéndase su
fama y sea notoria,
|
|
pues que tanto
su espada resplandece,
|
|
y de ellos se
eternice la memoria
|
|
si valor en las
armas lo merece:
|
740
|
testimonio dará
dello la historia;
|
|
pero acabar el
canto me parece;
|
|
que
a decir tan gran cosa no me atrevo,
|
|
si no es con
nuevo aliento y canto nuevo.
|
|