Ufanos los araucanos de las
vitorias habidas, ordenan unas fiestas generales, donde concurrieron diversas
gentes así extranjeras como
naturales, entre los cuales hubo grandes pruebas y diferencias.
Cuando la varia
diosa favorece
|
|
y las dádivas prósperas
reparte,
|
|
¡cómo al ánimo
flaco fortalece,
|
|
que de triste
mujer se vuelve un Marte,
|
|
y derriba,
acobarda y enflaquece
|
5
|
el esfuerzo
viril en la otra parte,
|
|
haciendo cuesta
arriba lo que es llano
|
|
y un gran cerro
la palma de la mano!
|
|
¡Quién vio los
españoles colocados
|
|
sobre el más
alto cuerno de la luna
|
10
|
de sus famosos hechos rodeados,
|
|
sin punto y
muestra de mudanza alguna!
|
|
¡Quién los ve
en breve tiempo derribados!
|
|
¡Quién ve en
miseria vuelta su fortuna,
|
|
seguidos,
no de Marte, dios sanguino,
|
15
|
mas del tímido
sexo femenino!
|
[195]
|
Mirad aquí la
suerte tan trocada,
|
|
pues aquellos
que al cielo no temían,
|
|
las mujeres, a
quien la rueca es dada,
|
|
con varonil
esfuerzo los seguían;
|
20
|
y con la
diestra a la labor usada
|
|
las atrevidas lanzas esgrimían,
|
|
que, por el
hado próspero impelidas,
|
|
hacían crudos efetos y heridas.
|
|
Estas mujeres
digo que estuvieron
|
25
|
en un monte
escondidas, esperando
|
|
de la batalla
el fin; y cuando vieron
|
|
que iba de rota
el castellano bando,
|
|
hiriendo el
cielo a gritos decendieron,
|
|
el mujeril
temor de sí lanzando;
|
30
|
y de ajeno
valor y esfuerzo armadas,
|
|
toman de los ya muertos las
espadas.
|
|
Y a vueltas del estruendo y
muchedumbre,
|
|
también en la
vitoria embebecidas,
|
|
de medrosas y
blandas de costumbre
|
35
|
se vuelven
temerarias homicidas:
|
|
no sienten ni
les daba pesadumbre
|
|
los pechos al
correr, ni las crecidas
|
|
barrigas de ocho meses
ocupadas,
|
|
antes corren mejor las más
preñadas.
|
40
|
Llamábase infelice
la postrera,
|
|
y con ruegos al
cielo se volvía,
|
|
porque a tal
coyuntura en la carrera
|
|
mover más
presto el paso no podía.
|
|
Si las mujeres
van desta manera,
|
45
|
¿la bárbara
canalla cuál iría?
|
|
De aquí tuvo
principio en esta tierra
|
|
venir también
mujeres a la guerra.
|
[196]
|
Vienen
acompañando a sus maridos,
|
|
y en el dudoso
trance están paradas;
|
50
|
pero, si los
contrarios son vencidos,
|
|
salen a
perseguirlos esforzadas:
|
|
prueban la
flaca fuerza en los rendidos
|
|
y si cortan en
ellos sus espadas,
|
|
haciéndolos
morir de mil maneras,
|
55
|
que la mujer
cruël eslo de veras.
|
|
Así a los
nuestros esta vez siguieron
|
|
hasta donde el
alcance había cesado,
|
|
y desde allí la
vuelta al pueblo dieron,
|
|
ya de los enemigos saqueado.
|
60
|
Que cuando
hacer más daño no pudieron,
|
|
subiendo
en los caballos que en el prado
|
|
sueltos sin
orden y gobierno andaban,
|
|
a sus dueños por juego
remedaban.
|
|
Quién hace que
combate, y quién huía,
|
65
|
y quién tras el
que huye va corriendo:
|
|
quién finge que
está muerto, y se tendía,
|
|
quién correr
procuraba no pudiendo:
|
|
la alegre gente
así se entretenía,
|
|
el trabajo
importuno despidiendo,
|
70
|
hasta que el
sol rayaba los collados
|
|
que el general
llegó y los más soldados.
|
|
Los unos y los otros aguijaban
|
|
con gran priesa
a abrazarse estrechamente;
|
|
pero algunos,
por más que se esforzaban,
|
75
|
la envidia les
hacía arrugar la frente:
|
|
francos los vencedores se
mostraban,
|
|
repartiendo la
presa alegremente;
|
|
que aún en el
pecho vil contra natura
|
|
puede tanto la
próspera ventura.
|
80 [197]
|
Una solemne
fiesta en este asiento
|
|
quiso
Caupolicán que se hiciese,
|
|
donde del
araucano ayuntamiento
|
|
la gente
militar sola estuviese;
|
|
y con alegre
muestra y gran contento,
|
85
|
sin que la
popular se entremetiese,
|
|
en danzas,
juegos, vicio y pasatiempo
|
|
allí se
detuvieron algún tiempo.
|
|
Los juegos y ejercicios
acabados,
|
|
para el valle
de Arauco caminaron,
|
90
|
do a las usadas fiestas los
soldados
|
|
de toda la
provincia convocaron;
|
|
fueron
bastantes plazos señalados,
|
|
joyas de gran
valor se pregonaron,
|
|
de los que en ellas fuesen
vencedores,
|
95
|
premios dignos
de haber competidores.
|
|
La fama de la
fiesta iba corriendo
|
|
más que los
diligentes mensajeros,
|
|
en un término
breve apercibiendo
|
|
naturales,
vecinos y extranjeros:
|
100
|
gran multitud
de gente concurriendo,
|
|
creció el
número tanto de guerreros,
|
|
que ocupaban las tiendas
forasteras
|
|
los valles,
montes, llanos y riberas.
|
|
Ya el esperado
catorceno día,
|
105
|
que tanta gente
estaba deseando,
|
|
al campo su
color restituía,
|
|
las importunas
sombras desterrando;
|
|
cuando
la bulliciosa compañía
|
|
de los briosos
jóvenes, mostrando
|
110
|
el juvenil hervor y sangre
nueva,
|
|
en campo
estaban, prestos a la prueba.
|
[198]
|
Fue con solemne
pompa referido
|
|
el orden de los
precios, y el primero
|
|
era un lustroso
alfange, guarnecido
|
115
|
por mano
artificiosa de platero:
|
|
este premio fue
allí constituido
|
|
para aquel que
con brazo más entero
|
|
tirase una
fornida y gruesa lanza,
|
|
sobrando a los
demás en la pujanza.
|
120
|
Y de cendrada
plata una celada,
|
|
cubierta de
altas plumas de colores,
|
|
de un cerco de
oro puro rodeada,
|
|
esmaltadas en él varias
labores,
|
|
fue la preciada
joya señalada
|
125
|
para aquel que,
entre diestros luchadores,
|
|
en la difícil
prueba se extremase
|
|
y por señor del
campo en pie quedase.
|
|
Un lebrel
animoso, remendado,
|
|
que el collar
remataba una venera
|
130
|
de agudas
puntas de metal herrado,
|
|
era el precio
de aquel que en la carrera,
|
|
de todas armas y presteza
armado,
|
|
arribase más
presto a la bandera
|
|
que una gran
milla lejos tremolaba
|
135
|
y el trecho
señalado limitaba.
|
|
Y de niervos un
arco, hecho por arte,
|
|
con su dorada
aljaba que pendía
|
|
de un ancho y
bien labrado talabarte
|
|
con dos gruesas hebillas de
taujía,
|
140
|
éste se señaló
y se puso aparte
|
|
para aquel que
con flecha a puntería,
|
|
ganando por
destreza el precio rico,
|
|
llevase al
papagayo el corvo pico.
|
[199]
|
Un caballo
morcillo, rabicano,
|
145
|
tascando el
freno estaba de cabestro,
|
|
precio del que
con suelta y presta mano
|
|
esgrimiese el
bastón como más diestro.
|
|
Por juez se
señaló a Caupolicano,
|
|
de todos
ejercicios gran maestro.
|
150
|
Ya la trompeta
con sonada nueva
|
|
llamaba
opositores a la prueba.
|
|
No bien sonó la
alegre trompa, cuando
|
|
el joven
Orompello, ya en el puesto,
|
|
airosamente el
manto derribando,
|
155
|
mostró
el hermoso cuerpo bien dispuesto
|
|
y en la
valiente diestra blandeando
|
|
una maciza
lanza. Luego en esto
|
|
se ponen
asimismo Lepomande,
|
|
Crino,
Pillolco, Guambo y Mareande.
|
160
|
Estos seis en
igual hila corriendo,
|
|
las lanzas por los fieles
igualadas,
|
|
a un tiempo las
derechas sacudiendo,
|
|
fueron con seis
gemidos arrojadas:
|
|
salen la astas
con rumor crugiendo,
|
165
|
de aquella
fuerza e ímpetu llevadas,
|
|
rompen el aire,
suben hasta el cielo,
|
|
bajando con la
misma furia al suelo.
|
|
La de Pillolco
fue la asta primera
|
|
que falta de
vigor a tierra vino,
|
170
|
tras ella la de
Guambo, y la tercera
|
|
de Lepomande, y
cuarta la de Crino,
|
|
la quinta de
Mareande, y la postrera,
|
|
haciendo por
más fuerza más camino,
|
|
la de Orompello
fue, mozo pujante,
|
175
|
pasando cinco
brazas adelante.
|
[200]
|
Tras éstos otros seis lanzas
tomaron,
|
|
de los que por
más fuertes se estimaban,
|
|
y aunque con
fuerza extrema procuraron
|
|
sobrepujar el
tiro, no llegaban:
|
180
|
otros tras éstos, y otros seis
probaron,
|
|
mas todos con
vergüenza atrás quedaban;
|
|
y por no
detenerme en este cuento,
|
|
digo que lo
probaron más de ciento.
|
|
Ninguno con
seis brazas llegar pudo
|
185
|
al tiro de
Orompello señalado,
|
|
hasta que
Leucotón, varón membrudo,
|
|
viendo que ya
el probar había aflojado,
|
|
dijo en voz
alta: «De perder no dudo,
|
|
mas porque todos ya me habéis
mirado,
|
190
|
quiero ver
deste brazo lo que puede
|
|
y a dó llegar
mi estrella me concede».
|
|
Esto dicho, la
lanza requerida,
|
|
en ponerse en
el puesto poco tarda;
|
|
y dando una
ligera arremetida,
|
195
|
hizo muestra de
sí fuerte y gallarda:
|
|
la lanza por
los aires impelida
|
|
sale cual
gruesa bala de bombarda,
|
|
o cual furioso
trueno que, corriendo,
|
|
por las espesas
nubes va rompiendo.
|
200
|
Cuatro brazas
pasó con raudo vuelo
|
|
de la señal y
raya delantera;
|
|
rompiendo
el hierro por el duro suelo,
|
|
tiembla por
largo espacio la asta fuera:
|
|
alza la turba
un alarido al cielo,
|
205
|
y de tropel con
súbita carrera
|
|
muchos a ver el
tiro van corriendo,
|
|
la fuerza y
tirador engrandeciendo.
|
[201]
|
Unos el largo
trecho a pies medían
|
|
y examinan el
peso de la lanza,
|
210
|
otros por
maravilla encarecían
|
|
del esforzado
brazo la pujanza:
|
|
otros van por
el precio, otros hacían
|
|
al vencedor
cantares de alabanza;
|
|
de Leucotón el
nombre levantando
|
215
|
le van en alta
voz solemnizando.
|
|
Salta
Orompello, y por la turba hiende.
|
|
Y aquel rumor,
colérico, baraja,
|
|
diciendo: «Aún
no he perdido, ni se entiende
|
|
de sólo el
primer tiro la ventaja.»
|
220
|
Caupolicán la
vara en esto tiende,
|
|
y a tiempo un
encendido fuego ataja,
|
|
que Tucapel al
primo había acudido,
|
|
y otros con
Leucotón se habían metido.
|
|
Caupolicán, que
estaba por juez puesto,
|
225
|
mostrándose
imparcial, discretamente
|
|
la furia de
Orompello aplaca presto
|
|
con sabrosas
palabras blandamente:
|
|
y así, no se
altercando más sobre esto,
|
|
conforme a la
postura, justamente
|
230
|
a Leucotón, por
más aventajado,
|
|
le fue ceñido
el corvo alfange al lado.
|
|
Acabada con
esto la porfía,
|
|
y Leucotón
quedando vitorioso,
|
|
Orompello a una
parte se desvía,
|
235
|
del caso algo
corrido y vergonzoso;
|
|
mas como sabio
mozo lo encubría,
|
|
de verse en
ocasiones deseoso
|
|
por do con
Leucotón, y causa nueva,
|
|
venir pudiese a
más estrecha prueba.
|
240 [202]
|
Era Orompello
mozo asaz valido,
|
|
que desde su
niñez fue muy brioso,
|
|
manso,
tratable, fácil, corregido,
|
|
y en ocasión
metido, valeroso;
|
|
de muchos en
asiento preferido
|
245
|
por su esfuerzo
y linaje generoso,
|
|
hijo del
venerable Mauropande,
|
|
primo de
Tucapel y amigo grande.
|
|
Puesto nuevo
silencio y despejado
|
|
el
campo do la prueba se hacía,
|
250
|
el diestro
Cayeguán, mozo esforzado,
|
|
a mantener la
lucha se metía:
|
|
no pasó mucho,
cuando de otro lado
|
|
con gran
disposición Torquín salía
|
|
de haber en él
pujanza y ligereza;
|
255
|
ambos en el
luchar de gran destreza.
|
|
Dada señal, con
pasos ordenados
|
|
los dos
gallardos bárbaros se mueven;
|
|
ya los viérades juntos, ya
apartados,
|
|
ora tienden el
cuerpo, ora le embeben:
|
260
|
por un lado y
por otro recatados
|
|
se inquieren,
cercan, buscan y remueven,
|
|
tientan,
vuelven, revuelven y se apuntan,
|
|
y al cabo con
gran ímpetu se juntan.
|
|
Hechas las presas y ellos
recogidos,
|
265
|
en su fuerza
procuran conocerse;
|
|
pero de ardor
colérico encendidos
|
|
comienzan por
el campo a revolverse:
|
|
cíñense pies
con pies, y entretegidos
|
|
cargan a un
lado y otro, sin poderse
|
270
|
llevar cuanto una
mínima ventaja,
|
|
por más que el
uno y otro se trabaja.
|
[203]
|
Andando así, en
un tiempo, cauteloso
|
|
metió la pierna
diestra Cayeguano;
|
|
quiso Torquín
ceñirla codicioso
|
275
|
cargando con
gran fuerza a aquella mano:
|
|
sácala a tiempo
Cayeguán mañoso,
|
|
y el cuerpo de
Torquín quedando en vano,
|
|
del mismo peso
y fuerza que traía
|
|
a los pies
enemigos se tendía.
|
280
|
Tras éste el
fuerte Rengo se presenta,
|
|
el cual,
lanzando fuera los vestidos,
|
|
descubre la
persona corpulenta,
|
|
brazos
robustos, músculos fornidos:
|
|
mírale la
confusa turba atenta,
|
285
|
que de cuatro
entre todos escogidos
|
|
este valiente
bárbaro era el uno,
|
|
jamás sobrepujado de ninguno.
|
|
Con gran fuerza
los hombros sacudiendo
|
|
se apareja a la
lucha y desafío,
|
290
|
y al vencedor
contrario apercibiendo
|
|
le va a buscar
con animoso brío:
|
|
de la otra
parte Cayeguán saliendo
|
|
en medio de
aquel campo a su albedrío,
|
|
vienen los dos gallardos
a juntarse,
|
295
|
procurando en
la presa aventajarse.
|
|
Un
rato los juzgaron igualmente,
|
|
y anduvo en
duda la vitoria incierta;
|
|
mas luego Rengo
dio señal patente
|
|
con que fue su
pujanza descubierta:
|
300
|
que entre los
duros brazos reciamente
|
|
al triste
Cayeguán, la boca abierta,
|
|
sin dejarle
alentar, le retraía,
|
|
y acá y allá
con él se revolvía.
|
[204]
|
Alzole de la
tierra, y apretado,
|
305
|
en el aire gran
pieza le suspende;
|
|
Cayeguán sin
color, desalentado,
|
|
abre los brazos y las piernas
tiende:
|
|
viéndolo así
rendido, el esforzado
|
|
Rengo que a la
vitoria sólo atiende,
|
310
|
dejándole
bajar, con poca pena
|
|
le estampa de
gran golpe en el arena.
|
|
Sacáronle del
campo sin sentido,
|
|
y a su tienda
en los hombros le llevaron:
|
|
todos la fuerza
grande y el partido
|
315
|
de Rengo en
alta voz solemnizaron:
|
|
pero cesando en
esto aquel ruïdo,
|
|
a sus asientos
luego se tornaron,
|
|
porque vieron
que Talco aparejado
|
|
el puesto de la
lucha había tomado.
|
320
|
Fue este Talco
de pruebas gran maestro,
|
|
de recios
miembros y feroz semblante,
|
|
diestro en la
lucha y en las armas diestro,
|
|
ligero y
esforzado aunque arrogante;
|
|
y con todas las partes que aquí
muestro,
|
325
|
era Rengo más
suelto y más pujante,
|
|
usado en los
robustos ejercicios,
|
|
que dello su
persona daba indicios.
|
|
Talco se mueve
y sale con presteza;
|
|
Rengo
espaciosamente se movía;
|
330
|
fíase mucho el
uno en la destreza,
|
|
el otro en su
vigor sólo se fía:
|
|
en esto con
extraña ligereza,
|
|
cuando menos
cuidado en Talco había,
|
|
un gran salto
dio Rengo no pensado,
|
335
|
cogiendo al
enemigo descuidado.
|
[205]
|
De la suerte
que el tigre cauteloso,
|
|
viendo venir
lozano al suelto pardo,
|
|
el cuello bajo,
lerdo y perezoso,
|
|
con ronco son
se mueve a paso tardo,
|
340
|
y en un
instante súbito y furioso
|
|
salta sobre él
con ímpetu gallardo,
|
|
y echándole la
garra, así le aprieta,
|
|
que
le oprime, le rinde y le sujeta:
|
|
de esta manera
Rengo a Talco afierra,
|
345
|
y, antes que a
la defensa se prevenga,
|
|
tan recio le
apretó contra la tierra,
|
|
que el lomo
quebrantado lo derrienga:
|
|
viéndolo pues
así lo desafierra,
|
|
y a su puesto,
esperando que otro venga,
|
350
|
vuelve, dejando
el campo con tal hecho
|
|
de su extremada
fuerza satisfecho.
|
|
Mas no hubo en hombre allí tal
osadía
|
|
que a
contrastar al bárbaro se atreva;
|
|
y así, porque
la noche ya venía,
|
355
|
se difirió la
comenzada prueba
|
|
hasta que el
carro del siguiente día
|
|
alegrase los
campos con luz nueva:
|
|
sonando luego
varios instrumentos,
|
|
de las mesas hinchieron los
asientos.
|
360
|
Pues otro día,
saliendo de su tienda
|
|
el hijo de
Leocán, acompañado
|
|
de gran gente,
al lugar de la contienda
|
|
con altos
instrumentos fue llevado:
|
|
Rengo, porque
su fama más se extienda,
|
365
|
dando una
vuelta en torno del cercado
|
|
entró dentro
con una bella muestra,
|
|
y a mantener se
puso la palestra.
|
[206]
|
Bien por dos
horas Rengo tuvo el puesto
|
|
sin que nadie
la plaza le pisase,
|
370
|
que no se vio
soldado tan dispuesto
|
|
que, viéndole,
el lugar vacío ocupase:
|
|
pero ya
Leucotón mirando en esto,
|
|
que, porque su
valor más se notase,
|
|
hasta ver el
más fuerte había esperado,
|
375
|
con grave paso
entró en el estacado.
|
|
Luego un rumor
confuso y grande estruendo
|
|
entre el
parlero vulgo se levanta
|
|
de ver estos
dos juntos, conociendo
|
|
en ambos
igualmente fuerza tanta.
|
380
|
Leucotón, la
persona recogiendo,
|
|
a recibir a
Rengo se adelanta,
|
|
que con
gallardo paso se venía
|
|
de esfuerzo
acompañado y lozanía.
|
|
Vienen al
paragón dos animosos
|
385
|
que en esfuerzo
y pujanza par no tienen:
|
|
unas veces
aguijan presurosos
|
|
otras frenan el
paso y lo detienen:
|
|
andan en torno
y miran cautelosos,
|
|
y a todos los
engaños se previenen;
|
390
|
pero
no tardó mucho que cerraron,
|
|
y con estrechos
ñudos se abrazaron.
|
|
Juntándose los
dos pechos con pechos,
|
|
van las últimas
fuerzas apurando:
|
|
ya se afirman y tienden muy
estrechos,
|
395
|
ya se arrojan
en torno volteando,
|
|
ya los izquierdos, ya los pies
derechos
|
|
se enclavijan y
enredan, no bastando
|
|
cuanta fuerza
se pone, estudio y arte,
|
|
a poder
mejorarse alguna parte.
|
400 [207]
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Acá y allá
furiosos se rodean,
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la fuerza uno
del otro resistiendo;
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tanto forcejan, gimen, ijadean,
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que los
miembros se van entorpeciendo:
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tiemblan de la
fatiga y titubean
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las cansadas rodillas, no
pudiendo
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comportar el
tesón y furia insana,
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que al fin eran
de hueso y carne humana.
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De sudor grueso
y engrosado aliento
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cubiertos los dos bárbaros
andaban,
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y del fogoso y
recio movimiento
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roncos los
pechos dentro resonaban:
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ellos siempre
con más encendimiento,
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sacando nuevas
fuerzas, procuraban
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llegar la
empresa al cabo comenzada
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por ganar el
honor y la celada.
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Pero ventaja
entre ellos conocida
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no se vio allí,
ni de flaqueza indicio;
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ambos jóvenes son de edad
florida,
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iguales en la
fuerza y ejercicio:
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mas la suerte
de Rengo enflaquecida,
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y el hado, que
hasta allí le fue propicio,
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hicieron que
perdiese a su despecho
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del precio y
del honor todo el derecho.
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Había en la
plaza un hoyo hacia el un lado,
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engaste de un
guijarro, y nuevamente
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estaba de su
encaje levantado
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por el concurso
y huella de la gente:
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desto el
cansado Rengo no avisado,
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metió el pie
dentro, y desgraciadamente,
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cual cae de la
segur herido el pino,
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con no menos
estruendo a tierra vino.
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[208]
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No la pelota
con tan presto salto
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resurte arriba
del macizo suelo,
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ni la águila,
que al robo cala de alto,
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sube en el aire
con tan recio vuelo;
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como de
corrimiento el seso falto,
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Rengo
rabioso, amenazando al cielo,
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se puso en pie,
que aun bien no tocó en tierra,
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y contra
Leucotón furioso cierra.
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Como en la
fiera lucha Anteo temido
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por el furioso
Alcides derribado,
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que de la
Tierra madre recogido,
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cobraba fuerza
y ánimo doblado;
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así el airado
Rengo embravecido,
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que apenas en
la arena había tocado,
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sobre el
contrario arriba de tal suerte,
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que al extremo
llegó de honrado y fuerte.
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Tanta afrenta,
vergüenza y dolor siente,
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el público
lugar considerando,
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que, abrasado
de fuego y rabia ardiente,
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se le fueron
las fuerzas aumentando;
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y furioso,
colérico, impaciente,
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de suerte a
Leucotón va retirando,
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que apenas le
resiste; y el suceso
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oiréis en el
siguiente canto expreso.
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