En este
quinceno y último canto se acaba la batalla en la cual fueron muertos todos los
araucanos, sin querer alguno dellos rendirse. Y se cuenta la navegación que las
naos del Perú hicieron hasta llegar a Chile; y la grande tormenta que entre el
río Maule y el puerto de la Concepción pasaron.
¿Qué cosa puede
haber sin amor buena?
|
|
¿Qué verso sin
amor dará contento?
|
|
¿Dónde jamás se
ha visto rica vena
|
|
que no tenga de
amor el nacimiento?
|
|
No se puede
llamar materia llena
|
5
|
la que de amor
no tiene el fundamento;
|
|
los contentos, los gustos, los
cuidados,
|
|
son, si no son
de amor, como pintados.
|
|
Amor de un
juicio rústico y grosero
|
|
rompe la dura y
áspera corteza;
|
10
|
produce ingenio
y gusto verdadero,
|
|
y pone cualquier
cosa en más fineza:
|
|
Dante, Ariosto,
Petrarca y el Ibero,
|
|
amor los trujo
a tanta delgadeza;
|
|
que la lengua
más rica y más copiosa,
|
15
|
si no trata de amor,
es desgustosa.
|
[286]
|
Pues yo, de
amor desnudo y ornamento,
|
|
con un inculto
ingenio y rudo estilo,
|
|
¿cómo he tenido
tanto atrevimiento,
|
|
que me ponga al
rigor del crudo filo?
|
20
|
Pero mi celo
bueno y sano intento,
|
|
esto me hace a
mí añudar el hilo,
|
|
que ya con el
temor cortado había,
|
|
pensando
remediar esta osadía.
|
|
Quíselo aquí
dejar, considerado
|
25
|
ser escritura
larga y trabajosa,
|
|
por ir a la
verdad tan arrimado
|
|
y haber de
tratar siempre de una cosa;
|
|
que no hay tan dulce
estilo y delicado,
|
|
ni pluma tan
cortada y sonorosa,
|
30
|
que en un largo
discurso no se estrague,
|
|
ni
gusto que un manjar no le empalague.
|
|
Que si a mi discreción
dado me fuera
|
|
salir al campo
y escoger las flores,
|
|
quizá el
cansado gusto removiera
|
35
|
la usada
variedad de los sabores:
|
|
pues como otros han hecho, yo
pudiera
|
|
entretejer mil
fábulas y amores;
|
|
mas, ya que tan
adentro estoy metido,
|
|
habré de
proseguir lo prometido.
|
40
|
Al lombardo
dejé y al araucano
|
|
donde la guerra
andaba más trabada,
|
|
que vienen a
juntarse mano a mano,
|
|
la espada alta
y la maza levantada:
|
|
de malla está
cubierto el italiano,
|
45
|
el indio la
persona desarmada,
|
|
y así como más
suelto y más ligero,
|
|
en descargar el
golpe fue el primero.
|
[287]
|
El membrudo
italiano, como vido
|
|
la maza y el
rigor con que bajaba,
|
50
|
alzó el escudo
en alto, y recogido
|
|
debajo dél, el
golpe reparaba:
|
|
por medio el
fuerte escudo fue rompido,
|
|
y en modo la
cabeza le cargaba,
|
|
que, batiendo los
dientes, vio en el suelo
|
55
|
las estrellas
más mínimas del cielo.
|
|
El brazo
descargó, que alto tenía,
|
|
sobre el
valiente bárbaro el lombardo,
|
|
pensando que dos
piezas le haría,
|
|
según era del
ánimo gallardo:
|
60
|
pero Rengo, que
punto no perdía,
|
|
como una onza
ligera y suelto pardo,
|
|
un presto salto
dio a la diestra mano,
|
|
de suerte que
el cuchillo bajó en vano.
|
|
Tras esto el
diestro bárbaro rodea
|
65
|
la poderosa
maza, de manera
|
|
que acertarle
de lleno, no al Andrea,
|
|
pero un duro peñasco
deshiciera.
|
|
Igual andaba
entre ellos la pelea,
|
|
aunque temo yo
a Rengo a la primera
|
70
|
vez que el
cuchillo baje, si le halla,
|
|
que habrá fin
con su muerte la batalla.
|
|
Mas con
destreza y gran reportamiento,
|
|
desnudo de
armas y de esfuerzo armado,
|
|
entra, sale y
revuelve como el viento,
|
75
|
que en maña y
ligereza era extremado:
|
|
hace siempre su
golpe, y al momento
|
|
le halla el
enemigo así apartado,
|
|
que
aunque el cuchillo de dos brazas fuera,
|
|
alcanzar a
herirle no pudiera.
|
80 [288]
|
Mil golpes por
el aire arroja en vano
|
|
el furioso
italiano embravecido,
|
|
viendo cómo
desnudo un araucano
|
|
y él armado, le
tiene en tal partido:
|
|
la izquierda junta
a la derecha mano,
|
85
|
y apretando la
espada, de corrido
|
|
al bárbaro
arremete, altos los brazos,
|
|
pensando
dividirle en dos pedazos.
|
|
El araucano con
mañoso brío,
|
|
baja la maza,
firme lo esperaba,
|
90
|
mas el cuerpo
hurtó con un desvío
|
|
al tiempo que
el cuchillo derribaba:
|
|
así que el
brazo y golpe dio en vacío,
|
|
y de la fuerza
inmensa que llevaba,
|
|
el gran
cuchillo sustentar no pudo,
|
95
|
quedando allí
con sólo medio escudo.
|
|
Pues como tal
lo vio, suelta la maza,
|
|
cerrando el
presto bárbaro de hecho,
|
|
y cuerpo a
cuerpo así con él se abraza,
|
|
que le imprime
las mallas en el pecho;
|
100
|
no por esto el
lombardo se embaraza,
|
|
mas piensa dél así haber más
derecho,
|
|
y con brazos
durísimos lo afierra,
|
|
creyendo
levantarlo de la tierra.
|
|
Lo que el
valiente Alcides hizo a Anteo
|
105
|
quiso el
nuestro hacer del araucano;
|
|
mas no salió
fortuna a su deseo,
|
|
y así el
deseado efeto salió en vano:
|
|
que el
esforzado Rengo de un rodeo
|
|
lo lleva largo trecho
por el llano,
|
110
|
sobre los
cuerpos muertos tropezando,
|
|
siempre con más
furor sobre él cargando.
|
[289]
|
Andrea, de
empacho ardiendo en rabia viva,
|
|
sintiéndose de un
hombre así apurado,
|
|
firme en el
suelo con los pies estriba,
|
115
|
cobrando
esfuerzo del honor sacado,
|
|
y de manera
sobre Rengo arriba
|
|
que de tierra
lo lleva levantado,
|
|
que era de
fuerza grande y de gran prueba,
|
|
bastante a
comportar la carga nueva.
|
120
|
Yo vi, entre
muchos jóvenes valientes
|
|
sobre pruebas
de fuerza porfiando,
|
|
trabar él una
cuerda con los dientes,
|
|
asiendo cuatro
della, y estribando
|
|
todos a un
tiempo a parte diferentes,
|
125
|
a
su pesar llevarlos arrastrando;
|
|
y de solos los
dientes se valía,
|
|
que las manos atrás presas
tenía.
|
|
Y con facilidad
y poca pena,
|
|
la mayor bota o
pipa que hallaba,
|
130
|
capaz de veinte
arrobas, de agua llena,
|
|
de tierra un
codo y más la levantaba;
|
|
y suspendida
sin verter, serena,
|
|
la sed por
largo espacio mitigaba,
|
|
bajándola
después al suelo llano
|
135
|
como si fuera
un cántaro liviano.
|
|
Aconteció otras
veces, barqueando
|
|
ríos en esta
tierra caudalosos,
|
|
ir la corriente
el ímpetu esforzando
|
|
a desbravar en riscos
peñascosos,
|
140
|
arrebatando el
barco, no bastando
|
|
la fuerza de
los remos presurosos,
|
|
y él, cubierto
de malla como estaba,
|
|
luego animoso
al agua se arrojaba;
|
[290]
|
y una cuerda en
la boca, revolviendo
|
145
|
al furioso
raudal el duro pecho,
|
|
los pies y fuertes brazos
sacudiendo,
|
|
rompía por la
canal casi derecho,
|
|
remolcando la
barca y resistiendo
|
|
el ímpetu del
agua, del estrecho
|
150
|
la sacaba a la
orilla en salvamento,
|
|
haciendo otras
mil cosas que no cuento.
|
|
A Rengo aquí
también sobrepujaba,
|
|
que no fue de
su fuerza menor prueba;
|
|
pero Rengo, que
en ira se abrasaba,
|
155
|
viendo que sin
firmarse alto lo lleva,
|
|
hizo por fuerza
pie y sobre él tornaba,
|
|
sacando la
vergüenza fuerza nueva;
|
|
pero al cabo
los dos se desasieron,
|
|
y otra vez a las armas
acudieron.
|
160
|
Y comienzan de
nuevo el fiero asalto
|
|
como si
descansaran todo el día,
|
|
ora presto por
bajo, ora por alto,
|
|
sin miedo el
uno al otro acometía:
|
|
Rengo, que de armadura
estaba falto,
|
165
|
con tal
destreza y maña se regía,
|
|
que sostiene en
un peso aquella guerra,
|
|
no perdiendo
una mínima de tierra.
|
|
Con presteza una
vez tal golpe asienta
|
|
al valiente
cristiano por un lado,
|
170
|
que toda la
persona le atormenta,
|
|
según que fue
de fuerza muy cargado:
|
|
otro
redobla, y otro, y a mi cuenta
|
|
al cuarto, que
bajaba más pesado,
|
|
el astuto
italiano se desvía,
|
175
|
y de una punta
al bárbaro hería.
|
[291]
|
La espada le
atraviesa el brazo fuerte
|
|
abriéndole en
el lado una herida;
|
|
mas fue tal su
ventura y diestra suerte
|
|
que no le privó
el golpe de la vida:
|
180
|
el bárbaro en
ponzoña se convierte,
|
|
y con braveza
fuera de medida,
|
|
con el fiero
enemigo fue en un punto,
|
|
descargando la
maza todo junto.
|
|
El italiano en
alto el medio escudo
|
185
|
alzó, por recoger el golpe
extraño;
|
|
pero del todo
resistir no pudo,
|
|
aunque se
reparó parte del daño;
|
|
batiole la
cabeza el golpe crudo,
|
|
y cual si el morrión
fuera de estaño
|
190
|
y no de fuerte
pasta bien templado,
|
|
así de aquella
vez quedó abollado.
|
|
Dos o tres
pasos dio desvanecido
|
|
del golpe el
italiano, vacilando,
|
|
perdida la
memoria y el sentido,
|
195
|
y anduvo por caer titubeando:
|
|
la sangre por
el uno y otro oído
|
|
le reventó en
gran flujo, como cuando
|
|
revienta de abundancia
alguna fuente,
|
|
y en pie se
tuvo bien difícilmente.
|
200
|
Pero vuelto en
su acuerdo, que se mira
|
|
lleno de sangre
y puesto en tal estado,
|
|
más furioso que
nunca, ardiendo en ira
|
|
de verse así de
un bárbaro tratado,
|
|
el brazo con el
pie diestro retira
|
205
|
para tomar más
fuerza, y el pesado
|
|
cuchillo
derribó con tal ruïdo
|
|
que revocó en
los montes del sonido.
|
[292]
|
Rengo, que el
gran cuchillo bajar siente
|
|
y el ímpetu y
furor con que venía,
|
210
|
cruzando la
alta maza osadamente,
|
|
al reparo
debajo se metía:
|
|
no fue la asta
defensa suficiente
|
|
por más barras
de acero que tenía,
|
|
que a tierra
vino della una gran pieza,
|
215
|
y el furioso cuchillo
a la cabeza.
|
|
Fue este golpe
terrible y peligroso,
|
|
por do una roja
fuente manó luego,
|
|
y anduvo por
caer Rengo dudoso,
|
|
atónito
y de sangre casi ciego:
|
220
|
el italiano
allí no perezoso,
|
|
viendo que no
era tiempo de sosiego,
|
|
baja otra vez
el gran cuchillo agudo
|
|
con todo aquel
vigor que dalle pudo.
|
|
En medio de la frente
en descubierto
|
225
|
hiere al
turbado Rengo el italiano,
|
|
y hubiérale de
arriba a abajo abierto,
|
|
si no torciera
al descargar la mano:
|
|
el golpe fue de
llano y como muerto
|
|
vino al suelo
tendido el araucano;
|
230
|
y el cuchillo
del golpe atormentado
|
|
por tres o
cuatro partes fue quebrado.
|
|
Crino, que volvió
el rostro al gran ruïdo
|
|
del poderoso
golpe y la caída,
|
|
viendo al
valiente Rengo así tendido,
|
235
|
pensó que era
pasado de esta vida:
|
|
y, de amistad y
deudo conmovido,
|
|
la espada de su
propio amo homicida,
|
|
que en Penco
Tucapel ganado había,
|
|
en venganza del
bárbaro esgrimía.
|
240 [293]
|
Pasa al Andrea
de un golpe el estofado
|
|
no reparando en
él la cruda espada,
|
|
que, rompiendo
la malla por el lado,
|
|
le penetró
hasta el hueso la estocada:
|
|
vuelve con un
mandoble, y recatado
|
245
|
Andrea, viendo
venir la cuchillada,
|
|
fue tan presto
con él por resistirle,
|
|
que no le dejó
tiempo de herirle.
|
|
Sin darle más
lugar, con él se afierra,
|
|
donde en satisfacción
de la herida,
|
250
|
alzándole bien
alto de la tierra,
|
|
de espaldas le
tendió con gran caída;
|
|
y por dar
presto fin a aquella guerra
|
|
la espada le quitó
y luego la vida;
|
|
metiéndose tras
esto por la parte
|
255
|
que andaba más
sangriento el fiero Marte.
|
|
Hiende por do
el montón ve más estrecho;
|
|
¡triste de aquel
que allí con él se junta!
|
|
Uno parte al
través, otro al derecho,
|
|
otro al sesgo,
otro ensarta de una punta;
|
260
|
otros que
tiende, aún no bien satisfecho,
|
|
a coces los quebranta y
descoyunta:
|
|
brazos, cabezas por el aire
avienta
|
|
sin término,
sin número, ni cuenta.
|
|
El buen Lasarte
con la diestra airada
|
265
|
en medio del
furor se desenvuelve,
|
|
pasa
el pecho a Talcuen de una estocada,
|
|
y sobre
Titaguan furioso vuelve:
|
|
abriole la
cabeza desarmada;
|
|
mas el rabioso bárbaro
revuelve,
|
270
|
y antes que la
alma diese, le da un tajo,
|
|
que se tuvo al
arzón con gran trabajo.
|
[294]
|
Pacheco a Norpa
abrió por el costado,
|
|
y a Longoval derriba
tras él, muerto:
|
|
pues Juan Gómez
también por aquel lado,
|
275
|
de fresca
sangre bárbara cubierto,
|
|
había de un
golpe a Colca derribado
|
|
y a Galvo el desarmado
vientre abierto:
|
|
el bárbaro
mortal, la color vuelta,
|
|
dio en el
postrer suspiro la alma envuelta.
|
280
|
Gabriel de
Villagrán no estaba ocioso,
|
|
que a Cinga y a
Pillolco había tendido,
|
|
y andaba
revolviéndose animoso
|
|
entre los
hierros bárbaros metido.
|
|
El rumor de las
armas sonoroso,
|
285
|
los varios
apellidos y el ruïdo,
|
|
a las aves confusas y turbadas
|
|
hacen estar
mirándolas paradas.
|
|
Crece la rabia
y el furor se enciende,
|
|
la gente por
juntarse se apiñaba,
|
290
|
que ya ninguno más
lugar pretende
|
|
del que para
morir en pie bastaba:
|
|
Quién corta,
quién barrena, rompe, hiende;
|
|
y era el
estrecho tal y priesa brava,
|
|
que, sin caer los
muertos, de apretados
|
295
|
quedaban a los vivos arrimados.
|
|
La soberbia,
furor, desdén, denuedo,
|
|
la priesa de
los golpes y dureza,
|
|
figurarla del
todo aquí no puedo
|
|
ni la pluma
llevar con tal presteza:
|
300
|
De la muerte
ninguno tiene miedo,
|
|
antes, si
vuelve el rostro, más tristeza
|
|
mostraban,
porque claro conocían
|
|
que vencidos
quedaban si vivían.
|
[295]
|
Mas aunque de
vivir desconfiaban,
|
305
|
perdida de
vencer ya la esperanza,
|
|
el punto de la
muerte dilataban
|
|
por morir con alguna
más venganza:
|
|
y no por esto
el paso retiraban,
|
|
ni el pecho
rehusaban de la lanza,
|
310
|
si por mover un
paso, como digo,
|
|
dejasen de
ofender al enemigo.
|
|
Cuatro aquí,
seis allí, por todos lados
|
|
vienen
sin detenerse a tierra muertos,
|
|
unos de mil
heridas desangrados,
|
315
|
de la cabeza al
pecho otros abiertos;
|
|
otros por las
espadas y costados
|
|
los bravos
corazones descubiertos,
|
|
así dentro en los pechos
palpitaban,
|
|
que bien el
gran coraje declaraban.
|
320
|
Quién en sus mismas
tripas tropezando
|
|
al odioso
enemigo arremetía,
|
|
quién por
veinte heridas resollando
|
|
las cubiertas entrañas
descubría:
|
|
allí se vio la
vida estar dudando
|
325
|
por qué puerta
de súbito saldría;
|
|
al fin salía
por todas y a un momento
|
|
faltaba fuerza,
vida, sangre, aliento.
|
|
Ya pues, no
estaba en pie la octava parte
|
|
de los bárbaros
muertos, no rendidos;
|
330
|
Villagrán, que
miraba esto de aparte,
|
|
viendo los que
quedaban tan heridos,
|
|
les envió dos
indios de su parte
|
|
a decir que se
entreguen por vencidos
|
|
sometiéndose al
yugo y obediencia,
|
335
|
y que usará con
ellos de clemencia.
|
[296]
|
Todos los españoles retrujeron
|
|
las espadas y
el paso en el momento,
|
|
y los dos mensajeros
propusieron
|
|
el pacto,
condición y ofrecimiento;
|
340
|
pero los
araucanos, cuando oyeron
|
|
aquel partido infame,
el corrimiento
|
|
fue tanto y su
coraje, que respuesta
|
|
no dieron a la
plática propuesta.
|
|
Los ojos contra
el cielo vueltos braman,
|
345
|
«¡morir! ¡morir!»,
no dicen otra cosa,
|
|
morir quieren,
y así la muerte llaman
|
|
gritando:
«¡afuera vida vergonzosa!»
|
|
Ésta fue su
respuesta y esto claman;
|
|
y a dar fin a
la guerra sanguinosa
|
350
|
se disponen con
ánimo y braveza,
|
|
sacando nuevas fuerzas de
flaqueza.
|
|
Espaldas con
espaldas se juntaban,
|
|
algunos de
rodillas combatiendo,
|
|
que las tullidas piernas les
faltaban,
|
355
|
sostenerse
sobre ellas no pudiendo:
|
|
y aun así las espadas rodeaban;
|
|
otros, que ya
en el suelo retorciendo
|
|
se andaban, por
dañar lo que podían
|
|
a los
contrarios pies se revolvían.
|
360
|
Viéranse
vivos cuerpos desmembrados
|
|
con la furiosa
muerte porfiando,
|
|
en el lodo y sangraza
derribados,
|
|
que rabiosos se
andaban revolcando:
|
|
de la suerte
que vemos los pescados
|
365
|
cuando se va
algún lago desaguando,
|
|
que entre dos
elementos se estremecen,
|
|
y en ellos
revolcándose perecen.
|
[297]
|
Si el crudo
Sila, si Nerón sangriento,
|
|
(por más sed
que de sangre ellos mostraran),
|
370
|
della vieran
aquí el derramamiento,
|
|
yo tengo para
mí que se hartaran,
|
|
pues con mayor
rigor, a su contento
|
|
en viva sangre
humana se bañaran,
|
|
que en Campo
Marcio Sila carnicero,
|
375
|
y en el foro de
Roma el bestial Nero.
|
|
Quedaron por
igual todos tendidos
|
|
aquellos que
rendir no se quisieron,
|
|
que ya al fin
de la vida conducidos,
|
|
a la forzosa
muerte se rindieron:
|
380
|
los lasos españoles mal heridos
|
|
de la cercada
plaza se salieron,
|
|
de armas y cuerpos bárbaros tan
llena,
|
|
que sobre ellos
andaban a gran pena.
|
|
Ningún bárbaro
en pie quedó en el fuerte
|
385
|
ni brazo que
mover pudiese espada;
|
|
sólo Mallén,
que al punto de la muerte
|
|
le dio de vivir
gana acelerada:
|
|
y rendido al
temor y baja suerte,
|
|
viéndose de una
fiera cuchillada
|
390
|
en el siniestro
brazo mal herido,
|
|
detrás de un
paredón se había escondido.
|
|
No sintiendo el
rumor que antes se oía,
|
|
que en torno
retumbaba todo el llano,
|
|
que, como dije,
ya la muerte había
|
395
|
puesto silencio
con airada mano;
|
|
dejó aquel
paredón, y a ver salía
|
|
si hallaba por
allí algún araucano,
|
|
a quien se
encomendar que le salvase,
|
|
y la sensible
llaga le apretase.
|
400 [298]
|
Mas cuando vio
la plaza cuál estaba,
|
|
y en sus amigos tal carnicería,
|
|
que aunque la
muerte los desfiguraba,
|
|
la envidia
conocidos los hacía;
|
|
con ira vergonzosa,
presentaba
|
405
|
la espalda al
corazón, y así decía:
|
|
«¡cómo! ¿yo
solo quedo por testigo
|
|
de
la muerte y valor de tanto amigo?
|
|
»Cobarde
corazón, por cierto indigno
|
|
de algún golpe
de espada valerosa,
|
410
|
pues fue por
elección y no destino
|
|
perder una
sazón tan venturosa;
|
|
tú me
apartaste, ¡oh flaco! del camino
|
|
de un eterno
vivir, y a vergonzosa
|
|
muerte he
venido ya con mengua tuya,
|
415
|
por más que la
mi diestra lo rehúya.
|
|
»Si a mi sangre
con esta del estado
|
|
mezclarse aquí
le fuere concedido,
|
|
viendo mi
cuerpo entre éstos arrojado,
|
|
aunque de brazo
débil ofendido,
|
420
|
quizá seré en
el número contado
|
|
de los que así su
patria han defendido:
|
|
mas, ¡ay triste
de mí!, que en la herida
|
|
será mi flaca
mano conocida.
|
|
»¿Qué indicios
bastarán, qué recompensa,
|
425
|
qué enmienda puedo
dar de parte mía,
|
|
que yo
satisfacer pueda a la ofensa
|
|
hecha a mi
honor y patria y compañía?
|
|
Yo turbo el
claro honor y fama inmensa
|
|
de tantos, pues
podrán decir que había
|
430
|
entre ellos
quien de miedo, bajamente,
|
|
del enemigo
apenas vio la frente.
|
[299]
|
«¿Por qué al
temor doy fuerzas dilatando
|
|
con prolijas razones
mi jornada?
|
|
Arrepentirme
¿qué aprovecha cuando
|
435
|
ya el
arrepentimiento vale nada?»
|
|
Aquí cerró la
voz, y no dudando
|
|
entrega el
cuello a la homicida espada:
|
|
corriendo con
presteza el crudo filo,
|
|
sin sazón de la
vida cortó el hilo.
|
440
|
Cese el furor
del fiero Marte airado,
|
|
y descansen un
poco las espadas,
|
|
entretanto que
vuelvo al comenzado
|
|
camino de las
naves derramadas:
|
|
que contra el
recio Noto porfiado,
|
445
|
de Neptuno las
olas levantadas,
|
|
proejando por fuerza
iban rompiendo,
|
|
del viento y
agua el ímpetu venciendo.
|
|
Por entre aquellas islas
navegaron
|
|
de Sangallán,
do nunca habita gente,
|
450
|
y las otras ignotas se dejaron
|
|
a la diestra de
parte del Poniente;
|
|
a Chaule a la
siniestra, y arribaron
|
|
en Arica, y
después difícilmente
|
|
vimos
a Copiapó, valle primero
|
455
|
del distrito de
Chile verdadero.
|
|
Allí con
libertad soplan los vientos,
|
|
de sus cavernas
cóncavas saliendo,
|
|
y furiosos,
indómitos, violentos,
|
|
todo aquel ancho
mar van discurriendo:
|
460
|
rompiendo la
prisión y mandamientos
|
|
de Eolo su rey,
el cual temiendo
|
|
que el mundo no
arruïnen, los encierra
|
|
echándoles encima
una gran sierra.
|
[300]
|
No con esto su
furia corregida,
|
465
|
viéndose en sus
cavernas apremiados,
|
|
buscan con gran
estruendo la salida
|
|
por los huecos y cóncavos cerrados:
|
|
y así la firme
tierra removida
|
|
tiembla, y hay terremotos tan
usados,
|
470
|
derribando en
los pueblos y montañas
|
|
hombres, ganados, casas y
cabañas.
|
|
Menguan allí las aguas, crece
el día
|
|
al revés de la
Europa, porque es cuando
|
|
el Sol del
Equinoccio se desvía,
|
475
|
y al
Capricornio más se va acercando.
|
|
Pues desde allí las naves, que
a porfía
|
|
corren, al mar
y al Austro contrastando,
|
|
de Bóreas ayudadas luego
fueron,
|
|
y en el puerto
Coquímbico surgieron.
|
480
|
Apenas en la
deseada arena,
|
|
salidos de las
naos el pie firmamos,
|
|
cuando el
prolijo mar, peligro y pena
|
|
de tan largos
caminos olvidamos:
|
|
y a la nueva ciudad
de La Serena,
|
485
|
que es dos
leguas del puerto, caminamos
|
|
en lozanos caballos
guarnecidos,
|
|
al esperado
tiempo prevenidos:
|
|
Donde un
caricioso acogimiento
|
|
a todos nos hicieron y
hospedaje,
|
490
|
estimando con
grato cumplimiento
|
|
el socorro y
larguísimo viaje,
|
|
y de dulce
refresco y bastimento
|
|
al punto se aprestó
el matalotaje,
|
|
con que se
reparó la hambrienta armada,
|
495
|
del largo
navegar necesitada.
|
[301]
|
A la gente y
caballos aguardaban,
|
|
que, por áspera
tierra y despoblados
|
|
rompiendo, con
esfuerzo caminaban,
|
|
de hambres y trabajos
fatigados;
|
500
|
pero a
cualquier fortuna contrastaban,
|
|
y
desde poco a la ciudad llegados,
|
|
un mes en mucho
vicio reposaron
|
|
hasta que los caballos
reformaron.
|
|
Al fin del
cual, sin esperar la flota,
|
505
|
reparados del
áspero camino,
|
|
toman de su demanda
la derrota,
|
|
llevando a la
derecha el mar vecino:
|
|
pasan la fértil
Ligua y a Quillota
|
|
la dejaron a un
lado, que convino
|
510
|
entrar en
Mapochó, que es do pararon
|
|
las reliquias
de Penco que escaparon.
|
|
El sol del
común Géminis salía
|
|
trayendo nuevo
tiempo a los mortales,
|
|
y del Solsticio
por Zenit hería
|
515
|
las partes y región
septentrionales,
|
|
cuando es mayor
la sombra al medio día
|
|
por este
apartamiento en las australes,
|
|
y los vientos en más libre
ejercicio
|
|
soplan con gran
rigor del austral quicio.
|
520
|
Nosotros, sin
temor de los airados
|
|
vientos, que
entonces con mayor licencia
|
|
andan en esta
parte derramados
|
|
mostrando más
entera su violencia,
|
|
a las usadas naves retirados,
|
525
|
con un alegre
alarde y aparencia
|
|
las aferradas
áncoras alzamos,
|
|
y al Noroeste las
velas entregamos.
|
[302]
|
La mar era
bonanza, el tiempo bueno,
|
|
el viento
largo, fresco y favorable,
|
530
|
desocupado el
cielo y muy sereno,
|
|
con muestra y parecer
de ser durable:
|
|
seis días
fuimos así; pero al seteno,
|
|
Fortuna, que en
el bien jamás fue estable,
|
|
turbó el cielo
de nubes, mudó el viento,
|
535
|
revolviendo la mar
desde el asiento.
|
|
Bóreas furioso
aquí tomó la mano
|
|
con presurosos
soplos esforzados,
|
|
y súbito en el
mar tranquilo y llano
|
|
se alzaron
grandes montes y collados:
|
540
|
los españoles,
que el furor insano
|
|
vieron del agua
y viento, atribulados
|
|
tomaron por
partido estar en tierra,
|
|
aunque del todo
hubiera fin la guerra.
|
|
De mi nave
podré sólo dar cuenta,
|
545
|
que era la
capitana de la armada,
|
|
que arrojada de
la áspera tormenta
|
|
andaba sin
gobierno derramada;
|
|
pero
¿quién será aquel que en tal afrenta
|
|
estará tan en
sí que falte en nada?
|
550
|
Que el general
temor apoderado
|
|
no me dejó aún
para esto reservado.
|
|
Con tal furia a
la nave el viento asalta,
|
|
y fue tan recio
y presto el terremoto,
|
|
que la cogió la
vela mayor alta,
|
555
|
y estaba en
punto el mástil de ser roto:
|
|
mas, viendo el tiempo
así turbado, salta
|
|
diciendo a
grandes voces el piloto:
|
|
«¡larga la
triza en banda! ¡larga! ¡larga!
|
|
Larga presto,
¡ay de mí! ¡que el viento carga!»
|
560 [303]
|
La braveza del
mar, el recio viento
|
|
el clamor,
alboroto, las promesas,
|
|
el cerrarse la
noche en un momento
|
|
de negras nubes, lóbregas y
espesas;
|
|
los truenos, los relámpagos sin
cuento,
|
565
|
las voces de pilotos y las
priesas,
|
|
hacen un son
tan triste y armonía,
|
|
que parece que
el mundo perecía.
|
|
«¡Amaina! ¡amaina!»
gritan marineros,
|
|
«¡amaina la
mayor! ¡iza trinquete!»
|
570
|
Esfuerzan esta
voz los pasajeros,
|
|
y a la triza un
gran número arremete:
|
|
los otros de tropel
corren ligeros
|
|
a la escota, a
la braza, al chafaldete,
|
|
mas del viento
la fuerza era tan brava,
|
575
|
que ningún aparejo gobernaba.
|
|
Ábrese el cielo,
el mar brama alterado
|
|
gime el
soberbio viento embravecido;
|
|
en esto un
monte de agua levantado
|
|
sobre las nubes
con un gran ruïdo
|
580
|
embistió el galeón
por un costado,
|
|
llevándolo un
gran rato sumergido,
|
|
y la gente
tragó del temor fuerte
|
|
a vueltas de
agua la esperada muerte.
|
|
Mas quiso Dios
que de la suerte como
|
585
|
la gran
ballena, el cuerpo sacudiendo
|
|
rompe con el
furioso hocico romo,
|
|
de las olas el
ímpetu venciendo,
|
|
descubre y saca
el espacioso lomo,
|
|
en anchos cercos
la agua revolviendo,
|
590
|
así debajo el
mar salió el navío,
|
|
vertiendo a
cada banda un grueso río.
|
[304]
|
El proceloso
Bóreas más crecido
|
|
la mar hasta los
cielos levantaba,
|
|
y aunque era un
mangle el mástil muy fornido,
|
595
|
sobre
la proa la alta gavia estaba:
|
|
la gente con
gran fuerza y alarido,
|
|
en amainar la
vela porfiaba,
|
|
que en forma de
arco al mástil oprimía,
|
|
y así la
racamenta no corría.
|
600
|
Eolo, o ya fue
acaso, o se doliendo
|
|
del afligido
pueblo castellano,
|
|
iba al valiente
Bóreas recogiendo,
|
|
queriendo él
encerrarle por su mano:
|
|
y abriendo la
caverna, no advirtiendo
|
605
|
al Céfiro que
estaba más cercano,
|
|
rotas ya las
cadenas a la puerta,
|
|
salió bramando
al mar, viéndola abierta.
|
|
Y con violento
soplo, arrebatando
|
|
cuantas nubes halló por el
camino,
|
610
|
se arroja al
levantado mar, cerrando
|
|
más la noche
con negro torbellino:
|
|
y las valientes olas reparando,
|
|
que del furioso
Cierzo repentino
|
|
iban la vía siguiendo,
las airaba,
|
615
|
y el removido
mar más alteraba.
|
|
Súbito la
borrasca y travesía
|
|
y un turbión de
granizo sacudieron
|
|
por un lado a
la nao, y así pendía,
|
|
que al mar las
altas gavias descendieron:
|
620
|
fue la furia
tan presta, que aún no había
|
|
amainado la
gente; y cuando vieron
|
|
los pilotos la
costa y viento airado,
|
|
rindieron la
esperanza al duro hado.
|
[305]
|
La nao, del mar
y viento contrastada,
|
625
|
andaba con la
quilla descubierta,
|
|
ya sobre
sierras de agua levantada,
|
|
ya debajo del
mar toda cubierta:
|
|
vino en esto de
viento una grupada,
|
|
que abrió a la
agua furiosa una ancha puerta,
|
630
|
rompiendo del
trinquete la una escota,
|
|
y la mura mayor
fue casi rota.
|
|
Alzose un
alarido entre la gente,
|
|
pensando haber
del todo zozobrado,
|
|
miran al gran
piloto atentamente,
|
635
|
que no sabe mandar
de atribulado:
|
|
unos dicen
«¡Zaborda!»; otros «¡Detente;
|
|
cierra el timón
en banda!», y cuál turbado
|
|
buscaba
escotillón, tabla o madero,
|
|
para tentar el medio
postrimero.
|
640
|
Crece el miedo,
el clamor se multiplica,
|
|
uno dice «¡A la
mar!»; otro «¡Arribemos!»;
|
|
otro
da grita «¡Amaina!»; otro replica;
|
|
«¡A orza, no amainar,
que nos perdemos!»;
|
|
otro dice
«¡Herramientas, pica, pica!
|
645
|
¡Mástiles y obras muertas
derribemos!»
|
|
Atónita de acá
y de allá la gente,
|
|
corre en montón
confuso diligente.
|
|
Las gúmenas y jarcias
rechinaban
|
|
del turbulento
Céfiro estiradas,
|
650
|
y las hinchadas olas rebramaban
|
|
en las vecinas rocas
quebrantadas,
|
|
que la escura
tiniebla penetraban,
|
|
y cerrazón de nubes intricadas;
|
|
y así en las peñas ásperas
batían,
|
655
|
que blancas
hasta el cielo resurtían.
|
[306]
|
Travesía era el
viento y por vecina
|
|
la brava costa
de arrecifes llena,
|
|
que del grande
reflujo en la marina
|
|
hervía la agua
mezclada con la arena:
|
660
|
rota la escota,
larga la bolina,
|
|
suelto el
trinquete, sin calar la entena
|
|
y la poca
esperanza quebrantada
|
|
por el furioso
viento arrebatada.
|
|