Salen el REY y
don Diego TENORIO, el
viejo
REY: ¿Qué
me dices?
DIEGO: Señor, la verdad digo,
por
esta carta estoy del caso cierto,
que es
de tu embajador, y de mi hermano.
Halláronle en la cuadra del rey mismo
con una
hermosa dama del palacio.
REY: ¿Qué calidad?
DIEGO:
Señor, es la duquesa
Isabela.
REY:
¿Isabela?
DIEGO: Por lo menos...
REY:
¡Atrevimiento temerario! ¿Y dónde
ahora
está?
DIEGO:
Señor, a vuestra alteza
no he
de encubrirle la verdad, anoche
a
Sevilla llegó con un criado.
REY: Ya
sabéis, Tenorio, que o estimo,
y al
rey informaré del caso luego,
casando
a ese rapaz con isabela,
volviendo a su sosiego al duque Octavio,
que
inocente padece, y luego al punto
haced
que don Juan salga desterrado.
DIEGO: ¿Adónde, mi señor?
REY: Mi enojo vea
en el
detierro de Sevilla, salga
a
Lebrija esta noche, y agradezca
sólo
al merecimiento de su padre...
Pero
decid, don Diego, ¿qué diremos
a
Gonzalo de Ulloa, sin que erremos?
Caséle
con su hija, y no sé cómo
lo
puedo agora remediar.
DIEGO: Pues mira,
mi
gran señor, ¿qué mandas que yo hago
que
esté bien al honor de esta señora,
hija de
un padre tal?
REY: Un medio tomo
con que
absolverlo del enojo entiendo:
mayordomo mayor pretendo hacerle.
Sale un criado
CRIADO: Un
caballero llega de camino,
y dice,
señor, que es el duque Octavio.
REY: ¿El
duque Octavio?
CRIADO: Sí, señor.
REY: Sin duda
que supo de don Juan el desatino,
y que
viene, incitado a la venganza,
a
pedir que le otorgue desafío.
DIEGO: Mi gran
señor, en tus heroicas manos
está mi
vida, que mi vida propria
es la vida de un hijo inobediente
que,
aunque mozo gallardo y valeroso,
y le
llaman los mozos de su tiempo
el Héctor de Sevilla, porque ha
hecho
tantas y tan extrañas mocedades.
La razón puede mucho. No permitas
el
desafío, si es posible.
REY: Basta,
ya
os entiendo, Tenorio, honor de padre...
Entre
el duque...
DIEGO: Señor, dame esas
plantas.
¿Cómo
podré pagar mercedes tantas?
Sale el duque OCTAVIO, de camino
OCTAVIO: A
esos pies, gran señor, un peregrino
mísero
y desterrado, ofrece el labio,
juzgando
por más fácil el camino
en
vuestra gran presencia,
REY: ¡Duque
Octavio!
OCTAVIO: Huyendo
vengo el fiero desatino
de una
mujer, el no pensado agravio
de un
caballero, que la causa ha sido
de que
así a vuestros pies haya venido.
REY: Ya,
duque Octavio, sé vuestra inocencia.
Yo al
rey escribiré que os restituya
en
vuestro estado, puesto que el ausencia
que hicisteis, algún daño os atribuya.
Yo os casaré en Sevilla,
con licencia
del
rey, y con perdón y gracia suya
que
puesto que Isabela un ángel sea,
mirando
la que os doy, ha de ser fea.
Comendador mayor de Calatrava
es
Gonzalo de Ulloa, un caballero
a quien
el moro por temor alaba,
que
siempre es el cobarde lisonjero.
Éste
tiene una hija, en quien bastaba
en dote la virtud, que considero,
después
de la beldad, que es maravilla
y el sol de las estrellas de
Sevilla.
Ésta quiero que sea
vuestra esposa.
OCTAVIO: Cuando
yo este viaje le emprendiera
a sólo
eso, mi suerte era dichosa,
sabiendo yo que vuestro gusto fuera.
REY:
Hospedaréis al duque, sin que cosa
en su
regalo falte.
OCTAVIO: Quien espera
en vos, señor, saldrá de premios lleno.
Primero
Alfonso sois, siendo el onceno.
Vanse el REY y don Diego TENORIO,
y sale
RIPIO
RIPIO: ¿Qué
ha sucedido?
OCTAVIO: Que he dado
el
trabajo recibido,
conforme me ha sucedido,
desde hoy por bien empleado.
Hablé al rey, vióme y
honróme,
César con él César fui,
pues vi, peleé y vencí,
y ya
hace que esposa tome
de
su mano, y se prefiere
a
desenojar al rey
en la
fulminada ley.
RIPIO: Con
razón el nombre adquiere
de
generoso en Castilla.
¿Al fin
te llegó a ofrecer
mujer?
OCTAVIO:
Sí, amigo, y mujer
de
Sevilla, que Sevilla
da,
si averiguarlo quieres,
porque
de oírlo te asombres,
si fuertes
y airosos hombres,
también
gallardas mujeres.
Un
manto tapado, un brío,
donde
un puro sol se esconde,
si no
es en Sevilla, ¿adónde
se
admite? El contento mío
es
tal que ya me consuela
en mi
mal.
Salen CATALINÓN y don JUAN
CATALINÓN:
Señor, detente,
que
aquí está el duque, inocente
Sagitario de Isabela,
aunque
mejor le diré
Capricornio.
JUAN:
Disimula.
CATALINÓN: Cuando
le vende, le adula.
JUAN: Como a
Nápoles dejé
por
envïarme a llamar
con
tanta prisa mi rey,
y como su gusto es ley,
no
tuve, Octavio, lugar
de
despedirme de vos
de
ningún modo.
OCTAVIO:
Por eso,
don Juan amigo, os confieso,
que hoy nos juntamos los dos
en Sevilla.
JUAN:
¿Quién pensara,
duque,
que en Sevilla os viera;
para
que en ella o sirviera
como yo
la deseara.
Dejáis más, aunque es lugar
Nápoles
tan excelente,
por
Sevilla solamente
se
puede, amigo, dejar.
OCTAVIO: Si
en Nápoles os oyera,
y no en
la parte en que estoy,
del
crédito que ahora os doy
sospecho que me riera.
Mas,
llegándola a habitar,
es, por
lo mucho que alcanza,
corta
cualquiera alabanza
que a
Sevilla queráis dar.
¿Quién es el que viene allí?
JUAN: El que
viene es el marqués
de la
Mota. Descortés
es
fuerza ser.
OCTAVIO: Si de mí
algo
hubiereis menester,
aquí espada y brazo está.
CATALINÓN: (Y, si
importa gozará, Aparte
en su
nombre otra mujer,
que
tiene buena opinión).
OCTAVIO: De vos
estoy satisfecho.
CATALINÓN: Si fuere
de algún provecho,
señores, Catalinón,
vuarcedes continuamente
me
hallarán para servillos.
RIPIO: ¿Y
dónde?
CATALINÓN: En los Pajarillos,
tabernáculo excelente.
Vanse OCTAVIO y RIPIO y sale el
marqués de
la MOTA y su CRIADO
MOTA: Todo
hoy os ando buscando,
y no os he podido hallar.
¿Vos, don Juan, en el lugar,
y vuestro amigo penando
en vuestra ausencia?
JUAN: Por Dios,
amigo,
que me debéis
esa
merced que me hacéis.
CATALINÓN: (Como
no le entreguéis vos Aparte
moza
o cosa que lo valga,
bien
podéis fïaros de él;
que, en
cuanto a esto es crüel,
tiene
condición hidalga).
JUAN: ¿Qué
hay de Sevilla?
MOTA: Está ya
toda
esta corte mudada.
JUAN:
¿Mujeres?
MOTA:
Cosa juzgada.
JUAN: ¿Inés?
MOTA:
A Vejel se va.
JUAN: Buen
lugar para vivir
la que
tan dama nació.
MOTA: El
tiempo la desterró
a Vejel.
JUAN:
Irá a morir.
¿Constanza?
MOTA:
Es lástima vella
lampiña
de frente y ceja,
llámala
el portugués vieja,
y ella
imagina que bella.
JUAN: Sí,
que "velha" en portugués
suena
"vieja" en castellano.
¿Y
Teodora?
MOTA:
Este verano
se
escapó del mal francés
[por
un río de sudores,]
y está tan tierna y reciente
que
anteayer me arrojó un diente
envuelto entre muchas flores.
JUAN:
¿Julia, la del Candilejo?
MOTA: Ya con sus afeites lucha.
JUAN:
¿Véndese siempre por trucha?
MOTA: Ya se
da por abadejo.
JUAN: ¿El
barrio de Cantarranas
tiene buena población?
MOTA: Ranas las más de ellas son.
JUAN: ¿Y viven las dos hermanas?
MOTA: Y la
mona de Tolú
de su
madre Celestina,
que les
enseña doctrina.
JUAN: ¡Oh, vieja de Bercebú!
¿Cómo la mayor está?
MOTA: Blanca,
sin blanca ninguna.
Tiene
un santo a quien ayuna.
JUAN: ¿Agora
en vigilias da?
MOTA: Es
firme y santa mujer.
JUAN: ¿Y
esotra?
MOTA:
Mejor principio
tiene;
no desecha ripio.
JUAN: Buen
albañir quiere ser.
Marqués, ¿qué hay de perros muertos?
MOTA: Yo y don Pedro de Esquivel
dimos anoche uno crüel,
y esta
noche tengo ciertos
otros dos.
JUAN:
Iré con vos,
que también recorreré
ciertos
nidos que dejé
en huevos para los dos.
¿Qué hay de terrero?
MOTA: No muero
en
terrero, que enterrado
me tiene
mayor cuidado.
JUAN: ¿Cómo?
MOTA:
Un imposible quiero.
JUAN:
Pues, ¿no os corresponde?
MOTA: Sí,
me
favorece y me estima.
JUAN: ¿Quién
es?
MOTA: Doña Ana, mi prima,
que es
recién llegada aquí.
JUAN:
Pues, ¿dónde ha estado?
MOTA: En Lisboa,
con su
padre en la embajada.
JUAN: ¿Es
hermosa?
MOTA: Es extremada,
porque
en doña Ana de Ulloa
se
extremó Naturaleza.
JUAN: ¿Tan
bella es esa mujer?
¡Vive
Dios que la he de ver!
MOTA: Veréis
la mayor belleza
que los ojos del rey ven.
JUAN: Casaos,
si es tan extremada.
MOTA: El rey
la tiene casada
y no se
sabe con quién.
JUAN: ¿No
os favorece?
MOTA: Y me escribe.
CATALINÓN: (No prosigas,
que te engaña Aparte
el gran
burlador de España).
JUAN: Quien
tan satisfecho vive
[de
su amor, ¿desdichas teme?
Sacadla, solicitadla,
escribidla, y engañadla,
y el mundo se abrase y queme.]
MOTA:
Agora estoy esperando
la
postrer resolución.
JUAN: Pues no
perdáis la ocasión,
que
aquí os estoy aguardando.
MOTA: Ya
vuelvo.
CATALINÓN: Señor cuadrado,
o señor
redondo, adiós.
CRIADO: Adiós.
Vanse el
marqués de la MOTA y su
CRIADO
JUAN: Pues solos los dos,
amigo, habemos quedado,
los
pasos sigue al marqués,
que en
el palacio se entró.
Vase CATALINÓN,
habla por una reja una
MUJER
MUJER: Ce, ce,
¿a quién digo?
JUAN: ¿Llamó?
MUJER: Pues sois prudente y cortés,
y su amigo, dadle luego
al
marqués este papel;
mirad
que consiste en él
de una
señora el sosiego.
JUAN: Digo
que se lo daré,
soy su
amigo y caballero.
MUJER: Basta,
señor forastero,
adiós.
Vase la MUJER
JUAN:
Ya la voz se fue.
¿No
parece encantamiento
esto
que agora ha pasado?
A mí el
papel ha llegado
por la
estafeta del viento.
Sin
duda que es de la dama
que el
marqués me ha encarecido.
¡Venturoso en esto he sido!
Sevilla
a voces me llama
el
burlador, y el mayor
gusto
que en mí puede haber
es
burlar una mujer
y
dejarla sin honor.
¡Vive Dios que le he de abrir,
pues
salí de la plazuela!
Mas ¿si
hubiese otra cautela?
Gana me
da de reír.
Ya está abierto el papel,
y que
es suyo es cosa llana,
porque
aquí firma doña Ana.
Dice
así: "Mi padre infiel
en
secreto me ha casado,
sin
poderme resistir.
No sé
si podré vivir,
porque
la muerte me ha dado.
Si
estimas, como es razón
mi amor
y mi voluntad,
y si tu
amor fue verdad,
muéstralo en esta ocasión.
Porque veas que te estimo,
ven
esta noche a la puerta,
que
estará a las once abierta,
donde
tu esperanza, primo,
goces, y el fin de tu amor.
Traerás, mi gloria, por señas
de
Leonorilla y las dueñas
una
capa de color.
Mi
amor todo de ti fío,
y
adiós". ¡Desdichado amante!
¿Hay
suceso semejante?
Ya de
la burla me río.
Gozaréla, vive Dios,
con el
engaño y cautela
que en
Nápoles a Isabela.
Sale CATALINÓN
CATALINÓN: Ya el
marqués viene.
JUAN: Los dos
aquesta
noche tenemos
qué
hacer.
CATALINÓN:
¿Hay engaño nuevo?
JUAN:
¡Extremado!
CATALINÓN:
No lo apruebo.
Tú
pretendes que escapemos
una
vez, señor, burlados;
que el
que vive de burlar,
burlado
habrá de escapar
[a
cencerros atapados]
de
una vez.
JUAN:
¿Predicador
te
vuelves, impertinente?
CATALINÓN: La
razón hace al valiente.
JUAN: Y al
cobarde hace el temor.
El
que se pone a servir,
voluntad no ha de tener,
y todo
ha de ser hacer,
y nada
ha de ser decir.
Sirviendo,
jugando estás,
y si
quieres ganar luego,
haz
siempre porque en el juego
quien
más hace gana más.
CATALINÓN:
También quien [más] hace y dice
pierde
por la mayor parte.
JUAN: Esta
vez quiero avisarte
porque
otra vez no te avise.
CATALINÓN: Digo
que de aquí adelante
lo que
me mandes haré,
y a tu
lado forzaré
un
tigre y un elefante.
Guárdese de mí un prior
que si
me mandas que calle,
y le
fuerce, he de forzalle
sin
réplica, mi señor.
Sale el marqués
de la MOTA
JUAN:
Calla, que viene el marqués.
CATALINÓN: ¿Pues,
ha de ser el forzado?
JUAN: Para
vos, marqués me han dado
un
recado harto cortés,
por
esa reja, sin ver
el que
me lo daba allí.
Sólo en
la voz conocí
que me
lo daba mujer.
Dícete al fin, que a las doce
vayas
secreto a la puerta,
que
estará a las once abierta,
donde
tu esperanza goce
la
posesión de tu amor,
y que llevases por señas
de Leonorilla y las dueñas,
una capa de color.
MOTA: ¿Qué
decís?
JUAN:
Que este recado
de una
ventana me dieron,
sin ver
quién.
MOTA:
Con él pusieron
sosiego
en tanto cuidado.
¡Ay,
amigo, sólo en ti
mi
esperanza renaciera!
Dame
esos pies.
JUAN:
Considera
que no está tu prima en mí.
¿Eres tú quien ha de ser
quien
la tiene de gozar,
y me llegas a abrazar
los pies?
MOTA:
Es tal el placer
que
me ha sacado de mí.
¡Oh
sol, apresura el paso!
JUAN: Ya el
sol camina al ocaso.
MOTA: Vamos,
amigo, de aquí,
y de
noche nos pondremos;
loco
voy.
JUAN:
Bien se conoce,
mas yo bien sé que a las doce
harás
mayores extremos.
MOTA: ¡Ay,
prima del alma, prima,
que
quieres premiar mi fe!
CATALINÓN: (¡Vive
Cristo que no dé Aparte
una blanca
por su prima!)
Vase el marqués
de la MOTA, y sale don
DIEGO
DIEGO: ¡Don
Juan!
CATALINÓN:
Tu padre te llama.
JUAN: ¿Qué
manda vueseñoría?
DIEGO: Verte
más cuerdo quería,
más
bueno, y con mejor fama.
¿Es
posible que procuras
todas
las horas mi muerte?
JUAN: ¿Por
qué vienes de esa suerte?
DIEGO: Por tu
trato, y tus locuras.
Al
fin el rey me ha mandado
que te
eche de la ciudad,
porque
está de una maldad
con
justa causa indignado.
Que
aunque me lo has encubierto,
ya en
Sevilla el rey lo sabe,
cuyo
delito es tan grave,
que a
decírtelo no acierto.
¿En
el palacio real
traición, y con un amigo?
Traidor, Dios te dé el castigo
que
pide delito igual.
Mira
que aunque al parecer
Dios te
consiente, y aguarda,
tu
castigo no se tarda,
y que
castigo ha de haber
para
los que profanáis
su
nombre, y que es juez fuerte
Dios en la muerte.
JUAN: ¿En la muerte?
¿Tan
largo me lo fiáis?
De
aquí allá hay larga jornada.
DIEGO: Breve
te ha de parecer.
JUAN: Y la
que tengo de hacer,
pues a su alteza le agrada,
agora, ¿es larga también?
DIEGO: Hasta
que el injusto agravio
satisfaga el duque Octavio,
y
apaciguados estén
en Nápoles de Isabela
los sucesos que has
causado,
en Lebrija retirado,
por tu
traición y cautela,
quiere el rey que estés agora,
pena a
tu maldad ligera.
CATALINÓN: (Si el
caso también supiera Aparte
de la
pobre pescadora,
más
se enojara el buen viejo).
DIEGO: Pues no
te venzo y castigo
con
cuanto hago y cuanto digo,
a Dios
tu castigo dejo.
Vase don DIEGO
CATALINÓN: Fuése el viejo enternecido.
JUAN: Luego
las lágrimas copia,
condición de viejos propia,
vamos,
pues ha anochecido,
a
buscar al marqués.
CATALINÓN: Vamos,
y al fin gozarás su dama.
JUAN: Ha de
ser burla de fama.
CATALINÓN: Ruego
al cielo que salgamos
de
ella en paz.
JUAN: ¡Catalinón,
en fin!
CATALINÓN: Y
tú, señor, eres
langosta de las mujeres;
¡y con
público pregón!
Porque de ti se guardara,
cuando
a noticia viniera
de la
que doncella fuera,
fuera
bien se pregonara:
"Guárdense todos de un hombre,
que a las mujeres engaña,
y es el burlador de
España".
JUAN: Tú me
has dado gentil nombre.
Sale el marqués
de la MOTA, de noche, con
MÚSICOS y pasea
el tablado, y se entran cantando
MÚSICOS: "El
que un bien gozar espera
cuanto espera desespera".
MOTA: "Como
yo a mi bien gocé,
nunca llegue a amanecer."
JUAN: ¿Qué
es esto?
CATALINÓN: Música es.
MOTA: Parece
que habla conmigo
el
poeta. ¿Quién es?
JUAN: Amigo.
MOTA: ¿Es don Juan?
JUAN: ¿Es el marqués?
MOTA: ¿Quién
puede ser sino yo?
JUAN: Luego
que la capa vi
que érades vos conocí.
MOTA: Cantad, pues don Juan llegó.
MÚSICOS: "El
que un bien gozar espera
cuando espera desespera".
JUAN: ¿Qué casa es la que miráis?
MOTA: De don
Gonzalo de Ulloa.
JUAN: ¿Dónde
iremos?
MOTA:
A Lisboa.
JUAN: ¿Cómo,
si en Sevilla estáis?
MOTA:
¿Pues aqueso os maravilla?
¿No vive
con gusto igual
lo peor
de Portugal
en lo
mejor de Sevilla?
JUAN:
¿Dónde viven?
MOTA: En la calle
de la
Sierpe, donde ves
a Adán
vuelto en portugués;
que en aqueste amargo valle
con
bocados solicitan
mil
Evas que, aunque en bocados,
en
efecto son ducados
con que
el dinero nos quitan.
CATALINÓN: Ir
de noche no quisiera
por esa
calle crüel,
pues lo
que de día es miel
entonces lo dan en cera.
Una
noche, por mi mal,
la vi
sobre mí vertida,
y hallé
que era corrompida
la cera
de Portugal.
JUAN:
Mientras a la calle vais,
yo dar
un perro quisiera.
MOTA: Pues
cerca de aquí me espera
un
bravo.
JUAN:
Si me dejáis,
señor marqués, vos veréis
cómo de
mí no se escapa.
MOTA: Vamos,
y poneos mi capa
para
que mejor lo deis.
JUAN: Bien
habéis dicho; venid
y me
enseñaréis la casa.
MOTA: Mientras
el suceso pasa,
la voz
y el habla fingid.
¿Veis aquella celosía?
JUAN: Ya la
veo.
MOTA: Pues llegad,
y decid "Beatriz", y
entrad.
JUAN: ¿Qué
mujer?
MOTA: Rosada, y fría.
CATALINÓN: Será
mujer cantimplora.
MOTA: En
Gradas os aguardamos.
JUAN: Adiós,
marqués.
CATALINÓN:
¿Dónde vamos?
JUAN: Adonde
la burla agora;
ejecute.
CATALINÓN:
No se escapa
nadie
de ti.
JUAN:
El trueco adoro.
CATALINÓN: Echaste
la capa al toro.
JUAN: No, el
toro me echó la capa.
Vanse don JUAN
y CATALINÓN
MOTA: La
mujer ha de pensar
que soy
yo.
MÚSICO:
¡Qué gentil perro!
MOTA: Esto es
acertar por yerro.
MÚSICO: [Todo
este mundo es errar,
que
está compuesto de errores.
MOTA: El alma
en las horas tengo,
y en
sus cuartos me prevengo
para
mayores favores.
¡Ay,
noche espantosa y fría,
para
que largos los goce,
corre
veloz a las doce,
y
después no venga el día!
MÚSICO:
¿Adónde guía la danza?
MOTA: Cal de
la Sierpe guïad.
MÚSICO: ¿Qué
cantaremos?
MOTA: Cantad
lisonjas a mi esperanza.]
MÚSICOS: "El
que un bien gozar espera,
cuando espera desespera".
Vanse, y dice
doña ANA
dentro
ANA:
¡Falso, no eres el marqués!
¡Que me has engañado!
JUAN: Digo
que lo soy.
ANA: Fiero enemigo,
mientes, mientes.
Sale el
comendador don GONZALO, medio desnudo, con
espada y rodela
GONZALO: La voz es
de
doña Ana la que siento.
ANA: ¿No hay
quien mate este traidor,
homicida de mi honor?
GONZALO: ¿Hay
tan grande atrevimiento?
"Muerto honor" dijo, ¡ay
de mí!
Y es su lengua tan
liviana,
que
aquí sirve de campana.
ANA:
¡Matadle!
Salen don JUAN
y CATALINÓN, con las espadas
desnudas
JUAN:
¿Quién está aquí?
GONZALO: La
barbacana caída
de la
torre de ese honor
que has
combatido, traidor,
donde
era alcaide la vida.
JUAN: Déjame pasar.
GONZALO: ¿Pasar?
¡Por la punta de esta
espada!
JUAN:
Morirás.
GONZALO:
No importa nada.
JUAN: Mira
que te he de matar.
GONZALO: ¡Muere,
traidor!
JUAN:
De esta suerte
muero.
CATALINÓN:
(Si escapo [yo] de ésta, Aparte
no más
burlas, no más fiesta.
GONZALO: ¡Ay,
que me has dado la muerte!
JUAN: Tú
la vuda te quitaste.
GONZALO: ¿De qué
la vida servía?
JUAN:
¡Huyamos!
GONZALO:
La sangre fría
con el
furor aumentaste.
¡Muerto soy! ¡No hay bien que aguarde!
¡Seguiráte
mi furor!
¡Que es
traidor, y el que es traidor
es traidor porque es cobarde!
Entran muerto a
don GONZALO, y sale el
marqués de la
MOTA y MÚSICOS
MOTA:
Presto las doce darán
y mucho
don Juan se tarda.
¡Fiera
prisión del que aguarda!
Salen don JUAN y CATALINÓN
JUAN: ¿Es el marqués?
MOTA: ¿Es don Juan?
JUAN: Yo soy, tomad vuestra capa.
MOTA: ¿Y el
perro?
JUAN: Funesto ha sido;
al fin,
marqués, muerto ha habido.
CATALINÓN: Señor,
del muerto te escapa.
MOTA:
Burlaste, amigo, ¿qué haré?
CATALINÓN: (Y
[aun] a vos os ha burlado). Aparte
JUAN: Cara la
burla ha costado.
MOTA: Yo, don
Juan, lo pagaré,
porque estará la mujer
quejosa
de mí.
JUAN: Adiós,
marqués.
CATALINÓN: A fe que los dos
mal pareja han de correr.
JUAN: ¡Huyamos!
CATALINÓN:
Señor, no habrá
águila
que a mí me alcance.
Vanse don JUAN
y CATALINÓN
MOTA:
Vosotros os [perdéis lance,]
porque
quiero ir solo [ya.]
Vanse los MÚSICOS y dicen dentro
VOCES: ¿Vióse desdicha mayor,
y vióse mayor desgracia?
MOTA:
¡Válgame Dios! Voces oigo
en la
plaza del alcázar.
¿Qué
puede ser a estas horas?
Un hielo el pecho me arraiga.
Desde
aquí parece todo
una
Troya que se abrasa,
porque tantas hachas juntas
hacen gigantes de llamas.
Un grande escuadrón de
hachos
se acerca a mí, porque anda
el
fuego emulando estrellas
dividiéndose en escuadras.
Quiero saber la ocasión.
Sale don DIEGO
Tenorio, y la guarda con
hachas
DIEGO: ¿Qué
gente?
MOTA: Gente que aguarda
saber
de aqueste rüido
el
alboroto y la causa.
DIEGO:
¡Préndedlo!
MOTA:
¿Prenderme a mí?
DIEGO: Volved
la espada a la vaina,
que la
mayor valentía
es no
tratar de las armas.
MOTA: ¿Cómo
al marqués de la Mota
hablan
ansí?
DIEGO:
Dad la espada,
que el
rey os manda prender.
MOTA: ¡Vive
Dios!
Sale el REY y
acompañamiento
REY:
En toda España
no ha
de caber, ni tampoco
en
Italia, si va a Italia.
DIEGO: Señor,
aquí está el marqués.
MOTA: Gran
señor, ¿prenderme manda?
REY: Llevadle luego y ponedle
la
cabeza en una escarpia.
¿En mi
presencia te pones?
MOTA: ¡Ah,
glorias de amor tiranas,
siempre
en el pasar ligeras
como en
el vivir pesadas!
Bien dijo un sabio, que había
entre
la boca y la taza
peligro; mas el enojo
del rey
me admira y espanta.
¿No sé
por lo qué voy preso?
DIEGO: ¿Quién
mejor sabrá la causa
que vueseñoría?
MOTA:
¿Yo?
DIEGO: Vamos.
MOTA:
Confusión extraña.
REY:
Fulmínesele el proceso
al
marqués luego, y mañana
le
cortarán la cabeza.
Y al comendador, con cuanta
solemnidad y grandeza
se da a
las personas sacras
y
reales, el entierro
se haga
en bronce y piedras varias:
un
sepulcro con un bulto
le ofrezcan, donde en mosaicas
labores, góticas letras
den
lenguas a su venganza.
Y
entierro, bulto y sepulcro
quiero
que a mi costa se haga.
¿Dónde
doña Ana se fue?
DIEGO: Fuése al sagrado doña Ana
de mi
señora la reina.
REY: Ha de
sentir esta falta
Castilla. Tal capitán
ha de
llorar Calatrava.
Vanse
todos. Sale BATRICIO desposado, con AMINTA,
GASENO, viejo,
BELISA y
pastores MÚSICOS. Cantan
MÚSICOS: "Lindo
sale el sol de abril,
con
trébol y toronjil;
y,
aunque le sirva de estrella,
Aminta sale más bella".
BATRICIO:
Sobre esta alfombra florida,
adonde
en campos de escarcha
el sol
sin aliento marcha
con su
luz recién nacida,
os
sentad, pues nos convida
al
tálamo el sitio hermoso.
AMINTA: Cantadle
a mi dulce esposo
favores
de mil en mil.
MÚSICOS: "Lindo
sale el sol de abril,
por
trébol y toronjil;
y,
aunque le sirva de estrella,
Aminta sale más bella."
GASENO: Muy
bien lo habéis solfeado.
No hay más sone en los Kiries.
BATRICIO: Cuando,
con sus labios [tiries],
[el sol
al alba ha besado
y su
rostro nacarado]
vuelve
en púrpura, [las rosas]
saldrán, aunque vergozosas,
afrentando [este pensil.]
MÚSICOS: "Lindo
sale el sol de abril,
por
trébol y toronjil;
y,
aunque le sirva de estrella,
Aminta sale más bella."
[GASENO: Yo,
Batricio, os he entregado
el alma
y ser en mi Aminta.
BATRICIO: Por eso
se baña y pinta
de más
colores el prado.
Con
deseos la he ganado,
con
obras le he merecido.
MÚSICOS: Tal mujer y tal marido
viva juntos años mil.
Cantan
"Lindo
sale el sol de abril,
por
trébol y toronjil;
y
aunque le sirva de estrella,
Aminta sale más bella".
BATRICIO: No
sale así el sol de oriente
como el
sol que al alba sale,
que no
hay sol que al sol se iguale
de sus
niñas y su fuente,
a este
sol claro y luciente
que
eclipsa al sol su arrebol;
y ansí
cantadle a mi sol
motetes de mil en mil.
MÚSICOS: "Lindo
sale el sol de abril,
por
trébol y toronjil;
y
aunque le sirva de estrella,
Aminta sale más bella".
AMINTA:
Batricio, yo lo agradezco;
falso y lisonjero estás,
mas si tus rayos me das
por ti ser luna merezco.
[Tú
eres el sol por quien crezco,]
después de salir menguante,
para
que al alba te cante
la
salva en tono sutil.
MÚSICOS: "Lindo
sale el sol de abril,
por
trébol y toronjil;
y
aunque le sirva de estrella,
Aminta sale más bella".
Sale CATALINÓN,
de camino
CATALINÓN:
Señores, el desposorio
huéspedes ha de tener.
GASENO: A todo
el mundo ha de ser
este
contento notorio.
¿Quién
viene?
CATALINÓN:
Don Juan Tenorio.
GASENO: ¿El
viejo?
CATALINÓN:
Ése no es don Juan.
BELISA: Será su
hijo galán.
BATRICIO: Téngolo
por mal agüero;
que
galán y caballero
quitan gusto, y celos dan.
Pues, ¿quién noticia les dio
de mis
bodas?
CATALINÓN:
De camino
pasa a
Lebrija.
BATRICIO: Imagino
que el
demonio le envió;
mas ¿de qué me aflijo yo?
Vengan a mis dulces bodas
del mundo las gentes
todas.
Mas,
con todo, un caballero
en mis bodas... ¡Mal agüero!
GASENO: Venga
el Coloso de Rodas,
venga el Papa, el Preste Juan,
y don
Alfonso el onceno
con su
corte, que en Gaseno
ánimo y
valor verán.
Montes
en casa hay de pan,
Guadalquivides
de vino,
Babilonias de tocino,
y entre
ejércitos cobardes
de
aves, para que las cardes,
el
pollo y el palomino.
Venga tan gran caballero
a ser
hoy en Dos Hermanas
honra de estas nobles canas.
BELISA: ¡El
hijo del camarero
mayor!
BATRICIO:
Todo es mal agüero
para
mí, pues le han de dar
junto a
mi esposa lugar.
Aun no gozo, y ya los cielos
me
están condenando a celos.
Amor, sufrir y callar.
Sale don JUAN Tenorio
JUAN:
Pasando acaso he sabido
que hay
bodas en el lugar,
y de ellas quise gozar,
pues tan venturoso he sido.
GASENO:
Vueseñoría ha venido
a
honrarlas y engrandecellas.
BATRICIO: (Yo que
soy el dueño de ellas Aparte
digo entre
mí que vengáis
en hora
mala.)
GASENO:
¿No dais
lugar a
este caballero?
JUAN: Con
vuestra licencia quiero
sentarme aquí.
Siéntase junto
a la novia
BATRICIO: Si os sentáis
delante de mí, señor,
seréis
de aquesa manera
el
novio.
JUAN:
Cuando lo fuera
no
escogiera lo peor.
GASENO: ¡Que es
el novio!
JUAN: De mi error
e
ignorancia perdón [pido.]
Hablan aparte CATALINÓN y don JUAN
CATALINÓN:
¡Desventurado marido!
JUAN: Corrido
está.
CATALINÓN:
No lo ignoro,
mas, si
tiene de ser toro,
¿qué
mucho que esté corrido?
No
daré por su mujer,
ni por
su honor un cornado.
(¡Desdichado tú, que has dado Aparte
en manos de Lucifer!)
JUAN: ¿Posible es que vengo a ser,
señora,
tan venturoso?
¡Envidia tengo al esposo!
AMINTA:
Parecéisme lisonjero.
BATRICIO: (Bien
dije que es mal agüero Aparte
en
bodas un poderoso.)
[JUAN:
Hermosas manos tenéis
para
esposa de un villano.
CATALINÓN: Si al
juego le dais la mano,
vos la
mano perderéis.
BATRICIO: Celos,
muerte no me deis.]
GASENO: Ea,
vamos a almorzar,
porque
pueda descansar
un rato
su señoría.
Tómale don JUAN
la mano a la
novia
JUAN: ¿Por
qué la escondéis?
AMINTA: ¡Es mía!
GASENO: ¡Vamos!
BELISA: Volved a cantar.
Hablan aparte don JUAN y CATALINÓN
JUAN: ¿Qué dices tú?
CATALINÓN: ¿Yo? Que temo
muerte
vil de esos villanos.
JUAN: ¡Buenos ojos, blancas manos!
En ellos me abraso y
quemo.
CATALINÓN:
¡Almagrar y echar a extremo!
¡Con
ésta cuatro serán!
JUAN: Ven,
que mirándome están.
BATRICIO: (¿En mis bodas caballero? Aparte
¡Mal
agüero!
GASENO:
Cantad.
BATRICIO: (Muero.) Aparte
CATALINÓN: Canten,
que ellos llorarán.
MÚSICOS: "Lindo
sale el sol de abril,
por
trébol y toronjil;
y,
aunque le sirva de estrella,
Aminta sale más bella".
Vanse todos
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