Salen don
MANRIQUE y el rey de NAVARRA
MANRIQUE: Don Guillén
de Tolosa, cuyo estado,
como
hermano, heredó del conde muerto,
viendo
al de Fox, mi amigo, aprisionado,
su
dañada intención ha descubierto,
porque
con Aymerico concertado
que guarde a don Gastón, tiene por cierto,
después
que a Fox y su condado rinda,
ser
dueño de Narbona y de Armesinda.
Hásela el duque viejo prometido,
y hasta
que ella dé el sí de ser su esposa,
la
tiene en un castillo, donde ha sido
Armesinda tan firme como hermosa;
porque
aunque a nadie el Duque ha permitido
visitarla, sino es al de Tolosa,
ni que la
sirva más que una doncella,
no
puede persuadirla ni vencella.
Aquesto, gran señor pasa en Narbona.
Amigo
soy de don Gastón; y tanto,
que por
la libertad de su persona
daré la
vida. Pues el cielo santo
de
Aragón te ha entregado la corona,
con que
tu nombre al moro causa espanto
y
obedecerte aqueste reino miro
por
sucesor del monje don Ramiro.
Así
pise las lunas africanas
la
victoriosa cruz de tus banderas,
desterrando las barras catalanas
al
sarraceno vil de sus riberas,
que el
nombre que de justo y largo ganas,
con don
Gastón mostralle agora quieras,
dándome
gente y armas, con que pueda
su
estado defender, que a riesgo queda.
Perderá el de Tolosa su arrogancia,
y
partiendo a Narbona en son de guerra,
las lises quitaré, que le dio Francia,
y las
barras pondré de aquesta tierra.
Gozarás
a Narbona, si a tu instancia
al
Duque venzo, que la paz destierra,
y libre
don Gastón, será testigo
de lo que vale un verdadero amigo.
NAVARRA: Don
Manrique, el amor que os he cobrado
a vos y
a vuestro padre, el conde muerto,
por el
rey de Castilla desterrado,
y admitido
en mi reino, os hará cierto
cuanto
deseo, que al antiguo estado
de
Castilla volváis; y tornen puerto
allí
vuestros trabajos; mas recelo
que aun
no quiere aplacar su enojo el cielo.
Con el rey de Castúla, Alfonso
Octavo,
por
cartas he tratado que os reciba
en su
gracia, mas lleva por el cabo
la
envidia a su rigor desde que priva
con él
don Lope de Haro, y temo al cabo
que ha
de ser imposible, mientras viva
su
enojo, y de don Lope la privanza,
cumplir
vuestra quietud y mi esperanza.
Quisiera, don Manrique, para aquesto
que, restaurando
parte del estado
que
habéis perdido, os viera otra vez puesto
conforme merecéis. Pues el condado,
de Fox
está en peligro manifiesto,
preso
su conde, y él casi usurpado,
gozad de la ocasión. Yo os daré gente
con que
quede por vuestro fácilmente.
A mí
me está esto bien, porque es frontera
Fox, de Aragón y, su áspera montaña,
por
donde Francia ha hecho guerra fiera
diversas veces a Aragón y a España.
Por
aquesta razón, Conde, quisiera
que,
sacando mis gentes en campana,
ganárades a Fox, que así procuro,
que
estemos, vos honrado y yo seguro.
MANRIQUE:
Señor, si la amistad que he profesado
con don
Gastón, permite, estando preso,
tan
grande ingratitud, que su condado
le
usurpe...
NAVARRA:
Don Manrique, dejaos de eso;
mi
amigo sois también; determinado
tengo
de hacer matarle, que os confeso
que las
guerras que ha hecho a esta corona
piden
satisfacción de su persona.
Si estimáis mi amistad más que la suya,
yo haré
que, despreciando al de Tolosa,
su hija
el de Narbona os restituya
y,
conquistando a Fox, sea vuestra esposa.
MANRIQUE: Primero
el cielo santo me destruya,
que,
siendo yo su amigo, haga tal cosa.
NAVARRA:
Perderéis, no cumpliendo lo que os digo,
por un
amigo conde, un rey amigo.
Vase el rey de
NAVARRA
MANRIQUE: ¡Qué
notable tentación
ha combatido
mi pecho!
La
honra con el provecho
grandes
enemigos son.
Si ha
de morir don Gastón,
sin que
le dé libertad
de
Aymerico la crueldad
con que
mis ruegos resiste,
porque
su estado conquiste
¿en qué
agravio su amistad?
Mas
-- ¡Oh, civil pensamiento! --
¿tal
comunicas conmigo?
Preso
don Gastón, mi amigo,
su hacienda usurparle intento?
Quimeras sin fundamento
son;
mas, si en prisión crüel
muere,
¿qué he de hacer? Ser fiel,
y a
pesar de armas y miedo,
libertarle; y si no puedo,
morir
en prisión con él.
¿Mandólo el rey de Aragón?
Cuando
el amigo es de ley
atropella vida y rey.
¿Que
importa, si entrambos son
amigos?
La obligación
que tengo al rey, y su amor
no ha
de manchar mi valor,
para
que su intento siga,
que no
es amigo el que obliga
a su
amigo a ser traidor.
Estas consecuencias claras,
por más seguras elijo,
que bien dijo aquél que
dijo,
"El amigo hasta las aras."
Mas -- ¡ay, alma! -- ¿No reparas
que a Armesinda me han de
dar?
Gran premio,
no hay que dudar;
porque
si se ha de romper
la
amistad, sólo ha de ser
por amor o por reinar.
Interés y amor me
llama
pero,
en fin, soy don Manrique;
padezca yo, y no publique
de mí
tal caso la fama.
Amo a
quien amigo ama,
sin
poder mi libertad
olvidar
tanta beldad;
pero
atorménteme y muera
mi
amor, como quede entera
la ley
de nuestra amistad.
Sale TAMAYO
TAMAYO:
¡Válgame Dios! Y qué a pique
de
morir está un lacayo,
si anda
cual yo!
MANRIQUE: Tamayo.
TAMAYO:
¡Pardiez! señor don Manrique
que
no lleguemos a nietos
con
esta vida en Narbona.
Ayer se
vio la persona
en
temerarios aprietos.
No
soy bueno para espía.
Mándame
tú que haga plaza
del
mandil y la almohaza,
o que
juegue todo un día
y la
noche, aunque a mi padre
pierda,
y no me mandes ser
podenco
de una mujer;
que no
pare y es mi madre.
¡Bravas cosas hay de nuevo!
MANRIQUE: ¿Cómo?
¿Hablaste a don Gastón?
TAMAYO: ¡Sí!
¡Bonica es la prisión,
y
bonico es el mancebo!
Ahí
tenemos en el arca
otra
vida. No hay entrar
una
mosca en el lugar;
y por
toda su comarca
se
publica que eres muerto.
MANRIQUE: ¿Que
soy muerto?
TAMAYO: Sí; y también
que en
volviendo don Guillén
de Fox, que dicen que es cierto
el
haberse apoderado
de su
injusta posesión,
le
darán a don Gastón
despachos en un bocado.
MANRIQUE: ¿Que
soy muerto yo?
TAMAYO: Tú, pues.
Y
aunque entonces lo creí,
y mandé decir por tí
un real de misas, después
que vi a Rosela quedé
desengañado y corrido.
Dice, que
el haber fingido
el
duque tu muerte, fue
porque Armesinda te adora,
desde
que a Narbona fuiste
y
muerte a don Ramón diste,
como a
su Endimión la Aurora.
Tiénela
su padre presa
hasta
que dé el sí de esposa
A don
Guillén de Tolosa;
y como
a voces confiesa
que
don Manrique de Lara
sólo su
esposo ha de ser,
tu
muerte finge, por ver
si así
su mal se repara
y de
su amor la revoca.
MANRIQUE: ¡Qué!
¿Por eso lo ha fingido?
TAMAYO: Sí; mas
tan mal le ha salido
la
traza, que, como loca,
sin
que a nadie comunique,
no hay
en la torre lugar
donde
no vaya a buscar
su
Torneador don Manrique.
Esto
de Rosela sé.
MANRIQUE: ¡Qué!
¿Tan de veras me ama?
TAMAYO: Digo
que a voces te llama.
MANRIQUE: Tamayo
amigo ¿qué haré?
TAMAYO:
Buscar algún hechicero
que te
lleve por el viento,
por
arte de encantamiento,
que yo
no oso ni quiero
meterme más en dibujos.
MANRIQUE: ¡Ay! ¡Quién la desengañara!
TAMAYO: Pues,
don Manrique de Lara,
si eso
intentas, busca brujos,
que
en Navarra y Aragón
no
faltan, y cumplirán
tu
deseo.
MANRIQUE:
En fin, ¿que están
resueltos que don Gastón
muera?
TAMAYO:
Como te lo cuento.
MANRIQUE: No
saldrán con su crueldad.
¡Mostrad quien sois, amistad!
¡Ah!
¡Fuera, vil pensamiento;
que
ha de vivir don Gastón,
y de
Armesinda ha de ser
esposo,
con el poder
y armas
del Rey de Aragón;
que,
pues favor me ha ofrecido
como le
usurpe el condado,
diré
que, determinado
de
darle gusto, he querido
ganar a Fox y a Narbona.
Combatiré hasta sacar
libre a
don Gastón, y dar
señales
de que me abona
sangre de Lara y valor
de
España, porque después
sepan
que pisan mis pies
al
interés y al amor.
Tamayo, tú has de dar traza
como sepa que no he
muerto
Armesinda.
TAMAYO:
¿Yo? Por cierto
que
cogiste linda maza.
¿Cómo será eso posible,
si el
duque tiene las llaves
de la
prisión, como sabes?
Haz tú que sea invisible,
o dame la traza y modo,
pues
que el peligro me das.
MANRIQUE: Tú,
Tamayo, la hallarás,
que
eres hombre para todo.
Esto
importa, y me está bien
que si
me tiene por muerto,
es mujer, y será cierto
el
serlo de don Guillén.
TAMAYO: Mas,
que me tienen de dar
un
zaparrazo por ti,
extraño.
MANRIQUE:
Haz esto por mí.
Y
vamos, que voy a hablar
al
rey, por dar a un amigo
vida y libertad.
TAMAYO: Yo voy
a Narbona a morir hoy.
¡San
Nuflo vaya conmigo!
Vanse don MANRIQUE y TAMAYO. Salen doña VIOLANTE,
y don GASTÓN en
la prisión
VIOLANTE: No me agradezcas a mí,
don Gastón, este favor;
agradécelo al amor,
que, aunque quejosa de ti,
la industria para librarte
que ves agora me ha dado.
Mi padre, contigo airado,
manda al alcaide matarte
esta noche, y a mi instancia,
dando garrote a otro preso
por ti, te libró.
GASTÓN: Confieso
que eres la lealtad de Francia.
Confieso, doña Violante,
que a poder mi voluntad
usar de su libertad,
quedara con ser tu amante,
en la obligación mayor
que un hombre puede tener;
pero, ¿cómo puede ser
si a Armesinda tengo amor?
Echóse sobre la hacienda
por ser acreedor primero;
y así, aunque pagarte quiero
si no es que palabras venda,
que son solas las alhajas
que me han quedado, no sé
como pagarte podré,
que en palabras pago en pajas.
VIOLANTE: Don Gastón, no quiero más
de que a tu estado te vuelvas
y que en el alma resuelvas
la obligación en que estás
a mi amor, ya que mi hermana,
tan lejos de amarte vive,
que sólo admite y recibe
una pretensión villana
de un falso amigo que tienes,
con quien mi padre la casa.
GASTÓN: ¡Ay, cielos! Si aquesto pasa,
¿por qué a darme vida vienes?
Morirme fuera mejor.
VIOLANTE: (Celos ¿qué vais a decir? Aparte
Mas, si vive de mentir
y engañar siempre el Amor,
con una mentira quiero
probar si a Armesinda olvida
don Gastón, que aborrecida,
alegre suceso espero.
GASTÓN: ¿Es don Manrique de Lara
el amigo que me vende?
VIOLANTE: Ése a Armesinda pretende,
y solamente repara
en que vivas, don Gastón;
y así la ocasión ha sido
de matarte. Ha intercedido
por él, el rey de Aragón,
y mi padre, a instancia suya,
despreciando al de Tolosa,
se la ofrece por esposa.
GASTÓN: ¡Válgame Dios! ¡Que destruya
el interés tal amor,
tanta fe, tanta amistad,
tanta nobleza y lealtad,
tanto esfuerzo y tal valor!
¡Manrique!...¡ah, ingratos cielos!
VIOLANTE: En notable riesgo estás,
si aquí te detienes más.
GASTÓN: ¡Manrique!... ¡ay, rabia ¡ay, celos
VIOLANTE: Vete a Fox, y en él advierte
que te di, Conde, la vida.
Vase doña
VIOLANTE
GASTÓN: Mientes. Tú eres mi homicida.
¿Aquésta es vida? Ésta es
muerte.
Falsa amistad, ladrón disimulado,
que
lisonjea al que robar procura;
perro que halaga lo que el manjar dura,
para
morder después que está acabado.
¿Cómo es posible que hayas derribado
con el vano interés de
una hermosura
la más
firme amistad y más segura
que
Francia vio jamás y España ha dado?
Labra en palacio en el verano el nido
la
golondrina, que parece eterno,
mas
huye en el invierno y busca abrigo.
De la
falsa amistad símbolo ha sido.
Labró
el verano, pero huyó el invierno
de mis trabajos el mayor amigo.
Vase don GASTÓN. Salen TAMAYO y ROSELA
ROSELA: De manera lo ha sentido,
y tan fuera de sí está,
que al duque le pesa ya
de haber su muerte fingido.
Teme que ha de enloquecer,
y aunque más la desengaña,
que vive y que está en España,
no hay persuadirla a creer,
sino que con don Gastón
murió también don Manrique.
TAMAYO: (No sé que traza fabrique Aparte
para entrar en la prisión.)
¿En fin, que la crueldad
de Aymerico llegó a tanto
que al de Fox mató?
ROSELA: Es espanto;
no hay persona en la ciudad
que su muerte malograda
no sienta en extremo.
TAMAYO: Y bien;
¿piensa salir don Guillén
con la traza concertada?
ROSELA: En conquistando el condado
de Fox, se desposará
con Armesinda.
TAMAYO: Si hará,
si no vuelve trasquilado.
Don Manrique, mi señor,
parte a su defensa, y lleva
diez mil soldados a prueba
de lealtad y de valor.
Y pues don Gastón es muerto
sin herederos, sin duda
que luego a Narbona acuda;
y en viniendo, ten por cierto
que, vengando a don Gastón,
será duque de Narbona.
Y para honrar mi persona,
dicen que tiene intención,
armándome caballero,
de hacerme caballerizo
mayor; y aunque sea postizo
el cargo, contigo quiero
casarme! que eres rolliza.
ROSELA: ¿Conmigo?
TAMAYO: Mi fe te doy,
si caballerizo soy,
que has de ser caballeriza.
En pago de esto quisiera
que a Armesinda consolaras
y que la desengañaras.
ROSELA: Tamayo, aqueso es quimera.
Ni me ha de creer, ni puedo
entrar a verla ni hablarla.
TAMAYO: ¿Pues cómo podré avisarla?
¿qué mujer hay, que un enredo
no sepa para advertirla
que mi señor vivo está?
ROSELA: De ninguno lo creerá
mejor que de ti.
TAMAYO: A decirla
vengo aquesto de Aragón.
Pero ¿qué traza ha de haber
para hablarla, si ha de ser
entrando yo en la prisión,
y no sabiendo volar?
ROSELA: Guardándola el duque tanto,
no sé como.
TAMAYO: Haz tú un encanto.
ROSELA: Ten ánimo para entrar
dentro en un cofre cerrado
que de vestidos la envío,
y hablarásla.
TAMAYO: ¿Cómo? Un frío
de miedo el alma me ha dado.
¿Yo en cofre?
ROSELA: Si tan leal
eres siempre a tu señor,
no es mucho esto.
TAMAYO: De temor
me suele venir un mal,
siempre que estoy encerrado,
con que se me ablanda el vientre.
Si me viene después que entre,
y estoy vivo embalsamado,
¿gustarás de verme ansí?
ROSELA: Hoy le tienen de llevar.
Si te quieres arriesgar,
famosa traza te di.
Determínate, Tamayo.
TAMAYO: Vamos, tornaré sudores.
¿A qué no obligáis, señores,
a un leal y fiel lacayo?
ROSELA: Ven a enterrarte.
TAMAYO: En salud
me llevan.
ROSELA: ¿Eso te espanta?
TAMAYO: Mi sacristán eres. Canta
cuando esté en el ataúd.
Vanse TAMAYO y
ROSELA. Sale un alarde de soldados,
tocando primero
dentro un tambor, y don MANRIQUE detrás,
con bastón de
general
MANRIQUE: ¡El Conde don Gastón muerto, y su
amigo
con vida, y sin que tome la
venganza
del homicida un ejemplar
castigo!
¡Oh, Duque fiero! espera, que
si alcanza
a tu Narbona el fuego de mi
furia,
no lograrás tu inútil esperanza.
¿Qué alarbe, qué villano de
Liguria,
por la codicia de un condado,
hiciera
a su mismo valor tan grande
injuria?
A Fox he defendido, y defendiera
de tu avara ambición el
mundo todo,
por más que el de Tolosa se
opusiera.
Presto verás, si escalas
acomodo
a tus cobardes muros, que en
España
soy heredero del esfuerzo godo.
Manrique y Lara soy. Si en
sangre baña
mi enojo tu ciudad, y no perdona
niños y viejos mi sangrienta
hazaña,
no te espantes. Marchemos a
Narbona,
que la sangre del conde a voces
pide
venganza de la muerte que
pregona.
El Duque muera; aunque mi
amor olvide
a Armesinda, que no hay amor que
ablande
pecho donde un fiel amigo
reside.
Castigo grande pide injuria grande;
mas -- ¡ay, cielos crueles! -- ¿qué castigo
................................
[-ande]
la muerte vengará de tal
amigo?
............................... [-ego]
.............................
[-igo.]
SOLDADO
1: Famoso don Manrique, marcha
luego.
Mete a saco a Narbona; muestra a
Francia
tu valor, y la guerra a sangre y
fuego;
que pues el de Tolosa y su
arrogancia
huyó furioso, y Fox por tuyo
queda,
ser tus soldados, es nuestra
ganancia.
SOLDADO
2: Aunque el rey de Aragón
quejarse pueda
que contra el duque de Narbona
vamos,
cuya antigua amistad la guerra veda,
es tan grande el amor que te
cobramos,
y tan grande del duque fue el
exceso,
que tu gusto y su muerte
procuramos.
MANRIQUE: Cuando el rey sepa, amigos, el suceso,
aunque era don Gastón contrario
suyo,
confesará el agravio que
confieso.
De su valor, su justo enojo
arguyo.
Marchemos a Narbona, y sus despojos
gozad mientras
me vengo y la destruyo.
Doblad banderas y estandartes rojos;
sacad pendones negros, y
entapicen
los vientos la color de mis
enojos.
El destemplado parche
solemnice
las obsequias y el luto que
merece
mi amigo malogrado y infelice,
que contra el fiero duque el
cielo
ofrece un castigo cruel; mas,
¿qué castigo
la muerte vengará de tal amigo?
Vanse todos.
Sale doña ARMESINDA sola
ARMESINDA: Ya, aunque libertad me den,
no la querrá mi firmeza,
que libertad y tristeza
pocas veces dicen bien.
Llore el conde don Guillén;
podrá ser me ablande ansi
que como cuanto hay en mí
es llanto, pena y dolor,
vestido de mi color,
quizá me obligará a un sí.
Mas ¿para qué ha de querer
el sí de un alma, trasunto
del sepulcro de un difunto
cuya vida solía ser?
Ojos, ya es hora de hacer
los funerales oficios,
de vuestro pesar indicios,
pues funda en vos cada día
Amor la capellanía
de estos tristes ejercicios.
Descúbrese un
cofre en que estará
TAMAYO; va
respondiendo, sacando la cabeza y tornándola a
meter. Prosigue
ARMESINDA
ARMESINDA: ¿Es
posible que murió
don
Manrique, y que estoy viva,
cuando
de su luz me priva
la
muerte, que le eclipsó?
Lengua,
responded que no,
y
engañadme un rato así.
¿Vive? Decid
que sí.
TAMAYO: Sí.
ARMESINDA: ¡Ay,
cielos! ¿Quién respondió
el si
que el alma oyó?
TAMAYO: Yo.
ARMESINDA:
¡Válgame Dios! ¡Con qué miedo
oyendo
esto quedo!
TAMAYO: Quedo.
ARMESINDA: ¿Huiré
de aquí? Mas, no.
TAMAYO: No.
ARMESINDA: ¿Hay
más temeroso ensayo?
Voz,
que mi muerte difieres,
di,
¿soy yo quien eres?
TAMAYO: Eres.
ARMESINDA: ¿Y
tú?...Desmayo...
TAMAYO: Tamayo.
ARMESINDA: ¿Quién
es Tamayo?
TAMAYO: Lacayo.
ARMESINDA:
¡Válgame el cielo! ¿Hay tal cosa?
No oso hablar de medrosa.
TAMAYO: Osa.
ARMESINDA: Voz,
¿de dónde me has hablado?
TAMAYO: ¿Adónde
estás? Embaulado.
ARMESINDA: De
oirle estoy temerosa.
Que
perdí el seso imagino.
¿Si es esto algún frenesí?
Mas, no. ¿Qué quieres de mí,
voz, que a mi mal vino?
TAMAYO: Vino.
ARMESINDA: Sin
duda que desatino
Sale TAMAYO del
cofre
TAMAYO: Vino quiero
y vino pido,
--
¡cuerpo de Dios! -- que embutido
en un
baúl más de un hora,
por
sólo hablaros, señora,
ni he
comido ni he bebido.
ARMESINDA: ¡Ay,
Jesús! ¿Quién eres, hombre?
¿Cómo entraste aquí?
TAMAYO: No sé.
En
arca, como Noé.
Tamayo
soy no se asombre.
Don
Manrique, mi señor,
tiene
de vivir más años,
a pesar
de los engaños
de tu
padre, que Nestor.
A
esto sólo me ha envïado.
Con las
armas de Aragón
va a
tomar la posesión
de
aquel famoso condado,
que
será suyo, por muerte
del
conde, su gran amigo;
y a mí,
que siempre le obligo
con
hazañas de esta suerte,
en
el cofre que Rosela
de
vestidos te envió,
mi
industria me sepultó.
Agradece mi cautela
y
dame albricias.
ARMESINDA: Si es cierto
que mi
español vivo está,
cualquiera joya será
de poco
precio.
TAMAYO: No es muerto.
ARMESINDA: Toma
este diamante; ten
esta
cadena, este anillo;
torna
aqueste cabestrillo
y
aquestas perlas también.
TAMAYO:
¡Cuerpo de Dios, y qué rico
quedo
esta vez!
DUQUE: ¡Abrí aquí! Dentro
ARMESINDA: Éste es
m¡ padre, ¡ay de mí!
TAMAYO: ¿Quién?
¿Cómo?
ARMESINDA:
El Duque Aymerico.
TAMAYO: De
esta vez me hace gormar
oro y joyas. San Onofre,
ayudadme, que en mi cofre
quiero
tornarme a embaular.
Métese TAMAYO
en el cofre. Salen el DUQUE y
doña VIOLANTE
DUQUE:
Notable es la confusión
en que
estoy puesto, Violante.
Si aquesto pasa adelante,
temo la
justa pasión
que
don Manrique de Lara
muestra
por su amigo, el conde.
ARMESINDA: ¡Señor!
DUQUE:
Hija, hoy corresponde
la
Fortuna, hasta aquí avara
con
tu gusto. Aquí me escribe
y manda
el rey de Aragón
que
acudiendo a la afición
de don
Manrique, que vive,
aunque lo contrario dije,
te
despose con él luego.
Yo
quiero cumplir su ruego
y tu
gusto, que me aflige
el
ver venir a Narbona
don
Manrique, en son de guerra,
destruyéndome la tierra
de
suerte, que no perdona
la
vejez ni la puericia
que su
rigor fiero alcanza,
diciendo que es en venganza
del
conde y de mi injusticia.
Algún gran daño recelo,
que me coge
descuidado,
y un
español enojado
es ira
y rayo del cielo.
ARMESINDA:
¿Sabe él que gustas, señor,
que sea
mi esposo?
DUQUE: Sí.
ARMESINDA: ¿Pues
tan poco fías de mí
y tan poco puede amor?
¡Bravatas son españolas!
Pasen tempestad y truenos,
verás los cielos serenos,
y el mar amansar sus olas.
Yo quiero desenojarle.
VIOLANTE: Eso mejor lo haré yo,
que Don
Gastón no murió.
DUQUE: ¿Cómo?
VIOLANTE:
Si juras de darle
por
esposa a Don Manrique,
como
dices, a mi hermana,
yo haré
que venga mañana
a tus pies, Y que publique
pesarle haberte enojado.
DUQUE: Yo lo
juro. Pero di,
¿Don
Gastón es vivo?
VIOLANTE: Sí;
por mi
industria se ha librado
de tu rigor, dando muerte
el
alcaide a otro por él.
DUQUE:
Confieso que fui crüel.
Contento estoy de esa suerte.
Mañana entrará en Narbona:
estarás, hija, avisada.
ARMESINDA: ¡Cielo
eres, prisión amada!
DUQUE:
Violante, por tu persona
quedará libre mi estado
de la
cólera española;
siendo
bastante ella sola
a
venceros. Obligado
voy.
Hazle luego avisar,
que yo
quiero responder
al Rey.
ARMESINDA:
Volvióse en placer
mi
temeroso pesar.
VIOLANTE:
(Esta vez de don Gastón
Aparte
he de
ser esposa.)
Vase doña VIOLANTE y al irse el
DUQUE,
vuelve a salir TAMAYO, y cógele
el DUQUE en el cofre, con
los pies de fuera
TAMAYO: ¿Fuese?
ARMESINDA: Sí,
tal.
TAMAYO:
Mas si acá volviese
DUQUE: Ansí
Armesinda, razón
será... ¿Qué es aquesto? Espera.
TAMAYO: Cogióme
vivo ¡por Dios!
DUQUE: ¿Qué
hacéis aquí? ¿Quién sois vos?
TAMAYO: Un
lacayo en su vasera.
(El
diablo mi suerte ordena.) Aparte
DUQUE: ¿Quién
sois?
TAMAYO:
(Ya no vivo más.) Aparte
Yo, señor, soy un Jonás,
y este cofre es mi
ballena.
ARMESINDA:
Crïado es de don Manrique,
que,
con aquesta invención,
entró
agora en mi prisión
para
que me certifique
de
que su señor no es muerto.
TAMAYO: Un
Lázaro al natural
soy,
que huelo como el mal
sepultado; mas, si es cierto
que
don Manrique ha de ser
yerno
tuyo, perdón pido.
DUQUE: Grande
atrevimiento ha sido;
aunque
me ha obligado el ver
vuestra lealtad.
TAMAYO: Yo me obligo
de
traerte a mi señor
luego
aquí, si tu rigor
usa
clernencia conmigo.
Diréle que vivo está
el de
Fox, y que es su esposa
mi
señora y tu hija hermosa.
DUQUE: Venid,
pues; que importará,
para que se certifique,
que le
desengañéis vos.
TAMAYO: Tumba
de mi muerte adiós
ARMESINDA: Amor,
venció don Manrique.
Vanse todos.
Salen don GASTÓN y RENATO
RENATO: Fox,
famoso don Gastón,
a don Manrique de Lara
reconoce.
GASTÓN:
¡Ah, suerte avara!
RENATO: Mandóle
el Rey de Aragón
que
con sus armas y gente
por
fuerza la conquistase,
y que
con él se quedase,
y
venciendo fácilmente
a
don Guillén, de Tolosa
la
posesión le ha tomado.
GASTÓN: ¡Ah,
falso amigo! El estado
me
quitaste con la esposa.
El
cielo te dé un castigo
que a quien te conoce asombre.
pero
bástate el de nombre
de
falso y traidor amigo
Renato, yo me resuelvo
de ira
Fox, porque el amor
que,
como a propio señor
me tienen todos, si vuelvo
me
dará su posesión
RENATO:
Temeridad es aquesa.
De la
gente aragonesa
tiene
puesta guarnición
el
rey, y el tener por cierto
que no
vives, causa ha sido
de no
haberte perseguido.
GASTÓN: Su
enojo y rigor advierto;
pero
dicen que mandó
don
Manrique que dejasen
mis
armas sin que borrasen
lo que
su traición borró,
y
que de Fox no ha querido
llamarse conde; y mi muerte
fingió
sentir de tal suerte,
que
pienso que fue fingido
que
va a asolar a Narbona
en mi
venganza.
RENATO:
Con eso
querrá
encubrir el exceso,
que su
deslealtad pregona,
en
que después no no le culpe
el
mundo.
GASTÓN:
Tú dices bien;
aunque la
fama también
su
falsa amistad esculpe
en
el bronce de su afrenta,
que
nunca se ha de borrar.
RENATO: Tu
muerte ha de procurar,
sin
duda; porque si intenta
ser
esposo de tu dama
y conde
de Fox, ¿quién duda
que se
asegure y acuda
a
desmentir a la fama
que
en viviendo tú, ha de ser
su
infamia?
GASTÓN:
De aqueste modo,
si soy desdichado en todo,
¿adonde he de ir, qué he de hacer?
No puedo huir a
Aragón,
porque
es su rey mi enemigo;
Fox,
anuncia mi castigo;
Narbona
fue mi prisión.
Estoy por darme la muerte.
RENATO: Una
pobre fortaleza
me dio
la naturaleza,
y,
aunque pequeña, harto fuerte.
Ésa
te ofrezco y la vida.
GASTÓN: Aunque
la mía aborrezco,
yo la
admito y agradezco.
Español, mi agravio pida
al
cielo venganza tanta,
que de
esta injuria te acuerdes.
La vida
pierdas, pues pierdes
la ley
inviolable y santa
de la verdad pura y clara,
aunque
en la necesidad
dicen
que trae la amistad
a las
espaldas la cara.
Vanse don GASTÓN y RENATO. Salen doña VIOLANTE
y don MANRIQUE de luto en cuerpo,
y soldados con ellos
MANRIQUE:
Nunca olvida los agravios
la ley
de la cortesía
entre los nobles y sabios;
ni la merced de este día
es bien
que solos los labios
la
agradezcan, que el venir
a
honrar vos el campo nuestro,
basta,
señora, a impedir
aqueste
rigor que os muestro.
Hoy no
se ha de combatir,
aunque muerto don Gastón,
y
corriendo por mi cuenta
su
injusticia, inútil son
conciertos, si el Duque intenta
el
darme satisfacción
VIOLANTE:
Conde, ni está la ciudad
tan
sola de armas y gente,
que miedo
Ó necesidad
la
obliguen; ni hay quien intente
en ella
que la amistad
rompáis, que con don Gastón
tuvísteis. Sólo he venido
a
desmentir la opinión
que de
su muerte ha tenido
Narbona, Fox y Aragón.
Si
aqueste luto es señal
del
honrado sentimiento
de un
amigo tan leal,
trocadle hoy por el contento,
a
vuestra tristeza igual.
Don
Gastón vive, que a ser
muerto,
no tuviera vida
yo,
pues aguardando ver
una
paga agradecida,
soy
amante, aunque mujer.
Mi
padre mandó matalle;
pero
por mi industria huyó,
y el
alcaide por libralle,
la
muerte a otro preso dio
de su
mesmo cuerpo y talle.
Dióme palabra de ser
mi
esposo por tal favor;
con que
pudo entretener
mis
esperanzas, y amor
y vos
la experiencia hacer
de
esta verdad.
MANRIQUE: Será poco,
si
vive, que mi contento
me fuerce a volverme loco;
pero
duda el pensamiento.
VIOLANTE: Si a
creerme no os provoco,
dad,
vos, traza para hacer
como os
pueda asegurar.
MANRIQUE: Sois,
aunque ilustre, mujer;
y es de cuerdos el dudar,
si es
de nobles el creer.
Sale TAMAYO
TAMAYO: ¿Qué
es de mi señor? El luto
deja,
con que cubrir pueda
la
tumba del cofre astuto:
ponte galas
de oro y seda,
y paga
al placer tributo.
Don
Gastón resucitó,
como yo
resucité
del
cofre en que me metió
tu
amor. Todo aquesto sé
de
Renato, que llegó
a Narbona, y de su vida
ha dado
cuenta a Aymerico.
MANRIQUE: No hay
quien mi contento impida,
si eso
es cierto. Ya publico
la paz
que mi guerra olvida.
Hermosa
doña Violante,
¡que
está vivo don Gastón!
¡que es
tu esposo! ¡que es tu amante!
VIOLANTE: Y por
el rey de Aragón
lo
serás de aquí adelante
de
Armesinda a quien te ofrece,
juntamente con la paz
mi
padre.
MANRIQUE:
Mi dicha crece.
Amor
ciego, hazme capaz
de tal
bien.
TAMAYO:
¿Qué te parece
de
aqueste lacayo?
MANRIQUE: Toque
otra
vez templado el parche,
porque
el pesar se revoque,
y a
Narbona el campo marche.
TAMAYO: Ya no
temo rey ni roque.
MANRIQUE: Den a los vientos librea
los alegres estandartes,
porque el sol mis dichas vea,
y entapicen por mil partes
el aire que los desea;
que mañana haré
testigo
al
mundo de cuán dichoso
soy,
pues a Armesinda obligo
que me
admita por su esposo
sin
ofensa de mi amigo.
Y
vos, que sois el valor
de
Francia y restauradora
de don
Gastón y mi amor,
triunfad
en Narbona agora
de este
campo vencedor.
VIOLANTE: Sólo
serviros procuro.
(Si
aquesto adelante pasa, Aparte
por
mentir, mi amor perjuro
y con
mi hermana se casa
mis deseos aseguro,
pues
don Gastón pagará
la vida
que le ofrecí.)
TAMAYO: Ese
luto servirá
de
ornamento para mí,
porque
soy de requiem ya
desde el entierro primero
MANRIQUE: Vamos
que vivo después
a mi
amigo ver espero,
pues la
media vida es
un
amigo verdadero.
TAMAYO: Hoy
me ha dado San Onofre
la vida
que había perdido,
porque
no hiciera Godofre
tal
hazaña.
MANRIQUE:
¿Cómo?
TAMAYO: He sido
patriarca o patricofre.
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