Sale don GASTÓN
en hábito de
peregrino
GASTÓN:
Cuando de la inclemencia
que el
cielo usa conmigo,
no
sacara mi pena otro provecho
más que
hacer experiencia
de un
falso y doble amigo,
quedara, en mis desdichas,
satisfecho.
Mis males prueba han hecho,
en sus adversidades,
de un
vidrio que inconstante,
compraron por diamante,
pues
son la piedra toque de amistades;
y fuera
cosa nueva
hallar
amigo en el trabajo a prueba.
Sigue al cuerpo la sombra
cuando
el sol está claro,
mas
huye si la nube se le opone.
¡Qué
bien Ovidio nombra
sombra al amigo avaro,
que en
sólo el interés su amistad pone!
Pues
por más que propone
seguir
su adversa suerte,
si
falta la ventura
huye en
la noche escura,
que no
hay palabra en la desdicha o muerte,
y fuera
cosa nueva
hallar
amigo en el trabajo a prueba.
Vidrio fue don Manrique,
por más
que le celebra
España,
y sombra cuando yo sol era.
¿Qué
mucho que publique
ser
vidrio que se quiebra,
y huya
cual sombra en la ocasión primera?
A Fox
gozar espera;
y sin
que le avergüence
su
amistad, a mi dama,
esposa y dueño llama;
que el
interés las amistades vence,
y fuera
cosa nueva
hallar
amigo en el trabajo a prueba.
Huyendo voy a España,
pues de
mi propia tierra
un falso amigo a desterrarme vino.
Sólo
Amor me acompaña,
que por
hacerme guerra,
ni le
vence el ausencia ni el camino.
Cual
pobre peregrino,
ando a
buscar un hombre
que convenga conmigo,
y
siendo firme amigo,
las
obras correspondan con el nombre;
mas
sera cosa nueva
hallar
amigo en el trabajo a prueba.
Salen TAMAYO y dos CRIADOS, de
camino
TAMAYO: Yo
me adelanto a prevenir la cena
y la
posada, mientras don Manrique,
entre
las sombras de estas alamedas,
pasa la
siesta que hace calurosa;
que
entramos ya en España, y las posadas
son tan
malas en ellas, que no haciendo
aquesta
diligencia, no hallaremos
qué
cenar, y me envida el hambre el resto.
CRIADO 1: A
Zaragoza llegaremos presto.
TAMAYO: En
aplacando el sol su furia un poco,
avisen
a mi amo, si durmiere,
y
díganle que voy a apercebirle
sábanas limpias.
CRIADO
2: ¡Plegue a Dios las
halles!
TAMAYO: Sí no
están limpias, estarán al menos
rociadas y dobladas, que es costumbre
de
España durar limpias unas sábanas,
sirviendo cada noche de esta suerte,
seis
meses sin lavarse.
CRIADO 1: ¡Ay, hosterías
de Italia y Francia!
TAMAYO: ¡Ay, carne y pan
de España,
y vino
de mi santo, cama blanda,
adonde
duermo como en seis colchones!
¿Qué
cama puede haber en un camino
como
una bota de oloroso vino?
CRIADO 1: Si te
has de adelantar, ¿qué aguardas?
TAMAYO:
Nada;
pico el
frisón y parto como un rayo.
Vase TAMAYO
CRIADO
2: ¿Mas qué te hallamos como ayer; Tamayo?
Sale don GASTÓN
GASTÓN: Tamayo oí decir, y don Manrique.
¡Válgame Dios! Si dicen
que en Narbona
con
Armesinda había de casarse,
¿qué
puede ser la causa de que agora
a Francia
deje, y, a Aragón camine?
Saberlo
quiero. ¡Ay, rigurosos cielos,
si se
acabasen mi temor y celos!
CRIADO 1: Sed
tengo, y el calor hace excesivo.
CRIADO 2: Si
tienes sed, aquí corre un arroyo,
riéndose de ver que no la mates.
CRIADO 1: ¿Yo
agua? ¿Yo en mi tripa sabandijas?
¡Maldiga Dios quien casa de aposento
le
diere en ellas. Oye, un peregrino
me ha
deparado Dios. Monsiur, si acaso
la hermana calabaza sufre ancas,
¿quiero
dejarme darla un par de soplos,
y
probando si es bueno su zumaque,
pues va
a San Jaque, le daremos jaque?
GASTÓN:
Holgárame de estar tan prevenido,
que trujera con qué refrigeraros;
pero
voy tan ajeno de mi gusto,
que no
me acuerdo de estas prevenciones.
CRIADO 1:
¡Maldiga el cielo, amén, a peregrino
que
puede andar sin el bordón del vino.
CRIADO 2: ¿Vais o
venís de España?
GASTÓN: A Monserrate
voy y a
San Jaque, y pienso que os he oído
decir
que va a Aragón desde Navarra
don
Manrique de Lara.
CRIADO 2: ¿Conocéisle?
GASTÓN: Tengo
noticia de él
CRIADO 1: A Zaragoza
vamos
con él, adonde el rey intenta
ser su
padrino, y celebrar las bodas
de la hermosa
Armesinda; que a esta causa
habrá
dos días que su padre, el duque,
partió
con ella para Zaragoza,
y con
doña Violante, hermana suya,
porque
el rey de Castilla, Alfonso Octavo,
con el Rey de Aragón y el de Navarra
quiere
verse en Monzón, y todos juntos
hacer
guerra a los moros andaluces.
Han
convidado al duque de Narbona
a esta
guerra; y ansí para más honra
quiere casar su hija en su
presencia,
echando el sello a sus venturas
todas,
pues se han de hallar tres reyes
a sus bodas.
GASTÓN: (¡Ah,
cielo riguroso!) Aparte
¿Y por qué causa
don
Manrique no va en su compañía?
CRIADO 2: Porque
pensó partir a Fox primero
que a
Aragón; mas después le ha parecido
que
queda bien seguro; que quien ama,
siglos eternos los instantes llama.
GASTÓN: ¿Podríale yo hablar?
CRIADO 2: En despertando,
¿por
qué no? Bien podéis mientras enfrenan
los
caballos que agora están paciendo.
Pero ya
ha despertado, e imagino
que
querrá caminar, aunque la siesta
el
rigor de su fuego multiplica
más
donde pica Amor, el sol no pica.
GASTÓN: (¡Buena
ocasión se ofrece de vengarme! Aparte
Agravio, yo os haré agora testigo
de que
sé castigar mi falso amigo.
Sale don MANRIQUE
MANRIQUE: ¿No es
hora ya de caminar, hermanos?
Enfrenad y partamos.
CRIADO 1: Es temprano,
y el calor es terrible.
MANRIQUE: Ya lo veo,
mas,
¿quién tendrá las riendas al deseo?
¡Ah,
cielos! ¡Quién supiera de mi amigo!
Que el
no saber a donde está, deshace
en parte el gusto de mi alegre boda.
¡Depáramele, Amor! Será cumplida
mi
dicha, que sin él está partida.
¿No vais por los caballos?
CRIADO 2: Vamos. ¡Hola!
CRIADO 1: Aqueste peregrino quiere hablarte.
MANRIQUE: Querrá
alguna limosna. Enfrena, parte.
Vanse los CRIADOS. Don MANRIQUE habla a don
GASTÓN que llega encubriéndose
MANRIQUE:
¿Sois francés?
GASTÓN: No tengo tierra.
MANRIQUE: ¿Cómo
no?
GASTÓN:
La que tenia
días ha
ya que no es mía.
MANRIQUE: ¿Por
qué?
GASTÓN:
Porque me destierra
un
falso amigo hecho al temple
aunque
al olio pareció
que una
borrasca borró
y
obliga a que se destemple
la
pintura, que entendí
fuera
eterna; mas no dura
la
amistad ni la pintura
en el
trabajo.
MÁNRIQUE: Es ansi.
¿De dónde sois?
GASTÓN: Tal estoy
por un tirano interés,
que no
sé si soy francés
aunque
dicen que lo soy.
MANRIQUE:
¿Cómo?
GASTÓN: Vuelvo a dudar luego;
porque
mudó el tiempo vano
un
amigo castellano,
que ya
en la lealtad es griego.
MANRIQUE: Alto: vos no os declaráis.
Tomad, y adiós, que ya es tarde.
Dale limosna, y mira mucho don
GASTÓN lo que le ha dado
GASTÓN: De quien sois hacéis alarde.
MANRIQUE: Un
doblón es; ¿qué miráis?
GASTÓN:
Miro, aunque me maravillo
el
doblón que me habéis dado.
¡Doble el
dueño y él, doblado!
Más os
quisiera sencillo,
y no
salieran tan claras
mis
desdichas; mas ya son
del
modo que vos, doblón,
los
amigos de dos caras.
En
despreciaros me fundo
hasta
que ya el tiempo os borre,
que
sois falso, y ya no corre
otra
moneda en el mundo.
MANRIQUE:
¿Falso ése?
GASTÓN:
El dueño me induce
a que
le pierda el decoro,
que
aunque reluce, no es oro
todo
aquello que reluce.
Amigos hay de apariencia
de oro,
que en viendo pobre
al
amigo son de cobre.
Ya yo he visto la experiencia.
Ya no hay Eneas, ni Acates,
porque el engaño
alquimista,
cadenas
hace a la vista
de oro
de mil quilates,
pero
son hierro; y no yerro,
que ya la
amistad más buena
se dura
como cadena
con ser
amistad de hierro.
MANRIQUE: (O
habla aqueste conmigo Aparte
o está
loco.)
Conócele
¡Don Gastón,
amigo
del corazón!
GASTÓN: ¡Nombre
me ofreces de amigo,
traidor, cuando fama cobras
de la
deslealtad que labras!
De amigo son tus palabras,
y de enemigo tus obras.
Cuando usurpando mi
estado,
con el
de Aragón conciertas
mi
muerte, por gozar ciertas
tus
traiciones; cuando has dado
de
esposo palabra y mano
a
Armesinda, cuyo pecho,
casa de
aposento ha hecho
el alma
que lloro en vano;
porque tu traición traspasa
la
amistad que ya atropella,
y por
quedarte tú en ella,
echas
al dueño de casa;
¿Cuando
me vas a quitar
mi
esposa, amigo me llamas?
¿No
echas de ver que te infamas
cuando
me vienes a dar
ese
nombre, pues con él
pierdes
de amigo el decoro?
Mas quieres parecer de oro,
y no eres más que oropel.
La
media vida te di
el día
que a tu amistad
te admitió mí voluntad,
y ésa he de quitarte aquí;
aunque por haber
estado
con
otra media que es tuya,
es
razón que de ella huya,
porque
se le habrá pegado
la
peste de la traición
que tu
esperanza hace ufana;
y como
está la mía sana,
huye de
tu contagión.
Mas,
por lo que a España debo,
cuyos nobles naturales,
por amigos y leales
los aventajo y apruebo;
por
lo que a mi amor obliga,
y
porque a tí te está bien,
a
trueque que no te den
nombre
de traidor, ni diga
el
mundo en tu deshonor,
haciendo tu culpa clara,
que don
Manrique de Lara
a su
amigo fue traidor;
aquí
con mortal castigo
sepultaré tu deshonra,
que
quiero volver por tu honra,
por lo
que fuistes mi amigo.
MANRIQUE: Y yo sufrir tus agravios,
porque soy tu amigo,
quiero,
sin
desnudar el acero
ni la
lengua; que los labios
tienen su enojo con llave,
y yo no
apruebo ni sigo
el amigo
que a su amigo
sufrir injurias no sabe.
Y ansí, aunque me has
injuriado
con la traición que me
indicias,
yo te
perdono, en albricias,
don Gastón, de haberte hallado.
¿Yo te he usurpado tu
tierra?
Vé a
Fox para que divises
si en
vez de tu Flor de Lises
han
puesto la paz o guerra
las
dos calderas, que son
las
armas con que honra el cielo,
desde
don Diego Porcelo,
los Laras y su blasón.
¿Qué alcaidías he mudado?
¿Qué tributos he cogido?
¿Qué servicios he pedido?
¿Qué monedas he labrado?
¿Qué escritura hay que
publique
lo que
tu pasión afirma
adonde
diga la firma
"Conde de Fox, don Manrique."
No
hallarás, sino es cobrado,
tu patrimonio perdido;
el de
Tolosa, vencido,
y el de
Narbona, obligado
darte a doña Violante,
a quien
si de esposo diste
tu
palabra, cuando fuiste
libre
por su amor constante,
¿qué
mucho que intente ser
esposo
de quien no puedes
serlo
tú, sino es que quedes
por
perjuro? Tu mujer
es
doña Violante, y yo
tan
tuyo, que la experiencia
hizo
prueba en mi paciencia;
pues ni
la mano sacó
la
espada, haciendo testigos
mis
agravios, ni han bastado
a que
no te haya enseñado
cómo han de ser los amigos.
GASTÓN: Si
todos como tú son,
¡maldiga Dios la amistad!
¿Probarás tu lealtad
con el
rey, que en Aragón
te
dio sus armas y gente
para
que a Fox conquistases,
y con
él te levantases?
Dirás
que la fama miente;
que
pues dices que yo di
a doña
Violante mano
de
esposo, dirás que en vano
puedes
persuadirme ansí.
Pero
ni quiero creerte,
ni
manchar mi noble acero
en tu
sangre; sólo quiero
que
vivas, pues en tu muerte,
la
infamia que tu honra priva
morirá; y será mejor
dejarte
vivo, traidor,
para
que tu infamia viva.
Viva, que si en tí vivió
de mi
vida la mitad,
que tu
rompida amistad
tan
presto del alma echó,
hoy
darte vida he querido,
aunque
el enojo me abrasa,
por no
derribar la casa
que por
huésped me ha tenido.
MANRIQUE: Pues
¡vive Dios que esta vez,
aunque
tu furia me ofenda,
no ha
de romperse la rienda
de mi
paciencia, y que juez
tienes de ser y testigo
de mi
amistad; y aunque tuerza
hoy mi
inclinación, por fuerza
has de
ver que soy tu amigo.
¡Hola!
Salen los dos CRIADOS
CRIADO
1: ¡Señor!
MANRIQUE: Esa espada
quitad
a ese peregrino.
GASTÓN: ¡Ah,
traidor! Bien imagino
lo que tu amistad doblada
intenta. A Aragón me lleva,
porque
su rey me dé muerte.
MANRIQUE: Mas
para que de esta suerte,
haciendo bastante prueba
de
mi amistad, sean testigos
cuantos han visto mi amor,
que ha
enseñado mi valor
cómo
han de ser los amigos.
Vanse todos.
Salen el REY de Aragón, el
DUQUE, doña ARMESINDA, y doña
VIOLANTE
REY: Un buen día habéis dado a Zaragoza,
famoso Duque, pues de la belleza
de vuestras celebradas hijas
goza.
DUQUE: Su humildad favorece vuestra alteza.
REY: Vuestra vejez con verlas se remoza.
Mucho debéis a la naturaleza,
pues cuanto pudo dio a vuestra
ventura:
a vos, valor, y a ellas,
hermosura.
Ya tengo envidia al conde don
Manrique
y lástima notable al de Tolosa;
al uno, en que vuestro hijo se
publique;
y al otro, en que no goce tal
esposa.
Mas si queréis que lo que siento
explique,
vuestra suerte con él es
venturosa,
pues si Armesinda es Fénix en
belleza,
él es sol en valor y gentileza.
Yo, señora, he de ser
padrino vuestro,
que estimo y amo mucho a vuestro
amante.
ARMESINDA: La obligación callando, señor, muestro
con que os debo servir de aquí
en adelante.
REY: Como el tiempo me hizo en amor
diestro,
casi imagino ya, bella Violante,
que me pedís que a don Gastón
reciba
en mi amistad y gracia. En ella
viva,
pues que vive por vos, y don
Manrique,
ejemplo de amistad, único y
raro,
a Fox le entregue, y Aragón
publique
que está en mi protección y real
amparo;
pues cuando de la paz se
certifique,
volviendo a ver el sol otra vez
claro,
de sus trabajos y prisión pasada,
vendrá a cumpliros la
palabra dada.
VIOLANTE: Beso tus pies.
REY: Ya viene el de
Castilla
a ver el Pilar santo, consagrado
por la Reina del Cielo, cuya
silla
tiene su asiento sobre el sol
dorado.
Quiere hacer guerra al moro de
Sevilla,
que, soberbio, las parias le ha
negado,
y que Navarra y Aragón acuda
para tan santa empresa a darle
ayuda.
En pago del socorro de esta
guerra
le he de pedir que tornen los de
Lara
a su antiguo valor.
DUQUE: El que se encierra
en vuestra alteza, ese favor
declara.
REY: Si don Manrique vuelve a ver su
tierra,
y en sus estados otra vez le
ampara,
a instancia mía, el rey, duque
Aymerico,
tendréis un yerno valeroso y rico.
DUQUE: Teniendo a vuestra Alteza por
padrino,
¿qué mucho que a su patria
restaurado
se vuelva don Manrique?
REY: Yo imagino
que le he de ver como merece,
honrado.
Cansado vendréis, duque, del
camino.
En mi palacio estáis aposentado.
Andad con Dios, y descansad, que
es tarde.
DUQUE: Mil años, gran señor, el cielo os
guarde.
Vanse el DUQUE y sus hijas. Salen don MANRIQUE y
don GASTÓN, de
peregrino y quédase don
GASTÓN a un
lado
MANRIQUE: (Bien sé que ha de costarme vida o
seso Aparte
lo que hoy intento hacer por un
amigo,
y que espantando al mundo mi
suceso,
tiene de ser de mi valor
testigo;
mas piérdase la vida, pues
profeso
la amistad, cuyas leyes guardo y
sigo,
que aunque la vida es mucho,
estimo en poco
quedar por un amigo, muerto o
loco.)
REY: ¿Qué es esto, don Manrique? ¿En
Zaragoza
vos, y tan triste, la color
perdida?
Cuando Armesinda vuestra dicha
goza,
tan amada por vos y pretendida;
cuando aguardaba de la gente moza
la nobleza alegrar vuestra
venida,
con señales de fiesta y de
contento,
¿tan triste, vos? Decidme el
fundamento.
MANRIQUE: Dame los pies, gran señor,
y no te admire el suceso
de la
novedad que ves
y
tristeza con que vengo;
que una
determinación
despachada en el consejo
de
amistad y sentenciada
en mi daño
y mi provecho,
me trae a tus pies confuso.
REY:
Levantáos, conde, del suelo,
y sin hablar por enigmas,
saciarnos, que estoy
suspenso.
MANRIQUE: Ya
sabes, Rey poderoso,
lo que
al conde de Fox debo
y la
amistad que con él
tantos
años ha profeso.
REY: Ya sé
que Francia y España
os
celebra por ejemplo
de la
amistad inviolable,
que en vos
ha hallado su centro.
Si
porque el de Fox está
sin
estado y en destierro
por mi
causa, don Manrique,
hacéis aquesos extremos,
ya yo, olvidados enojos,
por vuestra ocasión, le
he vuelto
a mi
gracia y amistad,
y que
goce otra vez quiero
a Fox y
a doña Violante,
a
quien, cuando estuvo preso,
dicen
que dio fe y palabra
de esposo...
MANRIQUE:
¡Pluguiera al cielo!
También
sabes el amor
que a
Armesinda bella tengo,
desde
que vi su hermosura
en
Narbona.
REY: Sí; ¿a qué efecto
me hacéis tantas prevenciones,
pues ella y su padre
mesmo
han
venido a celebrar
vuestro
alegre casamiento?
MANRIQUE: Gran
señor, mi amigo el conde
ha seis
años que en deseos
a su hermosura dedica
el alma
y los pensamientos.
Yo le
prometí casarle
con
ella, y en el torneo
maté al
conde de Tolosa
causa
de tantos sucesos.
Y aunque,
cuando vi a Armesinda,
Amor
encendió mi pecho
llamas
que no han apagado
valor,
ausencia, ni el tiempo,
ha
resistido su furia
la
amistad, a cuyo espejo
me miro
para enmendar
en su
cristal mis defectos.
Aquesto
obligó mi amor
a
padecer un infierno
de
penas, sin esperanza
de
alivio ni de remedio,
hasta
que doña Violante,
por dar
fin a sus deseos,
sospechas a mi amistad
y a don
Gastón juntos celos,
me
engañó con persuadirme
que el
noble agradecimiento
del
conde, libre por ella,
le
obligó con juramento
a ser
su esposa. Creílo;
y
advirtiera, a ser discreto,
que la
mujer y el engaño
caudal
a la parte han puesto.
Entré
en Narbona de paz;
y
quedando satisfecho
de que
dejaba en su fuerza
la
amistad que estimo y precio,
concerté mis desposorios
en
ella, por ver que en ellos
mi padrino
habías de ser.
Vino el
duque, y quiso el cielo,
dilatando mi llegada,
que no
bastasen enredos
a poner
mi fama y honra
en
manos del vulgo necio.
Encontré de peregrino
a don
Gastón, que creyendo
lo que
en mi agravio la fama
publicaba, y no advirtiendo
mis
satisfacciones, viene,
si es
licito, en son de preso
para
que sus ojos vean
lo que
por él hacer quiero.
Invicto
rey de Aragón,
cartas
de Castilla tengo
en que
me perdona el rey,
y
levantando el destierro
a los
de mi noble sangre,
promete
el volverme presto
mis
tierras y patrimonio,
si
olvidando enojos viejos,
con don
Fernán Ruiz de Castro
amistad
y parentesco
contraigo, dando a su hija
palabra
de esposo y dueño.
Esto
está bien a mi honra,
a lo
que a don Gastón debo,
a mis
parientes y amigos,
aunque
ideal a mi deseo.
Si el amor
que me has mostrado
con tan
magnífico pecho;
las
leyes de la amistad
y el remedio de mis deudos
te obligan, ansí a tus plantas
se postren los viles
cuellos
de
sarracenos alarbes,
tu
nombre reconociendo,
que a
Aymerico persuadan
mi
intercesión y tus ruegos
a que a
don Gastón admita
por
hijo, que con aquesto,
desengañando
a Armesinda,
mostrará el mundo en mi ejemplo
cómo
han de ser los amigos,
tan
raros en este tiempo.
REY: Conde,
cuando el rey Alfonso
no me
cumpliera el deseo
que de
veros con quietud
ha
tantos años que tengo;
el
valor que habéis mostrado
y
amistad digna de templos
y
altares, donde eternice
la fama
el renombre vuestro,
me obliga
a hacer vuestro gusto.
Al rey
de Castilla espero
aquí. Podéis aguardarle.
MANRIQUE:
Prospere tu vida el cielo.
REY: ¿Adónde
está don Gastón?
GASTÓN: A tus
pies, señor, pidiendo
que en
tu gracia me recibas.
REY:
Levantáos, conde, del suelo,
y
alabáos de haber hallado
un
amigo verdadero,
en la
adversidad constante,
que es
milagro en este tiempo.
Vamos,
conde don Manrique,
y
hallaréis al Duque viejo
y
Armesinda.
MANRIQUE:
Gran señor,
tengo
amor, y temor tengo
que he
de perder el juicio
si el
tesoro hermoso veo,
de
quien siendo dueño propio,
ha de
gozar otro dueño.
Lágrimas ablandan mucho,
y al vaso más firme y recio
que resistió golpes
grandes,
suele
romper un pequeño.
Pasarme
quiero a Castilla,
que
imagino que no es cuerdo,
siendo
vidro la amistad
quien
osa ponella a riesgo.
REY: ¿Pues
no queréis aguardar
al Rey?
MANRIQUE: Saldréle al encuentro;
y
pediréle licencia
para
volver a sus reinos.
Adiós,
amigo del alma
GASTÓN: Yo, don
Manrique, me precio
también, como vos, de amigo,
y si el
casamiento acepto
de
Armesinda, aunque la adoro,
es más
por veros resuelto
de
casaros en Castilla,
que por
cumplir mis deseos;
que de
otra suerte, bien sabe
el amor
grande que os tengo,
que a
trueco de vuestro gusto
me será
gloria el tormento.
MANRIQUE: Conde,
esposo de Armesinda
habéis
de ser. Yo lo quiero,
y
estáis obligado a darme
gusto en
todo.
GASTÓN:
Yo lo acepto.
MANRIQUE: Dadme, gran señor, licencia
REY: A poner voy en efecto
lo que os tengo
prometido,
y a
publicar el extremo
de
vuestra firme amistad,
porque sepa el siglo nuestro
cómo han de ser los amigos.
MANRIQUE: Tus invictas plantas beso.
Vanse todos,
quedando don MANRIQUE solo
MANRIQUE: Solos habemos quedado.
¿Qué habéis hecho, pensamiento?
¿Qué habéis hecho, amistad
ciega?
Alma loca ¿qué habéis hecho?
Por dar la vida a un amigo,
¿es bien haberme a mi muerto?
¡Jesús! ¡qué extraña locura!
Sin Armesinda ¿qué espero?
¿Dónde he de ir, que el rey
Alfonso
ni me perdona, ni el cielo
quiere que a mi estado torne?
Todo fue fingido enredo
por casar a don Gastón
con Armesinda. ¡Ay, tormento!
Acabadme de matar.
Necio he sido; sí. ¿No es necio
quien da el alma? A lo que
obliga
un amigo verdadero
es a dar la hacienda, el gusto,
la libertad y el sosiego;
¿pero, el alma? aqueso no.
Si era el alma de este cuerpo,
Armesinda, ya la he dado.
Sin vida estoy; ¡bueno quedo!
Loco estoy sin Armesinda;
pero, no es mejor que el seso
pierda un hombre que la fama?
Claro está. Loco soy cuerdo.
Más vale que muera yo;
mas, ¡ay rigurosos cielos!
que vivo para morir
de amor, de rabia y de celos.
Sale TAMAYO
TAMAYO: (¡Bravo lugar es aqueste! Aparte
Espantado de ver vengo
la soberbia de sus calles,
la riqueza de sus templos.
Mas mi señor está aquí.
¿Qué diablos tiene? Suspenso
se pasea, y suspirando,
la vista enclava en el suelo.)
¿Has merendado cazuela
para dar tantos paseos,
o hay moscones en la cola?
MANRIQUE: Sin Armesinda, hay desvelos.
TAMAYO: ¡Oigan! Pasear y darle.
¿Qué es aquesto, qué tenemos?
MANRIQUE: Por mi culpa, por mi culpa.
TAMAYO: "Y por tanto, pido y ruego
a Dios y a Santa María,
a San Miguel y a San
Pedro..."
MANRIQUE: ¿Qué dices?
TAMAYO: La confesión,
por ayudarte.
MANRIQUE: Confieso
que estoy loco.
TAMAYO: Yo, también.
¡Ay, celemines! ¿Qué es esto?
Respondedme.
MANRIQUE: ¿Qué respuesta
te tiene de dar un muerto?
TAMAYO: ¿Tú estás muerto?
MANRIQUE: Sí.
TAMAYO: ¿Y con habla?
MANRIQUE: No hablo yo.
TAMAYO: ¿Pues?
MANRIQUE: Mi tormento.
TAMAYO: Ya filosofisticamos.
¡Trabajo tiene el celebro!
MANRIQUE: Ven acá. Cuando da el alma
un hombre ¿no queda muerto?
TAMAYO: Ansí lo dijo un albéitar,
tomando el pulso a un jumento.
MANRIQUE: ¿Un amante no da el alma
a su dama?
TAMAYO: Ese argumento
traen siempre los boquirubios,
pero no los boquinegros;
porque, ¿cómo puede estar
sin alma un hombre?
MANRIQUE: Eres necio
porque el alma de su dama
se pasa luego a su cuerpo
TAMAYO: ¿Pues es casa de alquiler?
MANRIQUE: ¡Oyete, loco!
TAMAYO: Hable, cuerdo.
MANRIQUE: Pues si el alma de Armesinda
vivía dentro en mi pecho,
y a don Gastón se la he dado,
muerto estoy.
TAMAYO: El tema es bueno.
MANRIQUE: Digo que no tengo vida.
TAMAYO: Mas que no la tengas. ¡Quedo!
MANRIQUE: Entiérrame.
TAMAYO: Vuelve en tí,
por amor de Dios.
MANRIQUE: ¡Oh, ejemplo
de ingratos! ¿la
sepultura
me niegas?
TAMAYO: Yo no la niego,
sino reniego, señor.
¿Qué has comido? ¿Si los berros
de anoche te hicieron mal?
MANRIQUE: Entiérrame.
TAMAYO: Ya te entierro.
(Quiero seguille el humor.)
¿No te has de echar en el suelo?
MANRIQUE: ¿Qué más echado me quieres,
si a mal mis venturas echo?
TAMAYO: El primer difunto en pie
eres que vio el siglo nuestro.
Ahora bien; ya entran en casa
tus parientes y tus deudos,
todos cubiertos de luto.
MANRIQUE: Válgame Dios! ¡Que honre a un necio,
muerto por sola su culpa,
tanta multitud de cuerdos!
Mas sí; que la necedad
es la honrada en estos tiempos,
y muertos, todos son unos
los necios y los discretos.
TAMAYO: Los niños de la doctrina
vienen. Ya entran acá dentro.
¡Oh, qué de sarna que traen!
MANRIQUE:
¿De la doctrina son éstos?
TAMAYO: ¿No lo ves?
MANRIQUE: Por dar doctrina
a los amigos, me quedo
cual niño de la doctrina,
amigo Tamayo, huérfano.
TAMAYO: Las Órdenes Mendicantes
vienen.
MANRIQUE: No entren acá dentro.
TAMAYO: Aguarden, Padres.
MANRIQUE: ¿Qué orden
tendrán ya mis desconciertos?
TAMAYO: Aquesta es la Cofradía
de la Soledad.
MANRIQUE: Discreto
fuiste en traerla, pues solo,
sin Armesinda, padezco.
TAMAYO: Aquésta es de la Pasión.
MANRIQUE: Será la de mis tormentos.
TAMAYO: Estotra es de los Dolores.
MANRIQUE: Terribles son los que siento.
TAMAYO: La Caridad, que a los pobres
entierra.
MANRIQUE: Bien lo merezco
que, por dar, pobre he quedado,
que me compares con ellos.
Mas oye, ¿no hay Cofradía
de la Amistad?
TAMAYO: En el cielo;
que aquí hay muy pocos cofrades,
y ésos son al uso nuevo.
MANRIQUE: ¿Pues no soy cofrade yo?
TAMAYO: Y aun mayordomo de necios,
pues, estando vivo, cumples
las mandas del testamento.
¡Ea! Si te has de enterrar,
y estás difunto, no hablemos.
Los pobres son de las hachas.
MANRIQUE: ¿Cuáles son los pobres?
TAMAYO: Salíos al zaguán, hermanos.
¡Ea! salid; acabemos;
que es muy estrecha esta sala,
y no huele bien el cuerpo.
Los clérigos vienen ya
de la parroquia. ¿daremos
las velas?
MANRIQUE: Bien puedes darles
las velas de mis desvelos.
TAMAYO: Tome cada cual la suya,
desde el cura hasta el perrero
No toméis dos, monacillo.
¿Escondéislas? Ya lo veo.
¡Ea! que el responso cantan.
¿Quieres que sea el Memento,
o el Peccatem me quotidie,
responso de majaderos?
MANRIQUE: Si el Memento es acordarse,
y peno cuando me acuerdo
la
hermosura que perdí,
canta
olvidos, que eso quiero.
TAMAYO: ¡Va!
Canta
"Peccatem
me quotidie."
¿Quién
me ha metido en aquesto?
Pero,
¿qué tengo de hacer?
MANRIQUE: Canta.
TAMAYO:
Ya va. "Quia in inferno..."
Tamayo, ¿tú sacristán?
MANRIQUE: ¿No
cantan?
TAMAYO:
"Nulla est redemptio."
MANRIQUE: Tienes
razón, que no tienen
ya mis
desdichas remedio.
¡Ay,
Armesinda del alma!,
¿qué he
de hacer sin ti?
TAMAYO: ¡Silencio!
¡Que no
ha de hablar un difunto!
¡Cuerpo
de Dios, vaya el cuerpo!
Ya
doblan en la parroquia.
¿No escuchas el son funesto?
Oye, "din, dan, din,
don, dron."
MANRIQUE: Todo
eso puede el dinero.
TAMAYO: Ya
cantan la letanía.
"Sancte
Petre, ora pro eo;
kyrie eleison; Christi eleison;
kyrie eleison."
MANRIQUE:
¡Ay, confusos devaneos!,
dejadme
ir a morir, pues que ya dejo
de mi
firme amistad al mundo ejemplo.
Vase don
MANRIQUE
TAMAYO: Él se
ha ido, y me ha dejado
con el
gasto del entierro.
Voy a
buscarle. ¡Ay, Amor!
Hijo,
al fin, de un dios herrero,
todo lo
yerras, como él.
Ir tras
de don Manrique quiero,
y dar
cuenta a don Gastón
del
peligro en que le ha puesto.
El que
quisiere enterrarse,
yo soy
el sepolturero.
Vengan,
que chico con grande,
enterraré a real y medio.
Vase TAMAYO. Salen el REY de Aragón y el
DUQUE
REY:
Duque, aquesto os importa, y yo os lo ruego.
El
condado de Fox casi confina
con el
ducado vuestro de Narbona.
No hay quien en Francia aventajaros
pueda,
si de
estos dos estados hacéis uno.
Cumpliendo aquesto, quedaré obligado,
contento el conde, y vos, rico y honrado.
DUQUE: Señor,
si don Manrique vuelve a España,
y por
casarse en ella el rey le vuelve
a su
primer estado, no me espanto,
que
aquesto y la amistad que debe al conde
le
obligue a que el amor suyo reprima
por el
valor, que como noble estima.
Engañóme Violante, y no me espanto,
amando
al conde, porque don Manrique
quitase los estorbos a sus celos,
que me hiciese entender
haberle dado
palabra
don Gastón de ser su esposo;
que
Amor, con ser rapaz, es cauteloso.
Yo le
acepto por hijo, que a Armesinda
y a mí
nos está bien; pues cuando el conde
no
fuera tan ilustre, cuerdo y rico,
basta
venir señor, por orden vuestra.
REY: De
vuestra discreción dais, duque, muestra.
Llamen
a don Gastón.
DUQUE: Sólo recelo
la pena
y resistencia de Armesinda,
porque después que estos sucesos
sabe,
hace
extremos de loca.
REY: Es obediente,
y
forzarála el ver que yo intercedo
por el
de Fox y que quedo obligado.
Sale don GASTÓN,
de galán, y un
CRIADO después
GASTÓN: Dame,
señor, aquesos pies.
REY: Los brazos
dad,
conde,
al duque, de quien ya sois yerno.
GASTÓN: ¡Vivas,
famoso rey, un siglo eterno;
y vos, duque y señor, con la corona
de
Francia honréis la vuestra de Narbona.
DUQUE: Por lo
bien que os está, lo deseara,
pues
siendo mi heredero de importancia
os fuera
agora el verme rey de Francia.
CRIADO: El rey
Alfonso, octavo de Castilla,
encubierto ha venido a Zaragoza,
y ya a
las puertas de palacio llega.
REY:
¡Válgame el cielo! a recibirle vamos.
Duque, venid.
Conde, venid, pariente.
DUQUE: Ya te
seguimos.
GASTÓN:
Cierta es ya mi gloria,
pues ha
salido mor con la victoria.
Vanse todos. Salen doña VIOLANTE y
doña ARMESINDA
ARMESINDA:
Violante, mi muerte es cierta.
¡Ay,
español enemigo!
¡Sola
la ley de un amigo
es bien
que tu amor divierta!
A poder
cerrar la puerta
mi
amorosa voluntad
a tu
injusta liviandad,
dejarte
fuera mejor,
pues no
ama el que su amor
no
antepone a su amistad.
Ordena Naturaleza
que de
su patria se aleje
el hombre, y sus padres deje
por la conyugal belleza;
¿y
oblígate tu nobleza
por un
amigo a quebrar
aquesta
ley? Por amar
bien pudieras ser traidor,
que los yerros por amor
dignos son de perdonar.
¿Qué he de hacer, Violante
mía?
VIOLANTE: Dar consuelo a mis cuidados,
si pueden dos desdichados
hacerse
así compañía.
El rey
te casa este día
con don
Gastón, y los cielos,
para
darme más desvelos.
mi
industria desbaratada,
te dan
muerte, mal casada,
y a mí, de amor y de celos.
¿Que has de ser de don
Gastón?
¿Que tu gusto has de
rendir,
a mi
pesar?
ARMESINDA:
Por morir
he de
admitir su afición.
Mi
padre y el de Aragón
lo
mandan. Soy desdichada,
y ansí
la muerte me agrada,
aunque sea de esta suerte,
que no
hay tan áspera muerte
como
vivir mal casada.
Sale ROSELA
ROSELA: Los
reyes, señora, vienen
de
Castilla y Aragón,
con el Duque
y don Gastón.
ARMESINDA: Ya mis
obsequias previenen.
VIOLANTE: ¡Qué
mala salida tienen
mis
deseos, y la hazaña
que mi
amorosa maraña
intentó!
ARMESINDA:
¡Ay, fiero Manrique!
mi agravio España publique,
porque
te aborrezca España.
Salen el rey de
CASTILLA, el REY de Aragón,
don GASTÓN, el
DUQUE y acompañamiento
CASTILLA: Por
esto vine encubierto.
REY:
Prudencia notable ha sido,
pues a no venir ansí,
aunque
nos prestara Egipto
sus pirámides famosas;
grana y mármol, Paro y Tiro;
Grecia sus arcos
triunfales,
y Roma
sus obeliscos,
cualquiera
recibimiento,
por más
suntüoso y rico,
fuera
de poco valor
para el
que hemos conocido
en
vuestra alteza.
CASTILLA: Ya sé
que me
ha de dejar vencido
vuestra
alteza en cortesía
como en
todo. Yo he venido
a ver
aquesta ciudad,
cuyos nobles edificios,
hermosura de sus calles,
riqueza de sus vecinos,
valor de sus caballeros,
claro
cielo y bello sitio,
se
aventaja al nombre y fama
que sus
grandezas ha escrito.
La
capilla he visitado,
y en
ella el Pilar divino
que a
la cristiandad de España
dió
milagroso principio.
¡Gran
reliquia
DUQUE:
¡Milagrosa!
CASTILLA: Yo os
confieso que la envidio,
y que a
gozarla en Castilla
viviera
alegre, Aymerico.
VIOLANTE: Denos
los pies vuestra alteza,
DUQUE: Mis hijas son, rey invicto,
y tus esclavas.
CASTILLA: Mejor
diréis ángeles divinos.
Alzad, señoras, del suelo,
que yo
por cielo le estimo,
pues
con tal belleza quedan
hechos
sus Campos Elíseos.
¿De
cuál de estas dos bellezas
ha de
ser el de Fox digno
de
llamarse esposo y dueño,
porque
he de ser yo el padrino?
GASTÓN: Beso
tus pies. Mi ventura
y la
lealtad de un amigo,
tu
vasallo, que a ser Dário,
vieras,
señor, un Zopiro,
premia
mi amor con hacerme
merecedor del sol mismo,
que a
los ojos de Armesinda
dio sus
rayos cristalinos.
VIOLANTE: (¡Ay de
mi, que tal escucho!) Aparte
REY: Vuestra
alteza ha merecido
el vasallo más leal
que vio
el mundo a su servicio.
CASTILLA: ¿Cómo?
REY:
¿No ha alzado el destierro
y
estados restituído
a don
Manrique de Lara,
como a los bandos antiguos
de los Manriques y Castros?
Ponga fin, y siendo
amigos,
se case
con una hija
del
conde de Castro.
CASTILLA: Digo,
que
aunque siempre he deseado
ese suceso infinito,
que
nunca intenté tal cosa,
aunque
por ese camino
me
holgara ver el valor
de los
Laras reducido
a su
hacienda, patria y honra.
GASTÓN: Todo
esto, señor, ha sido
mayor
lealtad y firmeza
de la
fe de un firme amigo
y al
fin, Manrique de Lara.
Sale TAMAYO
TAMAYO: Lleve
el diablo los amores;
porque
por sus desvaríos
ha de andar de ceca en meca
la
paciencia y el jüicio.
GASTÓN: ¿Qué es
esto, Tamayo? ¡Quedo!
TAMAYO: ¿Qué
quedo? ¡Cuerpo de Cristo!
GASTÓN: Que
está aquí el rey de Castilla.
TAMAYO: Aunque
esté aquí Valdovinos.
¡Bueno
has parado a mi amo!
GASTÓN: ¿Cómo?
TAMAYO:
Los cascos vacíos,
busca
quien vaya alquilarlos.
Con
tanto extremo ha sentido
el
renunciarte a Armesinda,
que,
loco y desvanecido,
ha dado
en decir que está
medio
muerto y medio vivo.
Hame
mandado enterralle;
y -- ¡a
fe de quien soy! -- que ha habido
que ver
en la pompa y honra
de su funeral oficio.
Si te
contara los gastos
de
lutos, hachas y cirios,
fuera
una gran tiramira.
Algo ha
vuelto en su sentido,
y a mi
persuasión está
sosegado,
aunque en suspiros
se le
va el alma a pedazos.
Tú,
señor, la causa has sido.
ARMESINDA: (¡Ay;
cielos!, si eso es verdad, Aparte
celebren los ojos míos
las desdichas de los dos.)
CASTILLA: Notable
valor de amigo.
GASTÓN: Yo
también tengo de serlo,
y con
la hazaña que él hizo,
aunque
la vida me cueste,
he de
vencerme a mí mismo
Famosos
y invictos reyes,
ilustre
duque Aymerico,
goce mi
amigo a Armesinda,
y sepa
el presente siglo
que
dura en él la amistad
que
ensalzaron los antiguos
de un
Pílades y un Orestes,
de un
Teseo y un Perísteo.
Eneas soy y de este Achates,
de este Eurialo soy Niso,
y Picias de este Damón.
Con vuestra licencia pido
la mano
a doña Violante,
por
quien estoy libre y vivo,
que
ansí su amor satisfago
y doy
la vida a un amigo.
REY: Mostráis,, don Gastón famoso,
que los quilates subidos
del oro
de la nobleza
vuestra
sangre ha ennoblecido.
Yo
ruego al duque que os dé
a doña
Violante.
DUQUE: He sido
venturoso, gran Señor,
en cobrar tan nobles hijos.
CASTILLA: Traigan
aquí a don Manrique,
que quien es tan buen amigo,
también
será buen vasallo.
Aquí el
cielo me ha traído
para
que, alzado el destierro,
y
vuelto a su estado, rico,
de su
valor y lealtad hoy
Yo
propio sea testigo.
Padrino
suyo he de ser.
VIOLANTE: Mi
esperanza se ha cumplido.
ARMESINDA: Loca de
contento quedo.
Dejad
el pesar, sentidos.
Pedid
albricias al alma.
Sale don MANRIQUE
MANRIQUE: Dame los pies, rey invicto,
que con tu presencia
espero
cobrar
el seso perdido,
pues el
contento de verte
refrena
mis desvaríos,
y no es
poco refrenallos
mirando aquí lo que miro.
TAMAYO:
¿Acabóse el mal de madre?
¿Hemos
de enterrarte vivo,
o
podemos ya decir,
"vuelve a casa, pan perdido?"
CASTILLA: Alzaos,
conde, de la tierra,
que por mis ojos he visto
la
nobleza y el valor
de
vuestras hazañas digno.
No es
bien que Castilla pierda
la
presencia de tal hijo,
sus
reyes tan gran vasallo,
sus grandes tan gran amigo.
Cuantos
estados tuvieron
vuestros padres, esos mismos
os restituyo, volviéndoos
a mi amor.
TAMAYO:
¡Manrique, vitor!
MANRIQUE:
Prospere tu vida el cielo.
GASTÓN: Don
Manrique porque envidio
el
nombre que aquesta hazaña
os ha
dado hoy, he querido
dar
también claras señales
de que,
como vos, he sido
amigo
fiel y leal.
Gozad
años infinitos
la
belleza de Armesinda,
que la
mano y alma, rindo
a doña
Violante hermosa.
DUQUE: Ya es
el conde su marido.
Dad a
Armesinda la mano.
MANRIQUE: Si de
pesar el jüicio
perdí,
¿cómo no le pierdo
de
contento y regocijo?
sol de
Francia, perdonad
si es
que juzgáis por delito
el
anteponer a amor
la
lealtad de un fiel amigo,
y dadme
esa blanca mano.
ARMESINDA: Siempre
el pasado peligro
en el
contento presente
se
olvida, conde. Yo he sido
en los
fines venturosa,
si infeliz
en los principios,
y vos,
mi señor y dueño.
CASTILLA: Porque
las guerras que ha habido
entre
Aragón y Castilla
tanto
ha, sobre el señorío
de
Molina de Aragón
se
acaben, yo determino
dar el
derecho que tengo
en
aqueste estado rico
a don
Manrique de Lara.
REY: Yo
también le doy el mío.
TAMAYO: Nuestra
es Molina. ¡Pardiós!
Que en
ella labro un molino.
MANRIQUE: Con
callar pago mejor
tantas
mercedes.
CASTILLA: Venido
he a
Aragón por el socorro
que
contra el alarbe pido
a
vuestra alteza, y quisiera
irme
luego.
REY:
Apercibidos
tengo
veinte mil soldados,
y el de
Navarra he sabido
que
acudirá con diez mil
brevemente.
CASTILLA:
Pues yo elijo
por
alférez general
de
aquesta guerra a Aymerico,
que de
su larga experiencia
felices
sucesos fío.
DUQUE: Beso tus pies, gran señor.
CASTILLA: Los dos
seremos padrinos.
Vuestra
alteza, de Armesinda,
y yo,
de Violante.
REY: Digo,
que soy
contento.
TAMAYO: Y Tamayo
se
queda en perpetuo olvido,
sin
darle una sed de agua...
mal
dije -- una sed de vino.
MANRIQUE: Pide lo
que tú quisieres.
TAMAYO: Pues si
lo que quiero pido,
es por mujer a Rosela,
y ser tu caballerizo.
MANRIQUE: Lo
postrero yo lo acepto.
ROSELA: Yo lo segundo, suplico.
ARMESINDA: Alto,
pues.
TAMAYO:
Caballeriza
eres. Tu gusto he cumplido.
REY: Venid,
condes valerosos,
que
dejáis ejemplos vivos,
en que
los hombres aprendan
cómo
han de ser los amigos.
|