Salen LIRANO,
MARBELIO y MAROTO
LIRANO: No fue nada; huyeron todos;
y
aunque han ido por más gente,
cuando
asaltarnos intente
no nos
han de faltar modos,
si
nos llevasen ventaja,
para
emboscarnos, que aquí
todo es monte.
MARBELIO:
Es así;
pero
entre tanto que baja
la
aragonesa cuadrilla,
de
aqueste olivo colgad
ese
hombre.
MAROTO:
¿Y que es verdad
que a vista de nuesa villa
me
quieren ahorcar?
LIRANO: De noche
es, no
hay que tener temor
que os
salgan a dar favor.
MAROTO: Porque
una mujer reproche
y con ella no me caso,
¿es
justo matarme así?
LIRANO: Mándalo
Laurencia.
MAROTO: Aquí
de un
salto hasta el cielo paso.
Pero, pues hemos llegado
a hablar verdades, más quiero
morir ahorcado, soltero,
que
estar vivo y ser casado.
Olivo, de mi fortuna
os
doled, mirad mi daño,
que no
dais buen fruto hogaño
ni Maroto
es aceituna
para
que de vos colgado
imitéis en tales dudas
al saúco de do Judas
dicen que estuvo
ahorcado.
MARBELIO:
Atalde mientras que apresto
el
cordel.
MAROTO:
¡Aquí del reye!
Porque
no me caso ¿es leye?
¿Es
justicia?
MARBELIO:
Acabad presto;
pero, escuchad, que parece
que hay
rüido de batalla.
Dentro
VOCES: ¡A ellos, mueran, que es canalla!
OTRAS:
¡Mueran!
LIRANO:
El peligro crece.
MARBELIO:
Dejadle atado, y después
volveremos a acabar
lo
empezado.
LIRANO:
Si el lugar
no le libra.
MARBELIO:
Vamos, pues.
Vanse y dejan
atado a MAROTO
MAROTO:
¡Madre de Dios, siempre he sido
amigo y
vueso devoto;
porque
no quiere Maroto
ser de
una loca marido,
me
matan, Madre de Dios!
Toda
boda es peligrosa,
yo no
quiero más esposa
ni más amores que a vos;
las demás que esposas son
las manos y libertad
atan, que al fin es verdad
que
toda esposa es prisión.
Pero
vos, que a los humanos
desatáis libertadora,
pues
que sois mi esposa agora
desatad mis pies y manos.
Que porque no me maltrate
quien
mi muerte sentenció,
si así
una mujer me ató
otra es
bien que me desate.
Ábrese un
olivo, y entre sus ramas está
una imagen de la VIRGEN, Nuestra
Señora de la
Merced
VIRGEN:
¡Maroto!
MAROTO:
¡Ay, Dios! ¿Quién me nombra?
VIRGEN: Alza
alegre la cabeza.
MAROTO: ¿Quién
sois, divina Señora?
VIRGEN: Quien
tu fe y devoción prueba.
La Dama
del Olivar
ha de llamarme esta tierra,
consagrándola mi nombre
y
honrándola mi presencia.
El
olivo significa
misericordia, y la iglesia
se
alumbra con su licor.
Misericordia es clemencia,
la
clemencia a nadie mata,
siendo
esta verdad tan cierta,
necio
es quien en este olivo
darte
muerte ciego intenta.
Yo, que
al fin soy la paloma
que en el diluvio y tormenta,
que en el mar de los pecados
todos los hombres anega,
desde el arca de Noé,
de la
ley de gracia nueva,
el ramo
de oliva traje
que
anuncia la pascua eterna.
Aquel
pimpollo admirable,
ramo de
la oliva inmensa,
que
siempre verde y florido
el
tronco del padre engendra.
Aquel
ramo que plantó
el
labrador que sustenta
los cielos en mis entrañas,
sin que humana obra se
atreva
a poner
en su labor
la
mano, porque en vez de ella
es el
Espíritu Santo
quien
la planta y quien la riega.
Aquel
engerto divino,
que de
dos naturalezas
en un
supuesto da el fruto
que
sana el que comió Eva.
En fin,
yo la oliva soy
que a
Dios hombre cría y lleva,
que es
aceite derramado
en el
lugar de la iglesia.
Yo,
pues, que en ella quedé
por
legítima heredera,
por ser
hija, madre, esposa,
de los
tres que en uno reinan,
he
plantado un olivar,
que
puesto que agora empieza
a
crecer, se extenderá
por el
orbe de la tierra.
Cuatro
frutos dará al año,
aunque
de especies diversas,
porque
su fertilidad
cause
asombro a quien la vea.
Será el
primero sabroso
por el
voto de pobreza,
que
aunque la forzosa amarga,
la
voluntaria deleita.
Pues no
sin causa la oliva
es
amarga a quien la prueba
verde,
y después por sabrosa
honra
la más noble mesa.
Tras
este fruto se sigue
el
segundo de obediencia,
mortificando sus gustos
a la
voluntad ajena;
que por
eso la aceituna,
que es
su símbolo, se quiebra,
muele,
parte y martiriza
en el
lagar y la prensa,
de
donde el aceite puro
se
saca, que a Dios recrea;
que
después de los trabajos
ofrece
luz la paciencia.
El
tercero es castidad,
fruto
que la palma lleva
a todas cuantas virtudes
a los santos hermosean.
Que no sin causa el
aceite,
si con
el agua le mezclan,
a otro
licor le juntan,
por más
que con él le envuelvan
siempre
está encima de todos;
que
siendo el cielo su esfera,
como rey de las virtudes
sobre todas triunfa y reina,
El cuarto la caridad,
emperatriz que gobierna
los
cielos y rige el mundo;
fuego
que abrasa y no quema;
luz que
alumbra a todo hombre;
que, en
fe de esto, en nuestra
iglesia
da luz de noche y de día
y el
fuego de amor sustenta.
Redimirá aqueste fruto
los
cautivos que atormenta
el
blasfemo y torpe amor,
para
que con fama eterna,
llamándose redentores,
den sus
vidas y su hacienda
por sus
hermanos, que oprimen
las
crueldades sarracenas.
Darán
para ellos sus vidas,
quedándose en sus cadenas,
porque
ellos salgan seguros,
virtud
excelente y nueva.
Pero,
en fin, como la oliva,
que
toda a todos se entrega
dejándose hacer pedazos,
dando
sus entrañas mesmas,
llamaráse este olivar
de la
Merced, porque en ella
la han
de hallar sus oprimidos,
blasón
que ha de ennoblecerla...
Y para
que estimes más
esta
heredad, que comienza
de esta
tierra a florear
con
divinas influencias,
un rey
es su labrador
para
que más se ennoblezca.
Mira
cómo con sus armas
la
autoriza su nobleza.
Don
Jaime el conquistador,
que
entra triunfando en Valencia,
le
planta y le da principio,
¿qué
maravilla que crezca?
Del
pecho piadoso nace
de
Pedro Nolasco, piedra
fundamental, que promete
en el
valor y firmeza.
Con los santos
y corona que refiere ha de estar
adornado el árbol
Por
primicias de ese fruto
es la
primer fruta nueva
otro
Pedro de Armengol,
que de
él, como oliva cuelga.
Un Ramón es verde rama
que mi
olivar fertil echa,
no
nacido y milagroso
que con
un candado cierran,
porque
tal aceite y fruto
en fe
de lo que se precia,
con candado ha de guardarse
para
dar luz a mi iglesia.
Un
Serapión es esotro,
oliva
sabrosa y tierna,
que en
el lugar del martirio
descoyuntan y atormentan.
La corona que remata
este
olivo, a todos muestra
que es
real, militar y noble,
para
que a todos exceda.
Siendo,
pues, de tal valor
esta
heredad, porque tenga
lo
necesario, he querido
que
aquí se labre una iglesia
donde
mi aceite se guarde,
y con
mi misma presencia
se
autorice en Aragón
que a
esta orden sirve y precia.
Ve, pues, pastor, a Estercuel,
su
gente convoca, y llega
a su
señor, mi devoto,
llama y
diles que aquí vengan,
y este
sitio me dediquen
con un
templo, donde vean
mi imagen, que en este olivo
como en
su trono se asienta,
y
dándole a la merced
estimen
la Merced nueva
que les
vengo a hacer propicia,
y tú,
por que goces de ella,
pues por esposa me elijes,
el
ganado y campos deja,
y
sírveme en esta casa,
pues el
que me sirve reina.
Encúbrese
MAROTO: ¡Oh
visión digna de espanto!
Pues
que me libras y sueltas
y tengo
en ti tal esposa,
dete
alabanzas mi lengua.
A hacer
voy lo que me mandas.
Religión piadosa y tierna,
yo os
serviré desde hoy más.
Olivar
de fama eterna,
desde
hoy quedará memoria
que
celebre tu grandeza,
la Dama
del Olivar,
de amor y de dichas prenda.
Vase. Sacan a don GUILLÉN los LABRADORES, y
salen don GASTÓN y doña PETRONILA
NISO: Huyeron los bandoleros,
y a dos encinas atados,
para pagar sus pecados,
aquestos dos lobos fieros
de nuestras tiernas ovejas
se dejaron.
CORBATO: Permisión
del
cielo, pues ellos son
la
causa de nuestras quejas.
GASTÓN: A mi
poder, don Guillén,
la
Fortuna os ha traído,
y
aunque de vos ofendido
querellas justas me den
mis
vasallos, y pudiera
satisfacerla con vos,
el
valor que me dio Dios
mi
agravio no considera.
Sin
mi gusto a Montalbán
os
quemaron mis vasallos,
que no
pude refrenallos,
porque
ofendidos están.
Que
cuando la injuria es tal,
las
riendas del tiento pierde,
y un
perro con rabia muerde
con ser
tan fiel animal.
Mostrara ser caballero
agora,
y libre os dejara,
si en
daño no resultara,
como
sabéis, de tercero.
Pero
haciéndolo, provoco
todo el
lugar de Estercuel,
y ya
sabéis cuán crüel
es un
pueblo y vulgo loco.
Mientras Laurencia parece
y se
aplaca tanto exceso,
será
razón que estéis preso,
y el
alcaide que os ofrece
mi
nobleza, es a mi hermana,
que en
regalo y cortesía
dará
muestras que lo es mía.
GUILLÉN:
Libertad mi suerte gana
con
ser yo su prisionero;
y
aunque estimo este favor,
sois
caballero mayor
y en
Aragón el primero.
Bien
pudiérades mostrar
vuestro
poder por mil modos,
que vuestros vasallos todos,
son de bien y mal pasar
y a vuestro gusto
obedientes.
Cuando
libertad me deis
han de
aprobar lo que hacéis
sin
mirar inconvenientes;
pero
hacer podéis de mí
vuestro
gusto, pues estoy
sujeto.
GASTÓN:
Su señor soy,
mas el
valor que adquirí
quiere, por más que me amen
si de
bien y mal pasar
son,
que los de este lugar
no de
mal pasar se llamen.
Mas
solo de pasar bien,
que
cuando a regirlos vengo,
los viejos por padres tengo
y por hermanos también
los mozos, porque es mejor,
para poder gobernallos,
hacer hijos de vasallos
y convertir en amor
el
poder, que no han de dar
como
encina el fruto a palos,
pues por fuerza saldrán malos
vasallos de mal pasar.
GUILLÉN:
Enseñáisme, don Gastón,
a vivir
por vuestro preso,
y
obligado me confieso,
puesto
que si mi prisión
goza
de tal carcelera
más
parece libertad.
PETRONILA: (¡Que
tenga yo voluntad Aparte
A quien
no la considera!
¡Oh,
fuerza de un dios tirano!
Libraréle, que es rigor
prender
a quien tengo amor.)
Llévanle y vase
doña PETRONILA
GASTÓN: Éste
queda en vuestra mano.
Como
no le deis la muerte
ni
saquéis sangre, vengad
en él
vuestra voluntad
para
que a enmendarse acierte.
NISO:
Hacéisnos señor merced.
¡Yo os
juro a San...! alcahuete,
que
heis de pagarlo.
GALLARDO: Hoy promete,
Gallardo, enmienda. Tened,
lástima de este lacayo.
CORBATO: Allá lo
veréis, venid.
ARDENIO: No le
saquéis, advertid,
sangre...
NISO:
Yo os voto a mi sayo
que
la afrenta de Laurencia
nos la
habéis hoy de pagar.
ARDENIO: No le
podréis azotar
mientras no mos den licencia
de
sacarle sangre.
NISO: Bueno;
desnúdele yo una vez,
que
siendo como la pez
dentro,
y de fuera moreno,
en
él quebraré mi cinta
sin
miedo que se desangre,
porque
éste no tiene sangre,
sino en
lugar de ella, tinta.
Llévanle. Sale MAROTO
MAROTO: Señor: dad gracias al cielo
y vuestra dicha estimad,
en vuestra misma heredad
para premiar vuestro celo,
un tesoro hay encerrado
que con él rico quedéis.
.................... [ -éis].
NISO: ¿Tesoro?
MAROTO: Un tesoro he hallado
en el olivar.
GASTÓN: Maroto,
¿qué decís? ¿estáis en vos?
MAROTO: No hay cosa, después de Dios,
que valga tanto.
CORBATO: Remoto
venís de vueso jüicio.
ARDENIO: ¿Qué tesoro puede haber
que tanto llegue a valer?
MAROTO: Ni el sol, a quien sacrificio
hicieron tantas naciones,
ni del cielo el mejor santo,
ni un serafín vale tanto.
Si no creéis mis razones,
venid, y sobre un olivo
veréis la Fénix que es una,
la Estrella del mar, la Luna,
la que es Hija de Dios vivo,
de Dios vivo Madre hermosa,
de Dios vivo Esposa bella,
porque se encierran en ella
ser Hija, Madre y Esposa.
Atado en él me dejaron
los bandoleros crüeles,
y rompiendo los cordeles
mis tinieblas alumbraron
sus rayos de luz
divina.
Mandóme que aquí viniese
y que a todos os dijese,
si servirla determina
nueso dueño y Estercuel,
que una casa la edifiquen
y a la imagen la dediquen
que es la flor y fruto de él,
y a los Padres Redentores
de la Merced se la den,
porque su merced también
nos ha de hacer mil favores.
¿Hay tesoro que sea igual?
Venid conmigo y veréis
la verdad que no creéis.
CORBATO: No habéis vos bebido mal.
¡Ao, por santo se nos vende!
Diz que la Virgen María
del cielo ahablarle venía.
ARDENIO: Sí, por cierto.
NISO: Bien lo entiende.
GALLARDO: Él, es verdad, que es buen hombre
y devoto, mas no tanto
que quiera hacérsenos santo
y con milagros asombre.
La imagen que España goza
a su apóstol por lo menos
mostró sus ojos serenos
dando vida a Zaragoza
y renombre a su Pilar;
pero ¡a un pastor simple y
tosco!
MAROTO: Que soy pecador conozco;
pero no habéis de mirar
mi indigno ser y bajeza,
que Dios desprecia tal vez
de los hombres la altivez
y antepone la pobreza.
GASTÓN: Cosas de milagro son,
Maroto, dificultosas,
y al crédito peligrosas.
Mirad que será ilusión
del demonio, que ya sabe
transformarle en una cruz
y fingirse ángel de luz
porque de perderse acabe
el simple que es indiscreto.
Vuelva vuestro seso en sí,
que éste será frenesí
o ilusión vana.
MAROTO: En efeto
que la dicha que os ofrezco
¿no creéis?
NISO: Andad con Dios.
GASTÓN: Ni hasta aquí sois santo vos,
ni yo tanto bien merezco.
Vanse
MAROTO: En fin, no quieren dar fe,
dulce esposa, a mis palabras,
a mis ovejas y cabras
corrido me volveré.
Vos los podréis alumbrar
con otro mejor testigo
mientras yo adoro y bendigo
la Dama del Olivar.
Vase. Salen los LABRADORES con GALLARDO, y sacan un
vaso
con una purga
NISO:
Ea, ténganle los dos,
que yo le he de dar tormento.
GALLARDO: Señores míos, con tiento.
CORBATO: Calle.
GALLARDO: Por amor de Dios;
ya saben que esto ha de ser
sin sacar sangre.
NISO: El humor
queremos sacar, traidor,
que bellaco os vino a hacer,
y a todos nos alborota.
Callad, y sufrí el castigo.
GALLARDO: Sin sacar sangre les digo.
ARDENIO: No os sacarán ni una gota.
GALLARDO: Pues ¿qué ha de ser?
NISO: Esta purga
habéis de beber aquí.
GALLARDO: ¿Purgarme en salud á mí?
CORBATO: La bellaquería os hurga
allá dentro, y es razón
que quedéis limpio del todo.
GALLARDO: No cumpliréis de ese modo
lo que manda don Gastón.
MONTANO: ¿Por qué?
GALLARDO: ¿No dice que sea
sin que sangre me saquéis?
NISO: Sólo quiero que os purguéis,
nadie sangraros desea.
GALLARDO: Esas razones son vanas,
pues mal me podréis purgar
sin que sangre venga a
echar,
que estoy malo de almorranas.
MONTANO: No se entienda el mandamiento
de sangre que sin castigo
sale por roín postigo.
NISO: Tomad.
GALLARDO: ¿Hay igual tormento?
Que he de morirme es notorio.
CORBATO: Purgad vuestro mal gobierno
y pasaréis al infierno
desde aqueste purgatorio.
GALLARDO: Eso es fuera de razón;
al que al purgatorio pasa
el infierno no le abrasa.
NISO: ¿Pues eso no es de pasión,
que pasaporte os darán?
ARDENIO: ¡Vaya de purga!
GALLARDO: ¿No sabes
que purgarse sin jarabes
es mal hecho?
NISO: En Montalbán
os jaropeastes
primero.
GALLARDO: ¿Con qué?
NISO: Con bellaquerías,
jarabes todos los días
tomabais alcabalero.
GALLARDO: ¿Cuál es?
NISO: Guindas serenadas
con azúcar.
GALLARDO: Yo, ¿qué es de ellas?
NISO: ¿No son guindas las doncellas
agridulces coloradas?
¿No las sacábades vos
de noche por el sereno?
¿Decid, cacique moreno,
y a la mañana los dos
las echábades traviesos?
GALLARDO: Si son guindas las que escucho,
quien come guindas, no es mucho
que arroje después los huesos.
NISO: Jaropado estáis, purgar
os falta agora.
GALLARDO: ¿No sabes
que la purga y los jarales
siempre se han de confremar?
Si doncellas serenadas
me jaropan, ¡fuego en ellas!
Los jarabes de doncellas
piden purga de casadas.
CORBATO: Bien rehusáis para vos.
NISO: ¿Aún ahí vos las tenéis?
Bebedla, si no queréis
que el cincho me quite.
GALLARDO: ¡Ay, Dios!
¿No hay vinagre o aceituna
con que la tome?
CORBATO: Esa cara
toda es vinagre.
GALLARDO: Repara...
CORBATO: No hay reparación ninguna.
Abra la boca le digo.
GALLARDO: ¡Puf!
NISO: ¿Pues qué? ¿No huele bien?
GALLARDO: Huele a ruibarbo y a sen.
NISO: ¡Ea!
GALLARDO: ¡Dios vaya conmigo!
CORBATO: Agora que esto está hecho
venga y verá lo que falta.
GALLARDO: El alma en las tripas salta.
NISO: Calle, que es de gran provecho.
GALLARDO: Señores, hagan su oficio,
que si dónde no me dan,
de mi cámara serán
y estarán a mi servicio.
NISO: Allá lo veréis, vení.
GALLARDO: Ya la prisa me provoca,
la purga tengo en la boca.
ARDENIO: No ha de colar por ahí.
GALLARDO: Déjenme, pues.
MONTANO: ¡Bien, a fe!
Aún no sabéis el soceso.
GALLARDO: No importa llevarme preso,
porque yo me soltaré.
Vanse. Sale MAROTO
MAROTO: Madre mía, esposa mía,
yo llevé vueso recado,
nadie crédito me ha dado,
que juzgan a hipocresía
mi buen celo. ¿Qué he de hacer?
Pena notable recibo.
Aparécese
Nuestra Señora, la VIRGEN
VIRGEN: Maroto.
MAROTO: ¿Sobre el olivo
os merezco otra vez ver?
VIRGEN: Vuelve y dile a don Gastón
que, estimando su
ventura,
venga, y si gozar procura
tan celestial ocasión,
que aquí me labre una casa
y a la Merced se la dé.
MAROTO: ¿Cómo si no me dan fe
y es mi suerte tan escasa
que burlan de mi simpleza?
VIRGEN: Llégate, Maroto, acá;
agora te creerá.
Vuelve
la cabeza atrás y
encúbrese
MAROTO: ¡Ay, Dios! ¿Qué es de mi cabeza?
¿Qué es de mi cara? No tiento
si cogote y colodrillo,
señora, si he de decillo,
¿con qué boca, con qué aliento?
Pero a las espaldas tengo
la cara que me torció
el rostro, y acá le echó.
Un hombre hecho revés vengo.
Si Estercuel en mí repara,
de verme tendrá temor,
o creerá que soy traidor,
pues llevo detrás la cara.
No la puedo revolver,
los carcañales me miro,
no sin ocasión me admiro,
¿cómo tengo de comer?
Adelante la barriga
y a las espaldas la boca.
¿Qué es esto? Simpleza loca.
¿Quién de esta suerte os
castiga?
Mas, pues me manda que acuda
la Virgen, así hecho un mostro,
y echándome atrás el rostro
en hombre al revés me muda,
y es mi cuello de tornillo
que alrededor se me anda,
vo a decir lo que me manda
y a hablar por el colodrillo,
que con señal semejante
me creerán, y de hoy más
los pies irán hacia atrás
para andar hacia delante.
Vase. Salen don GUILLÉN y doña PETRONILA
PETRONILA: Ya, don Guillén, que vuestra carcelera
me hizo don Gastón, porque ha
sabido
serlo mío el amor y llama fiera
que en fuego me abrasó, no
agradecido
porque os privéis de tanta gente
fiera
y pueblo que de vos se ve
ofendido,
y os quiere aquí abrasar de
enojo ciego,
siendo verdugo un fuego de otro
fuego,
si palabra me dais de ser mi
esposo,
puesto que en vos palabras viento sean,
de aqueste trance, fiero y
peligroso,
sacaros quiero, porque todos
vean
que en mí el amor es noble y
generoso,
si el vuestro ingrato, y en
piedad se emplean
mis pensamientos, dando en lo
que hoy hago
a vuestra ingratitud diverso
pago.
GUILLÉN: Hermosa Petronila, arrepentido
de tantas travesuras como he
hecho,
jamás han de borrar tiempo ni
olvido
favores nobles de ese hidalgo
pecho;
a vuestra voluntad estoy rendido
y de amor tan notable satisfecho.
Ya preso quede, ya me
deis la vida,
a vuestro amor desde hoy queda
rendida.
Si en mí tiene valor el
juramento,
por la cruz que ennoblece
aqueste lado,
a quien servir desde hoy humilde
intento,
si hasta aquí indignamente la he
llevado,
por el cielo y su hermoso firmamento,
por esos ojos, en quien han hallado
mis travesuras fin, mi
amor reposo,
de ser, agradecido, vuestro
esposo.
PETRONILA: Pues por este portillo, que secreto
sale al campo y ninguno le ha sabido,
podéis libre salir, y tenga
efeto
lo que me habéis jurado y
prometido.
GUILLÉN: Si en Montalbán me veo, yo os prometo
de dar orden al punto, agradecido,
al desposorio que a mi amor
conviene.
PETRONILA: Salid, pues; mas ¿qué es esto? Gente
viene.
Sale
GALLARDO
GALLARDO: Desátame aquestas manos,
señor, por amor de Dios.
Desatacadme los dos.
¡Lleve el diablo a los villanos!
GUILLÉN: ¿Es tiempo éste de locuras?
¿Qué dices?
GALLARDO: ¡Ay!
GUILLÉN: ¿Qué es esto?
GALLARDO: Desatadme presto, presto.
GUILLÉN: ¿Qué hay, pues?
GALLARDO: ¡Bravas apreturas
Hay, que el ruibarbo me hurga
las tripas. ¿Quién vio purgado,
señor, jamás atacado?
GUILLÉN: ¿Qué tienes?
GALLARDO: Estoy de purga.
Córtame estas agujetas,
o sin ser juez -- ¡vive Dios! --
que me provea en los dos.
GUILLÉN: ¿Qué te han hecho?
GALLARDO: ¡Si me aprietas
será fuerza que me afloje!
PETRONILA: Ya sueltas las manos tienes.
GUILLÉN: ¿Cómo de esa suerte vienes?
GALLARDO: Cuando menos me congoje
este mal, te lo diré.
Más tienen de dos mil nudos
aquestos lazos cornudos,
mas, par Dios, que los corté.
Aguarda, que luego
vuelvo
a contarte lo que pasa.
Vase
GUILLÉN: Agora que el sol abrasa
en no salir me resuelvo.
PETRONILA: De noche será mejor,
no te sientan los villanos.
GUILLÉN: Yo agradeceré a tus manos
mi vida, ser y favor.
Sale
GALLARDO
GALLARDO: Ya que aliviado me siento,
cumpliendo en este discurso,
señor, con el primer curso
sin estudiar, va de cuento.
Mandó a aquestos villanotes
don Gastón que se vengasen
en mí, sin que me sacasen
sangre; libréme de azotes
y toda mutilación;
mas hallaron un tormento
Mucho aprieta este argumento,
voy a darle solución.
Vase
GUILLÉN: Si ha de sentir vuestro hermano
que me libréis
PETRONILA: Don Guillén:
mi hermano me quiere bien,
y es tan noble y cortesano,
que si los dos nos
casamos
será extraño su contento.
Sale
GALLARDO
GALLARDO: Pero hallaron un tormento,
aquí pienso que quedamos,
para mi daño y su risa,
.................. [ -arme]
y fue purgarme, atacarme...
¡Válgate el diablo por prisa!
Vase. Sale don GASTÓN
GASTÓN: A
ver hermana del modo
que
vuestro preso guardáis
he
venido, y pues estáis
con tal
cuidado el día todo
sin
que le perdáis de vista,
no por
descuido se irá.
PETRONILA: Preso,
hermano mío, está,
sin que
se queje o resista.
En
la obligación que os tiene
deseoso
de pagar
en cosa
que os ha de dar
gusto,
y a mí me conviene.
GUILLÉN:
Vuestra hermana y mi señora,
puesto
que es mi carcelera,
interceder por mí espera
y ser
mi procuradora.
Y
yo, si de este lenguaje
usar
con ella es razón,
con el
alma y corazón
le
pagaré el carcelaje.
GASTÓN: Si
yo os veo, don Guillén,
con el
sosiego que es justo,
tendré
en eso mucho gusto.
Sale MAROTO con
la cabeza torcida
MAROTO: Cuantos
me escuchan y ven
se
admiran de la postura
de mi
cabeza trocada.
GASTÓN: ¿Qué es
esto?
MAROTO:
Una cabezada
que hoy
me ha dado mi ventura.
Como
todos ponéis duda
en mi grosera simpleza
y habéis dado de cabeza,
mi cabeza, cual veis,
muda,
la
Dama del Olivar,
para
que tanto portento
hoy os
sirva de escarmiento
y la
vengáis a buscar.
Asióme con ambas manos,
y como
es de barro el hombre,
porque
este caso os asombre
y me deis fe más humanos,
de una vuelta que me
dio,
cual si
fuera de tornillo,
acá me
echó el colodrillo
y acá
la cara me echó.
Dice
que esto sea señal
de que
en el olivo hermoso
os
espera, y que un famoso
convento, en fábrica real,
la
labréis allí en que viva,
que su
sagrario ha de ser
el
olivo, donde a ver
vaya
Aragón esta oliva;
que
a los padres Redentores
se
entregue la dicha casa,
por ser gente que a Argel pasa
y con
divinos fervores
como
olivos frutifican
en la
casa de su Dios.
Patrón
habéis de ser vos
si este
templo la fabrican
dejando el blasón aquí
eternamente fundado
del
renombre que ha ganado
la
sangre de Bardají.
GASTÓN:
¡Caso nuevo!
PETRONILA: ¡Gran milagro!
GASTÓN: ¡Virgen
santa! Don Gastón
os pide
humilde perdón.
Yo
desde agora os consagro
esa
casa, que ha de ser
honra
de mi descendencia.
No
perdamos tal presencia.
Venid
don Guillén a ver
esta nueva maravilla.
Suelto
estáis, que no es razón
que
nadie quede en prisión.
si está
la reina en mi villa.
GUILLÉN: Debidas gracias os doy.
GASTÓN: A la
Virgen se las dad.
GUILLÉN: Pagaré
la libertad,
Petronila hermosa, hoy
con
quedar de nuevo preso
en el
lazo y yugo santo
vuestro, si merezco tanto.
PETRONILA: Mi
ventura estriba en eso.
Sale GALLARDO
GALLARDO: En
fin, las manos atadas
y la
purga en la barriga...
GASTÓN: ¿Qué es
esto?
GALLARDO: Es cierta fatiga
de
tripas alborotadas.
GASTÓN:
¡Gallardo! Descolorido
estáis.
¿Habraos maltratado
esta
gente?
GALLARDO:
Hanme sacado
el alma
a traición.
GASTÓN: ¿Qué ha sido?
GALLARDO:
Escarmentar desde hoy
más de
alcahuetar a ninguno.
GASTÓN: Pues
¿qué es?
GALLARDO:
Un mal importuno,
mal de
madre por detrás.
Poeta, señor, me he vuelto,
que en
lugar de redondillas
a pares las seguidillas
echo, y mucho verso suelto.
Que me declare, dirás,
y así a
lo pulido digo
que
vengo por más castigo
con
vómitos por detrás.
GASTÓN:
¡Buen humor!
GALLARDO:
El bueno y malo
he
purgado, ¡vive Dios!
GUILLÉN: Sueltos
estamos los dos.
GALLARDO: Para ti
será regalo
que,
en fin, por tu vida has vuelto;
mas yo
que con tal pasión,
sin cadenas
ni prisión,
cada
momento me suelto.
¿Qué
he de hacer? Pero ¿qué es esto?
¿Quién
la cara os puso ansí?
MAROTO: Vamos,
señores, de aquí;
así el
cielo me la ha puesto.
GALLARDO: En eso nos parecemos
los
dos, sin ser Galalón,
que las
caras a traición
y la
enfermadad tenemos.
GASTÓN:
Virgen, yo os haré una casa
en que
os sirva la Merced.
¡Vos a
todos nos la haced!
GUILLÉN: Desde
hoy vuestro amor me abrasa,
doña
Petronila hermosa,
y dejando travesuras
he de fundar mis venturas
en teneros por esposa.
GALLARDO: Yo
me holgara si tuviera
la cara
atrás como vos,
que de
esta suerte, par Dios,
que lo
que purgara viera.
Vanse. Salen los VILLANOS
NISO: ¿Mi
Laurencia bandolera
después
de estar deshonrada?
¿Y no
ha de ser castigada
la
torpeza infame y fiera
de
quien ha sido ocasión
de
tanto mal? ¿Esto es bien?
Si no
mata a don Guillén
y me
venga don Gastón
tendré causa contra él justa.
ARDENIO: Don Gastón de Bardají
es noble y cuerdo, y así,
pues de traiciones no
gusta,
cumplirá con vuestra queja
como,
en fin, nuestro señor.
NISO: No hay satisfación de honor
si vivo a don Guillén
deja;
pero, esperad, ¿qué tropel
de
gente es ésta que aquí
sale? ¿No es don Gastón?
CORBATO: Sí,
y casi
todo Estercuel
le
acompaña.
NISO:
¿A qué vendrán?
MONTANO: Quizá
viene a dar castigo
al
crüel.
CORBATO:
También lo digo.
ARDENIO: Si el señor
de Montalbán
muere, yo quedo contento.
NISO: Y yo
haré que mi Laurencia,
alegre
a nuesa presencia,
trueque
en gozo mi tormento.
Salen todos los
que pudieren
MAROTO: Éste
es el olivo santo
donde
vi la vez primera
y la
segunda a la Virgen
que me
torció la cabeza.
Aquí la habemos de hallar.
GASTÓN: Hinquemos todos en tierra
las venturosas rodillas,
y con oraciones tiernas
la
Salve todos digamos,
porque
obligada con ella
nuestra
ventura asegure
mostrándonos su presencia.
PETRONILA: Yo, pues, comienzo la Salve.
Aurora del Sol divino
que a alumbrar el mundo vino
con sus rayos, Dios te
salve.
GASTÓN: Hija del eterno padre,
reina de inmenso poder,
en ti mereció tener
nuestra dicha, reina y madre.
GUILLÉN: A Dios pusiste en concordia
con el hombre rebelado,
porque en ti la espera ha
hallado,
Virgen de misericordia.
MAROTO: Tú quitaste el amargura
de la fruta triste de Eva,
porque en tu amor goza y prueba
el alma, vida y dulzura.
PETRONILA: Aunque nuestra culpa muestra
el castigo que temblamos,
seguros contigo estamos,
que eres esperanza
nuestra.
GASTÓN: Por patrona te nombramos;
sin tu favor no podemos
vivir; por luz te tenemos,
madre nuestra, a ti
clamamos.
GUILLÉN: Pues de los cielos airados
eres la llave maestra,
haz como en la patria nuestra
te gocen los desterrados.
MAROTO: Y, pues eres madre nueva,
de nuestra gracia y perdón
hijos tuyos sólo son
los que fueron hijos de
Eva.
Sin ti huérfanos
estamos,
y como el niño suspira
cuando a su madre no mira,
Señora, a ti suspiramos.
GASTÓN: Si lágrimas derramando
gana el cielo el que es más fuerte,
tus hijos que están advierte,
Madre, gimiendo y
llorando.
GUILLÉN: Sin ti, que de nuestro espanto
eres remedio, ¿qué haremos
los que afligidos nos vemos
en este valle de
llanto?
MAROTO: Si nuestro consuelo muestra
tu presencia, Virgen bella,
muéstranos tu luz en ella,
ea, pues, abogada nuestra.
PETRONILA: Alivia nuestros enojos;
si en tus ojos la paz vive,
que nuestra vida recibe,
muéstranos esos tus ojos.
GASTÓN: Que si fueron rigurosos
los de la ira de Dios,
esos tus luceros dos
serán misericordiosos.
Alegrando nuestro luto
tú que eres árbol de vida,
nos darás con paz cumplida
a Jesús, bendito fruto.
MAROTO: Porque cuando nos encuentre
el enemigo crüel,
tendremos remedio en él
por ser fruto de tu
vientre.
PETRONILA: ¡Oh palma, oh ciprés, oh rosa!
Alegra nuestra esperanza,
Luna llena sin mudanza,
¡oh clemente! ¡oh piadosa!
GASTÓN: ¡Oh aurora de nuestro dia!
¡Oh arca del testamento!
¡Oh estrella del firmamento!
¡Oh dulce Virgen María!
GUILLÉN: Con tus favores benignos
y gracia, ruega por nos,
sagrada Madre de Dios,
para que seamos dignos.
MAROTO: En el mar que el mundo ha visto,
donde la culpa se embarca,
pues de Noé eres arca
de las promesas de Cristo.
Aparécese la
VIRGEN, Nuestra Señora
VIRGEN:
Hijos, el amor que siempre
he
tenido a vuestra tierra,
pues en
vida a Zaragoza
ilustré
con mi presencia,
me obliga a que mi retrato
os deje, en quien todos tengan
refugio en sus afliciones
y socorro en sus miserias.
Labradme en este olivar
un
monasterio e iglesia
que mis hijos Redentores
dichosamente posean,
y
haciendo el altar mayor
en esta
parte, por prueba
de que
soy paloma pura
que el
ramo de oliva lleva,
en este
olivo tendré
mi
sagrario, sin que vean
que sus
hojas saludables
eternamente estén secas.
Sanarán
enfermos tristes
de
enfermedades diversas
con las
hojas de este olivo
poniendo mi gracia en ellas.
Y el
pastor que descubrió
esta
maravilla inmensa
Vuélvesele la
cara adelante
y ya
por mi favor tiene
en su
lugar la cabeza,
sirviéndome en esta casa,
trocará
campos y ovejas
por la
oveja que dio al hombre
el Agnus que Juan
enseña.
Hónrate de aquí adelante
a los patrones que heredan
esta villa y devoción
con hazañas y nobleza.
Hijos, mi imagen os dejo.
Reverenciándome en ella,
La Dama
del Olivar
ilustra
la patria vuestra.
Encúbrese
GASTÓN: ¡Oh, hermosura del Carmelo!
PETRONILA: ¡Oh,
luz de nuestras tinieblas!
GUILLÉN: ¡Oh,
salud de nuestros males!
MAROTO: ¡Oh, en
fin, paz de nuestra guerra!
GASTÓN: Yo
emplearé en vuestro servicio
aquí mi
vida y hacienda,
que
buen mayorazgo en vos
a mi
sucesión le queda.
MAROTO: ¡No sé
cómo ya no tengo,
señor,
la cabeza tuerta!
Desde
hoy pastor de la Virgen
he de
ser, y mi esposa ella.
Sale LAURENCIA
LAURENCIA: ¿Qué
luz es la que ha alumbrado
mi
alma, que loca y ciega
en
desatinos vivió?
GASTÓN: ¿Qué es
aquesto?
NISO: Mi Laurencia.
LAURENCIA: Una voz
de este olivar,
entre
estas ocultas sierras
donde
el agravio, me hizo,
de don
Guillén, bandolera,
me
llamó, y viniendo
aquí
con la virginal presencia
de esta
señora divina,
mis
vicios dan hoy la vuelta.
Yo os
consagro, insigne imagen
mi
vida, y desde hoy ordena,
si en
pecados la imité
en
virtud ser Magdalena.
GALLARDO: Yo
vengo tan bien purgado,
que
ningún mal humor queda
en mi
cuerpo ni en mi alma.
Gallardo, Virgen inmensa,
será
vuestro motilón;
y si me
dan la despensa,
seré un
santo despensero,
si es
posible que esto sea.
GASTÓN:
Partamos a Zaragoza,
y al
general que gobierna
la
Orden de la Merced,
Pedro
Nolasco, que es piedra
divina
de este edificio,
convidaremos que venga
a tomar
la posesión
de esta
Virgen pura y bella;
y
labrándose al momento
fábrica
que permanezca
en
honra de nuestra sangre
la
piedad aragonesa
tendrá
un santuario más.
GUILLÉN: Y yo,
Petronila bella,
siendo
esposo vuestro,
doy al
cielo firmes promesas
de
enmendar mis travesuras.
GASTÓN: La
imagen divina es ésta
y Dama
del Olivar.
Perdonad las faltas nuestras.
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