Suena dentro
ruido de coche. Don ALONSO,
doña MAYOR, MEDRANO, dentro
ALONSO:
Para, para.
MAYOR: Medrano,
¿estáis sordo? Parad el coche,
hermano,
que
voy muerta.
MEDRANO: ¡La flema!
Dalas, muchacho, pues el sol no quema,
que ya se ve Cabañas.
MAYOR: Señores, ¿quieren que eche las
entrañas?
Parad, o arrojaréme
del
coche.
ALONSO:
Parad; ¡hola!
MEDRANO: Pararéme,
con
treinta diablos; ea,
no
malpara. ¡Qué presto se marea
la
dama! Yo la digo
que
tomara en Madrid este castigo;
que hay hembra que una noche
no se
acostó, por sólo andar en coche.
Salen don ALONSO, doña MAYOR y
MEDRANO
MAYOR:
¡Jesús! ¡cuál vengo! El alma
traigo en los dientes.
MEDRANO: Échela en la
palma.
¡Gentiles damerías!
Legua y media han andado. Ésta es Olías;
éstas sus ventas llenas
de palominos, vaca y
berengenas.
A este andar,
llegaremos
en dos años. -- Marina, remojemos.
Vase
MAYOR: ¡Que sólo hemos andado
legua y media no
más? ¿Hay tal enfado?
No
imaginé yo que era
tan
largo el mundo.
ALONSO: Ponte
en la litera,
si te
hace mal el coche,
y
lleguemos a Illescas esta noche.
MAYOR:
¡Litera, ni por pienso!
¿Turibulada yo sin ser incienso,
y entre dos machos feos,
sujeta a descorteses
bamboleos?
No,
padre, no me agrada;
descanse en ella tu dolor de ijada;
que
será cosa esquiva
querer que vaya en tumba, estando viva.
ALONSO: ¡Oh, qué melindres tienes!
Mayor, repara que a
casarte vienes;
olvida niñerías,
y
logra seso, como logras días.
MAYOR: Pues
si perdida vengo,
¿qué
he de hacer? Desde luego te prevengo
que no será posible
pasar
de aquí, si tu vejez terrible
no
quiere que me muera,
yendo
a Madrid en coche o en litera.
Dejemos la jornada,
o a
Toledo volvamos si te agrada;
pues es mejor dar vuelta,
que entre polvo y calor
morir envuelta,
dentro de un calabozo
portátil, para ver de mí mal gozo.
Yo no
quiero casarme,
si primero
pretendes enterrarme.
Méteme en un convento
y no
en un coche, estrecho monumento,
pues
cuando en él me vea,
aunque cause tristeza, no marea.
Salen don LUIS
y doña ELENA
LUIS: Pues, esposa querida...
ELENA: ¿Qué aguardamos, Mayor?
MAYOR: Estoy
perdida.
Señor don Luis,
advierta
que
he de llegar, si voy en coche, muerta.
No estoy
acostumbrada
a un
balanzo tras otro. La jornada
es
larga; si procura
mi
salud, o me den cabalgadura
con sillón, o en Olías
nos desposemos.
LUIS: Dichas fueran mías
el acortar los plazos
que
ha de lograr mi amor en vuestros brazos.
Poco
hay de aquí a Cabañas.
MAYOR: Menos
hay de la boca a las entrañas.
Señores, yo no puedo
conmigo más; o vuélvanme a Toledo
o
llévenme de suerte
que,
en vez de bodas, no lloren mi muerte.
ELENA:
Alquilen un jumento;
irá
mi prima en él más a contento;
pues aquí es fácil cosa
hallar jamúas.
MAYOR: ¡Invención airosa
será, por vida mía,
que entremos en Madrid
al mediodía,
en
coche el desposado
y la novia en jumento angarillado,
dando
a risas motivo
ir yo
galanteándole el estribo!
ALONSO: Pues
¿qué traza daremos
para
que tus melindres contentemos?
MAYOR: ¿No van
cuatro crïados
a
mula, a su placer acomodados?
Escojan la más mansa,
pues
la litera angustia, el coche cansa;
que,
habiendo aquí herederos,
que
en Toledo son casi caballeros,
si
diligencia pones,
no
faltarán jamúas o sillones.
Búsquenme una emprestada,
o si
no, demos fin a la jornada.
LUIS: Si
sólo estriba en eso,
démosla gusto.
Salen don
BALTASAR, de mozo de camino, MEDRANO, y
CASILDA
BALTASAR: Bonda pan y queso
para
beber un trago.
MEDRANO:
Berrico, ¿no coméis?
BALTASAR: Nunca me pago
de manjar que se asienta
en
las tripas; con pollos pago cuenta. --
Mis
amos, pues ¿qué [es] esto?
¿Ya
se han cansado? Vamos de aquí presto,
que
es de noche.
ALONSO: No quiere
ir en coche Mayor.
BALTASAR: ¿No? Pues espere;
la
mula que yo llevo
anda
como una dama.
ALONSO: Es de mancebo,
que llaman de camino.
Buena
será.
BALTASAR:
A mi cuenta no hay pollino
que
ande más manso y llano.
[...................................-ano]
Si
gusta de ir en ella,
busquen unas jamúas que ponella.
MAYOR:
Mancebo acomodado
sois
para vos.
BALTASAR: De cinco que me han
dado,
un
coche y la litera,
escogí la mejor y más ligera;
que
todo sobrestante
ha de
mirar por sí, Cristo delante.
LUIS: Alto,
pues nos la ofrece,
busquemos, entretanto que anochece,
vendidas o emprestadas
jamúas o sillón en las posadas.
ALONSO:
Deudos tengo en Olías;
Gonzalo de Aguilera o Juan de Frías
podrán acomodarnos
de
todo, aunque sospecho han de estorbarnos
esta
noche el camino.
Cumplámosla este antojo u
desatino.
LUIS: Vamos a hablarlos luego.
ALONSO:
¡Libréme Dios de tu desasosiego!
Vanse don
ALONSO, don LUIS y MEDRANO
ELENA:
Llegaremos de noche.
MAYOR: No es
mi estómago, prima, para coche.
Mas
vos, ¿de qué manera
habéis de caminar?
BALTASAR: ¿Yo? A la ligera.
Yendo
a su lado, quiero
servirla al pie de su palafrenero.
Ya que nos detenemos,
señora doña Elena, merendemos;
vaca
hay salpimentada,
palominos fïambres y ensalada.
ELENA:
¡Vaya! ¿No vienes, prima?
MAYOR: No
estoy para comer, antes me anima
el
fresco que aquí corre.
Tráiganme en que me asiente.
Don BALTASAR
entra en la venta y saca una silla de
costillas
CASILDA: ¡Brava
torre
empina nuestro Olías!
BALTASAR: De costillas es ésta.
CASILDA: ¡Y de hartos
días!
ELENA: ¿No
entra el señor Berrío
a merendar?
BALTASAR: Ya yo he bebido frío.
ELENA: ¿De
nieve?
BALTASAR:
Lo del pozo
suple
esta falta.
ELENA: ¡Qué alentado
mozo!
Vanse doña
ELENA y CASILDA
MAYOR:
Pues, señor don Baltasar,
¿qué
es esto?
BALTASAR: Lograr venturas,
que
en desdichados son cortas
y largas penas anuncian;
añadir nuevos cuidados
a los primeros que
buscan
por
donde se libre una alma
que más se enreda y anuda;
alargar lo más que puedo
la
vida, si no la cura,
de
una voluntad doliente,
en
vísperas de difunta;
cumplir órdenes severas,
pues vuestras crueldades gustan
que os salga al
encuentro y oiga
la
sentencia que pronuncian
vuestro rigor y mis celos;
porque si la ausencia escusa
tormentos
por lo distante,
y
agravios que no se escuchan,
presente yo a vuestras bodas,
sin
medio que disminuya
tanto
pesar, me atormenten
de
una vez mis ansias juntas.
MAYOR: ¿Ansí
se desautoriza
valor
y sangre que ilustra
persona de tantas partes?
¿No
pudiera hallar la industria
artificio más decente?
BALTASAR: Sí,
pero menos segura
traza, señora, de hablaros
el
tiempo breve que dura
esta
infelice jornada;
pues
cuando su fin se cumpla,
le
tendrá, viéndoos ajena,
la
vida que os llama suya.
MAYOR: Encareced ponderable
lisonjas que os atribuyan
el descrédito que
siempre
da el
amor a quien las usa;
que
yo no he de imaginarme
tan
fénix en la hermosura
que
en mí fingís, engañado
de
una vela casi a escuras,
que
en tiempo tan breve crea
finezas que dificultan
muchos días de frecuencia,
largo amor y pruebas muchas.
BALTASAR: Pues
a no quedar yo corto
en exagerar en suma
el fuego que por los labios
exhala llamas ocultas,
¿paréceos a vos, señora,
que osaran poner en
duda
indecencias de este traje
el
valor que disimulan?
No
extrañéis ver que me alabo;
que
cuando mi amor procura
imposibles en el vuestro,
contra el hado y la fortuna,
siquiera para obligaros
a
compasión de quien gusta
morir
si os pierde, es razón
que
os saque de tantas dudas.
Don
Baltasar es mi nombre,
Córdoba la antigua alcuña
que
me dio apellido y patria;
en
seis mil ducados funda
su
mayorazgo mi padre,
y
para que mejor luzcan
en
mí, que sucedo en ellos,
guardoso los acumula.
Manda
que asista en la corte
para
que pleitos concluya,
pues
si dichoso los venzo,
conforme me lo aseguran,
el
estado de marqués
con diez mil ducados junta
mi
dicha, y tendréla entonces,
si su
dueño os intitula.
Sacad
de esto lo que os amo,
y
mirad, si a ser de burlas
la fe
amante que os adora,
osara
poner en duda
mi
crédito por buscar
peligrosas aventuras
para
veros, cuando advierto
que
desdichas apresuran
vuestro tálamo y mis penas,
pues siendo mañana, anuncian
triste vejez a mis padres
y a
mis años sepultura.
¡Nunca yo en Toledo entrara,
o ya
que en él entré, nunca
me
sacara aquella noche
mi
desgracia, para injuria
de
una vida malograda,
y de
un alma que, confusa
en
vuestros mismos favores,
riesgos de muerte la turban!
¿Qué he de hacer, Mayor hermosa,
vos casada, y yo sin
culpa
condenado, por quereros,
a
envidiar al que os usurpa
dos
almas, que mi esperanza
trazaba enlazar en una?
Será dueño
de la vuestra
mañana, y estando junta
la
mía, Mayor, con ella,
fuerza es que a servirle acuda.
Ved
el señor que me dais,
ved
los celos con que lucha
un amor desesperado,
ved a
lo que se aventura
quien
a su pesar se casa,
y
escarmienten desventuras
ajenas recelos propios,
que
la voluntad enlutan.
Llamado
os salgo al encuentro,
y en
este papel me jura
Amor
que me le tenéis;
Saca un papel
si ya
me olvida y se muda,
en fe
de la acción que tengo,
presento las escrituras.
Dilatad resoluciones
mientras competencias duran;
no os
desposéis en llegando;
mujer
sois, fingid escusas;
discreta sois, buscad traza;
amante
sois, haya industria,
con
que, difiriendo plazos
que
mi esperanza repugnan,
aproveche al que os adora
ser por vos mozo de mulas.
MAYOR: Como yo de vos creyera
lo que la esperanza duda,
y no
recelara engaños
de
cortesanas astucias,
sospecho, don Baltasar,
que
pusiera en aventura
por
vos todos los respetos
que
en la sangre me ejecutan.
El
poco conocimiento
que
tengo de vos rehusa
lo
que el corazón otorga.
Licenciosas travesuras
os
entraron en mi casa,
muerto un hombre en la apretura
de sus calles: ¡ved qué abono
en vuesro favor resultan!
Obligado, me obligasteis,
vos cortés, yo dando
ayuda
a
vuestra seguridadad
quedé sola, entró en disputa
la
voluntad y el recato,
y
mientras entrambos luchan,
aquélla favoreciéndoos,
y
éste fulminándoos culpas,
sin
dormir, a despertarme
entró
el sol, a coyuntura
que
amor, abogado vuestro,
iba
haciendo la resunta
de las prendas que os abonan.
Levantéme, por ninguna
de las partes declarada,
puesto que inclinada a
la una;
llegó
mi padre a este tiempo,
y con
él el que procura,
sacándoos a vos del pecho,
que a
su imperio me reduzca.
Dieron prisa a esta jornada,
cuanto más corta, importuna;
pues
si la de Ulises fuera,
lo
que la brevedad turba,
se
aclarara con el tiempo:
yo
sin amar al que injuria
la vuestra, instantes los plazos,
y amor que imposibles busca,
todos estos fueron
causa
que
os suplicase la pluma
lo
que no osara la lengua,
en
principios de amor, muda.
Que
me viésedes deseaba
(antes que llorase viuda
el
alma, casado el cuerpo)
en el
camino; mas nunca
pudiera yo imaginar
del
valor y la cordura
que consideraba en vos,
la
indecente travesura
de
transformación tan baja;
ni he
leído que haya alguna
de
las que Ovidio entreteje,
que ansí admire y ansí encubra.
Prométoos que cuando os vi
concertar cabalgaduras
con
mi padre esta mañana,
diestro en la desenvoltura,
interesable en el precio,
malicioso en las preguntas
y
grosero en el lenguaje,
que
hizo el alma conjeturas
sobre
si érades de veras
lo
que parecéis de burla;
mas
satisfíceme luego;
que
el alma no se deslumbra,
cuando quiere bien, por sombras
que
verdades disimulan.
Aumentastes mis cuidados,
y
agradecida, confusa,
me
sacaron de Toledo
ejecuciones caducas,
mi viejo en esa litera
y en
la aborrecible tumba
del
coche mi prima y yo,
don
Luis y Casilda, a mula
vos y los demás crïados,
fingiendo luego mi
astucia,
por feriar esta ocasión,
desmayos, ansias y angustias
que
han parado en lo presente.
Juzgad, si cuentas se ajustan,
cuál
de los dos debe a cuál,
y
quién alcanza en la suma.
BALTASAR: En todo sois mi acreedora;
mas ¿qué importa, si desfruta
diligencias de mi suerte
quien esperanzas me anubla?
En Madrid entráis mañana,
y a la noche (¡ay Dios, qué obscura
será para mí!) os desposan,
si en diez leguas no resultan
de mi fe y vuestros favores
trazas que cuerdas destruyan
vejeces de vuestro padre,
contrastes de mi fortuna.
MAYOR: En menos término un rayo
pedernales desmenuza,
sorbe una tormenta armadas,
y Roma en Numancia triunfa.
Donde hay amor, no hay
estorbos,
ni desescha coyunturas
la necesidad maestra,
si los aprietos la apuran.
Ya yo no camino en coche;
al estribo de la mula
(que, siendo vuestra, sabrá
terciar en nuestras
consultas)
esta noche dispondremos
la que fuere más segura
a vuestro amor y a mi fama.
BALTASAR: Pondré en ella el non plus ultra
de los prodigios, si salgo
con éste.
MAYOR: Tengo preguntas
considerables que haceros,
y es bien que en ellas
discurra;
mas quédense por agora,
que viene mi padre.
BALTASAR: Ayuda,
amor; que no es noble hazaña
la que no se dificulta.
Salen don ALONSO y don LUIS
ALONSO:
¿Tendrémoste ya contenta?
Hallado habemos jamugas;
¡plegue a Dios que no te cansen
o no
caigas!
BALTASAR: Es la rucia
una
oveja; no hayan miedo;
no
anda más llano una burra.
Yo
iré a su lado, y verá
cuál
se la tengo.
MAYOR: ¿Quién duda?
LUIS: Ea,
mi bien, caminemos;
la
noche, aunque no hace luna,
es
clara; poned el coche,
hermano mozo de mulas.
BALTASAR:
Hablemos bien, si es que sabe.
LUIS: ¿No
es vuestro nombre éste?
BALTASAR: Lucas
Berrío soy en mi casa,
gracias a taita y al cura;
tíos
tengo familiares,
y un
hermano que aun estudia
en
Alcalá, y un pariente
que
es racionero de Murcia.
LUIS: Todo
eso es calificado
y a propósito: ¿qué injuria
os
hago dándoos el nombre
de
vuestro oficio?
BALTASAR: Nenguna,
si
el de mi oficio me diera.
LUIS: ¿No
curáis cabalgaduras?
BALTASAR: No,
mas soy su sobrestante.
LUIS: ¿Por
vuestra vida?
BALTASAR: Y la suya.
LUIS: ¿Que
también hay diferencia
en
esos cargos?
BALTASAR: Y mucha.
Los
que en calzones de lienzo,
monterilla con la punta
al
cogote y alpargates,
a
pata en invierno sudan,
son
mancebos de camino;
mas
los que en cabalgadura
acompañan, con espuela,
sombrero, calza de abuja,
su
borceguí encima de ella,
manga o jubón de camuza,
capotillo de rajeta,
valona
y liga que cruza,
espada y daga de ganchos,
éstos tales se entetulan
sobrestantes del ganado.
No
tengamos barahunda;
hablar como se ha de hablar,
y Cristo con todos. ¡Unzan!
LUIS:
Vaya, no riñáis por eso.
Sale MEDRANO,
con látigo de cordel en mano
MEDRANO: Alto
de aquí.
BALTASAR: ¿Está la rucia
ensillada?
MEDRANO:
Y con sus andas,
de
veinte y cinco.
BALTASAR: Pues suba.
LUIS: Yo,
esposa, os pondré a caballo.
BALTASAR:
Paso, hidalgo, que no se usa
quitalle el oficio a nadie;
cada cual al suyo acuda.
LUIS:
Apártate allá, grosero.
BALTASAR:
Polido, no estará ducha
su
persona a estos trabajos.
LUIS: ¡Ah
bárbaro!
BALTASAR: ¿Echamos pullas?
Mire que ha de derriballa;
que
es cosquillosa la mula
para
quien no la conoce.
MAYOR:
¿Cosquillosa?
BALTASAR: Es mala cuca.
MAYOR: Pues
yo no quiero ir en ella.
ALONSO:
¿Díjelo yo?
BALTASAR: A quien la cura
y da
de comer se amansa.
MAYOR: Pues póngame en ella Lucas,
y vaya siempre a mi
lado.
BALTASAR:
Pegaréme como pulga;
mas pagándolo.
MAYOR: Se entiende.
BALTASAR:
Alto, pues; venga. ¿Es de pluma?
Lleva a doña MAYOR en brazos, y
vanse todos. Salen
CARREÑO y don
FELIPE, de camino
FELIPE: Aquí
tienen de hacer noche,
si
van a comer a Illescas.
CARREÑO: No son las posadas frescas;
pero todo carro o
coche
en Cabañas da cebada.
FELIPE: ¡Qué
mal lugar escogieron!
CARREÑO:
Venteros leí que fueron
(como quien no dice nada)
sus fundadores; sacad
de estos principios qué tales
serán los más
principales
de
esta insigne vecindad.
FELIPE: Los más de ellos son mesones.
CARREÑO:
Aunque es población pequeña,
la
autoriza la cigüeña
de
su pozo.
FELIPE: Dio invenciones
a las tramoyas extrañas
que
celebra el vulgachón.
CARREÑO: Sí;
no fue mala invención
la
del pozo de Cabañas.
FELIPE:
No hiciera mala comedia
quien la traza aprovechara
de vuestro
amo.
CARREÑO: Será rara,
como
no acabe en tragedia;
que lo temo, ¡vive Dios!
FELIPE: ¡Qué
notable desatino!
CARREÑO: Es
capricho peregrino,
y,
aprobándosele vos,
¿qué mucho le ejecutase?
FELIPE: Pues
yo ¿tengo culpa de eso?
Vile
tan fuera de seso
que,
porque no se empeñase
en disparates mayores,
concedí en todo con él.
CARREÑO: Sois lindos cascos vos y él
para embadurnar amores.
¡Válgate el diablo por
hombre!
Acabado de apear,
¡al
instante hubo de hallar
reconcomios!
FELIPE: No te asombre;
que fue la ocasión terrible.
De
noche un hombre encerrado,
por
la hermosura asaltado
poderosa y apacible
de la más bella mujer
que
a Toledo da valor;
obligado a su favor,
y,
tras riesgos del temer,
ocasiones de amar,
influencias de los cielos;
y, comenzando por celos,
viendo que se va a casar
con persona que aborrece,
las
dichas que le apercibe,
cuán
amorosa le escribe,
lo
que este lance le ofrece,
cuarenta y dos mil escudos
que
autorizan su hermosura...
¿qué
prudencia, qué cordura,
qué
laberintos, qué nudos
de Alejandro bastarán,
Carreño, a enfrenar el seso
de
un mozo amante y travieso?
CARREÑO:
Bien, mas si a casarse van
a Madrid, ¿de qué provecho
será
la transformación
de mozo de mulas?
FELIPE: Son,
cuando se ven en
estrecho
el amor y la fortuna,
más activos y eficaces;
si en ellos discursos haces,
no saldrás con medra
alguna.
Todo hombre considerado
luce
sus intentos tarde;
peca
el sabio de cobarde,
y de
atrevido el soldado.
Si Alejandro reparara
en imposibles,
no fuera
señor del mundo, ni hiciera
a
tantos peligros cara.
Colón, a no atropellar
estorbos de día en día,
no
añadiera monarquía
a España
de tanto mar.
Ni sabe amar el prudente,
ni
vence el considerado,
ni
admite razón de estado
el
celoso ni el valiente.
CARREÑO:
¡Qué guisado que lo halló
todo:
mulas de alquiler,
coche y litera! De ayer
venido, hoy se convirtió
en mancebo de camino.
FELIPE:
Dióle amor la traza y modo;
el
dinero sale a todo
con remedos de divino.
Sobornamos a su dueño,
y
salí yo su fiador.
¿Por
qué piensas que el amor
supo
en Júpiter, Carreño,
llover dorado granizo
que
a Dánae dejó preñada?
Porque no hay puerta cerrada
para
este absoluto hechizo.
Dióle este metal sus bulas
para
todo; no te espantes,
si el
oro vence gigantes,
que
venza el que alquila mulas.
CARREÑO:
Y vuesa merced ¿qué intenta
aguardándolos aquí?
FELIPE:
Quiero prevenir ansí
peligros que el hado inventa.
Haciéndome encontradizo
con
ellos, ayudaré
su
engaño, y estorbaré
de
un amor arrojadizo
desesperadas locuras,
que
le pueden estar mal.
CARREÑO: Usted es amigo leal
para
tales aventuras;
quiera Dios que la presente
nos
absuelva a culpa y pena.
FELIPE: De
su prima doña Elena
soy
ya ha días pretendiente,
y no ha de ayudarnos poco
si
le cuento estas marañas.
Prevengamos en Cabañas
camas y cena.
Vase
CARREÑO: Si un loco
guía
a otro, ¡buen suceso
se
aliña! Vaya con Dios,
que
no hayan miedo los dos
que
echen alforzas al seso.
Sale don DIEGO
DIEGO:
En fin, Carreño, ¿vuestro amo
con
tan indecente traza
se
enamora y se disfraza?
CARREÑO: Es
tal, que al primer reclamo
da en la liga; apenas vio
la
hechicera toledana,
cuando, olvidando a doña Ana,
a la luz se derritió
de una vela, que alcahueta
de
estos disparates fue.
Quien compra lo que no ve
al
sol, cuando se prometa
montes de oro, si después
se
le vuelven en carbón,
quéjese de su elección.
DIEGO: Y de
su necio interés,
si el burlarse de mi prima
a la
cara la saliere.
CARREÑO:
Pretenda lo que él quisiere,
que,
aunque más su amor le anima,
es imposible alcanzar
el
fin de su pensamiento.
Desposaránse, al momento
que
se acaben de apear
en Madrid, el desposando
y la
novia, según queda
concertado, sin que pueda
lograr trazas que está dando
nuestro amante literero,
y
soplaráse las manos
cuando llore ardides vanos.
DIEGO: Si
yo no le doy primero
el castigo que merece
hombre de tan poca fe.
CARREÑO: Más
vale que él se le dé
a sí
mismo, si os parece,
y que doña Ana del modo
le
olvide que él la ha olvidado;
perderálo escarmentado
todo
quien lo quiso todo.
DIEGO:
¡Vive Dios!, que he de decir
quién
es a los que acompaña.
CARREÑO:
Intentaréis una hazaña
que
se os ha de deslucir,
porque o le han de dar la muerte
o él
os la ha de dar a vos,
y
cualquiera de los dos
que
la pierda, es caso fuerte.
Y cuando esto no suceda,
¿de
qué servirá afrentar
a un
noble que, por amar,
desacreditado queda
en tan desvalido traje?
Yo,
a lo menos, lo que hiciera,
a
ser vos, le persuadiera
a
solas con buen lenguaje,
dándole un gentil jabón,
y
advirtiéndole lo mal
que en hombre tan principal
parece transformación
tan indigna de creer,
y el
peligro a que se expone
quien a burlar se dispone
tan
generosa mujer
como vuestra prima hermosa;
pues
si se muda ligero,
es
mi señor caballero,
y la
sangre que es lustrosa,
levántase aunque tropieza.
Temerá el verse por vos
descubierto, y querrá Dios
que
acuerdos de la belleza
que deja, y los imposibles
que pretende, abran sus ojos,
y paren estos enojos
en tálamos apacibles.
Considerad lo que
hacéis,
y
advertid cuán poco gana
de
mi señora doña Ana
fama
y opinión.
DIEGO: Tenéis
más seso que vuestro dueño.
Admito ese parecer;
pero
guárdese de hacer
desprecio de mí, Carreño;
no eche culpa a su castigo,
si
en Cabañas le avergüenzan.
CARREÑO: A
venir carros comienzan.
Adiós, y haced lo que os digo.
Vanse. Don BALTASAR, don ALONSO, don LUIS y doña
MAYOR,
dentro
BALTASAR:
¡Jo, mula de Barrabás!
¿Qué demonios te han tomado?
ALONSO:
Tenelda.
LUIS:
¿Hala derribado?
BALTASAR:
Dalle, dalle; ¿correr más?
Señora, téngase bien.
MAYOR: ¡Ay,
Lucas, que me derriba!
BALTASAR:
Tírela del freno arriba.
¡Ah, malas landres te den!
Piérdese la voz
de don BALTASAR
ALONSO:
Para el coche.
LUIS: Para el coche.
MEDRANO:
Caminen, que no caerá.
LUIS: Parad: ¡hola! acabad ya.
MEDRANO:
¡Voto a san Nuño!
Salen todos menos MAYOR y BALTASAR
ALONSO: ¿De noche,
y no hay quien vaya tras ella!
LUIS: ¿Qué
camino hay sin desastre?
ALONSO:
Quiera Dios que no la arrastre.
ELENA: Vaya
alguno a socorrella.
CASILDA:
Adelantáronse tanto
los
de caballo a tomar
posadas, que en el lugar
deben ya de estar.
MEDRANO: ¿Qué espanto
los asombra? ¿En angarillas
no
va? ¿Qué diablos nos cansa?
LUIS:
¿Ésta era la mula mansa?
MEDRANO:
Mansa es, pero tien cosquillas;
debiósele de asentar
la
silla en la matadura.
CASILDA: Ya
no parecen.
ELENA: ¡Qué oscura
noche!
LUIS:
Quiero irla a buscar.
MEDRANO:
¿No va a su lado Berrío?
Ya
pueden haber llegado
al pueblo, y aun remojado.
CASILDA: ¿Si
cayó?
MEDRANO: ¡Buen desvarío!
Ya nos atronara a voces
la
señora.
ALONSO: ¿Hay tal correr?
MEDRANO: Ella
se sabrá tener.
Suban; que no tira coces;
que es la rucia una cordera.
Vamos; no tengan temor;
que
ella se tendrá.
LUIS: Señor,
subid
en vuestra litera,
y los demás en el coche;
partiré entretanto yo
y
sabré donde paró.
ALONSO:
Cosas he visto esta noche
en tres leguas, que sobraran
para ciento.
MEDRANO: Donde van
mujeres, siempre hallarán
enfados que en risas paran.
Dos tiros de piedra habrá
de
aquí a Cabañas; subir.
ALONSO: En efeto, ¿queréis ir
en
su busca?
LUIS: ¿Quién podrá
vivir, si cual yo la adora,
entre tanto que no sabe
lo
que ha sucedido?
MEDRANO:
Acabe.
¡Estémonos aquí un hora!
No es tan zurda la muchacha;
él
verá cuál se agarró.
ELENA:
¡Miren qué mula la dio
el
Lucas!
MEDRANO: No la hay sin tacha;
mas la rucia es un borrico.
Acabemos, pues; subamos.
ALONSO: En
la posada esperamos.
LUIS: Yo voy, pues.
MEDRANO: Dalas, Perico.
Vanse. Salen doña MAYOR, en zapatillas, y
don BALTASAR, trayéndole los
chapines
BALTASAR:
¡Linda traza!
MAYOR: Como vuestra,
aunque
con algún peligro.
Mil
veces pensé caer.
BALTASAR: Media
legua hemos corrido.
MAYOR: ¿Qué
pueblo es aquél?
BALTASAR: Magán.
Mientras duermen sus vecinos,
y los
que mi amor estorban
buscándoos andan perdidos,
consultemos este rato,
hermosa Mayor, arbitrios
que
sustenten mi esperanza,
sin
estorbos ni registros.
MAYOR: ¿Y la
mula?
BALTASAR:
Está paciendo.
MAYOR: ¿No hay
donde atalla?
BALTASAR:
No quiso
crïar
árboles la Sagra,
por darse toda a los trigos.
Raso está todo este
campo,
y a
propósito este sitio
(por lo
que de prado tiene
con
yerba, aunque mal florido)
para
disponer los dos
o mi
tormento o mi alivio.
Sentémonos, si os parece.
MAYOR:
Advirtiéndoos al principio
lo que
de vuestra nobleza
supongo, y que de vos fío
respetos que, ocasionados,
no
profanan bien nacidos.
BALTASAR: Cortés
amaros pretendo
con
deseo casto y limpio,
segura
mi voluntad
y mis
gustos comedidos.
Sin
manos viene mi amor;
sólo en
la lengua y oídos
jurisdicción limitada
que os
respete les permito.
Siéntanse
MAYOR: Sois cordobés caballero;
de tal patria, en fin,
tal hijo;
para cautivarme más,
no busquéis otros hechizos;
mas ¿con cuáles obligasteis
la mula a que, del camino
derrotada, ansí corriese,
ocasionando mis gritos?
Que a no asirme a las jamugas
y el ir vos siempre
conmigo,
no hay
duda que me arrastrara.
BALTASAR: Tiene
amor, en fe de niño,
invenciones y poder
para
ejecutarlas, y hizo,
en mi
favor estudioso,
mi
Mayor, las que habéis visto.
Enfadábame el llevar
al lado
tanto registro,
interrumpiendo cansados
ya el
hablaros, ya el oíros;
y, como
no me va menos
que vivir el persuadiros
que de
término tan breve
amante
atajéis peligros,
valíme
de las tinieblas
y del
ramo de un espino,
plumaje
de unos cambrones,
que al
bruto sin culpa aplico
debajo
la gurupera,
el cual
al instante mismo
que,
sin ser enamorado,
le
escoció lo pungitivo
de los celos, y en tal parte,
a puras coces y brincos
procuró librarse de
ellos,
de puro
correr, corrido;
porque celos y cambrones
son deudos muy parecidos.
Él picado y yo celoso,
echamos por esos trigos;
mas sin perderos los brazos,
que medraron mis alivios
por
tocaros y teneros,
hasta
llegar a este sitio
donde
gozoso os apeo,
a la
mula abrojos quito,
ella pace
y yo descanso
mientras adorando os miro.
MAYOR: ¿Qué no sabrá hacer amor?
BALTASAR: No
hubiera bien entendidos,
si no
hubiera enamorados.
MAYOR:
Dejemos, señor Berrío,
burlas,
y hablemos de veras.
Ya os
acordáis que os he dicho
que
tengo dificultades
muchas,
que si aquí averiguo
y salen
en vuestro abono,
a
pagároslas me obligo.
¿Tenéis
en la corte empleo?
BALTASAR: Túvele;
pero os afirmo
que
ensayé en ella el amor
que a
vos perfecto os dedico.
MAYOR: ¿Por
vida de lo que más
queréis? si así os necesito
a no
mentirme.
BALTASAR: Estad cierta,
como
que adorándoos vivo,
que más
allá que la muerte
aborrezco aquese vicio.
MAYOR: Pues
siendo ansí, ¿por qué causa
os
ausentastes?
BALTASAR: Motivos
hallé
en ella suficientes
para
apelar al olvido
después
de un año de amante,
que ya
me parece un siglo.
MAYOR: ¿Era su
nombre?
BALTASAR: Doña Ana.
MAYOR: ¿Su
calidad?
BALTASAR:
Sé deciros
que en
la sangre y en la hacienda
se
igualó con mis servicios.
MAYOR: ¿Celos
os descompusieron?
BALTASAR: Celos
se engendran de indicios,
agravios de desengaños,
que por
mis ojos he visto.
MAYOR:
¿Desengaños? Pues ¿quiere a otro?
BALTASAR: Quiere
agora, querrá y quiso;
que
dizque engendran carácter
los
amores primerizos.
MAYOR: Pues
¿con qué seguridad,
si
dentro el alma os admito,
crédula
a vuestras palabras,
viviré,
según lo dicho,
si vos
primero la amasteis,
y celos, del amor hijos,
pródigos desbaratados,
llorando sus desperdicios
caen
brevemente en la cuenta,
y se
vuelven al cariño
del
primer amor, su padre?
BALTASAR: Ya,
hermosa señora, os digo
que pasaron de ser celos
a ser
agravios los míos.
Mirad
que soy caballero.
MAYOR: ¡Qué de
ellos habemos visto
calificar sus engaños
a
sombra de este artificio!
Ahora bien,
don Baltasar,
entretanto que averiguo
despacio en Madrid sospechas
que
temo, pero no admito,
yo os
prometo no casarme,
por más que inten[t]en prolijos
apresurar mis tormentos
mi padre y vuestro
enemigo;
mas con
dejarme a mí cierta
de que
sabéis resistiros,
no
viendo a mi opositora.
BALTASAR: ¿Verla
yo? Tiemblo de oírlo.
MAYOR: Estáis celoso, y los celos,
por lo que de otros
colijo,
en
convertirse a otra ley,
tienen
algo de moriscos.
BALTASAR: Pues
elegid vos el modo
de
aseguraros.
MAYOR:
Elijo
uno, puesto que bastante
costoso, como inaudito.
BALTASAR: Que no
reparéis en eso;
ya le
espero.
MAYOR:
Ya le explico.
Yo con
vos he de enojarme
al fin
de nuestro camino,
y tengo
de hacer que os prendan
en
Madrid.
BALTASAR:
¿Por qué delito?
MAYOR: Por la
muerte del crïado
que a
nuestro amor dio motivo.
Él era
un lacayo pobre,
y, dejando mujer y hijos,
concertándoos con la
parte,
su
vejación redimimos;
entretanto podré yo
saber
lo que solicito,
y, quitándoos ocasiones,
asegurar celos míos.
No ha de haber réplica en
esto.
BALTASAR: Severa sois en arbitrios;
mas yo los acepto; vaya,
si siendo obediente os
sirvo.
Sale don LUIS
sin ver a BALTASAR y doña
MAYOR
LUIS: (¿Hay tal desaparecerse?
Mas de una legua he
corrido
por
rodeos y altibajos,
y no
puedo descubrirlos.)
MAYOR: Ansí
aseguro sospechas.
BALTASAR: Lo que
yo en eso os suplico,
es que apresuréis
amante
la
información que os permito,
porque
acortemos estorbos.
LUIS: (Hablar
hacia allí he sentido.
¡Válgame Dios! ¿Si son ellos?
Pasos y
atención aplico.)
MAYOR: Si yo
verdadero os saco,
y sois,
como lo imagino,
quien
vos decís y yo espero,
presto
saldréis de ese oficio
al que
mi amor interesa.
LUIS: (O se
engañan mis oídos,
o es
doña Mayor la que habla.
Pero ¿a
quién, recelos míos,
promete
amantes retornos
que él
diligencia y yo envidio?
¿Tan
melindrosa poco ha,
pidiendo socorro a gritos,
corriendo
descaminada,
pronosticando peligros
su
padre, llorando todos,
yo
buscándola perdido,
y ella
con tanto sosiego
sentada, y en tan distinto
lugar
conversando alegre?
¡Qué de
cosas que malicio!)
BALTASAR:
Sentirálo vuestro padre
de
muerte.
MAYOR:
Yo tengo hechizos
con que
acariciar vejeces
de
quien en la edad es niño.
BALTASAR: En fin,
¿hemos de casarnos?
MAYOR: Al
punto que saque en limpio
la verdad de tantas cosas.
BALTASAR: ¿Y don Luis?
MAYOR: Es desvarío
pensar que ha de
cautivarme
amante
a quien no me inclino,
cuando
le hace ventajas
tantas
el señor Berrío.
Sale don LUIS
LUIS: ¡Oh
aleve! ¡Viven los cielos,
que
tengo de dar castigo
a tu
bárbara elección
y al infame desatino
de tu
desigual amante.
Levántanse los
dos, saca la espada don
BALTASAR, opónese a don LUIS
MAYOR: ¿Qué es
esto?
BALTASAR:
Hidalgo, pasito.
Sosiéguese: ¿qué le toma?
MAYOR: ¿Estáis
en vuestro jüicio,
don
Luis? Templaos; ¿qué es esto?
LUIS:
¡Pluguiera a Dios que, perdido
mi
seso, o nunca os amara,
o nunca
llegara a oíros
bajezas
y indignidades,
que si
bien las apercibo,
juzgo imposible el creerlas!
En fin, Mayor, habéis sido
mujer; en fin, escogéis
a un
rústico, cuyo oficio
sirviendo brutos, se llama
mozo de mulas.
BALTASAR:
Ya he dicho
que
hable bien y no tengamos
carambolas; que si esgrimo
la de
Joanes, al primero
hurgón,
perdónele Cristo.
LUIS: ¡Oh infame!
BALTASAR:
Apártese allá,
señor
galán; se lo aviso.
LUIS: ¿Vos su
esposo? ¿Yo olvidado?
¿Ella
aleve, y yo ofendido?
¿Doña
Mayor mujer vuestra?
Primero...
BALTASAR: Todos venimos
de
Adán, y yo puedo ser
de toda
mujer marido
con la
cara descubierta.
MAYOR: ¡Don Lüis! ¡Lucas Berrío!
¿Qué disparates son
éstos?
Sosegaos,
o daré gritos. --
A don LUIS
¿Hay
locura semejante?
¿Luego
vos habéis creído
lo que
aquí nos escuchastes?
¡Jesús! ¡qué gran desatino!
Envainad, que sois un bobo;
poco mi seso acredito
con
vos. ¡Lucas, a enfrenar!
BALTASAR: Voy;
pero lo dicho dicho.
Vase
MAYOR: En fin, ¿me habéis injuriado?
¡Qué de ello perdéis
conmigo
desde
hoy! ¿Que a tal disparate
lleguéis vos a persuadiros?
LUIS: Pues si
lo oigo, ¿qué queréis?
¿Desmentiré mis sentidos?
¿No sois mujer? ¿Qué milagro
que
imitéis vuestro principio?
MAYOR: Ya os
dije que sois un bobo;
túveos
yo por entendido.
¿Alquiladora de mulas
doña Mayor? ¡Oh, qué lindo!
Medrábamos en corcoba.
¡Jesús,
Jesús, me santiguo
una y
mil veces! ¿Que sean
los celos tan persuasivos
o tan necios, que se
arrojen
a creer
de mi jüicio
tan
gran desalumbramiento?
LUIS: A tener
los celos tino,
no
anduvieran siempre a ciegas;
pero si
lo son los míos,
¿a qué
propósito agora,
cuando
yo os busco molido,
temeroso vuestro padre,
sentados y entretenidos
favorecéis amorosa
a un bárbaro
con indignos
desaciertos y esperanza,
cuando
menos, de marido?
MAYOR: Andad;
que no estáis en vos.
Es el tonto más sencillo
el
Lucas que vio Toledo.
Hasta
aquí la mula vino
sin
parar, desatinada,
y él, a las ancas asido,
ya que no pudo tenerla,
me tuvo
a mí; que os afirmo
que si
de mí se apartara,
mil
veces hubiera sido
malogro a vuestros deseos
y
lástima a nuestro siglo.
Cansóse, en fin, y canséme,
de
suerte que me convino
sosegar
aquí este rato,
y él a
mi lado, perdido
de correr,
sentado y necio,
que
estaba sin seso dijo
por mí,
y dispuesto a casarse,
consintiese o no, conmigo.
Propúsome su linaje
(que
es, por lo menos, corito)
su
patrimonio, sus deudos,
sus
gracias, sus ejercicios;
y yo,
por entretenerme,
di
ensanchas a su capricho,
ofreciéndole informarme
y,
abonándole testigos,
mejorar
con él mis bodas.
LUIS: ¿Qué
decís?
MAYOR:
Que no sois digno
de que
os tenga por discreto
quien
vuestro desaire ha visto.
LUIS: ¡Que de
ésos es nuestro mozo?
Un
vïaje entretenido
me prometo, según eso.
No hay
celos sin desvaríos;
perdonadme, esposa bella,
y
entretengamos fastidios
con él
de aquesta jornada,
dando a
sus simplezas ripio.
Sale don BALTASAR
BALTASAR: ¡Miren
qué mucho que echase
la mula
por esos trigos!
Seis
dedos sobre los lomos
de
matadura le hizo:
¡maldiga Dios al sillón!
Suba.
A doña MAYOR
LUIS: (Ya me maravillo,
mi
bien, que no os arrastrase.)
Lucas,
no haya más; amigo
hasta
la muerte.
BALTASAR: Es temprano.
LUIS: Yo ya
con vos no compito;
doña
Mayor me desprecia
y os
tiene amor.
MAYOR: Infinito.
LUIS: No
quiero mujer con celos;
de
novio vuelto en padrino,
he de
alegrar vuestras bodas.
BALTASAR: ¿Se
convida?
LUIS:
Me convido.
BALTASAR: Encaje, pues, esos huesos.
Danse las manos
LUIS: ¿Queréis, pues estoy rendido,
que suba un rato a las
ancas?
BALTASAR: ¿Con mi
mujer? Palo, digo.
LUIS: Acabad.
BALTASAR:
¿Y la señora
en el
sillón?
LUIS:
Sin peligro
irá, si
yo cuido de ella.
BALTASAR: ¡Y que
vaya a pie el marido!
¡Oxte,
puto! En mi curato
no ha
de haber (de esto le aviso)
beneficiado o teniente
con
quien parta los bodigos.
Llevaréla de la rienda;
irá
vusted su poquito,
un rato
a pie y otro andando;
que Cabañas
está a tiro
de
arcabuz: alto, señores.
LUIS: Extraño
sois.
BALTASAR:
No sufrimos
la mula
y yo, ni ancas ella,
ni
Lucas sota-maridos.
Toma en brazos
a doña MAYOR y
vanse
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