Salen TORIBIA, don ALONSO y tres
CABALLEROS
ALONSO: Pues ¿qué te obligó a decir,
pastora, que eras doña
Ana?
TORIBIA: A ser
vos mi confesor
podiera
decir la causa;
mas
¿qué mayor la queréis
que
mirarme ataviada?
Con don
y unos atavíos
a
cualquier mujer honrada
la
sacan de sus casillas.
ALONSO: ¡Oh,
nunca saliendo el alba
desengañara las dudas
de mi
dichosa venganza!
TORIBIA: Dadle a
los diabros, que a todos
mos
mata y mos desengaña,
de que
he podido escurrirme.
Pero
¿quién, por mi desgracia,
la seña
os dijo?
ALONSO: Es refrán
que
acostumbro; y como a tantas
voces
nadie respondió,
pareciendo que callaban
o por temor o por sueño,
acaso
lo dije. ¡Extraña
manera
de vestir! ¿Cómo
os pusiste las enaguas,
labradora, de esa suerte?
TORIBIA:
Decidme, ¿cómo se llaman?
ALONSO: Enaguas.
TORIBIA:
¡Líbreme Dios!
....................... [ -a-a]
CABALLERO 1:
¡Graciosa es la labradora!
ALONSO: Y tiene
extremada cara.
Ya que
hemos errado el tiro,
entretanto que descansan
los
caballos, recostaos;
que
aquestas umbrosas hayas
servirán de pabellón,
cuando
os ofrece la cama
huésped, si bizarro abril
ella
florida y bizarra.
TORIBIA: Todos podremos hacerlo,
que,
pardiez, de buena gana
durmiera yo a sueño suelto
como un
lirón.
CABALLERO 1:
¡Linda gracia!
¿Piensas dejarnos durmiendo
y en un
caballo, serrana,
tomar
las de Villadiego?
TORIBIA: Nunca
malicias os faltan
¿Pues
eso había de hacer?
Yo os
empeño mi palabra
que
heis de echarme menos cuasi
me
vaya.
CABALLERO 2:
Bien lo declara;
mas será después de ida.
TORIBIA: Pues
¿cuándo?
CABALLERO 3:
Denle una estampa
por el
aviso.
TORIBIA:
Y sepamos,
si yo
no soy de importancia
ni en nada les he ofendido,
¿qué me quieren?
ALONSO: Que te vayas;
mas
será después...
TORIBIA: ¿De qué?
ALONSO: De que
sepas que me abrasas.
TORIBIA: Pues apártese de mí.
ALONSO: Será
apartarme del alma.
TORIBIA: Pues
¿quién se la tiene?
ALONSO: Tú.
TORIBIA: ¿Dónde?
ALONSO:
En esa hermosa cara.
TORIBIA: El alma
de todo un cuerpo
¿cabe
en mi cara?
ALONSO: Serrana,
en esos
ojos la tienes.
TORIBIA: Aunque
fuera de avellana
es
imposible caber.
ALONSO: Ese
donaire me mata
sin
piedad y sin justicia,
que
eres dueño de mi alma;
que esos labios de coral
y esas mejillas de grana
me tienen muerto de
amores
y que
me abraso, serrana,
por
servirte.
TORIBIA: Gloria a Dios,
que
entramos en la posada;
ya no
hay que pasar de ahí.
ALONSO: Pues
ahora sólo falta
que,
pues el sitio convida,
conmigo
no seáis ingrata;
vamos, gozaré tus brazos.
TORIBIA:
¿Gozarme? Aqueso no es nada;
mire si
quiere otra cosa;
el
hombre es práctico.
ALONSO: Acaba.
¿No te
determinas? Pues
considera que a tu casa
no has
de volver si primero
no
haces mi gusto.
TORIBIA: (¡Mal haya Aparte
mi
desdicha y no tener
en
aquesta ocasión armas!)
ALONSO: Quedaos
vosotros ahí.
Vamos,
mi bien.
TORIBIA:
(¿Esto pasa?) Aparte
¿Ello
no puede ser menos?
ALONSO: ¡Por
ningún caso!
TORIBIA: Pues vaya
con el
diabro.
ALONSO:
Vamos, pues.
Loco
voy.
Van andando, y
al pasar por junto a los criados,
TORIBIA le quita la espada a uno
TORIBIA:
¡Fiera canalia!
Amansad
vuesos deseos
con la
punta de esa espada.
ALONSO: ¿Qué
intentas, bárbara?
Sale SANCHO
SANCHO: (Creo, Aparte
si la
vista no me engaña,
que
llegamos a buen tiempo.)
TORIBIA:
¿Pensabas que aunque aldeana
rústica, en aquesas sierras,
entre
sus peñas criada;
no
tengo valor ni manos
para
defender osada
el
honor, preciosa joya,
vivo
caratiel del alma?
Engañáisos,
que en defensa
suya os
mataré.
ALONSO: Ya pasa
de
locura, lo que emprendes,
y por
esa misma causa
te he
de gozar, o la vida
has de
perder.
TORIBIA: ¡Brava hazaña,
para un
nobre caballero
es
ensangrentar su espada
en una
humilde mujer!
Mas no
importa; ensangrentadla
si
podéis, que -- ¡vive Dios! --
caballero
de mohatra,
que
teniendo de mi parte;,
la
razón que me acompaña,
la
nobre sangre que heredado,
pienso haceros mil tajadas;
que los galanes de hogaño
gastan en calzón y mangas.
Embestí.
ALONSO:
¡Viven los cielos!
Que en
esta ocasión me holgara
que en
tu defensa tuvieras
quien
estorbar intentara
mi
gusto. Acabad, ¿qué es esto?
Si se
defiende, matadla.
SANCHO: No
matarán, que aquí está
quien,
saliendo a la demanda,
os
cumplirá ese deseo.
TORIBIA:
¡Hermano, toquen alarma!
¡Muera
esta gente roín!
ALONSO: Agora saco la espada
para
castigarte.
CABALLERO 2: Huid.
SANCHO: ¡Huid
vosotros, canalla!
Rayo seré de esas vidas.
Métenlos a cuchilladas SANCHO y
TORIBIA
CABALLERO
3: Esos caballos desata.
¡huyamos!
ALONSO: ¿Qué es esto? ¿Ahora
una espada os acobarda?
CABALLERO 1: ¡Pica!
CABALLERO 2:
¡Corre!
CABALLERO 3:
¡Vuela!
ALONSO: ¡Cielos!
Si no
vengo injurias tantas,
¿para
qué quiero la vida.
Vanse
SANCHO: Al
viento ligero igualan;
mas
¿por qué culpo la suya
si tu
ligereza es tanta
que,
atropellando respetos
de tu sangre y de tu casa,
como
una infame ramera
te
sales de ella y te apartas
de tu
padre y de tu hermano,
desluciendo con infamia
nuestro
honor? Dime, ¿qué ha sido
de este traje la mudanza,
de esta
deshonra el origen,
y de
esta humildad la causa?
¿Quién
de ella ha sido ocasión?
TORIBIA: Ell
Amor.
Hace una
reverencia
SANCHO:
Aquesta daga
te le
sacará del pecho,
y pues mis ofensas callas,
ella me abrirá otra via
que me
la diga.
TORIBIA:
Si basta
decirlo, yo lo diré.
SANCHO: Di,
pues, acaba.
TORIBIA: La causa
es muy
larga para ahora.
El
vestido, de doña Ana,
que,
por gozar la ocasión
que
ella venturosa alcanza,
me le
puse, que el amor
del forastero que en casa
estaba,
dempués que vino
ha
metido tal cizaña,
que él
ha de ser mi marido
cumpriéndome la palabra
que me
ha dado. Aquesto es hecho,
aunque le pese a la ingrata,
que por
él melancoliosa
tantos
enredos trazara,
o no
seré yo Toribia.
SANCHO: Calla,
bestia, que es su hermana.
TORIBIA: ¿Mas
por Dios?
SANCHO: Y aquesta noche,
el
viejo a quien encargada
la
dejó, se la ha robado.
TORIBIA: ¿Qué me
cuentas?
SANCHO: Lo que pasa;
a
Oviedo partió tras ellos.
TORIBIA: ¿Y qué?
¿Es de veras su hermana?
SANCHO: Sin
duda.
TORIBIA:
¡Válgame el cielo!
Parece
que ahora el alma
por el
cuerpo se pasea.
SANCHO: Aquesa
yegua desata.
Vamos,
porque he de ir tras él
que también a mí me alcanza
gran
parte de sus desdichas,
que a
su hermana adoro.
TORIBIA: Basta;
que
baselisco el Amor
corrompió toda la casa.
Vamos,
hermano, que yo
te sigo a Oviedo, y las sayas
renuncio y en otro traje
si el
mi querido se halla,
pardiez, tengo de valerle
y en su
defensa esta espada
pasará a
Oviedo a cuchillo.
SANCHO: Vamos a
casa, que en casa
se
dispondrá, y a mi padre
daremos
cuenta. ¡Ay, doña Ana,
que
mereciese tu amor
un
hombre que con más causa
tu
padre pudiera ser
no tu
amante!
TORIBIA:
Ya es falta
propia
en la hermosura siempre
el mal
gusto; pero calla,
que por
dicha podrá ser
que sin
pensarlo mos salga
un padre que a ti te quiete
como me
quietó una hermana.
Vanse. Salen don LUIS con vara, doña ANA,
RODRIGO, y acompañamiento
LUIS: Ha
mostrado la ciudad
su
lealtad y su valor;
débolas
un gran amor.
ANA: Es de
mucha calidad
lo
noble de ella.
LUIS: ¿Pues no?
Las reliquias de los godos,
de quien descendemos
todos,
de aquí
su origen tomó.
Para no estar prevenido,
ha sido
el recebimiento
muy
cumplido.
RODRIGO:
Estuve atento
al aseo
del vestido
y
del tocado de aquellas
que
delante iban bailando
de tu
persona, admirando
algunas
más que el sol bellas.
¡Extraño traje!
LUIS: ¡Extremado!
Es la
nobleza de Oviedo
ésa que
bailaba.
ANA: Puedo
decir
que no me he alegrado
tanto como hoy ningún día.
RODRIGO: La
iglesia mayor es cosa
excelente.
LUIS:
Milagrosa.
ANA:
Mientras que se proseguía
el recibimiento, a mí
las reliquias me enseñó
el señor Obispo.
RODRIGO: Y yo
también, señora, las vi
contigo, y quedé admirado.
LUIS: Es este
antiguo sagrario
un
divino relicario
de
Europa, a quien han llamado,
Roma
de España.
ANA: Si aquí
nuestro
ausente se hallara,
con más
soseigo gozara
de las
grandezas que vi.
LUIS: Dios
lo dispondrá. No digas
a nadie
que hermano tienes,
pues
con eso previenes
aumento
a nuestras fatigas.
Sale JUANCHO
JUANCHO:
.................... [ -el]
...................... [ -ado]
Juancho, si vienes cansado
sabes
lo Dios.
ANA:
¿No es aquél
Juancho?
LUIS:
Disimula.
JUANCHO: Aquí
estáis
a quien busco yo
hayas
mal quien me parió
si no
fue clérigo, sí,
no
vinieras Juancho ahora,
sólo de
Bilbao pruebas,
y al
viejo verde te llevas
antes
que pasa un hora,
a
que gobiernes infierno.
LUIS:
¿Queréis algo?
JUANCHO:
Para vos
traigo
este. (¡Juras a Dios Aparte
que te
despacho el gobierno!)
Dale un papel y
empuña la espada
ANA:
¡Juancho, mira!
JUANCHO: ¡Fuego, fuego,
en
vosotros! ¿Qué me quieres?
Llevar
el diablo mujeres;
la
mejor quemarla luego.
ANA:
¿Dónde está mi hermano?
JUANCHO: Ha ido
a cazar
grullas.
ANA:
Di adónde.
JUANCHO: Juancho
en su vida responde
a
mujer.
ANA: ¿Tienes sentido?
JUANCHO: A fe
que estoy sospechando
después que os fuisteis los dos
no digáis -- ¡juras a
Dios! --
ahora,
"habladme en entrando."
ANA:
¡Bárbaro! ¿qué dices?
LUIS: ¡Cielos!
Esto
escribe y dice ansí.
¡Ay hijo amado! ¡Ay de mí!
¡Quién quietara tus
desvelosl
Lee
"Ni sois caballero ni puede ser que seáis
bien
nacido, porque quien no corresponde
a las
obligaciones de serlo, niega lo uno,
desluciendo lo otro. Fiéme en vos; no
acudisteis a vuestras obligaciones, cosa
que no
hicierais en tener buena sangre.
Débeos
de animar el verme perseguido;
pero
para que os desengañéis de que en
cualquier estado tengo el valor que
heredé
de don Luis Hurtado de Mendoza,
mi
ilustre padre, os quedo esperando
junto a
la cruz de Vierzo, donde os
guiará
ese criado. Solo estoy y mis
armas
son una espada y daga; si os
pareciesen pocas traed las que
quisiéredes, y si no os atrevéis solo,
venga
quien os acompañe, que, siendo
como
vos, tanto monta.
Don Diego Hurtado de Mendoza"
¡Bien haya quien te parió!
Si mi
valor heredaste,
Diego, ahora lo mostraste.
¡Qué
resuelto que escribió!
Es
valiente. Dios le guarde.
¿Vos me
habéis de guiar?
JUANCHO: Sí.
LUIS: Pues
alto, vamos de aquí,
que no quiero que me aguarde.
ANA:
¿Adónde vas?
LUIS: Aquí voy.
JUANCHO: ¡Juras
a Dios, vizcaíno!
Solo
vas, viejo, al camino,
muchos
palos que le doy.
Vanse don LUIS
y SANCHO
ANA:
Rodrigo, temblando quedo.
Ve tras
ellos.
RODRIGO:
Sí, haré,
y más
gente llevaré.
ANA: Que no
aguarde tengo miedo
mi
hermano, que es arrojado,
y sin advertir razones,
en
viéndole, ejecuciones
dará a
un caso desdichado;
que
Juancho me dijo agora
que a
mi padre está esperando
en el
campo; estoy temblando.
RODRIGO: Perdé el recelo, señora,
que
prevenido estaré
para lo
que sucediere,
y la
gente que trujere
retirada dejaré
para
que, sin embarazos,
se
desengañen los dos.
ANA: Padre,
hermano, traigaos Dios
a mis
ojos y a mis brazos:
Vanse. Sale don DIEGO
DIEGO:
.................... [ -arme]
....................... [ -arme]
....................... [ -oria]
Basta,
cansada memoria,
que
dais en atormentarme;
cuando afligido juzgaba
que si
la vida faltaba
honor
tenía.
Memoria, si la perdía
más
vitorioso quedaba,
pues
ahora que el honor,
que fue
la prenda mejor
que he
tenido,
me la
arrebató atrevido
de la
Fortuna el rigor,
memoria, si bien se advierte,
acordando el trance fuerte,
-- ¡qué pesar! --
¡Sois
la piedra de amolar
del
cuchillo de la muerte!
¡Que
una mujer que entendía
que en
poco el mundo tenía,
-- ¡qué crueldad! --
intentase sin piedad
tan
notable alevosíal
¡Que
un noble me persiguiese,
que la
palabra me diese
y la
quebrase!
¡Que
afligido me dejase
y que
con mi honor se fuese!
Salen don LUIS
y JUANCHO
DIEGO:
.....................
Espera
junto al caballo
por si
fuese menester.
JUANCHO: Señor,
el que está agraviado
no tiene que hacer más que
en
llegando metes mano,
y de
primer antubión
el
diablo llevas contrario,
que
satisfación si esperas
no
vales higo.
Vase SANCHO
LUIS: (Aguardando Aparte
me está
ya.) Guárdeos el cielo.
DIEGO: Hasta
que pueda mataros
solamente lo deseo,
vil
caballero, que cuando
de vos
me fío, mi afrenta
ejecutáis. `
LUIS: Reportaos
y escuchadme.
DIEGO: ¿Qué diréis?
¿Que por remedar el daño
mayor, piadoso trujisteis
esa mujer, que me ha dado
para mi
deshonra el cielo,
para mi
aflicción los hados?
¿Acaso,
pregúntoos yo,
sois mi
tutor?
LUIS:
(El muchacho Aparte
está
resuelto. Ya es tiempo
preciso
de declararnos.)
Diego,
veinte años ahora...
DIEGO: ¿Qué
tienen que ver veinte años,
con mi
agravio? ¡Vive el cielo
que
debéis de haber pensado
que soy
loco! ¡Alto, sacad
la
espada!
LUIS:
Terrible caso
será
que no me escuchéis.
DIEGO: Más
terrible fue llevaros
a mi
herniana. Acabad luego,
¿qué os detenéis? Meted
mano.
LUIS: Digo
que veinte años ha
que por
aquel desastrado
caso.
DIEGO:
¿Qué gastáis arengas?
Yo no
tengo de escucharos.
LUIS: ¡Vive
Dios que habéis de hacerlo!
DIEGO: ¡Vive
Dios que he de mataros
si la
espada no sacáis!
Sácala don
DIEGO
LUIS: (¿Vióse
caso más extraño? Aparte
El
muchacho está perdido.)
¡Alto!
vamos abreviando.
¡Hijo de mis ojos! Yo...
DIEGO: ¿Ya os
acogéis al sagrado
de la
humildad? Pues conmigo
no ha
de valeros. (Si aguardo Aparte
más
razones, este viejo
me ha
de aplacar, y mi agravió
pierde
la satisfacción.)
Pues no
queréis meter mano,
haber
si ahora lo hacéis.
Tírale y mete
don LUIS mano
LUIS: ¿Qué es
esto, cielos sagrados?
¡Amado
hijo, yo soy...
DIEGO: Un
caballero villano
que cuando de él me fié
mi
deshonra ha intentado.
Dice RODRIGO
dentro y luego sale con todos los que
pudiesen y embisten a don DIEGO
RODRIGO: Caminad
presto, que ya
los
aceros han sacado.
Dentro
¡Favor
aquí a la justicia!
DIEGO: Con
celada y con engaño
saliste. ¡No importa!
VOZ 1: ¡Muera!
LUIS: Ya no
he de poder librarlo,
que si
declaro quien soy,
no será posible caso
valerle; quiero callar.
¡Hola,
prendedlo o matadlo!
VOZ 2: ¡Muera!
VOZ 3:
¡Muera o dése preso!
DIEGO: Ha de
ser hecho pedazos.
Métenlo a
cuchilladas
LUIS: Rodrigo,
Rodrigo, mira
no me
lo hieran, cercadlo;
bien se
resiste -- ¡ay de mí --
Mucho
le van acosando,
parece
que le han herido.
¡Teneos!
Salen sobre
DIEGO y él herido, y cae a los
pies del padre y quita las armas
DIEGO:
¡Cielos airados,
que me
perseguís! ¿qué es esto?
A los
pies de mi contrario
vine a
caer.
LUIS:
¡Deteneos,
insolente
temerario!
¡Vive
Dios que habéis de ver
en un
alto cadahalso
vuestra
cabeza! ¡Ay de mí!
¡Rodrigo, mira si es algo!
RODRIGO: En la
cabeza es la herida.
LUIS: ¡Mal hayan amén las manos
que se la dieron! ¿Qué es
esto?
¿Estáis
herido? Llegadlo
acá.
DIEGO:
¡Airada Fortuna!
Es éste
el último estado
en que
pudiste ponerme.
LUIS: No es nada; bien empleado
fuera el haberos abierto
la
cabeza y aun mataros.
(No lo
quiera Dios.) Aparte
A RODRIGO
Tomad
ese
lienzo y apretadlo
en aquella herida.
DIEGO: ¡Ah, pesia!
LUIS: A ver
si está bien atado:
llegad
acá, no está bueno.
Salen TORIBIA y
LUCÍA de hombres, vestidas a lo
sayagüés, SANCHO y MENDO, y
JUANCHO por otra
puerta
JUANCHO: Juras a
Dios que anda el diablo
suelto,
cazolada tienes
de
gente el viejo bellajo
escondida.
TORIBIA:
Anda, Lucía.
LUCÍA: Pardiez
que son güenos ajos
éstos.
SANCHO:
¿Qué gente es aquésta?
MENDO:
Justicia pienso.
SANCHO: O me engaño,
o es
Diego Hurtado el que llevan
entre
aquellos agarrado.
Padre,
¿qué habremos de hacer?
MENDO: Eso
pudieras mirarlo
antes
de salir de casa;
pero
después de hecho el daño,
llegar,
librarle o morir,
ya que
estamos empeñados.
SANCHO: ¡Alto,
pues! ¡Holal ¿A quién digo?
MENDO: ¡A
mochachos! Retiraos
a
aquesta parte.
LUCÍA:
¡Oh, qué bueno!
No
queremos retirarnos.
TORIBIA:
¿Reti... qué? Aguardad un poco.
¡Hola,
fariseos! dadmos
el preso.
LUCÍA:
Dadmos el preso.
LUIS: (¡Vive
Dios que los villanos Aparte
del
lugar quieren librarle!
Quizá
del cielo guiados
vengan
muy en hora buena.)
¿Qué es
lo que emprendéis, serranos?
¿No
miráis que estoy aquí?
SANCHO: Por
aquese mismo caso
lo
intentamos.
LUIS:
¿Qué es aquesto?
¿Sois
locos?
MENDO:
Locos o sabios
esto ha de ser o sobre ello...
TORIBIA: Suelten
all hombre.
LUIS: Tal caso
no he
visto.
TORIBIA:
Suelten all hombre.
LUIS: ¡Ah
villanos, reportaos!
Mirad
que el gobernador
de
Oviedo os está hablando.
TORIBIA:
¡Mentís, que no es caballero
quien
intenta hacer agravios!
LUIS: ¿Yo,
agravios?
LUCÍA:
Lo dicho, dicho.
TORIBIA: Claro
está, que heis de negarlo
porque
sois un... En defeto
suelten
all hombre.
LUIS: En llegando
a las
manos, tú, Rodrigo,
le
suelta, que por milagro,
a
medida del deseo,
Dios
trujo esta gente.
JUANCHO: Juancho,
buen
paliza se te aliña.
DIEGO: Si me
libro de las manos
del
enemigo por ti,
-- ¡oh, pastora! -- que aunque extraño
el
traje de hombre conozco
tu
valor, por los sagrados
cielos,
que te he de pagar
mi
libertad, obligando
mi
palabra al beneficio.
LUIS: ¡Vil
canalla! ¡Ya me canso
de sufrir! ¡Hola, prendedles!
Si se
resisten, matadlos.
Embisten con
ellos, y en la refriega suelta RODRIGO
a don DIEGO y TORIBIA le da su
espada y descíñese la
honda
SANCHO: ¡Padre,
a ellos!
MENDO:
¡Hijo, a ellos!
JUANCHO: ¡A
ellos tú también, Juancho!
TORIBIA: Por ese
lado, Locia,
valiente, ve espechonando.
LUCÍA: Ya te
sigo.
VOZ 1: ¡Mueran!
VOZ 2: ¡Mueran!
Métenlos los villanos a cuchilladas.
Salen por
otra puerta RODRIGO, asido de don
DIEGO. Hablan
dentro
VOZ 1:
........................ [ -a-o]
¡Cielos
santos, gran furor?
¿son
rayos o hombres?
Sale don LUIS
LUIS: Rodrigo:
haz lo
que diré
RODRIGO: Libraos,
Diego
Hurtado de Mendoza;
idos,
ya estáis desatado.
DIEGO: Yo
pagaré este servicio.
LUIS:
Tenedle, que se ha soltado.
DIEGO: ¿Qué me
persigues? ¿qué quieres?
LUIS: Dios te
libre.
Vanse RODRIGO y
don LUIS. Sale TORIBIA
TORIBIA:
Diego Hurtado.
DIEGO:
Toribia.
TORIBIA:
Pues ya estás suelto,
toma esta espada en la mano,
líbrate, no tengas pena,
que yo
seguire tus pasos
en
sabiendo dónde vas.
DIEGO: ¿Cómo
he de poder pagaros,
Toribia, con una vida,
tantas
como me habéis dado?
TORIBIA: No es
tiempo de maravillas:
huid.
DIEGO:
Obedezco y parto.
Vase don
DIEGO. Salen SANCHO y MENDO,
acuchillándose, por una
parte, y por otra, LUCÍA, y
JUANCHO
TORIBIA: Mueran,
o dense a prisión.
SANCHO: Antes
muerto que entregado.
Salen don LUIS
y RODRIGO
LUIS:
¡Teneos, teneos! ¿Qué es aquesto?
Después
que habéis alcanzado
el
intento a que venisteis,
¿por
qué queréis, temerarios,
abalanzar vuestras vidas
cuando
miráis alterado
a
Oviedo y que es imposible
con las vidas escaparos?
Daos y creedme, que os juro
si por la fe de soldado
y por
la de caballero,
por el
hábito que traigo
y por
la vida del rey,
que
guarde Dios muchos años,
que si
os entregáis ahora
debajo
de la que he dado,
que no recibáis ofensa,
antes
protesto ayudaros,
pues
sabéis que debo hacerlo
por
tenerlo granjeado
con las
pasadas caricias,
con
vuestro noble agasajo.
JUANCHO: No le
creas, no le creas
con
esto quieres pescamos,
y luego
estirar el nuez
y allá
vas con el diablo.
MENDO: ¿Qué
haremos, hijo?
SANCHO: Señor,
si es
imposible el librarnos,
damos
con este seguro.
MENDO: Sea
ansí.
LUCÍA:
Ante todos casos,
señor,
¿soltaron all hombre?
TORIBIA: Sí,
bestia, ya le soltaron.
LUCÍA: Pues
ahora, aunque me ahorquen,
no importa, caquí está Juancho.
JUANCHO: Más
valiera no estuvieras.
RODRIGO: La
gente se va acercando.
LUIS: ¿Qué
resolución tomáis?
MENDO: De que
debajo tu amparo
nos
entregamos, y advierte
que el que es noble está obligado
a
libertar a su amigo
de
semejantes trabajos.
LUIS: Eso es
cierto; vamos, pues,
entregad las armas.
Entréganlas todos
SANCHO: Vamos.
(¡Ay doña Ana, si
pudiese, Aparte
ya que en tus soles me abraso,
merecer un rayo de
ellos!)
JUANCHO: Allá le
llevas a Juancho,
plegad
a Dios que verdugo
no le
des carta de pago.
TORIBIA Loca
voy con que mi Diego,
Locía,
se haya librado.
LUCÍA: Yo con
ver que en la prisión
tendré,
Toribia, a mi Juancho.
Vanse. Sale don DIEGO solo por lo alto del
monte
DIEGO:
Ásperos e intrincados laberintos,
claro y
undoso río
a quien
paga el rocío
en
tributos distintos
obediente al que debe
cobrando el que la nieve
de esos
montes destila
cuando el invierno afila
sus
frígidos bostezos,
porque
con esperezos
el sol
mal abrigado
sale a
invadir de luz el verde prado,
y la
escarcha en sus faldas
perlas
le ofrece en ramos de esmeraldas;
si
lastimáis mi suerte
piedades lograréis dándome muerte.
Algo
cansado y afligido llego,
fuente,
a vuestra corriente,
en vos,
sed ardiente
mitigaré que llevo;
bulliciosa os contemplo
de mi
inquietud ejemplo,
sed
piadosa conmigo.
¿Qué es
esto? A mi enemigo
en
aquel risco veo.
¡Ah
infeliz deseo!
El agua
me persigue
porque
mi sed en ella aun no mitigue.
Caballero, que esos montes,
quizá
pisáis por mi causa
para
añadirme desdichas,
como si
a mí me faltaran,
bajad,
decended al llano,
que en
él un hombre os aguarda
que,
como nunca ha vivido,
no sabe
cómo se llama,
sólo
sabe que la muerte
bien
alegre en sus desgracias,
ya como
cosa perdida
ni le
deja ni le mata.
Si
acaso me conocéis,
¿cómo
no movéis las plantas?
bajad,
matadme. Con eso
tendré
vida y vos venganza.
Sale don ALONSO
ALONSO:
Caballero, a quien conozco
para mi
daño, dudaba
hasta
ahora que mi suerte
en mi
bien se conformara,
cierto
de ella, aunque avarientas
me
niegan paso estas ramas,
menospreciando su altura
esculpiré mis estampas
Arrójase abajo
en la
arena de ese valle,
y ya que iguales nos halla
la suerte, pues en la mía
también
es Fortuna avara,
conformes en el cansancio,
iguales
con las desgracias,
por lo
menos no diréis
que os
he muerto con ventaja.
DIEGO: La
soledad de este sitio
es tan
grande, que no se halla
que
hayan violado sus hierbas
hasta
ahora humanas plantas.
Siendo
nobles, es forzoso
que
quede en esta batalla
el uno
de los dos muerto,
si no
es que la suerte iguala
los
sucesos, y es razón
que
aquí nos demos palabra
de que
el que quedara vivo,
que es
una facción hidalga,
lleve
al otro a que le den
la
sepultura sagrada,
y hasta tanto no le deje,
que
será desdicha extraña
que al
difunto se la den
una
fiera en sus entrañas.
Pena de
mal caballero,
si no
lo cumpliere...
ALONSO: Es tanta
razón,
que juro cumplirlo,
y
porque también se haga
lo que
la nobleza dicta,
si
llegara vuestra espada
antes a
mi pecho, abriendo
puerta
por do salga el alma,
yo os
perdono desde aquí,
y a la
Aurora soberana,
madre
del Sol verdadero,
que
estrellas lucientes calza,
pongo
por testigo.
DIEGO: Y yo,
y en fe de ello ya os aguardan
mis brazos.
Abrázanse
ALONSO:
Aquestos míos
confirmarán mis palabras.
DIEGO: ¡Alto,
pues, aquesto hecho!
Empiece
nuestra batalla.
ALONSO: Ya os
aguardo con la mía,
meted
mano a vuestra espada.
DIEGO: ¡Fuerte
pulso!
ALONSO:
¡Gran presteza!
DIEGO: ¡Rayo
airado!
ALONSO:
¡Furia extraña!
Mi
desgracia estoy temiendo.
DIEGO: Gran
desdicha me amenaza
ALONSO: ¡Ah
débil mano! ¿Qué es esto?
¿Agora
pierdes las armas?
Cáesele la
espada de la mano, va a cogerla y
detiénele don DIEGO y cógele la
es-
pada
DIEGO: Teneos,
que ya esta ventura
para mí
estaba guardada.
ALONSO: Dadme
la espada.
DIEGO:
No quiero,
porque
es necedad extraña
dar
armas al enemigo
con que
logre su venganza.
ALONSO: Pues matadme, acabad presto.
DIEGO: ¿Confesáis, viéndoos sin arma,
que tengo agora en mi
mano
...................... [ -a-a]
vuestra
vida, y que no hay cosa
..................... [ -a-a]
que me
lo impida, pues es
haber
perdido la espada
despojo
del vencedor,
si en
vos ha sido desgracia?
ALONSO: Cuando
yo quiera negarlo,
vuestra
dicha lo declara.
DIEGO: ¿Ya no
estáis muerto?
ALONSO: Si estoy,
más que
de temor, de rabia.
DIEGO: Si
estáis muerto, perdonadme,
como
disteis la palabra,
que el
testigo que pusisteis,
cuya
pureza sin mancha
aduro,
atento nos mira,
a quien
no podéis negarla;
y para
que echéis de ver
que no
me incitan venganzas
a que
este perdón os pida,
tomad, tomad vuestra espada,
tomad
la mía también,
Dale las dos
espadas
que
aquí rendido os aguarda
quien
ya humilde no os resiste
cuando
soberbio os mataba.
Híncase de
rodillas y levántale con los
brazos don ALONSO
ALONSO: ¡Oh,
afrenta de los varones
ilustres, a quien la fama
eterniza! Aquesos brazos
me da
mil veces, que basta
tu
generosa hidalguía
para
que te perdonara,
no la
muerte de mi primo
de
quien soy parte, mas cuantas
injurias hacer pudieras
a mi
sangre y a mi casa,
y si
quieres que quedemos
en
facciones tan bizarras
iguales, dame la muerte,
que
pienso, con perdonarla,
siendo
imposible hacer más,
que no
me lleves ventaja.
DIEGO:
Correspondes a quien eres.
ALONSO: Vamos a
Oviedo, que el alma
acreditará con obras
lo que
ofrece con palabras;
que en
León no te está bien
entrar
hasta que, acabadas,
estén
estas diferencias,
mientras el perdón se alcanza
de su
majestad.
DIEGO: Amigo,
tu
favor me es de importancia
en
Oviedo, que esta noche,
si sus
tinieblas me amparan,
pienso,
cortando dos cuellos,
lavar de mi honor la mancha.
ALONSO: Dispón de mí, pues soy tuyo.
DIEGO: Vamos
pues. ¡Ay falsa hermana!
¡Ay
aleve amigo! El cielo
me deje
tomar venganza.
Vanse. Salen don LUIS, TORIBIA, LUCÍA, MENDO,
SANCHO,
doña ANA, RODRIGO, JUANCHO y
gente
LUIS:
Haced que se les aliñen
camas
en aquese cuarto,
y con
la guarda bastante,
Rodrigo, y con el cuidado
necesario, en su prisión
los tened, que debo honrarlos
por el
buen alojamiento
de su
casa, aunque han andado
esta
tarde inadvertidos.
RODRIGO: De
hacerlo tendré cuidado.
ANA: ¡Ay, señor! ¿Vienes herido?
LUIS: No,
pero vengo cansado.
ANA: ¡Qué
tal refriega tuviste!
¿Y
adónde queda mi hermano?
LUIS:
Pregúntalo a quien fue causa
que él
escapase a mis manos.
ANA: ¿Qué es
esto? ¿Qué traje es éste,
Toribia, que habéis tomado?
TORIBIA: Acá es
un ciento de nueces.
Dejadme; íos con el diabro,
que
vuesas habilidades
nos
tienen en este estado.
¿Por
qué os huiste, golosmera,
y
dejasteis vuestro hermano?
JUANCHO: Porque
hombre y vino le quiere
esta
mujer de un tamaño.
ANA: ¡Vaya
con Dios, qué os parece
cuál me
ponen los villanos!
MENDO: No son
villanos, señora,
los que
estáis vituperando.
Tan
buenos son como vos,
que los
Díaz asturianos
no deben nada en Oviedo
a los más nobles hidalgos.
LUIS:
Teniendo aquese apellido
noble, yo no he de faltaros.
Escuchadme aparte.
Hablan MENDO y don LUIS aparte
ANA: ¡Ay cielos!
¿De qué
estás tan triste, Sancho?
Muy
agradecida estoy
que por
librar a mi hermano
te pongas en tal peligro.
SANCHO: A no
haber visto tan claro
que
merece vuestro amor
quien
hoy os está gozando
y quien
de mi casa os trujo,
fuera
poco por libraros
volver
a Oviedo en ceniza,
débil
Troya de mis brazos,
y le
hiciera por mi amigo,
-- ¡viven los cielos sagrados! --
matando
a quien le ha ofendido
si no
fuera...
ANA:
Sancho, Sancho,
reportaos, quizá algún día,
cuando
estéis desengañado,
yo
podré corresponderos
y vos
podréis sosegaras.
LUCÍA:
Juancho, cansada me siento
y aquesto va muy de espacio.
¿Quieres que aquí mos echemos?
JUANCHO: ¡Dónde!
LUCÍA:
En el suelo.
JUANCHO: Estar blando
mucho
para mis costillas.
TORIBIA: (Quien
tuviera entre los brazos Aparte
a
Diego. ¡Ay ausente mío!)
LUCÍA: Gusto
me ha dado escucharos
y conoceros.
Salen don DIEGO y don ALONSO y cogen
la
llave
DIEGO:
A tiempo
me parece
que llegamos.
Cerrad
presto.
ALONSO:
Ya está hecho.
La
llave se quedó acaso
en
aquesta cerradura.
Dale una llave
DIEGO: Echad
la loba; arrimaos,
don
Alonso, en esa puerta,
no se
alboroten hidalgos,
que acá
estamos todos.
LUIS: ¡Cielos!
¿No es
éste Diego?
RODRIGO: Soñando
estoy.
¿Y también no adviertes
que le
viene acompañando
don
Alonso, su enemigo?
ANA: Alguna
desdicha aguardo.
TOBIBIA: ¡Ay,
Diego del alma mía!
JUANCHO: Juras a
Dios que es mi amo.
DIEGO: No
quiero gastar el tiempo
en quejas de vuestro trato,
que ésas las publica el mundo
y por aqueso las callo.
Tampoco quiero quejarme
de
aquesa mujer que al lado
tenéis,
que al fin es mujer,
y la más fuerte, de barro.
La
pendencia de esta tarde
tampoco
quiero acordaros,
que
aquesa yo os la perdono,
pues por ella he granjeado
a don Alonso de Bustos
por mi amigo y por mi
hermano.
Al fin,
yo no vengo a quejas,
sólo
vengo a que la mano
deis
luego a aquesa señora.
¿Qué
miráis? ¿Qué estáis dudando?
¿Podéis
vos ser mejor que ella?
No -- ¡voto a Dios! -- esto es
llano;
vuestra
mujer ha de ser;
aquí
estamos encerrados.
Ésta es
la llave, acabemos,
o os
haré tantos pedazos
que en
el aire...
LUIS: Caballero,
escuchadme y reportaos.
En cuanto a ser su
marido,
eso no
puedo negarlo
que
conque un impedimento
allanéis fácil, es llano
que me
casaré con ella.
En
cuanto haberos quejado
de que
a vuestra hermana truje,
respondo, señor, que es tanto
lo que
la quiero, que un punto
fuera
imposible apartarnos
sin que
muriera, y ansí
el Amor
en este lazo
me
disculpa, y pues que estoy
a
cuanto me pedis llano,
contadme vuestro suceso
con don
Alonso.
ALONSO:
No es caso
que admite corto progreso;
sólo
sabéis que obligado
del
valor, de la hidalguía,
digna
de esculpirse en mármol,
de don
Diego, a quien le debo
la
vida, le he perdonado
la muerte, pues que soy parte,
por ser
deudo el más cercano
de mi
primo, y autorizo
esta
amistad con mis brazos.
DIEGO: Ya que
habéis sabido aquesto,
qué se
ha de allanar sepamos;
porque en habiendo imposibles
los
allane con mataros.
SANCHO: ¡Santos
cielos, esto es hecho!
En
brasas estoy temblando.
LUIS: En fin,
¿no puede ser menos
sino
que hemos de casarnos?
DIEGO: O morir
en la demanda.
LUIS: Pues
alto, traigan despachos
de
Roma.
DIEGO:
Pues ¿para qué?
LUIS: Para
que se case, es claro,
una
hija con su padre.
Dadme
esos brazos, amado
hijo,
que tu padre soy.
DIEGO: ¿Mi
padre?
TORIBIA:
¿Hábrame en entrando."
LUIS: ¡Ay
hijo! ¡Ay prenda querida!
Dadme vos también los brazos.
A ALONSO
ALONSO: Seré
desde hoy vuestro hijo.
DIEGO: ¿Es
posible, padre amado
que
llegue a ver este día?
LUIS: Dale tú
la mano a Sancho,
Ana,
que estoy satisfecho,
de que
es por linaje hidalgo.
ANA: Con
mucho gusto la doy.
SANCHO: Yo
estoy loco en bienes tantos.
DIEGO: Siendo
así, Toribia mía,
según
me siento obligado,
no hago
nada aunque entrego
el alma
con esta mano.
TORIBIA: Honor
de los zaragüelles,
aceto.
LUCÍA:
Querido Juancho,
¿quieres ser mi matrimonio?
JUANCHO: Pues
que tocas a rebato,
Juancho, ¿qué puedes hacer?
¡Juras
a Dios que me caso!
DIEGO: Don
Alonso, a mi prima,
que es
un ángel soberano,
te
ofrezco.
ALONSO:
Su cielo adoro,
y ansí
quedo bien premiado.
LUIS: Por el
perdón partan luego
de su
majestad, y en tanto
te doy la ciudad por cárcel.
MENDO:
Gocéisos muy largos años.
RODRIGO: Ya es
hora que descanséis.
TORIBIA: Y si
acaso os ha agradado
esta
comedia, os suplico
que
premiéis nuestro trabajo
y deseos, con decirnos
"¡vitor!" Habladme en
entrando.
|