Sale el DUQUE
de Ferrara y dos embajadores
VENECIANOS, y un CRIADO
DUQUE:
Cumplióme el cielo el deseo
que de
las paces tenía
con la
ilustre señoría
veneciana; y pues las veo
puestas en ejecución,
las condiciones acepto
que
habéis propuesto, y prometo
guardarlas.
VENECIANO 1:
Aquestas son
que esta minuta declara.
VENECIANO 2: Vuestra
excelencia, señor,
conserve el antiguo amor
que a
los duques de Ferrara
la
república ha tenido
de
Venecia, y manifieste
que es
el duque Alfonso de Este
en
quien ha resplandecido
el
justo agradecimiento,
virtud
que el que es noble precia.
DUQUE: Mi
padre fue de Venecia
capitán, y en cumplimiento
de su amor, es justo siga
con mis
armas y mi tierra
su
facción, y en esta guerra
entre
también en la liga.
VENECIANO 1: Su
capitán general
os hace
la señoría.
DUQUE: Yo haré
que en la Lombardía
quede
su nombre inmortal,
por
más que sus potentados
contra
ella se confederen.
VENECIANO 2: Con
Venecia poco pueden
sus
escuadrones armados.
VENECIANO 1: La
principal condición
que
habéis, señor, de guardar,
es que
nunca habéis de dar
por
ningún caso o razón
favor a los foragidos
de
Venecia, y los que están
en
Ferrara se echarán,
dentro
de ocho días cumplidos
de
todo el estado vuestro.
DUQUE: Así lo
prometo y juro.
VENECIANO 1: Por
tener aquí seguro
y estar
tan cerca del nuestro
vuestro estado, han sucedido
mil
libertades y insultos
que
tiene Ferrara ocultos,
hasta
haber un foragido
dado
muerte a Filiberto,
hijo
del dux.
DUQUE:
¡Caso grave!
VENECIANO 2: Si
acaso alguno de él sabe,
y le
lleva, vivo o muerto,
la
señoría perdona
cualquiera delito o yerro,
alzando
cualquier destierro
a quien
le entregue en persona,
y dándole juntamente
diez
mil escudos.
DUQUE: Con eso
presto
le llevarán preso,
porque
en su busca la gente,
si
tan grande el premio es,
no
perdonará lugar,
y mal
se podrá escapar
buscándole el interés.
A lo
menos en mi estado
no será
favorecido
él ni
ningún foragido.
VENECIANO 1: Aqueso
pide el senado.
DUQUE: Échese
un bando esta tarde
de que
salgan de Ferrara
cuantos
defiende y ampara.
CRIADO: Haráse
así.
DUQUE:
El cielo os guarde.
Vanse los VENECIANOS
DUQUE: Las
paces y la amistad
de Venecia le ha importado
a mi
venturoso Estado
toda su
seguridad;
que
es Venecia un enemigo
que a
reyes pone temor,
y ha
mostrado su valor
cuán
útil es para amigo.
Sale LISAURO con la espada desnuda
LISAURO:
Excelentísimo Alfonso,
digno
duque de Ferrara,
gloria
de la sangre estense,
luz del
mundo y sol de Italia,
si el
príncipe es aquel árbol
que el
rey Nabuco soñaba,
a cuya
sombra y favor
tantos
se arriman y amparan,
príncipe eres y árbol noble,
en cuyas ilustres ramas,
contra borrascas de injurias,
amparo afligidos hallan,
ciudadano de Venecia
soy y
blanco de desgracias.
Lisauro
tengo por nombre
y mi
desdicha por patria.
Nobleza
heredé y hacienda,
que, aunque una y otra medianas,
aumenté
con mercancías,
que dan
su provecho avaras.
Dióme
el cielo por consorte
la
misma virtud y gracia;
hermosa
para discreta,
y para
mujer honrada.
De
quince años logró amor,
por
fruto y primicia casta,
una
hija en la hermosura
y
virtud su semejanza.
Vivimos
los tres tres lustros
con la
dulce consonancia
que
hace la paz conyugal
entre
dos conformes almas,
sin
mezclar el descontento
su
aborrecible cizaña
en los
sembrados del gusto
que
amor recíproco guarda.
Cansóse
de esto la envidia,
y la
ociosidad liviana
de la
juventud lasciva
tocó
contra mi honra el arma.
Filiberto, hijo del dux
de
Venecia, dando entrada
a imposibles pensamientos
y
inútiles esperanzas,
vio a
mi Fulgencia, y siguióse
tras el
verla desearla,
tras
desear pretenderla
y tras
pretender rondarla.
Porque
como amor es yerro,
sus
eslabones enlaza
de este
modo, que los vicios
unos a
otros se llaman.
Pero
fue intentar Nembrot
escalar
las naves altas,
llegar
Tántalo a la fruta
y
alcanzar sediento el agua,
el
conquistar su firmeza
y
combatir su constancia,
que no
teme tiros torpes
................. [ -a-a]
Llegó a
tanto su licencia,
por ser
su locura tanta,
que en
mi ausencia pretendió...
¿dirélo, cielos?...forzarla.
Mas,
como el vicio es cobarde,
prevalecieron las armas
de la
virtud invencible;
echó a
Tarquino de casa
más
honrada que Lucrecia,
que no
es disculpa una daga
a
consentimientos necios
que de
cualquier modo infaman.
Entré
yo entonces en ella,
halléla
triste y turbada,
recibióme con suspiros
y
preguntando la causa
fue, si
hasta allí en encubrirla
discreta, en decirla sabia,
que de
algún modo consiente
mujer
que a tal tiempo calla.
Pidióme
que la sacase
de su
peligro y mi patria,
conjuró
mi justo enojo,
y como
si se comprara
la paz
a peso de perlas,
lloraron sus ojos tantas,
que las
bebí para dar
con
ellas píctima al alma.
Soseguéla y soseguéme,
que la
ira desbarata
las
leyes de la prudencia
y triunfos de la templanza.
Fui a
buscar a Filiberto;
entré
en el palacio y casa
del
dux, llegué comedido,
pedí
con nobles palabras
reprimiese intentos mozos,
cortando a esperanzas vanas
pasos que pisan honores
y lenguas que ofenden famas.
No obligó mi cortesía,
................... [ -a-a]
que lo
que al cuerdo refrena
al
necio enciende y abrasa;
pues
aun no me dio en respuesta
excusas
acaloradas
con
palabras comedidas
que
valen hoy tan baratas.
Díjome,
y para que yo
lo
diga, pongo la cara
y los ojos en el suelo...
díjome, en fin, en mis barbas
que con pretender mi
esposa
y con
pasear mi casa
más
honra que merecía
mi
humilde sangre me daba;
que si
el recato hasta allí
tuvo sus gustos a raya,
daría rienda desde
entonces
a la
pasión desbocada.
Juzga
tú, príncipe invicto,
si a
tan bárbaras palabras
y
descorteses injurias
fuera
la paciencia infamia;
volvió
por mí la razón,
y
desnudando las armas,
dos
veces abrió salida
a su
vida mi venganza.
Alborotóse
Venecia,
y toda
ella conjurada
contra
mi honor defendido,
que al
poder todos le amparan.
"Prendedle," decían a voces;
mas
cuando en tropel llegaban
los ministros
codiciosos,
arrojándoles la capa,
como a
toros, de la hacienda,
tomé en
la boca la espada,
y hecho
mi sagrado el mar,
la vida
entregué a sus aguas.
Llegué,
a pesar de los tiros,
voces,
góndolas, pedradas,
a una
nave ginovesa
que a
la boca de la barra
a los
vientos daba velas
y dio
ayuda a mi desgracia,
deuda
al agradecimiento
y a su
valor nuevas alas.
Llegué a Rovigo, y en él,
rindiéndole justas gracias,
pedí me echasen a tierra,
parando al fin en
Ferrara,
asilo
de desdichados,
porque
de mi esposa amada
el
amar, no da licencia
que me
aleje de mi patria.
De toda
mi larga hacienda
sólo me
queda esta espada
y esta
vida, excelso duque,
que de
tu sombra se ampara;
empléala en tu servicio
y
defiende la venganza
de un
agraviado marido
y una
mujer injuriada.
DUQUE: No hay para un hidalgo pecho
cosa más dura y pesada
como el ver necesidades
y no poder remediarlas.
La vuestra me ha enternecido
de suerte, que si llegara
no ha media hora a mi noticia,
no admitiera por su causa
las paces que ha establecido
la señoría veneciana
conmigo, aunque de no hacerlas
mi persona aventurara.
Una de las condiciones
prometidas y juradas
es no admitir foragidos
y mandar que luego salgan
cuantos están de Venecia
en mis estados; ahora acaban
de irse los embajadores.
Culpad a vuestra desgracia
y guardad vuestra persona,
porque al que la entregue,
mandan
diez mil escudos de oro,
perdonan delitos y alzan
cualquiera pena y destierro.
Ciudades hay en Italia
donde podéis, disfrazado,
esperar en las mudanzas
del tiempo y de la fortuna,
porque en toda esta comarca
os buscan diez mil escudos,
y uno para hallarlos basta.
Corrido estoy por ser ésta
la primera vez que hallan
necesidades de vida
en mí las puertas cerradas.
Mas, para aliviar en parte
las que la pobreza os causan,
que a las de la misma muerte
o se aventajan o igualan,
tomad aqueste diamante,
y perdonad que le faltan,
cuando no puedo dar obras,
al sentimiento, palabras.
Vase
el DUQUE
LISAURO: ¡Oh generoso valor
qué bien disfrazado dejas
con dádivas tu rigor,
pues abres puertas á quejas
y echas candados de amor!
Despides y favoreces,
niegas para consolar,
y si severo pareces
con una mano al negar,
diamantes con otra ofreces.
Mi desdicha me destierra,
no tu valor celebrado,
que, como ella me hace guerra,
vengo a ser tan desdichado
que aun no me admite la tierra.
Sale
CANDADO
CANDADO: En busca de mi señor
salgo huyendo de Venecia,
donde el popular furor
muestra lo mucho en que precia
al interés bullidor.
No sé dónde irle a buscar;
mas no hay cosa que más sobre
en cualquier parte o lugar
que el hombre necio y el pobre.
Oobre es, yo le vendré a hallar.
LISAURO: ¡Candado!
CANDADO: ¡Miren qué presto
pareció! ¿Qué haces aquí,
si el precio sabes que ha puesto
Venecia, y que anda tras ti
por acá el vulgo molesto?
Huye, quedan un tesoro
a quien te llevare allá,
y el interés sin decoro
ya ves cómo correrá
con diez mil pies, y esos de
oro.
LISAURO: No hagas caso de mi vida;
de mi Fulgencia me di.
¿Llora mucho? ¿está afligida?
CANDADO: Ya lo ves, como sin ti,
sin hacienda y perseguida
no le ha dejado un rincón
la justicia en que vivir.
LISAURO: ¿Tales mis contrarios son?
CANDADO: Ni una cama en que dormir.
LISAURO: ¡Ay prenda del corazón!
CANDADO: Con una hija casadera
a cuestas, ya tú verás
lo que teme y lo que espera,
la que ya no tiene más
de esta hacienda. Si ella fuera
madre al uso no quedara
tan pobre, que puesta tienda
su daño no remediara,
pues no es la peor hacienda
una hija de buena cara.
¡Mas bonita es mi señora,
en medio de su pobreza!
Sólo tus peligros llora,
siendo un mármol en firmeza.
LISAURO: No en vano el alma la adora.
Mas deudos tiene presentes
que la acudan.
CANDADO: ¡Desatino
indigno de hombres prudentes!
Siempre el pobre es peregrino
que está sin tierra y parientes.
Si se quiere socorrer
de sus parientes, Fulgencia,
aunque más llegue a tener,
negarán la descendencia
de Adán, por no la valer.
No fíes de su favor
ni esperanza de ellos cobres,
porque igualmente el mejor
recibe, cuando son pobres,
deudos y deudas, señor.
LISAURO: Si esos faltan, allá dejo
amigos que acudirán
a mi esposa.
CANDADO: Mal consejo
tus esperanzas te dan.
¿El amigo no es espejo
de su amigo?
LISAURO: Y muy seguro.
CANDADO: Pues si es espejo el más fiel,
como de ti conjeturo,
¿podráste mirar en él
puesto el espejo en lo escuro?
Di que no, no estés perplejo.
Pues así es la amistad,
porque el amigo más viejo,
en viendo la oscuridad
del trabajo, no es espejo.
LISAURO: Candado, ya la amistad
de la corte se retira
al destierro y soledad
que allá reina la mentira
y aquí vive la verdad.
No me espanto que haya
hallado
mi desdicha ayuda en ti,
que es tu patria el despoblado,
y a la amistad como a mí
noblemente has hospedado.
Yo he de volver aunque muera
a Venecia, por sacar
mi esposa querida afuera;
trazas sabe el amor dar
para todo.
CANDADO: Ésa es quimera.
LISAURO: Muchas hace el firme amante.
CANDADO: Señor, tu intento reporta.
LISAURO: Con un disfraz importante
probaré mi dicha corta,
y si vendo este diamante,
remediaré de algún modo
de mi esposa el mal sin tasa.
CANDADO: A seguirte me acomodo.
LISAURO: Es ciego, por todo pasa
amor y lo abrasa todo.
Vanse. Salen FULGENCIA y EFIGENCIA
EFIGENCIA: Siquiera por el amor
que me tienes, será bien
que treguas tus ojos den
a tu llanto y mi dolor.
Mira que tengo temor
que, siendo de ti homicida,
he de quedar combatida
de quien tu fama atropella.
Cuando no por mí, por ella
es bien conservar tu vida.
Si el peligroso recelo
de mi padre te acobarda,
no temas, pues, que le guarda
su razón y el justo cielo.
Si te causa desconsuelo
el dejarme a mí en pobreza
desigual a tu nobleza,
eso no te dé temor,
pues para dote el mejor
es tu invencible firmeza.
FULGENCIA: ¡Ay Efigencia, retrato
del padre que el ser te dio,
su discreción te dejó,
que es de tu virtud ornato!
¿Qué importa que el tiempo
ingrato
y aquesta persecución
haya hecho ejecución
en mis bienes, males ya,
pues quitarte no podrá
bienes que del alma son?.
Tu discreción resucita
mi esperanza con pensar
que no la puede quitar
el que la hacienda nos quita.
La crueldad nos necesita
de Lelio, mas será vana
su intención necia y tirana,
porque contra su torpeza
es mi honra fortaleza
que por hambre no se gana.
EFIGENCIA: No digas de Lelio mal,
madre, si me quieres bien,
que, aunque es justo tu desdén,
le tengo amor inmortal.
Cuando casi era su igual
en hacienda y en valor,
del alma le hice señor,
deseando ser su prenda;
hanos quitado la hacienda
y hame dejado el amor.
Sin la hacienda no me
atrevo
a decirle que le adoro,
que amor caza con el oro
que en las flechas trae por cebo;
callando su rigor pruebo,
que el Amor que está desnudo,
si es ciego, también es mudo,
y si a ti se manifiesta,
una voluntad honesta
es la que obligarme pudo.
FULGENCIA: Pero
¿qué es esto? ¡ay de mí!
A su
combate ordinario
viene
mi torpe contrario.
Salen LELIO y
MARCIO
EFIGENCIA: (¡Ojalá
fuera por mí!) Aparte
LELIO: Marcio,
Fulgencia está aquí,
ya
tiemblo y desconfío.
Amado
tormento mío,
¿hasta
cuándo imitarás
en no
volver paso atrás
al
tiempo veloz y al río?
En la tormenta aligera,
quien
no se quiere anegar,
la
nave, arrojando al mar
la
hacienda, que su muerte era.
Bella
ingrata, ¿quién creyera
que
echando al mar mi venganza
tu hacienda, menos bonanza
hallara
en ti mi deseo,
pues
cuando estás pobre veo
que se
anega mi esperanza?
Háblame, que me maltratas
en
silencio; amada fiera,
dame palabras siquiera,
pues
valen hoy tan baratas.
Piedra
muda que me matas
callando por que pregone
tu
crueldad; mas ¿quién me pone
temor?
Seré mi homicida,
Saca la daga
quizá al quitarme la vida
me
dirás Dios te perdone.
MARCIO:
Lelio, ¿estás loco?
EFIGENCIA: Señor,
sosegaos, que no sabéis
cuantas
vidas quitaréis
si os
mata vuestro furor.
LELIO: ¿Qué,
no te obliga mi amor
ni su
hidalga cortesía,
bronce
duro, piedra fría?
Dame
una mano no más,
que con
ella aplacarás
parte
de la pena mía.
Ni
que a Lisauro se ofenda
ni que
tu honor pierdas pido,
yo te
daré a tu marido;
yo te
volveré tu hacienda
si me
das, hermosa prenda,
una
mano.
EFIGENCIA: (En ella os diera Aparte
el alma
yo, si pudiera.)
LELIO: ¿Qué
rigor te enmudeció?
Háblame
y dime de no
porque
consolado muera.
Si
con lágrimas me venzo,
ten
lástima de que llora
un
hombre.
MARCIO:
Acabad, señora.
LELIO: De
nuevo a penar comienzo
mi
bien, mi mal.
Sale LISAURO
como mercader con una caja como
portugués y muchas cintas de
colores, y CANDADO
detrás como
lencero con un fardo
CANDADO: ¿Compran lienzo:
Cambray, Ruán, Caniguí?
Habla CANDADO
aparte a LISAURO
Mira
cuál ando tras ti.
LISAURO: El amor
todo es quimeras.
¿Compran
tocas, tranzaderas?
(¿Qué
es esto, triste de mí?
Aparte
Lelio mi afrenta procura
y mi
esperanza alborota,
y
continuada una gota
traspasa una peña dura.)
LELIO: Con una
mano asegura
mi
amor, tu esposo y hacienda.
MARCIO: Dale
una mano por prenda
de que
tu rigor se ablanda.
Métese CANDADO
por enmedio de los
dos
CANDADO:
¿Compran tocas, lienzo, Holanda?
LELIO: Nunca
falta quien me ofenda.
Andad con Dios, que no hay
quien
lienzo haya menester.
LISAURO: ¿No
mandástedes ayer
que os
trujese hoy el cambray?
FULGENCIA: ¡Ay,
cielos!
EFIGENCIA: ¿De qué es el ay?
FULGENCIA: Lisauro
y Candado son
causa
de mi confusión
y de su
muerte si aquí
los conocen. ¡Ay de mí!
EFIGENCIA:
Disimula tu pasión,
pues
que vienen disfrazados.
LELIO: ¿De qué
es, Efigencia, el susto
de mi
bien?
EFIGENCIA:
Todo es disgusto
de los
presentes cuidados.
Como en
los tiempos pasados
se vio
tan rica, y ahora
tan pobre se ve que ignora
de
dónde puede sacar
dineros
para comprar
un poco
de lienzo, llora.
LELIO: ¿Por
eso no más? Comprara
una
lágrima mi amor
derramada en mi favor,
aunque
mi hacienda empeñara.
¿Que
hacéis? Ocupad la vara;
comenzá
a medir las dos.
LISAURO:
¿Habéislo de pagar vos?
LELIO: Medid;
no os dé eso cuidado.
LISAURO:
(¿Daréle muerte, Candado?) Aparte
CANDADO:
Midamos, ¡cuerpo de Dios!
.....................
.......................
.......................
.......................
.......................
................... [ -ida]
Y
advierte que sin medida
te
pierdes, si no reparas
que
vendiendo el lienzo a varas
pasas a
dedos la vida.
LISAURO:
Aquésta, señora, es caza.
Hablan aparte
FULGENCIA y LISAURO
FULGENCIA: Mi
bien, en balde será
la que
el interés me da.
LISAURO: Sí,
pero mucho adelgaza.
FULGENCIA: Tiene
muy bellaca hilaza.
LISAURO: ¿Quién?
FULGENCIA:
Nuestro perseguidor,
LISAURO: ¡Ay,
dulce esposa!
FULGENCIA: ¡Ay, amor!
LISAURO: ¿Cómo
estáis?
FULGENCIA:
Como sin ti.
LISAURO: ¿Pobre
y perseguida?
FULGENCIA: Sí.
LISAURO: ¡Sin hacienda!
FULGENCIA:
Y con honor.
....................
.......................
.......................
.......................
.......................
Calla, mi bien.
LISAURO: Desespero.
MARCIO: El
dinero es un tercero
que el
bronce más duro ablanda.
Con
achaque de la holanda
la
puedes dejar dinero,
y
partirte satisfecho
de que
su amor gozarás,
que
hasta recibir no más
resiste
el más firme pecho;
pues
que lo más tienes hecho,
lo
menos traza y ordena.
Pagad
con esta cadena
y estos
doblones ahora
el
lienzo, y después, señora,
con
menos crueldad mi pena.
Echa encima del
fardo la cadena y un bolsillo, y
vanse MARCIO y
LELIO. LISAURO toma el dineroy cadena en
la mano y
dice
LISAURO: ¡Oh,
mal haya el inventor
que del
centro de la tierra
sacó
para hacernos guerra
tu
peligroso valor!
Pestilencia del honor,
por ver
lo que al mundo dañas
te echó a cuestas mil montañas
naturaleza propicia;
pero la
infernal codicia
te sacó
de sus entrañas.
Como
abortivo has nacido
abriendo el vientre en que naces,
que
eres mal nacido y haces
las obras de mal nacido.
El color tienes perdido,
que es
propiedad del traidor
andar
siempre con temor,
por eso
de ti sospecho
que por
los males que has hecho
naces
perdido el color.
Si
eres fuego que a abrasar
vienes
mi fama y sosiego,
para
matar tanto fuego
necesario es todo un mar,
En él
te quiero arrojar;
Arrójalo todo
al vestuario
sus
aguas quema y abrasa,
que si
la pobreza escasa
te da
hospedaje y consiente,
tú eres
tal, que brevemente
te
alzarás con honra y casa.
¡Esposa del alma mía!
¡Efigencia de mis ojos!
FULGENCIA: ¡Dulce paz de mis enojos!
EFIGENCIA: ¡Centro
de nuestra alegría!
LISAURO: Lelio
combate y porfía,
poco
importa ser Lucrecia,
si al fin Tarquino se precia
de que
fue su violador.
FULGENCIA: Pues
¿qué remedio?
LISAURO: El mejor
es
sacarte de Venecia.
FULGENCIA: Esto
¿cómo será ansí,
si a mi
casa ha puesto guarda
la
señoría, que aguarda
prenderte, mi bien, por mí?
No te
detengas aquí,
ni
ofenda tu pensamiento
más mi
casto y noble intento,
que
dando a mi honor quilates
seré
contra sus combates
roca al
mar y torre al viento.
¿Dónde piensas ampararte
de diez
mil contrarios mudos,
digo,
de diez mil escudos,
mi bien, que van a buscarte?
¿Tendrá
el mundo alguna parte
donde
puedas esconderte
del oro
que va a prenderte?
LISAURO: Sí,
Fulgencia; mi sagrado
es la
lealtad de Candado,
asilo contra la muerte.
A
pesar del interés,
su casa
me da favor.
CANDADO:
Disfrazado de pastor
por
verte, vengo cual ves,
hecho
un asno portugués.
FULGENCIA: Ejemplo
de lealtad
serás.
CANDADO:
Prólogos dejad
y
vámonos, que es crüel
el peso
de este fardel.
LISAURO: Este
diamante tomad,
Fulgencia, porque en la fe
de
vuestra lealtad se engaste,
que no
habrá quien os contraste
si le
imitáis; dueño fue
suyo un
duque en quien se ve
la
magnificencia rara
de su
sangre ilustre y clara,
y yo
espero, esposa, en Dios,
que
tendrá el valor en vos
que en
el duque de Ferrara.
.....................[ -ida]
..........................
..........................
....................... [-ida]
FULGENCIA: ¿Qué?
¿Os vais, señor de mi vida?
LISAURO: A veros
vendrá Candado
cada
día.
FULGENCIA:
Con cuidado
quedo,
hasta saber que estáis
libre
del riesgo en que vais.
LISAURO: Mayor
el vuestro me ha dado.
¿Dejaréisme?
FULGENCIA:
Es imposible.
LISAURO: ¿Si os
persiguen?
FULGENCIA: Resistir.
LISAURO: ¿Hasta
cuándo?
FULGENCIA:
Hasta morir.
LISAURO: ¡Gran
fortaleza!
FULGENCIA: Invencible.
LISAURO: ¡Que os
dejo!
FULGENCIA:
¡Pena terrible!
LISAURO: ¡Que os
quedáis!
FULGENCIA:
Quedáis en mí.
LISAURO: ¿Sois mi esposa?
FULGENCIA: Mi bien, sí.
LISAURO: ¿A
quién amáis?
FULGENCIA: Sólo a vos.
LISAURO: ¡Ay mi
bien, adiós!
FULGENCIA: Adiós.
CANDADO:
¡Compren lienzo, caniquí!
Vanse
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