Salen LISAURO
de labrador y CANDADO
LISAURO: No
pongo en cosa, Candado,
mi
gusto que me le dé;
contra
mí se ha conjurado
todo el
mundo, ¿adónde iré
para no
ser desdichado?
Que
la amistad ponga trato
con el
interés, ya ha sido
ley del
mundo sin recato
no me
espanta del olvido
del
amigo que es ingrato.
Pero
que también persigan
las
cosas inanimadas,
a un
desdichado, y que sigan
leyes
en vicio fundadas,
que a
la ingratitud obligan,
esto
me asombra y me espanta;
hasta
la tierra que piso
parece
que se levanta
contra
mí. Cuanto diviso,
aire,
fruto, piedra, planta,
parece que se conjura
y con
semblante inclemente
huye de
mi desventura.
Para mí
llora la fuente
cuando
reírse procura.
Ya
en tu casa me aborrecen
tus hijos y tu mujer;
mis desdichas lo merecen.
CANDADO: ¿Pues qué hicieran a saber
quién
eres y lo que ofrecen
los
que tu ventura escasa
persiguen?
LISAURO:
Tu esposa dice
que
desde que entré en tu casa
cuanto
tiene es infelice:
los
trigos el cierzo abrasa,
cómese el lobo al ganado,
y, en
fin, viñas, prados, gente,
todo
por mí ha desmedrado.
CANDADO:
Parécense extrañamente
la tiña
y el desdichado.
Como
es la mala fortuna
tiña y
peste, donde llega
no deja
cosa ninguna,
sarna
que luego se pega
su
contagión importuna.
Pero
si en tiempo apestado
se
conoce la lealtad
del
amigo y del criado
y es
peste tu enfermedad,
no te
ha de dejar Candado,
por
más que el tiempo crüel
apartarme de ti crea,
pues cuando por ti y por
él,
rico y dichoso no sea,
a lo
menos seré fiel.
Candado soy y cerrado
para
guardarte, y aunque eres
infeliz
y desdichado,
mientras
que tú no la abrieres,
mi
lealtad va con candado.
Mira
del modo que intentas
favorecer a tu esposa;
porque
con nuevas tormentas
la
riqueza poderosa
maquina
trazas violentas.
Lelio, que por bien no alcanza
la
posesión de su amor,
abre
puerta a la venganza,
y en
los brazos del rigor
alimenta su esperanza.
Porque
no pueda salir
de
Venecia, hace guardar
su
casa, sin permitir
irla
nadie a visitar.
LISAURO: Menos
mal fuera morir.
Pues
¿qué come, si es que tiene
ya mi
esposa que comer?
Todo
contrario me viene;
¿luego
no podrá vender
el
diamante?
CANDADO:
Ni conviene,
que
quien le quitó la hacienda
mejor
quitará el diamante.
LISAURO: ¡Ay cara y hermosa prenda!
Muera
tu esposo delante
de tus
ojos y no ofenda
mi
desdicha de esa suerte
tu
constancia no rendida;
yo voy
a morir y a verte,
que por
remediar tu vida
quiero
que me den la muerte.
CANDADO:
¿Estás sin seso, señor?
LISAURO: Morir
quiero.
CANDADO:
Desear
la
muerte más es temor
y
flaqueza que alcanzar
nombre digno de valor.
LISAURO: ¿No
podré ver a Fulgencia
otra
vez dando disfraz
que me
lleve a su presencia?
CANDADO: Nunca
el capitán sagaz
tienta,
si tiene prudencia,
la fortuna poco fuerte
dos
veces, porque si funda
en la
primera su suerte,
suele
estar en la segunda
la
celada de su muerte.
Yo
iré a Venecia cual suelo,
que soy
menos conocido
y me es
más piadoso el cielo.
Del
carbón que hemos cocido
haré
cargas, venderélo,
y
dándole el precio de él
a
Fulgencia, que conmigo
no será
Lelio crüel,
ni
creerá que a un su enemigo
cubre
mi tosco buriel.
Dándome entrada segura
remediaré su pobreza,
daré
alivio a su hermosura,
y
alentaré su firmeza
mientras tu destino dura.
Esto
quiero, y es razón
que
aqueste gusto me des.
LISAURO: ¡Ay
leal Efestión!
Ni te
vence el interés
ni te
obliga la opinión
de la fingida amistad;
quisiera Alejandro ser
para
pagar tu lealtad.
CANDADO: El
carbón voy a poner;
hoy
entrará en la ciudad,
sufre tu infeliz estado;
que
aquél, si fuere animoso
estará,
aunque despreciado,
más
cerca de ser dichoso
que
fuese más desdichado.
Vase
LISAURO:
Correspondencias y tratos
en
Italia tenía yo,
con mercaderes que, ingratos,
la
necesidad buscó
sus
partidas y contratos.
Pues
si es verdad lo que digo,
los
amigos, ¿dónde están,
que
siempre andaban conmigo?
Mas las hormigas no van
a las eras si no hay trigo.
El que ve la
golondrina
en el
verano labrar
casa
firme, ¿no imagina
cuán de
asiento quiere estar
por su
huéspeda y vecina?
¿No
parece el nido eterno
que ha
fortalecido tanto?
¿No le
alegra el canto tierno?
Pues
nido, hospedaje y canto
todo lo
deja al invierno;
que me quejo, pues, en vano
si mi
invierno va conmigo.
Faltó
el sol y faltó el grano;
si es
golondrina el amigo,
él
volverá en el verano.
Sale VERINO Y
DIODORO
VERINO: El duque
de nuevo ha echado
de
Ferrara a los bandidos
que
Venecia ha desterrado;
y así
somos compelidos
a sacar
de aqueste estado
a
nuestro padre Honorato,
cuya
vejez afligida
remediar, Diódoro, trato.
DIODORO: ¿Cómo,
si contra su vida
se
conjura el cielo ingrato?
VERINO: Rico
en Ferrara vivía
con el
crédito y hacienda
que por
Lisauro tenía,
cuya nobleza no ofenda
jamás
la Fortuna impía.
Pero
hala vuelto a perder
como el
crédito ha faltado
de
Lisauro, y no ha de haber
otro
Lisauro estimado
que le vuelva a socorrer.
También él anda por todo
desterrado y afligido,
y,
aunque donde habita ignoro,
por su
vida ha prometido
diez
mil escudos de oro
el
veneciano senado,
volviendo a la patria y tierra
a
cualquiera desterrado
que le
lleve.
LISAURO:
(¡Tanta guerra, Aparte
cielos,
contra un desdichado!
Pero
¿qué es esto? ¿No veo
a
Diodoro y a Verino?
O me
engaña mi deseo
o en
ellos el favor vino
que en
otros hallar no creo.
A su
padre di la vida
con la
hacienda y libertad
que
ahora lloro perdida.
¿Es
mucho de esta amistad
que los
réditos les pida?)
Quiero llegar.
DIODORO: Avisado
está mi
padre que aquí
venga a
hablarnos.
LISAURO: (Ea, cuidado, Aparte
¿qué
teméis? ¿Llegaré? Sí
Mas no,
que soy desdichado.
Y
aunque Verino y Diodoro
de mi
amistad son testigos,
lo que en ellos tengo ignoro,
que más
querrán por amigos
diez
mil ducados de oro.)
DIODORO:
¿Eres Lisauro?
LISAURO: Solía;
ya soy
pelota del tiempo
que
hasta el cielo subía
sirviendo de pasatiempo
a la
Fortuna algún día.
Ya
me ha abatido de traza
que,
despedazada y rota,
según
lo que me amenaza,
si del
tiempo fui pelota,
ya soy
de la muerte chaza.
De
cuantos amigos tengo,
o por
mejor decir, tuve,
sólo a
descubrirme vengo
a los
dos. Dudoso estuve;
mas ya
mi dicha prevengo
en vosotros, que el valor
que os
ilustra y ennoblece
y el
ofrecido favor
a
vuestro padre, merece
que
satisfagáis mi amor.
VERINO: La
mayor satisfacción,
Lisauro,
es la natural;
a esto
inclina la razón
y la
deuda filïal,
que es
precisa obligación.
Mi
padre está desterrado;
a quien
te lleve a Venecia
vivo,
el destierro han alzado;
en
tanto, Lisauro, precia
darte
la muerte el Senado.
Cógenle por
detrás y átanle a un
árbol
DIODORO:
Perdona, que a la amistad
siempre
el amor se antepone
del
padre.
LISAURO:
¡Ah infames! Soltad,
si no
queréis que pregone
la fama
vuestra crueldad.
Siquiera por descubrirme
a los dos y por fïarme
de vuestra lealtad no
firme
habíades de guardarme,
no
prenderme y perseguirme.
VERINO:
Somos hijos; el amor
puede
más que la amistad;
mi
padre pide favor.
LISAURO: ¿Y esto
es darle libertad?
Infamia diréis mejor,
y si
a la experiencia llego
de ver
pagar mal por bien,
desde
hoy diga el vulgo ciego,
"Haz mal sin mirar a quien,
haz
bien y guárdate luego."
Sale HONORATO
HONORATO: Aquí
mis hijos dijeron
que me
esperaban.
LISAURO: Atad
manos
que tan sueltas fueron
que su
hacienda y libertad
av
uestro padre ofrecieron.
HONORATO:
Hijos, ¿qué es esto?
DIODORO: Señor,
ya el
cielo ocasión ha dado
con
que, por nuestro favor,
a
Venecia restaurado
goces
tu hacienda y valor.
El senado ha prometido
libertad al que entregare
a
Lisauro foragido
y vivo
allá le llevare.
Hánosle
el cielo ofrecido
aquí, y aunque formes quejas
de que
le pagamos mal,
deudas y amistades viejas,
la obligación natural
nos cierra al fin las
orejas.
HONORATO: ¡A
poder desengendraros,
infames, por honra mía,
el ser
volviera a quitaros
que os
di! ¡Maldito sea el día
que
hijos pude llamaros!
¿La
vida que tengo yo
y la
vuestra no es toda una?
Pluguiera al cielo que no,
a pesar
de la Fortuna.
¿Lisauro no me la dio?
Pues
¿será paga debida,
desconocidos, villanos,
que
vida que dio la vida
a un
padre y a dos hermanos
hoy por
ellos sea vendida?
¿La vida ponéis en venta
de
Lisaura? ¿La lealtad
del
mundo que honrarle intenta?
¿Esto
es darme libertad
o es
darme perpetua afrenta?
¿Con
qué cara podré yo
a mi patria restaurado
ir?
Éste es quien vendió
ingratamente al senado
al que
la vida le dio.
¿Ya tenéis las lenguas mudas?
Pero si, que en tales
tratos
os convencerán mis dudas;
símbolos de los ingratos,
con
vosotros ya hay tres Judas.
¿Quién pudiera con dos lazos
daros
la muerte como a él?
Desate
mi amor los brazos,
Lisauro, de este cordel
para
que me den abrazos.
Desátale y dale
una espada
Y
para que aquesta espada
cobre
venganza debida,
su
muerte es bien empleada.
No son
mis hijos, la vida
les
quitad ya deshonrada.
LISAURO: A
tal nobleza y valor
no hay
satisfacción ni precio.
Con los
brazos es mejor
pagaros. El celo necio
de vuestros hijos fue amor.
Y aunque no hay obligación
natural por quien la
cuadre
a hacer
al hijo traición,
hijos
de tan noble padre
merecen
por él perdón.
Yo
os le doy, escarmentado
en mí
mismo; y porque siente
pena y
vergüenza el culpado
siempre
que tiene presente
a
persona que ha injuriado,
quiero con vuestra licencia
partirme.
HONORATO:
Cifróse en vos
la
lealtad y la prudencia.
LISAURO: Amigos,
adiós.
HONORATO: Adiós.
LISAURO: ¡Ay mi
querida Fulgencia!
Vase
HONORATO:
Quitaos delante de mí
afrenta de la virtud,
y de la
sangre que os di,
centro
de la ingratitud,
y no os
llaméis desde aquí
mis
hijos, que no merece
tal
nombre vuestra traición.
VERINO: Cordura
el callar parece
que
convence la razón.
DIODORO: Y la
traición enmudece.
Vanse. Salen LELIO y MARCIO
LELIO: He
publicado que Lisauro es muerto
y por
Venecia corre aquesta fama,
tanto
que no hay persona que por cierto
no la
publique.
MARCIO:
¡Pobre de quien ama!
LELIO: Antes
espero así salir al puerto
de mi
esperanza y obligar mi dama
a que,
muerto su esposo y mi enemigo,
su mal
remedie por casar conmigo.
Fingiré desposarme en secreto,
que en
público, recién muerto su esposo,
querrá
guardarle el luto y el respeto
a las
lenguas del vulgo licencioso;
y si
una vez mi amor pongo en efecto
y
aplaco aqueste fuego riguroso
que
entre esperanzas leves, entretengo
gozo a
Fulgencia y a mi hermano vengo.
MARCIO: La
traza es extremada, aunque indecente
a tu
valor.
LELIO:
¿Decencias, Marcio, pides?
¿No
sabes que es amor guerra inclemente
y que
en guerra son lícitos ardides?
No
repares en ese inconveniente
si con
la vara del peligro mides
el que
corre mi vida en verdes años,
si a
Fulgencia no gozan mis engaños.
Aquí
sus ojos vierten el tesoro
de las
Indias del sur de su hermosura
por su
fingido muerto; aquí la adoro,
y aquí
mi amor su libertad procura.
MARCIO: Quien
llora perlas, si con lienzos de oro
enjuga
el llanto, juzgará aventura
por
quien el oro la ofreció el verterlas,
porque son muy parientes oro y
perlas.
Pero a Efigencia, que
a su madre imita
en la
virtud, belleza y en el llanto,
sale al
encuentro.
Sale EFIGENCIA
EFIGENCIA:
(Amor, ¿cómo no os quita Aparte
el
poder que tenéis tormento tanto?
¿Al que
mató a mi padre y solicita
a mi
madre adoráis? ¡Parece encanto!
Un
padre muerto lloran mis desvelos;
Lelio
me causa amor, mi madre celos.
Pero
presente tengo a mi enemigo,
si así
llamar a quien adoro puedo.
Amor enredador, sed vos conmigo,
que me importa la vida cierto
enredo.)
LELIO: Bella
Efigencia, si por vos no obligo
a
vuestra madre, sin remedio quedo.
Vuestro
padre murió; Fulgencia hermosa
os pude
remediar siendo mi esposa.
EFIGENCIA:
Débéisme, Lelio, tanto, que he antepuesto
a mi
difunto padre vuestro gusto;
mi
madre por mi causa...
LELIO: Decid presto.
EFIGENCIA: En
medio de sus penas y disgusto
admite
vuestro amor casto y honesto.
LELIO: ¡Oh
nueva venturosa, oh premio justo
de
Jacob por Raquel perseverante!
¡Oh
venturoso fin de un firme amante!
EFIGENCIA: En
respuesta del vuestro, Lelio, envía
este papel,
no de su propia mano,
que no
quiere dar muestras en un día
tan
grandes, que su amor llaméis tirano;
pero
bastan que vengan de la mía.
LELIO: ¡Qué
tal escucho, cielo soberano!
MARCIO: ¿No te
lo dije yo? ¿Ves como el oro
enjuga
perlas?
LELIO:
De contento lloro.
EFIGENCIA: Este
diamante solo que ha quedado
perseverante entre la mucha hacienda
que nos
hizo quitar dux y senado,
sin que
su amor permita que se venda,
también
os le presenta.
LELIO: ¡Ya he llegado
al
colmo de mi dicha! ¡Oh rica prenda!
No por
la clara luz que en ti el sol cría,
sino
por el valor de quien te envía
la
boca pongo en ti una y mil veces.
EFIGENCIA: Fue la
joya primera que mi padre
la dio,
y en fe que suceder mereces
en su
amor y lugar, la da mi madre.
LELIO: Esta
cadena toma, pues me ofreces
tal
dicha, tanto bien; y porque os cuadre
mi gozo
a todos; escuchad ahora
lo que
escribe Fulgencia, mi señora.
Lee
"A
tanta perseverancia vuestra y desdicha
mía no
me puedo persuadir sino que el
cielo
está de vuestra parte y quiere que,
muerto
mi señor y esposo, sucedáis en su
lugar y
amor. Temeridad será el resistirle;
mas
sólo os suplico deis lugar a que el
sentimiento y luto cumpla con la obligación
que le
tengo y con las lenguas del vulgo,
que
bien podéis entretener deseos con
esperanzas
tan ciertas como la firmeza de
este
diamante, única prenda y bien estimada
de mi
primer esposo y ahora del que ha de
serlo
segundo. No escribo de mi mano,
porque
hasta dárosla tiembla de vergüenza.
Guárdeos el cielo y hágaos más dichoso que
vuestro
antecesor. Vuestra, Fulgencia."
¡Oh
letras venturosas, breve suma
de la
vitoria que mi dicha pinta!
¡Bendiga el cielo al que inventó la pluma,
el que
el papel halló, letras y tinta;
jamas
el tiempo viciador consuma
su
nombre ilustre, sino que en sucinta
y breve
historia en bronce esculpa y grabe
su nombre ilustre y su memoria
alabe!
MARCIO: A tu
dama celebra y deja ahora
las
letras, el papel y su alabanza.
LELIO: ¿Que
Fulgencia, Efigencia, es mi señora?
¿Que el
premio ofrece ser de mi esperanza?
A no
temer el alma que la adora
los
daños y el rigor de una tardanza,
perdiera el seso quien su amor contempla.
EFIGENCIA: Por eso
el gusto con pesares templa;
pero
no tanto, Lelio, que te impida
el
hablarla esta noche; si la ruegas
que de
la luna el resplandor despida,
y, pues
Amor es ciego, venga a ciegas,
yo haré
que a una ventana prevenida
puedas
hablarla, si a las doce llegas
con la
traza que pide el que es discreto.
LELIO:
Solícito vendré, solo y secreto.
EFIGENCIA: Pues
vete ahora, y quita inconvenientes
de
quien aquí te viere tan contento.
LELIO: Bien dices; tus consejos son prudentes,
grande es; mi obligación,
un casamiento
ilustre
te prometo. Adiós.
Vanse LELIO y
MARCIO
EFIGENCIA: No intentes
darme otro
esposo sino el que yo intento,
que es
a ti mismo. Amor ciego y desnudo,
a
enredos ciegos das un ciego nudo.
Adoro a Lelio, y finjo que mi madre
por
esposo le admite, cuando llora
más que Aganipe por mi muerto padre,
y más
que por Memón la fresca Aurora.
En su
nombre escribí, que aunque me cuadre
fama y
nombre, desde hoy, de enredadora,
ya
sabemos que amor no tiene hazañas,
sino
solos enredos y marañas.
El
diamante la hurté, que, en fin, no es nuevo
ser
ladrón el Amor; si a ser mi esposo
le
obligo, aquesta noche el premio llevo
que merece un ingenio cauteloso.
Quiérole mucho. A mucho, Amor, me atrevo.
Grande es mi ingenio,
pero provechoso;
pues si
es mi dueño Lelio, de Lisauro
guardo
el honor y su valor restauro.
Vase. Salen JULIO y DECIO y CANDADO
asido
JULIO: De
Lisauro sois criado
y
cómplice en su delito.
CANDADO: Lo
primero yo lo admito,
lo
segundo os ha engañado;
por
que yo ni a nadie he muerto
ni hice
tal bellaquería.
DECIO: ¿No
huisteis con él el día
que dio
muerte a Filiberto?
CANDADO:
¡Válanos Dios! Yo no huí,
sino
viendo que quedaba
sin amo
y que, se escapaba,
a mi
aldea me volví,
y
ahora traigo carbón
que
vender.
JULIO:
Venga al senado,
que eso
es mentira.
CANDADO: (Candado, Aparte
ya
estás en la tentación.)
JULIO: El
dux lo manda; ea, andemos.
Salen LELIO y
MARCIO
LELIO: Marcio,
no ama quien es cuerdo;
de
contento el seso pierdo.
MARCIO: El
Amor, todo es extremos.
LELIO: ¿Qué
es esto?
CANDADO: Señor: yo soy,
o fuí,
si a decirlo acierto,
criado
antaño del muerto
Lisauro. Hele visto yo
finar, y vengo a cobrar
lo que
el dux ha prometido
a quien
hubiere sabido
su
muerte. Entré en el lugar
y,
apenas en él me vi,
cuando aquestos dos alanos
me echaron ambas las manos;
hacen presa y pinta en mí.
LELIO:
¿Morir a Lisauro has visto?
CANDADO: Sí,
señor, por estos ojos
que tien de comer gorgojos;
ya habrá cenado con
Cristo.
LELIO:
Marcio, ¿hay ventura mayor?
¿Que la
muerte que he fingido
verdadera haya salido?
MARCIO: Está de
tu parte Amor.
No
me espanto.
LELIO: En mi servicio
quiero
que estés desde hoy;
dueño
de Fulgencia soy
y ser tu dueño codicio.
Que
si a Lisauro sucedo
y es mi
esposa su mujer,
desde hoy le he de parecer
en todo.
CANDADO:
Con vos me quedo.
Mas ¿qué decís de Fulgencia?
LELIO: Que es
mi esposa y mi bien ya.
CANDADO: ¿La
viuda?
MARCIO:
Claro está.
CANDADO: ¿Pues
no es cargo de conciencia
que
tan presto olvide el luto?
LELIO: Esta
noche he de ir a vella,
CANDADO: ¿A su
casa?
LELIO:
Sí.
CANDADO: ¿Y con ella?
LELIO: Con
ella, pues.
CANDADO: ¡Oste puto!
LELIO:
Vamos, y en llegando a casa
de
noche, me vestiré.
CANDADO: (Yo y
todo me escurriré Aparte
y le
diré lo que pasa
a mi
amo.
LELIO:
(¡Que he de ser Aparte
tu
esposo, Fulgencia amada!
¡Gran
dicha!)
CANDADO:
(¡Viuda y casada Aparte
en un
día! ¡Oh, roin mujer!
Vanse. Sale LISAURO y tras él cuatro
LABRADORES
LABRADOR 1:
Echadle con el pecado.
LABRADOR 2: Después
que está en el lugar
todos hemos desmedrado,
hasta
venirse a quemar
la casa
que le ha hospedado.
LABRADOR 3:
¡Válgate la maldición,
por
hombre o por desventura!
LABRADOR 4: La
desdicha es contagión.
LABRADOR 1: Por verdad mos dijo el cura
el otro día en el sermón,
que
se ahogaban en el mar
todos
los que iban con él.
LABRADOR 2: En él
lo habíamos de echar.
LISAURO: Ea,
Fortuna crüel,
acábate
de vengar.
Echadme, no tengáis pena,
que el
mar me recibirá,
pues la
tierra me condena;
mas
para mí aun no tendrá
todo el
mar una ballena.
LABRADOR 3: Yo
os juro a Dios, si os volvéis
al
puebro, que os he de ahorcar.
LABRADOR
4: Qué diabros con vos traéis?
LABRADOR
1: Dejadle.
LABRADOR 3:
Volveos a entrar,
que vos
mos la pagaréis.
Vanse los
LABRADORES
LISAURO: Ea, Fortuna convoca
toda la
furia y violencia
que
contra mí se provoca,
porque
para mi paciencia
toda tu
potencia es poca.
¡Ah,
Candado, por leal
mi desdicha
has heredado!
Si la
sombra del nogal
significa al desdichado
que a
cuanto alcanza el mal,
nogal, mi suerte me nombra,
por
fuerza te ha de alcanzar
la desdicha
que me asombra,
pues te
quisiste arrimar
a tan
desdichada sombra.
Sale CANDADO
CANDADO: No
le quisiera traer
las
nuevas a mi señor
que le
traigo, que han de ser
muerte suya y de su honor;
mas si
las ha de saber
por
otro, sepa por mí
el mal
que por su honra pasa.
LISAURO:
¿Candado?
CANDADO:
(Ya enmudecí.) Aparte
LISAURO: Ya el
cielo quemó tu casa.
porque
yo en ella viví.
De
tu lugar me han echado,
¡tanto
mi desdicha pudo!
Tú solo
firme has quedado;
Habla;
¿de qué estás mudo?
CANDADO: Candado
está con candado.
LISAURO:
¿Cómo queda mi Fulgencia?
¿Cómo
mi Efigencla está?
¿Consolólas tu presencia?
¿Callas? No por bien será.
No pruebes más mi
paciencia.
¿Venció el interés crüel
a la
pobreza inconstante?
CANDADO: No hay
resistencia con él.
¿Conoces este diamante?
LISAURO: Sí.
CANDADO:
Pues mira este papel.
LISAURO lee
para sí
Tu
enemigo ha publicado
por
Venecia que eres muerto;
creyólo
el dux y senado,
lloró
Fulgencia, por cierto
lo que
tenía deseado.
Llegó Lelio la mañana
de la
nueva, ofreció ser
su
esposo, y es cosa llana
que
esto de boda en mujer
es
tentación de manzana.
Porque el mismo día y punto
que oyó
casamiento, dio
a la
parroquia el difunto,
el luto
en verde aforró,
triunfó
Roma de Sagunto,
y
Efigencia, que también
la
tentación de marido
le hace
andar a ten con ten,
de
secretaria ha servido,
y como
tus ojos ven,
este
papel escribió
por su
madre, a quien ofrece
a
Lelio, y con él le dio
el
diamante que merece
no
serlo, pues se mudó
tan presto. Llegó Candado
con las
cargas de carbón;
conocióme en el mercado
un
alguacil socarrón,
quiso
llevarme al senado.
Dije
que muerto te había
y que por
el justo precio
del
homicidio venía;
creyóle
el amante necio,
llevóme
en su compañía,
y
yo, hurtándole el diamante
que te
di con el papel,
he
venido de portante
a que
conozcas por él
lo que
refiere importante.
Concluyo con que a Fulgencia
esta
noche ha de ir a hablar
el que
te hace competencia,
y tu
honra se ha de quedar
a la
luna de Valencia.
LISAURO:
Calla, no digas más, la boca cierra,
tan
elocuente a pronunciar mi muerte.
¡Ya dio
con toda la Fortuna en tierra!
¡La
honra derribó mi triste suerte!
¿Mi
Efigencia y mi esposa me hacen guerra?
¿La
firme, la mujer constante y fuerte,
tan
presto se mudó que me ha olvidado?
Mas
todo le persigue a un desdichado.
¡Afuera, ropas, que en venir conmigo
se os
pegará la peste que me abrasa!
¡Afuera, seso, no me seas testigo
del mal
que por mi fama y honra pasa!
Aquesta
noche asalta mi enemigo
mi honor
por las paredes de mi casa.
¡Defenderle o morir! Que si es
honrado,
no seré
en eso solo desdichado.
Vase LISAURO
CANDADO: Al
mar se echó, que para tanto fuego
el
agua, con ser tanta, aún no es bastante;
las
olas corta, si a ayudarle llego,
desde
una nave le seré importante.
Góndolas hay aquí, desasosiego
de
celos confirmados, ya a un amante
dais
tormento, ¿qué haréis al que es casado?
Leal
tengo de ser, si él desdichado.
Vase. Sale EFIGENCIA a la ventana
EFIGENCIA:
Noche hermosa, en cuyos brazos
duerme
seguro el sosiego,
y para
no despertarle
escolta le hace el silencio,
así jamás rayos rojos
ofusquen tus ojos negros
ni el sol en brazos del
alba
te
salga a inquietar tan presto,
que
favorezcas mi amor
y des ayuda a mi enredo
para
que, en vez de Fulgencia,
goce
Efigencia de Lelio.
Salen LELIO y
MARIO, como de noche
MARCIO: Mira
que está en la ventana
tu
dama.
LELIO:
¡Oh, piadosos cielos!
¡Sol de
noche, luz a escuras,
gran
milagro! Marcio, llego.
Sale LISAURO
desnudo y mojado
LISAURO: (En las alas de las olas Aparte
del mar, para todos
fiero,
sólo
para mí piadoso,
si es
piedad no haberme muerto,
llegué
volando, señal
que a
ver mi deshonra llego;
porque
el bien siempre es pesado,
como
los males ligeros.
Ésta es
mi casa. ¡Ay de mi!
Dos
hombres hablando veo
a mi
adúltera ventana.
Arrimad
escalas, celos,
que aun
una espada no traigo;
pero
¿para qué la quiero,
pues no
hace el acero falta
cuando
el honor tiene aceros?)
LELIO: ¡Ah,
del oriente dichoso
donde
el sol que reverencio,
a pesar de mis desdichas,
da luz a mis
pensamientos!
EFIGENCIA: ¡Ah del
amor más constante
que vio
en sus siglos el tiempo
poderoso a conquistar
mi ya
agradecido pecho!
Fulgencia soy; si llorosa
por
Lisauro, ya con Lelio
tan
ufana, que no iguala
mi pesar a mi contento.
LISAURO: (¿Que
lo escucho y no doy voces? Aparte
¡Jesús¡ Fulgencia, ¿tan presto
mudable? Llora la aurora
perlas
que enjuga el sol luego.)
LELIO: Mi
bien, si soy yo vuestro esposo,
ya es
la dilación tormento
del
alma donde vivís,
como
salamandria al fuego.
No
permitáis que padezca
en el
riguroso infierno
del
temor quien de la gloria
goza
que en amaros tengo.
EFIGENCIA: Lelio,
ya yo no soy mía,
y así,
ni quiero ni puedo
negar
el alma que os guardo
cuando
la pide su dueño.
¿Daisme
palabras de ser
mi esposo?
LELIO:
Por todo el cielo,
por el
valor de mi sangre
y por
la ley que profeso,
juro de
haceros señora
del
mayorazgo que heredo
y del
alma en que vivís.
EFIGENCIA: Pues en
ese juramento
fïada,
aguardad, señor,
que
daros posesión quiero
del
alma, donde Lisauro
invencible vivió un tiempo.
Vase EFIGENCIA
LELIO: Marcio,
mira si soy yo
quien
esto escucha. ¿Si es cierto;
si es
Fulgencia la que baja;
si
vivo, si estoy despierto?
MARCIO: No me
espanto que lo dudes,
que lo
veo y no lo creo;
pero en
mujer sola y pobre
¿qué no
podrá tu dinero?
Sale EFIGENCIA
con manto
EFIGENCIA:
¡Venciste, Lelio querido!
LELIO: ¡Oh,
venturosos tormentos
padecidos por Fulgencia
pues
tan dulce fin tuvieron!
Llega LISAURO y
detiene a LELIO
LISAURO: No
tanto que vuestra muerte,
traidores, no venga en ellos.
Lisauro
soy, inconstante,
Lisauro
soy, vivo vengo.
LELIO: Marcio,
llévala en los brazos
a la
góndola.
Llévala MARCIO
LISAURO:
Primero
vengaré
con vuestra muerte
mi
injuria y deshonra.
EFIGENCIA: ¡Ay, cielos!
LELIO: Aunque
pudiera matarte
o mandar llevarte preso
donde
la muerte pagaras
de mi
hermano Filiberto,
no hay
venganza que se iguale
a la
que hoy hacer pretendo,
no en
tu vida, en tu honra sí,
para blasón y trofeo
de mi
venganza, pues goza,
vivo
tú, a Fulgencia, Lelio.
LISAURO: Espera,
no huyas cobarde.
Dame la
muerte primero,
pues
por no tener espada
ir con
la vida te dejo.
Vanse
LELIO. Sale FULGENCIA por otra
puerta
FULGENCIA: De
aquesta voz lastimada
temerosa y triste vengo,
de mi
Lisauro parece.
Muerto
está; pero, aunque muerto,
su
espíritu diera alivio
a mi
eterno desconsuelo.
¡Ay,
Lisauro de mis ojos!
¿Cuándo
permitirá el cielo
que se acompañen las almas
pues ya no pueden los cuerpos?
Sale LISAURO por
la puerta enfrente de
FULGENCIA
LISAURO: No ha
de quedar cosa en pie,
desde
los infames techos,
que no
abrase mi venganza.
FULGENCIA: ¡Ay,
Jesús! ¿Qué es lo que veo?
Sin verla
LISAURO: ¡Ay,
Fulgencia, pluma fácil!
El
interés dio en el suelo
con tu
firmeza.
FULGENCIA:
¡Lisauro!
¡Gloria
de mis pensamientos!
LISAURO: ¡Jesús!
¿quién eres, mujer?
FULGENCIA: ¿Quién soy, dices? ¿No era espejo
yo de
tus ojos, Lisauro?
Fulgencia soy.
LISAURO:
No lo creo;
no puede haber dos Fulgencias.
FULGENCIA: Bien
dices, sola merezco
fama
eterna, sola soy
en el amor que te tengo.
LISAURO: ¿Lelio
no te llevó ahora?
FULGENCIA: No ha
podido llevar Lelio
de tu
esposa una palabra,
un
mínimo pensamiento.
LISAURO: ¿Qué es
esto, desdichas mías?
¿Mis
ojos mismos no vieron
a Lelio
llevar mi esposa?
FULGENCIA: Tu
esposa no, que mintieron;
pero
escucha, pues que vives
para mi
bien, que sospecho
lo que
ha podido engañarte,
Efigencia ha mucho tiempo
que ama
a Lelio, y pudo ser
que,
ser tu esposa fingiendo,
le
engañase de ese modo.
LISAURO: ¿Ah,
Efigencia?
Llámala
FULGENCIA:
Aquesto es cierto,
mi bien, pues que no responde.
LISAURO: Palabra
de casamiento
la dio
Lelio; pero ¿quién
cree
palabras si son viento?
Él
intenta mi deshonra.
Fulgencia amada, ¿qué espero?
Al dux voy a presentarme
que,
aunque está agraviado, es cuerdo,
todo el
senado me busca,
vénguese en mí, porque muerto
muera
conmigo mi agravio.
FULGENCIA: Dulce
esposo, amado dueño
oye, escucha. ¿Así me dejas?
LISAURO:
Muriendo, Fulgencia, intento
dar en
Venecia principio
a un
honroso atrevimiento.
Vase LISAURO
FULGENCIA: Y yo de
nuevo a mi llanto.
Cuando
te cobro te pierdo.
Dueño
desdichado mío,
tras ti
voy; perdone el miedo,
el
recato y la vergüenza
que
encerrada me tuvieron;
que no
hay paciencia que baste
al
tropel de mis tormentos.
Vase
FULGENCIA. Salen el DUX, viejo, y el
DUQUE de
Ferrara; tocan
cajas y salen SOLDADOS, y el de FERRARA con
bastón
DUX: La
victoria, duque ilustre,
que de
los contrarios nuestros
por vos
hemos alcanzado
era
cierta, conociendo
el
valor del capitán
y los hazañosos hechos
de los duques de Ferrara.
DUQUE: A
vuestra excelencia beso
las
manos por tal favor.
DUX: Por vuestro valor espero
que
Venecia ha de cobrar
cuanto
usurpa el turco fiero.
Levántaos la fama estatuas,
y con
armas y trofeos
publique la señoría
las
hazañas que os debemos.
Pedid
al senado, duque,
lo que
quisiéredes, cierto
de que
se os concederá
cualquiera difícil premio.
Sale LISAURO
LISAURO:
Excelentísimo dux,
senado
ilustre y supremo,
por
quien conserva la patria
la
libertad de su imperio, l
a
defensa del honor, caudal
que
estima el que es cuerdo
más que
la vida, que al fin
se acaba
y él queda eterno,
hizo
que Lisauro diese,
después
de diversos medios
que
despreció la ambición,
justa
muerte a Filiberto.
Huyó;
buscóle el senado,
a pregones
prometiendo
diez
mil escudos por él,
alzando
cualquier destierro;
confiscóle la justicia
sus
bienes, no permitiendo
salir
su esposa de aquí.
¡Riguroso mandamiento!
Quedó
pobre, pero honrada,
sin que
bastase el dinero
de
Lelio, que sucedió
a su
hermano en pensamientos,
a
derribar su firmeza,
por más
engaños y enredos
que el
poder pudo inventar,
milagro
para estos tiempos.
Publicó
Lelio mi muerte
dando
fe de casamiento
a
Fulgencia si alcanzaba
la
ejecución sus deseos.
Pero Amor, que no consiente
poner limite en sus reinos,
hizo que Efigencia, mi
hija,
por
Lelio perdiese el seso.
Fingió,
pues, que mi Fuigencia
le
amaba, su esposo muerto,
escribióle en nombre suyo,
dióle
prendas, concluyendo
en que
esta noche viniese
por
ella, y al fin -- ¡ay cielos! --
creyendo que era mi esposa,
a
Efigencia goza Lelio.
Si la
justicia -- ¡oh gran dux,
senado
ilustre! -- es espejo
en que
el juez se ha de mirar
para
enmendar sus defectos,
dos
cosas vengo a pediros,
si es que
alcanzarlas merezco:
la
primera, que se cumplan
palabras y juramentos
dadas
por Lelio a Efigencia;
la
segunda, que, pues vengo
a
entregarme yo a mi mismo
y es el
prometido precio
diez
mil escudos por mí,
me
quitéis la vida y luego
la
pobreza de mi esposa
mandéis
remediar con ellos.
Acabarán con mi vida
las
desgracias con que el cielo
me
persigue, y daré nombre
a mi
honroso atrevimiento.
DUQUE: A tan
piadosa demanda,
pues
licencia de vos tengo
para
pediros mercedes,
sólo
que perdonéis quiero
a Lisauro, invicto dux.
Salen LELIO y
MARCIO
LELIO: Marcio,
tan alegre vengo
del
engaño de Efigencia,
que,
enamorado de nuevo,
por
esposa he de pedirla
a mi
padre.
DUX: ¿Qué es aquesto?
LELIO: Señor,
si de tu valor,
nobleza, piedad y celo
vuela
la ligera fama
por uno
y otro hemisferio,
muestra
perdonar injurias
la
nobleza de tu pecho.
Efigencia de Lisauro,
el que
mató a Filiberto,
con tu
licencia es mi esposa.
DUQUE: Señor,
por él intercedo.
DUX: Si el
cielo lo quiere así,
alto,
yo también lo quiero.
A
Lisauro doy perdón,
su
hacienda y patria le vuelvo,
y a
Efigencia, vuestra hija,
por hija desde hoy acepto.
DUQUE:
Inmortalice tu nombre
la fama
a pesar del tiempo.
LISAURO: Eres
gloria de este siglo.
LELIO: De
nobleza eres espejo
MARCIO: Lisauro
está perdonado.
Sale FULGENCIA
FULGENCIA: A los
venturosos ecos
del
perdón de mi Lisauro
ya a
besarte los pies llego.
Sale EFIGENCIA
EFIGENCIA: Y yo a
pedirte perdón.
LISAURO: ¡Dulce
esposa!
FULGENCIA:
¡Amado dueño!
Sale CANDADO
CANDADO: A gozar
viene Candado,
entre
tantos, un día bueno.
LISAURO: Con la
mitad de mi hacienda,
pues
cuanto tengo te debo
por
leal y por constante.
CANDADO: Ya tus
daños fenecieron.
LISAURO: A
Honorato, desterrado,
habéis
de alzar el destierro.
DUX: Ya no
os puedo negar nada.
Vamos,
Lisauro, y daremos
principio a vuestra ventura,
a
vuestras penas consuelo.
LISAURO: Y fin,
con vuestra licencia,
al
Honroso atrevimiento.
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