Salen de la
venta doña PETRONILA, vestida de
hombre, y en traje de camino, con
botas y espuelas; TOMASA,
también de hombre y como
lacayuelo, el capotillo con muchas
cintas
TOMASA: Un
cuartillo de cebada
le
basta y sobra; que en fin
es pollino y no rocín.
PETRONILA: ¿Hacéis
a Madrid jornada,
gentil hombre?
TOMASA: A su servicio.
PETRONILA: ¿De
dónde?
TOMASA:
Hoy salí de Ocaña.
PETRONILA: ¿Vais
solo?
TOMASA:
No me acompaña
sino un
jumento, novicio
en
la albarda, porque es nuevo,
y anteayer se destetó.
PETRONILA: Si tres
leguas caminó,
no me
parece, mancebo,
que
es el pienso suficiente
de un
cuartillo.
TOMASA: Coma paja.
PETRONILA: Quien
no come, no trabaja.
TOMASA: Como
pobre se sustente;
que
no tiene de igualarse,
dando
ocasion a la gula,
un asno
con una mula.
La paja
ha de compararse
en
las bestias con el pan,
la
cebada con el queso;
y ya
sabéis, según eso,
que es
poco el queso que dan.
¿Por
qué pensáis vos que España
va,
señor, tan decaída?
Porque
el vestido y comida
su
gente empobrece y daña.
Dadme vos que cada cual
comiera
como quien es,
el
marqués como marqués,
como
pobre el oficial;
vistiérase el zapatero
como pide el cordobán,
sin
romper el gorgorán
quien
tiene el caudal de cuero;
no
gastara la mulata
manto
fino de Sevilla,
ni
cubriera la virilla
el medio
chapín de plata;
si
el que pasteliza en pelo,
sale a
costa del gigote,
el
domingo de picote
y el
viernes de terciopelo;
cena
el zurrador besugo
y el
sastre come lamprea,
y hay
quién en la corte vea
como a
un señor al verdugo;
¿qué
perdición no se aguarda
de
nuestra pobre Castilla?
El
caballo traiga silla,
y el
jumento vista albarda;
coma
aquel un celemín
y un
cuartllo a esotro den,
porque
el jumento no es bien
que le
igualen al rocín.
PETRONILA: No
os han de faltar molestias
si no templáis ese humor,
y os pudrís reformador
comenzando por las bestias.
¿Quién diablos os mete a vos,
tan mozo, en esos
pesares?
Los vestidos y manjares
comunes los hizo Dios.
TOMASA:
Engañaisos.
PETRONILA:
¿Que me engaño?
TOMASA:
Perdonadme esta simpleza.
¿Por
qué hizo naturaleza
el
tabí, la seda, el paño,
la
holanda, el cambray y estopa,
distintos al tacto y vista?
Porque
cada cual se vista
según
su estado la ropa.
Dentro de una misma especie
hallaréis que el universo
hizo su
manjar diverso,
de que
cada cual se precie:
el
racimo moscatel
y
albillo, que al noble pinta,
la cepa
jaén y tinta
para el
que rompe buriel,
el
noble melocotón
que deleita al caballero,
con el
durazno grosero
para
los que no lo son.
el
amacena regalada
que el
delicado conozca,
la
chabacana, mas tosca
para el
pobre dedicada.
Ofrece una misma granja,
en fe
de esta distinción,
para el
príncipe el limón,
para el
no tal la naranja.
En
el campo y el verjel
la primavera
arrebola
pare el
pastor la amapola,
para la
dama el clavel.
El
jazmín que al muro sobre,
al rico
aromas derrama,
al
oficial la retama,
tomillo
y romero al pobre.
Pues
¿por qué -- ¡cuerpo de tal! --
si hizo
el cielo distinción
del
abadejo y salmón,
no
comerá el oficial
aquel que importa a su esfera
y el pobre
jornal que saca?
Paciendo para él la vaca,
¿ha de
gastarse en ternera?
Están los hombres perdidos.
No lo
entiendo, ¡vive Dios!
PETRONILA: Ya se
labra para vos
hospital
de los podridos.
Dejaos de eso, por mi vida;
que
aunque con sal reprendéis,
imposibles pretendéis.
Miéntras guisan la comida
en
esa venta, y mi mesa
alegráis,
a que os convido,
si lo
que muestra el vestido
vuestra
inclinación profesa,
decidme de quién sois paje.
TOMASA: Helo
sido de gineta
de un
capitán que sujeta
la voluntad a mi ultraje.
Alojóse en mi lugar
-- Cabañas de Yepes es --
estuvo en Ocaña un mes;
proeuréle regalar
en
mi casa labradora,
y el
hospedaje pagó
en que
de ella nos llevó
una
hermana que le adora.
PETRONILA: Paga
siempre ansí el soldado.
TOMASA: Salí
ofendido tras él,
quejándome, y el crüel
dejóme
a un olivo atado.
Sé
que en la corte ha de estar
y voy a
darle noticia
al rey,
y a pedir justicia.
PETRONILA: Fácil
la vendréis a hallar;
que
la que a Madrid gobierna
no
sufre burlas agora.
Buscaréis la labradora
con plumas y galas tierna,
y entre tanto, si
queréis
servirme, estaréis conmigo.
TOMASA: Por lo
desbarbado, digo
que
igual elección hacéis.
Vuestro soy desde este día;
que
engendra la semejanza
Amor, y
tengo esperanza
de que
en vuestra compañía
tengo de hallar buen despacho
del
agravio que recelo.
Ya soy
vuestro lacayuelo,
a lo
aragonés, regacho.
Mudad, señor, en "tú" el "vos;"
que el
"vos" en los caballeros
es
bueno para escuderos.
PETRONILA: Donaire tienes, por Dios.
TOMASA: ¡Oh! Pues veréis maravillas,
y sabréis historias largas.
PETRONILA: ¿Es tu nombre?
TOMASA: Hasta aquí, Vargas,
pero para vos, Varguillas.
¿Y el vuestro?
PETRONILA: Don Gómez.
TOMASA: ¡Bravo!
¿La
patria?
PETRONILA:
Jaén.
TOMASA: Mejor.
Seréis
hombre de valor.
PETRONILA: Téngole,
mas no me alabo.
TOMASA: ¿Y a
qué a la corte venís?
PETRONILA: A
casarme.
TOMASA:
No lo apruebo.
PETRONILA: ¿Por
qué?
TOMASA:
Porque, apenas huevo,
de la
cáscara salís,
y ya aspiráis para gallo.
Nazcan
las plumas primero;
probad
a Madrid soltero;
quizá
después de proballo,
mudaréis de parecer.
PETRONILA: Llámame
un suegro hacendado,
con un ángel que pintado,
aunque
le nombran mujer,
en
belleza es superior.
TOMASA: Renegad
de quien tal pinta.
Diz que
hay ángeles en cinta
en este
lugar, señor.
Como
está Madrid sin cerca,
a todo
gusto da entrada.
Nombre
hay de puerta cerrada;
mas
pásala quien se acerca.
Doncella y corte son cosas
que
implican contradicción.
PETRONILA: ¡Malicioso!
TOMASA:
¡Y con razón!
Las
ciruelas más sabrosas,
mientras con su flor se están
en el
árbol, se aseguran;
pero al
momento maduran
que a
la banasta las dan.
Una
doncella en su casa,
Ciruela
en el árbol es,
que a veces, de treinta y tres,
es con flor, ciruela
pasa.
Pero
en Madrid no hay ninguna
que sea
lo que parece,
porque
en naciendo, se mece
en un
coche en vez de cuna,
con
que a madurarse basta,
cochizando de día y noche;
que, en
fin, doncellas en coche
son ciruelas en banasta.
PETRONILA: Y
vos un grande bellaco.
Mucho
os tengo de querer
vamos
agora a comer.
TOMASA: Si yo
de Madrid os saco,
madrigado entendimiento
me prometo.
PETRONILA:
Dad cebada
sin
tasa en esta jornada,
Vargas,
al pobre jumento;
que
en llegando a Valdemoro,
le
venderéis, y allí habrá
mula en
que vais.
TOMASA: Comprará
quien
le ferie un asno de oro
como
el que Apuleyo pinta.
PETRONILA: ¿Cómo?
TOMASA:
Sabe caminar,
siendo
jumento, y callar;
que es
gracia de otros distinta;
que
el jumento no merece
nombre
de tal, si se halla
de este humor, pues mientras calla
el Necio, no lo parece.
Y
hay otros mil que procuran
cobrar nombre de discretos
que
contra ajenos defetos
rebuznan cuando murmuran.
¡Qué
de ellos ocupan sillas,
dignos
de alabarlos!
PETRONILA: Comamos.
TOMASA: Lampiño don Gómez, vamos.
PETRONILA: Sígame,
señor Varguillas.
Salen don
HERNANDO, de jardinero, y LAURA, de dama
HERNANDO:
Permitid, Laura mía,
que mis
sabrosos anales,
de
estas flores haciendo tribunales,
sitial
y trono de esta fuente fría,
formen
de vos querellas,
y os digan mis agravios;
vos la acusada, los testigos
ellas,
serviránles de labios
estos claveles bellos,
quejándome de vos por todos
ellos.
Tres meses los sayales
en esta huerta, de Madrid
recreo,
me
ofrecen bienes, y me ferian males.
Jardinero de amor por vos me veo,
vestido de esperanzas
que en
tristes dilaciones
se
engolfan, por recelos de mudanzas,
de
quimeras de amor, de suspensiones;
y
apenas descubierto
de
lejos miro el puerto
cuando vientos contrarios se resuelven
a
perseguirme, y a engolfarme vuelven;
porque
el Amor, que mi lealtad conoce,
la
playa llegue a ver y no la goce.
Heredé
de mi patria las desdichas
que significa el nombre
que le
dio el fundador suyo primero.
Málaga
la llamó, porque me asombre,
pues comenzando en "mal,"
no tendrá dichas
quien es de las desgracias
heredero.
Di muerte a un caballero
por
celos de una dama;
temí a
los ofendidos;
partíme
a Italia por cohechar olvidos;
amparóme el de Feria cuya fama
digna
de eternizarse entre pinceles
vuela
con plumas no mas con laureles.
Servíle
capitán de infantería,
y
Marte, fuego que el de Amor enfría,
favorable conmigo,
hizo a
Milán testigo
de que
aunque solo, ausente y desdeñado
salí,
si amante no, feliz solado.
Acabóse
la guerra;
publicóse la paz en el Piamonte;
llamábame mi tierra;
fue
forzoso, mudando su horizonte,
pretender
en Madrid premios debidos
al
riesgo de dos años.
Saqué
papeles bien favorecidos
del
duque; mas pagaron desengaños
hazañas; que a los fieles
se les vuelven mortajas los
papeles.
Nombróme camarada
Pompeyo, vuestro tío, en la jornada
a que
le dio motivo vuestro pleito;
díjome
que, aunque deudo, os competía
-- en contar mis desdichas me deleito --
porque al condado justa acción
tenía,
que en
Valencia de Po, por sucesor
de
vuestro padre, vuestro nombre adora.
Llegamos a esta corte
de
quien sois el Apolo, el alba, el norte;
supimos que esta quinta,
que
eternos mayos en sus cuadros pinta,
huéspeda os adulaba.
Visitóos vuestro tío;
que
entre la sangre que el valor alaba
-- puesto que sea el pleito desafío --
pelean los letrados y oficiales,
hacen campos de guerra
tribunales,
[ejércitos testigos],
y
litigan los nobles como amigos.
Merecí,
Laura hermosa,
veros para
perderme;
que
mata el áspid cuando en flores duerme.
Vi en
vuestro rostro de clavel y rosa
dorados
girasoles;
jazmines en su cuello trasladados;
en vos
vi muchos soles,
puesto que en vuestros ojos duplicados.
Vi, en
fin, la nieve en fuego,
costándome el miraros quedar ciego.
Partióse brevemente
el
conde; que vencido
en el
pleito presente,
y vitoriosa vos, habéis podido
con la
justicia vuestra,
y más
con la hermosura,
dar en
la corte muestra
que
competir con vos será locura;
pues,
para dar enojos,
mil "fallamos"
pronuncian vuestros ojos.
Quedéme
tan sin vida
que
para recobralla,
la
libertad perdida
la
busca, mas no la halla,
puesto
que, jardinero,
entre
esperanzas flores, desespero.
Aquí
mudando el traje,
cultivaba desvelos,
grosero
en el lenguaje;
que en
fe de que son rústicos los celos,
celoso
yo, aunque en vano,
por vestirme de celos, soy villano.
Declaréos una tarde
al
borde de esta fuente
que mis
pesares en sus risas llora
mi
amor, haciendo alarde
de
humilde pretendiente,
y fueme
la Fortuna protectora;
pues
oyéndome grata,
me
hicistes poco a poco
de puro
feliz loco
con
favores que agora me dilata,
perseguido de agravios y tensores,
que
ocasionan sin fin competidores;
pero es
común tributo
sembrar
flores Amor sin coger fruto.
Tres
meses de esperanzas
sirviéndoos entretengo;
recelo
las mudanzas
del mar
y la mujer, y agora vengo
o a que
os mostréis clemente,
y
aseguréis partidas
que me
baraja tanto pretendiente,
o a que
desesperadas y homicidas
mis ansias y la fe de mis amores,
en flores muera, pues nació
entre flores.
LAURA: ¡Ay don
Hernando Cortés!
¡Qué
bien sigues el estilo
de la
corte presurosa
porque
te dio su apellido!
A dar
fondo a los quilates
de tu
amor la fe que al mío,
horas llamaras los años,
si llamas las horas siglos.
¿Dilaciones encareces?
Caro
vendes, o amas tibio,
porque
enfermo está el amor
que
desmaya a los principios.
Los propósitos jugamos,
y son tan firmes los míos
en materia de quererte,
que por
causa tuya olvido
parientes obligaciones,
que en derecho más antiguo
fundan tálamos deseos,
que si
los oigo, no admito.
Sobre
palabra se juega;
el
crédito tengo rico;
ganancioso te levantas
cuando cédulas te libro;
que no
son ditas quebradas,
pues
paga a plazo cumplido
el que
es noble, cuando pierde,
por
palabra o por escrito.
Si
cultivando esperanzas
vives labrador fingido,
yo
también porque te quiero
patria
dejo y quintas vivo.
¿Qué celos tus flores
hielan?
¿Qué mudanzas, qué
desvíos
el
fruto te desazonan
que ya tan cercano has visto?
Tus
esperanzas dilata
un amor
con artificio
que
intenta probar finezas
de un
diamante, al cabo vidrio.
En
Madrid me tienen pleitos
de parientes que, enemigos
usurpándome mi estado,
dieron
causa a mi camino.
Conde
de Valencia fue
mi
padre, que a falta de hijos,
tuvo en
mí la sucesión
de su
sangre y apellido.
Criábame yo en Milán
a la
sombra y patrocinio
del
conde de Monteflor
que es
quien te trujo consigo.
Estaba
en mi patria entonces
por
alcaide del presidio
que en
aquella plaza tienen
las
banderas de Filipo,
Alejandro Malatesta
que,
hermano del padre mío
por la
línea de varón,
alega
desvanecido
pertenecerle el condado
que me
usurpa; y a los filos
de las armas remitiendo
los derechos de los libros,
de todo se apoderó,
amparándole el castillo
en la
posesión violenta
que
rehusan sus vecinos.
Viéndome desamparada,
ausente, y favorecido
del
duque gobernador
mi
contrario, aunque mi tío,
fue
forzoso el socorrerme
en
España del asilo
de su
rey y consejeros
donde
descansan peligros.
Hospedáronme ha seis meses
cortesanos deudos míos
con
licencia de su dueño,
en este apacible sitio,
digna
elección de un buen gusto,
donde
recreada olvido
los que
en Italia curiosos
retratan el paraíso.
Pretensorcs conterráneos,
que en Madríd después me han visto,
unos
generosos deudos,
otros
ilustres amigos,
intentan lícitos lazos
que
pudieran haber sido
prisión
de mi libertad
a no haberte
conocido.
Obligásteme discreto,
vencísteme comedido,
amásteme recatado,
adeudásteme atrevido,
hasta
usurpar mis deseos,
si bien
hoy, Hernando, admiro
que méritos desquilates,
presuroso y mal sufrido.
Sentencia espero en favor,
que
alentada de padrinos
y
segura en mi derecho
con los
jueces solicito.
Mi opositor receloso,
por los
que le dan aviso
de la
poca acción que tiene,
algunas
veces me ha escrito
sobre
conciertos que paran
en que
dé la mano a un hijo
que afirma llegará presto
a esta
corte; mas yo digo,
puesto
que no le conozco,
que si
pleitos dan maridos
de tan
mal casamentero
poca
paz me pronostico.
Salga yo
con la sentencia
y
entonces, español mío,
tendré
caudal que te pague
empeños de amor tan fino;
Y entre tanto, vive
cierto
que ni
vuelve atrás el río
ni
retroceden los cielos,
ni al
viento es veleta el risco,
ni en
mí, que los aventajo,
y a la
eternidad dedico
trofeos
de mi firmeza
mientras su constancia imito,
bronces, aceros, diamantes,
sol, esferas, tiempo, ríos,
robles, cedros, lauros, palmas,
muros, torres, peñas,
riscos.
Mientras mi amor te fío,
tendrán
valor constante igual al mío.
HERNANDO: Si
deseos dilatados
Hallan
en ti tal alivio,
dulce
empleo de mis ojos,
poco
tiempo he padecido.
Más
valen las esperanzas
que en
ti logro, los suspiros
que en
ti alegro, las sospechas
que en
ti aseguradas miro,
que las posesiones de otros.
Liberal premias servicios,
piadosa remedias penas,
pródiga haces beneficios.
Injustas mis quejas fueron;
perdón humilde te pido.
Jacob
soy; mi Raquel eres;
su amor
y paciencia imito.
No trocaré desde hoy mas
estos jardines elíseos,
estos dichosos burieles,
estas fuentes y este sitio,
por la silla del imperio,
por los
tesoros del indio,
por los
brocados del persa,
por las
púrpuras del tirio.
Jardinero soy de Amor;
mis esperanzas cultivo;
mientras que méritos siembro,
galardones pronostico.
Vén, y
haréte un ramillete
de matices, que distintos,
te interpreten mis afetos;
que flores
tal vez son libros.
¿Me perdonas?
LAURA:
Amorosa.
HERNANDO: ¿Me
quieres?
LAURA:
Como al más digno.
HERNANDO: ¿Me
pagas?
LAURA:
Castos deseos.
HERNANDO: ¿Me llamas?
LAURA:
Amante mío.
Vanse. Salen PETRONILA, en jubón, con una
daga en la mano, corriendo tras
TOMASA
PETRONILA:
¡Vive Dios, que he de matarte!
¿Hay
igual atrevimiento?
Dormido
yo en mi aposento,
¿Osas A
tal Hora entrarte?
Ladron eres. Tú intentabas
robarme..
TOMASA:
Lo que no hallé.
Téngase
vuesamercé.
Meta
allá la daga.
PETRONILA: Acabas
de
descalzarme las botas,
y
mandándote cerrar
las
puertas, porque a acostar
Te
vayas, ¿nos alborotas
asaltándome dormido?
Traidor,
¿qué es de la maleta?
TOMASA: No es
eso lo que me inquieta.
Téngase. ¿Nunca ha leído
del
conde Partinuplés,
cnando
estaba de Amor preso...?
PETRONILA: Pues,
¿qué tiene que ver eso?
TOMASA: Oiga, y sabrálo después.
Enamorábale a escuras
una
princesa o infanta
de
aquéllas que el arte encanta
y
buscan las aventuras.
Dábale invisiblemente
de comer
y de cenar.
De
noche se iba a acostar
con él
-- ¡mire qué insolente! --
Avisándole del daño
y
peligro que corría,
si
conocerla quería
hasta
que pasase el año.
El
pobre conde que a tiento
gozaba
oscuros despojos
................... [ -ojos],
quiso,
contra el mandamiento
de no
verás, informarse
si era
la dicha persona
arrugada setentona
que
intentaba, con taparse,
pasar plaza de doncella.
Que se
durmiese aguardó,
y una
linterna buscó
encendida, para vella;
y
cuando ya satisfecho
estaba
de su cautela
el
conde, lloró la vela,
y
pringóla medio pecho,
cayendo dos o tres gotas
que a
la dama despertaron
que es
lo mismo que causaron
en mí
esta noche tus botas.
Deseos de conocer
lo que
eras y agora he visto
para
servirte más listo,
me
animaron a emprender
la
que ves, nocturna hazaña.
PETRONILA: Pues ¿qué has visto tú, traidor,
en mí?
TOMASA:
A Venus y al Amor,
que en
un cuerpo nos engaña.
Sosiégate, así los cielos
lo que
buscas te deparen;
que no ignoro yo que paren
estos disfraces los celos.
Mandásteme descalzarte
la diestra bota tiré,
y en
viendo el meñique pie
con la
media, dije aparte:
"¡Oh pie digno de un chapín,
que por
lo corto das cinco
mejor
fueras para brinco
de un
letrado camarín!
¡Válgame el cielo! ¿Que esté
en tan
chico pedestal
todo un cuerpo? No hará mal
de
aqueste pie un puntapié.
Comprárale yo, a ser Fúcar;
celebrárale poeta."
Quité
escarpín y calceta,
y vi un
juguete de azúcar,
una manteca soriana,
un
bollo de manjar blanco,
y
dije: "¡Oh, quién fuera banco
de tal
pie cada mañana!"
Tan
igual, tan ampollado,
tau
tierno, con tanto aliño,
tan melindroso, tan niño,
y en
fin, tan desjuanetado,
que
imprimiendo su retrato
en el
alma mi afición,
se
calzó mi corazón,
como si
fuera zapato.
"¡Vive Dios!" dije entre mí
pie
adarme, que os han crïado
más
para alfombra y estrado
que
para que andéis ansí.
Sospechas hembras, dudar
en
esto, será mentir.
Mejor sois para parir,
pie,
que para engendrar."
Vuelvo la vista al jubón
y vi un
par de burujones
en
forma de naterones
jubilados del cartón.
Miro
el cabello al instante,
y
advierto que contra el uso,
el
artificio le puso
atrás,
naciendo adelante,
y
dije, aunque soy bisoño:
"Femenina caballera,
moños
tapan la mollera;
pero en
cogotes no hay modo.
De
vuestro traje y de vos,
o sueño
o he colegido,
vos
mujer y hombre el vestido,
que
seréis común de dos."
No
quisiste desnudarte
en mi
presencia; la puerta
me
hiciste cerrar, más cierta
ocasión
de maliciarte,
que
me llevase la llave
y la
vela me advertiste;
salí entre
confuso y triste
y mi
inquietud que no sabe
sino
allanar trampantojos,
aguardándote adormida,
entró,
una vela encendída,
e,
inquisidores los ojos,
vi lo
que el Partinuplés
en la
infanta Perdigada.
La
cera, de enamorada,
se
derritió; y ya tú ves
si
llorando sobre ti,
te
había de despertar.
Voces
empezaste a dar;
soplé
la luz, y salí
al
patio, donde procuras
castigarme por curioso.
Yo
pequé de malicioso;
pero si
no te aseguras,
porque conozco lo que eres,
estálo de mi lealtad;
que si
va a decir verdad,
para
ser las dos mujeres
-- repara en lo despoblado
falta
tan poco, te doy
mi fe,
que si no lo soy
lo más de ello tengo andado;
porque de suerte negocia
lo
tiple en mí -- verdad digo --
que
estoy, con estar contigo,
en
Madrid y en Capadocia.
PETRONILA: En
Madrid no lo estarás,
bárbaro, descomedido,
ya que
loco y atrevido
fuiste
hoy, aquí morirás.
Sal
de la corte al momento.
TOMASA: ¿No es mejor, si has de fïarte
de alguno...?
PETRONILA: ¡Oh villano! Parte.
TOMASA: ¿En
qué, si vendí el jumento?
Verás, si de mí te encargas...
PETRONILA: ¿Que la
muerte no te doy?
TOMASA: Pues, a
fe que si me voy,
que se
ha de acordar de Vargas.
¿Mas
que ha de soñr mi nombre?
PETRONILA: ¡Oh
infame!
TOMASA:
Daré noticia,
pues
que me echa, a la justicia,
que hay
mujer vestida de hombre
en
esta posada. Adiós.
PETRONILA: Espera.
¡Ay cielos!
TOMASA: No quiero.
PETRONILA:
Mataréte.
TOMASA:
Pues ya espero.
No me
haga mal; que los dos
acompañados podremos
hacer
nuestro hecho más bien.
Yo soy
capón muy de bien.
Al
capitán buscarémos
que
a mi hermana me llevó,
y si su
historia me cuenta,
y algún
hombre la hizo afrenta,
fíese
de mí que yo
la
sacaré a paz y a salvo.
¡Ea! ¿Quiéreme perdonar?
PETRONILA: No sé.
TOMASA:
Me atrevo a engañar
a un
corcovado y a un calvo.
PETRONILA: ¿Qué
he de hacer? ¿Me guardarás
lealtad
y secreto?
TOMASA: ¡Dalle!
¿Eso me
ha de decir? Calle.
Chitón
eterno. No hay más.
Haga
cuenta que en la hucha
echa lo
que me dijere
y
mientras que no me rompiere,
ni esto
saldrá.
PETRONILA:
Pues escucha:
Aquella ciudad que el Bétis
pasea,
sirve y conquista,
incansable enamorado,
porque
en su espejo la mira,
y en fe
de que es dama al uso
con
ella prodigaliza
los
tesoros que le pechan
Paladiones de las Indias,
es,
Vargas, mi ilustre patria,
y en
ella bien conocida
la
nobleza generosa
que dio
nombre a mi familia.
A los
pechos de mi madre
me dejaron las desdichas
de una juventud traviesa
que heredé; por ser su hija,
Ausentándole una muerte,
si
ocasionada, atrevida,
a aquel
orbe todo de oro,
hoy
español, antes inga.
Crióme
el cuerdo recato
de una madre medio rica,
que
lloraba, aunque casada,
soledades como viuda,
cuidadosa centinela
en mis
aeciones y vista,
principalmente en saliendo
de los
límites de niña.
Veinte
años contaba alegre
mi
edad, aunque recogida,
licenciosa por la patria
-- si es bien que culpe su clima --
cuando
llegó a casa huésped
un deudo
que llamó prima
a mi
madre, y la obligó
a
regalos y caricias.
De
Málaga le trujeron
ocasiones que en Sevilla
le
detuvieron un mes
para
mí, Vargas, un día.
En todo él no permitió
la
prudencia prevenida
de mi
madre, que me viese
por no
ocasionar malicias;
pues si
bien ella a su mesa,
las cenas y las comidas
se hallaba encerrada yo,
ocasiones desmentía.
La
privación es deseo;
el
deseo solicita
la
voluntad, y esta crece
al paso
que la limitan.
Contábanme mis crïadas
la
apacible gallardía
de don
Hernando Cortés,
ansí el
huésped se apellida,
y como
antojos mujeres
son
como el fuego en la mina
que
violentado revienta,
aunque
libre se amortigua;
curiosidades doncellas
acecharon atrevidas
privaciones que las noches
usurpaban a los días.
Las junturas cohecharon
de una puerta ojos espías
por
donde dieron al alma
pesadumbres en albricias
del
deleite de su objeto,
porque
en él vieron en cifre
cuantas gracias en Adónis
fabulosas plumas pintan.
Venus yo, si antes Dïana,
resplandores maldecía
de la
aurora, porque al sol
envidiosa daba prisa.
Desvelando pensamientos
las
noches, por celosías,
que en
la puerta coadjutoras
ventanas sostituian,
contemplé diversas veces
venenosa bizarría,
Tisbe
ya, por agujeros
mirando
y no siendo vista;
hasta que una a su crïado
escuché
que le decía,
mientras que le desnudaba,
Estas
razones: "Mansilla,
pues se
casa doña Inés
y el
oro de don García
rinde un
alma interesable
que se
llamaba antes mía,
no más
Málaga, no más
ciudad,
si patria, enemiga
donde
en ferias de mudanzas
cobra
el interés partidas.
Málaga
que en mal comienza,
los que
lloro pronostica
dorados
gustos vencieron
Amor,
si ya él es alquimia.
Cásese
Inés con doblones,
que suelen doblar desdichas
y obligaciones desprecie
más seguras por sencillas.
Memorlas anega el mar,
la ausencia agravios
olvida,
la
guerra divierte celos,
Italia
hazañas alista,
el rey
despierta leones
que a
las voces de la envidia
la
ingratitud piamontesa
para
daño suyo incita.
Partirme quiero mañana.
Plumas
que Amor afemina
adornan galas de Marte
y fieles a su rey sirvan."
Alentábale el crïado,
y yo
que amorosa oía
con
gusto el que no le amasen
con
pesares su partida,
si le
juzgaba primero
por Adónis,
ya la envidia
por sol
me le retrataba.
¡Qué extrañamente apadrinan
los celos, Vargas, las partes
de la prenda que querida,
cuando
se contempla ajena,
al deseo
añade estima!
Fuíme a
dormir; pero en vano
pues
lloré recién nacidas
esperanzas, que la muerte
se
causaban a sí mismas.
Determinéme, en efeto,
manifestar escondidas
brasas,
de quien la vergüenza
y el temor fueron ceniza.
La siguiente oscuridad
aguardaba que propicia
limitase luz a Febo
y a mi
amor diese osadía,
cuando le traen un papel
a mi
madre, donde escrita
la
sentencia de mi muerte
dio don
Hernando en su firma.
Disculpábase, ya ausente,
de que
ocasiones precisas,
en su honor interesadas,
le
ausentaban de Sevilla
sin
permitirle siquiera
pagar a
la cortesía
deudas
de hospicio y regalo,
para mi
disculpas tibias;
que a la guerra del Piamonte
le
llevaban bien nacidas
esperanzas y lealtades
que
hazañosas se autorizan;
que le
encomendase a Dios
porque
si le daba dicha,
pensaba pagarla yerno
mercedes que le hizo prima.
Yo
triste, ausente y celosa,
poco
amé pues quedé viva,
ya
mártir de sus tormentos,
puesto
que en ellos novicia.
Un año de soledades
y mil
de melancolías,
cuanto
menos publicadas
más
crüeles escondidas,
pasé,
si bien alentando
esperanzas en reliquias
conservadas con dos pliegos
de
Génova y Lombardia
que a
mi madre encaminó,
hasta
que tuvo noticia
por
otro, que ya en la corte
la cruz
roja daba estima
a su
pecho y sus hazañas;
y que
si, cual pretendía,
fuese
el hábito encomienda,
a
obligaciones antiguas
grato y
noble, procuraba
con su
licencia lucirla,
añadiendo afinidades
a las deudas consanguíneas,
esperanzas revivieron
en mí,
y en ella alegrías,
de
saber que caudaloso
estaba
mi padre en Lima
reduciendo hacienda a barras
con que
casándome rica,
la cruz
nueva autorizase
el
monarca de las minas.
Mézclanse lanas diversas
en el
telar de la vida,
unas de
color alegre,
otras
que tristes lastiman.
Siempre
el contento es pechero
del
pesar. Oye y admira
de esta
verdad ejemplares,
Vargas,
en la historia mía.
En
prosperidad como ésta,
llegó
aquel infausto día
en que
las olas del Bétis,
desde
el diluvio homicidas,
cansadas del largo cerco
que ha
tantos siglos que sitia
nuestra
metrópoli hispana,
asestando baterías,
ya de las pródigas nubes,
ya del mar en aguas vivas,
ya de renteros arroyos
que pechan siempre a sus ninfas,
cañoneando de noche
las celestes culebrinas
que rayos en vez de balas
partos abortos fulminan,
al son de atambores truenos
puertas y muros derriban,
calles y plazas pasean,
casas y templos registran,
y dando a sacoriquezas,
huye la plebe dormida,
clausuras vírgenes quiebran,
montes de casas conquistan.
Brazos
de mar son las calles,
al Bermejo parecidas,
pues
para ahogar Faraones
de
endurecida malicia,
no ya
vara de piedad,
la vara
sí de justicia
levanta
Moisés airado
que en mansiones las divida.
Al mar restituye el Bétis
los bienes y hacienda misma
que en veces por tantos años
nos feriaba de las Indias;
y ya enemigo, si amante,
severos
reyes imita,
que lo
que dan poco a poco
por
junto al privado quitan.
No
quiero contar tragedias
con
vislumbres de infinitas
cuando
ni plumas se atreven
ni
moldes a referirlas.
Las de
mi casa no más
será
fuerza que te diga
como
ocasión lastimosa
de mis
presentes fatigas.
En la
mitad del silencio
el
cuarto donde dormía
mi
inocente y cara madre,
le
arroja el diluvio encima.
Sepultada antes que muerta,
el
llanto, alboroto y grita
de
domésticos y extraños
con
clamores solemnizan
las
obsequias funerales
de
tanta plebe y familia,
dejando historias al tiempo,
Troya
de agua ya Sevilla.
Yo
turbaba si ignorante,
y si
dudosa, advertida
del
daño que todos temen,
bien
triste, aunque mal vestida,
a la más alta azotea
subo y
aguardando arriba
al sol
que salió enlutado
por los
destrozos que admire,
me
pasaron, por más fuerte,
a la
casa que vecina
comunicaba terrados
de
donde vi que enemigas
las
nubes, la tierra, el agua,
en un
instante me privan
de
madre, casa y hacienda,
y --
¡ojalá que de la vida!
No
encarezco sentimientos
que es
justo que los colijas
de
quien a deudas de sangre
libraba
obediencias de hija.
Pasóse
la tempestad
al cabo
de largos días.
Halléme huérfana y pobre
y si los males alivian
ajenos, yo te prometo
que
hallara en otras desdichas
consuelos con que olvidar
las que
propias me lastiman;
porque
muchos que el día antes
con los Cresos competían,
el
siguiente mendigaban
puerta
a huerta su comida.
Yo, en
fin, amante aunque pobre,
que el
firme amor no peligra
como el
falso en las desgracias,
antes
gigante se anima,
en
busca de don Hernando
del
modo que ves vestida
vengo a
probar lo que valen
palabras que ya son ditas.
Sé que
asiste aquí, no dónde;
mas ya
por tí conocida,
de tu
lealtad contada,
quiero
ver cómo averiguan
tu
diligencia y mi amor
promesas que antes, escritas,
me
causan recelos pobre
si me aseguraban rica.
Éste
es, Vargas, mi suceso;
si de
mí y de él te lastimas,
ya suelen fidelidades
hallar el premio en sí mismas.
TOMASA: Yo te
prometo, señora,
que no he llorado en mi vida
otro
tanto, aunque he escuchado
sermones de disciplina;
pero
porque estés más cierta
del
secreto que me fías,
pues tu
historia me contaste,
escucha
también la mía.
En
Yepes, emulación
de
Ocaña, una y otra villa
donde
muere el vino moro,
porque
allá no le bautizan,
me
criaron...
Ruido dentro
mas ¿qué es esto?
PETRONILA:
Huéspedes nuevos.
Hablan dentro
el CONDE Galeazo, ROBERTO, MARCOS y PABLO
MARCOS: Avisa
la
patrona, Pablos, que eche
lana
blanda y ropa limpia.
PABLO:
Llevarémos al mesón
las
mulas.
ROBERTO:
Si está dormida,
por ser
tarde, la hostalera,
mal
almuerzo se me aliña.
MARCOS: No
hay sueño donde hay dinero
advenedizo.
Salen el CONDE,
ROBERTO, MARCOS y PABLO, de camino
CONDE:
¡Hola! Quita
esas
maletas, Roberto.
¿Qué
hora es?
ROBERTO:
Dice la risa
del
alba que son las cuatro.
CONDE: Fue la
jornada prolija;
no me
espanto.
MARCOS:
Madalena,
crïados, Pedro, Cristina,
bajen a
alumbrar al conde.
A TOMASA
PETRONILA: ¡Conde,
Vargas!
A ellos
Vueseñoría,
mil
veces bien llegado.
CONDE: Oh
hidalgo, para que os sirva,
¿sois
de casa?
PETRONILA:
Huésped soy.
CONDE: Vuestra
presencia autoriza
la
opinión de la posada.
PAULO: ¿No hay
velas?
Una voz dentro
VOZ: Suban arriba;
que velas habrá y velones.
A los mozos
ROBERTO: Alto,
pues.
MARCOS:
Con menos prisa.
CONDE: Subo
con vuestra licencia.
PETRONILA: Démela
vueseñoría
para
que vaya...
CONDE:
Eso no.
PETRONILA:
Señor...
CONDE:
No, por vida mía.
PETRONILA: Désela
Dios muchos años.
(¡Bravo
talle!) Aparte
Aparte a doña
PETRONILA
TOMASA: Huele y brilla.
Vanse el CONDE,
MARCOS y PABLO. TOMASA habla con
ROBERTO
TOMASA:
Hidalgo, ¿conde? ¿Y de qué?
ROBERTO: Conde,
y de Italia.
TOMASA: ¿Y camina...?
ROBERTO: Aquí no
más.
TOMASA:
¿Y se llama...?
ROBERTO:
Galeazo.
TOMASA:
¿Y a qué, diga,
viene a
Madrid?
ROBERTO:
A casarse.
TOMASA: ¡Zape!
PETRONILA:
Alto de aquí, Varguillas.
|