Salen doña
PETR0NILA, de hombre, y LAURA
PETRONILA: Que
os engañais os prometo.
LAURA: No me
persuadáis a mí
contra
lo que escuché vi;
que es
vuestro conde discreto.
PETRONILA:
Milagros de esa hemosura
¿a quién
no han de hacer turbar?
LAURA: Ni de
mi osaré fïar,
don
Gómez, esa ventura,
ni
Amor, que al principio empieza
a
acreditarse turbado
-- porque en todo enamorado
la repentina belleza
reduce a la vista el alma --
después
que vuelve advertido
a su
lugar el sentido
que
estaba, viéndoos, sin calma,
deja
cuerdo de enmendar
la primera turbación;
que
Amor, todo discreción,
sabe
ver y sabe hablar;
mas
vuestro conde, en desprecio
de
quien ya le estima en poco,
entró a
visítame loco
y salió, de verme, necio.
PETRONILA: Los
que en su casa asistimos
y con
él comunicamos,
su
discreción admiramos
y su
donaire aplaudimos.
Ni
su padre os te enviara,
ni Pompeyo intercediera
a que
vuestro esposo fuera
si,
como decís, le hallara
sin
partes para agradaros
y amor
para pretenderos.
Turbóse
llegando a veros,
ocupóse en contemplaros,
y
como el alma dirige
la
lengua, y ésta olvidó
su
accion vital cuando os vio,
¿qué
mucho, si no la rige
quien la fía sus concetos;
que en ellos hiciese pausa,
y
mientras duró la causa,
le
turbasen sus efetos?
Él
volverá sobre sí
la
segunda vez que os vea.
LAURA: Plegue
á Dios que tarde sea!
PETRONILA: Algo
tenéis vos aquí
que
os duele más, mi señora,
que el
conde.
LAURA:
Examinador,
por lo
rapaz hablador,
¿quién
os mete en eso?
PETRONILA: Adora
quien sirve, lo que su dueño;
y como tiran sus gajes
sus gentil hombres y pajes,
estoy en el mismo empeño
que
el señor, que os quiere bien;
y en fe
que en celos se abrasa,
los que
estamos en su casa
tenemos celos también.
Pero, pues os doy enfado,
voyme. Adiós.
LAURA:
Volved acá.
PETRONILA: Si el
conde en desgracia está
con
vos, y soy su crïado,
participaré desvelos
de su
vana pretensión.
LAURA: Si por
participación
tenéis
voluntad y celos,
bien
me debéis de querer.
PETRONILA: Amor en
los semejantes
es mal
de participantes.
¡Pudiera yo merecer
igualaros!
LAURA:
¿Hay tal paje?
PETRONILA: Tuviera
yo calidad
digna
de vuestra beldad
en hacienda y en linaje;
que entónces... No
digo nada.
Adiós,
que me vuelvo loco.
LAURA: No os
vais. Esperáos un poco
PETRONILA: Quien
de mi señor se enfada,
no
es razón, siéndole fiel,
que en
desprecio de los dos,
me
detenga.
LAURA:
Trocad vos
talle y
ingenio con él,
y
podrá ser que le estiine.
PETRONILA: Pues
¿qué le falta a mi dueño?
LAURA: Lo que
a una imaged de leño..
espíritu que le anime.
PETRONILA: Si a
vuestro cargo se toma
su amor, en él os mudad,
y veréis mi voluntad.
PETRONILA: Bien se
está San Pedro en Roma.
LAURA: Pues
si vos que le servís,
y tan fiel os me mostráis,
aun de palabra dudáis
el
trueco que resistís,
¿por
qué me culpáis de ingrata
cuando
audiencia no le doy,
ni le
amo, siendo quien soy,
y vos
quien le asiste y trata?
PETRONILA:
Ahora bien; dadme licencia
de que
me transforme en él
y
represente el papel
del
dicho conde en su ausencia.
Veréis la mucha razón
que me
obliga a no trocar
sujetos
que han de aumentar
los
grados de su pasión.
LAURA:
Vaya, que gusto de oíros,
y el
sitio alegre convida
a burla
con que despida
soledades y suspiros.
PETRONILA: ¿Ya
soy el conde, en efeto?
LAURA: Por tal
el talle os abona;
que
aunque en tercera persona,
deseo
verle discreto.
Como que llega
con el sombrero en la mano
PETRONILA: Vaya
pues. Pleitos parientes,
Por
serlo, más peligrosos,
Prima y
señora, amorosos,
a
atajar inconvenientes,
de
Milán me traen a España
de mi
padre persuadido
que
Amor, que tercero ha sido
de
quien con él se acompaña,
pudiera facilitarlos
a no
llegar a impedirlos
celos,
que antes de admitirlos
me
ocasionan a llorarlos.
Temeros grata al marqués
Octavio, mi opositor
y el
enemigo mayor
de mi
padre, la causa es
de
venir disimulado
en el
traje que me esconde,
y que
el verdadero conde
del
fingido sea criado.
De
mí mismo presumido
tan
gallardo me fingí
que en
viéndoos, me prometí
ser luego de vos querido,
y
que vuestra libertad
de
ninguno conquistada
para mí
solo guardada
me
rindiera su beldad.
Mas como en Madrid Amor,
universal mercader,
todo es
comprar y vender
siendo
el gusto corredor;
viendo lo que el vuestro precia
disfraces, sé, Laura hermosa,
que no
hay hermosura ociosa
ni presunción
sin ser necia.
No
es el amante primero
que
cuadros y engaños traza
quien
esperanzas disfraza
en
sombras de jardinero,
pero
tampoco serán
éstas las
primeras flores
que a engaños lisonjeadores
ocasión y amparo dan...
Fácil mostraros
pudiera
si
secretos revelara,
dama
que os desengañara
y a
olvidos os persuadiera;
que
en la casa donde vivo
llora
cierta doña Inés
de un
don Hernaudo Cortés
traiciones, que os apercibo
para
que os den escarmientos.
Pues en
Málaga engañada,
cuando
adquirida olvidada,
a
ejecutar juramentos
viene de quien, incapaz
del
bien que el amor encierra,
huyó a
Italia, y por la guerra
trocó
promesas de paz.
Petronila hay en Sevilla,
que de
su honor acreedora
los
mismos engaños llora;
puesto
que con escribilla
que
con ella ha de casarse
en
añadiendo a su hacienda
la cruz
que espera encomienda,
puede
ausente consolarse.
Hablen cartas; que estas dos
Dale una
de
Italia a su madre escritas,
aunque
son quebradas ditas,
serán
desengaño en vos.
Ésta
escribió de Madrid,
Dale la otra
recién
llegado, leedlas.
Si
estáis celosa, rompedlas;
pero si
cuerda, advertid
quien sois y en lo que os estima
quien,
aunque con vos pleitea,
no ya por dueño os desea,
pero os guarda comer a
prima
y ha
de vengar vuestro agravio,
cuando
a Valencia del Po
me
quiten; que pienso yo
si sabe
el marqués Octavio
-- que sí sabrá, pues a hablarle
voy,
puesto que os favorece --
que os
ama quien no os merece,
que en mi favor he de hallarle.
Él
hará que la sentencia
que
esperáis, salga por mí;
mas pues a vos os perdí,
¿qué importa pierda a
Valencia?
Gozad vuestro disfrazado,
que
siembra afrentas en flores,
y haced
a un hombre favores
con dos
mujeres casado;
que
con volverme a Milán
y
avisar a vuestro tío
vuestro
amante desvarío,
justas disculpas tendrán
desprecios que sólo en vos
malograron mi esperanza.
Mas vos
me daréis venganza.
¡Postas, hola! Prima, adiós.
Quiere irse
LAURA:
Espera, escucha. -- ¿Hay quimeras
semejantes? -- Primo, conde,
don
Gómez, oye y responde
si
éstas son burlas o veras.
Tan
a lo vivo te enojas,
de tal
modo persüades
que con mentiras verdades
si me
alegras, me congojas.
Secretos me has revelado
que si
mi primo no fueras
nuuca
saberlos pudieras.
¿Quién
eres, ó quién te ha dado
tan larga cuenta de mí?
¿ué
deseos hechiceros,
entre
engaños jardineros,
te
hicieran curioso ansí?
Si
desde Milán veniste,
¿cómo a
Málaga llegaste?
¿Qué oráculos consultaste
que de
Sevilla supiste
los
agravios que imaginas,
los
celos con que me ofendes,
las
penas con que me enciendes
con
Ineses y sobrinas?
¿Quién en la corte tan presto
te
enseñó esa doña Inés?
De don
Hernando Cortés
¿quién
te ha informado? ¿Qué es esto?
¡Cielos! No puedo negarte
ser
ésta su firma y letra;
pero
quien tanto penetra,
o se
aprovecha del arte
ilícita, o mi rigor
amante
intenta vencer,
porque
sólo puede hacer
tanta
diligencia Amor.
¿Eres el conde mi primo?
Sí dices, pues estás mudo.
Ya me alegra lo que dudo;
por tal
tu presencia estimo;
tu
talle me desengaña,
tu
gentileza me obliga.
Basta que el alma lo diga.
Quien
vino por verme a España,
quien averiguó discreto
traiciones que, disfrazadas,
fueron
hasta aquí estimadas
y ya
aborrecer prometo,
digno es de correspondencia
igual.
Don Hernando, en fin,
lo que
sembró en el jardín
cogerá. Tenga paciencia
si
cauteloso y astuto
le
ofenden mis desengaños;
que bien es, quien siembra engaños
que en
desprecios coja el fruto.
Sácame ya de estas dudas.
Dime si
mi primo eres.
PETRONILA: Seré lo
que tú quisieres
si en
amor desdenes mudas.
Yo
soy el conde Galeazo,
que en
tu vista me deleito.
LAURA: Pues,
conde, acabóse el pleito.
La
sentencia es este abrazo.
Abrázale
El
don Hernando Cortés
murió.
No puede igualarte.
PETRONILA: Pues
hoy ha de visitarte
su
ofendida doña Inés
para
que presente veas
quien
ausente desatina.
Y la
andaluza sobrina
también, si hablarla deseas.
Está
en la corte.
LAURA: ¿Qué dices?
PETRONILA: Esta
tarde la verás.
LAURA: A ti te
quiero, y no más.
PETRONILA: Penas han sido felices
las que he pasada hasta aquí
pues ansí lealtades pagas.
LAURA: Porque
desde hoy satisfagas
agravios, haz, prueba en mí
de
lo mucho que te quiero.
PETRONILA: El
jardinero nos mira.
LAURA: Pues,
un rato te retira;
que yo
le haré al jardinero
que no engañe, sencilleces
extranjeras.
PETRONILA:
Voyme pues.
LAURA:
¿Volverás?
PETRONILA:
Con doña Inés.
LAURA: ¿Y sin
ella?
PETRONILA:
Muchas veces.
Vase doña
PETRONILA. Sale don HERNANDO
HERNANDO:
Dilaciones, mi condesa,
que
esperanzas marchitando...
LAURA: ¡Basta,
basta, don Hernando!
De
conoceros me pesa.
Estos papeles mirad
Dáselos
y obligaciones cumplid;
que aunque es confusión Madrid,
tiene mucha claridad
su cielo, con que da
luz
a engaños y deslealtades.
Empeños y voluntades,
caballero y andaluz,
no son pleitos de acreedores
que se dejan a herederos;
basta
que deban dineros
y no paguen los señores,
sin que deban la opinión
engañada por sencilla.
En
Málaga y en Sevilla
-- será en su contratación --
tenéis vuestros intereses
y es bien los correspondáis
si mercader no quebráis
con
Petronilas e Ineses
cuyas esperanzas secas,
aunque aquí las cultivéis,
se quejan de que las deis
engaños
por hipotecas.
Mirad que se cumple el plazo
que a
estas deudas corresponde
y que
está en Madrid un conde
que es
mi primo y es Galeazo,
y
llevará mal el veros
aquí
desluciendo oficios;
que
dicen mal artificios
que
suelen dejar dineros.
Escoged entre las dos
la más
hermosa, y salid
de esta
huerta y de Madrid,
o
haréos yo salir. Adiós.
Vase la condesa
LAURA
HERNANDO: ¿Qué es esto, Laura? ¿Qué es esto,
condesa, señora mía?
¡El
pesar del alegría
tan
cerca, cielos, tan presto!
Mas
quien su esperanza ha puesto
en
yerbas que no dan fruto,
¿qué
mucho cobre tributo
en flor
que fácil se pierde,
viva a
la mañana y verde,
muerta
a la noche y con luto?
¿Qué
Ineses, si ya casada
la que
adoré me dejó?
¿Qué
Petronilas, si yo,
Laura,
el alma os tengo dada?
Dióme
en Sevilla posada
mi
primo; mas si no vi
su
hija, ¿en qué la ofendí?
¿Es la
voluntad moneda
con que paga el que se hospeda
regalos? Diréis que sí.
Míos los papeles son,
con que Laura me lastima.
Escribiólos a mi prima
no mi
amor, mi obligación.
Rigurosa ejecución,
¿en
palabras haces prenda?
Trueque
Amor, contrate y venda
si al
interés se avasalla;
mas no
me obligue a compralla
ausente
y sin ver, la hacienda.
¿Quién os pudo a Laura dar,
papeles? ¿Mis enemigos?
¿Quién
en la corte testigos
os hizo
de mi pesar?
Celos
por averiguar
infiernos son, que no celos.
O moriré, o sacarélos
en
limpio y sabré mis daños;
Que mas
valen desengaños
que
morir entre recelos.
Quiere irse don
HERNANDO, y le detiene doña
PETRONILA, vestida de hombre, al
salir
PETRONILA: Don
Hernando, cierta dama
que en
casa del conde vive,
y este
papel os escribe,
sobrina
vuestra se llama.
Dale un papel
No
sé yo cómo ha sabido
que
aquí vives disfrazado.
Amor, que es todo cuidado,
vuestro
fiscal habrá sido.
Vedla; que corre su honor
riesgo
agora manifiesto,
y por
lo que os toca en esto
debéis
hacerla favor.
La calle de la Gorguera,
enfrente San Sebastián
buscad;
que en ella os dirán
su
casa, y ved que os espera;
pues
si, como dice, es
sobrina
vuestra, y no vais,
aunque
Cortés os llamáis,
no os
tendrémos por cortés.
Vase doña
PETRONILA
HERNANDO:
Alto, a ejecutar papeles,
que a
su madre la escribí,
mis
penas la traen aquí
ya con
celos más crüeles.
Habrále a Laura vendido
quimeras y obligaciones,
que en sus imaginaciones
engendran desdén y olvido.
Mas; ¿a Madrid de
Sevilla
una
mujer principal,
sin
verme, haciendo caudal
solamente de escribilla?
¿Y
en casa del conde? ¡Cielos!
¿Tan
presto se han conocido?
Pero si
el conde ha sabido
mi
disfraz, y tiene celos,
no
es mucho, Amor, que procures
que mi
esperanza destrocen;
que en
viéndose se conocen
los
celosos y tahures.
Sepamos qué determina
de mí, o qué puede quererme
quien
me ejecuta sin verme.
¡Válgate Dios por sobrina!
Lee
"La
tempestad e inclemencia
del
cielo, en la patria mía
hacienda y madre en un día
me
quitó, no la paciencia.
Solo
tengo por herencia
palabras que por escrito
en
vuestra sangre acredito;
mas
podréísme responder
que
del decir al hacer,
don Hernando, hay infinito.
No os quiero yo limitar
gustos que hacen dizfraros,
sólo
con veros y hablaros
penas pretendo aliviar.
Mucho tenemos que hablar,
y mucho más de vos fío.
Duélaos el destierro mío
y
vedme, que es importante.
Si
no queréis como amante,
a lo
menos como tío."
¡Bien mi dicha se restaura
con sobrina sin hacienda
que,
desterrada, pretenda
hacer
competencia á Laura!
¡Y
bien a su amor me obliga,
solicitando rigores
de
quien esperanzas flores
con menosprecio castiga!
Con
Laura me ha descompuesto,
doña
Petronila, en fin.
Su
desden secó el jardín
que mi
amor había dispuesto.
Bien
podré satisfacerla,
aunque renuncie disfraces
-- que celos paran en paces --
y más
haciendo que a verla
vaya
su competidora;
mas
¿cómo podré después,
celosa
de doña Inés
siempre mi perseguidora,
desmentir tantas sospechas?
¿O cómo
pudo saber
Laura de esta mujer,
y de memorias deshechas
fabricar enojos tales?
Mas también habrá venido
a
Madrid, porque el sentido
me quiten juntos mis males.
Dejemos
trasformaciones
que tan
mal se me han logrado,
y ya mi
amor declarado
aliente
sus pretensiones.
Veamos esta sobrina
que
solicita mis daños;
pagaréla en desengaños
el mal
que a hacerme se inclina,
y a
Laura reduciré
a que
averiguando enojos,
vuelva mi paz a sus ojos;
que si
me ama, bien podré.
A
Mansilla buscar quiero
para
mudar de vestido.
Esta
vez no habéis salido,
Amor,
diestro jardinero.
Vase don
HERNANDO. Salen TOMASA, de labradora
rebozada con la toca, y MANSILLA
TOMASA:
Déjeme lavar mi ropa,
Le
digo, y hágase allá.
MANSILLA: Vuelve
la fachada acá
y no
mires por la popa.
Advierte que me destilas
el alma
y el corazón.
¡Bien
haya quien el jabón
hizo e
inventó las pilas!
¡Bendito sea el regidor
que entre floridos matices
condujo jabonatrices
para que se lave Amor!
Ni sus salas ni planteles,
cuadros, estatuas, pinturas,
grutescos, arquitecturas,
rejas, balcones, canceles
se
igualan a la invención
que en tanta pila dilata
brazos
fregones de plata
entre
ninfas de vellón.
¡No
me hiciera a mí poeta
el dios
rubio, todo cara!
Panegíricos cantara
a la
invención arquiteta
de
Juan Fernandez, que aquí
refugio
de mantellinas,
labró
pilas cristalinas.
¡Vive
Dios, que cuando vi
gorronas en letanía,
pilones en procesión,
sudando espuma el jabón
entre
sucia trapería,
que
a fuer de disciplinantes,
con los
golpazos que daban,
la
pobre ropa llagaban
y a ti
entre tus semejantes
cerniendo jabonaduras,
y
amasando camisones,
que
dije, "Si aqui te pones,
Amor,
no andarás a escuras;
que
dando ojos por despojos,
aquí,
por lavar aprisa,
la mas
flamante camisa
sale,
rota, un Argos de ojos."
Ea,
destapa la boca,
brilladora lavatriz.
No se
atreva a la nariz
la
descomedida toca.
Mira que me estás torciendo
el alma
como pañal.
TOMASA: No lo
sabe decir mal
el
lacayazo.
MANSILLA:
Ya entiendo.
Turrón quieres.
TOMASA: El picaño
debe
soñarse en la aldea,
huésped
de una chimenea
y
adúltero de un escaño.
MANSILLA:
¡Zape! Astróloga acusanta,
¿quién
de escaños te informó?
Que si
la espetera no,
por Dios, que eres nigromanta.
¿Quién el soplo vivo
fue
de este
caso?
TOMASA:
La noticia
que
tiene de él la justicia
a quien
aviso daré
de que siendo un ganapán
con
alquilados vestidos
y
cuentos no sucedidos,
se
vende por capitán
y
labradoras engaña
con
plumitas y sombrero.
Todo se
sabe, chancero.
Parientes tengo en Ocaña.
Tras
él vino con su padre
la del
escaño; y en otro
cantará
que llaman potro,
a las
tres ánades madre
-- si nones decir espera --
el que
de una cuchillada
sabe
dar tal cabezada,
que
hilvana toda una hilera.
Pues
, míreme aquesta cara,
Destápase
MANSILLA: ¡Tomasa
del alma mía!
¿Tú en Madrid?
TOMASA: ¿Pues qué quería?
¿Que la gineta aguardara,
que
en almohaza ha trocado?
Aquí en
busca suya estoy.
MANSILLA: Los
brazos y alma te doy.
¿Quién
tan presto te ha enseñado
a
hablar sacudidamente?
TOMASA: Pues yo
¿cuándo muda he sido?
MANSILLA: Mujer
muda no la ha habido;
mas
labradora inocente,
¿en
Madrid deja su casa
y
fullera jaboniza?
TOMASA: Ansí el
Amor se desliza.
Quedando cual vio, Tomasa
y
sabiendo padre el caso,
¿qué
tenía que esperar?
Sirvo
en aqueste lugar
a una
dama, toda raso,
y no ha de verme mi aldea
mientras que no desengaño...
MANSILLA: Querrás
decir al escaño
y
madrina chimenea.
TOMASA:
...que vuelvo con mi marido.
MANSILLA: Si
quieres, presto será.
¿Dónde vives?
TOMASA:
Cerca está.
Aunque
el sitio es escondido
yo
me le sabré buscar
cuando
le haya menester;
que
agora no puede ser.
MANSILLA: ¿Pues
por qué?
TOMASA:
Es nunca acabar.
No
me ronde lavanderas,
ni
pilas atisbe, ¿entiende?
Si es
que anochecer pretende
con las
costillas enteras.
Si
no por aquí se esté,
sabrá
después lo que pasa.
MANSILLA: ¿Qué garatusas, Tomasa,
son éstas?
TOMASA:
Se las diré
cuando importe.
Sale un CRIADO
CRIADO: Don Hernando
en la posada os espera.
MANSILLA:
¿Tenemos nueva quimera?
CRIADO: Sayales
va renunciando
y
viste a lo caballero.
MANSILLA:
Celuchos deben de ser.
A TOMASA
¿Me
vendrás mañana a ver?
TOMASA: A las
dos.
MANSILLA:
Mucho te quiero;
pero
viendo que tu casa
me
ocultas, celos me das.
Niña en
un lugar estás
donde
por todo se pasa.
No pase todo por ti.
TOMASA: Ni por
él, dándome enojos.
Ponga
dieta en los ojos
o
acordaráse de mí.
Vanse
todos. Salen doña PETRONILA, de mujer
y tapada con el manto, y el CONDE
Galeazo
PETRONILA: Ya
sabrá vueseñoría
quién
soy.
CONDE:
Aunque no me atrevo
a pedir
que os descubráis,
en fe
que no la merezco,
ya, mi
señora, me ha dicho
obligaciones y empleos
don Gómez, que me aseguran
de
competencias y celos.
Sé que
doña Petronila
sois,
con prendas de por medio
que obligan a que os adore
quien os confiesa por
dueño.
Pidióme que os aguardase
aquí;
que como le tengo
por tan
mi amigo, se ocupa
en dar
traza a mis remedios.
Si por
serlo suyo yo,
agora
obligaros puedo
a que despojando estorbos,
ya que
os hablo, pueda veros.
La
misma seguridad
y
llaneza en mí os ofrezco
que en
don Gómez, vuestro amante;
pero si
no gustáis de esto,
no pretendo yo enojaros.
PETRONILA: Vuestro
término discreto
más
tiene fuerza de leyes,
conde
ilustre, que de ruegos;
mas hoy no puedo serviros.
Deslucen mucho desvelos
y cáusamelos don Gómez.
Con
tantos divertimientos
desacreditó su gusto;
y si el
rostro agora os muestro,
juzgaréisele, estragado,
que no
vengo de provecho.
Otro
día os serviré.
CONDE: Yo, mi
señora, os prometo
que si
por la muestra saco
lo que
me encubre ese velo,
que a
don Gómez tengo envidia
porque
el donaire y despejo,
la
discreción y el agrado
que
apoyan lo que no veo,
es
tal...
PETRONILA:
Basta, señor conde.
Muestra una
mano sin guante
CONDE: Esa
mano que respeto
por lo
grave y por lo hermoso,
proporcionado instrumento
de la
cara que adivino,
asegura
los recelos
que
fingís, porque el crïado
nunca
se aventaja al dueño.
¿Había
naturaleza,
sabia
siempre en sus efetos,
de
deshermanar la cara
de tan
bella mano y cuerpo?
No,
señora, no es posible.
Perdonadme si os desmiento;
que un
mentís en tales casos
servicio es más que desprecio.
PETRONILA: Yo le
estimo por favor,
y
¡ojalá me hiciera el cielo
como
vos me imagináis,
pincel
vuestro pensamiento!
Compitiera más segura
con la
condesa, a quien temo
las
ventajas que la envidio
y
gracias que la concedo.
Sólo en
la desigualdad
de su
amar culparla puedo;
pues
condesas y estudiantes
desproporcionan sujetos.
¿Cuánto
mejor le estuvieran,
a no
pintarse Amor ciego,
las
prendas que en vos ignora,
conde,
galán y su deudo?
Las
mujeres, en fin, somos
esfera
de los defetos;
como
tales elegimos
gustos,
no merecimientos.
¡Plegue
á Dios que mienta yo
y que
don Gómez, tercero,
tan
cerca de los peligros,
no
venga a anegarse en ellos!
CONDE: En esa
parte, señora,
perdonadme; que le precio
más que
vos, pues de él confío
lo que
en vos dudoso veo.
PETRONILA: Estoy
celosa.
CONDE:
Yo y todo;
mas hay dos suertes de celos,
unas nobles y otros no;
y si de Laura los
tengo,
en don Gómez los alivio.
Español y caballero,
sabio
por la profesión
y por
la experiencia cuerdo,
ni
faltará a mi amistad,
ni
despreciará el empeño
con que
amor os eslabona,
de los
dos hermoso enjerto.
PETRONILA: ¿Luego
díjoos...?
CONDE:
Ya me ha dicho
que es
bisagra un ángel tierno
de
vuestras dos voluntades;
que
entre él y mí no hay secretos.
Sale ROBERTO, y
habla aparte al CONDE
ROBERTO: Vargas
me envía a avisar
a
vueseñoría que luego
se
llegue a la huerta dicha
de Juan Fernández; que el pleito
salió ya en favor de Laura,
y hay muchas cosas de nuevo
que en el de vueseñoría
nuestro
don Gómez ha hecho.
CONDE:
¡Válgame Dios! Perdonadme,
señora,
si agora os dejo;
que en
vuestra casa quedáis
mientras con don Gómez vuelvo.
PETRONILA: Ruego a
Dios, conde y señor,
que de
un próspero suceso
vengan
a pedirme albricias
por la
parte que en él tengo.
CONDE: Adiós.
PETRONILA:
Señor, advertid
que
aguardo.
CONDE:
Luego volvemos
don Gómez
y yo. Quedaos
con
esta dama, Roberto.
Vase el CONDE
PETRONILA: Hacedme
merced, hidalgo,
de
llamarme un caballero
que es
mi tío, y en mi busca
llegará, a lo que sospecho,
si no ha llegado, a esta casa.
ROBERTO: Que me
place.
PETRONILA:
Y en viniendo,
no
dejéis entrar a nadie;
que
importa hablarle en secreto.
ROBERTO: En todo
seréis servida.
Vase ROBERTO
PETRONILA: Amor
siempre invencionero,
quimeras todo y embustes,
¿qué
fin han de tener estos?
Descúbrese. Salen ROBERTO y don HERNANDO, de
rúa con hábito de Santiago
ROBERTO: Aquí
está vuestra sobrina.
Entrad, y seré portero
porque
ansí me lo ha mandado
la
misma.
HERNANDO:
Guárdeos el cielo,
PETRONILA: ¡Don
Hernando de mis ojos!
Pues he merecido veros,
ya podré olvidar trabajos
que ocasionan mi
destierro.
Aguardando estaba un coche,
como
veis, el manto puesto,
dudosa
de que bastasen
papeles
y parentescos
a
saearos de hortelano;
y a no
venir, os prometo
que
pensaba ir en persona,
tío, a
haceros un mal tercio.
Habladme, dadme esos brazos;
que por amantes y deudos,
bien los puedo merecer
en albricias de que os veo.
Parece que os extrañáis
de hablarme.
HERNANDO: Fuera yo necio,
si en tantas admiraciones
no me
asombrara suspenso.
Vuestra
hermosura y agrado
me
enmudece, lo primero,
quejoso
de que mi prima
tanto
bien me haya encubierto.
Lo
segundo, el ver que aquí
mujer
de tantos respetos
y
nobleza como vos,
se
atreva desde tan lejos
a
ejecutar cortesías,
que
parando en cumplimientos
fuera
fácil descartarlos,
a no
cautivarme el veros.
Lo
tercero, de que estéis,
No
huéspeda pero dueño
de esta
casa, donde vive
un
conde, y ése, extranjero,
de ayer
venido. Lo cuarto,
que me
conozcáis tan presto,
sin
haberme visto nunca.
Pudiera
alegar, tras esto,
agravios no merecidos
con que
me habéis descompuesto
con
Laura, de cuyo amor,
solos
ya desdenes medro;
además
-- si no me engaño --
de que
en vos la imágen veo
de un
don Gámez que me trujo
esta
tarde un papel vuestro.
Ved si
hay causas de admirarme.
PETRONILA: Un algo
nos parecemos
ese paje y yo, es verdad;
mas eso, Hernando, no es
nuevo.
Murió
en Sevilla mi madre
en el
rigor de este invierno
a manos
de aquel diluvio
que
tantos pobres ha hecho.
Habíame
prometido,
Enseñándome los pliegos
que de
Italia y de esta corte
la
envïastes, que en honestos
lazos
de amor os tendría
brevemente por mi dueño;
y
deseábalo mucho,
obligaándoos hasta en esto.
Estaba
yo... -- perdonadme
si
declaro pensamientos
que la
vergüenza hasta agora
tuvo
ocultos en mi pecho --
estaba
yo enamorada
desde
que una noche os vieron
curiosidades prohibidas
que
engendraron mis deseos
-- puesto que a puerta cerrada --
por permisiones que el tiempo
supo abrir en sus molduras;
que aun en ellas hay cohechos.
Como os partistes a
Italia
aquella
tarde sin vernos,
y amor
con la privacion
es lo
mismo que con celos,
cuanto
más dificultoso
os
consideré, dio aliento
a
centellas, que imposibles,
no
pararon hasta incendios.
Sin
vos, sin mí y sin mi madre,
vine en
vuestro seguimiento
por lo
más, ya que perdí
la
hacienda, que fue lo menos
quiero
decir, por el alma;
que ya
que mis bienes pierdo,
aunque
en ella halle mis males,
busca
su consorte el cuerpo.
No
faltaron en Madrid
Argos,
Hernando, que os vieron
cohechar jardines y flores,
y al
conde noticia dieron
de
malicias, ya verdades,
que
averiguando los celos
para
desmentir peligros,
pararon
en embelecos.
Apeóse
en mi posada
el
dicho conde, y pudieron
segun
él finge, obligarle
mis
ojos, que él llama cielos,
a
divertirle de Laura;
y esto Hernando, en tanto extremo
que
informado de quién soy,
en
saliendo con un pleito
que
importante aquí litiga,
con
lícitos himeneos
me
ofrece en Italia estados
y en España pensamientos.
Puso
casa, en un cuarto
de ella
dándome aposento,
si
amante me solicita,
me
honra como caballero.
Para
burlarse de Laura,
hizo al
paje más grosero
que la
viese, falso conde.
Ya os
hallasteis al suceso.
Tío, mi
padre me escribe
que con
más de cien mil pesos
viene a
cubrir de diamantes
la cruz
que os adorna el pecho
si
pagáis obligaciones.
Cuando
un conde menosprecio
y con
el nombre de esposo
gustáis
realzar el de deudo,
dejad
pretensiones vanas;
porque
os afirmo por cierto
que don
Gómez, ese mozo,
a quien
dicen me parezco,
tiene
en Laura tanta parte,
-- pues yo os lo afirmo, creedlo --
que hay
quien ha visto que pasa
de los límites honestos.
Díjele cuánto os quería,
ofreció ser mi tercero,
dióme
de sus dichas parte,
y para
aliviar sus celos,
vuestras cartas me pidió
que a la condesa pudieron
persuadir a los engaños
que
lloran vuestros desvelos.
Como en
que Laura os olvide
tanto,
mi Hernando, intereso.
También
yo he solicitado
con ella sus menosprecios.
Obligaciones de tío,
promesas de caballero,
correspondencias de
amante,
resoluciones de cuerdo,
os
intimo; si admitís
la
voluntad que os ofrezco,
ni yo
lloraré desgracias,
ni vos
sentiréis desprecios.
HERNANDO: Ahora,
sobrina, estas cosas
piden
dilación al tiempo,
informacion a la fama,
y a la
prudencia consejo.
Tratarémoslas despacio.
Yo
vendré a la noche a veros.
Quedáos
con Dios. (Muerto voy Aparte
de
agravios, de amor y celos.)
Vase don
HERNANDO
PETRONILA: Esto
lleva ya camino.
Cúbrese y sale
ROBERTO
ROBERTO: Ya se
fuE aquel caballero.
PETRONILA: Y el
conde se tarda mucho.
Yo
tengo la casa lejos.
Sepa si
volvió la silla
por mí.
ROBERTO:
Con un escudero,
pienso
que os espera abajo.
PETRONILA: Pues
diga el señor Roberto
al
conde que me perdone;
que
mañana le prometo
volverle a besar las manos,
y a don
Gómez que le debo
el cuidado con que estuvo
aguardándome al encuentro
para
acompañarme; que es
puntualísimo en extremo.
Vanse doña
PETRONILA y ROBERTO. Sale TOMASA,
con manto y de dama muy bizarra,
y LAURA, en
cuerpo
TOMASA:
Favorece vuexcelencia
mi
humildad como quien es,
LAURA: Vos,
señora doña Inés,
en
discreción y en presencia
merecéis que don Hernando
os
adore; y para mí,
quien de vos se olvida ansí,
otras
bellezas buscando,
estragado tiene el gusto.
TOMASA: Aunque
peca de inconstante,
es
Hernando vuestro amante
y
viéndoos, no fuera justo
que de amor no mejorara;
pues
siendo conde con vos,
correspondidos los dos,
no es
mucho que me olvidara.
Salistes con la sentencia
que gocéis por muchos años;
sacáronme mis engaños
de
Málaga; y la inocencia,
que
en las de mi profesión
se
funda en recogimiento,
podrá
servir de escarmiento
si no
de satisfacción
a quien como yo se deja
de
palabras engañar.
LAURA: Don
Gómez me vino a dar
cuenta
de la justa queja
que
don Hernando Cortés
os
causa; y tengo noticia
que su amor, todo malicia,
ha
alcanzado, doña Inés,
de
vos, lo que no se puede
restaurar no siendo esposo
vuestro.
TOMASA:
El amor engañoso
lo que
no cumple concede.
A
costa de mi vergüenza
confieso lo que decís.
LAURA: Si ese
derecho adquirís,
la
razón, doña Inés, venza;
que yo no he de ser mujer
de quien ya para con Dios
está
casado con vos.
Ya de
mí no hay que temer.
Galeazo Malatesta,
aunque
oculto a verme vino
engaños
cuerdo previno
de
quien ya mi amor molesta.
Es mi primo, y pues salí
en el
pleito vencedora,
dándole
la mano agora
verá que hay valor en mí
para pleitear estados,
y amor
para restaurar
pérdidas
que han de premiar
sus
amorosos cuidados.
TOMASA: Sois
vitoriosa y amante.
LAURA: De mí,
Inés, estad segura;
pero no
de otra hermosura,
con la
vuestra litigante,
que
en Sevilla se dejó
engañar cual vos, y agora,
en Madrid competidora,
en sus
cartas alegó
palabras que recopila,
y os ha
de dar bien que hacer
por
ellas. Es la mujer
cierta
doña Petronila,
su
sobrina, y sevillana.
TOMASA: Siendo
primero acreedor
en esas
deudas mi amor,
la
justicia tengo llana
y un
testigo de dos años
que
traigo a Madrid conmigo...
LAURA: Ése es
parte y es testigo
que
sacará a luz engaños.
¿Es
posible que se atreva
quien
ansí se ve obligado,
al
cielo?
TOMASA: Un enamorado
tras sí
los sentidos lleva.
Bien
le pueden disculpar
hermosura, amor y ausencia.
Sale un CRIADO
CRIADO: Una
dama a vuexcelencia
plácemes le viene a dar
del
pleito con que ha salido.
LAURA: ¿Quiéá
es?
CRIADO:
Dice que se llama
doña
Petronila.
LAURA: Dama
de
vuestro ofensor ha sido.
Mirad si os dije verdad.
¿Queréis verla?
TOMASA: No, señora;
que
siendo mi opositora,
perderé
a la autoridad
que
merece vuexcelencia
el
respeto, y no es razón
dar a
enojos ocasin.
Irme
quiero.
LAURA:
Ésa es prudencia.
Mirad que habemos de ser
muy amigas desde hoy.
TOMASA: Bésoos las manos. Yo soy
vuestra
esclava.
Vanse TOMASA y
el CRIADO
LAURA: Esta mujer
he
visto, yo no sé dónde.
Paréceme que jurara
que se
retrató en su cara
la del
mentiroso conde.
Sale doña
PETRONILA, cubierta la cara
PETRONILA: Don
Gómez, señora mía,
a quien
le debe mi honor
la
confidencia y favor
que de
él mi esperanza fía,
que
mandó que a visitaros
a
instancia suya viniese
y
parabienes os diese
de que
ya pueda llamaros
condesa suya Valencia.
Goce
con su posesión
digna de tal perfección
otras muchas vuexelencia,
y téngame a mí por suya.
LAURA: Cuenta
don Gómez me ha dado
de
quién sois y del cuidado
que os
trujo a Madrid. Arguya
de
vuestra belleza agora
mi
vista la ingratitud
de una
loca juventud
que os
ha olvidado. Señora,
apartad del rostro el manto.
PETRONILA:
Serviros es mi deseo.
Descúbrese
LAURA: ¡Jesús!
¿Qué es esto que veo?
PETRONILA: No me
admira vuestro espanto;
que somos muy parecidos
don Gómez y yo.
LAURA: No sé,
si
viéndoos, crédito dé
a mi
engaño o mis sentidos.
Admiro tal semejanza.
PETRONILA: Como
ésa es causa de amor,
solicité su favor,
y vive
en él mi esperanza.
Quiso Dios que se apease
en la
posada en que moro,
y el
menosprecio que lloro
mis
desdichas le contase;
y de
ellas compadecido
don
Gómez, me prometió
socorros que ya cumplió;
pues
segura de él he sabido
ya
don Hernando Cortés
no podrá lograr en vos
los engaños que a otras dos
ha hecho.
LAURA:
Una doña Inés,
de
Málaga, puede haceros
contradicción; que de mí
no hay
recelos desde aquí
que os
dén causa de ofenderos.
Líbreme Dios de tal hombre.
PETRONILA: Ya yo
sé que esa mujer
esta
tarde os vino a ver;
mas no
hay porque eso me asombre;
que
todos son fingimientos.
LAURA: Por
cierto, si cual la cara,
vuestro
derecho os ampara,
que
tenéis merecimientos
Dignos de que don Hernando
más que
a todas os estime.
PETRONILA: Vuestra
hermosura reprime
memorias que estoy llorando
puesto que como os adora
don
Gómez -- el conde digo
que
declarado conmigo
de todo
soy sabidora --
no tengo que temer daños,
aunque
sí merecimientos
pues os
darán escarmientos
consejos en desengaños.
¡Dichoso, si ha de ser dueño
don
Gómez, de esa beldad!
LAURA: Vivid
con seguridad
de que
el amor que le enseño,
no
es fingido.
PETRONILA: Sois tan sabia
como
hermosa en elegir
tal
sujeto.
LAURA:
Séos decir
que el ingrato que os agravia,
aunque se llama Cortés,
desdice
de su apellido,
pues
que con vos no lo ha sido.
Líbreos
Dios de doña Inés;
que
por la similitud
que con
don Gómez tenéis,
deseo
mucho que troquéis
en amor
su ingratitud.
PETRONILA: No
me hagáis vos competencia;
que en
lo demás no hay temor
que
desespere mi amor.
Sale un CRIADO
CRIADO: A
hablar a vuestra excelencia
entra un caballero.
PETRONILA: Dadme
licencia...
LAURA:
Con que volváis
a
verme.
PETRONILA: ¿De eso dudáis?
LAURA:
Petronila, visitadme;
que
os quiero mucho.
PETRONILA: Será
no por
lo que yo merezco
mas por
lo que me parezco
al
conde que pena os da.
LAURA: Mucho merecéis por vos;
mucho por él os estimo.
PETRONILA: Sois su
dama, es vuestro primo,
y yo
vuestra esclava. Adiós.
Vanse doña
PETRONILA y el CRIADO. Sale el CONDE
CONDE: Ya
que en el pleito vencistes
justamente, hermosa Laura
y con
Valencia perdí
la
libertad, vuestra esclava;
puesto
que agora pudiera
dar a
mis celos venganza
apoyando
desposorios
de
quien amáis engañada,
mi
noble amor no consiente
que
cuando os volváis a Italia
lleves
menos la opinión
que
tarde el tiempo restaura.
El
jardinero fingido
que
aquí cultivó esperanzas
cogiendo el fruto en desdenes
que
lastiman si no matan,
centa
me ha dado de todo
lo que
con don Gómez pasa,
el amor
que le tenéis,
y, de vos misma olvidada,
las sospechas con que
queda
ofendida vuestra fama;
que ya
estas fuentes murmuran
la que
estos jardines callan.
Y
aunque don Hernando es noble,
yo
creyera sus palabras,
porque
ya yo sé que celos
mentiras y enredos tratan,
si el
mismo ingrato don Gómez
que
aposentado en mi casa
y, amigo
falso, en mi pecho,
ocasiona estas marañas
en vez
de terciar mis dichas,
reducirme a vuestra gracia
y
cumplir palabras suyas,
todo
engaños, todo caras,
conmigo
y con vos traidor,
cuando
más finge que os ama,
más
vuestra opinión desdora,
más
vuestra afrenta amenaza.
Él me
contó los sucesos
de
Alcalá, donde hospedada,
os
lisonjeó atrevido
la
noche que, a ser vos sabia,
os
pudieran persuadir
sutilezas de sotanas
a
estudiantes embelecos
y
mentiras graduadas.
Por
orden vuestra se encubre,
mudando
en Madrid posadas
y, en
vez de cursar escuelas,
cursa
aquí materias falsas.
Yo,
Laura, soy vuestro primo;
yo el
conde soy, que de Italia
a perder
paciencia y pleitos
me
trasladó amor a España.
Paje es
el conde fingido
de don
Gómez, que disfraza
para
asegurar con vos
su amor
y estorbar mudanzas.
Persuadióme a estos enredos
diciendo que me importaba
encubrirme de enemigos
que
antiguos enojos guardan.
Mirad,
prima, lo que hacéis;
que don
Gómez tiene dama
en
Madrid, que es madre ya
y que
su esposa se llama.
Cierta
doña Petronila
estuvo
poco ha en mi casa
conmigo, de vos celosa,
y a
pedir determinada
a la
iglesia le compela
a que,
cumpliendo palabras
ejecutadas en obras,
tantas quimeras deshaga.
Por lo que a mi sangre
debo,
porque
os adoro, aunque ingrata,
y por
descubrir traiciones
que a
luz desengaños sacan,
os
vengo a dar este aviso.
Desmentid sospechas falsas
y pagad merecimientos
de quien os tiene en el
alma.
LAURA: ¿Qué
Circes, qué Falerinas
pretenden en esta casa
mezclar hechizos en flores,
que tanto embeleco enlazan?
Hombre, que no sé quién
eres,
puesto
que conde te llamas,
aunque
mi primo te finjas,
si don
Hernando te paga
mentiras que me propones,
en
balde intentas lograrlas
cuando
verdades desmienten
avisos
con que me abrasas.
Esa
doña Petronila
agora de aquí se aparta,
de don
Hernando quejosa,
burlador de su esperanza.
¿Por
qué olvidos que te culpan,
contra
don Gómez achacas,
si ella
misma se hace lenguas,
pregonera
en su alabanza?
¿Qué
estudiantes? ¿Qué Alcalá?
¿Qué
lisonjas? ¿Qué posadas?
¿Qué amor? ¿Qué escuelas son éstas
que de juicio te sacan?
Ya yo
sé quién es don Gómez
por más que me persüadas
a lo
contrario; ya sé,
por la
firma de tres cartas,
lo que
don Hernando debe
a
hermosuras sevillanas,
y a
Ineses aborrecidas
en su
busca cortesanas;
ya sé
que el intruso conde
es su
paje, y que se llama
Galeazo, y es mi primo
el don
Gómez que amenazas.
Véte, y
dile a quien te envía
cuán
mal le salió la traza
con que
pensó darme celos
o haré,
cuando no te vayas
que tus
traiciones castiguen.
CONDE: ¿Qué es
esto, cielos? Mi Laura,
mira
que tu primo soy.
Permite
que satisfaga...
LAURA: ¡Oh
bárbaro! ¿Yo tu prima?
¡Crïados, hola!
Sale TOMASA, de
conde
TOMASA:
¿A quién llama,
prima y
señora, selencia?
¿Quién
la ha dado enojo?
LAURA: ¡Basta!
Arrimad, hermano, oficios
pue
impropiamente os entallan,
pues ya sabemos quién sois.
TOMASA: ¿Cómo? Pues yo ¿quién soy?
LAURA: Vargas,
paje
del conde.
TOMASA: Selencia
miente
como una borracba
que yo
don Galeazo soy,
y vine
en una galeaza.
CONDE: Vargas, dejemos las burlas;
y pues fueron a mi
instancia
fingimientos sin provecho,
a mi
prima desengaña;
que
niega que soy yo el conde.
TOMASA: Idos
mucho enhoramala;
que si
dais en ser bufón,
no está
el tiempo para gracias.
Conde
he de ser, vive el cielo,
desde
Getafe hasta Francia,
y tan
conde, que el más conde
con
desmayos por mí vaya.
Sale doña
PETRONILA, de hombre
PETRONILA: Prima,
¿qué alboroto es éste?
LAURA: Don
Gómez, nos enmarañan
embelecos que no entiendo.
Este
hombre que en vuestra casa
tenéis,
o el seso ha perdido
o
pretende que yo salga
del mío. Dice que es él
-- las quimeras que eslabona --
mi
primo, que viene a España
a
pretender ser mi esposo,
y que
vos... Pero son tantas
que
unas a otras se embarazan
pues ya salí con mi pleito,
fingimientos se deshagan
y
renunciando el don Gómez,
sepan
que os adora Laura
por
Galeazo mi primo.
CONDE: De mis
sentidos me sacan.
A doña PETRONILA
¡Cielos! ¿Duermo? Di, traidor,
¿No me
has dicho que estudiabas
en
Alcalá cuando viste
a mi
prima, y que una dama
que
aquí tienes, con uu hijo,
es tu
esposa, y que con Laura
me
habías de desposar?
PETRONILA: ¡Jesús!
¡Las cosas que ensarta!
No os
espantéis, prima mía;
que de
una enfermedad larga
los
lúcidos intervalos
que
habéis visto, le maltratan.
CONDE: ¡Oh
villano! ¡Vive el cielo...!
Sale un
ALGUACIL
ALGUACIL: Que
lleve preso me mandan
a
Galeazo Malatesta
que
vino a Madrid de Italia.
Vuexcelencia me perdone;
que todo vendrá a ser nada,
y por
saber que es su primo,
tendrá
por cárcel su casa.
LAURA: Pues al
conde, ¿qué le imputan
ALGUACIL: Una
muerte ocasionada
por su
padre allá en su tierra
mas
todo en Madrid se acaba.
Díganme, ¿quién es el conde?
Al CONDE
¿Sois
voz, señor?
CONDE: Quien se alaba
de
serlo, y con tal blasón
primo le intitula Laura,
es el
que tenéis presente.
Señalando a
doña PETRONILA
PETRONILA: ¿Yo
conde? ¿Qué me faltaba?
Señalando a
TOMASA
Crïado
del conde, sí;
que es
éste.
TOMASA: Si hay condes Vargas,
Vargas conde soy desde hoy;
mas si no, dejando
chanzas,
nací en Cabañas de Yepes
y no nacen en cabañas,
aunque hay tanto conde
agora.
ALGUACIL: ¡Oh! Pues si negarlo tratan,
vénganse todos tres presos.
TOMASA: Señores, que soy Tomasa,
mujer de Mansilla.
LAURA: ¿Quién?
CONDE: ¿Vos
mujer?
TOMASA:
No sino el alba,
y el
don Gómez, si le olean
a los pies, manos y barbas,
¿quién piensan qué es?
Petronila.
LAURA: ¿Qué
dices?
TOMASA:
La sevillana.
LAURA: ¡Jesús!
Don Gómez, ¿qué es esto?
PETRONILA:
Verdades que si adelgazan,
no
quiebran.
TOMASA:
Embustes míos
los
vuestros desenmarañan.
Don
Hernando, salí acá...
Sale don
HERNANDO y habla TOMASA al AGUACIL
TOMASA: Y arrimad vos esa vara;
que yo
os di la comisión
y
quiero residenciarla.
Hernando, ésta es la sobrina
con
cien mil pesos que en barras
tiene
de dote, y cien mil
donaires para adorarla.
Acábense las quimeras.
HERNANDO: Desde
que el sol de su cara
miré,
ganó su hermosura
desdenes que me asombraban.
Vuestro
soy.
PETRONILA:
¡Gracias al cielo!
CONDE: Ya
estaréis segura, Laura,
de que
soy el conde yo.
LAURA: No será
deudor quien paga.
Con la
mano desempeño
peregrinaciones y ansias
que
habéis pasado por mí.
CONDE: Ya
glorias podré llamarlas.
Sale MANSILLA
MANSILLA: No hay
dar en todo hoy con ella.
TOMASA:
¡Mansilla!
MANSILLA:
¡Jesús! Fantasmas,
ilusiones, ¿qué es aquesto?
¿Quién
hizo conde a Tomasa?
TOMASA: Amor y bellaquerías
que en Madrid y can huertas
pasan
tan célebres como es
ésta.
HERNANDO: Alto,
reparen desgracias
bodas,
y premios dé Amor
mientras nuestra corte alaba
la
huerta de Juan Fernández
y suple
el senado faltas.
|