Sale MOSQUETE
MOSQUETE: No
hay hombre más desdichado
que
Mosquete en este día,
pues, por gran desdicha mía,
mi
señor, muy enojado,
me pone
en mosquetería.
Porque a Leonor perdí
me
castiga de este modo,
no
considerando en sí
que
también me toca a mí
por
perder a Laura y todo.
¡Oh, quién las pudiera hallar
por aquí en algún rincón!
Mas no las podré topar
porque
no sabré rezar
el
responso a San Antón.
A
Francia me iré a vivir,
y sabrá Aragón y Bearne,
que me quise despedir
por no
quererle servir
siempre
de su guardacarne.
El
buscar, cielos divinos,
me va
doblando mis males,
pues me
llevan mis destinos
de
noche por los caminos,
de día
por los jarales.
Mucha hambre y poca ropa
me
traen por este cerro,
mas si
el bárbaro me topa,
yo temo
que en vez de sopa
no me
falte pan de perro.
Desde aquí qulero llamar,
aunque
me acosa el temor.
En voz alta
¡Laura,
señora Leonor!
Por
medio de aquel pinar
se
siente ruido y rumor.
Dentro
MOROS: No
dejéis en la montaña
persona
que a Cristo siga.
MOSQUETE: Aquésta
es gente enemiga.
¿Hay
desdicha más extraña?
¿Adónde podré esconderme
de este
riguroso trance,
que el
fiero moro no alcance
en todo
este monte a verme?
Salen ATANAEL,
TARIFE y MECOT
ATANAEL: ¡Que
sea tan arrogante
este
cristiano atrevido!
Por Alá
que estoy corrido.
TARIFE: ¡Por
vida de mi turbante
que
es muy valiente cristiano!
ATANAEL: ¡Que se
huyera así la gente
por un
cristiano insolente!
TARIFE: Todo
fuera muy en vano,
porque su valor se encumbra
tanto,
que con fuerza y maña
ha de
sujetar a España
y aun a
cuanto el sol alumbra.
ATANAEL:
Detén, Tarife, la lengua;
ese
hombre no me alabes,
que en
mi competencia sabes
que
alabar a nadie es mengua;
y
aunque huí con sutileza
de su
espada el gran furor,
no fue
falta de valor,
si fue
sobra de destreza.
De
Huesca soy ya señor
y del
rey ya capitán,
y
cuanto blasón me dan
es poco
con mi valor.
Cuanto el Tajo y Duero baña
con estruendo belicoso
amedrenté valeroso
en mis
principios a España.
Abén
Lop, mi rey, espera
acabar
de conquistar
esta
montaña, a pesar
de la
cristiana bandera;
pues dóblense nuestras lunas
en las arrogantes astas.
MECOT: Con
esto, señor, contrastas
tú solo
a tantas fortunas.
Por
esta parte que sigo
se
suena rumor de gente.
MOSQUETE: Estoy
muerto de repente
si
encuentran éstos conmigo.
MECOT:
¿Quién va allá? ¿No me responde?
MOSQUETE: Si no
va nadie, ¿quién quiere
que le
responda?
MECOT: El que fuere,
quien
de cobarde se esconde.
MOSQUETE: Yo
no soy nadie aunque hablo.
MECOT: Di
presto quién eres.
MOSQUETE: ¡Ay!
El alma
de Garibay,
que ni
es de Dios ni del diablo!
TARIFE:
Aquéste, si no me engaño,
es el
mismo que escapó
del
incendio y se burló
de
nosotros por su daño.
MECOT: Pues
Alá nos le ha traído
para
que tome venganza
del agravio; sin tardanza
morirás.
MOSQUETE:
Ya estoy perdido.
ATANAEL: No
le quites aún la vida
hasta
saber dónde va,
que
algún secreto tendrá
tan
impensada venida.
¿Quién eres y adónde vas?
MOSQUETE: No
sabré decir quién soy,
ni
menos adónde voy,
si no
me prometes más.
ATANAEL: Ya
tienes sobrada suerte,
que si
dices la verdad
te daré
yo libertad,
y si
no, te daré muerte.
MOSQUETE:
Pues, señor, con esa instancia
si no
me matan, diré,
entre muchas cosas...
ATANAEL: ¿Qué?
MOSQUETE: Un
secreto de importancia.
ATANAEL: Pues
di, que yo te aseguro
de
premiarte si es así.
MOSQUETE: La
verdad diré.
ATANAEL:
Pues di.
MECOT: Si lo
juras.
MOSQUETE:
Lo rejuro.
Don
Fortunio, mi señor,
se
quiere casar mañana
con una
reina bohemiana,
y mi
amo con Leonor.
ATANAEL: ¿Qué
dices? ¿Esto es posible?
¿Mañana
luego ha de ser?
MOSQUETE: Yo no
me pongo en saber
el
cuándo, porque es terrible
mi
amo el conde, y yo sé
que
nunca me dice un cuándo
porque
sabe que cantando
todo lo
que sé diré.
Pues
es cierto que mañana,
veinte días más o menos,
tendremos seis días buenos
en una
u otra semana.
ATANAEL:
Rabia ya mi corazón.
¡Pesie
la Fortuna adversa
que
tendremos más contrarios!
TARIFE: ¿Cuándo vino esa princesa?
MOSQUETE: Señor,
no vino, y si vino,
será
cosa muy de verla,
porque
dicen que es aguada
y jamás
entró en taberna;
cósa
cierto singular
poco
usada en esta tierra,
que la
taberna es de aguados,
pues que todos los que ahí entran
se aguan mucho, y hasta
el vino
de puro
aguado revienta.
TARIFE: Dinos
claro si ha venido,
si no
quieres que con esta
daga te
dé dos mil muertes.
MOSQUETE: ¡Qué
barata fue la feria!
¿Dónde las compró, señor?
Guárdelas usted y crea
que las habrá menester
cuando
tenga alguna suegra;
no me
dé ninguna a mí,
que
bien diré lo que sepa,
porque
nunca sé callar
cosa
que secreto tenga.
Ya
dispone mi señor
la
jornada con su alteza
y saldrán a recibirle,
porque
saben que está cerca.
ATANAEL: Hoy he
de vengarme, amigos,
de las
injurias y ofensas
que del
cristiano atrevido
en las campañas postreras
recibimos; y en verdad
que estoy tan corrido de
ellas,
viendo
que tan poca gente
atrevidamente pueda
causar
fuga a mis soldados,
que se
enmudece la lengua
al
pronunciar que acobardan
nuestras azules banderas
sus cruzados estandartes.
Salga, pues, a la defensa
de
tantas glorias perdidas
el
valor que el pecho encierra.
Hoy
hemos de cautivar
la
princesa de Bohemia,
y al
príncipe don Fortunio
quitar
la dicha que espera.
MECOT: A
prevenir vuestra gente
vamos,
Tarife, y entiendan
que somos Atlantes firmes
de las africanas fuerzas.
TARIFE: Señor, nuestros escuadrones
harán las lunas sangrientas
de la sangre de
cristianos,
aunque
la Fortuna adversa,
enemiga, nos ultraje.
ATANAEL: No nos
niegue el gran profeta
su
favor, que con su ayuda
se
asegura nuestra empresa.
Toquen
las cajas, levanten
lags lunas a las estrellas,
que aunque sean medias
lunas
han de llegar a ser llenas,
que aun
el sol no está seguro
con la
creciente que llevan.
Vanse los moros
MOSQUETE: Ellos se olvidan de mí
con la algazara que
llevan.
¡Cuánto
me valió el secreto!
Yo
apostaré que me dieran
un
millón por lo que dije.
Las carnes todas me tiemblan
de temor, y no sé cómo
me escape por estas
breñas,
que
temo vuelvan acá
si por
desdicha se acuerdan
de las
pendencias de marras
y me
rompan la cabeza;
échome
por estos riscos.
Dios me
la depare buena.
Vase. Salen EUROSIA, ARCISCLO, CORNELIO y
BODOQUE
BODOQUE: Los
caballos van perdidos
de
tanto vulgar tropiezo,
pues
andan sin herraduras
descalzos, y a lo que veo,
se
habrán puesto a religión
y tan
mediados en eso,
que con
tantas cortesías
como
todos van haciendo,
sobre
tantas reverencias
quedarán muy reverendos.
CORNELIO: ¡Qué
peñascos tan altivos,
qué
fragosos Pirineos
son éstos, que en altas cumbres
remontados y soberbios
sus altas cimas ocupan
la media región del
viento!
ARCISCLO: La
Naturaleza quiso,
dividir
aquestos reinos
con
estos montes, Olimpos,
cuyos
encumbrados cerros
son
vergüenza de los Alpes.
EUROSIA: Que
estoy cansada confieso.
CORNELIO: ¡Qué
mucho vengas cansada,
hermana
mía, si puedo
asegurar que en mi vida
con
tanto desasosiego
me vi,
pasando en batallas
las
inquietudes que el tiempo
aborrascado ocasiona
con el
militar estruendo!
Ni
probando al mar sus fuerzas
que
alguna vez en el centro
del
arrojado Neptuno
y
ninfático elemento,
me vi
en borrascosas luchas
con
tanta inquietud del viento,
que
apenas dejó recurso
a la piedad del cielo;
jamás
me vi tan cansado
ni
derribado mi esfuerzo.
como
agora.
BODOQUE:
Algún demonio
nos
lleva por estos puertos.
EUROSIA: Todo
por amor de Dios
bien
admitirlo podemos,
que el
trabajo no es trabajo
si con
el divino celo
que los
amados de Dios
le
llevaron y ofrecieron
le
admitimos; que, sin duda,
los trabajos y tormentos
padecidos por mi Dios
son
escalas para el cielo.
ARCISCLO: Tu
peregrina virtud
nos da
a todos gran consuelo.
Esta
tierra es ya de España,
que las
noticias que tengo
me
aseguran que estos montes
son los altos Pirineos
que en pirámides fragosas
hacen murallas y cercos
dividiendo a España y Francia
con tan
singular portento,
que el
cielo parece quiso
plantar mojones soberbios
que eternamente publiquen
división de aquestos
relnos.
EUROSIA: ¡Qué
camino tan extráño
debe
ser éste! Sospecho,
según
imagina el alma,
que
vamos hacia el desierto.
CORNELIO: Alguna
desdicha arguyo
de ver
que en algunos pueblos
que
acreditan estos montes
de
habitables, nunca vemos
persona
que les habite,
ni
topamos pasajero
que
pueda darnos de España
testimonio verdadero.
BODOQUE: Yo
pienso que vamos mal,
y que
no voy bien: es cierto
que si mala cena anoche,
peor es hoy el almuerzo.
EUROSIA: ¡Qué
alegría tiene el alma,
pues
acá dentro en el pecho
me está
brindando alborozos,
después acá que los senos
de tantas silvestres grutas
con tan humildes aprecios
me
convidan cariciosos
con sus
humillados cetros!
ARCISCLO: ¿Esto
te alegra, señora,
cuando
la corona y cetro
de
Aragón to entristecía
según
colegí otro tiempo?
EUROSIA: Tío y
señor, no sin causa
de
estos montes hago aprecio,
pues de
su fragosa estancia
colijo
que son los yermos
donde anacoretas
santos
sacrificaron al cielo
sus
vidas. (¡Cielo divino, Aparte
amparad
mis pensamientos!)
CORNELIO: El alma
toda turbada
me
sobresalta en el pecho
después
acá que pasamos
la
fragosidad del puerto
sin
topar persona viva,
con que
claramente temo
alguna
desdicha enorme,
pues
estando a todo atento
veo
andar las avecillas
con funesto y triste vuelo
mudando
en endechas tristes
sus
concertados gorjeos;
cubierto el sol y empañados
sus encendidos reflejos
con que enlutados los aires
hacen fúnebres sus ecos;
con que
el corazón desmaya
hasta
que, piadoso el cielo,
nos
declare dónde vamos.
EUROSIA: ¿De qué
te asustas, Cornelio?
¿No
estamos ya en Aragón?
CORNELIO: Es verdad que lo sospecho;
mas
queda suspensa el alma
hasta
saberlo de cierto.
EUROSIA: En las
manos de mi Dios
anda ya
todo el suceso
de
nuestra feliz jornada,
de que fin
dichoso espero.
ARCISCLO: Vamos, antes que las sombras
le arrastren capuz al Febo,
y el viento, monstruo de
horrores,
sea etíope elemento,
para que llegar podamos
en algunos de estos pueblos
que encierran estas montañas.
EUROSIA: No nos desampare el cielo.
BODOQUE: Vamos pues, que los caballos
se están comiendo los
frenos,
que piensan ser avestruces
para digerir los hierros.
¡Voto al sol! Si no me engaño
por aquella parte veo
que hacia acá se llega un
hombre.
ARCISCLO: También juzgo yo lo mesmo.
CORNELIO: Con eso se alegra el alma,
que por su medio sabremos
dónde estamos.
EUROSIA: (¡Ay de mi! Aparte
¡Cielo divino! ¿Qué es esto?
¿Qué glorias espera el alma
en lo bronco de estos cerros
que parece que en sus grutas
ha depositado el cielo
el colmo de mi esperanza,
noble gozo del deseo?)
Grita
de dentro
MOSQUETE: ¡Laura, señora Leonor!
BODOQUE: ¿Quién diablos es el estruendo
qué alborota aquestos montes?
¿Quién va allá?
MOSQUETE: En el infierno
deben estar estas hembras,
pues en todo aqueste tiempo
no parecen en el mundo.
BODOQUE: ¿Quién va alla?
Sale MOSQUETE
MOSQUETE: ¡Jesús, Santelmo!
...........................
BODOQUE: ¿No responde?
MOSQUETE: ¿Si son éstos
algunos moros que buscan
que les diga otro secreto?
CORNELIO: Amigo, escucha.
MOSQUETE: ¿Quién llama?
CORNELIO: No te apartes, así el cielo
te haga dichoso en cuanto
ha intentado tu deseo.
MOSQUETE: ¿Qué?
¿Querías engañarme
con halagos?
CORNELIO: No es mi intento
engañar a nadie.
MOSQUETE: (¿No? Aparte
Aun me pelen si le creo.
Qué diré si me preguntan?
No sé qué decir; si quiero
escaparme con huír,
me alcanzarán al momento,
porque estoy lleno de callos
con jamás tener silencio.)
BODOQUE: ¿Oye usted, señor hidalgo?
MOSQUETE: No se acerque, señor perro,
que le tiro con un canto
si se llega.
BODOQUE: ¡Majadero!
CORNELIO: Calla, Bodoque, no alteres
con amargos desatentos
a quien puede ser la guía
de todos nuestros aclertos.
BODOQUE: Pues si perro me ha llamado,
¿he de callar?
EUROSIA: El silencio
es el que logra dichoso
en la prudencia el imperio;
éste es hombre muy sencillo,
de aquéllos en quien el tiempo
de la inocencia guardó
para varios escarmientos
de la vanidad del mundo,
pues viviendo en estos cerros
viven siempre muy gustosos
sin los muchos devaneos
que en la villa y ciudades
a muchos les vuelven necios.
Habladle con humildad
y sabréis sus pensamientos.
CORNELIO: Llégate, amigo, no temas.
MOSQUETE: ¿Sois cristianos?
BODOQUE: Y muy buenos,
de los mejores del mundo,
flamantes, lindos y nuevos.
MOSQUETE: Yo no me fío en cristianos
que no son cristianos viejos.
ARCISCLO: Por amor de Dios, amigo,
si lo merece mi ruego,
no te vayas.
MOSQUETE: ¡Para el puto
que no tuviera escarmiento,
de haber topado otras veces
quien me ha dado pan de perro!
EUROSIA: Escucha, noble cristiano,
y no extrañes el concepto
de llamarte noble amigo,
porque quien en todo tiempo
de padres cristianos nace,
es noble de nacimiento.
MOSQUETE: Es verdad, voto a mi sayo,
y por eso, yo acá dentro
me sentía siempre un rey,
o algún marqués por lo menos.
(¡Vive Dios que es muy hermosa Aparte
esta dama! Ya estoy cierto
que no son moros. Si acaso
me cogiera en tal concepto
que de mí se enamorase,
por Dios me casara luego
con ella, a pesar de Laura.
Pero preguntarle quiero.)
¿Habéisme visto a Leonor?
EUROSIA: Por quien preguntas no entiendo.
MOSQUETE: Una mujer de los diablos.
BODOQUE: ¡Han visto tal embeleco!
¿Los diablos tienen mujer?
MOSQUETE: ¿Eso dudas? Pues yo entiendo
que tienen tantas, que aina
verás del primer empeño
que sacan a puntillazos
a los diablos del infierno.
EUROSIA: Dinos,
¿En qué tierra estamos,
qué rey gobierna estos reinos
y cómo tan despoblados
tiene todos estos pueblos?
MOSQUETE: Si me aseguráis la vida
diré todo lo que siento,
que, aunque no parecéis moros,
presto podéis parecerlo.
CORNELIO: De mi parte te aseguro,
y por todos lo prometo,
no sólo nunca ofenderte;
pero el agradecimiento
debido a merced tan grande.
MOSQUETE: Si me habéis de agradecerlo,
no sea en algunos palos.
EUROSIA: Esta sortija es lo menos
que te puede dar mi amor.
MOSQUETE: Ahora bien. Yo me acerco
y con aquesta sortija
estoy loco de contento.
Ya parece que estas cosas
van oliendo a casamiento.
EUROSIA: Sácanos de nuestras dudas,
que, por mi Dios, te lo ruego.
MOSQUETE: Decid primero quién sois.
CORNELIO: Somos amigos bohemios.
MOSQUETE: ¡Ta, ta, ta! Ya los conozco,
por la fama, desde lejos.
CORNELIO: Ésta es mi hermana y el sol
en cuyo lucido espejo,
se mira toda Bohemia.
MOSQUETE: Agora bien, yo doy en ello;
¿qué mucho me calentare?
Por Dios que sale a mal tiempo,
y plegue a Dios no se eclipse
antes de salir San Pedro.
EUROSIA: ¿Qué te alteró?
MOSQUETE: Grande mal.
EUROSIA: Dilo al punto.
MOSQUETE: No me atrevo.
¡Gran desdicha!
EUROSIA: No dilates
declarar tu sentimiento.
MOSQUETE: ¡Ay, señora! El moro lleva
con rigor a sangre y fuego
los pueblos de estas montañas,
que lo restante del reino
todo es suyo.
EUROSIA: No respondes
todo lo que te he propuesto.
MOSQUETE: Éste es, señora, Aragón,
con cuyo cristiano cetro
el príncipe don Fortunio
te esperaba, y aun entiendo
que te sale a recibir,
por considerar el riesgo
que corres; mas,no sabrá
que pasaste ya los puertos,
porque, a saberlo, sin duda
que fuera más pronto en ello.
ARCISCLO: ¡Gran desdicha!
BODOQUE: ¡Para el puto
que pase de aqueste puesto!
CORNELIO: Ya van saliendo verdades
las que iba el alma temiendo.
EUROSIRA: Nó témáis, tío y hermano,
fïad del amor inmenso
de aquel soberano Dios,
que, ajustando nuestro intento
con su voluntad, no hay duda,
guïará, fanal excelso,
la nave de nuestra vida
a tomar seguro puerto
donde las mejores dichas
nos quiera franquear el cielo.
BODOQUE: Vuelta, rienda, que esto es malo;
huyamos aqueste riesgo.
CORNELIO: ¿Tiene mucha gente el rey
para resistirse?
MOSQUETE: Cierto
que faltando, yo presumo
que ande todo por el suelo,
que el moro tiene diez mil
y mi rey aun no diez cientos.
CORNELIO: Con tanta desigualdad
seguro está el vencimiento
por los moros. ¡Qué desdicha!
ARCISCLO: ¡Cielo divino! ¿Qué es esto?
¿Y andan moros por aquí?
MOSQUETE: No pienso que están muy lejos,
que, prevenidos, aguardan
cogeros en cautiverio.
BODOQUE: Volvamos atrás, señores,
hasta que en la Francia
entremos,
que podremos esperar.
ARCISCLO: ¿Qué te parece, Cornelio?
CORNELIO: Tío y señor, gran desdicha
estoy mirando y temiendo.
ARCISCLO: Volver atrás es cordura.
CORNELIO: No parece mal intento.
BODOQUE: No hay sujeto como yo
para dar un buen consejo.
EUROSIA: ¿Qué es volver, tío y señor?
¿Adónde, hermano Cornelio?
Después de tantas fatigas,
¿volver a pasar los puertos?
Si el temor os acobarda,
¿no tiene el sagrado centro
de estas ásperas montañas
naturales pavimentos
en cuyas silvestres grutas
sin tanta inquietud
podemos
esperar las ocasiones
en que con menores riesgos
podamos pasar al colmo
más feliz de nuestro intento?
(Ésta es la que solicito Aparte
y la que ha guardado el cielo
para más dichosos fines
ocultos en sus secretos.)
MOSQUETE: En este monte podéis
esperar un poco tiempo
subiendo por esta falda
hasta llegar a unos huecos
cubiertos de firmes rocas,
que yo voy por estos cerros,
si acaso puedo
escurrirme,
a dar al príncipe luego,
si los moros no me zampan,
noticias de este suceso.
Vase
MOSQUETE
EUROSIA: Vamos luego, porque importa,
antes que el pagano adverso
nos descubra.
CORNELIO: Ya podrás
subir, hermana, al excelso
pirámide, señalado
para nuestro albergue.
EUROSIA: Creo
que la divina bondad
de mi Dios me dará esfuerzo
para llegar a la cumbre,
donde consagrar espero
mi vida a mi dulce Esposo,
dulce fin de mis deseos.
BODOQUE: Y los caballos, ¿qué harán?
ARCISCLO: Eso viene a ser lo menos.
Vamos, pues, que yo confío
que nos ha de dar el cielo
entre tantas inquietudes
el más divino consuelo.
CORNELIO: Las tristezas que hasta aquí
en alegrías convierto,
pues me dice el corazón
acá dentro de mi pecho
que tendrá nuestra jornada
felicísimo suceso.
EUROSIA: Llevando la fe de Cristo
por blanco de nuestro intento,
¿qué moro nos acobarda?
ARCISCLO: Sobrina mía, el consuelo
que más alboroza el alma
es verte con tanto esfuerzo,
de la fe de Cristo Atlante,
que con esto nada temo.
CORNELIO: ¿Qué glorias puedo esperar
quedando séguro y cierto
de tu constancia, más vivas
que las que dichoso espero,
si en estas silvestres grutas
por la fe de Cristo muero?
EUROSIA: Dichosa yo que he llegado;
mil veces dichosa puedo
llamarme, pues que llegué
al colmo de mi deseo
y acompañada de dos
columnas del sacro templo
de aquel Salomón divino,
con cuyo arrimo bien puedo
asegurarme constante
en el más divino empleo,
hecha víctima dichosa
de mi esposo y de mi dueño.
BODOQUE: No voy muy de buena gana,
porque me presumo y temo
que daremos en las llamas
pensando salir del fuego.
Vanse. Hablan dentro
ATANAEL: Cercad todos esos montes,
que los caballos que tascan
esos prados pronostican
que tenemos ya la caza
en sus senos escondida.
Salen
los MOROS
MECOT: He de abrasar la montaña
si no topare en sus grutas
lo que mi valor contrasta.
TARIFE: Subamos aquesta cuesta,
que, por huír su desgracia,
sin duda se habrán subido
hasta la cumbre más alta;
pero no se han de escapar
si la vida no me falta.
MECOT: ¡Qué penosa es esta cuesta!
ATANAEL: Prosigue: el paso adelanta
a esos riscos a quien ciñe
tanto plumaje de plata
de este arroyo, que es espejo
de tan excelsa montaña,
que el corazón adivina
que en habitación opaca
es toldo propicio a quien
buscan con furor mis ansias.
TARIFE: No ha de escaparse persona
que siga la ley cristiana
de mi cuchillo arrogante.
MECOT: Aunque toda esta montaña,
como de plantas vestida,
de gente fuera poblada,
temblara de ver desnuda
esta corva cimitarra.
ATANAEL: De vuestro valor confío
que, a la mayor repugnancia,
daréis muestra de quien sois.
Hoy daréis nombre a la fama
con la dicha que esperamos,
que aquestas tiernas pisadas
me aseguran que han pasado
a ocultarse en la montaña
los dueños de los caballos
que están del monte a la falda.
MECOT: Ya parece que los tengo
hechos treinta mil migajas.
TARIFE: Detente, el paso reporta,
que en aquella cueva opaca
se suena rumor de gente.
ATANAEL: Ea, pues, moros, al arma,
no quede persona viva
si fuere gente cristiana;
pero advertid que si fuese
[esa] hermosa bohemiana
que buscamos, no le deis
la muerte.
Corren
una cortina y se ve dentro a los
cristianos
TARIFE: ¡Qué grande caza!
Nueve tenemos aquí.
¡Rendid, villanos, las armas!
MECOT: ¿Qué
gente sois? Advertid
que mi
capitán os manda
que
dejéis la fe de Cristo.
CORNELIO: Eso no;
antes la espada
misma que
ya te rendí,
abra,
moro, en mis entrañas
puerta,
por que el corazón
misteriosamente salga
a dar
gracias a mi Dios
de la
vida que le aguarda.
TARIFE: ¿Cómo
esperas tener vida
si la
muerte te amenaza
sólo
por seguir a Cristo?
CORNELIO: ¡Oh,
bárbaro, qué ignorancia
te
ocupa el pecho! ¿No sabes
que el
morir por Cristo es larga
vida
con que el justo vive
en la
bienaventuranza?
BODOQUE: ¿Por
dónde podré escurrirme?
¡Que no
tenga puerta falsa
esta
casa de peñascos,
ni
resquicios, ni ventanas!
ARCISCLO: Valor,
amigos, que es hora
de dar
ya sacrificadas
las
vidas a nuestro Dios.
TODOS: Nunca
el corazón desmaya
para
tan divina empresa;
reciba
Dios nuestras almas.
MECOT: Pues morid, fieros cristianos,
y mi cuchilla esforzada
sea
instrumento a quien
de
Mahoma la fe santa
deba
aplausos contra injurias
de la
cristiana canalla.
Entran y corren
la cortina
ATANAEL:
Advertid. Si entre estos mismos
está
aquella hermosa dama
que es
princesa de Bohemia,
sacaréisla acá, que el alma
se
promete reducirla
a la
secta mahometana.
Traen a EUROSIA
MECOT: Ya quedan todos tendidos
en la tierra, cuyas ansias
publican en tristes quejas
el rigor de mi
arrogancia.
TARIFE: Esta
sola es la que Alá
con
algún misterio guarda
para
esposa de mi rey.
EUROSIA:
(¡Divino Sol de mi alma,
Aparte
alumbradme en claros giros,
no
malogre la esperanza
que
tuve de ser dichosa!)
ATANAEL: Lucero
hermoso del alba,
¿eres la
princesa acaso
de
Bohemia, cuya fama
extendida por el orbe
hizo publicar tus gracias?
EUROSIA: Yo soy
Eurosia y bohemia,
la
mujer más desdichada
que
tiene el mundo. (¿Si acaso Aparte
la
corona me dilatas
del
martirio, Virgen pura?)
ATANAEL: Dichosa
serás si esmaltas
tus
ojos, divinos soles,
en la
secta mahometana.
EUROSIA: (¿Qué
es esto? Cielos, valedme. Aparte
¿cómo
entre mis camaradas
yo sola
quedo con vida?
¿Cómo
tanto se dilata
la
corona, Esposo mío,
que
tengo tan deseada?
ATANAEL: Si
dejas la fe de Cristo
serás, ilustre bohemiana,
la más
dichosa mujer
del
mundo, pues cuanto bañan
los
rayos de Febo y Cintia
verás
postrado a tus plantas.
EUROSIA: Mal
conoces mi valor:
¡qué fácilmente te engañas!
(¡Dulce
Jesús de mi vida! Aparte
¿No es
hora ya que mi alma
triunfe
de los tormentos
que
crüeles me amenazan?
ATANAEL:
Resuélvete a lo que digo.
EUROSIA: Tu
porfía es excusada.
ATANAEL: Olvida
a Fortún Garcés,
que,
con Abén Lop casada,
podrás
feliz coronarte
por
Reina de toda España.
EUROSIA: Nada
estimo tus promesas,
que más
noble Esposo aguarda
mi
corazón. No dilates
con esa
tirana espada
hacer
lo mismo que hicieron
tus
villanos camaradas
en los
que, aunque yertos, viven
en la
bienaventuranza.
ATANAEL:
Quitadla de mi presencia,
y en
esa cumbre más alta,
con la
crueldad posible,
tomad
en ella venganza
de la
ofensa que a mis dioses
hace
aquesta vil cristiana.
TARIFE: Vamos,
pues.
EUROSIA:
Cielo divino,
doy las
muy debidas gracias
a tanto favor; no olvides,
ángel santo de mi guarda,
esta
feminil criatura
que
tienes encomendada.
Baja un ÁNGEL
de lo alto y caen los MOROS en
tierra
ÁNGEL: ¿En
qué quieres mi asistencia,
Eurosia, divina esposa
de
Jesús?
EUROSIA:
A tu clemencia
postro
toda mi obediencia
para
ser la más dichosa.
ÁNGEL: ¿Qué
pasión más te atormenta
en tan
riguroso trance?
EUROSIA: La
grave sed que avarienta
quitarme la vida intenta
antes
que el martirio alcance.
ÁNGEL. Con
esta vara excelente,
en esta
montaña amena
sacarás
luego una fuente
cristalina y aparente
con que
aliviarás tu pena.
Toma
la vara y darás
con ella en la tierra dura,
y a los tres golpes verás
que raudales sacarás
que
coronen esta altura.
EUROSIA:
Ángel mío soberano,
¿qué
favor tan singular
me
quieres comunicar?
No
merezco que esa mano
me dé
tanto que estimar;
que
padezca sed se ve
pues lo
pinta mi dolor,
pero
tambien mi Criador
la
padeció; pues ¿por qué
no la ha de sufrir mi amor?
Por
que aumente mi dolor
la
tierra tengo de herir
y la
fuente ha de salir;
mas a
su vista mi amor
esta
sed ha de sufrir.
ÁNGEL: No
sólo en aquesta sierra
tu
Esposo merced te fragua,
mas en
cuanto el mundo encierra
tendrás
dominio en el agua
para
que riegue la tierra.
EUROSIA: Para
el martirio, el valor
de mi pecho no se aparte.
ÁNGEL: Ya te
asegura mi amor
estar
siempre de tu parte.
Súbese el ÁNGEL
EUROSIA: Dios te
conserve en su amor.
Tierra, al Criador sabéis
que el
respeto obedencial
os
toca; si no tenéis
agua ni
os es natural,
sacad,
que sudar podéis.
Da los tres
golpes con la vara en tierra y sale
agua
¡Qué
milagro prodigioso!
¡Que
merezca, Esposo mío,
dulce
Dueño, amado Esposo,
tanto
favor! Fervoroso
os da
gracias mi albedrío.
¡Qué
hermosa fuente salió!
Vuelven en sí
los MOROS
ATANAEL: ¿Qué
turbación es aquésta?
TARIFE: Un resplandor
me cegó
bajando
por esta cuesta
que el
aliento me quitó.
MECOT: Sin
duda Mahoma ha enviado
algún
garzón de su casa
y a
esforzarnos ha bajado,
aunque
nuestra suerte escasa
nos
haya puesto en cuidado.
ATANAEL: Al
instante dad la muerte
a esa
cristiana atrevida,
antes
que otro amago fuerte
nos dé
Mahoma de suerte
que nos
deje aquí sin vida.
TARIFE: Para
que más gusto demos
a
nuestro profeta santo,
¿qué
castigo le daremos?
MECOT: La
cabeza le cortemos.
EUROSIA: (¡Qué
alborozo, cielo santo! Aparte
¡Qué
alegría tengo en mí
con la
sentencia que oí!
ATANAEL:
Atormentadla a porrazos,
cortarle piernas y brazos,
y en
estando puesta así,
yo
mismo, con mi destreza,
le
quitaré la cabeza.
MECOT: Vamos,
vamos.
EUROSIA:
Ya te sigo.
¡Dulce
Jesús, id conmigo!
TARIFE: ¡Por
Alá que es linda pieza!
ATANAEL: Esto
digo por si acaso
la
reducirá el temor.
No ames
tanto tu dolor,
Eurosia, por ti me abraso;
convierte a mi ley tu amor.
EUROSIA:
Desengáñate, inhumano,
que no
tengo de dejar
a mi
Esposo singular
por tu
mala fe. Tirano,
¿qué
pretendes conquistar?
ATANAEL:
Convertirte si es posible
a mi
ley.
EUROSTA.
Vas engañado
con
esta fe tan horrible.
ATANAEL: Ya me
tienes apurado
con esa
fiema insufrible.
EUROSIA:
Dulce Jesús de mi vida,
¿qué es
del día tan dichoso
que
ganándoos para esposo
he de
hacer yo mi partida?
ATANAEL: Ya
estoy contigo furioso.
TARIFE:
Paréceme que no acierta
en
matarla o estoy loco.
MECOT: Yo
rabio por verla muerta.
ATANAEL:
Llévala, que poco a poco
podrá
ser que se convierta.
Vanse y llevan
a EUROSIA. Salen MOSQUETE y
LAURA
MOSQUETE:
Laura mía, ¡que te veo!
¿Eres
Laura o eres diablo?
¡Sí,
por vida de San Pablo,
que te
veo y no lo creo!
LAURA: ¡Qué
bien se ve lo que estimas
mi fino
amor, bodeguero!
MOSQUETE: ¿De
cuándo acá a tabernero
mi
noble oficio sublimas?
LAURA: ¿Qué
oficio tienes, Mosquete,
que
logra tan noble fama?
MOSQUETE:
Guardacarne de tu ama,
y de mi
amo alcahuete.
LAURA:
¿Cómo nos fuiste a dejar
solas
en el campo, aleve?
MOSQUETE: ¿Cómo?
Como quien se atreve,
os dejé y me fui a pillar.
LAURA: Yo
con mi ama Leonor
me
volví luego al instante.
MOSQUETE: ¿No os
cogieron?
LAURA: Es constante.
MOSQUETE: ¿Qué es
del conde mi señor?
LAURA: Con
el príncipe quedó
y creo
que viene allí.
MOSQUETE: Hoy
gano albricias aquí.
LAURA: ¿De
qué?
MOSQUETE:
Ya me lo sé yo.
Salen el
PRÍNCIPE, el CONDE y
LEONOR
CONDE: La
gente está prevenida;
dispóngase la jornada,
señor,
al punto, que es cierto
hay
peligro en la tardanza.
PRÍNCIPE: ¿Qué
número de soldados
es el
que nos acompaña?
CONDE:
Cuatrocientos montañeses
tan
esforzados que bastan
a
conquistar medio mundo.
PRÍNCIPE: ¿Y
están vestidos de gala?
Notable
victoria ha sido.
CONDE:
Victoria ha sido extremada.
PRÍNCIPE: A ti,
valiente Leonor,
se
debe.
LEONOR:
Y a todas cuantas
vistieron esta librea;
que la
Virgen soberana
en una
de su familia
me dio la moda bizarra.
Ésta
fue Eurosia; que vive
en la
celestial morada,
cuya
cuchilla arrogante,
por
quien fue martirizada,
nos dio
tan grande victoria
por timbre de nuestras armas.
PRÍNCIPE: Por
tanto favor del cielo
a María
sacrosanta
prometo
un templo devoto
con
invocación sagrada
de
Virgen de la Victoria;
y por
seguir las pisadas
de la
que amé por esposa
hasta
la celeste patria,
en el
convento de Leire
daré
fin a mi esperanza.
CONDE: Aquesta
ciudad ilustre
dará a
María las gracias,
el primer viernes de mayo
de merced tan señalada
todos los años; y a
Eurosia
tendrá
la ciudad de Jaca
por su
ínclita patrona.
LEONOR: Estos
moros a las plantas
de vuestra alteza rendidos
postran
toda su arrogancia.
CONDE: Y
también de cuatro reyes
las
cabezas coronadas.
Sale MOSQUETE
con una bandera vieja
MOSQUETE: Y
también esta bandera
que
quité a bofetadas
a
veinte moros ya muertos
a
pellizcos y a patadas.
PRÍNCIPE: Con tan
insignes trofeos
entronizan la cruz blanca
de tantos moros vencidos
las banderas y las lanzas
añadiendo estas cabezas
al
escudo de sus armas.
MOSQUETE: Con
esto, señores míos,
ya
parece cosa honrada
que
ponga fin a su historia
la joya
de las montañas.
|