Salen BRUNO,
galán, MARCIÓN, de capigorrón, EVANDRA,
dama, y LAURETA, SU criada, con
mantos
BRUNO:
¡Extraña estás!
EVANDRA: No te espantes.
BRUNO: ¿Cómo
es posible me tengas
amor,
si crüel te vengas
con desdenes semejantes
de males que nunca te hice?
EVANDRA: ¡Qué terribles sois los hombres!
BRUNO: Si me
abraso, no te asombres.
MARCIÓN: ¡Qué lo
alajú que lo dice!
BRUNO: O me
quieres bien, o no.
EVANDRA: Quiérote con amor casto.
BRUNO: ¿Que a
persuadirte no basto
a darme
una mano?
LAURETA: ¡Jo!
MARCIÓN: Como
allá se manosean
de
lenguas, yo soy amigo
de
obrar callando.
LAURETA: ¡Jo, digo!
MARCIÓN: De "jo" tus requiebros sean.
"Jo" digas cuando
te cases.
Cuando el "sí"
vayas a dar,
digas "jo." Cuando a fregar
ollas y platos repases,
por tiple o por contrabajo
cantes "jo." Pues lloro yo,
que al fregar no es malo
el "jo,"
si en
"jo" acaba el estropajo.
"Jo" te llame tu señora.
"Jo" seas en toda parte.
"Jo" digas al
acostarte;
"Jo" cuando salga la aurora.
"Jo" sea tu sí y tu no;
"jo" en plazas, tiendas,
calles,
y en fin, un marido
halles
con la
paciencia de un Job.
BRUNO:
Evandra, si cuando dejo
tantos
aumentos por ti,
letras
a quien años di,
respetos de un padre viejo,
grados de universidades,
leyes por las de tu amor,
cargos que ofrece el favor,
honras que son dignidades,
¿qué estado habrá que
me cuadre,
pues
maltratas mi deseo,
cuando
despreciado veo
por ti
mi estado y mi padre?
¿El
darme una mano bella
fuera
mucho galardón?
EVANDRA: Sí,
Bruno, que la opinión
tengo
de mi honor en ella.
Vive
el recato entre miedos
de
menosprecios villanos;
den
otras el gusto a manos,
que yo
dudo darlo a dedos.
Si
lo que por mí has dejado
en mi
amor cobrando vas,
juzga
tú cuál vale más,
¿lo
perdido o lo ganado?
Un
alma ganas, que animas
con las
llamas de tu amor,
un
escrupuloso honor
que por
recatado estimas.
Pierdes letras y opinión
de
estudios en que amor calma;
por
libros te doy el alma,
y por
grados mi afición.
Si
ésta es más, deje que llegue
su
tiempo, que yo sé, Bruno,
que me
pides, importuno,
lo que
gustas que te niegue.
MARCIÓN: ¿Que
no hay darme una manopla
a quien mis versos dedique?
¿Siquiera un dedo
meñique,
una
uña?
LAURETA:
¡Jo, digo!
MARCIÓN: ¡Sopla!
"Jo" y bofetón, presa y
pinta.
La mano
te pido yo,
pero en
los carrillos no,
que es
firma sin pluma y tinta.
BRUNO: Seis
años ha que te adoro.
EVANDRA: Otros
tantos ha que en ti
nuevo dueño al alma di.
BRUNO: Todas las joyas y el oro
que de mi madre
heredé,
y en ti
mejoran de dueño,
te
traigo. Don es pequeño;
mas
quilates de mi fe
le
darán nuevo valor.
Recibe
mi voluntad
y verás
su calidad.
EVANDRA: A
poder, Bruno, mi amor
ofenderse, me avergüenzo
de ver
que tan mal le apoyas.
De
afrentadas esas joyas
se
esconden en ese lienzo;
y
aunque con prendas tan bajas
me
ofendes, de tu oro advierto
que en
fe de que viene muerto
para mi
amor, le amortajas.
Seis años de voluntad
¿se pueden satisfacer
con oro? ¿Soy mercader
que
vendo mi libertad?
¿Qué
ignorancia hacerte pudo
intentar tan vil quimera?
Si Amor
vestirse quisiera,
no se pintara desnudo;
pero
tú para que torne
a
agraviar en él la vista,
lienzo
le das que se vista
y joyas
con que se adorne.
Déjame y véte.
BRUNO: Oye, escucha;
no te alteres, no te enojes.
MARCIÓN: Hoy somos todos relojes.
También yo tengo mi
hucha.
Saca un pañuelo muy sucio y roto
Cuatro cuartos bien contados
en ese
pañuelo van,
que si
escudos amos dan,
damos cuartos los crïados.
Porque aunque hay relojes
hartos,
hay unos que así te goce
no
paran hasta dar doce,
otros
que dan cuatro cuartos.
No
alcanzan a más mis bríos;
recibe
el escaso don,
que si
cuatro cuartos son,
serán
ocho con los míos.
Toma, ¿qué te melindrizas?
Tu padre
es éste, señor.
A no
venir ciego Amor,
por
Dios que me descuartizas.
Sale el PADRE de Bruno
PADRE:
Buenos logros de tu estudio
das a
mis prolijos años,
a la
opinión de tu ingenio
y al sudor de tus trabajos.
Buen empleo hizo la
hacienda
que
tanto tiempo he gastado
contigo
en París, Bolonia,
Lovaina
y Praga. Letrado
en las leyes de tu amor,
ya que no en sus
desengaños,
la
cátedra lees de prima,
amante
ya que no sabio.
¿Honras
así la nobleza
que de
tus antepasados
es
espejo de Colonia?
¿Éste es merecido pago
de un
padre que deposita
su ser
en ti, y te ha entregado
por ser
único, en mi casa,
su
valor y sus cuidados?
¿Tú te
casas sin mi gusto?
¿Tú, a mis consejos contrario,
el honesto traje truecas
de escuelas que ilustra a
tantos,
por las galas licenciosas,
y para volar más alto,
mudas plumas, torpe y ciego,
al sombrero de la mano?
¡Plegue a Dios...
De rodillas
BRUNO: Padre y señor,
después de poner los labios
donde tú pones los pies,
tus canas reverenciando,
respondo humilde a tus quejas,
que
aunque cuerdo he procurado
seis
años ha obedecerte,
inclinaciones forzando,
ni
ausencias, madres de olvidos,
ni
estudios siempre contrarios
de la
ociosidad dañosa,
Levántase
ni
entretenimientos castos
pudieron ser de provecho
a
borrar de mis cuidados
el amor
que a Evendra tengo,
de su
hermosura el retrato.
Si
supieras diligencias
qué en
tu obediencia buscaron
remedios contra mi amor,
desvelos que me han costado,
yerbas,
palabras, conjuros,
compañia
de hombres sabios,
juegos,
entretenimientos,
ya en
la ciudad, ya en el campo,
lástima
en vez de rigor
me
tuvieras; mas son falsos
los
remedios que dio Ovidio
contra
este ciego tirano.
¿Qué
importa que padre seas
y que
los preceptos santos
de mi
ley a obedecerte
me
obliguen, si me inclinaron
las
estrellas superiores,
que
estando en lugar más alto
la
jurisdicción te usurpan,
de
quien me confieso esclavo?
Por la
mujer, dijo Dios,
que
dejaría olvidado
el
hombre su padre y madre.
Ni te olvido, ni he dejado;
pero,
¿qué tengo de hacer,
si las estrellas, los astros,
mi inclinación, mis
deseos,
la
libertad me usurparon?
Tú eres solo; muchos ellos;
Amor, dios fuerte; yo, flaco;
bella Evandra; ¿cómo
puedo
hacer
resistencia a tantos?
Sangre
ilustre, padre, tienes,
y el
copioso mayorazgo
que me dejas en herencia,
basta a darme noble estado.
Estudien hijos segundos,
que en
las letras han cifrado
la
dicha de sus aumentos,
vinculada en sus trabajos,
que los únicos, cual yo,
cuando al ocio y al regalo
den
generosos desvelos,
ni es
menosprecio ni agravio.
Evandra, si no tan rica,
porque
los cielos cifraron
tesoros
en su hermosura,
discreción, honra y recato,
es tan
noble como yo.
No
permitas, si eres sabio,
que me
case con el oro,
ocasión
de tantos daños.
Dotes
que maridos compran,
los obligan como
a esclavos
a indignidades de honor,
por ser maridos
comprados.
Así,
padre, siglos cuentes,
que
permitas mi descanso,
y,
antes que deje estos pies
pueda a Evandra dar la mano.
PADRE: Antes
que mis canas vean
mi
afrenta, tu desacato
y
delhonra de tu sangre,
plegue
al ciclo...
MARCIÓN:
(Ya plegamos.) Aparte
PADRE: ...que la noche de tus bodas
trueques gustos en agravios,
y el tálamo que deseas
manchen adúlteros brazos;
jamás te mire amorosa,
desdenes sean sus regalos,
menosprecios sus favores,
sus promesas, engaños.
No fertilice con hijos
tu
desobediente estado,
y si
los tienes, pobreza
mezcle
su amor con trabajos.
Tus más
amigos te vendan,
tengan
poder tus contrarios
en tu
deshonra mas... no...
Hágate
Dios un gran santo.
Pero
¿cómo se enternece
un
corazón injuriado
de un
hijo, que tanto quiso
a un
padre, a quien debe tanto?
Plegue
al cielo, si en mi ofensa
dieres
la atrevida mano
a esa
mujer, pobre al fin,
que es
la afrenta de más caso,
que todos te menosprecien,
no te
acompañen hidalgos,
de
desleales te sirvas,
pidas
limosna a villanos;
si
jurares no te crean,
en
cuanto pusieres mano
desdichas te agüen aumentos;
cuanto
estés más confïado
de la
lealtad de un amigo,
te
usurpe lo más preciado
de tu
gusto; pero... no...
Hágate
Dios un gran santo.
EVANDRA: Si no tuviera
respeto
a tus
venerables años
y al
amor que tengo a Bruno,
de tu
nobleza traslado,
pudiera
ser respondiera
a
medida del agravio
que en
mi calidad injurias
si no descortés, osado.
Mi
sangre no desmerece
darte nietos, pues honraron
mis progenitores nobles
augustos triunfos y lauros.
Si a falta del oro vil,
que califica
villanos,
supliendo sangres ilustres,
dorando
quilates bajos,
mi
nobleza en poco tienes,
guarda
tesoros avaros,
que los
de mi honor estimo
como
más calificados.
No
vendo a peso de hacienda
la
calidad que he entregado
a
persuasiones de Bruno,
a fuer
de mercader falso;
sólo
noble correspondo
en
amorosos contratos
a la fe con que me sirve.
Firme,
no rico, le amo.
Y
agradece la firmeza
con que
en mi pecho ha arraigado
su
proceder generoso
la fe
de su noble trato;
que a
poderle despreciar,
causa
en tus palabras hallo
para
que de él ni de ti
hagan mis injurias caso.
BRUNO: Padre... señor... ¿es posible
que con ruegos no te
ablando?
Si
estimas tesoros, coge
perlas
de estos ojos claros,
oro de
aquesos cabellos,
rubíes
de aquesos labios,
satisfarás intereses
que
está el amor envidiando.
PADRE: En fin,
¿contra el gusto mío
te
intentas casar, dejando
burladas mis esperanzas?
BRUNO: ¿Qué he
de hacer, si Amor tirano
violenta, padre, deseos?
MARCIÓN: Si no
es más en nuestra mano,
¿qué
habemos de hacer los dos
sino
echar cosas a un lado?
PADRE: No me
llames padre más.
BRUNO: Mi
padre y señor te llamo.
PADRE:
Mientes.
MARCIÓN:
¡Ay!, cargado queda.
PADRE: Hijos
que degeneraron
de su
valor, no son hijos,
sino
espúreos y bastardos.
Desde
aquí te desheredo,
que
aunque te faltan hermanos,
sobrinos ilustres tengo,
no cual
tú, locos e ingratos.
Si más
los umbrales pisas
de mi
casa...
MARCIÓN:
(Aquí entra un palo Aparte
de
molde.)
PADRE:
¡Viven los cielos!
Que ha
de matarte un esclavo.
Susténtete tu mujer;
si en sus dientes y en sus
labios
perlas tienes y rubíes,
bien puede suplir tus gastos.
¿Qué joyas, traidor, son éstas?
MARCIÓN: Escondo
mis cuatro cuartos.
PADRE: Muestra
y agradece.
MARCIÓN: ¡Malo!
BRUNO: Señor,
mira.
PADRE:
Dios permita,
pues su enojo forja rayos,
que uno te abrase; mas...
no...
Hágate
el cielo un gran santo.
Vase el PADRE de Bruno
MARCIÓN: A la luna de Valencia
parece que nos quedamos.
¿Que habemos de hacer agora?
BRUNO: ¡Hay tal crueldad?
MARCIÓN: ¡Oh, viejazo!
BRUNO: Mi bien, si anda Amor desnudo,
Amor soy, pues le retrato.
Padre y casa por ti pierdo,
gloria y dicha por ti gano.
¿Quieres que sea tu huésped?
EVANDRA: No, Bruno, que los engaños
temo que otro huésped hizo
a la viuda de Cartago.
BRUNO: Llévame a tu casa.
EVANDRA: Tengo
un tío viejo y avaro,
y no lo consentirá,
que es mal acondicionado.
MARCIÓN: Laureta, ¿no habrá un rincón
entre sartenes y cazos?
Llévame contigo.
LAURETA: Tengo
a la escalera un alano
que una pierna se merienda,
y en la cocina dos gatos
con unas uñas de a jeme.
MARCIÓN: Buenas son para escribanos.
BRUNO: En fin, ¿te vas y me dejas?
EVANDRA: El alma te ha aposentado
en medio del corazón.
A
LAURETA
MARCIÓN: Y el cuerpo, a ti suspiramos,
¿que me dejas y te vas?
LAURETA: El alma, gorrilacayo,
le llevo, que el cuerpo no.
MARCIÓN: ¿Almas llevas? Serás diablo.
Vanse
EVANDRA y LAURETA. Sale el conde
PRÓSPERO
PRÓSPERO: ¿Qué tenéis en esta calle,
Bruno, que tan de ordinario
deseos avecindáis
en ella? Jamás os hallo
cuando os busco, sino aquí,
BRUNO: ¡Oh, Conde y señor! Son pasos
de la pasión de mi pena
los que por esta calle ando.
Aquí vive quien me mata.
PRÓSPERO: ¡Gracias a Dios que he sacado
en limpio que sois
amante.
BRUNO: Venturoso y desdichado.
PRÓSPERO: Ésas son contradictorias.
BRUNO: Correspóndeme quien amo,
y desdéñame amorosa.
Veis aquí los dos contrarios.
MARCIÓN: Lo cierto es, señor, si puede
a un Conde hablar un lacayo
bachiller en la carteta
y en el pasar licenciado,
que el estar a tales horas,
cuando Febo está jugando
con la noche al escondite,
es sólo a falta de rancho.
BRUNO: Calla, loco.
PRÓSPERO: ¿Cómo es eso?
BRUNO: En la nobleza fïado
y amistad que os acredita,
os contaré sin cansaros
mis desdichas brevemente.
Sirvo a Evandra, habrá
seis años,
origen de la hermosura,
de sus efectos milagro.
Honradas correspondencias
alientan deseos tiranos,
Y refrenan osadías
entre el amor y el recato.
Pienso casarme con ella,
a cuya causa he mudado
el hábito y profesión,
contradiciendo cuidados
de mi padre, que lo estorba.
Hallóme con ella hablando
a sus puertas, de su luz
tellizo cortina, un manto.
Alborotóse de verme
mi viejo padre, aumentando
lágrimas con maldiciones,
unas nubes y otros rayos;
y al fin, viendo que
rebelde
en este sol idolatro,
de su casa me despide,
injurias multiplicando.
Pedí a mi Evandra que fuese
la suya hospicio y sagrado
de mi destierro y amor;
pero como puede tanto
la Ocasión con él, temióla,
y escarmientos del troyano
huésped de la amante Elisa
hoy su puerta me cerraron.
Como sin padre me veo
y sin casa, recelando
perder mi dama también,
me quedé filosofando
quimeras, que en veros, conde,
cesan, pues con vuestro amparo
no echo menos padre y casa.
MARCIÓN: ¿Éste es el benedicamus?
PRÓSPERO: Agora que sé que puedo
serviros, amigo, en algo,
en albricias de la pena
os doy...
MARCIÓN: (¿Dineros?) Aparte
PRÓSPERO: ...los brazos.
Si os casáis, tendréis en mi
padrino. Si os ha negado
vuestro padre, en mi hallaréis,
ya que no padre, un hermano.
¿Qué tengo yo que no sea
vuestro?
BRUNO: Sois ejemplo raro
de la amistad y nobleza.
MARCIÓN: Sois...
BRUNO: ¡Ah, necio!
MARCIÓN: ...largo y ancho.
PRÓSPERO: Hacienda hay para los dos.
BRUNO: Alargue vida y estados
el cielo a vuestra nobleza.
MARCIÓN: Y a mí, ración y salario.
Sale
EVANDRA a la ventana
EVANDRA: ¡Qué mal hice en despedirle!
Corta y descortés he andado.
Cuando mi casa le niegue,
favores le dan regalos.
¿No se ha ido? Señor mío,
¿Sois vos?
MARCIÓN: Bruno serenado
y yo somos maza y mona
que un romadizo aguardamos.
BRUNO: Soy, Evandra de mis ojos,
un enfermo que esperando
que salga el sol de tu luz,
a tus umbrales aguardo.
¿Quieres abrirme, mi bien?
MARCIÓN: Abra, mientras que yo abro,
entre dormido y hambriento,
bostezos y boca a palmos.
EVANDRA: Perdona si mis recelos
se muestran contigo avaros,
y el hospedaje te niega
quien su libertad te ha dado.
Amor es niño, y se atreve,
si sólo y determinado
le ofrece el tiempo y la noche
cabellos ocasionados.
Yo estimo tanto mi honor,
que no ha de tocar mi mano
quien no me la dé de esposo
debajo del yugo santo.
Y es esto con tanto extremo,
que cuando hubiera llegado
a tomármela por fuerza
el hombre más torpe y bajo,
o me casara con él,
o hiciera matarle en pago
de su loco atrevimiento.
Esto obliga a mi recato
a no admitirte en mi casa;
pero si quieres despacio
hablarme y verme, esta noche
Lorena me ha convidado,
que es mi amiga y es mi deuda,
a divertir el enfado
del calor, entreteniendo
juegos noches de verano.
Dos casas vive de aquí;
procura que nos veamos.
Dispondremos nuestras cosas,
y adiós. ¡Hola! dame un manto.
Vase
EVANDRA
MARCIÓN: ¿Juegos sin cena? ¡Abrenuncio!
Manden que nos echen algo,
ya sea asado o cocido,
que a la hambre no hay pan malo.
BRUNO: Conde, esta noche pretendo,
temores asegurando,
desposarme con mi Evandra,
si ayudáis mi intento casto.
Yo sé que ella lo desea,
y mi padre, aunque enojado,
es padre, en fin, y piadoso,
en olvido pondrá agravios.
¿Qué os parece?
PRÓSPERO: Divertido
estaba. Si desposaros
intentáis, padrino soy;
no cuidéis de costa y gastos.
Vamos a trocar vestidos
de gala.
BRUNO: A estar Alejandro
vivo ¡qué envidia os tuviera!
PRÓ:SPERO: (¡Oh, mujer divina!) Aparte
BRUNO: Vamos.
PRÓSPERO: (Si con palabras hechizas, Aparte
¿que harás con los bellos rayos
que en tu hermosura
contemplo?
Amor ciego, retiraos;
pensamientos, resistid,
que si cobardes Y flacos
os rendís, mi amigo ofendo;
mas con Amor no hay agravios.
Vanse
BRUNO y PRÓSPERO. Sale LAURETA a la
ventana
MARCIÓN: ¡Cé, Laureta! ¡Ce! ¡Ce! ¡Ce!
LAURETA: ¿Quién llama?
MARCIÓN: Yo llamo y amo.
LAURETA: ¿Y qué me quieres?
MARCIÓN: Que me quieras.
LAURETA: Lávese primero.
MARCIÓN: Lavo
cara, sotana y manteo,
para servirte lavado.
LAURETA: ¿Y tiene agua?
MARCIÓN: No.
LAURETA: ¡Agua va!
Arrójale
agua y retírase
MARCIÓN: ¡Ay! ¿Ésta es agua? Éste es caldo.
Llena está de zarandajas;
Hüeso es éste, éste estropajo.
¡Oh, ladrona! No os me iréis
al otro mundo a pagarlo.
Vase
MARCIÓN. Salen ATAULFO y LORENA
LORENA: ¡Qué quieres! estoy celosa,
Ataulfo, con razón.
ATAULFO: Espuelas los celos son
de una pasión amorosa;
mas sin causa, ya tú ves
si serán, Lorena, injustos.
LORENA: Eres tratante de gustos;
grande será tu interés.
¿Qué tanto habrá que no
vienes
a esta casa?
ATAULFO: Ocupaciones
impiden tanto...
LORENA: Aficiones,
dirás mejor. ¿Las que tienes
te impidieran el venir
a verme?
ATAULFO: ¡Qué tal escucho!
LORENA: Haste encargado de mucho;
no con todo has de cumplir.
Lo que no es tan importante,
que es mi honor, olvidarás.
ATAULFO: Pesada, Lorena, estás.
No pase más adelante
tu enojo, que, vive Dios,
a pensar que hablas de veras,
que a mi muerte causa dieras.
Amor puede entre los dos
hacer paces, que en cuidados
como estos, los celos son
como quien mete quistión
entre dos enamorados,
que después de estar reñidos,
pasado el primer furor,
aumenta llamas su amor
y ellos se quedan corridos.
LORENA: Ahora bien; yo te perdono
como propongas la enmienda.
ATAULFO: No hay cosa en mí que te ofenda.
Mi firmeza está en abono.
¿En qué pasatiempo piensas
pasar esta noche injurias
del calor?
LORENA: Contra sus furias
tú entretienes y dispensas,
que como amor predomina,
su fuego, y no el tiempo,
abrasa.
Esperando estoy en casa
a Evandra, nuestra vecina.
Es amante suyo Bruno,
y como a honrados respetos
del Amor viven sujetos,
les doy lugar oportuno
para que se vean aquí.
ATAULFO: Bruno es cuerdo y es mi amigo.
Más a quererte me obligo
si ayudas su amor así;
pero éste debe de ser.
Sale
el conde PRÓSPERO
PRÓSPERO: Ociosidad y calor
necesitan el favor,
Lorena, que entretener
sabe, cortés y discreto,
a quien se vale de vos.
ATAULFO: ¡Conde y señor!
PRÓSPERO: De los dos
buena noche me prometo.
LORENA: ¿Vueseñoría en mi casa?
PRÓSPERO: Una huéspeda tan bella
habéis de tener en ella,
que su memoria me abrasa.
Da licencia a mi deseo
y anima mis desatinos;
pero con tales padrinos
como en vosotros dos veo,
no saldrá mal despachado
el pleito con que he venido.
ATAULFO: Por señor os he tenido,
de serviros me he preciado,
y comprara yo
ocasiones
a costa de mis desvelos
para serviros.
PRÓSPERO: Con celos
amor y imaginaciones
vengo, Ataulfo, a ampararme
de vuestro noble favor
y de Lorena.
LORENA: Señor,
serviros de mí, es honrarme.
PRÓSPERO: ¿A Evandra habéis convidado
esta noche?
LORENA: Y tarda ya.
PRÓSPERO: Bruno, que en su amor está
tiernamente transformado,
contándome sus empleos,
de suerte me encareció
su hermosura, que engendró
en mí, si no amor, deseos.
Dióle audiencia una ventana,
de mí libertad hechizo,
de donde le satisfizo
tan honesta y cortesana,
que aunque la tiniebla oscura
ver su cara me negó,
su discreción confirmó
en mis penas su hermosura;
porque alma tan
discreta,
¿quien duda que en cuerpo vive
hermoso, y que la apercibe
posada en todo perfeta?
A ver por los ojos vengo
si corresponde esta dama
¿con mis dudas y su fama.
LORENA: Yo por dichosa me tengo
de que hagáis esta
experiencia
en mi casa, y si a testigos
de toda verdad amigos
gustáis de dar fe en ausencia,
yo os prometo que
Evandra
es envidia de la hermosura.
ATAULFO: Y en donaire y hermosura,
hija de las Gracias tres.
LORENA: ¿No basta que yo la alabe,
sin que vos seáis su orador?
PRÓSPERO: ¿Son celos?
LORENA: Celos y amor.
PRÓSPERO: Es un mixto ése süave.
LORENA: Y ésta, Evandra, que ha venido
a sacarme verdadera.
Salen
EVANDRA y LAURETA con mantos
EVANDRA: Amiga.
LORENA: A quien os espera
amante, habéis ofendido.
ATAULFO: Y a esta casa, que sin vos
todo bien juzga pequeño.
EVANDRA: No echará menos su dueño
ocupándola los dos.
LORENA: Hablad al conde, a quien debo
por vos aquesta merced.
PRÓSPERO: (¡Ojos, venda os poned, Aparte
no os cieguen rayos de Febo!)
EVANDRA: Vueseñoría me dé
sus manos.
PRÓSPERO: (A ser de esposo, Aparte
mil veces yo venturoso.)
Una alma, Evandra, os dare,
que se enamoró de oiros,
y os idolatra de veros,
se eterniza con quereros,
y se honra con serviros.
EVANDRA: A no saber yo cuán largo
sois, señor, en dar favor
a medida del valor,
que siempre tenéis a cargo,
y mis méritos indignos,
o me hiciérades correr,
conde, o ensoberbecer.
PRÓSPERO: Si en esos ojos benignos,
para Bruno, y para mí
no oso decir rigurosos,
pensamientos amorosos
hallasen piedad, aquí
dará un conde que os adora
a su ventura la palma,
haciéndoos, como del alma,
de cuanto tiene, señora.
EVANDRA: Suplico a vueseñoría
que mude conversación,
que afrentarme no es razón,
aunque honrarme es cortesía.
PRÓSPERO: La
verdad, por Dios, os digo.
EVANDRA: Serálo
el encarecer,
pero no
podré creer
que en
ofensa de un amigo,
a quien su favor admite,
mientras que no desmerece
cuando
su casa le ofrece,
su dama
le solicite.
PRÓSPERO: Si
es Bruno, culpad su amor,
pues
ofendiendo el secreto,
aunque
amante, fue indiscreto
y necio
encarecedor
de belleza, cuya copia
materia
ha dado a mi pena,
pues
peligra en dama ajena
y
deshonra en mujer propia.
Yo
estimaba su amistad,
mas ya
no será razón
habiendo sido ocasión
de
perder mi libertad.
Dejad que mi dicha ordene,
aunque
mi lealtad estrague.
Quien
tal hace, que tal pague;
quien
tal paga, que tal pene.
EVANDRA: Yo, Conde, soy diferente
de
opinion, que es rigor grave
que
Bruno me alabe,
olvidándole le afrente;
y
quiero que sea testigo
de mi
amor la noble llama;
que sé
hacer más firme dama
que
vos, Conde, fiel amigo.
ATAULFO:
Ahorremos de intercesiones,
Lorena,
que lo mejor
entre pendencias de amor
es ofrecer ocasiones.
El conde es noble, y merece
lo que Bruno es razón
pierda;
su
alabanza poco cuerda
justo
castigo le ofrece.
LORENA:
Quédense solos los dos,
y
averiguen sin testigos
obligaciones de amigos
y de amantes.
ATAULFO: (Bien, por Dios. Aparte
Las luces mato,
fingiendo
que voy
a despabilarlas.)
A PRÓSPERO
LORENA: Las
ocasiones, gozarlas
el que
es sabio.
PRÓSPERO:
Ya te entiendo.
Vanse ATAULFO y
LORENA, después de apagar
las luces
EVANDRA: ¡Ay,
cielos! Conde ¿qué es esto?
PRÓSPERO: Fuerza,
Evandra, de mi amor.
EVANDRA:
Ataulfo, ¿vos traidor?
¿Vos,
conde, tan descompuesto?
¿Tú,
Lorena, desleal?
Soltad,
conde; soltad, digo;
torpe
amante, ruín amigo.
¡Soltad
la mano!
PRÓSPERO:
En igual
correspondencia, si pasa
mi amor
a lo que interesa,
seréis
mi esposa y condesa.
Dueño
seréis de mi casa.
Quien os tocase la mano,
oí yo
que había de ser
vuestro
esposo, y sois mujer
noble y
firme, no hagáis vano
juramento en que me va
la
vida. La mano os toco;
yo os adoro. Yo estoy loco.
EVANDRA: Basta,
conde, basta ya.
Salen ATAULFO y
LORENA con luces
ATAULFO:
Bruno, Próspero, está en casa;
sosegaos y componeos.
PRÓSPERO: ¡Ay,
amorosos deseos!
¿Qué
hará un alma que se abrasa?
Salen BRUNO y
MARCIÓN
BRUNO: Por
la mano me ganáis,
señor
conde.
PRÓSPERO:
Por la mano
que
pierdo, la mano gano.
BRUNO: ¡Qué
solícito me honráis!
MARCIÓN: Ya
yo he mudado de pelo.
¿No me
ves en otro traje,
Laureta?
LAURETA:
¿Es lacayo o paje?
MARCIÓN:
Laquipaje, ¡vive el cielo!
No
hay caballos que curar;
mientras se compra un morcillo,
a fuer
de obispo de anillo,
soy
lacayo titular.
BRUNO:
Turbada, mi Evandra, estáis.
EVANDRA: Ocasión
debe de haber.
BRUNO: Mis desdichas deben ser.
EVANDRA: Es, sin
duda.
BRUNO:
Vos bastáis
a
aliviarlas y el favor
que por
el conde consigo.
EVANDRA: Tenéis
en él un amigo
de notable ley y amor.
LORENA:
Remitid cosas de amores
para
después, y juguemos
un
rato.
EVANDRA:
¿A qué?
LORENA: Bien podremos
pasar jugando a las flores
horas que pasadas son
por el calor.
PRÓSPERO:
(Niño astuto, Aparte
en flor estáis; dadme fruto,
que no hay bien sin
posesión.)
BRUNO:
Sentémonos, pues, si el conde
gusta
de nuestros floreos.
Siéntanse y
sacan una cesta de flores
PRÓSPERO: Si a
flores de mis deseos
igual
fruto corresponde,
poco
va de juego a fuego.
Jugando
pienso abrasarme.
LORENA: Tome el
conde.
LAURETA:
¿Y no ha de darme
también
flores?
MARCIÓN:
Ya llego
a
entregarte la más bella,
y más olorosa flor,
porque
sospecha mi amor,
Laureta, que estás sin ella.
LAURETA:
Miente el pajilacayazo.
MARCIÓN: Esta
hoja en su lugar lleva,
y
taparáste como Eva
con la
hoja de un lampazo.
LAURETA: Ésta
es ortiga.
MARCIÓN: Perdona
si te
he venido a picar,
porque
así pienso pagar
el
"agua va," socarrona.
PRÓSPERO: Este
clavel me ha cabido.
ATAULFO: ¿A qué
dama se le dáis?
PRÓSPERO: Donde
vos, Evandra, estáis,
fuera
mi amor sin sentido,
si
duraron mis cuidados
de
dárosle en esta empresa.
LORENA: El
cielo os haga condesa.
ATAULFO: Dios os
haga bien casados.
Levántase y
quítale la flor
LORENA:
Evandra y el conde vivan.
ATAULFO: Para en
uno son los dos.
BRUNO: ¿Qué es
eso, Próspero? Vos,
en quien mis honras estriban,
¿consentis que os intitulen
esposo
de quien adoro?
MARCIÓN: (¡Por
Dios, que han soltado el toro!) Aparte
BRUNO: No es
bien que se disimulen
mis
agravios. Con la espada
pienso
deshacer traidores
engaños, que cifran flores
contra
una amistad quebrada.
PRÓSPERO:
Bruno, advertid que conmigo
no es
justo que compitáis,
BRUNO: ¿Fe rompéis y flores dáis?
¿Vos sois noble? ¿Vos amigo?
PRÓSPERO: Soy noble, y por eso os dejo;
soy digno merecedor
de Evandra, y es mi valor
tal, si no mudáis consejo,
que os obligará a
dejar
prenda
que no merecéis.
BRUNO: ¿Cómo
celos, si esto veis,
no me
procuráis vengar?
ATAULFO:
Bruno, en aquesta ocasión,
temed
la airada venganza
del
conde.
BRUNO:
(Presto me alcanza, Aparte
padre, vuestra maldición.
Ya
el amigo en quien fié
la
prenda de más estima,
me
usurpa.
MARCIÓN:
(Al conde se arrima Aparte
todo
hombre. Lo mismo haré.)
¡Viva quien vence!
ATAULFO: Dejad,
Bruno, locas competencias,
y veréis las experiencias
que obligan a mi amistad
a
este lado contra vos.
LORENA: Bruno,
a Evandra el conde adora.
MARCIÓN: Bruno,
disimula agora,
que
eres uno, y ellos dos.
BRUNO:
Ingrata, ¿así corresponde
tu amor
mudable a seis años
de
penas?
ATAULFO:
Los desengaños
juzguen
si es mejor un conde
de
quien Evandra sea esposa,
que no
un pobre caballero.
BRUNO: ¿Muda
estás, crüel? Ya infiero
que
consientes engañosa.
EVANDRA:
¡Cielos! ¿Hay tal confusión?
MARCIÓN: Ella es
una buena lanza,
fuego
azul.
BRUNO:
(Presto me alcanza, Aparte
padre,
vuestra maldición.)
Sale el TÍO de
Evandra
TÍO: ¿Qué
alboroto desatina
la vecindad de este modo?
MARCIÓN: (¿Mas
que viene el barrio todo?) Aparte
TÍO: Tenéos,
¿qué es esto, sobrina?
BRUNO:
Bruno, ¿qué es esto? Pasiones
del
amor y la amistad
son
contra la deslealtad
sobre
las jurisdicciones.
PRÓSPERO:
Parte sois de esta causa, pues sois tio,
Artemio
noble, de mi Evandra bella,
y juez
habéis de ser, que de vos fío,
la
sentencia en favor de mi querella.
Vendióse Bruno por amigo mío;
pero
interés de Amor, ¿qué no atropella,
si es
mercader que en ferias de amistades
amigos
vende y compra voluntades?
A
vuestra Evandra amaba, hermoso objeto
de mi
ventura, y fue correspondido
seis
anos, aunque a costa del respeto
que a
sus letras y padres ha perdido.
Desheredóle en fin, forzoso efeto
de un
hijo inobediente y atrevido.
Contóme
sus desgracias y pobreza,
a que
acudió piadosa mi largueza;
encarecióme tanto la hermosura
de su
dama; juntó merecimientos,
nobleza, discreción, gracia y cordura,
que
despertó en mí nuevos pensamientos.
Quien a
su dama alaba, ¿qué procura?
¿De qué
sirven, decí, encarecimientos,
que aun
dentro el alma los amantes sabios
recelan, cuanto y más rompiendo
labios?
¿Quién alabó el manjar al deseoso
que no
se lo quitase de las manos?
¿El
tesoro al corsario; al ambicioso
la
privanza de reyes y tiranos?
¿La empresa de valor al generoso,
joya a
mujer y gala a cortesano,
ni dama
a amigo, que aunque más lo fuese,
su
posesion a riesgo no pusiese?
Vi
su belleza; fue mi amor testigo
de lo que puede la alabanza ajena.
Juzgad
si es bien que niegue por mi amigo
mi
gloria propia a costa de mi pena.
Sírvale
su alabanza de castigo,
pues su
lengua habladora te condena,
y Evandra, pues su mano besé,
hermosa,
su
juramento cumpla y sea mi esposa.
TÍO: La
ventura, conde ilustre,
que
dais a nuestro linaje,
al
ciego Amor agradezco,
si niño,
con vos gigante.
Evandra, si hermosa, es cuerda,
y si
elección de vos hace,
premiando su discreción,
dará
valor a su sangre.
No hay
duda, que os anteponga
olvidando
mocedades
a
Bruno, pues tal esposo
adquiere por tal amante.
Y
cuando necia resista,
yo que
en lugar de su padre
quedo
con nombre de tío,
os la
ofrezco de mi parte.
Cumplid, Bruno, mandamientos
tan
dignos de respetarse,
y
maldiciones temed,
siendo
justas, que os alcancen.
Las
letras que profesáis
seguid,
pues sois estudiante,
y estudiad de hoy más por ellas
a callar, que es
ignorante
quien
antes de poseer
alaba
prendas de nadie,
que
dineros y hermosuras
siempre
suelen codiciarse.
Dale Evandra, al conde el sí
con la
mano.
LORENA:
Amiga, baste
la
resistencia que has hecho,
porque
condesa te llames.
Perdióte por hablador
quien
no supo conservarte.
Fue
necio; el conde, cuerdo.
Quien
tal hace, que tal pague.
ATAULFO: ¡Cuánto
es mejor para esposo
quien
sólo de oír nombrarte
te amó,
que quien por hablar
conservar
su amor no sabe!
Bruno
es pobre, el conde rico,
las
maldiciones de un padre
es
fuerza que participes
cuando
con Bruno te cases.
Amor es fuego y sin oro
será fuerza que se
apague,
que es
la leña que le aumenta.
Méritos
del conde sabes;
escarmiente Bruno en tí,
y si,
ame otra vez, no alabe
bellezas que perder puede.
Quien tal
hace, que tal pague.
LAURETA: Si se
ha de tomar mi voto,
danos
señor que nos mande
rico y
noble, que se muere
entre
pobres amor de hambre.
Agarra
una señoría,
visita
esposas de grandes,
llévente en silla a la iglesia
y en carroza por las calles.
Quédese Bruno por bruto,
y pues
es pobre, eche un guante,
que si
por hablar te pierde.
Quien
tal hace, que tal pague.
EVANDRA: Pues
todos me aconsejáis
lo que
también puede estarme,
y Bruno
por hablador
es
digno de castigarle,
con la
mano doy el alma
a
Próspero, cuerdo amante;
que ya
de derecho es suya,
si
palabras satisfacen.
No será
bien que por mí,
Bruno,
pierdas calidades,
como tu
padre me dijo
su
ponderado linaje.
A tu sotana te vuelve,
deja
galas arrogantes,
cursa
escuelas, mira libros,
no eres pobre, mucho sabes.
Restituye plumas leves
con que ligero volaste
desde
el sombrero al papel,
que
pueden eternizarte,
y a un
padre restitüido,
cuando
obediente le agrades.
Dios te
haga un gran letrado,
como te
hizo un necio amante.
Vanse todos menos BRUNO y MARCIÓN
MARCIÓN: ¡Pardiós, señor, que nos dejan
de paticas en la calle!
Tú sin
dama, yo sin moza;
yo sin
blanca, y tú sin padre.
¿Qué diablos hemos de hacer?
Si admitir consejos sabes
como
perder ocasiones,
lo que
puedo aconsejarte
es que
del pródigo imites
el
remedio, y cuando guardes
a los
cerdos de su historia
harás
la segunda parte;
que yo
me voy a cumplir
maldiciones de mi madre,
que me
dijo, "Yo te vea,
plegue
a Dios, ventero o fraile."
A lo
primero me acojo.
Qquédate a Dios que te guarde,
que
pues alabaste de necio.
Quien
tal hace, que tal pague.
Vase MARCIÓN
BRUNO: Quien
maldiciones no teme,
razón
será que le alcancen;
quien
en amigos confía,
bien merece que le engañen,
quien
guarda en cofres de vidro
tesoros
que han de quebrarse,
siembra
arena, funda en viento,
fía en
juegos, carga en naves,
cuando
sus pérdidas sienta,
ni se
queje, ni se aparte;
porque
amigos y mujeres
vidros
son, que no diamantes.
¡Oh,
desengaños del mundo!
Cúrenme
vuestras verdades,
pues experimento
en mí
el
desengaño más grande.
¿Con
qué ojos podré volver
a los
ojos de mi padre,
que no
los ciegue mi afrenta,
que su
rigor no me ultraje?
¿Volveré a cursar escuelas?
No, que
aunque puedan honrarme,
mientras viviere he de ser,
si
desdichado constante.
Pues ni en letras, ni en amores
tuve dicha, condenarme
quiero
a la guerra, castigo
de vicios y mocedades.
Adios, patria; adios, amores;
adios, amigos mudables;
crüel padre, casa
ingrata;
mujeres
interesables,
que si hazañas
dan ventura,
hoy
tengo de aventurarme,
y dejar
ejemplo en mí
del
desengaño más grande.
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