Sobre unas peñas muy altas salen DORBÁN
y ZABULÓN,
pastores, y abajo CORIOLÍN,
pastor
ZABULÓN ¡Ah del
monte del Carmelo
serranos!
¡Abajo, abajo!
CORIOLÍN Tomado lo
han a destajo.
LOS DOS ¡Al valle!
CORIOLÍN
¡Al valle, mi agüelo!
El
hambre mos trae de talle
que andar a
pie es trabajo,
y ellos dalle abajo, abajo.
¡Serranos, al valle, al
valle!
DORBÁN ¡Ah del
monte, ah de la sierra!
¡Al valle,
al valle a la junta!
Van bajando
CORIOLÍN Dado le
han. ¿A qué se junta,
si sabéis,
toda la tierra?
ZABULÓN A ver
si remedio hallamos
al hambre
que padecemos.
DORBÁN Tres años
ha que no vemos
nube en el
cielo.
LISARINA Acá estamos
todos.
CORIOLÍN
Lisarina, ¿vos,
a qué
venís?
LISARINA
Las mujeres
también
damos pareceres.
ZABULÓN ¿Y serán
buenos?
CORIOLÍN
¡Par Dios!
si los
vuesos son del talle
que los que
Jezabel da,
el dimuño
os trujo acá.
Ya habemos bajado al valle,
¿qué
tenemos?
DORBÁN
Coriolín,
la falta de
bastimentos
a personas
y a jumentos
amenaza
triste fin.
Sentaos
y busquemos modo
como no
muera la gente.
Asiéntanse
CORIOLÍN Dadme vos
con que sustente
el
estuémago, que todo
se me
desmaya de cuajo;
o, pues son impertinentes,
alquiladme boca y dientes
con la oficina de abajo,
que en
mí no tienen que her.
LISARINA Ya estamos
todos sentados.
DORBÁN Pastores,
ya no hay ganados
que
esquilar ni que comer;
a nadie el hambre reserva.
Los cielos
están con llave,
ni por el
viento vuela ave,
ni alegra a
los campos hierba;
no hay
arroyo que no trueque
en polvo el
agua que borra,
río que a
manchas no corra,
fuente que
ya no se seque.
Todos
la vida nos tasan
por
quitarnos el sosiego,
que son los pecados fuego
y hasta las fuentes abrasan.
No se enmiendan nuestros
Reyes,
y así crecen nuestras quejas;
comímonos las ovejas,
no perdonamos los bueyes.
Si yo a persuadiros
basto,
lo que vos
vengo a decir
y se nos han de morir
las bestias por no haber pasto,
mejor es que las matemos
y a costa suya vivamos,
pues como las dividamos
el pueblo socorreremos.
¿Qué os parece?
ZABULÓN
Habéis habrado
como
Sanlimón, pardiobre;
no perezca
el puebro pobre,
y más, que
no haya ganado.
DORBÁN Yo tengo
una yegua flaca.
ZABULÓN Yo, una
mula.
LISARINA
Yo, un jumento.
CORIOLÍN Yo, un
rucio, pero no intento,
aunque el
hambre no se apraca,
que por
ingrato me arguya
y tan mal
pago le den,
que es un
borrico de bien;
mi ánima
con la suya
cuando
de este mundo vaya.
LISARINA Por votos
heis de pasar.
CORIOLÍN ¿Votos?
LISARINA
No hay que repricar
como la
suerte vos caya.
DORBÁN El más
mozo es Coriolín
del puebro,
voto por él.
CORIOLÍN Dorbán,
siempre sois cruel.
DORBÁN Yo
entregaré mi rocín
después
que hayamos comido
vuestro burro.
LISARINA
Yo eso quiero.
Muera su
burro primero.
CORIOLÍN Y a vos
¿quién vos ha metido
en los
votos del Concejo?
LISARINA Yo, que
también so presona.
ZABULÓN A nadie el
hambre perdona;
hed
repartir el pellejo
para
almorzar por la gente,
y el burro
el siguiente día
vaya a la
carnicería,
donde se
pese igualmente:
que
éste es nueso voto y gusto.
CORIOLÍN De capa os
sirvió el pellejo;
vote, mi
burro, el Concejo
sobre la
capa del justo,
que yo
moriré con vos,
pues que
libraros no pudo
el mi amor.
LISARINA
Venga el menudo,
aderezaréle.
CORIOLÍN
¡Adiós,
el mi
jumento del alma!
Vivo queda
quien vos pierde,
mas porque
de vos me acuerde,
yo colgaré
vuesa enjalma
del
cravo do está el mi espejo;
vueso
ataharre traeré
al cuello
por banda en fe
que no os
olvido, aunque os dejo.
DORBÁN Esto
está bien ordenado.
Venid,
daréisnosle.
CORIOLÍN ¿Yo,
traidor a
quien me llevó
en somo de
sí asentado?
¿Con
qué vergüença pudiera
decirle a
mi buen jumento,
yo del
vueso prendimiento
corchete
soy? ¿Qué dijera
entonces el rucio mío?
Vaya el
Concejo a llevarle,
pues se
atreve a sentenciarle.
DORBÁN Dejad ese
desvarío,
¿estáis
en vos?
ZABULÓN
¡Ea, venid!
CORIOLÍN Pues que ya
llegó su plazo,
Zabulón,
dalde un abrazo
y en mi
nombre le decid,
cuando
le deis el segundo...
LISARINA Coriolín,
cansado estás.
CORIOLÍN ...que no
mos veremos más,
(si no es
en el otro mundo.) Aparte
Vanse. Sale ABDÍAS, solo
ABDÍAS Tres
años ha, mi Dios, que las impías
persecuciones ocasionan llantos,
y en tus profetas
y ministros santos
la crueldad
ejecuta tiranías.
Tres
años ha que de mi pecho fías,
a pesar de
amenazas y de espantos,
tus fieles
siervos, puesto que ha otros tantos
que el
cielo cierra la oración de Elías.
En dos
cuevas amparo y doy sustento
a cien
profetas tuyos, escondidos
del poder
de la envidia y los engaños.
Ampara
Tú, Señor, mi justo intento;
clemente abre a mis ruegos los
oídos;
baste, mi Dios, castigo de
tres años.
Si
hallare yo algún pastor
de cuya
simplicidad
se confie
mi piedad
sin riesgos
de mi temor...
Mayordomo
de la casa
soy del
Rey, y su privado;
su gobierno
me ha fiado,
todo por mi
mano pasa;
pena ha
puesto de la vida,
con privación
de la hacienda
a quien
ampare y defienda
a algún
profeta; perdida
ha tres
años que la tengo,
pues por
conservar mi ley
voy contra
el gusto del Rey
y cien profetas mantengo.
No hay
hombre de quien fiarme.
¡Deparadme,
eterno Dios,
quien me
ayude en esto, Vos!
Sale CORIOLÍN
CORIOLÍN Murria me
viene de ahorcarme
sin
vos, el mi rucio amado,
el mi lindo
compañero;
¿vos, mi
burro, al carnicero?
¿vos, por
él descuartizado?
¿que
habéis de morir, en fin?
¿que ya mi
amor no os aguarda?
¿qué hará
sin vos el albarda,
si no la
trae Coriolín?
¿qué la
burra, o vos sin ella,
de mi
comadre Darinta,
que estaba
por vos encinta;
viuda hoy y
ayer doncella?
ABDÍAS Oye,
detente pastor.
CORIOLÍN Si de un
lazo no me escurro...
ABDÍAS ¿Estás
loco?
CORIOLÍN
Estó sin burro.
ABDÍAS ¡Qué
simple!
CORIOLÍN
Mire, señor,
pues
que no le ha conocido,
no se espante si le lloro,
que era
como un pino de oro;
jumento tan
entendido
no le
tuvo el mundo.
ABDÍAS Acaba.
CORIOLÍN ¿Piensa que
miento? Decían
que las burras le entendían
cuantas
veces rebuznaba,
pues,
honesto, en mil sucesos
que con las
hembras se halló,
nunca en la
carne pecó,
¡que estaba
el pobre en los huesos!
Pues la vez que caminaba
tan cuerdo
hue de día en día,
señor, que
en todo caía,
o al de
menos tropezaba.
Pues sofrido no hubo her,
por más palos que le diese
que alguna
vez se corriese,
que él
jamás supo correr;
pues
aunque huese de prisa
si a su
jumenta oliscaba,
al cielo el
hocico alzaba,
que hue una
boca de risa;
y con
tener estas gracias
y otras que
callo, señor,
me le
llevan ¡ay, dolor!
la cola y
orejas lacias,
a morir
al matadero,
do el carnicero
le sise
y el hambre
después le guise.
¿Hiciera
más un ventero?
ABDÍAS (Esta
sencillez podrá Aparte
asegurar mi
recelo.)
CORIOLÍN Pondréme
paños de duelo
por él.
ABDÍAS Pastor, oye acá,
como me guardes secreto
yo te daré otro mejor.
CORIOLÍN Mas ¡arre allá!
ABDÍAS Tu favor
he menester.
CORIOLÍN ¿En defeto
que a quien secretos le
guarda
da burros y
de comer?
ABDÍAS Sígueme.
CORIOLÍN ¿Y qué hemos de her
si no le viene el
albarda?
ABDÍAS (Con
éste puedo enviar Aparte
a mis
santos la comida,
mientras el
hambre atrevida
y el temor
no da lugar
a que
en público los goce
nuestro
mísero Israel.
No temeré a
Jezabel
pues éste
no la conoce,
ni
quién soy tampoco sabe.)
CORIOLÍN ¿Quién tal
dicha hallar pudiera?
Echeme en
la faltriquera
el secreto,
si tien llave.
ABDÍAS Mi Dios, contra un Rey ingrato
esta piedad
os dedico.
CORIOLÍN ¿Por un
secreto un borrico?
¡Pardiez
que compré barato!
Vanse. Salen ACAB, JEZABEL, JEHÚ y JOSEPHO
ACAB En fin,
que contra Elías
salen frustradas diligencias mías.
JEHÚ Encantos de sus vuelos
nos le arrebatan penetrando
cielos;
cuantos embajadores
has despachado, dándoles favores,
desde Grecia a Etiopia,
por cuanto esmalta la florida copia
fecunda de
Amaltea,
el mar de
zafir baña, el sol rodea,
sin
perdonar desierto,
valle,
monte o collado, han descubierto
sus fieles diligencias,
sin tener nuevas dél.
ACAB Las
inclemencias
del cielo
que ocasiona
no siempre
han de ofender a mi corona.
Hermosa
prenda mía,
¿quién sino
vos apaciguar podía
mis pesares
y enojos,
si estriba
mi descanso en vuestros ojos?
Elías no
parece,
todo mi
reino mísero perece,
porque
hechizos y encantos
le niegan
el sustento meses tantos,
por ese vil
profeta
a quien el
cielo todo se sujeta,
a quien sus inflüencias
la llave han dado.
JEZABEL Abrásanme
impaciencias;
no muera yo
hasta tanto
que en
sangre trueque Palestina el llanto
que
compasivo vierte,
y a quien
le causa, den mis manos muerte.
ACAB Entre las flores
bellas
de este jardín, pues vos reináis en
ellas,
divirtamos pesares;
pongan aquí la mesa y los manjares.
JEHÚ Todo está prevenido
en este cenador que,
guarnecido
de jazmines
y nuezas,
fino sitial
es, tálamo de Altezas.
ACAB Sentaos, pues, dulce prenda,
que aunque el enojo vuestro
pecho encienda,
no tarda la
venganza,
aunque
espaciosa, cuando al fin se alcanza.
Cantad
tonos süaves,
alternándoos
vosotros con las aves,
que una y
otra armonía
divertirán
la hermosa prenda mía.
Descúbrese una
mesa con dos sillas y un aparador debajo de
un jardín. Siéntanse, comen y los músicos cantan
CANTAN "Dos
soles tiene Israel
y que se
abrase recelo
el del
cielo y Jezabel.
¿Cuál es
mayor?
UNO El del cielo
OTRO Eso no,
que el dios de Delo
se
eclipsa y cubre de un velo
y el
nuestro luce más que él."
ACAB Buena
es la dificultad
de la
letra, mas mi esposa,
en fe de
que es más hermosa,
a Apolo da
claridad.
Cada día la
deidad
del cuarto
planeta nace,
y aunque al
mundo satisface,
cada noche
también muere;
mas quien a
mi esposa viere
que
alumbra, deleita y vive,
dirá que de
ella recibe
vida el sol
y luz el suelo,
y que la
debe más que a él.
CANTAN "Dos
soles tiene Israel
y que se
abrase recelo
el del
cielo y Jezabel.
UNO ¿Cuál es
mayor?
OTRO El del cielo.
TODOS Eso no,
que el dios de Delo
se
eclipsa y cubre de un velo
y el
nuestro luce más que él."
ACAB ¿Quién
ha compuesto esa letra?
JEZABEL La
adulación. Mas ¿qué es esto?
En cantando
bajan dos cuervos por el aire y el uno arrebata
un pan y el otro una ave asada y
vuelven a volar, y
levántanse
ACAB ¡Anuncios de mis desdichas,
aves torpes del
infierno!
JEZABEL ¡Daldas la
muerte, flechaldas!
ACAB Quitad esa
mesa. ¡Ah, cielos!
tragedias y mortandades
me intiman fúnebres cuervos;
plumas de luto me
anuncian
el mísero
fin que espero.
Nuestras mesas contaminan
las harpías de Fineo,
presagios lloro infelices;
el corazón
en el pecho
buscando al
alma salida
ya es
tirano de mi aliento.
¡Llorad mi
muerte, vasallos!
JEZABEL ¡Rey,
señor, esposo!
ACAB Tiemblo,
dudo,
desmayo, suspiro,
abrásome
vivo, y muero.
Los cielos
son contra mí
¿Quién
resistirá a los cielos?
Mi mortal
sentencia firman
plumas de
verdugos cuervos.
JEZABEL ¿Qué
afeminado temor
desacredita
el esfuerzo
que un
hombre, un Rey, un Monarca
debe
tener? Si en ti el miedo
se apodera de ese modo,
¿de tus
vasallos qué espero?
¡Gentil
traza de animarlos!
¡mejor diré
de ofenderlos!
¿Qué
ejércitos de enemigos
te hacen
guerra a sangre y fuego?
¿Qué nubes
arrojan rayos?
¿Qué
terremotos el centro?
Esto es
cosa natural;
el aire
niega avariento
las
preñeces a sus nubes
que
fertilicen el suelo;
perecen tus reinos de hambre,
los montes están desiertos,
las plantas se esterilizan,
los valles sin hierba secos;
a las aves y a los brutos
les niega sus alimentos
la tierra
que, siendo madre,
madrastra
esta vez se ha vuelto.
¿Qué mucho, pues, que atrevidos
busquen de comer los cuervos
y que la necesidad
haga pirata
su vuelo?
¿No te
avergüenzas, siendo hombre,
que te
anime el vil sujeto
de una
mujer, que se burla
de
mentirosos agüeros?
Si no
ignoras los hechizos,
los engaños y embelecos
de ese Elías, burlador
de mi ley y tus preceptos,
¿qué mucho
que en nuestro agravio
obligue,
para ofendernos,
las aves
que nos persigan,
si le
obedece el infierno?
Su muerte a
tu vida importa,
a mi
injuria, a tus deseos;
muera
Elías, dueño caro,
y abrirán
después dél muerto
los tesoros a sus lluvias
las nubes, que obedecieron
los conjuros execrables
que nos las vuelven de acero.
¡Buscalde, vasallos míos!
que al que
le hallare prometo
hacerle, a
pesar de envidias,
el segundo
de este reino;
gozará
nuestra privanza,
estribará
en su gobierno
la guerra y
la paz, su nombre
quedará en
bronces eternos.
Si la
lealtad no os anima,
anímeos
siquiera el premio;
más oculto
que él, el oro,
la plata,
el cobre y el hierro
vive en las
minas profundas
y no se
libra por eso
de la
avaricia del hombre,
aunque le
escondan sus cerros.
La verdad
vence al engaño,
la virtud
encantamentos.
Baal os
dará favor;
id, que su
ayuda os ofrezco.
ACAB Tus palabras me dan vida,
la respiración me has
vuelto;
en tu lengua
Apolo asiste,
él te
influye esos consejos.
¡Seguildos,
executaldos!
Pero mirad,
que os advierto
que si
volvéis sin Elías
seréis al
mundo escarmiento.
¡Por vida de
Jezabel,
que es sola
el alma que tengo,
que en una
cruz afrentosa
ha de hacer
plato a los cuervos
(porque no
asalten los míos)
el que
atrevido, indiscreto,
diere la
vuelta a Samaria
sin Elías,
vivo o muerto!
Esto os
notifico a todos;
si los
castigos y premios
ponen alas,
escoged
o coronas o
destierros.
Vanse los Reyes
JOSEPHO ¡Qué crueldad!
JEHÚ ¡Qué tiranía!
JOSEPHO ¿Qué habemos de hacer?
JEHÚ Perdernos
o
buscarle. ¡Adiós Samaria!
JOSEPHO Imposibles pretendemos.
Vanse. Sale
EL&Iiacute;AS
ELÍAS Tres
años ha que escondido
entre
aquestas soledades,
porque
defiendo verdades,
de todos
soy perseguido.
Vos, mi
Dios, habéis querido
que
asperezas del Carmelo
(porque celo
el culto de
vuestra ley)
me amparen
de un torpe Rey
y de una
mujer lasciva,
porque viva
cual bruto
en esta montaña.
¡Cosa
extraña
que triunfe el vicio que engaña,
que
ande huyendo el que os es fiel,
que reinen
idolatrías,
que el
mundo aborrezca a Elías
y que adore
a Jezabel!
Deste
arroyo, que al Jordán
tributa y
Carit se llama,
los
cristales que derrama
mi llanto
imitando van.
Secos los
demás están,
que cual
mercader quebrado
se ha
alzado
el cielo,
todo rigores,
sin pagar
acreedores
con
inmensos
tesoros de
agua, que en censos
cobraban, correspondientes,
los vivientes,
montes, prados, lagos, fuentes.
Pero ya en arenas secas
ni flores ni frutos nacen,
porque los pecados hacen
fallidas las hipotecas.
¡Perezcan, mi Dios,
protervos!
¡Acábese la
impiedad!
¡La sangre,
Señor, vengad
que
derraman vuestros siervos!
Bajan volando
los dos cuervos y traen en los picos lo que
quitaron de la mesa del Rey
Pero
¿qué es esto? Los cuervos,
de quien mi
defensa fía
la fe
mía,
a traerme
de comer
vienen;
hora debe ser.
¡Ay, Señor de inmensos nombres!
Si los hombres,
porque a Jezabel obliguen,
me persiguen,
los brutos voraces siguen
piedad que en ellos no vemos.
¡Qué bárbaros desvaríos!
Venid, maestresalas míos,
que todos tres comeremos.
Vase. Sale Raquel, sola
RAQUEL Busco
alivio a mis desvelos,
casa de
placer, en vos,
y enfermos
de un mal los dos,
entrambos lloramos celos.
Las fuentes, los arroyuelos,
las plantas, las verdes flores,
los alegres ruiseñores,
naranjos, vides y hiedras,
si en amar fundan sus medras,
con celos tienen temor;
todo es celos, todo amor,
pájaros, flores y piedras.
Si en los arroyos y fuentes
reparo, el temor me
avisa
que hay
celos entre su risa,
pues murmuran entre dientes.
Celos las flores
presentes
lloran, que las acompañan,
pues el
vidrio en que se bañan
las avisa
(aunque lo ignoran)
que si de
sí se enamoran,
de sí celosas se engañan.
Estas vides, todas lazos
destas hiedras Brïareos,
¿por qué
trepan los deseos,
ciñendo el
muro a pedazos?
¿por qué
con verdes abrazos
crecen
entre ajenas medras,
sino porque
hasta las hiedras,
ejemplos del firme amor,
tienen,
celosas, temor
que se les
vayan las piedras?
¿Por
qué con música y vuelos
los
ramilletes del aire
compiten en
el donaire,
sino porque tienen celos?
No afectan
sino develos,
no rondan
sino temores,
no cantan
sino favores,
no piden
sino asistencias,
porque donde hay competencias
celos avivan amores.
Más causa tienen mis
males,
mis llantos
más pena admiten
que, en
fin, ellos si compiten,
es entre
opuestos iguales;
mas yo que
con celos Reales
lloro agravios
evidentes,
bien podré,
por más ardientes,
juzgar mis celos mayores
que los que abrasan las flores,
las plantas, aves y fuentes.
Sale Nabot
NABOT De extraños bienes nos priva
la tirana Jezabel.
RAQUEL No es
tirana, no es cruel
la que,
tierna y compasiva
con
vos, de suerte se ablanda
que a su
presencia os admite,
estar junto
a sí os permite,
cubrir la
cabeza os manda.
Ya sois
Grande de su Estado,
ya con Acab
competís,
ya a su
amor os preferís,
ya os soñaréis colocado,
ya usurpador de su silla.
Quitarle el reino queréis
y Raquel;
pretenderéis
que,
hincándola la rodilla,
la mano
os llegue a besar.
Blasonad lealtad y ley;
decidnos que a Dios y al Rey
debemos reverenciar,
que
estas dos cosas cumplís,
ofendiendo
al Rey y a Dios.
NABOT Cara prenda
¿estáis en vos?
¿Yo a Dios
y al Rey? ¿Qué decís?
RAQUEL ¿No besastes una mano,
no vasallo,
amante sí,
que yo,
fiscal vuestro, vi,
siendo a
vuestro Rey tirano?
NABOT Tenéis
celos. No me espanto
si la
sospecha os cegó.
¿Yo a la
Reina amor?
RAQUEL ¿Vos? ¡No!
¡que sois
leal, sois un santo!
Lograd
su amor descompuesto,
ofended mi
casta ley,
que yo daré
cuenta al Rey
de lo que
he visto.
Vase
Raquel. Sale Acab
ACAB ¿Qué es esto?
NABOT
¡Señor! ¿Vuestra Majestad
en ésta su
casa y quinta?
No en balde
se esmalta y pinta
hoy de
nueva amenidad.
ACAB Parece
que vuestra esposa
quejas
contra vos formaba.
¿Qué tiene?
¿Por qué lloraba?
NABOT Quiere bien
y está celosa.
Ha dado
en encarecer
lo que aun
ignora la fama.
ACAB Deleitan celos de dama
y enfadan los de mujer.
Oíd a lo que he venido,
que procuro
ocasionaros
a servirme
para honraros.
NABOT Basta
haberlo pretendido
para
que yo, gran señor,
eternamente
obligado,
ya esclavo,
si antes criado,
engrandezca
este favor.
ACAB Esta
viña, que así llama
vuestra
quinta Jezrael,
en cuyo ameno vergel
Abril su
copia derrama,
como de
mi casa está
tan cerca
(que esta muralla
sólo se
atreve a apartalla)
me parece
que será
más
bella si estorbos quito
y,
dilatando su espacio
con el
parque de palacio,
ilustrarla
solicito.
Haré,
si las incorporo,
un huerto
fresco, un pensil,
que
eternamente el Abril
al de las manzanas de oro
el
nuestro fértil prefiera;
si a
servirme os animáis
con ella,
si me la dais,
gozaréis
otra más bella
que
vuestro caudal aumente,
y aunque
más distante esté,
frutos
copiosos os dé
y al doble
que aquesta os rente.
Pero si
os está mejor
venderla,
que no trocarla,
yo gustaré
de comprarla;
señaladme
su valor
y
convertiréosla en plata.
No como Rey
os la pido,
cual
mercader he venido
que en
posesiones contrata,
puesto
que obligado quedo
siempre a acordarme de vos.
NABOT No permita,
señor, Dios
que el
patrimonio que heredo
(y es
solar de la limpieza
que mis
padres me dejaron
cuando en
ella vincularon
memorias a su nobleza)
se la
quite yo a sus nietos.
Gran señor,
no ignoráis vos
que en su
Levítico Dios
manda, por
justos respetos,
que no
se puedan vender
posesiones
que en herencia
toquen a la
descendencia
del
primogénito; ver
puede
vuestra Majestad
en el
vigésimo quinto
capítulo si
es distinto
mi intento
de esta verdad.
Y
aunque en esta ley dispense
el mismo
legislador
con el
pobre y yo, señor,
venderla y
serviros piense,
dándome
el Cielo riqueza
con que mi
sangre acredite,
si esta
venta se permite
solamente a
la pobreza,
¿de qué
suerte queréis vos
que vaya
contra mi ley?
ACAB Yo, Nabot, soy vuestro Rey
y no adoro a vuestro Dios.
NABOT Yo, sí,
señor, yo le adoro,
yo me
precio de cumplir
sus
preceptos y morir
por ellos,
aunque un tesoro
me
diérades, no apetezco
ir jamás
contra su ley.
Perdonadme,
que a mi Rey
por mi Dios
desobedezco.
Mandadme lo que sea justo
y veréis si
soy leal.
ACAB Podrá ser
que os esté mal
no haberme
dado este gusto.
Vase
NABOT Cumpla
con el Vuestro yo,
Dios mío,
que es lo que importa;
toda humana
vida es corta,
porque a
censo se nos dio.
Si me
mandare pagar
el severo
Rey con ella,
¿qué
importa por Vos perdella
si al fin
es censo al quitar?
Los
celos apacigüemos
de mi
engañada Raquel;
locuras de Jezabel
ocasionan sus extremos.
Temo a una Reina viciosa,
un Rey me
causa desvelos,
mi esposa
se abrasa en celos,
y en fin, Rey, mujer y esposa
mi sosiego traen en
calma.
¿Qué haré
si vienen a ser
mi esposa,
el Rey, su mujer,
tres
enemigos del alma?
Vase. Salen Lisarina y CORIOLÍN, pastores
LISARINA ¿Que me
niegas, en efeto,
dónde has
estado hasta agora?
CORIOLÍN Serrana pescudadora,
un burro
cuesta un secreto.
Pues el otro me heis comido,
no quiero que me comáis
el que me
dioren; ya estáis
emburrada y
ya os olvido.
LISARINA Luego
¿no me quieres bien?
CORIOLÍN ¡Como a la
peste! ¿Yo a vos?
¿Hambre y
amor? Ved qué dos
para que se
avengan bien.
LISARINA Dime tú
que por Birena
estás
perdido.
CORIOLÍN
Es verdá.
¿Tendréis celorrios?
LISARINA Verá,
no me dan
los celos pena.
Pero
que me dejes siento
por una...
CORIOLÍN
Quedo...
LISARINA ...que tien
la cara...
CORIOLÍN
Tratalda bien.
LISARINA ...con cien
burujones.
CORIOLÍN ¿Ciento?
Pues,
¿qué hacen los burujones
para el
amor?
LISARINA
¿Eso dices?
Mujer de
chatas narices,
hecha la
cara a empujones,
altibajos y repechos,
los
carrillos de pelota.
CORIOLÍN Es su cara
bergamota,
mala vista
y buenos hechos.
Quítame
el ser chata enojos,
viéndola,
cuando se para,
de un golpe
toda la cara
sin que
trompiquen los ojos.
LISARINA Tú
tienes gentil despacho.
CORIOLÍN Cara chata
es de hembra sola,
pues
faltándola la cola,
no la
pueden llamar macho;
por eso
la quiero más,
pues aunque
os cause celera,
tien de una
misma manera
la de
delante y detrás;
más
sana que a vos la hizo
chata el
Cielo.
LISARINA
¿Qué me dices?
CORIOLÍN La verdá,
pues sin narices
se ahorra
de un romadizo,
y si
mos casare Dios
hasta her
un abolengo
no importa
eso, que yo tengo
narices
para los dos.
¿Estáis
contenta?
LISARINA
¡Para ésta!
CORIOLÍN
¿Juráismela? Pues bonito
soy
yo; no se me da un pito
de
vos.
Salen dos
soldados
SOLDADO 1
Hacia aquella cuesta,
cuya
cumbre besa el cielo,
dos
pastores me afirmaron
que los
cuervos se asentaron;
de donde,
abatiendo el vuelo,
ignoran
hacia qué parte
guiaban.
SOLDADO 2
Será a sus nidos.
¿Cómo
fueron conocidos
si no
intentan engañarte?
SOLDADO 1
Viéronlos llevar el pavo
y el pan.
SOLDADO 2
Si dan esas señas
no hay duda
que entre estas peñas
está Elías.
SOLDADO 1
¡Oh, si al cabo
de tres años que tras él
andamos, le hallase yo!
SOLDADO
2 ¿Qué?
¿Los cuervos hechizó?
Bien le llama Jezabel
embustero, encantador.
SOLDADO 1 Estos
sabrán dónde asiste.
SOLDADO 2 Si le
hallas dichoso fuiste.
SOLDADO 1 Préndeme
aquese pastor.
CORIOLÍN ¿A mí
prenderme? ¡Arre allá!
¿Ya yo mi
rucio no he dado?
LISARINA Préndanle,
que es un taimado.
SOLDADO 1 ¿Adónde el
profeta está,
que en
este desierto habita?
CORIOLÍN ¿Quién,
señor?
SOLDADO 1
Aquel profeta
del
Carmelo.
CORIOLÍN
¿Ser poeta
es
pecado? Hay enfenita
caterva
de ellos doquiera;
entre
púbricos y ocultos,
cómicos,
críticos, cultos,
hay chusma villanciquera
y otras enfenitas setas
que eslabonan desatinos;
entre
catorce vecinos
los quince
hallará poetas.
SOLDADO 1 No te
preguntamos eso.
CORIOLÍN Pues ¿qué
pescudan?
SOLDADO 2 A Elías
buscamos
los dos.
CORIOLÍN ¿A Herbías?
¿Y le cheren
llevar preso?
Pobre
de él.
SOLDADO 1
Tú le conoces,
pues que te
lastimas de él;
premiaráte
Jezabel,
daráte
hacienda que goces,
si
adonde asiste nos guías.
LISARINA Señores, él
le escondió.
CORIOLÍN Un sastre
conocí yo,
que tuvo
por nombre Herbías,
y al
tiempo del espirar
le llevoren
para lastre,
como al
ánima del sastre
suelen los diabros llevar.
SOLDADO 1 No
disimules, villano,
si quieres
vivir.
CORIOLÍN Acabe.
LISARINA Sacúdanle,
que él lo sabe.
(Vengaréme
por tu mano.) Aparte a él
CORIOLÍN ¨Es por
la chata?
LISARINA Traidor,
tú lo
sabes, no hay que habrar.
CORIOLÍN Acabe de
declarar
qué es lo
que busca, señor,
que
tengo mucho que her.
SOLDADO 1 Al profeta
del Carmelo.
CORIOLÍN ¿Poeta de
caramelo?
¡Qué dulce
debe de ser!
¿Por
qué le cheren tan mal?
Si es de
miel, no le castigue.
SOLDADO 2 Porque al
dios Baal persigue.
CORIOLÍN ¿Que
persigue al dios Varal?
Terrible pecado ha hecho.
SOLDADO 2 Dinos dónde
se escondió.
CORIOLÍN En mi vida
he vido yo
dios Varal;
será derecho.
Mas si
hemos de habrar de veras,
ni conozco ese Herbías,
ni por aquí en muchos días
he vido si no son fieras,
que a
saberlo les prometo
que me
holgara de ser rico.
LISARINA Miente
señor, que un borrico
le dieron por un secreto,
y el
secreto debe ser
que al que
ellos buscan esconda.
CORIOLÍN ¿Pescudarlo
ellos no bonda?
¿Dó le
había de esconder?
SOLDADO 1
Traelde, que por su mal
el
decírnoslo dilata.
LISARINA Viuda ha de
quedar la chata.
CORIOLÍN Casaos vos
con el Varal.
Vanse. Salen Jezabel y JEHÚ
JEZABEL
Cuéntame lo que ha pasado.
JEHÚ Después que tres años, seca,
se quejaba por las bocas
la tierra a
Dios de sus grietas,
buscando
todos a Elías
(como mandó
vuestra Alteza)
vino Abdías
a encontrarle
y mil
misterios le cuenta,
diciendo
que resucita
al infante
de Sarepta,
y en el
hambre de su madre
seis meses
y más le aumenta
el aceite
con la harina;
y que
después en la sierra
del Carmelo
le alentaron
los cuervos
(serán quimeras)
maestresalas, los manjares
que, hurtándolos de tu mesa,
le ministran; ¿qué no hará
una vejez
hechicera?
Presentóse
al Rey, en fin,
y con osada
soberbia
dice ser
aquel castigo
porque al
Dios de Moisén deja;
pero que si
pretende
que
fertilice la tierra
el agua hasta
aquí negada,
junte todos
los profetas
de Baal,
que si impetraren
de su dios
que el cielo llueva,
él (como
falso y perjuro)
quiere
perder la cabeza;
pero que si
no los oye
ya a Elías
su Dios alegra
con el agua
deseada,
los otros
la vida pierdan.
Trescientos
y más se juntan
que la
imagen reverencian
del dios de
Sidón que adoras,
y una infinidad inmensa
de todo el
reino y provincias;
y Elías con
voz severa
sobre la
cumbre de un monte
les dice de
esta manera:
"Pueblo de Israel, ingrato
a Dios y a
su ley suprema,
¿de qué sirve que, mudables,
sigáis doctrinas opuestas?
¿Para qué andáis claudicando
en dos
partes, ya en las ciegas
imágenes
del demonio,
ya en nuestra ley verdadera?
No
malogréis vuestro culto;
si el Señor
que está en mi lengua
es Dios,
seguilde constantes,
si Baal,
dalde obediencia.
Yo he
quedado solamente
con vida entre los profetas
que al Dios
eterno servían;
ochocientos y cincuenta
son los que al falso Baal
y a los dioses de las selvas
sirven, y da de comer
la impiedad
de vuestra Reina.
Yo solo,
pues, y ellos tantos,
hagamos
todos la prueba
de cuál
dios (el mío o el suyo)
es digno de
reverencia.
Dennos a
todos dos bueyes
y escojan
los que blasfeman
de mí, de
los dos el uno,
divídanle
luego en piezas;
pónganle
sobre un altar,
carguen sus aras de leña,
pero no la apliquen
lumbre,
que yo de
la suerte mesma
pondré el
otro, hecho pedazos,
sobre otro
altar, sin que tenga
fuego para
el sacrificio
hasta que
del Cielo venga.
Invoquen
ellos sus dioses,
yo invocaré
al que me alienta
y aquel que
piadoso oyere
lo que sus
siervos le ruegan
y el
holocausto abrasare,
bajando
desde su esfera
llamas que
el altar consuman:
ése, Dios
llamarse pueda."
"¡Proposición admirable!"
gritan
todos. "¡Así sea!
el reino lo
quiere ansí:
quien no lo
cumpliere muera."
Los de Baal
levantaron
un altar y
en él aprestan
la leña y
el sacrificio,
voces dan
al cielo tiernas,
y para que
más le obliguen,
rompen,
señora, sus venas.
Pero en
vano, porque sordo
Baal su
favor les niega,
vencidos. Levanta Elías
(de las
aras que por tierra
echaste,
por ser el Dios
que
Jerusalén respeta)
otro nuevo
que edifica
con no más
que doce piedras
(en fe de los tribus doce),
y alrededor dejó abierta
una zanja
como cava;
pone el
buey, pone la leña
y doce
cántaros de agua
hace que
sobre él se viertan;
luego en el
suelo postrado,
la vista en
el sol atenta,
presente el
Rey y sus tribus,
dijo a Dios
de esta manera:
"Dios
de Abrahán, Dios de Isaac,
Dios de Jacob,
haz hoy muestras
que eres el
Dios de Israel
y yo siervo
tuyo; sepan
que he
cumplido tus mandatos.
¡Oyeme,
piedad inmensa!
¡Oyeme,
Dios poderoso!
porque
Israel se convierta
y diga que
Tú, Señor,
eres sólo
Dios, y vuelva,
los ídolos
despreciando,
reducido a
tu obediencia."
Con
lágrimas venerables
esto dijo,
cuando apenas
diluvios de
fuego bajan
que el
sacrificio, la leña
y hasta las piedras consumen,
quedando la zanja seca
de la agua
que, derramada,
dio a tal
prodigio materia.
"¡Vive
el Dios de Elías!" pronuncian
todos.
"Los blasfemos mueran
con Baal,
su engañador,
y quien por
dios le confiesa!"
Degolló por
mano suya
Elías a tus
profetas
sobre el arroyo que llaman
del Cedrón,
y luego llega
al Rey y
que se recoja
le avisa,
porque ya empiezan
inundaciones de nubes
a hacer con
los campos treguas.
Llovió tanto que no pudo
hacer que
no le cogiera
Acab el
agua en el campo;
mojado,
señora, llega
a descansar
en tu vista.
De dentro con
música
UNOS ¡Viva
Elías, que remedia
la esterilidad pasada!
TODOS ¡Viva, pues
él nos sustenta!
JEZABEL Vivirá si
yo no vivo.
¡Por las
deidades excelsas
que adoro
(a pesar del dios
de ese
rústico profeta),
que he de
lavarme las manos
en las
corrientes sangrientas
del que mis
dioses injuria
y sus
ministros desprecia!
Yo le
beberé la sangre.
Yo pisaré
su cabeza.
¡Loca
estoy! No viva un hora
quien
reinando no se venga.
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