JORNADA SEGUNDA
Salen don EGAS Muñiz y don
GONZALO
GONZALO:
Nuestro conde infante es santo,
porque
no es inconveniente
ser
religioso y valiente.
EGAS: Séalo,
pero no tanto
que
le lleven a su coro
los canónigos seglares
y las armas militares,
que son espanto del moro,
cubra la sobrepelliz
cada
noche en los maitines.
GONZALO: Ansí consigue sus fines
dichosos, Egas Muñiz.
La espada y la
disciplina
hacen
una consonancia
de
milagrosa importancia.
David
era en Palestina
el
más bélico monarca,
y entre
sus triunfos diversos
cantaba
salmos y versos
danzando delante el arca.
La Efod que se vestía
era lo
mismo que ahora
la
sobrepelliz. No ignora,
quien
sabe su valentía
que
él mismo, hablando con Dios,
dice
que se levantaba
a media
noche, y cantaba
sus
loores. Juzgad vos
si
es bien, cuando este interés
nos
postra rendido al moro,
que
Alfonso en el campo y coro
sea
David portugués.
EGAS:
Basta haberle edificado
al
cielo tanto convento
para
obligarle que atento
su vida
ampare y estado.
El
célebre monasterio
de
Santa Cruz de Coimbra,
cuando conquistó a Cecimbra,
y del
africano imperio
sacó
a Elvas, al Francoso
Serpa,
Corbele, Alanquer
y otros
mil que en su poder
hacen
su nombre famoso,
fundó rico con las rentas
que a
sus canónigos dio
cuando
a Santarén cercó;
haciendo con su Dios cuentas,
ofreció por su conquista
al
santo de Claraval
para un
monasterio real,
cuanto
alcanzare la vista
desde una cuesta eminente,
los
campos y posesiones,
siendo
sus ojos mojones
de esta
fábrica excelente.
Mil
monjes ahora encierra
este
edificio gallardo.
Obligado San Bernardo
a
patrocinar su guerra
y a
alcanzarle sus victorias,
desde
Francia, donde vive,
le
comunica y escribe:
materia dé a las historias
nuestro Alfonso con la espada,
y los monjes del Cistel
recen y canten por él;
allá María elevada,
y
Marta acá solicite
con las
manos el acero.
Sale don ALFONSO
Enríquez y trae puesto sobre
las armas un roquete, y don PEDRO
ALFONSO: Egas
Muñiz, lo primero,
porque
amparo os facilite,
es
Dios, que lición nos da
de que
su reino busquemos
y por
él conseguiremos
lo
demás, porque será
desdoro de un rey, que esfuerza
con
oraciones su celo,
conquistar primero el cielo
si el
cielo parece fuerza.
No
se proporcionan mal
ni el
tiempo se desperdicia
con la
terrestre milicia
la
milicia celestial,
ni
del valor portugués
será
acción menos feliz
con Dios la sobrepelliz
que con
el moro el arnés.
Lo
uno y otro al cielo agrada
alentando el corazón,
con
Moisés en la oración.
y Josué
con la espada,
porque
ésta sola promete
......................... [ -oto]
poca
dicha. Éste es mi voto
y
quitarme este roquete,
que
desde el coro dirige
el
cielo mejor mi estado.
EGAS: Yo hablé, en fin, como soldado,
sin
saber lo que me dije.
Pelead -- ¡cuerpo de Dios! --
y rezad
también, Alfonso,
con la
espada y un responso
huirá
el morisco de vos.
Comunicad serafines
entre
monjes en el coro,
y
acobardaráse el moro
mientras vos cantáis maitines,
que
yo desde ahora os juro
seguir
siempre vuestro lado
engerto en fraile y soldado.
ALFONSO: Y yo el
premio os aseguro.
Pero
¿qué es esto?
Tocan un clarín y
sale poco a poco ISMAEL
sobre un alazán,
con adarga y lanza, y en el extremo de
ella, en lugar de
banderola,
el guante de doña
LEONOR
PEDRO: La vega
mide un
moro airoso y fiero
sobre
un alazán ligero.
EGAS: Hacia
nuestros muros llega.
ALFONSO:
¡Bizarro alarde!
EGAS: ¡Infelice!
a lo
menos, si me aguarda.
ALFONSO:
¡Presencia ostenta gallarda!
Veamos
lo que nos dice.
ISMAEL:
Conde Alfonso lusitano,
que del
árbol borgoñón
blasonas ser rama ilustre;
pimpollo de aquella flor
que
pone Francia en sus armas,
nieto
de Alfonso, león
que,
conquistando a Toledo,
se
intitula emperador;
a
Santarén me ganaste,
no de valor a valor,
precediendo desafíos
y
partiendo el campo el sol,
sino
hurtando a las tinieblas
la
enlutada confusión
de
noche, más que soldado,
codicioso
escalador.
Préciate de la conquista
que su
descuido te dio,
pues
huye siempre las luces
el
pirata y salteador;
que yo,
no con los engaños
del
silencio obscuro, no
cohechando al sueño perezas,
tapando
al bronce la voz,
sino en
la mitad del día,
solo,
si es que solo estoy
cuando
cuantos héroes viven
me
llanian su comprehensión,
a vista
de esos cobardes,
tímido
y breve escuadrón
que de
Ulises descendiente
sus ardides le heredó,
digo que asaltar murallas
de noche, sin prevención,
es infamia, es cobardía.
¡No es
hazaña, no es valor!
Ismael,
me tiembla el orbe;
rey me
llama Badajoz,
su
príncipe Extremadura;
la Vandalia su señor.
Sólo
domina en mi pecho
hermosa
constelación,
una
beldad portuguesa,
feliz,
pues su esclavo soy;
doña
Leonor es, Cautiño,
porque
sola tal Leonor
por lo
que de leona tiene,
amansara tal león.
Conde,
suyo es este guante,
del
muro se le cayó,
en mi
fe de más estima
que de
Asia la posesión.
El
castillo de Palmela,
con las
llamas de mi amor
conquisté, dando a su alcaide
honras
por matarle yo.
Llevéme
a Leonor conmigo
imperiosa su prisión,
pues,
cautiva, la obedezco
pues me
vence vencedor.
Yo he
jurado a su hermosura,
si en
vosotros hay valor,
por
cada dedo del guante
un
portugués, el mejor.
De esta
prenda y de su dueño
será la
restauración
el que a vencerme se obligue,
uno a
uno o dos a dos.
Al
extremo de esta lanza
sirve
de airoso pendón.
Rescatadle, portugneses
que
salvoconduto os doy
para los
campos de Obrique,
donde
Marte convocó
cinco
ejércitos alarbes
de
quien rey unico soy.
Doscientos mil africanos
enjambres inmensos son
que al Tejo el cristal agotan,
al
valle y monte la flor.
Cobardes, alli os espera
Ismael,
Marte español.
Parca
que os hiela las vidas,
rayo
que Arabia forjó,
segundo
A1á, otro Mahoma
de Alcides competidor,
pestilencia del bautismo,
de su
iglesia contagión,
cuchillo de portugueses,
Atila,
azote de Dios
y
Ismael, que vale más
que el
cielo, que Alá, que el sol.
Vuelve a tocar el clarín. Vase
ISMAEL
EGAS:
Frenético, espera, arguarda.
ALFONSO: Dejad
que al cielo Nebrot
quimerice Babilonias,
llorará
su confusión.
Las manos y no las lenguas,
amigos, en la ocasión
precisa
consiguen triunfos
y dan
asiento al valor;
de
lengua es forma la espada,
vocinglero el vil temor;
espere
en su muchedumbre
que yo solo espero en Dios.
Trece
mil soldados tengo,
cada
cual un Cipión,
un
portugués Viriato
un
Hércules vengador;
doscientos mil los infieles
-- ¡numerosa
ostentación! --
ceros
que por sí con nada,
mosquitos de Faraón.
Lusitanos, ¡alto, a Obrique!
Que
cuanto fuese mayor
la suma
de los contrarios
tanta
más ganancia os doy
de su
despojo y riquezas.
La cruz
es nuestro blasón,
armas
que dio a Portugal
mi
excelso progenitor;
con su
señal Constantlno
los
tiranos debeló;
su mesmo celo me guía,
yo
conde, él emperador;
la
victoria tenéis cierta.
GONZALO: ¡Oh,
gloria de tu nación!
Al
arma, gue la fortuna
de
César llevamos hoy.
Tocan alarma. Vanse, si no es don EGAS
EGAS:
¿Cautiva mi Leonor? ¡Cielos!
¿Presa
la beldad que adoro,
usurpador suyo un moro,
y ya
africanos mis celos?
Eso
no, mientras yo viva,
que es
oprobio portugués.
Yo haré
que postre a los pies
de mi
adorada cautiva
la
alarbe y torpe cerviz
el
sacrílego arrogante.
Yo haré
finezas de amante
y hazañas de Egas Muñiz.
Salvoconducto me da,
mas
quien torpe desatina
sin
guardar la ley divina
mal la
humana guardará;
juntemos la industria, pues,
al
valor para librarla;
hoy
tengo de restaurarla,
o no
seré portugués.
El
artificlo me ofrece
un
discreto estratagema.
Sale BRITO
BRITO: Estése
el perro en su tema;
que yo
me estaré en mis trece.
Yo
le juro a non de tal
que si
el guante le quitó
el
galguicuzcuz, que yo
desagravie a Portugal.
EGAS: ¿Qué
es eso, Brito?
BRITO: Sentir
que un morillo desafíe
a nueso
conde, y que críe
humos,
que le han de salir
en
el alma, si yo puedo.
EGAS: ¿Viste
al bárbaro Ismael?
BRITO: Vi que
en su lanza la piel
o el guante, por cada dedo
a su
fembra ha prometido
una
cholla portuguesa,
y ¡voto
al sol que me pesa
que se
nos haya escorrido!
¿Cinco cabezas barbadas?
Pues,
con ellas, ¿qué ha de her
la Leonor? Debe querer
madurarla a cabezadas.
Yo
quedé tan golosmero
después
que a lidiar aprendí
por
vos, que no estaré en mí
hasta
her un matadero,
do
por arseldes se pese
carne
mora.
EGAS:
¡Desatino!
BRITO: Mas
huyendo del tocino
Barrabás que la comiese.
EGAS:
¡Atreveráste tú a hacer
conmigo una honrosa empresa?
BRITO: Si es la Leonor portuguesa
y
bondara ser mujer;
¿qué
aguardamos vos y yo
que no
la descautivamos?
EGAS: ¡Oh,
Brito animoso! Vamos.
BRITO: Desque
el conde se quitó,
al
encontrarle en la sierra
sin
cochillo, ni ganzúa,
lo que
llamáis guante o lúa,
piel en
paz, malla en la guerra,
cuidando yo que la mano
entonces se desollaba,
mal con
los guantes estaba;
mas
agora que este alano
Ismarrel tanto le estima
que mos
desafía por él,
desollándole la piel
que
trae el mastín encima,
la
he de convertir en guantes.
EGAS: Arábigo
sé escribir
y en
hábito hemos de ir
de
moros.
BRITO:
Haya turbantes,
almalafas, alquiceles,
y déjame a mí con él.
EGAS: ¿Te
atreverás a Ismael?
BRITO: Y a una
recua de Ismarreles.
EGAS: Pues
sígueme, que si engañas
su
atención, en mis venturas
probarás que sin locuras
nunca
el amor logró hazañas.
De
moro te vestiré.
BRITO: Con tal
que haya sopa en vino,
porque
sin él y tocino
desde
aquí desmórome.
Vanse los dos.
Sale doña LEONOR llorando, e
ISMAEL saca el
guante de doña LEONOR
ISMAEL: Tu
conde me vio en su vega
hacer
de esta prenda alarde,
y a su
ejército cobarde,
no sólo
el combate niega,
mas,
multiplicando miedos,
las
caras descoloridas
tiemblan de ver que sus vidas.
tu
guante les mida a dedos.
Si
estas finezas merecen
en tu
cielo algún agrado,
serenándose el nublado
que sus
rayos entristecen,
alcance yo sin enojos,
sin
desdenes, sin agravios,
una
razón de tus labios,
un
resplandor de tus ojos.
Y
advierte, Leonora mía,
que si
con rigor pretendes
helar
mi fuego, le enciendes
con más
rebelde porfía.
Finge de burlas favores,
podrá
ser que de esta suerte
más
tibio llegue a quererte
que
duplicando rigores,
porque en la amorosa escuela,
la que
por sus cursos pasa,
con
hielos dicen que abrasa,
con
llamas dicen que hiela.
LEONOR:
¿Posible es, torpe homicida,
que tu
ciego frenesí
ose a
amar a quien por ti
llora a
su padre sin vida?
Dame
sepulcro con él;
rasga,
tirano, este pecho
y habrás a mis ruegos hecho
una finesa crüel,
una piedad rigurosa,
y si
mis súplicas sigues,
una
acción con que me obligues
en la
otra vida.
ISMAEL:
¡Qué hermosa!
La
aurora de tu semblante
vierte perlas. Si enloqueces
cuando
llorando amaneces
cada
aljófar un diamante,
¿qué
hicieras perdido el ceño
con que
eclipsas su arrebol
amaneciéndome el sol
en dos
orientes risueños?
Tu
padre murió a mis manos,
mas
sírvate de consuelo
que he
de conquistar el cielo
vencidos los lusitanos.
Mi
valor a cargo toma,
si su
pavimento piso,
que
goce a Alá en su paraíso
a la
diestra de Mahoma;
yo
haré que con él dispense
el
haber cristiano sido.
Salen de moros don
EGAS, y BRITO a lo
gracioso
BRITO: Héteme
aquí convertido
en
morabito de Orense,
engerto un gallego en moro.
EGAS: Ya sabes lo que has de hacer;
no te turbes.
BRITO:
La mujer
que
buscas es como un oro;
con el mastín perrenquea.
EGAS: A buena
ocasión llegamos;
si mis
ardides logramos.
BRITO: Ojalá
orégano sea.
ISMAEL:
¿Quién, sin avisar primero,
se
atreve a entrar donde estoy?
BRITO: Señor, estafeta soy
morisca, mas no arriero,
ni
en toda mi casta le hubo,
ni
quiera Dios, cuando venga
con
cartas, que oflcio tenga
que el
señor don Mahoma tuvo.
ISMAEL: ¿Cartas traes? Dime de quién.
EGAS: (Este
necio lo ha de echar Aparte
a
perder; quiero llegar.)
LLégase a él
El rey
de Murcia y Jaén
y el
de Córdoba te escriben.
BRITO: Sí,
señor; juntos están
con el
rey de Cordobán
murciélagos, porque viven
de comer uvas jaenes,
y son tres reyes de bien
el murciélago, el Jaén
y el
cordobán.
ISMAEL: ¡Loco vienes!
EGAS:
Hase, gran señor, turbado
y gasta
siempre este humor.
BRITO: Humor
gasto; sí, señor;
de una
huente que han mandado
que
en aqueste brazo me abra;
gracias a santa Locía,
que
casi casi no veía
por un
hartazgo de cabra
que
éste y yo nos dimos solos,
y aun
es dicha si lo alcanzo,
métome,
en vez de garbanzo
toda una bola de bolos,
y en lugar de hoja de hiedra
traigo una resma de
estraza,
con
que, aunque algo me embaraza,
puedo
tirar una piedra,
y
her que la salud asista
en los ojos, aunque creyo
que
cuando a su merced veyo,
tengo
muy bellaca vista.
Aparte a BRITO
EGAS:
Necio, mira lo que dices.
ISMAEL: ¡Salada
es vuestra razón!
BRITO: Tengo
la sal de un jamón,
y
cómolos con perdices.
ISMAEL: ¿Las
cartas?
BRITO: Helas aquí.
Dáselas
ISMAEL: ¡Donoso
talle mostráis!
BRITO: Sí,
señor
ISMAEL:
¿Cómo os llamáis?
BRITO: El moro Zaquizamí.
ISMAEL: ¿Tan
alto?
BRITO:
En caramanchones
empleo
todo mi trato,
y
vuelto de perro en gato
ando a
caza de ratones.
Lea
vuestra morería
para que me vuelva luego.
ISMAEL: ¿No
esperaréis que a este pliego.
responda?
BRITO:
Sí, morería.
ISMAEL: ¿Es
Córdoba gran ciudad?
BRITO: Sí
morería.
ISMAEL:
Y su rey,
¿no se llama Alí Muley?
BRITO: Sí,
morería.
ISMAEL:
Esperad.
Leyendo para sí
¿Qué
tiene, que está en la cama
conforme me avisa aquí?
BRITO: Sí,
morería.
ISMAEL: Decí,
¿qué
mal tiene?
BRITO: Se derrama
todo
en mantas y en colchones.
EGAS: (¿Hay
disparate como éste?) Aparte
BRITO: Y diz
que es ramo de peste
la sarna con sabañones,
y el
reye se rasca mucho.
ISMAEL: (Éste
debe de ser loco.) Aparte
Aparte a BRITO
EGAS: Necio,
vete poco a poco.
en hablar.
BRITO: Yo no estoy ducho
en esto de
enfermedades;
su
morería perdone.
EGAS: (Como
Brito me ocasione Aparte
mientras teje necedades
a
que hable a mi Leonor,
que aún
no me ha echado de ver,
comenzaré a disponer
los
ardides de mi amor.
Aparte a BRITO
Entreténmele, y advierte
que en
el ínterin hablamos
mi
Leonor y yo.
BRITO:
A eso vamos.
Abre el moro
ISMAEL otra carta
ISMAEL: Dice
Muley de esta suerte,
Lee
"El compañero del que ésta lleva es
el moro
más sabio en las ciencias de
astrología, magia y futuros contingentes
que
conoce Egipto; envíosele a vuestra
alteza
para que, sirviéndose de sus
habilidades, venza con ellas lo que dudo
de sus
armas, porque el conde de Portugal
tiene
de su parte el valor de sus
antecesores y la fortuna de los hados.
Guarde
Alá a vuestra alteza, etc.
Muley, Rey de
Córdoba."
¡Válgame Mahoma!
BRITO: Y lleve
por siempre jamás amén.
Mirando el, moro
ISMAEL muy atento a don
EGAS
ISMAEL: Ven
acá.
BRITO:
Obedezco al ven.
ISMAEL: Habla
veras.
BRITO:
Pues sea breve,
porque en hablando en joicio,
luego
me da torozón.
Hablan en secreto
LEONOR y don EGAS
ISMAEL: ¿Quién
es éste?
BRITO: Es un varón
milagro
del reino egipcio:
No
sabe tanto el diMúño;
cuantos diabros el infierno
ahucha
en su huego eterno
todos
los tiene en el puño.
ISMAEL: ¿Qué
dices?
BRITO:
Que si le pruebas,
tien
tales encantaciones
que hará llover naterones,
albaricoques y brevas.
ISMAEL: Si
él me supiera ablandar
el
rigor de una mujer
que me
obliga a enloquecer,
yo le
llegara a adorar.
BRITO: Si
de sus artes se fía,
déla
por blanda. ¿Es aquélla?
ISMAEL: La
mlsma.
BRITO:
Ya habla con ella,
porque
sus cuitas sabía;
verá
cuál se la madura.
Hablan don EGAS y doña LEONOR
aparte
LEONOR: ¡Ay, mi
don Egas Muñiz!
moriré
más infeliz
si
inventas esa locura;
no
arriesgues vida, que estimo
lo que
mi temor recela.
BRITO: ¿No ve
cómo se le enmiela?
EGAS: Leonor, en balde reprimo
la
paciencia ni el acero.
Yo he
de sacarte de aquí.
ISMAEL: ¡Vive
Alá! ¡Que conseguí
toda la
dicha que espero!
Tan
domesticada está
con él como si los dos
fueran hermanos.
BRITO: ¡Par Dios!
por no decir por Alá,
que
obrigue a una peña fría
a que
eche llamas, señor.
ISMAEL: ¿Que
hará que me tenga amor
Leonor?
BRITO:
Sí, morería.
ISMAEL: Toma
este anillo y cadena.
Dáselos
BRITO: Sí,
morería, sí tomo.
¿Es el
engaste de promo,
que
pesa más que ell arena?
EGAS: Esto
tenemos trazado
LEONOR: ¡Qué
buena suerte la mía!
ISMAEL:
¿Riyóse?
BRITO:
Sí, morería;
los
colmillos ha mostrado.
EGAS:
Disimula con el moro
hasta
que te libre de él.
Esto lo dice recio
LEONOR: Merece
mucho Ismael.
ISMAEL: ¿Qué
dijo?
BRITO:
Que es como un oro
su
merced en la gallardía.
ISMAEL: Que
mucho Ismael merece
le
escuché.
BRITO: Ansí me parece.
ISMAEL: ¡Gran
suerte!
BRITO:
Sí, morería.
ISMAEL: ¡Qué
apacible y que en sazón
habla,
pregunta y propone!
BRITO: Él verá
que se la pone
más
tierna que un requesón.
EGAS:
¿Oyes lo que al moro pasa
con
aquel loco?
LEONOR: Donoso
e
igualmente provechoso.
EGAS: De
placer es esta casa,
en
lo despoblado está.
Para que te saque de ella
fíngele
amor, Leonor bella.
Llégase LEONOR al
rey ISAMEL muy
afable
LEONOR: ¡Mi
rey!
ISMAEL:
¡Soberano Alá,
que a oír tal he merecido
al sol que el alma
ofrecí!
BRITO: ¿Mi
"re" dijo? Hétele el "mí."
soberano Alá te he oído.
Hétele también el "la."
"Sol" la llamaste después.
Hétele
a amor portugués
con su
"re, mi, fa, sol, la."
EGAS: Señor, yo que por mis ciencias
de tu amorosa fatiga,
supe el
incendio que obliga
a
apacibles impaciencias,
vine
a servirte de modo
que ya
es tuya Leonor bella;
pero si
a solas con ella
nos
dejas, para que en todo
se
te rinda este diamante,
tu
esperanza lograrás,
en
especial si me das
por
sola una hora su guante,
que
impide por él el hado
lo que
el arte facilita,
porque
sus efectos quita
cualquier favor violentado.
ISMAEL: Toma
el guante, el alma toma.
Dásele
BRITO: (Tened,
el perm, por cierto Aparte
que vos
damos perro muerto.)
ISMAEL: Tú
serías mi Mahoma,
mi
Alá, si me consintiese
que una
mano la besase.
EGAS: Hasta
que el término pase,
no es
posible.
BRITO:
En seco bese,
chero decir, desde ahí,
que
según unum modernum,
non
besabis in aerternum.
ISMAEL: No lo
entiendo.
BRITO:
Hablan ansí
nigromantes motilones.
ISMAEL: Luego ¿tú nigromancía
estudias?
BRITO: Sí, morería.
Mire, do hay pares hay nones,
chero decir, que
preñada
una mujer, o se muere
o habrá
pares; si pariere,
y habrá
nones que es nonada
para
vuesa morería,
como no
tempre pesáres
aguardándose dos pares
de
horas, hasta el mediodía,
que
es cuando cesan los nones,
y toca
a nona el donado;
mas habiendo los dos dado,
que en todos los
ésquilones
cuando dan dos dan un par,
cesan
entonces azares,
porque,
en fin, los dos pares,
si no
llegan a parar,
¿cómo tienen de parir
el
efecto del planeta,
ni
comprirse la receta
de su
amor? ¿Chérelo oír?
Pues
venga a her. Esta mujer,
¿no es
nones? Sí, porque es una,
y con
pares no hay ninguna
hasta
que llega a parir;
él, aqueste moro y yo
somos tres, no somos nones;
en esto no hay opiniones,
pues si
el nones engendró
la
nonada, oiga estos puntos,
hasta
que lleguen a estar
hombre
y mujer hendo un par,
y no
todos cuatro juntos,
si
no le ama sí se queje;
pero vuélvase después
que nones quedamos tres,
y como a los tres mos deje,
después de la nona
dada,
si
vuelve a sus aficiones
ya se
habrán ido los nones
y parará el par en nada.
Esto enseña la
escretura,
que
entre sus negros Macías
mordió
el gigante Golías,
Galeno
y Nuño Rasura.
ISMAEL: Los
principios de una ciencia
son obscuros de saber;
no te he podido entender.
EGAS: Pues, señor, es evidencia
todo cuanto te ha
explicado,
mas
como son rudimentos,
de
nuestros encantamentos,
está su
estilo intrincado.
Vuelve aquí dentro un hora,
lograréis gustos los dos.
LEONOR: Querido
Ismael, adiós.
ISMAEL: Adiós.
¿Volveráste mora?
BRITO: Conforme huere el moral.
ISMAEL: Adiós,
luz de mi esperanza.
Vase ISMAEL
BRITO: Si mora
dice tardanza,
vendrá
a ser mora, y qué tal.
EGAS: A
caballo.
BRITO:
No hay si dos...
EGAS: Vendrá
en mi gropa;
yo
Jove, Leonor mi Europa.
BRITO: Pues
galguimorisco, adiós.
Vanse. Suben desde el tablado a caballo los tres,
ella a las ancas
del de don EGAS y salen a las voces del moro
ISMAEL y otros, y
puédalos seguir a caballo y escaramuzar.
Habla BRITO
adentro
BRITO:
Aprisa, que mos espía
un
perro, y temo que lluevan
virotazos.
ISMAEL:
¡Que nos llevan
a
Leonor!
BRITO:
Sí, morería.
ISMAEL:
Seguidlos, vasallos míos;
volad, cual vuelan mis celos.
¿Sufriréis, ingratos
cielos,
tal
burla?
BRITO:
Sí, moreríos.
ISMAEL:
Corred, que queda abrasada
el alma
entre mis pasiones.
BRITO: Acá
corremos los nones,
y allá
vos cupo nonada.
ISMAEL:
¡Tocad al arma, africanos!
Tocan al arma
¡Mis
ejércitos juntad!
¡Por Alá eterna deidad
que he de hacer en los
cristianos
tal destrozo, que no
quede
memoria
de su bautismo.
De
incendios soy un abismo,
sufrirme el mundo no puede;
abrase la llama mía
cuanto
el sol con rayos doma.
BRITO:
Perrazos, ¡cola Mahoma!
ISMAEL: ¿Hay
más mal?
BRITO:
¡Sí, morería!
FIN DE LA
SEGUNDA JORNADA
JORNADA TERCERA
Salen marchando
don ALFONSO Enríquez, don
EGAS, don GONZALO, don PEDRO y los más
cristíanos que
pudiesen
ALFONSO: No
marchen más, hagan alto.
TODOS: Hagan
alto.
ALFONSO:
Aquéstos son
los
campos que mi nación
llama
de Obrique. En el alto
cerro que mi gente agora
ciñe, y
el sol siempre adula,
cuya
cumbre se intitula
"Cabezas del Rey," mejora
de
sitio nuestro pequeño
ejército. Trece mil
somos no más contra el vil
ismaelita. Ya mi empeño,
portugueses valerosos,
de
suerte adelante está,
que el
retirarnos será
descrédito. En tan forzosos
lances,
contra tanta suma
de
infieles como nos cerca,
tal vez
el ánimo merca
dichas
que jamás consuma
el
tiempo. Vuestro consejo,
con
todo eso necesito,
vuestro
valor solicito;
cada
cual es un espejo
de
la fe que defendemos,
de la
fama que intentamos.
Los
capitanes estamos
juntos
aquí; consultemos
lo
que en tan preciso caso
cada
uno siente y desea;
pero
con tal que no sea
dar
atrás un solo paso.
GONZALO: Gran
señor, temeridades
que
traen consigo imposibles
causan desastres terribles
y anuncian adversidades.
Cinco ejércitos están
a
nuestra vista de infieles;
contra
tantos, ¿qué laureles
trece
mil conseguirán?
De
doscientos y cincuenta
mil moros consta el blasfemo
campo,
que de extremo a extremo
sumas
que agotan su cuenta,
cubren valles y collados,
como
nosotros nacidos
en
nuestra España, escogidos
y en guerra experimentados,
veinte mil moros le toca
a cada
cual portugués,
que
aunque de manos y pies
se la
ataran, a la poca
gente que la cruz ampara
de tus
leales vasallos,
sólo
para degollallos
tiempo
y manos nos faltara.
Extiende, señor; los ojos
por los campos, verás olas
moriscas más que amapolas
llenos de bonetes rojos;
tentar a Dios no es
cordura;
acometer, perdición;
morir,
desesperación;
buscar
milagros, locura.
Todo
tu ejército pierde
el
ánimo, y no me espanto,
porque
entre bárbaro tanto,
que
agosta su sitio verde,
cuando cada moro arroje
sólo
una flecha no más,
¿cómo
resistir podrás
doscientas mil? No te
enojes,
pues pides mi parecer,
que mi lealtad te
aconseje
que
aquesta empresa se deje,
pues a
veces suele ser
más
valor el retirarse
que
alcanzar mucha victoria.
ALFONSO: Diga
Muñiz.
EGAS:
Si es notoria
la
pérdida, el despeñarse,
gran
señor, no es valentía;
aguardemos que se ausente
el sol,
y entonces tu gente,
sin manifestarla él día,
podrá entrarse en Santarén,
que si
el moro la cercare,
lo que
su sitio durare,
como
avisados estén
el
de Castilla y León
con el
navarro, no hay duda
que
vengan en nuestra ayuda
sin que
falte el de Aragón;
y
entonces a la campaña
podrás
seguro salir,
y
victorioso lucir
la
restauración de España.
Demos al tiempo lugar,
si
admites mi parecer,
que el
dilatar no es temer,
prudencia, sí, el conservar.
PEDRO: Esto
tu ejército pide,
esto tu
gente responde.
UNOS:
Retirar, excelso conde.
OTROS:
Retirar.
ALFONSO:
Cuando se mide
con
recelos aparentes
lo que
el temor dificulta,
rara
vez de la consulta
salen
acciones valientes.
Algo
habemos de dejar
a la Fortuna, soldados;
mas ya
estáis determinados
al huir
o al retirar,
déjenme solo en mi tienda,
que
otra consulta me falta
más útil, cuanto más alta.
Cuando
sus horrores tienda
la
nocturna obscuridad
a juntaros volveré,
y entonces abrazaré
lo que vuestra voluntad
resolviere.
EGAS:
Gran señor,
Santarén es una villa
inexpugnable.
ALFONSO:
Esa silla
me
acercad.
PEDRO:
Tiempo mejor
el
cielo te ofrecerá.
Asiéntase ALFONSO
ALFONSO: Dadme
esa Biblia y dejadme
A
solas. Egas, cerradme
la
tienda.
EGAS:
Cerrada está.
Vanse, dejando
solo al conde ALFONSO, asentado con la
Biblia en las
manos
ALFONSO: A
aconsejarse con vos
mi fe,
libro santo, viene,
pues
cuanto en vos se contiene
te
escribió el dedo de Dios.
Consultémonos los dos,
que por
la parte que abriere,
lo que primero leyere
eso
tengo de seguir,
que vos
no sabéis mentir
ni
errará quien os creyese,
Ábrela y lee
"Hi
in curribus et hi in equis:
autem in nomine Domini Dei nostri
invocabimus."
¡Qué
pronóstico, aunque breve,
tan
propicio a mi valor.
Aliéntame el rey cantor
en el
salmo diez y nueve;
dice
que el alarbe aleve
y los que nos desafían,
en las máquinas se fían
de sus carros y caballos,
y en multitud de
vasallos
que
contra el bautismo envían;
mas
porque ningún siniestro
riesgo
nuestra dicha asombre
invocaremos el nombre
del
grande Señor, Dios'nuestro.
¡Oh
profeta, rey, maestro
de la
milicia mayor,
vos nos quitáis el temor,
nuestras medras
confiamos,
en el
nombre que invocamos
de
nuestro Dios y Señor.
Lee
"Ipsi obligati sunt et
ceciderunt:
nos autem surreximus et erecti
sumus."
Prosigue el profeta santo:
"Ellos nos acometieron,
pero
postrados cayeron
entre
el horror y el espanto;
nosotros, que a nombre tanto
como el
de Dios aplaudimos,
restaurándonos vencimos,
sus
escuadrones postramos,
triunfantes nos levantamos,
y
blasfemos oprimimos."
Lee
"Domine
salvum fae regem: exaudi
nos
in die, qua invocaverimus te."
Remata el salmo pidiendo
que
libre al rey que le invoca,
que el
corazón en la boca
el alma
le está ofreciendo.
Yo de
esta suerte lo entiendo,
que le
dé audiencia en el día
que
invocándole se fía,
no en
las armas, que es en vano,
en el
nombre soberano
de
Jesús y de María;
que
al rey conserve seguro
pide el
huésped de Sión.
No soy
rey yo, ni blasón
tan
arrogante procuro,
conde
sí, defensa y muro
de
Portugal, Dios su dueño,
que de
tan preciso empeño
tiene
de sacarme airoso.
¡Oh,
cansancio fastidioso,
venció
mi sentido el sueño!
Duérmese. Tocan al arma y dicen dentro los
versos siguientes
y sale después GERALDO con el traje que en
la cueva, y se
levanta don ALFONSO medio despierto sacando la
espada, y
detiénele GIRALDO
UNO: ¡Al
arma, invencible Alfonso!
Que el
ejército morisco
asalta
nuestras trincheras.
TODOS: ¡Al
arma!
ALFONSO:
Nombre benigno,
nombre
de Jesús glorioso,
aceite
en tierra vertido
por la
ingratitud hebrea,
siendo
la cruz vuestro olivo,
favoreced nuestro celo.
GIRALDO:
Detente, joven invicto,
sosiega
el pecho y repara
si acaso otra vez me has visto.
ALFONSO: ¡Óh,
senectud milagrosa!
¿No
eres tú el que entre los riscos
andando
yo derrotado,
tesoro
te hallé escondido;
el que,
con sabios consejos,
con
celestiales avisos,
mis
pasiones refrenaste
despertando mis sentidos;
el que,
cual perla en la concha,
en el
peñascoso hospicio,
alma de
su obscuro centro,
cerrándote en sus retiros
me
advertiste ser en vano
buscarte hasta que el peligro
mayor
ocasión te diese
de
volver a verme?
GIRALDO: El mismo,
el propio soy, claro Alfonso.
Giraldo
fue mi apellido,
en la
milicia estimado
y en los yermos reducido.
No temas la multitud
de
bárbaros, si, infinitos,
tú
Alcides, ellos pigmeos,
te
asaltaren fementidos.
A
Senaquerib mató
el
celestial paraninfo
ciento
ochenta y cinco mil
blasfemos, como él asirios.
Trecientos solos hebreos
con
Gedeón su caudillo,
destrozaron de Madián
los
innumerables hijos;
la
mandíbula, en la mano
del
nazareno prodigio,
dio
muerte a mil filisteos.
Dios, Alfonso, te es propicio;
cuando
oigas dentro tu tienda
el
favorable sonido
de una
campanilla sacra,
sal al
espacioso sitio
de ese
campo, alza los ojos,
que cuando
los tengas fijos
en esos
globos de estrellas
que,
engastadas en zafiros,
rosas
del jardín celeste
le
sirven al sol de anillos,
verás
lo que a la experiencia
y a tus
venturas remito.
No se
atreve mi silencio
a más
que esto, que no es digno
lenguaje mortal y humano
a
explicar lo que es divino.
Alienta
-- ¡oh gran portugués! --
el
pecho, pues te ha escogido
la Omnipotencia monarca
para
que, en futuros siglos,
por
casi cien lustros tengan
sus
sucesores invictos
el
portugués solio regio,
ellos
ramas, tú el principio.
Ya
tiemblan de sus espadas
la Etiopía, junto al
Nilo;
en Arabia el mar Bermejo;
en Asia,
el Ganges y el Indo.
Reinará tu descendencia
hasta parar
en Filipo,
segundo
en los castellanos
y en el
portugués dominio
primero, el sabio, el prudente,
y tras
él, el santo, el pío,
tercero
en los de este nombre,
heredando
su apellido,
con dos
mundos a sus plantas,
el
cuarto, el grande, el temido.
Esto te
promete el cielo,
esto en
su nombre te digo;
¿quién
se atreverá a tus armas,
si Dios
es tu patrocinio?
Vase
ALFONSO:
Profético viejo, espera;
alienten tus vaticinios
pechos
que, aunque belicosos,
temen
tan arduo conflicto.
¡Oh
nombre siempre inefable!
¡Oh grano eterno de trigo
que en
Belén, casa de pan,
de la
espiga virgen quiso
nacer,
para que muriendo
en
heredad del bautismo,
produjese mieses tantas
como la fe ampara hijos!
Pan que
maná en el desierto
tierno,
sabroso y melifluo,
fortaleció cuarenta años
el
pueblo fiel contra Egipto.
Pan que
contra Jezabeles,
viático en el camino
de
Oreb, alienta al profeta
celador
y palestino,
Pan
panal, que, león primero,
cordero
ya puro y limpio
de la
boca formidable
para
Sansón almena hizo;
pan que
asegura victorias,
a Abraham contra los cinco
reyes infieles, que a Lot
osaron llevar cautivo,
en vos
solamente espero,
en
vuestro nombre confío,
en virtud vuestra me aliento,
yo en vos y vos conmigo.
Tocan dentro
chirimías y una campa-
nilla
¡Ay.
cielo! Ésta es la señal
que el
venerable me dijo.
Salgo
temblánddme el alma
al
campo, aplazado sitio.
¡Qué
densas obscuridades
al
cielo entristecen viudos
del
sol, su esposo, que a medias
parte
con él luz y giros!
Pero,
válgame su amparo;
un rayo
cuanto benigno
luciente, sirve de Apolo
a sus
cóncavos recintos,
cabellos de Ofir y Arabia
peine
en el aire dormido
y entre
el ocioso silencio
regocijan sus bullicios.
Suena música y
sobre un trono muy curioso baje
un niño, que haga
a CRISTO crucificado, con la decencia que
está advertida
ALFONSO: Ya se
añaden esplendores
que en
su oriente cristalino
perfilan nubes, espejos
cada
cual un sol de vidrio
sobre
un querúbico trono
escabel
de sus vestigios,
ángeles
son pedestales
de un
piadoso crucifijo.
La capilla cante
"Christus regnat," y
ténganse de
rodillas
Postraos, alma; postraos, cuerpo;
ojos de
este objeto indignos,
reverenciadle humillados,
que yo
con la fe le miro.
CRISTO: Alfonso
Enríquez, no temas
pelea,
yo estóy contigo.
Si a
los infieles asaltas,
vencerás en nombre mío.
ALFONSO: ¡Oh,
serpiente misteriosa
de
aquel metal peregrino,
humano;
por mis pecados
si por
vuestro ser divino,
que en
el desierto de un monte
os
colocan los heridos
del
áspid que venenoso
irritaron vuestros vicios!
¡Oh
Juez, ya todo clemencia,
que
para perpetuo olvido
de las
locuras humanas,
aunque
al mundo habéis venido
a
residenciar culpados,
sois de
suerte compasivo
que os
echáis a las espaldas
la vara
de los castigos!
¡Oh pan
que levanta el bieldo
de la
cruz en fe que limpio
dice la
vil sinagoga
mitamus
in panem lignum.
¡Oh
fruto de promisión!
Pues en vos goza el racimo
de la
vid de ese madero,
la
iglesia, Moisés su tipo,
exprímaos la cruz lagar,
amáseos
la cruz, mi Cristo,
porque
en la mesa os gocemos
juntamente pan y vino.
Los ojos en tierra
Mas no,
mi Dios; no, mi amante;
no, mi
bien, no necesito
veros
con ojos corpóreos
mientras en la tierra vivo;
dejad
que mi fe os merezca
deseándoos mis suspiros,
creyéndoos con mis afectos,
no viéndóos mis ojos tibios;
a vuestro glorioso trono
estas
venturas remito,
aquí,
mi Dios, se merezca
que
allá os gozaré infinito.
CRISTO:
Alfonso, alabo tu celo,
agradezco tus servicios,
tus afectos me enamoran,
finezas tuyas estimo;
no
disminuyo tu fe,
que el haberte aparecido
en la
cruz corporalmente
es por
que, habiéndome visto,
te
fervorice mi amor
................ [ -i-o]
tú y tu
gente, y animosa
postréis
a mis enemigos.
Buscáronte tus vasallos,
si con
temor al principio,
ya por
mi de esfuerzo llenos,
porque en sus pechos asisto;
su rey han de coronarte
de
Portugal; mis auxilios
son
impulsos de esta acción,
no
procures resistirlos.
Las
armas que a Lusitania
otorga
mi amor propicio,
en
cinco escudos celestes
han de ser mis llagas cinco;
en forma de cruz se
pongan,
y con
ellas, en distinto
campo,
los treinta dineros
con que
el pueblo fementido
me
compró al avaro ingrato,
que
después, en otro siglo,
tu
escudo con el Algarbe
se
orlará con sus castillos.
Desclava la mano
diestra y dale la bandera con las
armas que ha de
traer uno de los ángeles
Yo te
las doy de mi mano,
yo con
mi sangre te animo,
yo tu
estandarte enarbolo,
yo
victorioso te afirmo.
¡Alfonso, al arma! Debela
a un
tiempo alarbes y vicios.
Reinarás en Lusitania,
y
eterno después conmigo.
Música, y
desaparece
ALFONSO: Mi
Dios, ¿esperanzas tales?
Tal
favor, tales cariños,
¿qué no
engendrarán de alientos,
qué
valor no, qué no bríos?
¿Quién
por otro gusto os deja?
¿Quién
al amoroso silbo
de tal
pastor, tal amante
no pone
al mundo en olvido?
De dentro
TODOS: ¡Arma!
ALFONSO:
Ya apellidan mis soldados
el
combate.
EGAS: ¡Alfonso invicto,
al
arma, al acometer!
GONZALO: ¡Muera
el bárbaro morisco!
Salen don GONZALO, don PEDRO, don EGAS, y todos
los
portugueses que
pudiesen
PEDRO: Gran
señor, toda tu gente
pide la
batalla a gritos.
Cada
cual es un león,
si
hasta aquí cordero ha sido;
no los
dejes entibiar.
ALFONSO: Hoy del
Apóstol divino,
heroico
patrón de España,
de
nuestro Redentor primo,
es el
día venturoso;
su
nacimiento, festivo
celebra
la fe y la Iglesia
lo
mesmo es que su martirio.
Tantas
dichas y favores
en un
día a un tiempo mismo,
¿qué victorias no prometen?
Aqueste
estandarte, amigos,
estas
armas consagradas,
que de
los granates ricos
de la
redención del hombre
púrpura
eterna ha teñido,
bajá a honrar nuestra corona
desde el, alcázar impíreo;
seis ángeles las pintaron,
mi Dios su artífice ha
sido.
Venérenlas por más noble,
de hoy más los franceses lirios,
las barras aragonesas,
los leones y castillos.
Eternizarlas promete
por años, lustros y siglos,
la omnipotencia del
cielo;
quien
nos las dio fué Dios mismo.
EGAS: Pues si
Dios a Portugal
con
armas ha enriquecido,
rey se
sigue que tengamos,
rey en
su nombre pedimos.
Trompetas
UNOS: ¡Viva
Alfonso, rey primero!
OTROS: ¡Viva
Alfonso, rey invicto!
Música y sube don GONZALO en un pavés,
y levántanle en
alto
GONZALO:
Portugueses, levantadle
sobre
ese pavés conmigo.
TODOS:
¡Portugal por don Alfonso!
ALFONSO: Ni
repugno, ni resisto
porque
sé que Dios lo ordena,
puesto
que yo no sea digno.
Portugueses valerosos,
alentaos, apercibíos
para
cuando nazca el sol
en
brazos del alba niño
a
envidiar vuestras hazañas.
TODOS: ¡Viva
Alfonso esclarecido!
ALFONSO: Mi
Dios, mi crucificado,
¿qué
más vivir que serviros?
Vanse. Sale BRITO de moro gracioso
BRITO:
Hambriento de carne mora,
el día
que no la mato
o de engañarla no trato,
ando
mustio. A la Leonora
desemperramos ayer
y con
su Muñiz está.
Cercado
el moro nos ha
celoso
por la mujer;
pues
antes que el sol los riscos
aforre
de su oropel,
a pesar
del Ismarrel
me he
de almorzar dos moriscos.
Aún
me vengo enmahometado
en mi
alquicel y bonete,
y con
el nombre de Hamete
a su
ejército he llegado.
Dios
me la depare buena;
que si
a dos o tres engaño,
haremos, año, buen año
para el
almuerzo y la cena;
mas,
hételos a los dos
que al
cielo mi hambre pedía.
Salen un ALFAQUÍ y
otro MORO
ALFAQUÍ: No
escapará de este día
el
cristiano.
MORO:
Siendo vos
morabito y alfaquí,
habráoslo ya revelado
Mahoma.
ALFAQUÍ:
De él he alcanzado
su
destrozo.
BRITO:
(Perro, ansí, Aparte
pues, estaos en ese tema,
que
ambos me lo pagarés.)
¡Ah de los moros!
ALFAQUÍ: Quién es?
BRITO:
Buzterona Alá y Salema.
Hace una
reverencia muy grande
¿Quién es vuesa morería
que
anda a estas horas en vela?
ALFAQUÍ: ¿Quién
sois vos?
BRITO: Só centinela
y hasta
ahora he sido espía.
ALFAQUÍ: Yo
tengo por Alfaquí
licencia.
BRITO:
No se debate,
moro
alfaquíes a alfayate,
de ese
preito más aquí,
que
ya mi enojo se apraca
y es
josticia que os respete.
ALFAQUÍ:
¿Llamáisos?
BRITO:
El moro Hamete.
MORO: ¿Hamete?
BRITO: Hamete y Hasaca,
porque he sido pirinola.
ALFAQUÍ: Púes bien, ¿qué nos queréis?
BRITO: Que
penitencia me deis
de una
culpa que, aunque es sola,
es
la tal culpa mayor
que dos
puños.
ALFAQUÍ:
¿Contra Alá?
BRITO: Contra
allá y contra acullá,
que soy
grande pecador.
ALFAQUÍ: Pues
yo que soy alfaquí
y el
Alcorán he estudiado,
si me
decís el pecado
sabré
el remedio.
BRITO: Comí
cuatro libras de jamón.
ALFAQUÍ: ¿Y qué
es jamón?
BRITO: ¿Qué? Tocino.
ALFAQUÍ: Quitaos
de allí.
Escupen con asco
BRITO: Y más que vino
con chorizo, salchichón
y
una morcilla por cabo
de
escuadra, pero no fraca,
porque
dije, si se saca
un
cravo con otro cravo,
ya
que hice tal desatino,
porque Mahoma se apraque,
no es
mucho que también saque
un
tocino a otro tocino,
y más que hubo vino y pan.
Van andando los tres
ALFAQUÍ: Tal bebida y tal vocablo
el Alcorán lo ha vedado.
BRITO: Si le
vedó el Alcorán,
por
eso vos pido yo
el
perdón por mi dinero;
pero
decidme primero:
Mahoma,
cuando mandó
al
moro que nunca coma
tocino,
¿por qué se ofende?
¿De qué
manera se entiende
el
tocino de Mahoma?
Porque hay mucha distinción;
según
lo que yo imagino,
entre
el jamón y el tocino
y no
mos quita el jamón
el
que al tocino mos quita.
MORO: Pues
¿no es una carne propia?
BRITO: Ésa es
muy gentil gazopia.
Vamos
andando. Limita
nueso profeta arriero
todo
manjar embarazo,
el
jamón es un pedazo
y el
tocino es todo entero,
si
no, escochar la razón.
Quien
dice, "compre un tocino,"
entero
a llamarle vino.
Quien
dice, "Compre un jamón,"
dice
un pedazo, esto es vero,
y así
la ley de Mahoma
manda
que nadie se coma
un
tocino todo entero.
ALFAQUÍ: Pues
¿quién le había de comer
entero?
MORO:
(Bien lo adjetiva.) Aparte
BRITO: Mahoma
nunca nos priva
de lo
que es fácil de hacer;
mas
de lo imposible si,
que es su ley muy apacible,
y como es tan imposible
que un
tocino quepa en mí
todo
entero, hay privación
del
tocino y no ha lugar
en no
poderse almorzar
lo
menos, que es el jamón.
Pero
dejando esto a un lado...
ALFAQUÍ: Vos
blasfemáis o estáis loco.
Andando poco a
poco hacia el vestuario
BRITO: Vamos
andando otro poco;
el vino
me da coidado,
que
es argumento distinto,
porque
Mahoma en su estanco
no dijo
tinto ni branco.
ALFAQUÍ:
Privónos del blanco y tinto.
BRITO: Sí;
mas para remediarlo
y
comprir su mandamiento,
siempre
que a beber me asiento
hago
voto de mezclarlo,
conque no le ofendo en nada
ni hay
en qué culparme pueda,
que si
el branco y tinto veda
no veda
la calabriada.
MORO:
¿Adónde nos alejáis
del
ejército? ¿Qué hacéis?
Echa mano
BRITO: Adonde,
aunque más gritéis,
ningún
socorro tengáis.
Coma
tocino o no coma,
alfaquín dell anticristo,
o
adorar en Jesucristo
y
errenegar de Mahoma,
o
aparejar el garguero.
ALFAQUÍ: Luego,
¿no eres moro?
BRITO: ¿Cómo,
si
almorzándome un solomo
me
bautizó un tabernero.
Acabar, que estó de prisa,
y alargarme los gaznates.
ALFAQUÍ: Cristiano soy, no me mates.
BRITO: Pues
quedárseme en camisa
que
ese ropaje es morisco
y quien
cristiano ha de ser
cristianas tien de traer
las ropas.
MORO:
¿Y éstas?
GRITO. Al cisco.
Acabemos.
ALFAQUÍ:
¡Que al fin pudo
burlarnos un portugués!
BRITO: ¡Ropa
afuera! ¡Acabar, pues!
ALFAQUÍ: Ya acabo.
MORO:
Ya me desnudo.
Desnudándolos saca
al uno una servilleta y en
ella un pedazo de
jamón, y al otro una botella
llena
BRITO:
Hasta quedar en pelota.
¿Qué
hay en este borujón?
Un pedazo es de jamón.
Sigan.
¿Y estotro? Una bota.
Pues, hipócritas, picaños,
alcahuetes de la gula,
¿jamón y vino sin bula?
¿sois vosotros ermitaños?
Tráiganlo al cuello
debajo de la
ropa
Buenas reliquias al cuello
contra
los rayos colgáis;
por
Dios, si no os bautizáis,
que os
he de pringar con ello.
Éntrense en esa bodega
donde moros deposito
a quien
ropa y vidas quito;
que si
cada cual me ruega
que
le deje cristianado,
un
tabernero vecino
lo
hará, pues, bota y tocino
es
tenerlo más andado.
Entrar, señor alfaquín,
mientras con llave los cierro.
Dales
ALFAQUÍ:
¡Mahoma!
BRITO:
¿Qué dice el perro?
MORO: ¡Alá!
BRITO:
¿Qué gime el mastín?
Galgos, entrar y chitón,
Éntranse
mientras hacer determino
gorgoritos con el vino,
pinitos
con el jamón.
Come, bebe y vase. Salen don ALFONSO, don EGAS, don
PEDRO, y don GONZALO
ALFONSO: Cumplir las obligaciones
del alma en primer lugar,
animosos portugueses,
y
alcanzaréis lo demás.
EGAS: Ya
todos, rey generoso,
confesados, llorado han,
sus
culpas y en el convite
incruento del altar
han
recreado las almas.
ALFONSO: Pues en
fe del sacro Pan,
Sol que
entre nubes se absconde,
Ambrosía celestial,
Cordero
cuando Pastor,
Amor que acechando está
por
viriles y canceles
de ese
cándido cristal,
la
victoria os aseguro.
Dioses
sois si a Dios lleváis.
Sale ISMAEL con
alfanje y adarga
ISMAEL: Alfonso
desvanecido,
rey de
un instante no más,
que te
coronaste anoche
por que
llegues a juntar
el
laurel a tus cipreses,
los
gozos con el pesar,
¿qué
esperas que no te rindes?
Cercado, mísero, estás
de
trescientos mil infantes,
tigre
hambriento cada cual;
no
necesitan de flechas,
no de
alfanjes que esmaltar
en
sangre que el temor hiela,
que a soplos os matarán.
Yo
mismo vengo en persona,
compasivo de tu edad,
a que
uses de mi clemencia,
acción
que no hice jamás.
Dame a
Leonora por dueño,
desocupa
a Portugal,
niega
la ley del bautismo,
sigue
la de mi Alcorán,
casaréte con Celima,
deuda
mía, y poseerás
a Jerez
de Extremadura
en
dichosa y quieta paz.
ALFONSO: ¡Oh,
bárbaro descreído,
que,
descendiente de Agar,
su
esclavitud, es tu herencia,
pues
ella lo fue de Abrahán!
¿Tú
persuadirme a que siga
la
secta torpe y bestial
de tus bárbaros errores,
de tu
profeta infernal?
Saca el
frenético acero,
que
presto en éste verás
cuán
poco te favorece
tu
blásfema impunidad.
ISMAEL:
Aguarda, desvanecido.
Pelean los dos
Mis alarbes, ¿qué esperáis?
Segura tenéis la presa;
sino es
que saben volar,
no se
os irá de las manos.
Tocan al arma
ALFONSO: Ea,
héroes de Portugal,
¡cierra España, Santiago!
¡Que en
su fiesta peleáis!
Peleando entran; y
salen ALFONSO peleando, EGAS
contra los Moros y
peleando se entra, luego sale doña LEONOR
peleando, lo mismo
los demás
MORO: ¡Viva
Ismael invencible,
nuevo sol, segundo Alá,
competidor de Mahoma!
OTRO: Aquí de
nuestro Alcorán;
que
este prodigio del cielo,
este español Anibal,
este Hércules portugués
es de bronce.
LEONOR:
Hoy vengarán
mis
enojos a mi padre.
Canalla
torpe, esperad
a una
mujer portuguesa,
porque a sus pies advirtáis
que hay Semíramis cristianas,
que amazonas castas hay,
que hay
en Portugal Minervas,
prodigios de nuestra edad.
Éntrase tras los
MOROS, y sale GIRALDO
peleando con el
mismo traje
GIRALDO: En
defensa de la cruz,
justo
es, canas, que volváis
al ya
jubilado acero,
pues
Dios aliento nos da.
Vase
peleando. Sale don ALFONSO con la
bandera de
sus armas siempre, y don EGAS contra los MOROS,
y éntrese
don ALFONSO peleando y también los demás
Portugueses
ALFONSO: Ea, valiente Muñiz;
ea, valeroso Páez;
fuerte Amaya, Fría, Coutiño,
Viegas noble, destrozad,
romped, seguid los infieles.
Hierba es inútil que está
esterilizando torpe
la
católica heredad.
Segadores de la iglesia
sois,
su cizaña arrancad,
que
Dios, padre de familias,
os apercibe el jornal.
De sus llagas soy alférez,
Cristo es nuestro
capitán,
¡vivan
con tanto caudillo
las
quinas de Portugal!
Éntranse
peleando. Sale BRITO tras los
MOROS
BRITO: Pollos
con agraz por julio
diz que
es sabroso manjar;
pues en el temor sois pollos
yo he de poner el agraz.
Vaya agora aqueste grumo.
Dales y caen
UNO: ¡Ay,
Mahoma!
BRITO:
¡Y como que hay!
Hendo
buñuelos de azufre
en el
entresuelo está.
OTRO: Huye de
este fiero lobo.
BRITO: No por
ahí, por acá:
Acuchilladas los mete en la cueva
métanse en la ratonera
donde
los chero embolsar
para her de ellos baratillo.
Aquéste
se llama ¡zas!
Dales
OTRO: ¡Alá,,favor!
BRITO: Allá busca,
pues por aquí van allá.
Éntranse
peleando. Salen todos de
marcha
ALFONSO: Murió el blasfemo Ismael.
TODOS:
¡Victoria por Portugal!
ALFONSO:
¡Victoria por. nuestras quinas!
GONZALO: Huyendo
los moros van.
PEDRO:
Innumerables han muerto.
Ponen la bandera
de las quinas en un trofeo eminente,
y al colocar la
cruz toquen chirimías y todos se
hincarán de
rodillas cuando lo diga don
ALFONSO
ALFONSO: Esas
armas colocad,
católicos portugueses,
sobre
nuestro trono real.
Postrar
todos las rodillas.
®Cruz santa que al Leviatán
mortífero nos rendistes,
árbol
del segundo Adán,
que la
fruta del primero
venenosa, remediáis
con ese
engerto pendiente,
Dios
eterno, hombre mortal;
llagas
por mi bien abiertas,
aunque
las abrió mi mal,
que
hasta vuestro corazón
la
entrada nos franqueáis,
vuestra
ha sido esta victoria;
triunfad, mis llagas, triunfad,
y eternice en vuestras quinas
sus blasones Portugal."
Levántanse y música
Premiemos ahora, amigos,
hazañas
que el lauro os dan.
Yo he
prometido a la cruz
una
orden militar.
Las
aves que el vuelo alzaron
cuando
nos dieron señal
de esta
vitoria celeste
también
a esta Orden darán
nombre
que no eclipse el tiempo;
que, aunque de Alcántara es ya,
las
aves del vaticinio
de Avis
la han de intitular.
Sed vos
su primer maestre
su
caudillo y capitán,
valiente Gonzalo Viegas.
GONZALO: Feliz si tus pies me das.
ALFONSO: A vos,
que en vejez dichosa,
Giraldo, pronosticáis
laureles hoy conseguidos,
os
tengo de presentar
para
arzobispo y pastor
Bracarense.
GIRALDO:
Ya mi edad...
ALFONSO: Basta;
haráme esta merced
la
romana santidad.
Gonzalo
Méndez de Amaya
adelantado será
mayor, pues lo es en sus hechos,
del reino de Portugal.
GONZALO: Siglos
en vez de años cuentes.
ALFONSO: A vos
también, Pedro Páez,
mi
arferez mayor os nombro.
PEDRO: Premio
es de tu mano real.
ALFONSO: Déle a don Egas Muñiz
por amante y por leal,
Leonor la mano de esposa;
pues es
de mi casa ya
caballerizo mayor.
EGAS: Llegó mi
felicidad
a lo
sumo del deseo.
ALFONSO: Y a
doña Elvira Gualtar,
un
tiempo amoroso hechizo
de mis
años, mejorar
supo
afectos religiosa,
Teresa
y Urraca están
á mi
cargo y son mis hijas;
la
primera casará
con don
Fernando Martínez,
Marte
en guerra, Numa en paz,
siendo
señor de Braganza,
y la
segunda tendrá
al
noble don Pedro Alfonso
de
Viegas, nuevo Anibal,
por consorte
esposo y dueño.
Ya
surca Matilde el mar,
bella
infanta de Saboya,
para
que pueda reinar,
como mi
esposa en mi pecho,
como
sol en Portugal.
Sale BRITO
BRITO: Vengan
a la almoneda.
ALFONSO: ¡Brito!
BRITO:
¿Chérenme comprar
para
agujetas de perro,
porque
si no rabiarán,
una
hacina de moriscos?
ALFONSO: ¿Haslos
muerto tú?
BRITO: Verá
si soy
médico perruno,
¿quién
los había de matar?
ALFONSO: Doyte
por cada cabeza
cien
cruzados.
BRITO:
Pues cruzán
y vayan
grande con chico,
hételos adónde están,
Descubre un montón
de moros muertos unos sobre
otros en
diferentes posturas
ALFONSO: Cobarde
valiente fuiste,
mayores premios tendrás.
De tu aldea eres señor.
BRITO: Pues no
me pienso casar.
ALFONSO: Vamos
al templo celeste,
a la
mesa del Maná,
a las
aras del Cordero,
al
convite del altar,
donde
entre puros viriles
la fe
nos muestra al Isaac
de su padre sacrificio,
del
mundo felicidad.
Cantarále esta victoria
himnos
dulces en la paz,
pues
han triunfado en la guerra
Las
quinas de Portugal.
FIN DE LA COMEDIA
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