Salen ELVIRA y
GIL de las manos, la SANTA al lado de
ELVIRA, como su madrina; JUAN
Vázquez, su padre, padrino;
CRESPO, TORIBIO y LLORENTE, los
MÚSICOS, cantando todos, de
PASTORES, con mucha grita
MÚSICOS: "Novios
son Elvira y Gil,
él
es mayo y ella abril;
para
en uno son los dos,
ella
es luna y él es sol."
TORIBIO: "Elvira
es tan bella."
TODOS: "Como
un serafín."
TORIBIO: "Labios
de amapola."
TODOS: "Pechos
de jazmín."
TORIBIO: "Carrillos
de rosa."
TODOS: "Hebras
de alelís."
TORIBIO: "Dientes
de piñones."
TODOS: "Y
aliento de anís."
TORIBIO: "Gil
es más dispuesto..."
TODOS: "...que
álamo gentil."
TORIBIO: "Tieso
como un ajo."
TODOS: "Fuerte
como un Cid."
TORIBIO: "Ella
es hierbabuena."
TODOS: "Y él es peregil."
TORIBIO: "Ella
la altemisa."
TODOS: "Y
él el torongil.
Novios son Elvira y Gil,
él es mayo y ella abril;
para en uno, son los dos,
ella
es luna y él es sol."
LLORENTE: ¡Par
Dios que habéis cantado
bravamente!
TORIBIO:
¿Ha estado bueno?
LLORENTE: ¡No lo
entonara Galeno
tan
bien!
GIL:
Habéisnos honrado.
JUAN: Aquí
los novios se asienten
mientras se pasa la siesta.
GIL:
Apacible sombra es ésta.
CRESPO: A
docenas, Gil, se cuenten
los
hijos que os diere Dios,
y para
cada cual de ellos
más ducados que cabellos
tengáis. Gocéisos los dos
más que Sara y
Abrahán,
y calme
Dios con ventajas
de vino
vuestras tenajas
y vuestras trojes de pan.
Y por decir cuanto
puedo,
por junto, hágaos el Señor
el más rico labrador
de la Sagra de Toledo.
Todo
el mundo os quiera bien,
honrándoos por varios modos;
y pues he habrado por todos,
respondan todos, Amén.
TODOS: Amén.
GIL: Todo
ese bien y ventura
que nos
habéis deseado,
os
vuelva el cielo doblado
con la
bendición del cura;
que ya mi Elvira imagina
que,
con favores sin tasa,
Dios
bendice nuesa casa
por
virtud de la madrina.
Pues
si en tales regocijos,
porque
más dicha nos cuadre,
la madrina es casi madre
y los
novios son los hijos,
el
bien que el cielo la ofrece
es bien
que a los novios caya,
porque
nos digan, "Bien haya
quien a
los suyos parece."
Juana es la vertú de España
tan
buena como el buen pan.
Juan
Vázquez, su padre, es Juan,
que
basta, y aquí en Hazaña,
nueso puebro, es tan amado
del
poderoso y del chico,
que con
ser hombre tan rico
de
ninguno es envidiado.
Quien los conoce, los llama
de toda
esta Sagra espejos;
él es
dechado de viejos
y ella
de doncellas fama.
Y
así padrinos los nombra
por
participar su estima;
que al
que buen árbol se arrima
le
cobija buena sombra.
JUAN:
Basta, Gil, no digáis más;
págueos
la alabanza Dios,
que es
propio al bueno, cual vos,
decir bien de los demás.
Yo y mi Juana, a vos y
a Elvira
os quedamos obligados,
que sois ya nuesos ahijados;
y, pues mi afición os
mira
cual
hijos, ved lo que os cuadre
en mi
casa, que desde hoy
hijos sois y padre soy.
LOS
DOS: ¡Viváis mil años, compadre!
JUAN: Hablad, Juana, a vuestra ahijada.
SANTA: Vos, padre, habláis por los dos.
Hágaos
sierva suya Dios,
Elvira,
y muy bien casada.
LLORENTE:
Propia bendición de santa;
breve,
en fin, y compendiosa.
TORIBIO: Siesta
hace rigurosa,
vuestro sosiego me espanta.
Hagamos algo.
GIL: Mi bien,
no sale
el.sol tan bizarro
cuando
en su lucido carro
alumbra
el mundo.
CRESPO: ¡Qué bien!
Reírme del dicho quiero.
Muy bien sabéis requebrar,
mas quiérote preguntar,
Gil, si el sol es
carretero.
Que
si en carro le rotulas,
cuando
muestra su arrebol,
podrá
ser que quiera el sol
comprarme mi par de mulas.
GIL:
Crespo, déjanos aquí.
CRESPO: ¡Quién
oyera al sol ligero
decir
siendo carretero,
¡arre,
mula, pesia á mí;
y de
Madrid a Toledo,
cuando
llueve o hace barro,
junto a
Cabañas el carro
atascado, tieso y quedo,
echar votos!
TORIBIO: Majadero,
¿el sol
había de votar?
CRESPO: Sí, par
Dios, y aun renegar,
si es
que el sol es carretero.
¡La
necedad en que ha dado
nuestro
lenguaje español!
No hay
estrellas, luna o sol,
plata, oro o cristal helado,
que
luego no dé con ello
en la
cara de su dama.
El
hombre que quiere y ama,
la hace
de oro el cabello,
porque tiene algunos rojos;
perlas los dientes; cristal
la frente; el labio
coral,
y soles después los ojos.
¡Válgate el diablo!
Repara,
amante,
que una mujer
es
imposible traer
tanto
en un palmo de cara.
LLORENTE:
Calla, necio, antes trae más.
CRESPO: ¿Más?
TORIBIO:
Sí.
LLORENTE:
Pues ¿no es cosa llana?
Mira tú
una cortesana
con
atención y verás
en la
más honesta y casta
sueltas
todas esas dudas.
Cara
hay que ha gastado en mudas
de
huevos una banasta,
cien
cantarillas de miel,
veinte
cofines de pasas;
pues
¿qué si al solimán pasas,
turco
del rostro crüel,
que
la destruye y jalbega?
No
gasta en un año entero
tanta
cal un pastelero
cuando
la Pascua se llega,
como
una cara pringada,
pues la
de más bizarría
no es
más que pastelería
por la
Pascua jalbegada.
La
color, pues, que codicia
encubrir la opilación,
no
gasta más bermellón
una
casa a la malicia.
Pues el sebo que hace hermosas
las manos, ya es tanto y tal,
que sin ser de Portugal
las
pueden llamar sebosas.
Eso
es lo que yo más llevo
de su
engañoso arrebol;
¿por
qué ha de ser luna y sol
lo que
es solimán y sebo?
¿No
fuera menos trabajo,
sin
andar de Ceca en Meca,
llamar
la cara manteca
y a los
dientes, dientes de ajo,
que son blancos y son dientes;
a los cabellos esparto,
que es
rubio a veces y hay harto,
y no
rayos transparentes,
el sol y la luna clara
con que
amantes y poetas
dicen
que andan los planetas
saltando de cara en cara?
LLORENTE: Al
menos las de la Sagra
no se
afeitan.
TORIBIO:
¿No? Verá.
Todas son de corte ya,
cualquier per
signum se almagra.
GIL:
Dejemos eso y tratemos
algo
que nos entretenga.
ELVIRA: Bien
dices. Un juego, venga.
LLORENTE: Di,¿
queréis jugar? Juguemos
a
los propósitos.
ELVIRA: Son
melancólicos.
TORIBIO:
No hay juego
de más
gusto y más sosiego
que
buena conversación.
Proponed alguna enigma,
y la
novia dé un favor
al que
la acierte mejor.
JUAN: Si mi
parecer se estima,
cada
cual, por varios modos,
pinte aquí las propiedades,
efetos y calidades
del amor; y el que entre
todos
mejor al rapaz pintare,
Elvira
le dé un listón.
GIL: Nuesamo
tiene razón.
LLORENTE: Cada
cual piense y repare.
SANTA:
Padre: dejémonos de eso
que es
ocioso disparate.
JUAN: ¿De qué
quieres que se trate?
SANTA: De
algún ejemplo o suceso
en
que dos buenos casados
y
santos nos entretengan,
y de
ellos a aprender
vengan
su virtud los desposados.
Éste
es lindo pasatiempo.
Cuentos
sé yo, no sé cuántos,
de
algunos casados santos.
JUAN: Quien
da lo que es suyo al tiempo
es discreto,
y el que ves
es más
de entretenimientos,
hija,
que de tales cuentos;
guárdalos para después.
Que
si al tiempo te acomodas,
has de hablar, según mi ejemplo,
en el templo, como en templo,
y en las bodas como en bodas.
En boda estás; esta
vez
goza su
conversación.
SANTA:
Obedecerte es razón.
JUAN: Vaya,
que yo seré el juez.
CRESPO: Yo
os sacaré a la vergüenza,
Amor,
si os llego a pintar.
Llorente, tú has de empezar.
LLORENTE: ¿Yo?
GIL:
Tú.
LLORENTE:
Comienza.
TORIBIO: Comienza.
LLORENTE: Paréceme
a mí que Amor
será un
pequeñuelo infante
de
alegre y bello semblante,
trapacista, enredador,
desnudo
por el calor
de su
irreparable fuego,
con dos
alas, medio ciego
y amigo
de hallarse en todo,
con el
indio, con el godo,
con el
español y el griego.
Serán sus propios efetos
sujetar con dulces daños
floridos y verdes años
y engañar libres sujetos;
volver los necios discretos
y Demóstenes los mudos,
romper de Gordio los ñudos
y oprimir con leyes graves,
desde las vestidas aves
hasta los peces desnudos.
Son los efectos de amor
mezclar penas con consuelos,
satisfaciones con celos
y
esperanzas con temor;
el favor y el disfavor,
lo amargo con lo sabroso,
lo
cierto con lo dudoso,
como yo
he experimentado,
pues
que vivo enamorado,
triste,
confuso y celoso.
Ya
yo he dicho, Elvira hermosa.
ELVIRA: Y harto
bien.
LLORENTE:
Ese favor
quiero
agradecerle a Amor.
JUAN: Diga
Toribio.
TORIBIO:
¿Yo en prosa?
Harto mejor os prometo
que en
poesía lo dijera.
ELVIRA: Vaya en
verso.
CRESPO:
¡Copla fuera!
TORIBIO: Tomad
allá este soneto:
Amor, deidad que lo imposible alcanza,
es
propensión violenta en quien se inclina,
celeste
influjo, en cuanto predomina,
pues si
éste cesa, entibia la mudanza;
Amor
es relación de semejanza
que al
objeto su movil se encamina;
sangre
nos dice que es la medicina
y un
mixto del temor y la esperanza.
La
dama en interés funda su empleo;
el
torpe afirma ser sólo apetito,
pero
unidad el lícito deseo.
El
del alma es virtud, pero delito
el material, mudable, torpe y feo,
que Amor es dios, y
aspira a lo infinito.
CRESPO: Como
en Alcalá estodiabas
tienes
pergeño sotil.
JUAN: Ea,
diga agora Gil.
GIL: Digo,
pues.
LLORENTE:
¿Y en qué?
GIL: En octavas.
Amor, conforme yo le he
imaginado,
será como quien es, hijo
de herrero,
un
muchacho mal hecho, corcovado,
asido
de los fuelles, negro y fiero;
su madre enredadora le habrá dado
algunas
licioncillas de hechicero,
con que
las brasas sopla y fuego atiza
del
descuidado amante a quien hechiza.
Su
propiedad y efeto no consiste
sino en quitar el seso y sufrimiento
al
pobre amante en cuya esfera asiste,
obligando a locuras su tormento;
y así
ya está el amante alegre y triste,
celoso,
confïado, descontento;
ya
teme, ya es valiente, ya travieso.
¡Mal
haya, amén, amor que quita el seso!
LLORENTE:
¿Cómo, Gil, recién casado.
y amor
tan aborrecido?
O tu
estás arrepentido
o sin
duda que has hablado
por
boca de ganso.
CRESPO: ¿Hay tal?
GIL: Por mi
honra volver quiero;
yo, el
amor que vitupero
no es
el amor conyugal,
que
aquése es tan atinado
que
idolatro en sus favores.
LLORENTE: Pues
¿cuál?
GIL:
Hay dos amores,
soltero
uno, otro casado.
El
soltero es el dimonio
y sus
faltas saco a luz.
CRESPO: ¿Y
esotro?
GIL:
No, porque es cruz.
CRESPO: Si cruz
es el matrimonio,
yo he de decir maravillas,
porque he de entrar en más
hondo.
GIL: ¿Y en
qué?
CRESPO:
Mi ingenio es redondo,
y así diré en redondillas:
Considero yo al Amor
que
será por su desastre,
como un
aprendiz de sastre
o mozo
de tundidor.
De
una personilla chica
que con
interés se encarna,
todo
cubierto de sarna,
que por
eso come y pica.
La
vista llorosa y ciega,
una
nube en cada niña
y la
cabeza con tiña,
que amor cual tiña se pega.
Trampista que compra y vende
y
engaña a quien por él pasa,
ladrón
ratero de casa
que se
esconde como duende.
O
será, un animalejo
al modo de un arador,
pues
cual él se mete Amor
entre
la carne y el hueso.
Mona
que todo lo imita,
y, en
fin, a mi parecr,
pues está en hombre y mujer,
Amor es hermafrodita.
LLORENTE: Gil:
tápale aquesa boca.
ELVIRA: Esto
escucha quien consiente
hablar
un necio entre gente.
CRESPO: Yo soy necio y vos sois loca.
Gritan dentro
LILLO, lacayo, FRANCISCO Loarte, su
amo, y don JUAN
LILLO: ¡To, to, capitán! ¡marquesa!
FRANCISCO: ¡Cita,
zagala, zagala!
LILLO: Al
viento la liebre iguala.
FRANCISCO:
Dificultosa es la presa.
LILLO:
Traspúsose por el cerro.
FRANCISCO:
Perdióse.
LILLO: ¡Buena demanda!
Salen LILLO, FRANCISCO Loarte, y DON
JUAN
LILLO: ¡Oh
lleve el diablo quien anda
hecho
loco tras un perro!
¡Que
ha de andar un hombre
a caza
para cansarme y cansarse
por lo
que puede comprarse
por dos
reales en la plaza!
¡Qué
de esto gusto reciba
y no le
aten a un pesebre!
FRANCISCO: No hay
galgo que alcance liebre
cogiendo una cuesta arriba.
DON JUAN: Si
el camino le atajamos
no se
nos escapa.
FRANCISCO: No.
LILLO: Galgos,
los mozos llamó
un
discreto, de sus amos,
y
dijo verdad expresa,
pues el que sirve a un hidalgo,
no
comiendo como galgo
más que
huesos de su mesa,
con
él alcanza la liebre
de la
otra, que a mensajes
de los
galgos o sus pajes,
la fuerza a que rompa o quiebre
su
cazador o galán
con su
inclinación honesta,
y
aunque corra por la cuesta
del soy
y del quedirán.
La
diligencia del galgo
o el criado -- lo propio es --
la trae
rendida a sus pies.
Pues
¿decir que le dan algo
después que todo esto pasa?
Si
ladra por su salario
una coz
es lo ordinario
con que le arrojan de casa.
Levántanse todos
JUAN: Señor Loarte: ¿por aquí
con tan gran calor?
FRANCISCO: ¡Oh, amigo!
Mi
inclinación, cual veis, sigo.
¿Qué es
esto? ¿Qué hacéis así?
JUAN:
Cásase Gil, mi crïado,
con
Elvira de Añover,
y
sálense a entretener
el
calor, cual veis, al prado.
FRANCISCO: Por muchos años y buenos.
GIL:
Siéntese aquí su mercé.
FRANCISCO: ¿Sois
vos el novio? Sí haré;
ninguno
dirá a lo menos
que
vuestra esposa no es bella.
GIL: Como
quiera que seamos,
señor
Loarte, aquí estamos,
para
servirle, yo y ella.
DON JUAN: La
madrina es tan hermosa
que más
parece divina
que
humana.
FRANCISCO:
¡Ay Dios! ¡Qué madrina
tan
bella!
CRESPO:
Sí, no es mocosa.
DON JUAN: Esta doncella, ¿quién es?
JUAN: Mi hija
Juana, señor.
FRANCISCO:
Venturoso labrador
que tan
precioso interés
tiene en casa, y quien emplea
en ella
hacienda y ventura.
No he
visto tal hermosura.
JUAN: Así,
así, como de aldea.
Al
menos mi senectud
se
llama en verla dichosa.
FRANCISCO: Notablemente es hermosa.
JUAN: Más notable es su virtud.
FRANCISCO: Don Juan, decid: ¿qué os parece?
DON
JUAN: Hermosa.
FRANCISCO: ¡Ay, deseos extraños!
¿Qué edad tiene?
JUAN: Trece años.
Hablan aparte FRANCISCO y DON JUAN
FRANCISCO: (Si mi
amor se está en sus trece
no sé, don Juan, qué he de
hacer;
perdido
estoy.)
DON
JUAN: (¿Cómo es eso?)
FRANCISCO: (No sé;
sé que pierdo el seso.)
LILLO: Los
galgos voy a traer,
no
se pierdan.
DON
JUAN: Desenfrena
después, Lilio, los caballos
y a pacer puedes echallos
en el prado.
LILLO:
O en la arena.
Vase LILLO
JUAN: ¿A qué bueno desde Illescas
a Hazaña, señor, salís?
Porque si a cazar venís
estas mañanas, que frescas
me han convidado a que vea
media legua de aquí un haza,
he hallado famosa caza
para quien correr desea.
En las viñas del concejo
deben de tener sus camas
dos liebres como unas
gamas,
que a cogerme menos viejo
ya las hubiera colgado
de la pretina.
FRANCISCO: (¡Ay de mi, Aparte
que vine a cazar aquí
y pienso que estoy cazado!)
Si donde decís están,
mañana en amaneciendo,
ir a correrlas pretendo;
porque esta noche don Juan
y yo tenemos de ser
vuestros huéspedes.
JUAN: Mi casa
quedará honrada.
DON
JUAN: ¿No pasa
el regocijo y placer
adelante?
FRANCISCO: ¡Por mi vida,
que se baile un poco!
TORIBIO: Oíd,
lo que nos manda, advertid.
CRESPO: Bailemos, pues nos convida
este viento lisonjero,
y ya la tarde declina.
FRANCISCO: Al lado de la madrina,
si gustáis, sentarme quiero,
que después acá que sé,
ser hija vuestra, la estimo.
Siéntanse
todos
CRESPO: (No ha escogido mal arrimo.) Aparte
JUAN: Y hacéisla mucha merced.
FRANCISCO: Perdonad, madrina hermosa,
que sin licencia he tomado
el más agradable lado
que halló mi suerte dichosa.
Que á fe, aunque la novia es
bella,
que es la madrina mejor.
SANTA: Como sois noble, señor,
honráisnos a mí y a ella.
JUAN: Gil, a la novia sacad.
FRANCISCO: (Tu fuego, Amor, se reprima, Aparte
que aunque su beldad me anima
me enfrena su honestidad.)
Cantan
y bailan tres o cuatro
MÚSICOS: "A la boda y velación
que hace Elvira de Añover
con Gil, de quien es mujer,
cantó el pueblo esta canción:
'La zagala y el garzón
para en uno son.'
Y después de haber cantado,
viendo a la madrina al
lado,
que es para alabar a Dios,
bailaron de dos en dos
los zagales de la villa,
que si linda era la madrina
por mi fe que la novia es linda.
Y por el viento sutil
los pájaros a quien llama
el canto de mil en mil
saltando y volando de rama en
rama
pican las flores
de la retama
y las hojas del torongil.
Prendó amor a Gil Pascual,
que es alguacil del que mira,
de la hermosura de Elvira,
y a ella de él otro que tal,
y al desposarse el zagal
levantan esta canción:
'La zagala y el garzón
para en uno son.'"
FRANCISCO: Por extremó lo habéis hecho.
JUAN: Volvámonos al lugar,
que es hora ya de cenar.
FRANCISCO: (Veneno llevo en el pecho.) Aparte
JUAN: No seréis tan regalados
ni dormiréis tan a gusto
esta noche como es justo
a huéspedes tan honrados;
pero a este riesgo se pone
el que se aposenta en casa
estrecha, pobre y escasa.
La cortedad se perdone
y recíbase el deseo.
DON
JUAN: Todo sobra donde vos
estáis, Juan Vázquez.
FRANCISCO: (¡Ay, Dios! Aparte
¿Qué hechizo es éste que veo?)
Vanse
todos. Salen MARCO ANTONIO y LUDOVICO de
camino
MARCO
ANTONIO: Perdí recién casado
mi patrimonio y mi florida
hacienda;
y el crédito quebrado,
que tuvo en pie mis gustos y mi
tienda,
me enseñó, Ludovico,
cuán presto es pobre el mercader
más rico.
Dejé mi amada esposa
en confïanza de su fe y mi
miedo,
y el alma temerosa
de Toledo salió, y quedó en
Toledo;
que cuando Amor no calma,
suele animar dos cuerpos sola un
alma.
Rompí la blanca espuma
del proceloso y húmedo elemento
y al Perú llegué, en suma,
después que vi la muerte entre
agua y viento,
y me dio el mar noticia
del peligro a que pone la
codicia.
Hallé parientes ricos
con cuya ayuda reparé los daños
que ya juzgo por chicos,
y en el discurso breve de dos
años,
con hacienda sin tasa,
vengo a gozar mi esposa, patria
y casa.
Éstas son sus paredes,
depósito que guarda su
hermosura;
besar sus piedras puedes
como reliquias, si la noche
obscura
te estorba que divises
la casa de Penélope y Ulises.
Aquí, hecha España Grecia,
me labra mi Artemisia un
Mauseolo;
aquí vive Lucrecia,
en lealtad y belleza Fénix solo.
Llama, que ésta es la puerta
cerrada al vicio, a la virtud
abierta.
LUDOVICO: Con gusto te he escuchado
las amorosas salvas que alegre haces
a tu esposa, y notado
que como tras la guerra, quietas
paces,
tras la ausencia prolija,
presente Amor sus gustos
regocija
.................[ -ero]
de mi señora.
MARCO
ANTONIO: Ludovico,
llama.
Desde
arriba MELCHOR y JULIO
JULIO:
Libréme por ligero.
MELCHOR:
Vendióme algún soplón.
JULIO: Sopló la dama.
No está esta pared alta.
MELCHOR: Mamóla el alguacil.
JULIO: ¿Qué esperas?
Salta.
Saltan
al tablado
MELCHOR: Ya estamos en la calle.
Por Dios, que es bella moza y
que el marido
dejó a riesgo un buen talle.
JULIO: Dichosos esta noche habemos sido.
¿Adónde bueno agora?
MELCHOR: A dormir, que es la una.
JULIO: Sí, ya es
hora.
Vanse
LUDOVICO: Dos hombres han saltado,
pienso que de tu casa, y ya se
han ido.
Suspenso te has quedado.
MARCO
ANTONIO: "Por Dios, que es bella moza y que el marido
dejó a riesgo un buen
talle."
¡Honor! ¿Así
os arrojan en la calle?
Mira, mira si duermo.
LUDOVICO: Despierto estás.
MARCO
ANTONIO: Luego ¿mi daño
es cierto?
¿Si acaso como enfermo
que frenético ve sombras
despierto,
no he visto mis enojos?
Pero mi casa es ésta,
estos mis ojos.
No ha sido Leonor casta,
no, que escaló mi fama un
enemigo;
tú eres testigo, y basta
en cosas del honor sólo un
testigo.
¡Malhaya quien confía
de la mujer la honra un solo
día!
¿Quieres que éntre y acabe
pasando su lascivo y flaco
pecho?
LUDOVICO: Un delito tan grave
si queda con vengarse
satisfecho,
¿quieres que vuelva en brasa
las adúlteras piedras de esta
casa?
¡Cielos, castigo tanto!
¿Lloras, señor?
MARCO
ANTONIO: Murió, Claudio,
mi fama.
Si en muerte es justo el llanto,
bien puedo yo llorar, aunque en
quien ama
y ver lo que a ver llego,
no son agua las lágrimas, son fuego.
Crüel, ¿ásí has pagado
mi firmeza, violando los altares
del tálamo manchado?
Oro en los montes, perlas en los
mares
busqué; cuya riqueza
pudiese competir con tu
belleza.
Dejéte a la partida
sembrada en tu lealtad mi
confïanza
amor, lágrimas, vida,
y en vez de dulce fruto hallo
mudanza,
deshonras, desconsuelos;
pero quien siembra amor, que
coja celos.
Pena, matarme quiero...
LUDOVICO: Sosiégate, señor; ¿tú eres el sabio?
Infórmate primero
si es cierta la sospecha de tu
agravio,
que despeña la ira
si la prudencia su favor retira.
MARCO
ANTONIO: Informaréme luego
del adulterio infame que me
afrenta,
si de mi agravio el fuego
primero que lo sepa no
ensangrienta
la ya violada cama
que ausente el dueño ajenos
brazos llama.
En Toledo escondido,
cuando del sol se ausente el
claro coche,
sin saber que he venido,
rondaré estas paredes cada
noche,
hasta que mi esperanza
los coja dentro y triunfe mi venganza.
Presto el tálamo falso
será de una tragedia vil teatro,
o triste cadahalso,
que, pues Córdoba tuvo un
veinticuatro
valeroso, si puedo,
como a él me estimará desde hoy
Toledo.
Vanse. Salen MELCHOR y FABIO, de noche
MELCHOR: Fuese a la guerra el marido,
quedó sola la mujer,
dila, Fabio, en pretender,
y la que Porcia había sido,
forzada de la pobreza,
porcelana quebrada es;
que al golpe de un interés
se quiebra cualquier belleza.
Dos meses de pretensión
me cuesta, y al cabo de ellos,
esta noche los cabellos
cogí a la calva Ocasión.
Y al tiempo que la codicia
de mi amor templó la llama,
llega de repente y llama
a la puerta la justicia.
Subimos a la azotea,
viónos un corchete vil,
avisólo a su alguacil,
y él, que prendernos desea,
siguiónos; pero burlado
le dejamos, cuando vio
que saltamos Julio y yo
de la azotea a un tejado
de la casa donde vive
doña Leonor, bella esposa,
de Marco Antonio y virtuosa,
que está en Indias, y recibe
nombre de Lucrecia casta,
por quien ya comparar puedo
a Roma nuestra Toledo,
pues es honra suya.
FABIO: Basta.
MELCHOR: Estaba el tejado bajo
y fuénos fácil saltar
a la calle, sin mirar
si había gente. Al fin, trabajo
nos costó, mas todo es poco,
que es un ángel la mujer.
¿Qué hora es?
FABIO: Deben de ser
las dos. Entra, que andas loco.
MELCHOR: Mi padre ¿no me habrá echado
menos?
FABIO: ¿Cómo te ha de echar,
si cuando se va a acostar
te deja siempre acostado?
MELCHOR: ¡Cómo estos engaños sabe
la traviesa mocedad!
Sale
Juan MATEO, con un candil
MATEO: Mi sospecha fue verdad;
él debe de tener llave
de casa, hechiza. Confieso
que intenta enfrenar
el mar el que pretende enfrenar
un hijo mozo y travieso.
FABIO: ¡Buen lance habemos echado!
Tu padre es éste, señor.
MATEO: ¿Que haces aquí, Melchor?
¿No te dejé yo acostado?
Levantaráste a estudiar,
ya que a tal hora te veo,
para cumplirme el deseo
que te da tanto pesar,
de que de la iglesia seas;
sin duda es lo que imagino,
que el vestido de camino
en este ejercicio empleas.
¿Tú de noche? Considero
que debes de pretender,
siendo hijo de mercader,
levantarte a caballero.
Que es propio de los señores
rondar de noche las damas,
aunque peligren sus
famas.
Mi sangre es de labradores,
no de caballeros vengo.
Un labrador fue tu abuelo.
Mi madre, que esté en el cielo,
lo fue; un hermano tengo,
labrador es en Hazaña,
honrado y cristiano viejo.
No porque el arado dejo,
si esta presunción te engaña,
te despeñe así el deseo,
porque, para que te asombre,
no es Pimentel mi renombre,
ni Mendoza; Juan Mateo
es el apellido mío;
de este me precio, Melchor.
Juan Vázquez, un labrador,
es mi hermano y es tu tío.
No has de estar más en Toledo
un hora; el vestido vino
muy bien, que estás de camino.
MELCHOR: Señor, escucha
MATEO: No puedo.
A Alcalá te he de llevar
porque dejes la ocasión
que dicen hace al ladrón.
Allí puedes estudiar.
Hoy te has de ir, y antes que
a Illescas
llegues, quiero que conozcas
casas pajizas y toscas,
porque no te ensoberbezcas,
que es el solar conocido
de tu linaje en Hazaña.
MELCHOR: Mira, señor, que te engaña
tu sospecha; este vestido
me probaba
MATEO: Ya colijo
que me quieres engañar.
Ven, que así ha de remediar
el padre cuerdo al loco hijo.
Vanse. Salen JUAN Vázquez y FRANCISCO
Loarte
FRANCISCO: No me habéis de decir de no, si es
cierto
que mi vida estimáis, pues no
consiste
sino en el sí de vuestra honrada
boca.
La causa de quedarme aquí esta
noche
en vuestra casa, fue para
pediros
que remediéis mis males. Vuestra hija,
su honestidad hermosa,
sus virtudes,
la fama que en la Sagra la hace
Fénix,
me obliga a que me maten sus
deseos.
Ya sabéis, en Illescas, mi
prosapia,
la hacienda y el valor de los
Loartes;
yo sé que si me dais a vuestra
Juana
por esposa, que al oro de
nobleza
el esmalte a mi sangre no le
falta,
pues la virtud de Juana será
esmalte.
JUAN: Dudoso estoy; no sé lo que os
responda.
Por una parte los afectos miro
con que os obliga amor, y sé su
fuerza;
por otro la notable diferencia
de vuestro estado y mío; vos
hidalgo
premiado y estimado justamente
del césar Carlos quinto, que
Dios guarde;
leal a su corona, como muestran
el valor y la fe de vuestros
hechos
en las Comunidades de Castilla;
piedra de toque donde el
oro fino
mostraron de su fe los más
leales,
y su dorada alquimia los
traidores.
Sois Francisco Loarte, al fin,
que basta
para decir que sois honra de Illescas.
Yo, aunque cristiano viejo, en
sangre limpio,
soy labrador; mi casa y sus paredes,
en vez de los tapices que en las
vuestras
adornan, se contentan con
vestirse
de cedazos, arneros y de
trillos,
y los doseles que mis techos cubren,
horcas de ajos, pimientos y
cebollas.
No sé si llevarán bien
mis parientes
que, pudiendo casar con uno de
ellos
a mi Juana, la saque de sus
quicios,
que ya sabéis que el labrador
sin raza,
estima en más la tosca caperuza
que el sombrero con plumas y
medallas.
Fuera de que mi Juana aún es muy
niña
y no la siento ahora con deseos
de cautivar su libertad; dejadla
crecer, y tratarélo con mis
deudos,
que entretanto podrá ser que se
aplaquen
esos primeros ímpetus, y libre,
mirándolo mejor, queráis esposa
con que se pueda honrar vuestro
linaje,
crïada en noble y cortesano
traje.
FRANCISCO: Juan Vázquez, aunque a Amor le pintan
ciego,
con ojos me ha dejado el que me
abrasa,
y aunque no sois hidalgo, poco
menos
es un honrado labrador. Leído
he yo de mil señores que en las
cepas
de sus noblezas, sin
perder su lustre,
han enjerto sarmientos labradores.
¿Qué puedo yo perder, y qué no
gano
si sois el más honrado de la
Sagra,
rico y de sangre limpia? Yo sé
cierto
que si el sí me negáis, cortará
en cierne
la muerte el verde fruto de mi
vida,
y os llamará La Sagra mi
homicida.
JUAN: Ahora bien, id con Dios, que yo os
prometo
que no quede por mí, señor
Francisco,
el daros ese gusto. Estos
negocios
de casamientos, es razón primero
comunicarlos; yo tengo un
hermano,
mercader en Toledo, advertiréle
lo bien que nos está; si me
aconseja
que ennoblezca mi casa, vuestra
esposa
será mi Juana.
FRANCISCO: ¿Dentro de qué tiempo
tendréis resolución?
JUAN: Yo iré a Toledo
de semana sin falta; que
esta noche
voy, porque así mi Juana lo ha
pedido,
al monasterio de la Cruz en
vela,
porque su madre, viéndola muy
mala,
ofreció de llevarla allá y
murióse
sin cumplir la promesa, y Juana
quiere
que se cumplan los votos de su madre
dados a Dios. Iremos como digo
esta noche, por ser cuando se
juntan
de toda esta comarca mil devotos
y van allá a velar con varias
fiestas,
y pediréle a Dios que, si nos cumple
aqueste casamiento, le encamine,
y si no que le aparte.
FRANCISCO: Aquese tiempo,
aunque se me ha de hacer eternos
siglos,
esperará el deseo entre balanzas
de tímidos recelos y esperanzas.
Sale
LILLO
LILLO: ¿Hémonos de ir, señor? Ya está ensillado
y a caballo don Juan.
FRANCISCO: Vamos; el cielo
me cumpla este deseo por que pueda
llamaros padre.
JUAN: Ya alegre colijo
que honrará nuestras casa tan
noble hijo.
Vanse
FRANCISCO Y LILLO
JUAN: Quiere hacer un tapiz la industria
humana
en donde el arte a la materia
exceda,
y con su adorno componer se
pueda
la pared de la cuadra más
profana.
Matiza en el telar la mano
ufana
y mezcla hilos con que hermoso
queda;
pero entre el oro ilustre y
noble seda
entreteje también la humilde
lana.
Lo propio hace el amor, que
mezcla y teje
con la lana la seda, aunque más
valga,
igualando al villano con el
noble.
Noble yerno me da, no es bien
le deje,
que con mi lana y con su seda
hidalga
saldrá el tapiz de Amor curioso
al doble.
Salen Juan
MATEO y la SANTA
SANTA: Aquí
un huésped despedía;
en
extremo se holgará
de
veros.
MATEO:
Grande estáis ya,
hermosa
sobrina mía.
Mucho crecéis.
SANTA: Siempre crece
la mala
hierba.
MATEO:
Otra fama
de vos
la Sagra derrama.
¿Cuántos años tenéis?
SANTA: Trece.
MATEO: Ya sois gran mujer.
JUAN: Hermano,
¿vos aquí? ¡Gran novedad!
MATEO: Aquesos brazos me dad.
JUAN: Después
que sois ciudadano
no
nos queréis ver.
MATEO: Razón
tenéis
de reprehenderme.
Llevóme a Toledo a hacerme
mercader mi inclinación;
mas
no por eso me olvido
del
respeto y el amor
que,
como hermano mayor,
os
debo.
JUAN:
¡A fe que habéis sido
de
cuidado! Yo y mi Juana
formábamos quejas ya
y, a no
venir vos acá,
pensaba
yo esta semana
iros
a ver a Toledo;
pero ya
que habéis venido,
yo apostaré que no ha sido
sólo a
verme, si bien puedo
decirlo.
MATEO:
Tráeme el cuidado
de
veros, poner en orden,
en los
vicios y desorden
de un
hijo desbaratado.
A
Melchor llevo a Alcalá
porque
me pierde el respeto
y anda,
hermano, muy inquieto.
JUAN: Pues
¿enmendaráse allá?
MATEO: Sí,
que ausente de su tierra,
y
faltando la ocasión,
pondrá
su vida en razón.
JUAN: Yo
pienso, hermano, que yerra
el
que teniendo presente
un hijo
sin que se enmiende
viéndole su padre, entiende
que se
ha de enmendar ausente.
La
presencia, hermano, honrada
de un
padre viejo es indicio
que, si
corre tras el vicio,
le
tendrá la sofrenada
de
su respeto y temor;
mas
ausentarle no es bueno,
porque
eso es quitarle el freno
para
que corra mejor.
MATEO: Hay
en Toledo ocasiones
notables.
JUAN: ¿Y faltarán
en Alcalá, donde están
dando los vicios ficciones?
Mal
sabéis el privilegio;
que de
una universidad
el
vicio y la libertad
también
tiene su colegio.
Hermano, no os lo aconsejo.
MATEO: Por vuestro gusto me rijo.
JUAN: El
tener al ojo su hijo
es lo mejor, pues sois viejo;
escoged mi sabio
medio.
MATEO: Ése
será más barato.
JUAN: Sabed,
hermano, que trato
de dar
a Juana remedio.
Después sabréis lo que pasa,
y lo
que me esté mejor
me
aconsejaréis. Melchor,
¿dónde
está?
MATEO:
Aguardando en casa,
JUAN: Pues
venid, yo os daré luz
de lo
que os quiero decir.
SANTA: Tío
¿quiérese venir
con
nosotros a la Cruz,
a
una vela?
MATEO:
Sí, sobrina;
que soy
yo muy su devoto.
SANTA: Vamos a
cumplir un voto.
JUAN: Es su
inclinación divina.
Vanse. Salen cuatro LABRADORES a la vela, cantando
con grita y fiesta. Cantan
TODOS: "Que
la Sagra de Toledo mil fiestas hace
a la
Virgen de la Cruz, que es Virgen madre."
LABRADOR 1: "Que
la Sagra de Toledo contenta envía
vuestros hijos y devotos, Virgen
María,
y con fiestas y alegría
van los lugares."
TODOS: "A
la Virgen de la Cruz, que es Virgen madre."
Siéntanse
LABRADOR 1: Este
sitio me contenta.
LABRADOR 2: A mí
esta hierba me agrada.
LABRADOR 3: ¡Famosa
noche!
LABRADOR 4:
¡Extremada!
LABRADOR 1: ¿No
veis cómo representa
la
noche morena y zarca
su estrellada
autoridad?
LABRADOR 2:
Fanfarrona majestad
muestra
cuando, abriendo el arca
las
estrellas saca afuera
que
adornan su aparador.
LABRADOR 3: Hízola
el divino Autor
del
cielo la repostera.
Gritan dentro
LABRADOR 4:
¡Brava grita a fe!
LABRADOR 1: ¡Oh, bien haya
la
Sagra!
LABRADOR
4: ¿Éstos quien son?
LABRADOR
2: ¿Serán los de Torrejón?
Vengan, darémosles vaya.
Salen dos LABRADORES más con grita y
música
TODOS: "Norabuena vengais, abril;
si os fuéredes luego volveos por
aquí."
LABRADOR
1: "Abril carialegre"
LABRADOR
2: "Muy galán venís."
LABRADOR
1: "El sayo de verde."
TODOS: "Muy galán venís."
LABRADOR 1: "La
capa y sombrero."
TODOS: "Muy galán venís."
LABRADOR
1: "De flor de romero."
TODOS: "Muy galán venís."
LABRADOR
1: "Blancos los zapatos"
TODOS: "Muy galán venís."
LABRADOR
1: "Morados los lazos."
TODOS: "Muy galán venís."
LABRADOR
1: "Pues que sois tan bello,
risueño y gentil..."
TODOS: "Nora buena vengáis, abril.
Si os fuésedes luego, volvéos
por aquí."
Siéntanse
LABRADOR 1:
Métete, Torrejón, con tus torrejas
y mira
que rebuznas cuando cantas.
LABRADOR 5: Ugena:
guarda la cigüeña y calla,
que
tienes bien por qué, no me provoques
a que
te diga lo del campanario.
LABRADOR 1: Calla
tú, Torrejón, aunque sin torres
que
diré lo del Drago.
TODOS: ¡Hú, que te
corres!
Salen otros dos LABRADORES con
tamboril, flauta y
grita
LABRADOR 6: Casa
Rubillos viene y su concejo.
LABRADOR 5: Si el
tamboril es suyo.
LABRADOR 6: No le toques
que del
pellejo de tu madre se hizo.
LABRADOR 5: De tu
mujer dirás, que es desollada.
LABRADOR 4: Daca el
mercado donde todo un día
vendiste solamente dos cebollas.
LABRADOR 6: Daca tú
la cigüeña de tu torre,
a quien
saliste a recibir un día
con
danzas, procesión y monacillos,
y
enviaste al alcalde a convidarla
con la
casa del cura, pensando era
alguna
viuda honrada y forastera.
LABRADOR 2: Mientes
tú y el mercado que socorres.
TODOS: ¡Hú,
que te corres! ¡Hú hú, que te corres!
LABRADOR 8: ¿No
sabremos por qué razón se llaman
señores Torrejones los del Drago?
LABRADOR 3: Eso yo
os lo diré. Vieron un día
parado
un coche orillas de un arroyo
y juzgando por pies las cuatro
ruedas,
alas las puertas y la
lanza cola,
como jamás hubiesen visto coches
y el
encerado fuese todo verde,
creyeron ser dragón que se comía
las mulas que tiraban, y tocando
aprisa la campana del
concejo
fueron
con chuzos a matar el drago,
y
viéndole después que le llevaban
las
mulas, y sabiendo que era coche
todos
al fin cayeron de sus burras.
¿No es
verdad esto, hermanos de las Torres?
LABRADOR 6: Todo es
falso y mentira.
TODOS: ¡Hú, que te
corres!
Salen JUAN
Vázquez, Juan MATEO, MELCHOR y la
SANTA
JUAN: No vi
en mi vida más alegre noche.
SANTA: Como es
la fiesta de quien presta rayos
al planeta mayor y hermosa luna,
que
cuando el sol se ausenta es su virreina,
no es mucho que sea clara y
apacible.
MELCHOR: Sentémonos aquí, que hay lugar harto.
Siéntanse
MATEO: Digo
que el casamiento me parece
honroso
para todos, y entretanto
que se
conciertan, porque en una aldea
no está
segura de un violento gusto
la
honra frágil de una mujer moza,
y un
poderoso puede aprovecharse
de la
ocasión, la llevaré conmigo,
pues en
mi casa vivirá segura
de esos
peligros.
JUAN: Su virtud es tanta
que
adondequiera lo estará; mas sea
lo que queráis, no viva en el aldea.
LABRADOR
4: Los de Hazaña han venido; dad tras
ellos,
que bien hay que decir.
LABRADOR 3: Eso no es justo.
que
viene allí la hija de Juan Vázquez,
espejo de la Sagra de Toledo,
y es tan honesta y agradable a todos
que nos ha de obligar a
callar.
LABRADOR 1: Bueno,
pues
¿cómo habemos de pasar la noche?
LABRADOR 3: Ella
referirá cuentos sabrosos
que nos
entretendrán; vamos a hablarla.
LABRADOR 4:
Mantenga Dios la buena gente.
JUAN: ¡Y cómo
que nos
mantiene!
LABRADOR 6: Acá venimos todos
a que
nos cuente Juana una conseja,
y par
Dios que gustara de mi voto
que mos
dijera qué principio tuvo
la
fiesta de la Cruz a que venimos,
y cada
año celebra aquí la Sagra.
SANTA: Que me
place por cierto. Sentaos
todos
alrededor de mí, que yo he
sabido
lo que me preguntáis con
certidumbre,
y os lo
diré con gusto.
JUAN: ¡Oh! En siendo
cosa
de
santos y de iglesias, en su centro
estará
su alegría.
SANTA: Oíd, que ésta
es la
historia y principio de esta fiesta.
El
vellocino de Aries
pintaba sus guedejas
con los
pinceles de oro
que el
sol al mundo muestra,
cuando
en la humilde villa
de
Cubas, que aquí cerca
sus
términos dichosos
alcanzan fama eterna,
nació
una santa niña
de
pobre y simple cepa;
que
suele hacer hazañas
notables la pobreza.
Inés
era su nombre,
su edad
trece años era.
¡Notad todos qué moza
y en la
virtud cuán vieja!
Un
lunes venturoso
en la
apacible hierba
con que
los prados viste
la
hermosa primavera,
Inés
apacentaba junto
a una
fuente fresca
los
animales toscos
que
llaman de la cerda.
Y
mientras que pacían,
postrada por la tierra
apacentaba el alma
con el
precioso néctar
de la
oración sabrosa,
haciendo por las cuentas
devotas
de un rosario
con
Dios y su alma cuentas.
La
Virgen sacrosanta,
enamorada de ella,
que siempre la humildad
fue su
mayor presea,
cubierta del brocado
y
soberana tela
con que
la gloria, adorna
a los
de su librea,
cegándola los ojos
la luz
de su presencia,
porque aquí los mortales
a tales soles ciegan,
la preguntó, "¿Qué
haces
aquí,
carilla tierna?"
Y
alegre, aunque turbada,
responde, "Hermosa hembra,
guardo
estos animales."
"¿Por qué ayunas mis fiestas
en
viernes?" la pregunta.
"Porque es bien que obedezca
mis
padres que lo mandan,"
responde. "Eres muy cuerda;
mas
desde agora gusto
que el
día en que la fiesta
de mi
Anunciación santa
cayese,
el mismo sea
tu
ayuno todo el año."
"Mi voluntad lo aceta,"
la
pastorcilla dijo.
Y la
gloriosa reina
que
nuestro bien procura,
prosigue, "Ve a tu aldea,
dirás a
sus vecinos
que
hagan penitencia,
porque mi Hijo, airado,
abrasará la tierra
antes
de muchos días
con
grande pestilencia;
y en fe
de su justicia
caerán
del cielo piedras
envueltas en la sangre
que
verterán sus venas.
Desapareció entonces,
dejando
con su ausencia
triste
la hermosa niña,
y no
poco suspensa.
Volviéndose a sus padres,
esta
visión les cuenta,
mas
tiénenlo por burla
y a la
niña aconsejan
que no
lo diga a nadie.
Cumpliólo y, dando vuelta
al
prado al día siguiente,
volvió
la Virgen mesma
como el
pasado día
diciendo, "¿Por qué dejas
de
hacer lo que te mando?"
"¡Temo que no me crean!"
responde la pastora.
"Pues yo te daré señas
con que de tus palabras
ninguno
duda tenga,"
dijo la
virgen pura;
y con
su mano bella
la
diestra de la niña
de tal
manera aprieta,
que la
hizo dar un grito,
con que
pegados deja
los
cinco dedos todos
la
cruz, sobre ellos hecha.
Oblígala a que vaya
de
aquel modo a la aldea
y al
cura y sus vecinos
les
diga la sentencia
que
Dios contra ellos daba.
Desaparece, y queda
la
humilde pastorcilla
gozosa,
aunque suspensa.
Vuelve
a la villa luego,
cuenta a gentes diversas
las maravillas grandes
que Dios hizo por ella.
Mostrábales la mano,
y
aunque las fuerzas
prueban
para desapegarla,
no
basta humana fuerza
contra
virtud divina.
Al fin
van a la iglesia
devotos
y descalzos,
y
dentro de ella ordenan
salir
en procesión
hasta
la parte mesma
donde
nuestra patrona
bajó la vez primera;
llevaban una cruz,
entre
otras, de madera
por ser
para aplacar
a Dios
la mejor prenda,
y al
tiempo que llegaban
a las
cercanas eras
Inés
oyó una voz
que
dijo, "Aquí te acerca."
Mandó
parar a todos,
la cruz
toma, y con ella
la voz
divina sigue
y del
lugar se aleja.
Volvióse a aparecer
la
madre de clemencia
en el
lugar que antes,
y con
la mano diestra
tomó la
cruz preciosa
metiéndola ella mesma,
hincadas las rodillas
palmo y medio en la tierra.
"Aquí, carilla," dice,
"me labren una iglesia
que sea
de mi nombre,
y tú
irás luego en vela
a mi
querida casa
de
Guadalupe, y lleva
para
sanar la mano
cuatro
libras de cera."
Dijo, y
volvióse al cielo,
dejando
en el arena
las
plantas estampadas
que el
pueblo adora y besa.
Sanaron
los enfermos
con los
granos que llevan,
fue
Inés a Guadalupe,
volvió
la mano buena;
labróse
dentro un año
la
soberana iglesia,
dejando
la cruz santa
del modo que antes puesta.
Setenta
y seis milagros
la
virgen hizo en ella,
y entre
ellos once muertos
cobraron vida nueva.
Hicieron una casa
ciertas
devotas dueñas,
pegada
con la ermita,
donde
después se encierran,
y de
Francisco santo
el
instituto y regla
siguieron que su orden
quiso
llamar Tercera.
Aquí la pastorcilla
vino a
ser abadesa,
que la
virtud preciosa
al que
es humilde premia;
pero
cómo es tan grande
nuestra
humana flaqueza,
perdióse la virtud,
cayó
Inés la primera,
apostataron todas
y el
monasterio dejan;
que el
más perfecto es flaco,
y a
Cristo Pedro niega.
Mas
como siempre el justo
levanta si tropieza,
que
Dios la mano ofrece
al
flaco que da en tierra,
Inés,
arrepentida,
dio tan
notable vuelta,
que
admiran los rigores
de su
gran penitencia.
Murió
tan santamente,
que las
campanas mesmas,
tañéndose, señalan,
que
Inés con Cristo reina.
Desde
entonces, los pueblos
de esta
comarca y tierra
las nueve apariciones
a Inés en Cubas hechas
por la amorosa Virgen,
celebran y festejan
con
ofrendas devotas
y
piadosas novenas.
Éste es
todo el suceso
y
historia verdadera
que me
solía contar
mi
madre, que Dios tenga.
MATEO: ¿Vio el
mundo mayor gracia?
Bendita
sea tu lengua;
la
leche que mamaste
también
bendita sea.
JUAN: A la
misa del alba
nos
llaman de la iglesia.
LABRADOR 1: Pues
vamos a la misa
cantando todos.
LABRADOR 2: ¡Ea!
Vanse cantando
como al principio
TODOS: "Que
la Sagra de Toledo mil fiestas hace
a la
Virgen de la Cruz, que es Virgen madre."
LABRADOR 1: "Que
la Sagra de Toledo contenta envía
vuestros hijos y devotos, Virgen
María,
y con fiestas y alegría
van los lugares."
TODOS: "A
la Virgen de la Cruz, que es Virgen madre."
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