MÚSICA, y salen
la SANTA y el ÁNGEL arriba,
que va bajando hasta la mitad del
tablado, y la SANTA subiendo de
él al mismo tiempo, hasta
emparejar los dos, y entonces cesa
la música
ÁNGEL:
Esposa cara del Monarca eterno,
contra
cuyo poder no prevalecen
las
puertas tristes del Tartáreo infierno;
las
entrañas de Dios que se enternecen
con el
agua sabrosa de tu llanto
remedio
al mundo por tu ruego ofrecen.
Delante de su altar, tálamo santo,
llorando estabas el estrago horrible
que al
mundo anuncia confusión y espanto
por
la ponzoña del dragón terrible
de las
siete cabezas que en Sajonia
niega la
ley católica infalible.
Llorabas que con falsa ceremonia
y
hipócrita apariencia, el vil Lutero
imitase
a Nembrot en Babilonia,
y
que el rebaño del Pastor cordero,
este lobo,
en oveja disfrazado,
despedazase con estrago fiero.
Llorabas que se hubiese dilatado
su
blásfema y pestífera dotrina
por
Alemania y su imperial estado,
y
que, cual de la máquina divina,
derribó
la tercer parte de estrellas
la
angélica soberbia serpentina,
este
Anticristo austral, las leyes bellas
de la
alemana iglesia derribase,
asolando
la mies de Dios con ellas.
Lloras el ver que tanto cáncer pase
tan
adelante y su infernal blasfemia
que lo
mejor de vuestra Europa abrase.
El
católico reino de Bohemia
la
verdadera ley de Dios destierra,
y al
apóstata falso sirve y premia.
Flandes le sigue ya, e Ingalaterra
sus
desatinos tiene por ganancia,
desamparando a Dios su gente y tierra,
Polonia, Hungría y la cristiana
Francia
frenéticas aprueban los errores
que el
vicio trajo al mundo y la ignorancia;
por
esto lloras, y es razón que llores
pérdida
tan notable.
SANTA: ¡Ay, Ángel mío!
Comprando Dios a costa de dolores
........................... [-ío]
............................. [ -anto]
............................. [ -ío]
.......................... [ -anto]
las
almas con su sangre redimidas,
¿tantas
se han de perder costando tanto?
De
tres partes del mundo están perdidas
las
dos, porque Asia y África no adoran
sino de
Agar las leyes pervertidas;
los
más la luz de la verdad ignoran,
y
perdido el camino verdadero,
al
despeñarse sin remedio lloran,
pues
si agora el apóstata Lutero
este
rincón de nuestra Europa abrasa
con la
doctrina falsa y el acero;
si a
Europa, que es columna firme y basa
de
nuestra militante Monarquía,
los límites que Dios la puso pasa,
¿quién duda que la bárbara herejía
de mar
a mar ensanchará el imperio
que
tuvo antes la ciega idolatría?
No
permita mi Dios que en cautiverio
tenga a su pueblo el condenado Egipto
ni pase
la verdad tal vituperio.
Bien
sé que este rigor es por delito
de mis culpas, que son merecedoras
de un castigo inmortal,
Ángel bendito;
pero
páguelo yo.
ÁNGEL: Por ver que lloras
con
tanto afecto, Dios, por el estado
de la
iglesia y su ley que humilde adoras,
desde aquí, Juana Santa, me ha mandado
que te
venga a enseñar el fértil fruto
que en
las Indias España al cielo ha dado.
Van subiendo
los dos hasta el un ángulo
superior, y descúbrese en un
nicho de él una estatua
de don Hernando Cortés, viejo,
armado a la antigua, con
bastón y un mundo a los pies
Si
un pequeño rincón paga tributo
en
Europa a Lutero, pervertido
por la
ambición, que le hace disoluto,
un
nuevo mundo rico y extendido
ha descubierto la romana barca
que al
yugo de la Cruz está rendido.
Mira
al pesar del bárbaro heresiarca
este
nuevo Alejandro que conquista
el orbe
indiano al español monarca.
Don Hernando Cortés, con cuya
vista
se
alegra el Mar del Norte, es éste, Juana,
digno
de que sea yo su coronista.
Por
él se extiende nuestra ley cristiana
por
infinitas leguas, y al bautismo
regiones inauditas vence y gana.
Éste
es quien pasa el fluctuoso abismo
que
márgenes de plata y oro baña,
y para
eternizar su nombre mismo
a
vuestra España da otra Nueva España,
muerte
a la idolatría, almas al cielo,
y a su
linaje una inmortal hazaña.
SANTA: Ya,
soberano Ángel me consuelo
viendo
lo que la ley de Dios se extiende
y que
le adora tan remoto suelo.
¡Oh,
ilustre capitán! Si el tiempo ofende
la
memoria de hazañas infinitas,
defienda Dios la tuya, pues defiende
su ley tu brazo y las colunas quitas
del estrecho de Cádiz, por
ponellas
en tierras y naciones inauditas.
Esculpa el mundo tu
renombre en ellas,
pues a
la iglesia das el occidente
y el
cielo pueblas otra vez de estrellas.
(Pasan los dos
por el aire al otro ángulo del
tablado y en él enséñale una
estatua de don
Alonso de Alburquerque, viejo, a
lo portugués antiguo, con
otro mundo a los pies, y bastón
ÁNGEL:
Vuelve agora los ojos al oriente
y verás
la nación del griego Luso
y las
hazañas de su ilustre gente.
Este
fiel capitán las quinas puso
desde
el Atlante monte al mar Bermejo,
a pesar
del idólatra confuso.
Mira en aquellas canas el consejo
y el
valor de la fe en aquella espada,
que en
uno y otro fue español espejo.
Por
él ha vuelto nuestra ley sagrada,
a hacer
que en Asia el bárbaro se asombre
viendo
en ella su iglesia restaurada.
SANTA:
Ángel, ¿quién es tan milagroso hombre?
ÁNGEL: Alonso
de Alburquerque, lusitano,
que de
magno ganó fama y renombre.
Éste, venciendo al moro y al pagano,
al
etíope torpe, al ciego persa,
la cruz
dilata con valor cristiano.
Si
gente, pues, tan bárbara y diversa
en América y Asia a Dios adora,
¿qué importa que la herética
perversa
contra el cielo publique guerra agora,
si por
una provincia sola gana
dos mundos cuyas almas atesora?
SANTA: ¡Oh
nobleza católica y cristiana
de
Portugal! ¡Oh célebre Castilla!
¡Viva
la ley de Cristo soberana!
Alegre estoy de ver tal maravilla.
ÁNGEL: Aunque
el rey don Manuel dichoso
tiene
la lusitana y invencible silla,
ya
el tiempo deseado a España viene
en que
se junten los castillos de oro
con las
sagradas quinas; ya conviene
que
dando al cielo un Sebastián el moro,
goce en
España el Salomón segundo
con
Portugal un orbe lleno de oro.
Bajan un poco y
en la mitad del teatro
descúbrese otra estatua de Filipo
segundo, viejo, con dos
mundos a sus pies
Ya
el césar Carlos quinto ha dado al mundo
un
Filipo primero, que el primero
de
quien nació Alejandro, aunque es segundo.
Su
ilustre imagen enseñarte quiero
del
modo que en edad grave y madura
en oro
ha de volver la edad de acero.
Aquí
la cristiandad está segura;
la
justicia en su punto y la prudencia.
SANTA: Su
gravedad deleita y compostura,
respeto pone su real presencia.
ÁNGEL: Dos
mundos a sus pies sujeta el cielo;
y cada
cual su nombre reverencia;
enjuga, pues, el llanto y desconsuelo,
pues
que tan dilatada, Juana, has visto
la ley
divina que respeta el cielo,
que
si el sajón, apóstata anticristo,
la potestad del cielo a Roma niega,
y a
quien es en su silla vice-Cristo,
y
con malicia y pertinacia ciega
las indulgencias de las cuentas
santas
contradice y blasfemias
loco alega,
por
eso Dios ha dado gracias tantas
a las
sagradas cuentas que su hijo
te dió,
con que su ceguedad quebrantas;
para
contradecirle las bendijo.
Y en fe
de que el rosario santo
aprueba
que el sacrílego fiero contradijo,
un
árbol ha nacido y planta nueva
en la
isla de Irlanda en este instante
que en
vez de fruta mil rosarios lleva.
Jamás el mundo vio su semejante;
nació y
creció en un punto, convenciendo
al
pueblo pervertido e ignorante;
de sus ramas las cuentas están
viendo,
que como de las parras
los racimos,
en fe de la fe santa están pendiendo.
Descúbrese un
árbol lleno de rosarios
arriba
Aquéste el árbol es.
SANTA: ¡Qué merecimos
en
nuestros tiempos ver, rosarios santos,
el
árbol de quien sois frutos opimos!
Celebre el cielo con alegres cantos
hazaña
tan ilustre y portentosa,
pues
tal consuelo dais a nuestros llantos.
ÁNGEL: De
esta suerte la mano poderosa
de Dios castiga, y de esta suerte
sana.
Bajan volando
al tablado
SANTA: ¿Qué
merecí, señor, ser vuestra esposa?
ÁNGEL:
Carlos quinto ha venido a verte, Juana.
SANTA:
¿Adónde, pues, se va Vuestra Hermosura?
ÁNGEL: Contigo quedo. ¡Oh vista soberana,
gran
consuelo, gran suerte, gran ventura!
Sale volando el
ÁNGEL, todo se encubre. Salen el
emperador CARLOS Quinto y acompañamiento, y don
JORGE, del
hábito de Santiago, y LILLO
SANTA: Señor,
¿otra vez honráis
ésta
vuestra humilde casa?
CARLOS: Si vos,
madre, en ella estáis,
¿quién
por vuestras puertas pasa
sin que
vos le bendigáis?
Soy
yo muy devoto vuestro,
y así lo que os quiero muestro.
SANTA: A lo
menos sois, señor,
de la
cristiandad favor,
y por
eso lo sois nuestro.
CARLOS: La
guerra, madre, publico
contra
el hereje que ampara
el duque Juan Federico
de
Sajonia y se declara
contra
el imperio. Es muy rico
y
poderoso, y también
quiere
el Lanzgrave de Hesén
defender las falsedades
de Lutero y cien ciudades
rebeldes; pero aunque estén
tan
poderosos, entiendo
de la
verdad que defiendo
que el
áspid he de pisar
y el
basilisco, y quitar
del mundo este monstruo horrendo.
Por
esto antes de partirme,
madre,
en tan ardua ocasión,
de vos
vengo a despedirme,
por que
vuestra bendición
nuestras victorias confirme.
SANTA: Id,
columna de la fe,
gloria
del nombre español,
que,
porque vitoria os dé,
haréis
que detenga el sol
su
curso cual Josué.
El rebelado alemán
y el flamenco os labrarán
estatuas de bronce y oro,
vencido en Túnez el moro
como en
Buda Solimán.
De
vuestra parte tenéis
a Dios,
pues, por varios modos,
por que más fama cobréis,
en
Yuste vencidos todos,
a vos
mismo os venceréis.
El
cielo os dé su favor,
pues que sois su defensor
y de estos reinos espejo.
CARLOS: Con grande cuidado dejo,
madre,
ya al gobernador
de
España ya encomendada
esta
casa.
SANTA:
Siempre ha sido
de su
valor amparada.
CARLOS: Yo
estoy muy agradecido
por
veros siempre ocupada
en
encomendarme a Dios,
pues,
ayudándome vos,
bien a
España regiré,
y muy
seguro podré
partirme. Adiós, madre, adiós;
y advertid también que queda
don
Jorge muy encargado
que os
acuda en cuanto pueda.
Aquesta
villa le he dado,
con otras muchas que hereda,
y con tan noble
vecino,
que enriquecerá imagino
esta
casa y posesión,
que es don Jorge de Aragón,
madre Juana, mi sobrino.
JORGE: Soy
tu hechura.
CARLOS: Hacer alarde
del valor
que vive en vos,
y vamos
de aquí, que es tarde.
Madre,
encomendadme a Dios.
SANTA: Él os
dé vitoria y guarde.
Vase la SANTA
por una puerta. Al irse por la otra
acompañando al emperador CARLOS
Quinto, don JORGE se vuelve
a él y le dice
CARLOS:
¿Dónde vais?
JORGE: A acompañar
a vuestra Majestad voy.
CARLOS: Quedaos, don Jorge, a tomar
de los lugares que os doy
la
posesión y a gozar
el
nuevo y alegre estado;
que
estáis recien desposado.
Mas
sírvaos el casamiento
de más
sosiego y asiento
que
hasta ahora habéis mostrado,
que
habéis sido muy travieso;
y pues ya tenéis edad,
si con ella viene el
seso,
pasen
con la mocedad
las
locuras.
JORGE: Tus pies beso
y serte otro te prometo.
CARLOS: Quedaos, pues, y sed discreto.
JORGE:
Prospere tu vida Dios.
CARLOS:
Enojaréme con vos,
don
Jorge, si andais inquieto.
Vanse el
emperador CARLOS Quinto y su
acompañamiento
LILLO: Dile
que dónde predica
mañana
su majestad.
JORGE: En vano
a la voluntad
desbocada el freno aplica
porque no corra veloz.
LILLO: ¿Al
gato pone maneotas?
Dile
que las tiene rotas,
y si llega dale coz.
¡Par
Dios, que es linda la flema!
A un
Fray Guarín te redujo.
JORGE: Malo
soy para cartujo
y loco
en seguir mi tema.
Verdad es que estoy casado;
pero ¿por eso he de estar
privado
de otro manjar?
LILLO: Cocido
come y asado
quien tiene caudal, señor,
y
también puede un marido,
si el
matrimonio es cocido,
dar
vueltas al asador
y
alcanzar de una perdiz
las dos pechugas.
JORGE: Bien dices.
LILLO: Son las
villanas, perdices
que no
ofenden la nariz,
porque huelen a tomillo,
y el
tercero es el trinchante
que se
las pone delante.
JORGE: Pues mi trinchante eres, Lillo,
caza y parte.
LILLO:
¡Bueno es eso!
Lo
mejor te comerás,
y dándome lo demás
dirás, "Róete ese hueso."
JORGE: Hermosas labradorcillas
hay en Cubas.
LILLO:
Encubarlas
si te
agradan, o alcanzarlas.
JORGE: Lillo, hermosuras sencillas
entre tosca frisa y paño
son las que busco y
codicio,
que
siempre del artificio
dicen
que se hizo el engaño.
Da
al diablo tanto tocado,
tanta
seda y guarnición,
gigantes que en procesión
son paja y visten brocado.
LILLO:
Nunca de esas hago cuenta,
porque
ya es cosa sabida
que
carne que está sentida
la
disfrazan con pimienta.
Enfádame la mujer
que
gasta galas sin suma,
porque
ave de mucha pluma
tiene
poco que comer.
Llega, que si te regala
el
donaire labrador,
siendo de Cubas señor
cobrar
pueden alcabala,
sin
cortesanos trabajos,
de sus ninfas tus deseos,
pues si damas son rodeos
labradoras son atajos.
JORGE: A
medida vino a hallarte
mi amor
de su gusto.
LILLO: Fui
hurón
un tiempo o neblí.
JORGE: ¿De
quién?
LILLO:
De Francisco Loarte
en
Illescas, que perdido
por
esta santa mujer
que
agora acabas de ver
pretendió ser su marido;
pero
como se acogió
a
fidelium, de su tierra
se fué
a Flandes a la guerra
y sin
amo me dejó;
mas
entrándote a servir
todo en
ti lo vine a hallar.
JORGE: ¿Qué
fiesta es ésta?
LILLO: El lugar
que te
sale a recibir.
Salen CRESPO y
MINGO, alcaldes; BERRUECO, MARI
Pascuala, MENGA, MÚSICOS
labradores
Cantan
MÚSICOS: "El
comendador,
bendiga vos Dios."
MÚSICO 1: "La
Virgen de Illescas..."
MÚSICO
2: "Señor San Antón..."
TODOS: "Pues venís a Cubas..."
MÚSICO 2: "El
Comendador..."
MÚSICO 1: "A
ser nuevo dueño..."
MÚSICO 2: "Bendiga
vos Dios."
MÚSICO 1: "La
Virgen de Illescas..."
MÚSICO 2: "Vos
dé bendición..."
MÚSICO 1: "El
cirio pascual..."
MÚSICO 2: "Señor
San Antón..."
TODOS: "El
Comendador..."
MÚSICO 1: "La
vuesa esposica..."
MÚSICO 2: "Os
para un garzón..."
MÚSICO 1: "Como
un Holofernes..."
MÚSICO 2: "Como
un Salomón..."
MÚSICO 1: "Que
vaya a la guerra..."
MÚSICO 2: "Y
de dos en dos..."
MÚSICO 1: "Prenda
los moricos..."
MÚSICO 2: "Que
en Sansueña son..."
TODOS: "El
Comendador."
BERRUECO:
Agora habéis de llegar
y helle
una remenencia.
MINGO: Dios
mantenga a su cubencia.
BERRUECO: ¿Cubencia?
MINGO:
¿No ha de mandar
a
Cubas?
BERRUECO:
Sí.
MINGO: Pues bien puede
llamarse Cubencia.
CRESPO: Sí.
MINGO: Los dos
venimos aquí
ambos a
dos, sin que quede
de
todos cuatro costados
quien
no venga con los dos,
porque,
en fin, los dos, par Dios,
somos
hogaño empalados.
Venimos a recebillo
por
nueso dueño a compás,
y
porque no es para más
guarde
os Dios. Porte un cuartillo.
JORGE:
¡Gracioso recibimiento!
MINGO: Llegad
vos.
CRESPO:
¿Llegaré?
MINGO: Sí.
CRESPO: A Mingo
Pulgar y a mí
nos
cupo el embazamiento
de
hogaño, y Martín Berrueco,
hijo de
Gil Porquerizo,
Bras
Moreno y Sancho Erizo,
Pero
Antón y Agustín Seco,
el cura y el herrador,
y el barbero Herrán Bermejo,
entramos hoy en concejo
a tomaros por señor,
y pues tomado os habemos,
en volviendo a entrar los
dos
pero,
¿qué os importa a vos
de que
entremos o no entremos?
A
ser nueso dueño entráis,
y por
ahorrar escritura,
tal os
dé Dios la ventura
como nos
la deseáis.
TODOS:
Amén.
JORGE:
Sois muy elocuente;
dado me
habéis gran contento;
bien
habláis.
CRESPO:
Yo só un jumento
no
quitando lo presente.
JORGE: ¿Es vuestra hija esta zagala?
CRESPO: (¡Qué
presto que la atisbó!) Aparte
BERRUECO: Yo só
su padre.
JORGE: ¿Vos?
BERRUECO: Yo.
JORGE: ¡Buena cara!
CRESPO: No era mala
para
vuesa señoría
si
podiera ser su igual.
JORGE:
¿Llamáisos?
MARI:
Mari Pascual.
JORGE: Mucho me agradáis, María.
MARI: Por muchos años y buenos.
JORGE: Vamos.
LILLO: ¿Agrádate?
JORGE: Sí.
LILLO: Echóla
calza.
JORGE:
Vení.
la de
los ojos morenos.
Vanse don JORGE
y MARI Pascuala
MINGO:
Golosmero me paresce
el
comendador, alcalde.
Si se
os pegare, ojealde
de la
moza.
CRESPO:
Si en sus trece
se
está, en casa hay sana amores
que del
alma los arranca,
porque entre otras habrá tranca
para
los comendadores.
Vanse
todos. Salen la VICARIA, sor EVANGELISTA
y
otra MONJA
VICARIA:
Madres, bien puede ser santa,
pero no
lo he de creer;
privarla
tengo de hacer
del
oficio.
EVANGELISTA:
¡Que sea tanta
su
pasión! ¿No considera
los
milagros que Dios hace
por
ella?
VICARIA:
Todo eso nace,
madres,
de que es hechicera
Soror Juana de la Cruz.
EVANGELISTA: No diga
tal cosa, acabe.
VICARIA: Venir
el demonio sabe
en
forma de ángel de luz,
y él es quien habla por ella
tantas lenguas; no hay que
hablar;
al provincial he de dar
cuenta
de que está por ella
destrüida nuestra casa.
EVANGELISTA:
¿Destrüida? Pues ¿tuviera
qué
comer si ella no fuera
...................
[ -asa]
su
prelada?
VICARIA:
Si el beneficio
que el
arzobispo nos dio
de
Cubas ya le impetró
otro
por Roma, ¿es buen juicio
meterse una religiosa
en
pleitos, y que defienda
a costa
de tanta hacienda
tan
impertinente cosa?
¿Qué
nos importa un curato?
EVANGELISTA: ¿Qué?
La honra y el sustento
de todo
nuestro convento.
VICARIA: ¿Y
hanos salido barato,
si
para el pleito ha vendido
hasta
los cálices?
EVANGELISTA: Sí.
VICARIA: El
provincial vendrá aquí
y sabrá
que ha destrüido
nuestra hacienda.
EVANGELISTA: Venga acá.
¿Qué
hacienda en la cruz halló
Soror
Juana cuando entró
a
gobernarla? Dirá
que
nueve reales de renta
solamente. Pues de pan,
por su
ocasión, ¿no nos dan
cada
año ciento y cincuenta
fanegas, y de dinero
casi
docientos ducados
con que
tiene remediados
nuestros trabajos? Si quiero
contarla los beneficios
que la
debe nuestra casa,
¿no
sabe que son sin tasa?
¿Qué
celdas o qué edificios
tenía, si no labrara
este
cuarto y aposentos?
¿No nos
ha dado ornamentos?
Sin
ella, ¿quién la habitara?
¿Quién nos da reputación?
Mas
hala puesto a los ojos
la
envidia vil sus antojos
y así
no ve la razón.
VICARIA:
Predíqueme por su vida
la
hipócrita, idiota, necia,
que ya
yo sé que se precia
de la
santidad fingida
de
su abadesa. Igual fuera
que
acabara de aprender
la
mentecata a leer
para
que rezar supiera
sin
venirme a predicar.
EVANGELISTA: Tiene
infinitas razones,
daréla
mil ocasiones.
Los
pies la quiero besar.
VICARIA: Todo
el convento ha caído
en la
cuenta de quién es
Juana
de la Cruz después
que con
embustes ha sido
por
santa reverenciada;
todos
saben mi caudal,
y así
harán al provincial
que me
elija por prelada,
y
entonces verán las dos
si con
hechizos y encantos
hacen
milagros los santos.
Vase
EVANGELISTA: Madre,
espere, aguarde. ¡Ay Dios!
¡Qué gran tropel de trabajos
contra
mi madre querida
se
levantan! Mas la vida
llega
por estos atajos
a la
ciudad soberana
donde
reina un Dios cordero;
mas presto ir a avisar quiero
de todo
a mi madre Juana.
Vanse. Salen la SANTA y el ÁNGEL
llorando
SANTA: ¿Vos
llorando, Ángel bendito?
¿Vos
con tanto desconsuelo?
Nunca
el llanto entró en el cielo,
porque
nunca entró el delito.
Todo es
contento infinito,
que de
la presencia viene
de
aquella fuente perenne
que
eternamente gozáis.
¿Cómo,
pues, Ángel, lloráis,
si el
cielo llantos no tiene?
No
haya más, mi San Laurel,
mi
custodio, mi ventura.
Enjugue
Vuestra Hermosura
ese
sol, pues me veo en él.
¿Qué
daño o qué mal crüel
es
bastante a que os desvele,
ángel
mío? ¿O cuándo suele
suceder
lo que hoy se ve,
que un
ángel llorando esté
y una
mujer le consuele?
Mas ¡ay de mi! Ya he caído
en la cuenta de ese
llanto;
algún
pecado, Ángel santo,
contra
Dios he cometido.
Mil
veces he merecido
por mis
culpas el infierno;
¿es acaso
el llanto tierno
porque
condenada estoy
que
bien sé cuán digna soy
del
fuego y castigo eterno?
ÁNGEL:
Segura está tu conciencia,
Juana;
nunca has cometido
culpa
mortal. Siempre has sido
monja
vieja en la inocencia.
Aunque
lloro en la apariencia no
lloro
por propiedad,
que los
que ven la deidad
infinita y soberana
jamás pueden
llorar, Juana,
ni
sentir penalidad.
Hete
parecido ansí
en
muestras y testimonio
de que
ha pedido el demonio
licencia a Dios contra ti;
si te
regaló hasta aquí,
como a
Job probarte intenta,
y el
común contrario inventa
un
tropel de tempestades,
trabajos, enfermedades,
desprecio, agravio y afrenta.
Dios
los trabajos amó
................... [ -erte]
en el
mundo, de tal suerte;
jamás,
Juana los dejó.
¿Qué
santo no los pasó?
Ninguno; que son favores
de Cristo, y en sus amores
son su escogida librea,
y quien
amarle desea
justo es traiga sus colores.
SANTA: Pues
¿por eso es la tristeza?
Trocad
vuestro llanto en risa;
lluevan
trabajos a prisa
pues
vos me dais fortaleza.
Bien
sabe vuestra belleza
lo que
ha que yo pido a Dios
que,
pues que somos los dos
esposos, nos parezcamos
en que
los dos padezcamos.
Si ya
lo alcanzo por vos,
vengan penas y castigos
que del
cielo son atajos,
pues, dicen, que en los trabajos
se echan de ver los
amigos;
que si
amó a los enemigos,
porque
en ellos halló
el bien
de las penas, yo
también
sigo sus plantas divinas,
pues
entre zarzas y espinas
Dios se
apareció a Moisén.
Aparécese
CRISTO con la cruz a cuestas,
arriba, coronado de espinas, y a
su lado una silla de brocado y
sobre ella una corona de oro
CRISTO:
Juana, varón de dolores
me
llamo yo en la Escritura;
quien
imitarme procura
busque espinas, deje flores.
El que
goza mis favores
pasar
por trabajos trata,
y
aunque el mundo más le abata,
con los
trabajos se esfuerza,
que el
cielo padece fuerza
y el violento le arrebata.
Para
llegar a esta silla
tienes
de entrar por la puerta
de esta
cruz, que no está abierta
sino
para el que se humilla.
Procura, esposa, adquirilla,
y si a
los premios te inclinas
del
cielo, adonde caminas,
lleva,
Juana, en la memoria
que
esta corona de gloria
cuesta
corona de espinas.
Encúbrese
SANTA: ¡Oh! espinas, rico caudal
de la
celestial grandeza,
Dios os
pone en su cabeza
como
provisión real.
Si
premio tan inmortal
da por
trabajos el cielo,
persígame
todo el suelo.
Ya me
apresto a la conquista,
Ángel,
que con vuestra vista
todo me
dará consuelo.
Vanse. Salen MARI Pascuala con un cántaro de
agua, como que viene de la
fuente, y don JORGE
MARI: Déjeme, que vó de prisa.
¡Qué
importuno es su mercé!
JORGE: María:
escúchame un poco.
MARI: Dado le
ave, apártese
que me
aguarda mi marido.
JORGE: Aquí os
aguarda también,
aguadora
de mis ojos,
un alma
muerta de sed.
MARI: Pues
¿qué quiere el alma agora?
JORGE: ¿Qué?
que la deis de beber.
Dadme
solamente un trago.
Mitigaráse con él
mi
fuego.
MARI: Allí está la huente;
si no,
yo le llevaré
al
pilón, donde se harte.
JORGE: Ea, no seáis crüel.
MARI: ¿Bebe el alma?
JORGE: Por los ojos
bebe el veneno que ven.
MARI: No se
llegue, que en mi alma...
JORGE: ¿Qué?
MARI:
Que le remojaré.
JORGE: Negar el agua es crueldad.
MARI: Sí;
¿agua sola quería él?
¡Quien
no se las entendiese!
JORGE: Como esas manos me den
de beber, iré contento.
MARI: Pues
¿no dice su mercé
que se
está quemando?
JORGE: Sí.
MARI: Estará
sudando, pues,
y beber
agua sudando,
matarále.
JORGE:
Comeré
el
blanco terrón de azúcar
de esas manos.
MARI: ¡Oxte! Iré
buena
yo a casa sin manos
habiéndolas menester.
JORGE: ¿Para
qué?
MARI:
¡Linda pescuda!
¡Para
fregar y barrer!
JORGE: ¿Del
agua sois avarienta?
MARI: Sí,
porque le mataré.
JORGE: Muera
Marta, y muera harta.
MARI: Que me
aguardan, déjeme.
JORGE: ¡Agua,
Dios...!
MARI:
Que ruin se moja.
JORGE:
Tomaréla.
MARI:
Pues a fe
si
llega y digo "agua va..."
JORGE: ¿Qué?
MARI:
Que le remojaré.
JORGE: Ved que
os quiero bien, María.
MARI: ¿Por
qué no me heis de querer?
¿Heos hecho yo algún mal?
JORGE: Sí.
MARI: ¿Qué mal?
JORGE: Muértome.
MARI: ¿De qué?
JORGE: De ojo.
MARI:
¡Chico es el niño!
JORGE: Es verdad. Niño Amor es.
MARI: ¿Quiere
una cuenta de azogue,
o una
higa para él?
JORGE: ¿Qué
mas cuenta que el perderla,
qué más
higa que un desdén,
qué más
ojo que el miraros,
qué más
mal que el querer bien?
MARI: ¿Qué
bien quiere?
JORGE: Estoy perdido.
MARI: ¿De qué
se perdió?
JORGE:
Jugué.
MARI: ¿Qué
juego?
JORGE:
A la gana pierde.
MARI: ¿Cómo?
JORGE:
Perdiendo gané.
MARI: ¿Qué
ganó?
JORGE:
Esta coyuntura.
MARI: ¿Y qué
perdió?
JORGE: Todo el bien.
MARI: ¿De
qué?
JORGE:
De la voluntad.
MARI: ¿Qué es
amor?
JORGE:
Un no sé qué.
MARI: ¿No
sabe qué?
JORGE:
No, María.
MARI: ¡Bueno!
JORGE:
¿Queréislo saber?
MARI: Sí.
JORGE:
Escuchad.
MARI:
No se me acerque,
porque
le remojaré.
Tómala una mano
JORGE: ¿Hay tal mano? ¿hay tal blancura
MARI: Agarrómela,
pardiéz.
JORGE:
Déjamela dar mil besos.
MARI: Bese
presto y váyase.
JORGE:
¿Quiéresme bien?
MARI:
Un poquillo.
JORGE: Paga mi
amor.
MARI:
No hay con qué.
JORGE: ¿Qué te falta?
MARI:
No ser mía.
JORGE: Pues
¿cúya?
MARI:
De un Locifer
que
hasta los pasos me cuenta.
JORGE: ¿Los
pasos cuenta?
MARI: Sí, a fe.
JORGE: Lo
contado como el lobo;
cuando
quiere una mujer,
no hay
llaves, puertas ni muros;
quiéreme tú, que yo haré
fáciles los imposibles.
MARI: Vedme
mañana otra vez,
que soy agora madrina
de un
bateo y pienso que es
tarde y
me esperan en casa.
JORGE: Pues yo
el padrino seré.
MARI: No,
señor; que es el barbero.
JORGE: Por
verte a ti le iré a ver.
MARI: Aquí en
la Cruz se bautiza,
y es
hijo del sacristén.
JORGE: ¿Al fin
me quieres?
MARI: El diabro
en esos
ojos tenéis
que me
reconcome el alma
desde
el punto que os miré.
Sale LILLO
LILLO:
Señores: el espantajo
ha
venido.
MARI:
¡Ay Dios! ¿Qué haré?
JORGE: Adiós.
MARI:
Adiós.
JORGE:
Mucha os quiero,
María.
MARI: Yo a vos también.
Vanse don JORGE y LILLO. Sale
CRESPO
CRESPO:
(¿"Yo á vos también," al partirse Aparte
don
Jorge de mi mujer?
No anda
bueno el reportorio;
pero yo
le enmendaré.)
MARI: ¡Crespo
mío!
CRESPO: ¿Qué os quería
don Jorge?
MARI:
Aquí le encontré
y
mandóme que os pidiese
que hoy
el galgo le prestéis.
CRESPO: Pedidle
a Crespo, que os ama,
el
galgo, y yo a vos también.
No
viene bien la respuesta,
ni la
excusa vino bien.
Ea, ea,
a casa, María,
que
cuando el bateo esté
acabado, dos liciones
os daré de responder.
MARI: Pues
¿qué tenemos?
CRESPO: No, nada;
ratoneras sé yo her
donde los golosos cojo.
(Jorgito, yo os cazaré.) Aparte
No es esta agua toda limpia;
vaciadla y venid. ¿Qué hacéis?
MARI: (Si el
miedo llevan que yo Aparte
todas las que quieren bien,
¡huego de Dios en el bien
querer! Amén, amén.)
Vanse. Salen el ÁNGEL y la SANTA
ÁNGEL:
Juana, Dios manda que tu misma historia
y los
milagros que contigo ha hecho
escribas, porque todo sea en gloria
de su
eterno poder y en tu provecho.
SANTA: ¡Ay,
Ángel santo! Y si la vanagloria
que
tantas buenas obras ha deshecho,
asalta
el alma y mi humildad derriba,
¿qué
servirá que yo mi historia escriba?
ÁNGEL:
Dios, que lo manda, te dará su ayuda.
SANTA: Ángel,
¿yo he de escribir en mi alabanza?
¿No
sabéis vos que la virtud es muda?
¿No
sabéis vos que la ambición se alcanza
con la
propia jactancia y que se muda
la
humildad en soberbia?
ÁNGEL: No hay
mudanza
que a las virtudes haga resistencia
si en la humildad fabrica
la obediencia,
cuanto y más que escribiendo maravillas
de Dios, tu Esposo, su poder levantas
y a ti
te abate más con escribillas,
por ser
indigna de mercedes tantas.
SANTA: Nunca
yo he merecido recibillas;
pero,
Ángel santo, tú que siempre cantas
en la
presencia de mi Esposo eterno,
de el
"Sancto, Sancto, Sancto," el himno tierno,
suplícote me alcances de él licencia
para
que no sea yo mi coronista
ni
quiebre la virtud de la obediencia,
que la
alabanza a la virtud conquista.
ÁNGEL: Eso y
más te concede su clemencia;
mas
manda que María EVANGELista,
cuya
lengua su eterno poder toca,
tu vida
escriba de tu misma boca.
SANTA: Si
no sabe leer ni escribir sabe,
¿cómo
ha de sér?
ÁNGEL: La omnipotencia suma
no hay
cosa que no pueda y que no acabe;
ella es
quien rige ya su mano y pluma.
SANTA: Su
nombre santo el cielo y tierra alabe;
pues Él
lo manda, no es razón presuma
resistir su divino mandamiento.
Su
esclava soy, su voluntad consiento.
ÁNGEL: Ya
se te acerca, Juana, el fiero trance
de los
trabajos con que Dios permite
que tu
paciencia tu corona alcance.
SANTA: Regalos
son que mi obediencia admite;
mucho
espero medrar en este lance.
ÁNGEL: Toda la
casa pide que te quite
el
oficio que tienes de abadesa.
SANTA: Con
gran razón mi indignidad confiesa.
ÁNGEL: Gran
torbellino contra ti levanta
el
demonio; de afrentas perseguida
de
todos has de ser.
SANTA: Nada me espanta,
si Dios
me da favor.
ÁNGEL: A que le pida
a Dios,
la reina de la corte santa
me
parto al cielo. Adiós, Juana querida.
Vase
SANTA: Al arma
toca el mundo. cuerpo bajo,
vamos a
ejercitarnos al trabajo.
Antes que entremos, Juana, en la batalla
hagamos
militares ejercicios.
¿No
tengo yo una cota hecha de malla?
A
vestírmela voy contra los vicios.
Corona
tiene Dios; para alcanzalla
no son
malas escalas los cilicios;
por
espinas da Dios sillas divinas.
Al
arma, Juana, pues; buscad espinas.
Vase. Sale sor María EVANGELISTA
EVANGELISTA:
Madre Abadesa, amada madre Juana,
¡gran
milagro! Que sé leer y escribo.
De la
mano de Cristo soberana
por su
ocasión esta merced recibo.
¡Oh qué
letora soy! ¡Oh qué escribana!
No
tendrá la vicaria más motivo
de
afrentarme de torpe y de ignorante.
Leer y
escribir supe en un instante.
¿Dónde está, madre nuestra?
Aparécese la
SANTA en una cruz, coronada de
espinas, con una soga al cuello y
una túnica de zayo, y
bájase de ella cuando la llama
sor
EVANGELISTA
SANTA: ¿Quién
me llama?
EVANGELISTA: ¡Ay,
cielos, qué crueldad! Madre amorosa,
¿qué
hace de esa suerte?
SANTA: En esta cama,
aunque
áspera a la vista, amor reposa.
EVANGELISTA: Espinas
flores son para quien ama,
y en ellas estáis bien, porque sois
rosa.
SANTA: En las sillas celestes y divinas
dan coronas de gloria por
espinas.
De
aqueste modo voy apercibida
a
pelear, que estoy desafïada
de mil
persecuciones.
EVANGELISTA: Perseguida
crece
más la virtud y es celebrada.
Dios me
manda escribir su santa vida.
SANTA: Ya sé
que su divino amor se agrada
de que
el mundo su eterno nombre alabe.
De ese
modo ya sé que escribir sabe.
Sabrán todos que soy gran pecadora,
pues
con tantas mercedes no soy santa.
Para mi
confusión es.
EVANGELISTA: ¿Por qué llora?
SANTA: Por ver
tanto favor, clemencia tanta
en tantas culpas. ¡Ay de mí! En
la hora
de dar
la cuenta al Juez, ¿quién no se espanta?
¿Quién no tiembla?
EVANGELISTA: La gente del aldea,
madre, su santa bendición desea.
Vienen a bautizar una criatura
y de su
mano esperan justamente
la
bendición del niño y la ventura.
Vamos,
por que no espere tanta gente.
SANTA: Yo lo
consultaré con Su Hermosura;
que no
es razón sin San Laurel, que intente
cosa
ninguna.
EVANGELISTA:
¡Oh, sagra toledana!
sagrada
estás, pues te consagra Juana.
Vanse. Salen los LABRADORES todos con música
y bateo. Cantan
TODOS: "Trébole
danle al niño,
trébole. ¡Ay Jesús, qué olor!"
LABRADOR 1: "Trébole
y poleo."
TODOS: "Trébole."
LABRADOR 1: "Alegre
él bateo."
TODOS: "Trébole."
LABRADOR
1: "Rosas y junquillos."
TODOS: "Trébole."
LABRADOR 1: "Para
los padrinos."
TODOS: "Trébole."
LABRADOR 1: "Espadaña
y juncia..."
TODOS:
"Trébole."
LABRADOR 1: "Para
el señor cura."
TODOS: "Trébole."
LABRADOR 1: "Lirios
de los valles..."
TODOS: "Trébole."
LABRADOR 1: "Para
el padre y madre."
TODOS: "Trébole."
LABRADOR1: "Y
para el alcalde la hierba del sol."
TODOS: "Trébole,
denle trébole al niño,
trébole. ¡Ay Jesús, qué olor!"
CRESPO: Entre en la igreja el bateo,
y mientras que le bautizan
bailen los que solenizan
la fiesta.
MINGO: Ya lo deseo.
BERRUECO: Par Dios que ha parido Gila
un hijo como un becerro.
CRESPO: ¡Qué tieso, oh hi de puta, perro!
¿Mas que se mea en la pila?
Salen don JORGE y LILLO
JORGE: ¡Oh buena gente!
BERRUECO: ¡Oh señor!
Don JORGE habla aparte a LILLO
JORGE: Haz lo
que tengo ordenado.
LILLO: Voy,
pues.
Vase LILLO
JORGE: Sin ser convidado
me
vengo.
CRESPO:
Es mucho favor.
MINGO: En
este poyo se siente
su
señoría.
JORGE:
Sí, haré.
Siéntase
¡Hermosa madrina, a fe!
CRESPO: (Yo os
la quitaré de enfrente Aparte
y os
haré trampa en que caya
vueso
amor.) Dejaldo estar.
¿No se
comienza a bailar?
MINGO: Ea,
salgan.
MENGO:
Vaya.
TODOS: Vaya.
Cantan y bailan
"Envidiosa
Gila en Cubas
del
hijo que sin sazón
parió Marina en Orgaz,
un
muchacho rempujó.
¡Oh,
qué lindo y grande que es!
Bendígale la Ascensión!
Su
padre le vea barbero,
sacristán o tundidor.
Ya
le van a bautizar,
ya
le llaman Perantón,
ya
le vuelven a su casa,
ya
sacan la colación.
Si merendares, comadres,
si
merendares, llamadme.
Si merendáredes nuégados
y
garbanzos tostados,
pues
somos convidados,
al
repartirlo avisadme.
Si merendáredes, comadres,
si
merendares, llamadme.
Ya el muchacho se gorjea;
ya
sabe decir "ajó";
ya
le han sacado los brazos,
ya
le han puesto un correón,
ya
le hacen hacer pinitos
y le
dicen a una voz,
`Anda, niño, anda,
que
Dios te lo manda
y
Santa María
que
andes en un día.'
Señor
San Andrés
que
andes en un mes;
señor San Bernardo
que
andes en un año
sin
hacerte daño
en
esta demanda.
Anda, niño, anda,
que
Dios te lo manda
y
Santa María
que
andes en un día.
Ya ha crecido y va a la escuela,
ya
en el Cristo da lición,
ya
sabe jugar al toro,
ya
corren de dos en dos,
a `la trapa, la trapa, la trapa,
en
mi caballito de caña.'
Ya quieren que vaya al campo
y
aprenda a ser labrador;
ya
le visten de sayal
el
capote y el calzón.
Caperuza cuarteada
su
señor padre le dió,
y
probándosela todos
ansí
le dicen a un son,
`Que la caperuzita
de
padre póntela tú,
que
á mí no me cabe.'"
Salen LILLO y
otros, y llévanse a MARI
Pascuala
JORGE:
Llega, Lillo, que ahora es tiempo.
MARI: ¿Qué es
esto? ¡Ay cielos, traición!
LILLO: Ninguno
el paso me impida.
CRESPO: ¡Oh
infame! ¿Cómo que no,
si es
mi esposa la que llevas?
JORGE: ¿Por
qué no?
CRESPO:
¡Muera el traidor!
JORGE: Ninguno
pase de aquí,
si no
pasaréle yo.
CRESPO: ¡Par
Dios, que es linda la flema!
Que es Mari Pascual, señor.
JORGE: Segura
va, sosegaos.
CRESPO: ¿Con
quién?
JORGE:
Con vuestro señor.
CRESPO: ¿Con
vos?
JORGE:
Conmigo.
CRESPO: ¿A qué va?
JORGE: Eso adivinadlo vos.
CRESPO: ¿Y mi
honra?
JORGE:
¿Qué más honra
que
amarla el comendador?
CRESPO: ¿Ésa es justicia?
JORGE: Villanos:
no me enojéis, que yo soy
señor de Cubas, y ansí
todo es mío.
Vanse MARI Pascuala, don JORGE, LILLO y CRIADOS
CRESPO:
¿Ésa es razón?
¿Esto
consentís, cobardes?
¡Matalde!
MINGO:
Mátele Dios
que le
hizo.
CRESPO:
¿Tal injuria
consentís? ¿Tan gran traición?
MINGO: A quien
le duele la muela
que se
la saque. Andad vos,
si os
atrevéis sin tenazas,
y sacadle ese raigón.
BERRUECO: ¡Ah,
cielos!
MINGO:
Que no la quiere
sino
por un día o dos,
y luego
os la volverá.
CRESPO: A estar
el emperador
en
España...
MINGO: ¡Buena flema!
Guarde
el cielo mi rincón.
BERRUECO: ¿Estas mañas tenéis, Jorge?
Yo me vengaré de vos.
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