Sale la SANTA,
presa, a una reja
SANTA:
Presa estoy por mi abadesa,
y en
esta celda reclusa,
que, a
quien tan mal del bien usa,
justo
es que la tengan presa.
Castigado el loco asesa;
el
contento me provoca
de esta
pena que, aunque es poca,
los que
me reverenciaban
y
"la santa" me llamaban
ya me
llamarán la loca.
¡Qué
buen nombre me darán
y qué
contenta estuviera
si
llamarme loca oyera
a los
que en mí hablando están!
Leve
castigo me dan
para
hallarme tan culpada;
pero
tengo una prelada
tan
apacible conmigo
que
juzgará a gran castigo
el
tenerme aquí encerrada.
Suele el preso entretener
la pena
y melancolía
que el
temor y el ocio cría,
ya en jugar y ya en leer;
lo segundo quiero hacer
sin dar
lugar a querellas.
Libros
sois, máquinas bellas,
de
milagrosa dotrina,
con
signos de estampa fina,
cuyas letras son estrellas.
Once cuadernos encierran
vuestras hojas soberanas,
en cuyas escritas planas
tantos filósofos yerran.
Los
polos fijos que cierran
este
libro y su tesoro,
son las manecillas de oro,
y el sol y la luna son
la
hermosa iluminación
que
hizo el libro que adoro.
En
esta hermosa cartilla
que,
cual pergamino extiende
el
Maestro eterno, aprende
toda
criatura sencilla.
El
sabio se maravilla
como el
ignorante en vella,
y sin
poder comprehendella
sino su
Autor soberano,
desde el hombre hasta el gusano
están
deletreado en ella.
Aves, que con varias plumas,
dándoos
el viento papel
estáis
escribiendo en él
de Dios las grandezas sumas.
Peces, que cortando
espumas
formáis
círculos mejores;
hierbas, que en tantos colores
cartas
al cielo escribís;
fuentes claras que imprimís
vuestros lazos en sus flores,
pues andamos a esta
escuela
y de
este libro la fe
nos
enseña el abecé
que el
más letrado desvela,
daros
lición me consuela.
Aquí os
podéis allegar,
pues
que nos sobra lugar,
y ya la
abadesa mía
a las
gentes, cual solía,
no me
deja predicar.
Descúbrese un
campo con aves y un río
con peces, oyendo predicar a la
SANTA
Mi
seráfico llagado
predicaba muchas veces
a las aves y a los peces
cuando no estaba en
poblado.
Pues solos nos han dejado,
ea, hermanos pajaricos,
de plumas y voces ricos,
llegaos de dos en dos.
Animalejos de Dios,
plateados pececicos,
venid todos y escuchad
con atención y respeto.
Ninguno
me esté inquieto,
que le azotaré en verdad.
La
Divina Majestad
repartiendo su tesoro
en este
esférico coro
su
providencia dilata
crïando
peces de plata
y aves
de esmeralda y oro.
Junto al líquido marfil
pasa la
fresca ribera,
con
cortes que primavera
trujo
al apacible abril.
Luego
dio al mayo sutil
tornasolados plumajes
de ramas y flores, trajes
con que sus pajes
compuso,
que,
pues casa al hombre puso,
bien es
que la vista pajes.
Después el pródigo agosto
cubrió de manojos rubios
las eras desde los ubios
del carro largo y
angosto;
y
luego, en sabroso mosto,
pasado
el estío enjuto,
dio
generoso tributo
septiembre a los labradores,
porque después de las flores
quiere Dios que demos
fruto.
Reinó luego el cierzo frío,
de
enero la barba cana
dando
de nieve la lana
al
monte, el cristal al río;
el escarchado rocío
sobre
el campo siembra y vierte;
que
como año, si se advierte,
llega
la edad más cumplida
desde
el abril de la vida
al
invierno de la muerte.
En
otros tiempos diversos
Dios,
con manos liberales,
sustenta a los animales,
peces y
aves universos,
para
que, en compuestos versos,
alaben
perpetuamente
entre sus guijas la fuente,
y con agudos y graves
entre los ojos las aves
y entre los pueblos la
gente.
Cada
cual al cielo avisa,
que
esta obligación forzosa
cumple el campo con su rosa
y el
arroyo con su risa.
Sólo es
del hombre divisa
la
ingratitud, que procura,
como no
ve la hermosura
de su
eterno bienhechor,
por olvidar el Criador
perderse por la criatura.
Pero, aunque pueda aprender
de
vuestra obediencia el hombre,
hermanicos, no os asombre
que
tenga que reprehender.
La
hormiga no ha de querer
que el
avaro, siempre pobre,
alas
con su ejemplo cobre
para
que adquiera y no gaste,
bueno
es llevar lo que baste,
malo es
llevar lo que sobre.
¿Por
qué vos, hermana hormiga,
lisonjera del montón,
a la
gula dais ficción
porque
su apetito siga?
Siempre
del comer amiga,
pues,
en trabajos y fiestas
por los llanos y las cuestas,
como el avariento humano,
sois
ganapán del verano
llevando tercios a cuestas.
No
es esto bien hecho, hermana,
ya es
supérfluo ese cuidado;
quien
hoy os ha sustentado
os
sustentará mañana.
Y el
avecilla liviana
que con
las alas y pies
acude
al sembrado, que es
la vida
y sustento humano,
que
para comer un grano
deja
descubiertos tres.
¿Qué merece? ¿Esto es bien hecho?
¿No es como el pródigo
loco
que,
habiendo menester poco
para
quedar satisfecho,
desperdicia sin provecho
la
hacienda suya y la ajena?
Coma el
ave, enhorabuena,
si le
basta un grano o dos,
que
para todos da Dios;
mas el
perderlo condena.
Y la
hermana golondrina
que en
los santos edificios
quiere
estorbar los oficios
de la
Majestad divina
cantando, ¿es buena vecina?
Por muy
mala la contemplo,
pues
con sus voces da ejemplo
a los
que en conversación
la
casa, que es de oración,
hacen
sarao y no templo.
Cuando el sacerdote canta,
callad,
hermana picuda,
que a
veces la lengua muda
merece
nombre de santa.
El
perro leal me espanta
de ver
que tanto amor cobre
al
rico, que ladre al pobre.
Ésa es
poca caridad,
que el
pobre en la calidad
es oro,
y el rico es cobre.
También en reñir me fundo
los peces, que, cual los ricos,
los grandes tragan los chicos,
pegando esta peste al
mundo.
Aunque
el siglo es mar profundo,
no es bien despreciar los buenos,
que, si agora valen
menos,
son norias los señoríos
donde bajan los vacíos
y vuelven a subir llenos.
Ea, acábese el sermón,
con que
cuantos aquí estamos
ensalcemos y sirvamos
al
Divino Salomón;
él os
dé su bendición.
¡Hermanos animalejos,
de los hombres sois espejos!
Adiós; tomen este pan
y mañana volverán;
daréles nuevos consejos.
Encúbrese el
campo
De
completas es ya hora;
quiero,
mi Jesús, rezarlas.
¡Ay,
quién oyera cantarlas
vuestra
capilla sonora!
Aunque
soy mala cantora,
yo sé,
Amor, que no os pesara
si
algún motete entonara,
haciendo a mis dichas fiesta.
Pero
¿qué música es ésta?
Aparécese con
música San ANTONIO de
Padua con el niño JESÚS y el
ÁNGEL con una
corona de flores
SANTA: ¡Oh luz apacible y clara!
JESUS:
¡Esposa mía!
ANTONIO: ¡Mi hermana!
SANTA: ¡Mi
Jesús, mi San Antonio!
El Niño
dé testimonio
de lo
que vuestro amor gana.
ANTONIO:
¿Quieres tenerle tú, Juana?
SANTA: No soy
digna como vos
de ese
bien; gozaos los dos,
que,
como en dichosos lazos
siempre
le traéis en los brazos,
parecéis madre de Dios.
JESUS: De
esposo te vengo a dar
esta
sortija.
Dale una
sortija
SANTA: ¡Qué bella!
Vos
seréis diamante en ella,
que
sois la piedra angular.
Bien
hacéis en visitar
los
presos, dueño querido.
JESUS: Juana,
quien te ha perseguido
está a
la muerte.
SANTA: ¡Ay, mi bien!
¿Quién
me ha perseguido?
JESUS: ¿Quién?
Tu
vicaria.
SANTA:
Aquesa ha sido
mi
madre y es mi abadesa.
JESUS: Siempre
te ha querido mal,
y con
castigo inmortal
lo ha
de pagar.
SANTA:
No es paga esa
digna
del bien que confiesa
mi alma
haber recebido
por su
causa, que si he sido,
mi
Dios, presa y castigada,
soy
mala, y es mi prelada,
bien lo
tengo merecido.
Habéisla de dar perdón
por mi
ruego, Esposo santo,
Dadla
doloroso llanto
y muera
con contrición;
ablandadla el corazón,
o no os
soltaré tan presto.
Mi
Jesús, yo quiero esto.
¿Habéislo de hacer por mí?
Decid
sí.
JESÚS: Digo que sí.
SANTA: ¡Echó
mi ventura el resto!
JESÚS: ¿Qué
me pedirás, esposa,
que no
haga?
SANTA:
¡Ay, dueño amado!
JESÚS: Estoy
muy enamorado
de ti.
SANTA: Y
yo muy venturosa.
Pónela el ÁNGEL
la
corona
JESÚS: Con
esta corona hermosa
que
Laurel, tu ángel, te pone,
tu
constancia te corone.
SANTA:
¿Dejáisme?
JESÚS:
Quédate a Dios.
Encúbrese
SANTA: Eso es
quedarme con Vos.
Mi
dicha el mundo pregone.
Sale sor María
EVANGELISTA y MARI: Pascuala de
monja
EVANGELISTA:
Madre: la madre abadesa
se nos
muere.
SANTA:
Ya lo sé.
EVANGELISTA: No
quiere que esté más presa,
sino
que perdón la dé
de las
culpas que confiesa.
MARI:
Muestras de extraño dolor
tiene.
SANTA:
Gracias al Señor,
que su
pecho ha vuelto tierno.
EVANGELISTA: Teme
que ha de ir al infierno.
SANTA: De eso
no tenga temor,
que
ni se ha de condenar
ni ha
de ir al purgatorio.
EVANGELISTA: ¡Qué favor tan singular!
SANTA: Al
eterno desposorio
mi
Jesús la ha de llevar.
A
vos, ¿cómo os va, María?
MARI: Como en
vuestra compañía,
madre
santa, que es del cielo.
Mas de Don Jorge recelo;
porque de nuevo porfía
a perseguirme después
que
sabe que monja soy;
temo mi
flaqueza, que es,
al fin,
de mujer.
SANTA: Yo os doy
palabra
que el interés
de
su torpe amor, María,
ha de
volverse este día
en
devota pena y llanto.
Don
Jorge ha de ser un santo.
MARI: Pedidlo
a Dios, madre mía.
SANTA:
Confiésoos este favor
de mi
amoroso Señor,
que es muy largo y liberal;
yo he de dar bien por mal
si fue mi perseguidor.
Sale una MONJA
MONJA:
Madre, la abadesa os llama;
porque
dice que sin vos
todo es
pena.
SANTA:
Mucho me ama;
vamos,
que a gozar de Dios
volará
desde la cama.
Vanse las
tres. Queda MARI Pascuala y sale otra
MONJA con un cestillo de fruta
MONJA: Su
padre, hermana, le envía
esta
fruta; la andadera
se la
trajo a la tornera.
MARI: Yo la
estimo, madre mía.
¿Quiere de ella?
MONJA: Haráme daño
y soy
mala comedora.
Adiós.
Vase
MARI:
¿Fruta mi padre ahora?
Regalo
es si no es engaño.
El
cestillo quiero ver.
Manzanas son y un billete.
Todo
engaños me promete;
aquí he
aprendido a leer
un
poco. ¿Cúyo será,
que mi
padre nunca escribe?
¿Si es
de don Jorge en quien vive
el
fuego que apagué ya?
¡Oh,
qué mala fruta nueva
será y
qué triste presente,
si es
don Jorge la serpiente
que
engaña con fruta a Eva!
¿Otra vez el corazón
rendís,
mudanzas livianas?
¡Ay,
hechizadas manzanas,
y ay,
hechicera afición!
Imposible es no mirarle,
pues ha
de ser, sin creerle,
abrirle
para leerle,
leerle
para rasgarle.
¡Las mentiras que habrá en él!
Una manzana ligera
engañó a Eva. ¿Qué hiciera
con
manzanas y papel?
Lee la carta
"Para
castigo de mi ingratitud
basta ausencia de un mes; y para
premio de mi amor que, como fénix,
renace de las cenizas del pasado,
determínate esta noche a aguardarme,
a las doce, junto alas paredes más
bajas de la huerta de esa
casa, que,
pues
no eres profesa en ella y yo sí
en
quererte, a esa hora las asaltaré,
para
que con secreto, si tú quisieres,
satisfaga quejas pasadas, o con el
alboroto, si te resistes, dé que decir
a
todos. No aguardo respuesta, porque,
de una manera o de otra, tú sola lo
has
de ser, a quien el cielo guarde.
Don Jorge."
Resuelto el mudable está.
Cielos, ¿qué responderé?
¿Persuadiréme y creeré
que don Jorge pagará
segundas prendas de amor
con promesas lisonjeras,
si despreció las
primeras,
de más
estima y valor?
No;
mejor es excusar
el
rigor de la justicia
de
Dios. Mas ¿no soy novicia?
Segura
puedo dejar
el
hábito; ¡qué crüel
pensamiento! ¿Pagará
mi amor
quien en arras da
de mi
honor un vil cordel?
¿Dirélo a mi madre Juana?
No, que
viéndome dudosa
podrá
ser que rigurosa
me
castigue por liviana.
Ya
es de noche; ¿qué he de hacer?
Amparadme, Juana, vos,
pues,
os suele decir Dios
lo que
ha de suceder.
Vase. Sale solo LILLO, de noche
LILLO: ¡Par Dios, que me trae don Jorge
en buenos pasos! Mas son,
los pasos de la pasión.
El diablo temo que forje
alguna trampa en que demos.
Su
mudable natural,
gozada
Mari Pasqual
y empalagado, hizo extremos.
Dejóla, metióse monja,
y agora la privación
como si
fuera eslabón
y el
alma yesca de esponja,
tal
fuego ha venido a dar
que,
loco, hace juramento
que ha
de entrar en el convento
y otra vez la ha de gozar.
Y a
mi que toda la tarde
jugando
he estado y bebiendo,
y
quisiera estar durmiendo,
me
manda que aquí le aguarde.
He
cargado delantero,
que soy devoto de Baco,
y por
mi devoción saco
soplando el ánima a un cuero.
Dos
mil candiles y luces
me
representan en vano,
y como
soy buen cristiano
con los pies hago mil cruces.
Pienso que doy al través
tropezando, y por más mengua
pronunciando erres la lengua,
escriben equis los pies.
Sentado podré aguardalle.
¿Bostecitos? Brindis son,
al
sueño; haré la razón
aunque
me duerma en la calle;
que
quien de Baco es amigo
y a tragos sus pechos mama,
jamás dormirá sin cama,
que
siempre la trae consigo.
Sale don JORGE
como de noche. LILLO se duerme
JORGE: Lo
que desprecié deseo,
que es
niño Amor, y apetece
hoy lo
que ayer aborrece.
Ya
tendrá Pascuala, creo,
el
papel que la escribí;
su amor
puede asegurarme
que
debe ya de esperarme.
A Lillo
mandé que aquí
me
aguardase. ¡Buena guarda
tendrá
en él mi pretensión!
Pero si
mujeres son
tímidas, ¿qué me acobarda?
No
esta la pared muy alta
para las alas de Amor;
pero no, que si es
traidor
quien
del rey la casa asalta,
¿qué
será quien la de Dios
quiere escalar? Mas dejemos,
alma, temores y extremos,
porque no digan de vos
que
amáis poco. Alto, cuidados,
subid,
que no hay que esperar.
Entre sueños
LILLO: Digo
que tengo de echar,
pues
que soy mano, los dados.
Juega y calla.
JORGE: Si está dentro
quien
adoro, ¿en qué repara
mi recelo? Subo.
LILLO: Pára.
JORGE: ¡Que
pare! Pues ¿qué hay?
LILLO: Encuentro.
JORGE:
¿Encuentro? Luego ¿otro amante
la goza
dentro? ¡Ay de mi!
Mataréle si es así.
Pasemos, alma, adelante
que
éstos son todos encantos;
¿qué me
puede resultar
de
entrar y sacarla?
LILLO: Azar.
JORGE: ¿Qué
será esto, cielos santos?
¿Quién mi daño pronostica?
¿Azar
me ha de suceder?
Hechizos deben de ser
que
aquella Juana fabrica
por
que mi amor vuelva atrás;
pues en
vano será.
LILLO: Espera.
JORGE: ¿Qué
quieres, voz?
LILLO: Salte afuera.
JORGE: No
quiero.
LILLO:
Pues perderás.
JORGE: ¿Qué
hay que temer?
LILLO: Mala suerte.
JORGE:
Hechizos son, pero en vano;
subo.
LILLO:
Espera, echa otra mano.
JORGE: Que
eche a otra mano me advierte;
luego ¿no voy bien por ésta?
LILLO: No, vuelve
otra vez a echar
el
dado.
JORGE:
Que vuelva a amar
otra
mujer me amonesta.
No
sé, por el cielo eterno,
lo que
haga.
LILLO:
Ya has perdido.
JORGE: ¿Qué?
LILLO:
El alma paso.
JORGE: Sentido,
¿adónde
vais?
LILLO:
Al infierno.
Paso.
JORGE:
Déjame gozar
a
Pascuala, y venga luego
los que
en el eterno fuego
se
abrasan.
LILLO:
Siete y llevar.
JORGE:
Lillo es, por Dios, que, dormido,
mi amor
ha puesto en cuidado,
pues
todo lo que ha soñado
de mi
mal presagio ha sido.
Aumentado ha mi temor
por lo
que durmiendo acierta.
¡Borracho, loco, despierta!
Dale de coces
LILLO: Barato
fuera, señor.
Levántase
Como has venido tan tarde,
que par
Dios, que me dormí.
JORGE: ¡Buena
ayuda tengo en ti!
Vuélvete a casa, cobarde,
y
haz que venga alguna gente
por si
fuere menester.
LILLO: ¿Quieres
subir?
JORGE: ¿Qué he de hacer?
LILLO: Ya yo
sé que eres valiente;
mas
[ya] no es nada una escala
a estos tiempos.
JORGE: Vuelve aquí
con la escala.
LILLO:
Harélo así.
Vase
JORGE: Las
monjas que con Pascuala
están no pondrán en duda
mis
violentos pareceres,
que
huirán como mujeres
viendo
una espada desnuda.
Mal
hago; pero al fin sigo
mi
inclinación; de ella espero
mi
contento; subir quiero.
Amor,
venid en mi ayuda.
Al querer
subir, se aparece la SANTA arriba de rodi-
llas, y a su voz se retira y
estremécese, temeroso de lo que
dice
SANTA: Don
Jorge, ¿dónde vas? ¿qué es lo que intenta
tu
juventud liviana?
Ten
cuenta que mañana has de dar cuenta
a Dios,
severo juez, y que mañana
te
espera, cuando todos te hacen cargo,
larga
cuenta que dar de tiempo largo.
Desaparece.
Sale don JORGE, solo
JORGE: ¿Larga
cuenta que dar de tiempo largo?
¿Y
hasta mañana vivo?
¿Tan
corto el plazo, tan probado el cargo?
¿Tan
poco el gasto de tan gran recibo,
y que
me aguarde, cuando más vicioso,
término
breve, tránsito forzoso?
Alma,
¿sois de diamante?, ¿sois de piedra?
Si es
la muerte el gusano
de
Jonás, que la vida como hiedra
derribas, ¿qué esperáis, intento vano,
si
mañana he de ver a lo más largo
terrible tribunal, juicio amargo?
Perdiendo la ocasión, perdí la vida
en la
torpeza y vicio.
¿Qué
espera, pues, un alma tan perdida?
Sin
juicio viví, pues el juicio
no
temí, que es por ser tan riguroso
aun a los mismos santos espantoso.
Todos
son contra mí, todo me culpa;
no
tengo cosa buena
que
poder alegar en mi disculpa,
ni vale
aquí el favor contra la pena,
porque
es en tribunal tan espantoso
recto
el Juez, y entonces riguroso.
Pues,
alma, demos vuelta; si hasta agora
de
vicios sois trasumpto,
que
Dios perdona al pecador que llora;
no
perdáis punto, porque en solo un punto
ganaréis si lloráis contrito y tierno,
punto
en que va a gozar de Dios eterno.
Por un
"pequé" perdona de improviso
Dios al
salmista hebreo;
a Dimas
da un momento el Paraíso;
por
cambio, el cielo, en cambio da a Mateo.
Alma,
en tu mano está, o el premio eterno,
o el
penar para siempre en el infierno.
Sale LILLO
LILLO: Señor,
¿subiste ya? ¿Salió Pascuala?
Seis
criados de casa prevenidos
traigo,
que es cada uno un Rodamonte.
JORGE: ¡Ay,
Lillo! Pues ¿podrán esos seis
hombres
defenderme del trance riguroso
de un
Dios que es Juez severo y poderoso?
LILLO: ¿Cómo
es esto? ¿Ya hablas capuchino?
¿Qué
has visto?
JORGE: La sentencia de ¡ni
muerte;
mi mala
vida, el libro de las cuentas
que ha
de ajustar mañana Dios conmigo.
¡Ay del
que espere dar cuenta tan mala!
LILLO: Que, en
fin, ¿Ya no te acuerdas de Pascuala?
JORGE: Mortal
estoy, yo siento que me muero.
Juana,
si quien os ha cual yo ofendido
merece que por vos perdón
alcance,
imitad
vuestro eterno y santo Esposo,
que por
sus enemigos a su padre
rogó en
la cruz; pedilde que no muera
sin el
dolor perfecto de mis culpas;
no
permitáis que para siempre pene,
no
permitáis que mi alma se condene.
LILLO: Salud
tienes agora, mozo eres.
¿Quién
te metió en los cascos que te mueres?
JORGE: Mañana
pagaré el común tributo.
LILLO: Aún no
tan malo si me cabe un luto.
Di, ¿qué tienes, señor?
JORGE: Culpas sin
suma;
la justicia de Dios es
libro y pluma.
LILLO: ¿Tú eres don Jorge?
JORGE: Soy mortal que basta.
LILLO: ¿Qué
temes?
JORGE:
Del alcance el mal descargo,
larga
cuenta que dar de tiempo largo.
Vanse. Salen la SANTA y las MONJAS
EVANGELISTA:
Madre: ¿que os vemos ya libre?
¿Que se
alegra vuestra casa
otra
vez con vuestra vista?
MONJA 1: ¡Que
por vuestra oración santa
murió
la que os perseguía
como un
ángel!
MONJA 2:
¿Quién no alaba
vuestra
virtud, madre nuestra?
SANTA: Hijas,
demos muchas gracias
a mi
soberano Esposo,
pues
goza nuestra prelada
de su
presencia divina
en su celestial alcázar,
y dadme los brazos todas.
MONJA 3:
Corridas y avergonzadas,
las que
antes la persiguieron,
la
piden perdón.
De rodillas
todas
SANTA: Hermanas,
alzad
del suelo, abrazadme.
Sale MARI
Pascuala
MARI: Madre
mía: pues alcanza
todo lo
que a Dios le pide,
duélase
agora de un alma
que en
el trance de la muerte,
invoca
su ayuda santa.
Don Jorge
se está muriendo.
Quísele
bien, madre amada,
sentiré
que se condene
por mí,
que he sido la causa
de los
desatinos suyos.
SANTA: Esas
lágrimas me agradan;
lástima
tengo a don Jorge.
No
permita Dios que vaya
al
infierno. Hermanas mías,
lloremos todas, que alcanzan
las
lágrimas cuanto pueden.
Todas
al coro se vayan
a rogar
a Dios por él,
mientras que yo, arrodillada,
suplico
a quien derramó
por él
su sangre en el ara
de la
cruz, que no permita
tanto
mal, desgracia tanta.
MARI: Vamos,
madres, que ya voy
con
cierta fe y confïanza
que don
Jorge ha de salvarse,
aunque son sus culpas tantas.
Vanse
SANTA: Hoy es
Viernes de la Cruz
y de la
Semana Santa
el día
más misterioso,
de más
dolor, de más gracia.
La cruz
tiene a Dios clavado,
que es
su tálamo, su cama,
su
cátedra, su palenque,
su
esposa, su enamorada.
En otra
cruz quiero yo
ponerme, que, si le agrada
tanto
la cruz á mi Esposo,
¿quién
duda que por su causa
me dará
cuanto le pida?
Crucifícase
¡Ay mi
Dios, y quién pasara
en este
madero santo
los
tormentos, penas y ansias
que
pasastes Vos por mí!
¿Yo el
pecado, Vos la gracia;
yo en regalos, Vos en cruz;
Vos con tormentos, yo
sana?
¡Ay
Jesús del alma mía!
Vuestros dolores traspasan
mi
abrasado corazón,
mis
encendidas entrañas.
¡Ay
Seráfico Francisco,
quién
con las insignias santas
os
viera que el Serafín
os dió por joyas preciadas!
Vos que imitación de
Cristo
sois
vos en quien se retrata,
vos en
quien su pasión pinta,
vos en quien puso sus llagas,
venidme a ver y lloremos
los dos el ver cuál
maltratan
los
lobos nuestro Cordero.
Aparécese San
FRANCISCO en cruz con el
serafín, como se pinta
S. FRANCISCO: Contigo
estoy, hija cara.
SANTA: ¡Oh,
Alférez de Dios humano,
dosel donde están sus armas,
imitación de su vida,
depósito de sus llagas!
Desde
aquí las reverencio;
Mayordomo de su casa,
vos sois sus pies y sus manos,
su magnate, su privanza.
Bien os
están los rubíes;
buen
provecho, santo, os hagan.
¡Qué
envidia tengo de veros,
si
envidia puede haber santa!
Aparécese
CRISTO crucificado
CRISTO: Hija:
porque no la tengas
y
porque no es razón haya
cosa
que no comunique
con su
prenda quien bien ama,
ven
para que imprima en ti
las señales soberanas
de mi pasión y dolores.
SANTA: Yo,
Majestad sacrosanta,
no
merezco tal merced,
ni los
que os ven cara a cara
en
vuestra divina corte
son dignos de merced
tanta,
cuanto más un vil gusano
como yo, aún menos que nada.
CRISTO: Esposa:
yo gusto de esto.
SANTA: Si Vos
gustáis, vuestra esclava
soy,
amantísimo Esposo;
vuestra
voluntad se haga.
Va subiendo la
SANTA y CRISTO bajando hasta el medio
del tablado, y allí se juntan y
abrazan en cruz los dos
SANTA: ¡Ay qué
dolor, Jesús mío!
¡Que me
muero! Basta, basta,
que las
llagas que me dais,
el
corazón me traspasan!
Apártanse y
queda la SANTA en cruz en el aire
con las llagas
CRISTO: Hasta
mi Ascensión gloriosa
has de estar así.
SANTA: ¡Hay tal paga
de amor y de voluntad!
No oso mirarme adornada
con joyas de tanta estima.
S. FRANCISCO: Hija:
ya mi dicha igualas.
SANTA: No hay
con vos igual ninguno,
Seráfico Patriarca.
Pero,
Esposo de mi vida,
no es
día hoy de negar nada;
don Jorge
se está acabando,
no
permitáis que su alma
se
condene.
CRISTO:
Ya murió,
y por amor de ti, Juana,
padece en el purgatorio.
SANTA: Yo os
doy infinitas gracias,
Señor, por tantas mercedes.
CRISTO:
Abrázame, prenda amada.
SANTA:
¿Dejáisme?
CRISTO:
Contigo quedo.
SANTA: Sí, que
siempre mi alma os aguarda.
Vuelve CRISTO a
bajar, abraza a la SANTA,
desaparécense y queda la SANTA en
el aire sola
¡Qué
rica estoy de rubíes!
Si el
avaro el oro guarda,
joyas,
guardaros pretendo,
porque
nadie os vea en casa.
Las
cinco quinas me ha dado,
sin ser yo reina, por armas
mi
Esposo; mas como es Rey,
razón
es que yo las traiga.
Voyme a
contemplar en Vos,
mi
manirroto Monarca,
que si
a mí me ven mis monjas,
querrán decir que soy santa.
Encúbrese, salen algunas MONJAS y
sor
EVANGELISTA
EVANGELISTA: El
Emperador está
otra
vez, madres, en casa,
que con
venir de camino
quiere
ver la madre Juana,
y luego a Madrid partirse.
MONJA 1: Vamos,
pues, madre, a avisalla
y abrid
las puertas, que al César
no ha
de haber puerta cerrada.
Vanse. Salen el Emperador CARLOS,
ACOMPAÑAMIENTO y los LABRADORES
CARLOS: A no atajarle la muerte,
vuestras injurias vengara.
MINGO: Pues es
muerto, gran señor,
no
queremos más venganza
ni en
premio de la lealtad
que
siempre este pueblo guarda,
sino ser vuestros.
CARLOS: Yo aceto
tan fiel y justa demanda.
No tendréis otro señor.
CRESPO: Vivas
más años que sarna
y que
ha que en Castilla viven
las
coplas del perro de Alba.
Salen las MONJAS
MONJA
1: Dadnos, señor, esos pies.
CARLOS: Alzad;
religiosas santas.
del
suelo, alzad de la tierra.
¿Dónde
está la Madre Juana?
Descúbrese como
estaba antes
MONJA 2: Hala concedido Dios
la
maravilla más alta
que,
despues de San Francisco,
gozó
crïatura humana.
En
manos, pies y costado
impresas tiene las llagas
de su
soberano Esposo,
en
quien está transformada.
Véisla,
gran señor, aquí.
CARLOS: ¡Oh,
gloria de nuestra España!
¡Oh, pies y manos dichosos!
Mil veces quiero
besarlas.
¡Que haya
mujer en el mundo
en Toledo y en su Sagra
que tanto de Dios
alcance!
De
ternura se me abrasa
el
corazón, madres mías;
estimad
tan grande santa,
guardad
tan preciosa joya.
UNOS: ¡Gran
milagro!
TODOS:
¡Cosa extraña!
CARLOS: Vamos,
que no somos dignos
de
vista tan soberana.
¡Oh,
portentosa mujer,
no
cesen tus alabanzas!
UNO: Si esta
segunda comedia,
Senado
ilustre, os agrada,
con la
tercera os prometo
fin de
maravillas tantas.
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