ACTO SEGUNDO
Salen el santo
HOMO Bono, muy galán en cuerpo;
PENDÓN
ayudándole a vestir, ROBERTO y
VALERIO
HOMO:
Forzando mi inclinación,
aunque debo obedecerte,
padre,
tu jurisdicción
agravias.
ROBERTO:
Quiero ponerte
en
estado y en razón.
No
tengo hijos más que a ti
y,
aunque el oficio no sea
generoso, que adquirí,
se
iguala con Dorotea
la
calidad que te di.
Sastre soy, mas bien nacido.
Con su dote realzarás
tu
casa. Helo prometido,
después
que rebelde estás
la
virtud has desmentido
que
en ti celebra Cremona.
VALERIO: Primo,
resistir el gusto
de
vuestro padre no abona
vuestra
humildad.
HOMO:
Ni eso es justo.
ROBERTO: Lelio,
que con ser persona
de
las nobles del lugar,
por
dichoso se tuviera
de ser
su esposo. Ha de usar
de
violencia y no quisiera
sus parientes
provocar.
Ella
te adora y yo intento
el bien
a que te encamina.
PENDÓN: ¿Es por
dicha el casamiento
ir a
conquistar la China
o hacer
batalla con ciento?
¡Vive
Dios que he conocido
hombre
yo, que se casaba
cada
domingo, y marido
de a
semana, se mudaba
como camisas!
HOMO: Yo he sido
desdichado en no tener
padre que no violentara
mi
inclinación. (¿Qué he de hacer? Aparte
Mi
Dios, serviros gustara
sin
estorbos de mujer.)
VALERIO:
Dorotea es cuerda y bella.
HOMO: Sea más
que el sol hermosa
y forme
de mí querella;
que yo
no apetezco cosa
que dan
dineros con ella.
La
más vil mercadería
tiene
algún precio y valor;
las
piedras, la arena fría,
el heno
frágil, la flor,
la
yerba que el prado cría;
sólo
a quien casarse atreve
dote
con la mujer dan,
porque
así se le haga leve.
PENDÓN: Es
pagar al ganapán
para que la carga lleve.
ROBERTO:
Acábate de vestir
que es
tarde; no seas pesado.
HOMO: Si a
velarme tengo de ir,
y al
muerto velan, velado
agora,
voy a morir.
ROBERTO: En
una quinta te espera
y hoy las vistas han de ser.
Imita a la primavera
en
galas; porque es mujer
de buen
gusto, y no qulsiera
que
hallase en ti imperfección
que su amor desazonase.
Háblala
con discreción
y
finge, aunque no te abrase,
que
eres de la sol Faetón.
No apartes los ojos de ella,
suspira de cuando en
cuando;
tómala una mano bella.
Si
estás con otros hablando
hazla
entender que por vella
ni
en lo que dices estás
ni a
propósito respondes,
y de
esta suerte verás
cuan presto en tu pecho escondes
el amor
que huyendo vas,
y
empezarás a adorar
lo que
por no conocer
hasta
aquí te dió pesar.
PENDÓN: Amar,
rascar y comer
no está
en más que en comenzar.
ROBERTO:
Mientras que Pendón te vista
la voy
a avisar; ven luego.
Vanse ROBERTO y
VALERIO
HOMO: (Mejor
me fuera el ir ciego, Aparte
que a
tales vistas con vista.
Mi Dios, para que resista
tal
violencia, dadme fuerza
antes
que mi padre tuerza
mi
libertad y la doble;
que no
es la voluntad roble
para
dar fruto por fuerza.
Yo estoy contento, mi Dios,
con mi
quieta soledad;
aquí de
Dios libertad,
¿por
qué no volvéis por vos?
Pero
diréis que entre dos
conserva el Amor su estado,
que la
soledad da enfado;
pero
sólo alumbra Apolo;
que más
vale vivir sólo
que no
mal acompañado.)
PENDÓN: Ea,
novio Capuchino;
a
vistas Amor te llama,
sombrero
te da la fama
con
plumas para el camino.
Su
casa te espera toda
con la
novia en una quinta,
donde el Amor mayos pinta.
Goza del pan de la boda,
que
te amasa la belleza
de una
mujer, que agora es
miga
toda, aunque después
se te
ha de volver corteza.
Busca dientes de diamante
porque
las mujeres son
por lo
dulce, de turrón,
por lo
duro, de Alicante.
Vístete si has de ir allá.
HOMO: Bien
sabes tú, cuan pesado
tiene
de serme este estado.
PENDÓN: Si un
yugo por premio da,
ya colijo
las molestias
de una
mujer que es verdugo,
que no
suele ser el yugo
sino
para domar bestias.
Diérante a ti andar de día
de
jubileo en sermón;
no
dejar congregación,
no
perdonar obra pía,
disminuyendo procesos,
consultando confesores,
reprehendiendo jugadores,
dando
libertad a presos,
y a la
noche en hospitales,
entre
humildes ejercicios,
desopilando servicios
y
bazucando orinales.
En
oyendo el esquilón,
a pesar
de lodo y vientos,
acompañar sacramentos
de Dios
y su extrema unción;
volver a casa a lo mudo,
o
royendo Ave Marías,
cenar
dos lechugas frías
y un
huevo entre asado y crudo;
dormir sobre una tarima
poco y
mal, y aunque a maitines
fuiste
acallando mastines,
volver
a la iglesia a prima,
que
en este entretenimiento,
que
otros llamarán castigo,
no estimarás en un higo
el más
rico casamiento.
HOMO: Sólo
eso, amigo, apetezco,
y sin
ello me va mal;
siendo
éste mi natural,
poco o
nada en él merezco;
pero, en fin, me dan mujer.
PENDÓN: Casarte
y tener paciencia;
que no
es mala penitencia,
pues
tantas sueles hacer;
que
en fe de lo que aprovecha
puedes
hacer, si te casas,
cuenta,
que esta vez te pasas
a
religión más estrecha.
HOMO: Más
con eso me molestas.
PENDÓN: Vístete
si habemos de ir.
HOMO: ¿Cómo
tengo de sufrir,
cielos,
tanta carga a cuestas?
PENDÓN: Como
quien lleva la cruz
del
matrimonio excelente;
tú
serás el penitente
y yo el
cófrade de luz;
mas
mira, pues que te casas,
si
vivir seguro quieres,
advierte que las mujeres
son castañas en las brasas,
regalarlas y quererlas,
mas si en fe de tus amores
se te suben a mayores,
porque no salten morderlas;
ni tanta mano las des
que vengan a ser cabeza,
ni muestres tanta extrañeza
que las imagines pies.
Pónele la capa
Si
en estos peligros dos
quieres
hallar el remedio,
la
virtud consiste en medio;
que no
sin misterio Dios.
Cuando a la mujer ser da,
en fe
dee esta maravilla,
la
formó de una costillá
que en
medio del cuerpo está,
y con esto emplumaté
pues ya
te he puesto las galas.
Pónele el
sombrero
HOMO: ¡Ay
plumas, servidme de alas
y de
una mujer huiré!
PENDÓN: No
me espanto que te pese,
que es
carga de ganapán,
y si
Dios se la dio a Adán
aguardó
a que se durmiese.
Vanse. Salen DOROTEA, muy bizarra, SABINA y
EZPERANZA,
criada
DOROTEA:
¡Bella quinta!
SABINA: Deleitosa.
DOROTEA: En ella
la primavera,
que de
estas vistas espera
verme
de su mayo esposa,
también hace ostentación
de sus
galas el abril.
SABINA: Mira en
tazas de marfil
brindar
la murmuración
de
estas fuentes a la risa,
que
cuando la sed provocas
se hace
por ti toda bocas.
ESPERANZA:
Mientras murmura te avisa,
sino
es que te reprehende,
del
pago injusto que has dado
a
Grimaldo y Lelio.
DOROTEA: Estado
mejor
es el que me enciende.
Yo
quiero escusar enojos
de por
vida, y la quietud
de una
cuerda juventud
gozar, que esta vez con ojos,
Amor, si en las demás ciego,
hizo
elección en mi abono
de un
hombre que es Homo Bono
y me
promete sosiego.
SABINA: Si
no fuera sastre, bien.
DOROTEA: De la
virtud hago estima.
Hacienda me sobra, prima,
con que
envidiándole estén
caballeros de Cremona.
Corresponda él a mi amor,
vivirá
como señor;
que si
el oro es el que abona,
no
usando más ese oficio,
el que
yo le pienso dar
le
puede calificar.
Yo no
me caso por vicio
sino
por virtud, que es tanta
la que
en él he conocido,
que por
ella le he elegido.
SABINA:
Enamorada eres santa;
no
te arrepientas casada,
prima,
que me pesaría
de que
fuese hipocresía
la que
perfección te agrada.
Informa antes la noticia
si no
es que ciega te abrasas;
porque
ya como las casas
hay
santos a la malicia.
Unos
fingen aspereza,
y
aforran, porque es más blanda,
la jerga y sayal de holanda,
que es virtud en la
corteza.
Otros muestran que a lo oscuro
no
comen más que ensalada
con
pan, y a puerta cerrada
son
secuaces de Epicuro.
Guárdate no haga otro tanto
el
esposo que te espera,
porque
hay santos de hacia afuera
no de
hacia dentro.
DOROTEA: Mi santo
no es
de ésos, denme los cielos
que
viva en su compañía;
que no
temo, prima mía,
que se
desvele con celos;
que
jugándome mi dote,
mis
joyas empeñe o venda,
que
desperdicie mi hacienda,
que mis
deudas alborote,
porque, en fin, no es de este mundo.
Y
aunque esa simplicidad
den
nombre de necedad
cortesanos -- en quien fundo
todo
el caudal en engaños --
para
cosas de importancia
es
cuerdo, aunque la ignorancia
haga
burla de sus años.
Él,
en efecto, es bastante,
para
ser apetecido,
y mejor
para marido
que
para galán o amante.
ESPERANZA: Será
a lo que yo imagino,
junipero por lo llano,
mentecato por lo humano,
gangoso
por lo divino;
que
andará desaliñado
y dirá
que es por llaneza,
cabizbajo de cabeza,
el
cuello o sucio o ajado,
y
dirá que es vanidad
lo que
el mundo ornato llama,
y si en
muestras de que te ama
saca a
luz la voluntad
--
que no será en todos días
sino en las Pascuas de Flores
--
en vez de decirte amores
te
rezará Ave Marías.
DOROTEA: Yo he de casarme con él,
y no
tú; contenta estoy
¿qué quieres?
Salen muy galán HOMO Bono, ROBERTO y
PENDÓN
ROBERTO:
Un hijo os doy
señora,
y cifrada en él
la
voluntad que se debe
a
vuestro sobrado amor.
DOROTEA: Prima,
dejando el valor
con que
el soberbio se atreve
y a
que mi esposo le falte,
mira
cuán cuerda le adoro.
¿No es
todo él un pino de oro
pues la
virtud es su esmalte?
SABINA: Buen
talle tiene.
ROBERTO: Levanta
la
vista y si no te ciega
su
belleza, a hablarla llega.
HOMO: Dios,
señora, os haga santa.
SABINA:
(¿Por santidades comienza?) Aparte
ESPERANZA: (Devota
salutación Aparte
para
entrada de sermón.)
ROBERTO: El
novio tiene vergüenza;
su
turbación perdonad,
que el
más discreto, cuando ama,
la
primer vez que a su dama
ve,
dice una necedad.
PENDÓN:
(¿Una? El dirá más de ciento.)
Aparte
HOMO: ¿Por necedad juzgáis vos
el decir que la haga Dios
santa?
¡Jesús!
ROBERTO:
El intento
es
bueno, pero no viene
a
propósito.
HOMO:
Confuso
estoy.
ROBERTO:
El amor y el uso
su
idioma y términos tiene.
HOMO:
¿Pues, qué había de decilla?
ROBERTO: A fue
de los cortesanos,
"bésoos, señora, las manos"
arrastrar luego la silla
y
preguntar "¿como estáis?"
que es
el común A. B. C.
HOMO: "Bésoos las manos" ¿por
qué?
¿Necedad en mí llamáis
el
decir que la haga santa
Dios, y
en el mundo no veis
las necedades que hacéis
ni su
mal uso os espanta?
Estornuda un caballero
y a los que les corresponden,
"bésoos las manos"
responden
en pie y quitado el sombrero,
y a los que "Dios os ayude"
dizen, notan de villanos;
en fin, que besar las
manos
al otro
porque estornude
mirar qué merced les hace.
Traen luces cuando
anochece,
y
descortés les parece
al
cuerdo que satisface
con
decir que Dios les dé
buenas
noches, solamente
al
besamanos consiente
el uso
necio. ¿Por qué
si tú la luz no me has dado
besarte
es bien que permitas
las
manos y a Dios le quitas
las
gracias que te ha alumbrado?
Ved
si entre necedad tanta
son términos
más cristianos,
que no
besarla las manos
el
decir, "Dios la haga santa."
ROBERTO: No
desdice el ser cortés
de la
virtud que es curiosa;
siéntate junto a tu esposa.
Dile amoroso después
la
buena suerte y ventura,
que
medras en merecella,
que
estás perdido por ella,
que al
sol vence en hermosura,
que
su discreción te admira.
HOMO: ¿Eso he de decirla?
ROBERTO: ¿Pues?
HOMO: ¿No
debes de advertir que es
pecado
el decir mentira?
ROBERTO: Éste
es encarecimiento
que usa
el amor ordinario.
HOMO: Afirmando
lo contrario
de lo
que imagino miento.
Si
yo por mujer la tengo,
¿por
qué sol la he llamar?
¿Ni
cómo podré afirmar
que
perdido a verla vengo,
si
no es porque el tiempo pierdo
de que
he de dar a Dios cuenta?
Mentir
un hombre es afrenta.
Téngame
por necio o cuerdo.
Cáusela gusto o enfado.
Mal o
bien conmigo esté,
porque yo no mentiré
por
cuanto Dios ha crïado.
ROBERTO: Anda
ignorante, que están
por ti
en pie, siéntate allí
y lo
que te mando di.
Sé
airoso, afable y galán;
que
-- ¡vive Dios! -- si en desprecio
de lo
que mando que digas
con
amores no la obligas
y te
confirma por necio,
--
que sí hará porque es discreta --
que en
Cremona no has de estar
un
hora.
HOMO:
Marido, en mar
empieza
que siempre inquieta.
Si a
su golfo, padre, incierto
me
arrojas, donde no hay pie,
huyendo
de aquí saldré
como el que naufraga al puerto.
Bien
me puedes desterrar,
que,
escogiendo ese partido,
de
marido, admito el "ido"
por no
perderme en el "mar."
ROBERTO:
Obedece lo que mando
que -- ¡vive Dios!...
HOMO: Yo lo haré;
no
jurés.
ROBERTO:
Acércaté.
HOMO: Al
fuego me voy llegando.
ROBERTO:
Muestra en el rostro alegría.
DOROTEA: ¿No tomáis
silla, señor?
ESPERANZA:
(Albarda fuera mejor.)
Aparte
DOROTEA:
Asentáos, por vida mía.
HOMO: No
haré cierto. Yo estoy bien;
sentáos, mi señora, vos...
(Sacadme de esto, mi Dios) Aparte
...padre, siéntese aquí.
PENDÓN: Bien
ROBERTO: No
soy yo el que a vistas vengo;
tu
lugar es, hijo, ahí,
y éste
el mío, porque aquí
que
hablar a Sabina tengo.
DOROTEA: Por
mi vida que os sentéis.
Siéntase el
viejo ROBERTO con SABINA aparte,
y el Santo HOMO
con DOROTEA, a otro lado
HOMO: Dos veces habéis jurado.
¡Jesús! Ya yo estoy
sentado,
a trueco
que no juréis;
y si
se hace el casamiento
quiéroos, señora, avisar,
que
nunca habéis de jurar,
porque
es contra el mandamiento
segundo.
DOROTEA:
Si el alma os di
y en
amaros persevero,
en
prueba de lo que os quiero,
yo juro
cumplirlo ansí.
HOMO: Pues
no juréis otra vez.
SABINA:
Demasiado escrupuloso
es,
Roberto, nuestro esposo.
ROBERTO: ¡Está
turbado, pardiez!
A ESPERANZA
PENDÓN:
¡Ola! ¿Tú cómo te llamas?
¿Inés,
Dominga, Teresa,
Casilda, Olaya, Ginesa?
Que mientras nuestras dos damas
desbastan aquel zoquete,
tú y yo hemos de en par en par.
ESPERANZA: ¿Qué es
eso de "tú?"
PENDÓN: Es hablar
sincopado. ¡Buen jarrete
tienes: moza eres
rolliza!
ESPERANZA: ¡Arre
allá!
Dale
PENDÓN:
¡Válgate un jo
que con
arre emparentó!
ESPERANZA: Eso a
la caballeriza
y no
conmigo.
PENDÓN: ¡Oh, fregata!
ESPERANZA: ¡Oh,
sisón!
PENDÓN: ¡Oh, estropajera!
ESPERANZA: ¡Oh,
alca...
PENDÓN:
¡Paso, cernedera!
ESPERANZA:
...huete!
PENDÓN:
¡Paso, carichata!
ESPERANZA: No
hay paso.
PENDÓN:
Pues, haya envido.
ESPERANZA: Ni hay
envido.
PENDÓN:
¡Oh, vaciatriz!
ESPERANZA: ¡Oh,
sastre, y más aprendiz!
PENDÓN: Malo,
doime por vencido.
ROBERTO:
Cásese él, que esos extremos
el
tiempo los curará.
SABINA: Hablando
con ella está,
lo que
la dice escuchemos.
DOROTEA: En
fin, ¿no me decís nada?
HOMO: Nada os
digo, pues que callo.
Yo os
prometo que no hallo
cosa,
señora casada,
que
deciros de momento.
DOROTEA: Créolo,
que amor desnudo
a los
principios es mudo;
el
propio efeto en mí siento,
que
estoy muy enamorada,
señor y
dueño de vos.
HOMO: Más vale
estarlo de Dios,
que yo
no os sirvo de nada.
DOROTEA:
Amaros para marido
no es
con intento liviano.
HOMO: ¡Plegue
a Dios!
DOROTEA:
Dadme la mano.
HOMO: ¡Jesús!
¿yo mano?
Retírala
DOROTEA: Encogido
sois, dadla acá.
HOMO: No hay que
hablar;
o estas
son vistas o no.
DOROTEA: Sólo a
veros vine yo.
HOMO: Ver,
pues, pero no tocar.
DOROTEA: Mal
debo de pareceros.
HOMO: No me
parecéis muy bien,
mientras belleza no os den
los
adornos verdaderos
que
la virtud califican.
Yo, en
fin, he de obedecer
a mi padre; si mi mujer
habéis
de ser, cual publica
deseos que os agradezco,
asentemos condiciones.
DOROTEA: (Cuanto
más secas razones Aparte
me
dice, más le apetezco.
Dios debe de ser servido
que
este hombre mi dueño sea.)
HOMO: Vos,
señora Dorotea,
habéis
de mudar vestido
que
con más honestidad
se
proporcione a mi estado.
Soy un sastre; no me han dado
mis
padres más calidad.
¿Qué
queréis que el vulgo diga
cuando
os viera entronizada,
sastre
yo, vos adornada,
de
andar en coches amiga,
sino murmurar delitos
contra
mi buena opinión?
Las
galas supérfluas son
en el
pobre sambenitos.
DOROTEA: Yo
tengo sobrada hacienda
para
que oficio mudéis,
y el
que ejercitáis dejéis.
HOMO: Eso no,
ni lo pretenda
quien bien me quiera. Cabeza
todo
marido ha de ser
a quien
siga su mujer.
Dióme
la naturaleza
esta
humilde profesión,
y vos
habéis de imitarme,
no yo á
vos, que es afrentarme.
DOROTEA: Aceto
esa condición.
¿Queréis más?
HOMO: Querreos mucho,
si los domingos y fiestas
os confesáis, porque en éstas
andar
las damas escucho
vagando por la ciudad,
y no
habéis de querer vos
que
días que son de Dios
se den
a la vanidad.
DOROTEA:
Prometo cumplirlo ansí.
HOMO: Habéis
de ser limosnera
de modo
que, aunque no hubiera
más de
un pan que darme a mí,
o
para comer los dos,
si
llega un necesitado,
con
respeto y con agrado
se le
déis en él a Dios.
Veréis cómo se acrecienta
después.
DOROTEA:
Todo eso es muy justo,
y más daros a vos gusto.
HOMO: Pues
asentada esta cuenta,
ya me parecéis hermosa;
ya mi
aspereza cesó;
ya os
tengo en el alma yo;
ya os
intitulo mi esposa;
ya
os beso esta blanca mano.
DOROTEA: Óigaos yo regalos tales,
y en los afectos iguales
os halle yo tan humano,
que no envidiaré
coronas.
HOMO: La
mitad del alma mía
os
llamad desde este día.
DOROTEA: ¡Oh,
Amor, que almas eslabonas,
dos
en una unidas tienes!
Prima,
Roberto, ¿qué hacéis
que mi
bien no encarecéis
y me
dais mil parabienes?
SABINA: Los
que gozas duren tanto,
que
jamás los desbarate
el
pesar.
ROBERTO:
Siglos dilate,
hija,
Amor, yugo tan santo.
PENDÓN:
Lleguen a ver vuesastedes
choznos
de choznos, que nietos
vengan
a ser de biznietos
de
rebiznietos.
ESPERANZA:
Ya excedes
en
conformidades presas
las almas años prolijos;
vean Papas a sus hijos
y a sus hijas abadesas.
PENDÓN:
Amén.
ROBERTO:
Volvamos a casa,
donde
con tálamo igual
amor os
junte.
DOROTEA:
No hay mal
que
ponga a mis dichas tasa.
¡Venturosa yo, que gozo
belleza
y virtud!
HOMO:
Mi Dios,
sed
nuestro himeneo vos.
PENDÓN: ¿Oyes,,
moza?
ESPERANZA:
No oigo, mozo.
PENDÓN:
¿Quieres que matrimoñemos?
ESPERANZA: ¿Pues
no?
PENDÓN:
Pues toca.
ESPERANZA: Pues tome.
Dale
PENDÓN: ¡Ay!
ESPERANZA: Sí
hay.
PENDÓN:
¡Desnarigome!
¿Pero
querrásme?
ESPERANZA: Veremos.
Vanse, sino es
PENDÓN
PENDÓN:
¿Veremos? ¿Por el
plural?
Ansí hablan las Paulinas.
Salen LELIO y
GRIMALDO
LELIO: Verás
cuánto desatinas;
pues
los dos al tribunal
citados de Dorotea,
ha de
quedar concluído
nuestro
pleito.
GRIMALDO:
Yo he venido
seguro
de que en mí emplea
su
gusto y que te aborrece.
LELIO: La
soberbia es presumida,
pero en
ti desvanecida.
PENDÓN: Vuestro
amor se está en sus trece
y
aunque en sus catorce esté,
la dama
escogió otro gallo,
el que
a esta quinta a caballo
vino,
volveráse a pie;
porque ya el niño con alas
que se
pintaba desnudo,
si
holgazán hasta aquí pudo
pasar en carnes sin galas,
como ya es boca de
invierno,
hasta
que vuelve el abril,
aprende
oficio sastril,
y entre
sus ribetes tierno
ropas busca que autorice
su
desnudez, y ha querido
mientras hilvana el marido
que la
mujer ojalice.
LELIO: ¿Qué
dices, loco?
PENDÓN: Perdono
el
título que me dan,
que
presto le adquirirán.
¿Conocen a un Homo Bono
vecino aquí y morador?
GRIMALDO: Creo
que le oí nombrar.
LELIO: Un
sastre es que ha de morar
cerca de aquí.
PENDÓN:
Vencedor
de
los dos, acaba agora
de
llevarse el gallinero.
Él
entró aquí aventurero,
y ella,
que es mantenedora,
pues
que le ha de sustentar,
la
sortija o el anillo
de
esposa le dio. El decillo
yo os
daré que sospechar;
pero
no hablando peinado,
digo, a
fe de buen Pendón,
que es
la dama, en conclusión,
del
sastre su desposado,
porque entrándole a tomar
la
medida de un vestido
se le
vistió de marido,
y fuera
os mandan echar
de
esta pretensión, por señas,
que
esposos de este jardín
se van
rüin con rüin
que así
se casan en Dueñas.
GRIMALDO: Si
no supiera que el vino
te hace
hablar desatinado...
PENDÓN: Yo soy un
pendón honrado,
y el
vino esta vez no vino.
LELIO: ¿Con
un sastre?
PENDÓN: ¡Vive Dios,
que
estaba por él perdida!
Que él
le tomó la medida
y Amor agora a los dos;
y que no se le da un
higo
por vuesastedes.
GRIMALDO: Sí hará,
que es mujer y escogerá
lo
peor.
PENDÓN:
También lo digo.
LELIO: ¿Y
desprecia mi nobleza
con
sastre?
GRIMALDO:
¡Mujer!
PENDÓN: En fin,
Sancho
para su rocín.
¡Tal
simple, para tal necia!
GRIMALDO: ¿Con
un oficial tan bajo?
PENDÓN: Eso no lo sufriré,
que ser
sastre profesé
desde
hoy cosiendo a destajo;
y
aunque de moneda falto,
contra
necios que le infaman,
y
oficio bajo le llaman
se
suele coser en alto;
y
tanto lustre le dan
los
libros -- citarlos quiero --
que
Dios fue el sastre primero
que
vistió a Eva y a Adán.
Dios
se llama Alfa y Omega,
y el sastre es, por más quilate,
en
Portugal, Alfayate,
con que
el Alfa se le pega.
Y
siendo Dios uno y trino,
que
este oficio comenzó,
el
nombre de tres le dio
cuando
al sastre a nombrar vino;
aunque corrupto después,
pues por ser tan singular,
los sastres quiso llamar
no sastres, sino san trés;
porque el santo tres y uno
cortó a nuestros padres fieles
vestidos de aquellas pieles
cuando quebrantó el
ayuno.
La
soberbia y interés
que nos inclinó a pecar;
y ansí chitón y estimar
los sastres, que son San Tres.
Vase
LELIO: Si
esto es verdad, ¡vive Dios
que he de executar castigos!
GRIMALDO: Sido
habemos enemigos.
Conformémonos los dos
para
trazar la venganza.
LELIO: ¿Con un
sastre? ¿hay tal afrenta?
GRIMALDO: Yo, no
es mucho que la sienta
viniendo con esperanza
de
verla gobernadora
de
Milán y de Pavía.
LELIO: Yo en
heredando entendía
hacerla
presto señora
de
un mas que mediano estado.
GRIMALDO: Burlóse
de nuestro amor;
que, en
fin, el lobo peor
se come
el mejor bocado.
LELIO:
¿Dónde vive ese Homo Bono?
GRIMALDO: Aquí
cerca, mas la casa
de la
ingrata con quien casa,
por ser de mayor abono
y más rica, servirá
del civil tálamo agora.
LELIO: Pues si
ese tálamo adora,
túmulo suyo será;
seguidme, amigo Grimaldo.
GRIMALDO: ¿Pues qué pretendes hacer?
LELIO:
Vengarme de una mujer
tan
poco cuerda.
GRIMALDO: Pensaldo
primero.
LELIO:
Pensado está.
GRIMALDO: ¿Quién
tal elección creyera?
LELIO: Quien
en ellas considera
que
naturaleza está
corrupta.
GRIMALDO:
Eso no lo ignoro,
que escogió -- en historias hallo --
Semiramis a un caballo,
Paisfae
lasciva a un toro.
LELIO:
Seguidme, que de ese aviso
casi
estoy por decir yo,
que
peor que esas escogió
la mujer
que a un sastre quiso.
Vanse. Salen el santo HOMO Bono y un POBRE muy
roto
POBRE:
Vime, señor, en estado
feliz y
rico, otro tiempo,
las desdichas ¿qué no mudan?
El mundo es mar lisonjero,
convida con las bonanzas,
embárcase el pasajero,
truécase en tormentas todo;
porque
donde reinan vientos
¿quién
hay que firmeza aguarde?
Amores,
fiestas y juegos,
triunvirato de los vicios,
mi
sustancia consumieron
cuando
rico tuve amigos;
cántanle al sol en naciendo
porque
le ven caudaloso
de rayos de oro; mas luego
que le ven pobre de luz
huyen
aves; que en invierno
no
perecen las hormigas
que al
trigo el agosto fueron.
Solo,
señor, me dejaron;
ya ni
me conocen deudos,
ni estiman acompañarme,
sino
llantos y escarmientos.
Doléos
de mi desnudez.
HOMO: La
compasión que yo os tengo
es tal,
que no necesita,
mi
pobre, de esos ejemplos.
¿Vos desnudo y yo vestido?
No lo
permitan los cielos.
Novio
soy, no vio mi padre
mis
peligros que está ciego.
En el
mar que os llevó a pique
echa al
fondo el mucho peso
a quien de hacienda se carga;
si
agora la cruz me han puesto
del
matrimonio que es plomo,
anegaráme en su centro
no
aligerando su carga.
Entre
los dos la llevemos,
yo la cruz, y vos la ropa.
Desnúdase
Tomad,
vestíos, que allá dentro,
en mis
fiestas ocupados,
no me
verán socorreros.
Desnudo
en la Cruz
estuvo
mi
Dios, humanado verbo,
cuando en tálamos de sangre
se
desposó amante tierno
con la Iglesia. Esposo soy,
cruz me
ponen, y así quiero
en mi
Cruz estar desnudo,
por
imitarle hasta en esto.
Tomad, tomad y partíos;
no
salga quien pueda vernos
y
piratas os despolen.
Truecan
vestidos
POBRE: ¡Oh,
asombro del siglo nuestro!
¡Oh,
sastre que viste a Dios
en sus pobres! Los pies beso
que estrellas han de
pisar.
HOMO: Pobre,
¿qué hacéis? Idos luego,
que
siento gente.
Suena la MÚSICA, y sale el
POBRE arriba
vestido de la
ropa del santo, con resplandores, y aparece un
CRISTO
CRISTO: Homo Bono,
por
escarnio me pusieron
púrpura
cual rey de burlas,
los
ingratos de mi pueblo;
tú de veras me has vestido.
Deudor soy, pagarte quiero
la ropa
que me has cortado
al
talle de mis deseos;
bien sabes tomar medidas,
pues justamente me veo
vestido y galán por ti,
y así desde hoy más te tengo
por mi sastre, las hechuras
te
pagaré, repartiendo
contigo
de mis trabajos
moneda
que estima el cielo.
Apercíbete a sufrirlos,
que por
el camino mesmo
que yo, cobrarás en gozos
las usuras de este censo.
Desaparece. HOMO Bono se pone de
rodillas
HOMO: Mi
Dios, mi Señor, mi Bien
mi Rey,
mi Pastor, Cordero,
mi rico
pobre, mi luz,
volved, ¿por qué os vais tan presto?
¡Qué bien pagáis los
vestidos
que os
hace el humilde celo
de
quien tira vuestros gajes!
Si os
vistió del sayal nuestro
vuestra
madre, dadivoso
pagáis
el vestido nuevo
con
hacerla Emperatriz
de los
querubes supremos;
si en
accidentes de paz
os
disfrazáis encubierto,
pagáis
la amorosa hechura
dándoos, mi Dios, a vos mesmo;
si yo
un pobre vuestro visto
me
prometéis, cuando menos,
coronas
del oro puro
que se
labra en vuestro reino.
Pues sois tan buen pagador,
yo, gran señor, os prometo
que he
de vestir al fïado
cuantos
pobres sin remedio
libraren, en mí limosnas;
y si
son trabajos premios,
que ya
vos calificasteis,
vengan
millares, que en ellos
fundaré yo mis partidas;
pues si hipotecáis los cielos
que a ciento por uno
pagan,
rico
soy, que allá no hay pleitos.
Quédase de
rodillas elevado. Sale PENDÓN.
Luego voces
PENDÓN: ¿Dónde
estará nuestro novio,
que sin
saber que se ha hecho
le
esperan los convidados
la mesa
y la cena en medio?
Oigan
aquí la postura,
novio e
hincado en el suelo,
sin ser
clavo, los hinojos.
Desposado es recoleto.
Surge
et ambula, que están
nuestros convivos diciendo
a las
tripas, "dilatate"
y al gigote
respondiendo,
"que me enfrío, que tirito"
y dos
patos reverendos
cantan
al son de los frascos
este
estribillo, "comednos."
Pero
¿cómo estás desnudo?
HOMO: Porque
el matrimonio es fuego;
y en
tales caniculares
se
desnuda quien es cuerdo.
PENDÓN: ¿No
asamos y ya pringamos?
Eso es
sudar por invierno.
Aún no
has tocado a la novia;
¿dónde la ropilla has puesto?
¿Qué es
del sombrero y la capa?
HOMO: Amigo,
descuida de eso.
PENDÓN: ¿Pues tienes de entrar ansí?
HOMO: No,
sácame de allá dentro
un
vestido más liviano.
PENDÓN: Voy, pues, por él.
HOMO: Con secreto,
sin qúe
te sienta ninguno.
PENDÓN: Harélo
ansí. ¿Mas qué es esto?
Voces y
alboroto de dentro como que se
queman
UNO: ¡Agua,
que se está abrasando
nuestra casa!
TODOS:
¡Fuego, fuego!
UNO: Tomado
nos han el paso
las
llamas.
OTRO:
¡Socorro, cielos!
PENDÓN:
¿Socorro? Que nos socorran
socarrones elementos.
¿Qué habemos de hacer, señor?
¿Hay
pozo, hay noria en el huerto?
HOMO: Ya, mi
Dios, vuestros trabajos
comienzan, y yo comienzo
con
paciencia a recibirlos,
y con
gusto a padecerlos.
TODOS: ¡Agua!
PENDÓN:
Mejor fuera vino.
UNO: ¡Agua!
PENDÓN:
Aquél es tabernero.
¡Maldiga Dios quien tal pide!
Vase. Sale descabellada DOROTEA. Luego PENDÓN
y ESPERANZA
DOROTEA: Esposo, el nombre de Bueno
que
tienes, si se conforma
con tus
obras verdadero
me
defienda, que me abraso,
me
socorra que me quemo.
HOMO: Piadoso
Dios, no permita
vuestro
amor clemente y tierno,
que mi
esposa sea manjar
lastimoso de este incendio.
Imite yo a Job agora,
padezca mi hacienda y
cuerpo,
no el
alma, la vida no,
sacarla
en los brazos quiero
en
vuestro favor fïado.
Llévala en
brazos. Sale PENDÓN con un
cántaro
PENDÓN: ¡San
Antón, San Telmo,
San
Cristóbal en los rayos,
Santa Bárbara en los
truenos,
te
rogamos audi nos!
Sale ESPERANZA
con otro cántaro; en-
cuéntrase con
PENDÓN, quiébranlos y
caen
ESPERANZA: ¡Ay!
PENDÓN:
Esperanza ¿qué.has hecho?
ESPERANZA: Cascos
y no de membrillos.
PENDÓN: En los
míos, a lo menos,
tocaste casco. ¿A do vas?
ESPERANZA: ¿Qué sé
yo?
PENDÓN:
Seguirte quiero.
ESPERANZA: No es
éste tiempo de burlas,
que me
abraso.
PENDÓN:
Pie de puerco
seré
pues que me chamuscan.
ESPERANZA: En la
tinaja me meto
del
agua.
PENDÓN:
Pues no te sigo
que me
volveré cangrejo.
Vanse. Salen LELIO y GRIMALDO y luego HOMO Bono, y
asidos DOROTEA,
SABINA, ESPERANZA, ROBERTO, VALERIO y
PENDÓN
LELIO:
Abrásense, pues me abrasan
en la Troya de mis celos.
HOMO: No
teman, mis pasos sigan.
GRIMALDO:
Dividiéndose va el fuego
por
donde Homo Bono pasa,
que es
santo, y tiene respeto.
HOMO:
Desmayada va mi esposa,
aliviad sus desconsuelos
en tal trabajo, Dios mío.
SABINA:
Mientras le toco no temo
las llamas, que huyen de mí.
ROBERTO: Contigo
seguro vengo,
caro Eneas de este Anquises.
PENDÓN:
Eslabónome siguiendo
estos
cofrades de luz.
ESPERANZA: Yo tras
ti, Pendón, no temo.
PENDÓNL: ¿Tú
tras mí?
ESPERANZA:
¿Pues no lo ves?
PENDÓN ¡Qué
mala contera llevo!
HOMO: Ea, mi
Dios, abrasada
la
hacienda, mejor podremos
serviros, que siempre han sido
los
bienes impedimentos
de la
virtud. Padre mío,
en
vuestra casa el remedio
de esta
desgracia tengamos.
ROBERTO: Vamos
hijo, pues tan presto
cuando
rico te juzgaba
empobreciste; que necio
es quien de candelas fía
y no en virtud.
PENDÓN: Parecemos
sin
cáscaras y en camisa,
¿esperancilla, dirélo?
ESPERANZA: Dilo.
PENDÓN:
Piñones mondados
en casa
del pastelero.
FIN DEL SEGUNDO ACTO
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