ACTO SEGUNDO
LIBERIO, muy
galán, DIODORO, NISIRO y GULÍN
DIODORO:
¿Cuánto perdiste?
LIBERIO: No es nada,
seis
mil ducados.
DIODORO: Los naipes
son de
casta de mujeres.
LIBERIO: ¿Por
qué?
DIODORO:
Porque son mudables.
GULÍN: Di
también porque se afeitan,
porque
suelen desollarse,
porque en príncipes se estrenan
y se rematan en pajes.
NISIRO: ¿Salis picado?
LIBERIO:
No mucho;
solo
sentí levantarse
aquel
corto jugador,
porque
pudieran ganarme
veinte o treinta mil escudos.
NISIRO: Es un
triste miserable.
DIODORO:
Venturosas pintas hizo.
NISIRO:
Asentóse con cien reales,
y
llevónos el dinero.
LIBERIO: Siempre
pierdo.
NISIRO:
No os espante,
que en
juego nunca es dichoso
quien
es venturoso amante.
LIBERIO: ¡Brava
quinta!
DIODORO:
¡Deleitosa¡
NISIRO: Este
cenador nos hace
el brindis. Sentémonos.
Siéntanse
GULÍN: ¿Brindis aguado? Un salvaje
que le
acepte.
DIODORO:
¿Qué hay de amores?
LIBERIO: El mío,
por despicarse
de unas
damas, pica en otras,
ya
alabastros, ya azabaches.
NISIRO: Juega
el gusto al ajedrez.
Donde no hay muchos manjares,
es amor mal comedor,
y no es
mucho que se canse.
DIODORO: Buena
cara tiene Elisa.
LIBERIO: Es
doncella con su alcaide.
Acogióse al matrimonio
y
citóme de remate.
DIODORO:
¿Matrimonio?
LIBERIO:
Por lo menos,
y por
lo más doncellaje.
DIODORO: Daros
quiso quid pro quo,
porque
ésa es virgen y madre.
LIBERIO: ¿Cómo?
DIODORO:
Yo sé que ha parido
sietemesino un infante,
tan
huérfano, que le aplica
para
cada mes un padre.
NISIRO. Oh ,
doncella nominal!
LIBERIO: Hay
lunas virginidades
que
cada vez se renuevan,
ya
crecientes, ya menguantes.
DIODORO: No son
malas para guindas.
NISIRO: Ni
falta quien las compare
a los caños de barquillos,
que entretienen sin que
enfaden.
LIBERIO: A las
casadas me atengo.
NISIRO: Civil
gusto. Dios me guarde
de
jurisdicción a medias
y amor
de participantes.
¿Yo
había de comer las sobras
de un marido?
LIBERIO:
Mejor saben
uvas
del majuelo ajeno
que las
que en el propio nacen.
NISIRO:
Señores, a toda ley
amor de
viuda, que es trance
de más
gusto y menos riesgo,
todo
encuentros, sin azares.
¡Qué
contento es ver pasar
un
mongil por una calle,
aforrado de tabí,
tocas
blancas y ojos graves!
LIBERIO: Yo soy
de ese parecer,
porque pienso, si tengo hambre,
que son
manteles en mesa
sus
tocas, que el plato me, hacen.
GULÍN: ¿Dónde
dejáis las solteras?
LIBERIO: Eso es
leer en romance,
vestirse de ropería,
y comprar gustos de lance.
NISIRO:
Labradoras...
DIODORO:
Tosco gusto.
LIBERIO: Sí, mas tal vez deleitable,
como quien entre capones
mezcla
la vaca fïambre.
GULÍN: Apuntad
en vuestra lista
fregatrices a la margen
como
ensalada de berros
común,
sabrosa y de balde.
LIBERIO: Amor es
una comedia
donde
todo personaje
hace su papel; las reinas
botines y devantales.
Yo, en fin, no desecho
ripio.
VOCES: Pará,
pará. Dentro
LIBERIO:
Desembarquen
mujeres
-- ¡cuerpo de tal!
que
nos alegren.
NISIRO: Dos salen.
Salen bailando
TAIDA y FLORA, y MÚSICOS que cantan
UNA: "¿Qué
parecen valonas que adornan calvas?"
OTRA: "Los
hornazos de huevos que dan por Pascua."
TODOS: "Mas
si hay dinero,
donde
no faltan reales, sobran cabellos."
UNA: "Corcobados
amantes, dí ¿qué parecen?"
OTRA: "Hijos engendrados de muchas
veces."
TODOS: "Mas
si hay dinero,
es
como un pino de oro todo camello."
UNA: "¿Qué
parece una cara cuando se afeita?"
OTRA: "Hermosura
que en verso miente y deleita."
TODOS: "Mas
si hay dinero,
Solimana es un ángel, y un tigre Venus."
UNA: "Los
ricos avarientos son como cardos,"
OTRA: "que
a ninguno aprovechan, sino enterrados."
TODOS: "Todo
dinero
es
redondo por causa que es rodadero."
UNA: "El
amor,y el vino todo se es uno,"
OTRA: "porque
andan entrambos en cueros puros."
TODOS: "Mas
sin dinero,
ni
el amor vale nada, ni el vino es bueno."
UNA: "¿Qué
parecen las viudas con mongil negro?"
OTRA: "Truchas
empanadas en pan centeno."
TODOS: "Mas
si hay dinero,
toda
viuda llorona vende contento."
LIBERIO: Bien
cantando y bien bailando.
Dádivas
y no razones
se
estiman. Estos doblones,
que del
juego me han quedado,
repartid vosotros, y éstas
vosotras.
Dales unas
cadenas
FLORA:
Tan liberal
amante
no sea mortal.
TAIDA: Bien el
nombre manifiestas,
que
de pródigo adquiriste.
LIBERIO: Sentáos
las dos a mi lado.
Él en medio
GULÍN: En mujeres empeñado
no hayas miedo que estés
triste.
LIBERIO: Ésta
es mi felicidad;
agora
en mi centro estoy.
DIODORO: También
yo, Liberio, soy
de la
hermosa facultad
de
Amor. Dadnos parte de ella.
LIBERIO: Eso
no. Pedidme vos
dineros; pedid los dos
galas,
joyas, la más bella
pieza de cuantas poseo,
que
nunca en eso reparo;
sólo en damas soy avaro.
Tantas quiero cuantas
veo.
Habla con ellas
Mucho os habéis hoy tardado;
¿Cómo os habéis detenido?
TAIDA:
Bastante ocasión ha sido
venir
en coche prestado.
Prometiéronmele anoche,
pero es
tan difícil cosa,
que la
que es más generosa
dará un
ojo antes que un coche.
LIBERIO:
Luego estáis sin él las dos?
TAIDA:
Circunstancia es para dama,
que
disminuye su fama,
más
queriéndoos a vos.
LIBERIO: No
ha de quedar, pues, por eso.
En el
mío os llevaré,
y en
casa os le dejaré.
TAIDA: La
pródiga mano os beso,
que a Alejandro afrentar sabe.
DIODORO: Digno
érades de imperar.
FLORA: También
yo os quiero abrazar
por la
parte que me cabe; que
coche que es de mi amiga
conmigo
se ha de partir.
LIBERIO: No,
Flora; no he de sufrir
que
nadie en mi agravio diga
que
os dejo quejosa a vos.
para
comprar otro coche
vengan
a casa esta noche
por mil
escudos.
NISIRO: Por Dios,
que
sois un rey
FLORA: ¡Oh! ¡bien haya
quien os sirve!
GULÍN: (¡Oh socarronas, Aparte
aruñatrices, chuponas,
qué bien le encajáis la
saya!)
TAIDA: Así
lo hiciera el poltrón
de
Nineucio.
FLORA:
Desde el día
que
vive en Alejandría
falta
en ella provisión.
NISIRO: No
hay regalo de provecho
que no
embargue su despensa.
DIODORO: Eso es
su Dios, eso piensa;
de
suerte glotón se ha hecho,
que
siempre su mesa llena
se
alcanza -- juzgad qué vida --
del almuerzo a la comida,
la
comida a la cena.
Y
esto sin participar
otro
que él, deudo o amigo,
de sus
bienes.
NISIRO:
Buen testigo
soy yo
de eso.
DIODORO:
Y buen lugar
Epicuro le apareja.
LIBERIO: Felicia
que su oro goza.
¿cómo
lo pasa?
TAIDA:
Cual moza,
con las
pensiones de vieja.
LIBERIO: ¿Por qué?
FLORA:
Todo hombre barriga
es
inútil para amante;
todo
marido tragante
deleites de amor castiga.
NISIRO: Dios
de impotentes es Baco
por eso
es barrigón.
Dios de la generación
es Pan, y le pintan flaco.
Nineucio, que a Baco y
Ceres
por
dioses vicioso adora,
más
querrá dormir un hora
que
diez noches de mujeres.
LIBERIO: Muy
buen provecho le haga,
y
satisfaga Felicia,
si no
su amor, su codicia,
que mal
cobra quien mal paga.
Y
entre tanto que ella llora,
tráigannos de merendar.
NISIRO: Mañana
se han de casar
Timandro y Arquisidora
y
hay sortija.
LIBERIO: ¿Pensáis vos
salir?
NISIRO:
Fáltanme caballos.
LIBERIO:
Escusaréos de buscallos,
como salgamos los dos.
De
un alazán y un overo
sois
dueño, que aliento bebe,
las
alas con que se atreve
al
pájaro más ligero.
NISIRO:
¡Vive Dios, que echáis prisiones
a las almas!
DIODORO: ¿Hay largueza
semejante?
TAIDA:
La nobleza
impera
en los corazones
con
beneficios, testigos
del
valor de quien los da.
LIBERIO: ¡Ea!
Señores, bueno está;
quien
no da, no gana amigos.
Aderezos y jaeces
con
ellos os llevarán;
A DIODORO
y vos,
porque de galán
os den el premio los jueces,
os vestiréis en mi
casa
la
librea que tenía
para
mí.
DIODORO:
Ya es demasía
lo que
en vuestros gastos pasa.
¿Habíaos yo de quitar
las galas que para vos
tenéis hechas? ¡Bien, por
Dios!
LIBERIO: Vos las
habéis de lograr,
puesto que a dos mil escudos
me
llegan. De azul turquí
y
blanco son.
GULÍN:
¿Mas que aquí
nos han
de dejar desnudos
estos leones rapantes,
si de
ese modo les das?
LIBERIO: Soy
pródigo.
GULÍN:
En huerta estás;
seremos representantes
de
Adán y Eva en paraiso;
hunde
galas y dineros,
quedarémonos en cueros,
llorando tu poco aviso.
Tú
el Adán vendrás a ser,
y yo a
tu lado desnuda,
seré la Eva bigotuda,
si
valgo para mujer.
Pondrémonos dos lampazos,
saldrá
el hortelano, en fin,
y
echarános del jardín
a palos
y a pepinazos.
LIBERIO: Yo
quiero salir de verde
y
encarnado, que es color
que
conforma con mi humor.
TAIDA:
Merendemos, que se pierde
el
tiempo.
DIODORO:
Ya están las mesas
debajo
aquellos parrales,
mostrando cuán liberales
son los
gustos que profesas.
Levántanse
todos
LIBERIO:
Vamos, pues, y holguemonós;
no
quede gusto a la vista
del
deleite, que no asista
en
nuestra mesa. ¡Por Dios,
que
no he de perdonar fiesta,
mientras durare la vida,
que no
experimente!
FLORA: Impida
tu edad
la vejez molesta.
En eterna juventud
triunfes y logres el tiempo.
LIBERIO: Gloria
es todo pasatiempo,
infierno toda virtud.
Esta
noche he de cenar
en tu
casa, Taida bella.
TAIDA: Toda yo soy tuya.
LIBERIO: A ella
puedes
por mí convidar
cuantos entretenimientos
alegran
Alejandría,
bailes,
juegos, bizarría,
juglares y encantamentos.
Haya
comedias discretas,
que es
el mejor ejercicio,
suspensión de todo vicio
y
martirio de poetas.
No
tenga el pesar modesto
jamás
en mi casa puerta;
sólo el gusto la halle abierta.
Venid,
cantad más. ¿Qué es esto?
Sale LÁZARO, en
traje de peregrino
LÁZARO:
Mísero fin, Liberio, mi camino
ha
tenido en haberos encontrado,
si ya
no es que el cielo lo previno,
incomprensible en su razón de estado.
IBERIO: Lázaro,
¿vos a pie? ¿Vos peregrino?
¿Vos en
Egipto, solo y fatigado?
¿Tan
rico ayer, tan pobre y triste ahora?
LÁZARO: No es pobre
quien riquezas atesora.
Deposité en los cambios de los cielos,
pobres
digo, de Dios correspondientes,
mi
hacienda, donde libre de recelos,
no
temen fortüitos accidentes,
ni recelan ladrones, ni en desvelos
necesitan de guardas que, imprudentes,
a costa
de la escolta de los ojos,
cuando
hallar piensan oro, hallan enojos.
Quedé pobre, que en fin el que contrata
y
embarca a extraños reinos su riqueza,
mientras no llega el logro de su plata,
fuerza
es que le ejecute la pobreza.
Siempre
al menesteroso le fue ingrata
la
patria que le dio Naturaleza.
Fuélo
también la mía; no hallé ayuda
en
deudos, ni amistad que el tiempo muda
Fuéme fuerza pedir, ¿qué más bajeza?
Parientes, cuando rico, me adulaban,
que nunca
conocí, y en mi pobreza
los que
eran más propincuos, me negaban.
Amigos
lisonjearon la riqueza
que,
mendigo, después vituperaban,
y
huyeron el invierno como hormigas
que brota
el campo cuando dora espigas.
Por no cobrar en fin en sinrazones
beneficios librados en engaños,
espuelas me pusieron
ocasiones,
destierros me enseñaron desengaños.
Peregrinando
bárbaras naciones,
antepongo a los propios los extraños,
que
para el pobre, si le ven con mengua,
lo que
les falta en manos, sobra en lengua.
LIBERIO:
Desperdicios imprudentes
son de su afrenta testigos;
quien
ganar no supo amigos,
no halle ayuda en sus parientes.
En pobres impertinentes,
loco liberal has sido;
aun si lo hubieras
comido,
eso hubieras más gozado,
que
todo gusto pasado
suele
deleitar perdido.
Cobras en necias libranzas
bienes,
que en miseria truecas;
si en
pobres las hipotecas,
no
aseguro sus fïanzas.
Susténtate de esperanzas,
aunque
envidies mi ventura,
que si
es ganancia segura
la que
has después de tener,
no
puede Lázaro ser
hambre
que espera hartura.
Aunque con fin diferente,
pródigos somos los dos;
tú el
fïado diste a Dios,
mas yo
cobro de presente.
Amigos
gano, prudente,
a quien,
cuando pobre, pida;
pero en
ti está tan salida
la
hacienda que diste a pobres,
que no
es posible que cobres,
si no
es perdiendo la vida.
Mas
yo quiero con todo eso
ser hoy liberal contigo.
Sigue
la vida que sigo,
profesa
el bien que profeso;
ama,
juega, sé travieso,
que mi
hacienda es de los dos.
Mozo
eres, holguemonós,
que al
fin de la vida breve,
si en
sus pobres Dios te debe,
ejecutarás a Dios.
Vente a vivir a mi casa,
que
cual yo su dueño eres;
escoge
de estas mujeres
la que
más bella te abrasa;
pues se
pasa el tiempo, pasa
el que
te queda en regalo,
LÁZARO: Huyendo
de tí, señalo
lo que
tus vicios condeno;
más
quiero ser pobre bueno
que
rico, si he de ser malo.
Vase LÁZARO
GULÍN: ¡Oh,
borracho! ¡Ah, de la huerta!
suelta
el mastin al bribón;
déjale
con su opinión,
y pida
de puerta en puerta.
Juzgue
la del cielo abierta,
y nosotros merendemos;
vida y juventud tenemos,
gusto, hacienda y
libertad.
TODOS: ¡Viva
el pródigo!
TAIDA: Cantad,
que
nosotras bailaremos.
Vanse todos
cantando y bailando. Salen FELICIA y
NINEUCIO
NINEUCIO: Hoy,
Felicia, estás molesta.
FELICIA: ¡Qué
mucho! Soy tu mujer.
NINEUCIO:
Acabando de comer,
es
salud dormir la siesta.
Recuéstase en
una silla, teniendo los pies
sobre un
taburete
No
te doy celos, no tienes
falta
en riquezas ni en galas,
en mi
mesa te regalas,
señora
eres de mis bienes,
adórote por mi dueño.
¿Por qué
te quejas de mí?
FELICIA: Tengo
celos.
NINEUCIO:
¿Celos?
FELICIA: Sí.
NINEUCIO: ¿Pues
tú, de quién?
FELICIA: De tu sueño.
NINEUCIO: Por,
Dios, que tienes donaire.
Vase durmiendo
Nuevo
modo de querer;
ya
dicen que hubo mujer
que
tuvo celos del aire,
pero
del sueño no sé
que
haya habido otra inventora
de
tales celos.
FELICIA:
Agora
yo,
Nineucio, lo seré.
¿No,
los tiene con razón
la que
dentro de su casa
ve la
ofensa que la abrasa,
y que
la jurisdicción
que le
dió el tálamo justo,
la
usurpan agenos lazos,
privándola de sus brazos,
tiranizándole el gusto?
NINEUCIO: Es
así.
FELICIA:
Luego bien puedo
quejosa
del sueño estar,
pues me ha venido a usurpar
derechos de amor que heredo.
Al sueño sólo le pesa
de la
justa obligación
que
debes a mi afición.
Desde
la cama a la mesa,
y de la mesa a la cama
dan permisión a tus ojos
tus gustos y mis enojos.
Juzga qué ha de hacer
quien te ama.
Si
nunca te halla despierto,
el amor
que cifré en ti,
¿qué mucho que digan de mí
que me
casé con un muerto?
NINEUCIO medio
dormido
NINEUCIO: Ya,
ya entiendo...di...adelante...
FELICIA: ¡Qué
bien sientes mis desvelos!
¿A la
sombra de mis celos
te duermes? ¡Gentil amante!
Esto
merece mujer
que a
Liberio despreció
por tí.
Duerme, duerme.
NINEUCIO: Yo...
FELICIA: Si tú
supieras querer,
dejaras ejercitar
el alma
que tiranizas,
potencias que tiranizas,
pues nunca las das lugar
que usen de los
sentidos,
que tu
sueño tiene esclavos.
NINEUCIO sueña
en voz alta
NINEUCIO: Seis
tortas reales, dos pavos
y diez
capones manidos.
FELICIA: ¿Que
aún entre sueños la gula
trata a
este bárbaro así?
Miren
cuál ronca. ¡Ay de mí!
Pobre
del amor que adula
al que aborrece. Ya el mío
en
desdén se ha transformado.
NINEUCIO
soñando
NINEUCIO: No hay
Dios que me dé cuidado.
Lo
demás es desvarío.
FELICIA: ¡Oh,
blasfemo! Allá verás
la evidencia
de ese error.
¿No hay
vida eterna, traidor?
NINEUCIO: Nacer y
morir. No hay más.
Sale un CRIADO
CRIADO:
Señor, señor, tu sobrino,
Lázaro,
ha venido a verte.
NINEUCIO,
despertándose
NINEUCIO: ¡Bárbaro! ¿Pues de esa suerte
me osas
despertar?
CRIADO: ¡Si vino
de
Jerusalén por ti
tu
mismo sobrino!
Levantándose
NINEUCIO: Necio,
¿qué
sobrino hay de más precio
que el
descanso que perdí?
Ningún pariente me trate;
sólo mi
comodidad
busca
mi felicidad;
lo
demás es disparate.
No hay
sobrino que me cuadre,
sólo mi
gusto es mi dueño;
por un
instante de sueño
venderé
a mi padre y madre.
Ni a
mi sobrino reciba
mi
casa, ni en ella estés
tú
tampoco, descortés,
que no
es bien que en ella viva
quien en fe de su hospedaje
a mi
costa se sustente.
No
tengo ningun pariente,
no
conozco mi linaje;
mi
vientre es mi Dios; ni pido,
ni doy. Sólo es bien empleado
lo que conmigo he
gastado,
lo que
con otros perdido.
¡Que
hasta aquí me den tormento
parientes! No me entre acá.
FELICIA:
¡Maldiga Dios quien está
contigo, rico avariento!
Vanse
todos. Salen LIBERIO, DIODORO, NISIRO,
NICANDRO, TAIDA
y FLORA
LIBERIO:
¡Brava comedia!
DIODORO: ¡Donosa!
LIBERIO: ¿Y el entremés?
TAIDA:
¡Extremado!
LIBERIO: ¿Quién
fue el poeta?
NISIRO: La sal
de los
gustos, el regalo
de
nuestra corte. Es de un hombre
mozo,
cuerdo, cortesano,
virtüoso, y que no ha dicho
mal de
poeta.
NICANDRO:
¡Milagro!
TAIDA: Amigo
debe ser vuestro.
NISIRO: Aunque
soy su apasionado,
la
verdad es más mi amiga.
Confírmenla los teatros
gozosos y deleitables
por más de nueve o diez
años
que
tienen en pie a la risa
y a los
gustos con descanso.
FLORA: ¿Qué
entremeses habrá escrito?
NISIRO: Al pie de
trescientos.
LIBERIO: ¿Tantos?
NISIRO: Y acaban en bailes todos,
si los antiguos en palos.
El hizo
La Malcontenta,
El
Marión, Los Antojados,
dos de Los Monos, El Juego
del hombre, y de Los
rábanos,
La
ola, El ciego, Los títeres,
Comprar peines gabacho,
Los consonantes, y agora
he visto casi acabado
uno de Los
bailarines
vergonzantes, que ha jurado
de dar
risa a un envidioso
junto a
un bien afortunado.
LIBERIO:
Mientras nos dan de cenar,
juguemos pintas o dados.
DIODORO: Va de
pintas: naipes vengan.
TAIDA: Yo he
de servir ese plato.
Levan un
bufete, y sacan en una salvilla una
baraja. Juegan
en pie
LIBERIO: ¿Hay
rifa?
FLORA:
Sí, esta firmeza.
NICAND. Curiosa
es y rica.
DIODORO: ¿En cuánto?
FLORA: Dos mil
escudos costó.
LIBERIO:
Rifémosla, pues, en cuatro.
Salgan algunos
a mirar
NICANDRO: A mil
nos cabe a cada uno.
LIBERIO: Por
damas todo es barato.
NISIRO: Por mí,
vaya.
NICANDRO:
Por mí y todo.
DIODORO: No
quede por mí.
LIBERIO: Pues, ¡alto!
Alzan de mano
DIODOPO:
¡Cinco!
NICANDRO:
¡Siete!
LIBERIO:
¡Sota!
NISIRO: ¡Tres!
LIBERIO: El
naipe me cupo.
NICANDRO: Paro
esto
más a cinco pintas.
NISIRO: Paro.
DIODORO:
Paro.
LIBERIO:
Digo y hago.
DIODORO: Caballo
y dos.
LIBERIO:
Sácala.
NISIRO: ¿Tenéis azar en caballos?
LIBEIRIO: Cuando
juego, soy de a pie.
DIODORO: Pues
andar que no la saco.
LIBERIO: Ésta
es. Una, dos, tres.
NISIRO: ¿Y el tres de encaje? Andar.
LIBERIO: Cuatro,
cinco,
seis.
NISIRO:
Y el seis y todo.
LIBERIO: Siete,
ocho, nueve.
DIODORO: Ahí, diablos.
LIBERIO: Diez,
once, doce, y no más.
NICANDRO: ¿No son
hartas?
LIBERIO: Esto gano,
Tira el dinero,
y andan los naipes los
otros
y tengo
para la rifa
doce pintas. Doy barato.
Tomad, Taida; tomad, Flora;
tomad, todos.
FLORA: ¿Qué Alejandro
hay cual tú?
TODOS:
¡Vitor, Liberio!
Toma otro el
naipe
LIBERIO: A diez
doblones.
NICANDRO: Barajo.
DIODORO: A
treinta doblones.
NICANDRO:
No.
NISIRO: A
cincuenta.
LIBERIO:
Parad largo,
que
esto le corre detrás.
DIODORO: A
ciento, pues.
NISIRO:
Topo a entrambos.
LIBERIO: As y
rey.
NICANDRO:
Va a la trocada.
LIBERIO: Anda y
no tembléis.
NICANDRO: ¡Qué abajo
que
está el señor rey!
DIODORO: Y encima
el as de copas.
NICANDRO: Andarlo.
DIODORO: Una, dos, tres, cuatro, cinco,
seis,
siete, ocho, nueve.
LIBERIO: ¡Malo!
DIODORO: Diez,
once.
LIBERIO:
¿Con as y rey?
NICANDRO: ¡0h!
¡Maldiga Dios mis manos!
DIODORO: Doce,
trece.
NICANDRO:
Trece pierdo.
LIBERIO: ¿Cuánto
me cabe a mí?
NICANDRO: Cuanto
sobre
estos trecientos cuente,
y dé los demás.
NISIRO: Yo gano
mil y quinientos escudos.
DIODORO: Y yo,
que paro doblado,
gano
tres mil.
LIBERIO:
¿Cuánto es todo
lo que
debemos entrambos?
NISIRO: Cuatro
mil y más quinientos.
LIBERIO: ¡Que he
de perder de ordinario!
NICANDRO: Sobre
estos trecientos cuenten,
y dad
lo demás.
LIBERIO:
¡Qué extraño
rigor
de estrellas!
DIODORO: Tres mil
y
nuevecientos.
TAIDA:
Gran mano
perdistes.
LIBERIO:
Tomad ahora
esos
tres mil entretanto
que me
traen de casa más.
DIODORO: Yo
nunca juego al fïado.
NISIRO: Ni yo
fío.
LIBERIO:
¡Pues tan poco
crédito
tengo ganado
con
vosotros! ¿Qué os parece
de mis
amigos?
NISIRO: Jugamos,
y no
hay amistad en juego,
cuando
el oro nos tiramos.
DIODORO: Aquí
como aquí, y allá
como
allá.
LIBERIO:
Diodoro, paso,
jugad, y sed más cortés,
que no tardará un crïado
que fue
a casa por dineros,
y os satisfará en llegando.
NISIRO:
Mientras que viene o no viene,
podéis
para asegurarnos,
empeñar
esos diamantes
y esa
banda.
FLORO:
Yo me encargo
de su
depósito.
LIBERIO: Bueno;
a ser
los diamantes falsos
cual
los amigos que se usan,
diera
engaños por enganos.
Tomad,
no quede por eso,
aunque creí que obligaros
a vos mis galas pudieran
y a vos también mis caballos.
DIODORO: ¡Oh!
pues si en cara nos dais
con
dádivas, que os honraron
por
admitirlas nosotros,
no os
llaméis pródigo o largo.
LIBERIO: Con
malos correspondientes,
razón
es.
NISIRO:
Hablad más bajo.
LIBERIO: Nisiro,
¿pues vos conmigo
os
descomponéis?
NISIRO: Me canso,
por
Dios, de que siempre uséis
de
hermano mayor.
DIODORO: A esclavos
menospreciad de ese modo,
y
juguemos que me enfado.
NISIRO:
Concluyamos esta rifa,
y si os
dais por agraviado,
opilaciones de honor
sana el
acero en el campo.
LIBERIO: Jugad,
pues, el naipe es vuestro.
¡Perezosos desengaños!
Abriéndome vais los ojos;
mas gloria a Dios que los abro.
Sale GULÍN,
todo alborotado
GULÍN: ¡Agua,
agua! ¡Fuego, fuego!
¡Calderas, jeringas, cazos,
que se abrasa todo el
mundo!
¡Agua,
Dios!
LIBERIO:
¿Estás borracho?
¿Qué disparates son ésos?
GULÍN: ¿Borracho yo? Pues a estarlo,
¿pidiera agua tan aprisa,
elemento tan contrario
de mi
lacaya pureza?
Tu casa
se está abrasando
desde el ínfimo cimiento
hasta
el chapitel más alto.
LIBERIO: ¿Qué
dices, loco?
GULÍN: ¿Qué digo?
Cargó
el mozo de caballos
delantero aquesta noche,
árbitro
entre tinto y blanco.
Fue al
pajar con un harnero;
llevaba
encendido un cabo
de
sebo; cayósele
un
pábilo, y en sacando
la
pajiza provisión,
cerró,
dió un pienso, y soltando
las
riendas al sueño y vino,
entre
sábanas de Baco
envolvió los torpes miembros
entre sueños paseando
paraísos de la noche,
ya que
no a pasos a tragos.
Dió el pábilo tras la paja,
la paja
tras lo inmediato,
y esto
tras el primer techo,
que
yendo comunicando
su
contagión, en un punto
emprendió salas y cuartos,
y para acabar con ello,
en un
hora -- ¡triste estrago! --
más
pródigo fue que tú,
pues
que todo lo ha abrasado,
sin
dolerse de la ropa,
caudal
de un pobre lacayo.
Personas,
bestias, hacienda,
colgaduras, cofres, trastos,
todo se
ha resuelto en humo,
como
favor de privado.
Deja ya
damas y juegos,
y a la
patria nos volvamos
cenicientos,
si no ricos,
que así
pagan ruines amos.
LIBERIO:
Sirviendo el mundo, bien dices.
¡Qué
tarde en la cuenta caigo!
Vamos a
ver si podemos
dar
algún remedio.
GULÍN: Vamos,
puesto
que en balde ha de ser.
LIBERIO: Amigos,
si los trabajos
son
toque de la lealtad,
en fe
de la que he mostrado
con
vosotros, socorredme,
que si
es verdad este caso,
sólo en
vosotros confío.
DIODORO: Mostrad
corazón hidalgo
en la
adversidad, Liberio,
como de
un propio hermano
de mi
hacienda disponed.
NISIRO: Lo
propio ofrezco.
TAIDA: Mi llanto
muestre
lo que esta desdicha
siento.
FLORA:
Y yo también que os amo
con el
corazón que os di,
señor
de mi hacienda os hago.
LIBERIO: Sois ejemplo de firmeza,
sois de
la lealtad retratos.
GULÍN: A la
vuelta lo veredes,
dijo
Agrajes.
LIBERIO:
Vamos.
GULÍN: Vamos.
Vanse LIBERIO y
GULÍN
TAIDA: Muy gentil despacho lleva.
FLORA: Ya este
pollo va pelado.
DIODORO: ¡Alto!
a cenar, que si vuelve,
él
llevará su recado.
Vanse
todos. Salen TIMANDRO y CLODRO, desnudas
las
espadas, tras
de GULÍN, que sale huyendo
GULÍN:
¡Quedo que dan el porrazo,
que me
derriengan, quedito!
TIMANDRO: No
grite.
GULÍN:
Pues si no grito,
no
acuchillen. ¡Ay, mi brazo!
Danle
¿Qué
quieren, cuerpo de Dios?
Pidan sin dar.
CLODRO:
Lo primero
pido el
acero.
GULÍN:
¿Yo, acero?
¡Qué
poco saben los dos
del
humor a que me inclino!
Siempre
que estoy opilado,
en vez
de andar acerado,
conmuto
el acero en vino.
CLODRO: ¿No
trae espada?
GULÍN: En mi vida
ni
porfié, ni reñí.
Un no
por no, y sí por sí
es mi riña conocida.
TIMANDRO:
Largue la capa.
GULÍN: ¿La capa?
¡Pidiérades un capón!
TIMANDRO: Acabe.
GULÍN:
¡Hay tal petición!
CLODRO: ¡Ea
pues!
GULÍN:
De una gualdrapa
salió, a imitación de Eva
de la
costilla de Adán.
Mi amo
es rico y galán,
y vale
más la que lleva
de
gorgorán, oro y raso.
A no dejarle
escapar,
tuvieran bien que pillar.
TIMANDRO: Atajado
le han el paso
otros que le tomen cuenta
de toda
esa bizarría.
Acabemos.
GULÍN:
¿La porfía?
CLODRO: Dale, y muera.
Danle
GULÍN:
¡Ay! tengan cuenta
con
la necedad.
TIMANDRO: No, callar
y dar
la capa.
GULÍN:
¡Bobear!
Si la
tienen de llevar,
¿de qué
sirve cuchillar?
Dales la capa
CLODRO: El
sombrero.
GULÍN:
Está lloviendo,
tengo
reumas, soy quebrado,
no
puedo ser bien crïado;
daréle en
amaneciendo.
CLODRO: ¡Oh,
pesia al bufón! Acaba,
dale, y
vámonos los dos.
Danle
GULÍN: Dada
mala les dé Dios,
con
vigilia y con octava.
Allá
va el sombrero.
TIMANDRO:
El sayo.
Entregándolo
GULÍN: ¿Sayo?
Cara de sayón
tenéis
vos.
CLODRO:
Venga el jubón.
Valo dando
GULÍN: A un
verdugo, y no a un lacayo.
CLODRO: Quite los calzones.
GULÍN: Yerro
es negarlos, ya los dan;
Quitales
si
muero aquí, llenos van
de cera
para mi entierro.
TIMANDRO: Pues
brevernente.
GULÍN: Hilo a hilo
me voy.
TIMANDRO:
¿Qué dice?
GULÍN: ¡Ay, de mi!
¿Quién
ha visto, sino en mí,
cera
hilada y sin pabilo?
Da los calzones
CLODRO: La
camisa.
GULÍN:
Ésa es crueldad.
CLODRO: No ha
de quedarle un cabello.
GULÍN:
Señores, que estoy doncello,
no
agravien mi honestidad;
miren que tendré desmayos
virginales.
CLODRO:
No haya miedo.
GULÍN: Seré,
si en puribus quedo,
Cupido
de los lacayos.
CLODRO:
Gente suena. Dése prisa.
GULÍN: Aún no
llega a media pierna.
TIMANDRO:
Agradezca a la linterna
el
dejarle la camisa.
Vanse los dos
capeadores
GULÍN: Con
buen fieltro me socorren
para
resistir canales.
¡Qué
cobardes son los males
cuando
tras un pobre corren!
No
haya miedo que acometan
de uno en uno; en escuadrón
vienen
juntos, y a traición
goteras
de agua recetan.
Contra el fueg, cuyos bríos
nuestra
hacienda han abrasado,
fuego y
agua me han dejado,
desnudo
y con calofríos.
¡Pues decir que cada gota
no es
una vela de hielo!
¡Tanta
riguridad, cielo,
contra
una camisa rota!
Duélaos del peligro mío,
que
soy, si moveros puedo,
ti...tiritando de miedo,
ti...tiritando de frío.
Sale LIBERIO,
desnudo
LIBERIO: No
es pequeña maravilla,
llamándose el mundo mar,
de su
tormenta escapar,
aunque
desnudo, a la orilla.
Quitóme la hacienda el fuego,
salteadores el vestido,
torpes
vicios el sentido,
mocedades el sosiego.
Los
bienes de la Fortuna,
como
son bienes prestados,
quien
los juzga vinculados,
no
habiendo firmeza alguna
en
su varïable rueda,
que a
tantos postra en un día,
cuando más
en ella fía,
del
modo que yo se queda.
¿Qué he de hacer? ¿Adónde iré
de noche, solo y desnudo?
GULÍN: ¡Qué
despacio y qué menudo
se deja
llover!
LIBERIO:
¿Qué haré?
GULÍN: Otro
encamisado viene.
Mal de
muchos es consuelo.
¿Si es
nuestro pródigo?
LIBERIO: ¡Ay, cielo!
¡Qué
bien merecido os tiene
mi mala
vida el rigor
con
que, aunque tarde, recuerdo!
GULÍN: ¿Quien
viene?
LIBERIO:
Desnudo pierdo
a fuer
de pobre, el temor.
Ya
¿qué me pueden quitar,
si no
es la vida cansada,
en el
pobre despreciada,
si en
el rico de estimar?
¡Qué
en breve el susto se pasa!
GULÍN: ¿Quién
va?
LIBERIO:
¿Quién es quién me avisa?
GULÍN: Una
doncella en camisa,
que la
echaron de su casa
y
tras robarla su flor,
le han
quitado el faldellín
dos
bellacos.
LIBERIO:
¿Es Gulín?
GULÍN: ¿Es
Liberio, mi señor?
LIBERIO: ¡Ay,
amigo! La Fortuna
me
deja. Toda es extremos.
GULÍN: Según
llueve, no diremos,
"Dejado nos ha a la luna."
A las puertas de tu dama,
mojados y pobres, sí.
LIBERIO: Dos
amigos tengo aquí
que me
den socorro. Llama.
GULÍN:
¿Amigos?
LIBERIO:
Sí; llama aprisa.
GULÍN: Como los de Job serán,
que cuando salgan,
saldrán
a
quitarnos la camisa.
LIBERIO: Pues
yo mi hacienda les daba,
de que
me amparen no dudo.
GULÍN: Más da
el duro que el desnudo;
desnudo
estás. Va de aldaba.
Llama y arriba
suena música y gríta y
bailes. Cantan
MÚSICOS: "¿Qué
parecen los ricos que empobrecieron?
Cáscaras de huevos que se sorbieron.
Toda
la gente,
de
los tres tiempos vive sólo el presente."
GULÍN: Si
escuchas esto, ¿qué esperas?,
Bailando están -- ¡vive Dios! --
y acá
rabiando los dos
al son
de viento y goteras.
LIBERIO: En
eso se diferencia
el
tener del no tener.
GULÍN: No lo
quisiste creer
cuando
tuviste.
LIBERIO:
¡Paciencia!
GULÍN:
Huevos nos llamó sorbidos
el
cantor.
LIBERIO:
Verdades fragua.
GULÍN: Huevos pasados por agua
somos agora y cocidos
como tu hacienda en el
fuego,
asada y
hecha gigote.
Diera
yo por mi capote
cuatro
votos y un reniego.
¿No
lo oyes?
LIBERIO:
Llama otra vez.
GULÍN: A un
pobre nadie le oirá,
y si
viene un "agua va"
con su
mano de almirez,
y a
plomo calla y sacude,
habrá
cascos.
LIBERIO:
Llama.
GULÍN: Llamo.
VOZ: ¿Quién
va allá? Dentro
GULÍN: Gulín y su amo
en
remojo.
VOZ:
Dios le ayude.
GULÍN:
¿Ayude? No estornudamos.
LIBERIO: Todo
contra mí se muda.
GULÍN: Bueno
es echarnos ayuda
cuando
calados estamos.
Llama otra vez
LIBERIO:
Liberio soy. Abre, amigo.
VOZ: Liberio
no vive aquí. Dentro
LIBERIO: (Cuando
era rico viví; Aparte
ya no, porque
soy mendigo.)
Decid a Taida que está
Liberio
aquí.
VOZ:
¡Buen regalo! Dentro
¡Pues
si bajo con un palo!
OTRO: Cierra
y canta.
Cierran de
golpe
GULÍN: ¡Bueno va!
Cantan
MÚSICOS: "No
recibe esta casa pobres ni calvos,
porque unos y otros vienen pelados.
En
nuestros libros
mientras no hubiere gastos, no habrá recibos."
LIBERIO: ¡Vive Dios, que ya no basta
la
paciencia¡ Abrid, villanos,
Da golpes
recios
para
recibir, con manos;
sin
ellas, con quien no gasta.
¿Así
la amistad pasada
pagáis?
¿Este premio da
vuestra
lealtad?
VOZ:
¡Agua va! Dentro
GULÍN queda
mojado por el agua arrojada
GULÍN: Agua
viene, y no rosada.
¡Puf! ¡Fuego de Dios en ella!
LIBERIO,
llamando con fuerza
LIBERIO: Las
puertas he de quebrar,
¡vive
Dios!
GULÍN:
Para afeitar
caras
es el agua bella.
LIBERIO: ¡Ah,
Taida! ¡Ah, Flora! ¡Ah, tiranas!
¿Así pagáis un amor
tan dadivoso? ¿Al rigor
de desdichas inhumanas
dejáis a quien por
vosotras
es
pobre? ¡Que esto no os mueve!
GULÍN: Cuanto
más llamas, más llueve.
¡Qué mal
tiempo para potras!
LIBERIO:
¿Este premio da una dama
que su
hermosura celebra?
Salen a la
ventana TAIDA y FLORA
TAIDA: ¿Quién
es el necio que quiebra
así las
puertas? ¿Quién llama?
LIBERIO: Mi
bien, tu Liberio soy;
abre,
Amor es, que desnudo
y al
agua, mi vida dudo.
De dos
elementos hoy,
mísero despojo he sido;
el
fuego abrasó mi hacienda,
sin
haber quien me defienda
del
agua. Si me has querido,
cumple la palabra agora
que me
ofreció tu favor;
haz
alarde de tu amor,
Taida
hermosa, bella Flora.
TAIDA:
Lastímanme tus congojas,
que te
traspasará el aire.
Aun así
tienes donaire.
¡Con
qué gracia que te mojas!
Estáte un poquito más;
debajo
de esta gotera
te pon;
llega.
LIBERIO: ¡Ah, ingrata! ¡Ah, fiera!
¿Burlando de mí te estás?
TAIDA: ¿Yo
burlar? No, por mi vida;
sino
que cumplo un deseo
después
que al agua te veo.
De
muchos que fui querida
escuché el desasosiego,
porque
todos me juraban
que por
mi amor se abrasaban.
Cansábame tanto fuego,
pero
en ti cesa mi enfado;
tú
sazonas mi apetito,
que deseaba infinito
un
amante remojado.
LIBERIO:
Basta la burla, mi bien,
Agora, haced abrirme vos.
FLORA: Hemos de sentir las dos
si te abrimos y te ven
los
que están aquí, en camisa,
la vaya
que te han de dar,
y
crecerá tu pesar
a
medida de su risa.
A
casa puedes tornarte,
que
puesto que se ha quemado,
hallarás, pues te has mojado,
lumbre en ella en que
enjugarte.
Y no
llames más, mi bien,
que acá
si abrimos y subes,
como allá llueven las nubes,
lloverán palos también.
Cierran con
ventanazo, y vanse
GULÍN:
Concertadme esas medidas.
LIBERIO:
¡Villanos, amigos viles,
mujeres
siempre civiles,
al
torpe interés rendidas!
De
vuestra deslealtad
está
agraviado el valor;
de vosotras, el amor;
de
vosotros, la amistad.
Mas,
no importa; padre tengo
que
enriquecerme podrá,
si el
cielo aviso le da
de la
desdicha a que vengo.
Yo le
escribiré, villanos;
yo
volveré presto a ser
caudaloso para ver
si
tenéis entonces manos
para
defender castigos
que no
podréis resistir,
como
para recibir
a fuer de falsos amigos.
GULÍN: Salgan acá los que arrojan
zupia, y sabrán, si los
vemos,
de la
suerte que corremos,
y del
modo que se mojan.
Y ellas...las...
NISIRO: Abre esas puertas; Dentro
¡Vive Dios! Que he de
matalle
a
palos.
GULÍN:
Toma esa calle,
si en
tus peligros despiertas,
no
haya tras el "agua va,"
un rato de torbellino.
LIBERIO: ¡Ay,
juvenil desatino!
Tarde
escarmentaste ya.
Vanse LIBERIO Y
GULÍN. Sale LÁZARO,
medio desnudo,
y echándole NINEUCIO y sus criados, y FELICIA
NINEUCIO: ¿Tú
en mi casa a mi pesar?
¿Tú a mis puertas pordiosero?
Ni te
conozco, ni quiero
por
deudo. Te he de sacar
yo
en persona de esta corte
y del
mundo; no me fío
de
nadie.
LÁZARO: Nineucio, tío,
señor,
mi humildad reporte
tu
cólera; enfermo estoy,
a
pobres mi hacienda di,
ninguno
conozco aquí,
de tu
tierra y sangre soy.
¿Qué
importa que a los umbrales
de tu
casa un pobre esté
que
sobrino tuyo fue?
NINEUCIO: En la
corte hay hospitales.
No
lo es mi casa; sal fuera.
LÁZARO: Opinión
los pobres dan
que a puertas
del rico están;
deja que a las tuyas muera.
Crean los que a ellas me ven
que ser limosnero sabes.
NINEUCIO: Cerrad
y dadme las llaves.
FELICIA:
Compasión, esposo, ten
por
esta noche no más
de tu
sobrino.
LÁZARO:
Lebreles
crïar
regalados sueles,
y a
perros sustento das:
haz
cuenta que un mastín tienes;
con
ellos, señor, me iguala.
NINEUCIO: No hago
yo cuenta tan mala
que
menoscabe mis bienes.
Ni
aun como perro has de estar
aquí,
que ellos a quien pasa
ladran
por guardar la casa
que el
pobre viene a robar;
y no
es justo que tú cobres
lo que
ellos tan bien merecen,
pues no
sin causa aborrecen
los
perros tanto a los pobres.
Mira
quién eres y fía
que limosnas te acrediten,
pues aun los perros no admiten
a un pobre en su
compañía.
Sacadle de aquí arrastrando.
Salen LIBERIO y
GULÍN, ambos desnudos
LIBERIO: Porque
tu felicidad
triunfe de mi adversidad,
que
hasta en esto te está honrando,
quiere mi suerte importuna
que
Liberio a tus pies venga
Arrodíllase
para
que los suyos tenga
en mi
cuello la Fortuna.
No
quieras mayor venganza
de
quien compitió contigo.
GULÍN: Ni de
un lacayo prodigo
que
entra también en la danza.
LIBERIO:
Mientras mi padre me envía
algún
socorro, señor,
hazme
en tu casa favor.
Destruyéronme en un día
las
llamas, el vicio, el juego,
la
amistad que agora pasa,
que
pues que todo esto abrasa,
todo debe
de ser fuego;
y
como no hace ventaja
el
pobre al que se murió,
la Fortuna me dejó
solamente esta mortaja.
El más vil de tus crïados
ser en tu casa quisiera.
GULÍN: Porque
venimos siquiera
como
piñones mondados.
NINEUCIO: ¡Oh,
qué buenos mercaderes
de la
felicidad fuísteis!
Ingeniosos la adquiristeis,
tú en
pobres, tú con mujeres.
Felicia, buen casamiento
hubieras hecho -- ¡por Dios! --
con
cualquiera de los dos.
FELICIA: (¡Ay,
Liberio! ¡cómo siento Aparte
tu
pródiga adversidad!
aunque más
siento la mía,
que en
fin en tu compañia
fuera
yo felicidad,
y no
en la de este avariento,
porque
más es de sentir
que la
pobreza, el vivir
junto del
manjar, hambriento.
A NINEUCIO
Señor, pues que vencedor
de estos pobres has salido,
hacer merced al vencido
es
propio del vencedor.
En
tu casa los recibe.
NINEUCIO: De que eso digas me pesa.
Las
migajas de mi mesa
no les
daré -- ¡el cielo vive! --
Quitádmelos que me corro
de que
aun los tengas amor.
Idos.
LIBERIO:
¡Socorro, señor!
GULÍN:
Socarrón, señor, favor,
mala
imagen del socorro.
LIBERIO: ¡Ay,
cielos! ¡Qué tarde avisa
el
desengaño!
GULÍN:
A buscar
voy
quien me dé de cenar
a costa
de mi camisa.
FIN DEL ACTO SEGUNDO
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