JORNADA PRIMERA
Sale doña
MARGARITA, leyendo un
papel
MARGARITA: "Dos intérpretes, señora,
de
diversa calidad,
sirven
a la voluntad
en
favor del que os adora.
Amor,
que en los ojos mora,
tal vez
con ellos anima;
a quien
secretos estima
la
lengua los manifiesta;
con
tierna claridad ésta,
los
otros con dulce enigma.
Hállome favorecido,
en los
vuestros cada instante,
que su
luz gozo delante,
y juzgo
que soy querido;
pero
aunque en ese sentido
Amor su
esfera eligió
pues por los ojos entró,
siempre en ellos advertí
puertas
que le admitan, sí,
lenguas
que le expliquen, no.
No
usurpen ajeno oficio,
que se
quejará la lengua
de que
sufráis que en su mengua
tiranicen su ejercicio.
Mirad
que en mi perjüicio,
desdichas entre venturas
buscan claridad a obscuras,
y que siempre que ojos
leo
favores
que deletreo
estriban en conjeturas.
Palabras han de explicar
el alma
de un bien querer,
que
querrá la lengua ver,
si
quiere la vista hablar.
Esta
noche den lugar
a
estilos más verdaderos;
merezca
yo, si no veros,
oíros y ahorrar de enojos,
porque andar descifrando
ojos
es
hablar entre extranjeros."
Dice
don Alvaro bien;
que por los ojos Amor
habla, mas es por mayor.
Con gusto los míos le ven,
pero
nunca se ha atrevido
a dar
al recato enojos
la
lengua, que de los ojos
el
lenguaje es permitido,
aunque difícil y oculto,
y el alma acostumbra hablar
por la
lengua a lo vulgar,
mas por
la vista a lo oculto.
Sale doña
BEATRIZ leyendo este papel
BEATRIZ:
"Si en ausencia padecemos,
gloria
en presencia tengamos,
que el
tiempo que malogramos
hará el
tiempo que lloremos."
MARGARITA:
(¿Qué es esto? ¿Hasta en el leer Aparte
papeles
doña Beatriz
quiere
imitarme?)
Guarda doña
MARGARITA su papel en la manga
BEATRIZ: (¡Feliz Aparte
ingenio! ¡Qué encarecer
tan
sazonado y discreto!
No sé
apartar de los ojos
sus
letras, tiernos enojos,
quejas
de amor con respeto,
aunque sentido, templado.
MARGARITA:
¿Hermana?
BEATRIZ:
¡Mi Margarita!
MARGARITA:
Tristeza que se limita
con
versos, no es decuidado.
¿Cuyos son los que encareces
y
ponderativa alabas?
No ha
un hora que triste estabas;
enfermas y convaleces
brevemente. No es crüel
mal que
tan presto se pasa,
ni hará
mucha costa en casa
su
cura, siendo un papel.
BEATRIZ: ¿Es
eso reñirme?
MARGARITA: Es esto
prevenir riesgos.
BEATRIZ: ¿De qué?
MARGARITA: Amor,
que cerradas ve
puertas,
donde el gusto ha puesto,
dicen que, en lugar de llave,
suele
abrirlas con papeles,
porque
a pesar de canceles
¿por
dónde un papel no cabe,
y
más versificador,
que es dos veces sospechoso?
BEATRIZ: Y en ti
título forzoso
jugar
de hermana mayor.
No
perderás tu derecho
por un
reino.
MARGARITA:
Está sin madre
esta
casa, y nuestro padre
de mí
confïanza ha hecho.
Lloverá sobre mí el daño
que en
ti disculpado deja
tu edad.
BEATRIZ: Sí, que eres muy vieja;
aún no me llevas un año.
Olvida temas prolijas,
así
Dios te guarde, ó di
que ensayar quieres en mí
cómo has de crïar tus hijas,
cuando casadas las
tengas.
Estos
versos que leía
no los
hizo a instancia mía
- por
maliciosa que vengas -
su
autor, ni a contemplación
de cosa
que le desvele
en mí.
Muchas veces suele
ya el
ocio, ya la ocasión
reparar
en lo primero.
que
encuentra. No sé qué alhaja
en una
excusabaraja
buscaba, y el lisonjero
papel - por tal desechado -
hallé,
donde envueltas vi
de seda
verde y turquí,
tres
madejas.
MARGARITA:
En lo ajado
se
echa de ver lo que dices,
y más
en lo que encareces
su
estilo, que esas dobleces
- cuando no le solemnices -
muestran que deben de ser
de la
seda que envolvías,
cuando,
sin verme, decías
suspensa, "¿Qué encarecer
tan
sazonado y discreto!"
BEATRIZ: ¿Pues
de eso tu desvarío
podrá
colegir que es mío?
¿0 es
justo que por respeto
de
que para mí no viene?
¿No
alabe yo la sazón
de su
estilo y discreción?
Anda,
hermana, que te tiene
la envidia loca.
MARGARITA: Sí hará.
"No sé apartar de los ojos
sus letras, tiernos enojos.:
Beatriz, acabemos ya.
Si intentas
satisfacerme,
con dejármele leer
podré
en sus cláusulas ver
si amor
en ti vela ó duerme.
No
viniendo para ti,
¿qué te
importa?
BEATRIZ: El estimarme
tú en
poco. Quiero vengarme
de tus
malicias así.
Quiere
rasgarle, y cójesele MARGARITA
MARGARITA: Eso
no, no has de rasgarle
antes
que yo llegue a verle.
BEATRIZ: Perderé
por no perderle...
MARGARITA: ¿Qué?
Si vuelves a cobrarle.
Suelta, necia.
Métesele
MARGARITA en la manga
BEATRIZ: No porfíes,
ni a
villana correspondas,
que
aunque en el alma te escondas,
te le
he de sacar. ¿Te ríes?
MARGARITA: Pues
¿qué he de hacer? ¿Enojarme?
Tengo
yo más sufrimiento.
BEATRIZ: Yo no.
Con tu atrevimiento
luego
habías de dejarme
sin
él y llevártele, ¿eh?
¡Qué
donoso frenesí!
MARGARITA: Tenme
respeto.
Tíra BEATRIZ
del lenzuelo que cuelga de la
manga de
MARGARITA, y cáesele el papel que ésta
venía leyendo,
y cójele BEATRIZ
BEATRIZ: ¿Yo a ti?
sé
cuerda y te le tendré.
Cayóse y cobréle.
MARGARITA: (¡Ay, cielo! Aparte
que es
el mío). Hermana, mira
que ése
que llevas...
BEATRIZ: Me admira
que le
deba yo a un lenzuelo
lo
que tú tiranizabas.
MARGARITA: Oye,
rómpele primero
que te
vayas.
BEATRIZ:
Ya no quiero.
MARGARITA: ¿Pues
antes no le rasgabas?
BEATRIZ:
¡Válgame Dios! ¿Qué te importa,
Margarita, este papel,
que tal
inquietud por él
tienes
contigo? Reporta
la
sospecha que te incita,
que el
dueño que le escribió
jamás
de ti se acordó.
MARGARITA: ¿No,
Beatriz?
BEATRIZ:
No, Margarita.
MARGARITA: ¡Ay,
qué engañada que estás!
BEATRIZ: ¿Luego de mí tienes celos?
MARGARITA: No son ésos mis desvelos.
BEATRIZ: ¿Pues?
MARGARITA:
Ábrele y lo verás.
Lee para sí
BEATRIZ: ¡Ay,
no es mío este papel!
MARGARITA: ¿Ves si
se acordó su autor
de mí?
BEATRIZ:
¡Bueno es tu rigor!
Respetaréte por él;
repréndeme como sueles;
vuelve
a decirme muy grave
que el
Amor en vez de llave
abre
puertas con papeles.
Hipócrita de a dos haces,
uno
obras, y otro publicas.
A lo
fariseo predicas,
que
dices lo que no haces.
MARGARITA:
Basta, Beatriz, que sospecho
que has
perdido...
BEATRIZ:
"Está sin madre
esta
casas y nuestro padre
de mí
confïanza ha hecho."
¡Bien lo que tiene en ti sabe!
MARGARITA: ¿Cuándo
tú así hablarme sueles?
BEATRIZ:
"Porque a pesar de canceles,
¿por
dónde un papel no cabe?"
¡Y
qué cierto! ya lo ves;
probaste lo que has propuesto.
MARGARITA: ¿Estás
loca?
BEATRIZ:
"No, que es esto
prevenir daños."
MARGARITA: Ea, pues,
baste, hermana, el cordelejo,
que yo
me doy por vencida.
Un modo
de estado y vida,
seguimos, pendencias dejo;
acábense en amistad,
que si
Amor es nuestro Dios,
no es bien riñamos las dos
siendo de una facultad.
BEATRIZ: ¡Qué
de ello ha si tú quisieras
que
esto estuviera ya en paz!
MARGARITA: No te
juzgué tan capaz
que
amaras con tantas veras;
pero
quien tan bien defiende
prendas
que el amor le da,
el
grado merecerá
que en
su escuela se pretende.
Tu
tercera quiero ser,
si tú
admites serlo mía.
BEATRIZ: Decirte
de no quería,
mas
perdonar es vencer.
Comunicarte deseo
secretos que ya te fío,
Repasa este papel mío
mientras que yo el tuyo leo;
contarémonos después
las dos nuestras aventuras.
MARGARITA: Así
estarán más seguras.
Va de
versos.
BEATRIZ:
Vaya, pues.
Lee doña
BEATRIZ para sí un papel,
doña MARGARITA,
en voz alta el otro
MARGARITA:
"Vulgar experiencia alcanza
quien
tiene por opinion
que es
muerte la posesión
de su madre la esperanza.
Yo, mi
bien, que la mudanza
tengo
por fallido empleo,
cuando
en posesión me veo
vuelvo
de nuevo a esperar
lo que
tengo de gozar,
y
poseyendo deseo.
La
voluntad, que liviana,
no es
igual a la que os doy,
no ve
que lo que goza hoy
lo ha
de apetecer mañana.
Poseí
la soberana
belleza
que solicito;
porque
olvidarla es delito,
y
porque Amor, siendo dios,
no
tiene limite en vos,
sino
asomos de infinito.
Siendo esto así, el dilatar
será,
Beatriz, padecer;
vuélvaos mi fe a poseer,
porque
os vuelva a desear.
Ventura, tiempo y lugar
donde
vos sabéis tenemos.
Si en
ausencia padecemos,
gloria
en presencia tengamos,
que el tiempo que malogramos
hará,el
tiempo que lloremos."
Acaban de leer una y otra
¡Posesión, Beatriz! ¿Qué es
esto?
BEATRIZ: Llámanse conformidades
de gustos y voluntades
que Amor y el cielo han
dispuesto;
posesión, por el derecho
que tiene el galán o dama
en la
voluntad que ama.
MARGARITA: No,
hermana. ¡Ay, cielo! ¿Qué has
hecho?
BEATRIZ: Entregarle las potencias
del alma, que el cuerpo
no.
MARGARITA: Quien
tiempo y lugar halló
para
tales evidencias,
mal
se vendrá a contentar
con el
alma al encenderse;
que
ésta para poseerse
no necesita lugar,
que
no le ocupa, Beatriz,
el
espíritu.
BEATRIZ:
¿Aún porfías?
Yo no
sé filosofías;
esto es
verdad.
MARGARITA:
Más feliz
es tu amante que fué el mío,
que él en mis ojos ver pudo
mi amor sólo, honesto y
mudo,
y aun
de ellos no le confío.
Plegue a Dios...
Sale un CRIADO
CRIADO:
Mi señor llama.
BEATRIZ: ¿A
quién?
CRIADO:
A vuesa merced.
Vase el CRIADO
BEATRIZ: Desear, es tener sed.
Diréte después quién me
ama
y
honestamente desea
lazos
de un amor constante,
y tú me
dirás tu amante.
MARGARITA: ¡Quiera
el ciclo que no sea
perdición de nuestra casa!
BEATRIZ: Anda,
incrédula, que amor
cuando
es padrino el valor,
las
almas, no la honra abrasa.
Vase doña
BEATRIZ
MARGARITA:
Culpaba desenvolturas
de solos mis ojos yo,
cuando mi hermana logró
palabras y coyunturas.
¡Válgame Dios! ¿quién será
este amante
poseedor,
o quien
terciando en su amor
a la
ocasión se la da
para
que se vean los dos?
Mas
¿qué pregunto si sé
que
amor espíritu fué
invisible, porque es dios,
y
que cuando a un alma abrasa
y introduce sus enojos,
entrándose por los ojos
mejor podrá entrarse en
casa?
Basta, que es ya poseer
en
Beatriz, lo que hasta aquí
fué
sólo mirar en mí.
Quiero
volverle a leer.
Sale don
ÁLVARO, y llégase sin ser
visto por las
espaldas de MARGARITA, que está leyendo el
papel
ÁLVARO:
(Leyendo está mi papel. Aparte
Veré - pues no me ha sentido -
si le
alaba.)
MARGARITA:
¡Qué entendido!
Mil sales vienen en él.
ÁLVARO:
(¡Ay, cielos! Letra es
ajena. Aparte
Sospechas, ¿a los umbrales
salís?
¡Papel con mil sales,
y no
mío?)
MARGARITA:
Dame pena
esto
de la posesión.
Lee el papel
para sí don ÁLVARO,
detrás de doña
MARGARITA
ÁLVARO: (Mis
desdichas en él leo, Aparte
y entre
desengaños veo
lo que
las mujeres son.
Que
la posesión la da
pena,
dice mi homicida,
luego
ya está poseída,
luego
aborrecióme ya.
¿Qué dudo, si por escrito
lo ve
mi pasión tirana?)
Lee
MARGARITA:
"Poseí la soberana
belleza
que solicito."
Lee aparte
ÁLVARO:
("Venturá, tiempo y lugar
Aparte
donde
vos sabéis tenemos.")
MARGARITA: Honra
inútil, ya podremos
vuestra
pérdida llorar.
ÁLVARO:
(Tarde el Santelmo ha llegado Aparte
de
vuestro conocimiento.
No
tienen merecimiento
las
lágrimas en pecado;
quien no supo prevenirse
con
imprudencia las vierte,
porque
después de la muerte
no vale
el arrepentirse.
Muerto el honor, pena es vana.
Gente
sale. Pues no he sido
de
quien me ofende sentido,
retirarme quiero.
Éntrase, y
quédase escondido. Sale
doña BEATRIZ
BEATRIZ: Hermana,
Gonzalo Pizarro está
con mi
padre. Si te agrada
verle -
pero interesada
eres no
poco, sí hará -
ven,
porque en él consideres,
cuando desdenes asombres
el Aquiles de los hombres,
el Paris de las mujeres.
MARGARITA:
¡Válgame Dios! No te cabe
en la
boca. ¿Qué intereso,
cuando
venga a ser todo eso,
en
verle yo?
BEATRIZ:
Dios lo sabe.
No
te pesa que hable en él,
que ya yo vi, ansí te goces,
que le
alabas y conoces.
MARGARITA: ¿Yo?
BEATRIZ:
Dígalo este papel.
MARGARITA: ¿Pues es suyo?
BEATRIZ: ¡Acaba ya
fingimientos tú conmigo!
Si
tienes ese testigo
donde
eslabonando está
finezas que alegre leas,
¿por
qué fingida me engañas,
ni por
qué su nombre extrañas
cuando
en él te saboreas?
MARGARITA: ¿Yo
en él?
BEATRIZ:
En su estilo tierno.
¡Qué
bueno anda nuestro honor!
MARGARITA:
Conforme le muestra amor
ya le
sueña padre yerno.
Vanse las
dos. Sale don ÁLVARO
ÁLVARO: Fenecieron
ya sospechas
a manos
de certidumbres;
lo que
dudaban vislumbres
ven verdades satisfechas.
Mintieron en Margarita
ojos, donde se asomaron
lisonjas que me engañaron,
porque
amor mal se acredita
en
sus niñas, que livianas,
cuando
esperanzas concierta,
franqueando a otro la puerta
desmienten por las ventanas.
Gonzalo Pizárro es yerno
de
casa. Así le llamó
doña
Beatriz; poseyó
galán,
entendido y tierno;
fué
estudiante, graduóse
en
escuelas de discreto.
Ya es soldado,
y al respeto
de
Marte, Venus rindióse.
Su
industria y mi negligencia
le
amparan la posesión,
cuando
sólo tengo acción
en los
ojos. Competencia
contra
quien en ella está
no me
promete sosiego;
pero,
en fin, Amor es ciego,
y a
ciegas sentenciará.
¡Vive Dios, que he de vengarme
en él
de quien me agravió!
En sus
ojos tuve yo.
derechos para ampararme.
Si
es valiente, mis desvelos
desmentirán su partido,
que
nunca sale vencido
amor
que riñe con celos.
Vase don
ÁLVARO. Salen don Francisco
CABEZAS, viejo,
y don GONZALO, soldado, muy galán
FRANCISCO: En
fin, Gonzalo, malograstes cursos
que en
Salamanca os prometían el grado,
con que
honran estudiosos sus concursos.
GONZALO:
Plumas gastan el sabio y el soldado;
uno en
papel, el otro en el sombrero.
No me
llamó mi estrella a ser letrado.
Condena a muerte un juez, en paz severo,
y si
con una pluma afrenta y mata,
¿cuánto es mejor fiársela al sombrero?
La
juventud que entre las hojas trata
de los
libros que estudia, las que afila
Toledo,
siempre a las hazañas grata;
mientras el tiempo la vejez jubila,
se
emplea en travesuras y lecciones,
porque en ambas sus gustos recopila.
Ocasionaron las oposiciones
de dos cátedras vacas
competencias,
que hay poco de cuestiones
a cuestiones.
Vizcaya - siempre amiga de pendencias -
saliendo a rotular Extremadura,
una
noche propuso resistencias;
mas
yendo con nosotros la véntura,
si no
el valor, que no soy arrogante,
dando
la muerte a tres nos asegura.
Murió entre éstos un célebre estudiante,
hijo
del secretario que más priva
con
nuestro Enrique cuarto, y fué bastante
su sentimiento a que el Consejo
escriba
despachos criminales, que comete
a un
juez pesquisidor, un peste viva.
Éste
a fuego y a sangre a saco mete
culpados e inocentes, porque avaro
tenía
la ocasión de oro del copete.
No
valieron con él ruegos, no amparo.
Destierra, echa a galeras y ajusticia
a
diestro y a siniestro sin reparo.
Huyeron el rigor de su avaricia
muchos,
y yo con ellos, al sagrado
que
halló la juventud en la milicia.
Halléme en rebeldía condenado
a
cortar la cabeza; mas ¿qué importa,
si gozo
privilegíos de soldado?
En
fin, mientras cabezas el juez corta,
los
hábitos repudio, galas visto,
y el
parche sigo, que al valor exhorta.
Llego a Valladolid, y en él me alisto
en
favor de mi rey, que despojado
de su
silla, a rebeldes es mal quisto.
En
Ávila se había coronado
el
infante, su hermano - simple mozo -
instando sola la razón de estado.
La
ambición e interés - mortal destrozo
del
gobierno - y la paz se disfrazaban
en
traje de lealtad. ¡Civil rebozo!
Dejo
en silencio los que conspiraban
contra
su rey y lo que pasó en esto,
que los nobles no injurian, sino
alaban.
Leal seguí el partido
más honesto,
a
imitación de los Mendozas todos,
y la
mayor nobleza, que hasta en esto,
abominando los injustos modos
con que
se vió sin reino nuestro Enrique,
mostraron ser reliquias de los godos.
No
queda Osorio ilustre, no Manrique,
Arellano, Velasco y Acevedo
que a
la lealtad, la vida no dedique;
los Álvarez famosos de Toledo,
los Cuevas de Alburquerque, y
cuantos leales
la batalla vencieron
junto a Olmedo.
Halléme en ella, honrándome señales
de alférez
que adquirí, si no hazañoso
afortunado siempre en riesgos tales.
Murió el intruso rey de un presuroso
accidente mortal - Alfonso digo,
engañado mancebo, no ambicioso - .
Sus cómplices temieron el castigo,
y con
Enrique, en fin, reconciliados,
padre
le aclaman, si antes enemigo.
Volvieron a triunfar siglos dorados,
colgó
arneses la paz, y en pretensiones
libraron sus servicios los soldados.
Yo, senor don
Francisco, que en lecciones
seis
años, y uno y medio en la campaña,
ya seguí las escuelas, ya pendones,
mientras respira
sosegando España,
vuelvo
a Trujillo, noble patria mía,
por ver
si la amistad el ocio engaña.
Parecióme que en ella no cumplía
con lo
que os debo no viniendo a veros,
si bien
tardanzas disculpar podría
con
estorbos precisos.
FRANCISCO: Reprenderos
debiera
con razón, pero ha ya un año
que
esta ciudad, dichosa en poseeros,
otra
vez os gozó. ¿Conmigo extraño?
Mas ¿cuándo no causaron las vejeces
la verde juventud hermoso
engaño?
Vedme, señor Gonzalo, muchas veces,
y acordaos más de mí, si
sois servido,
que aún tengo vivas yo vuestras niñeces.
El
verdadero amor que os he tenido
es de
padre, esto es cierto.
GONZALO: El cielo
os guarde,
que yo
lo estoy de lo que os he debido,
y haré de estos empeños fiel alarde
siempre que de vos fuere
ejecutado.
Dadme
licencia.
FRANCISCO: Ya parece tarde.
Vaya
con vos una hacha.
GONZALO: No la he usado,
y es
temprano, auque noche.
FRANCISCO: Con todo eso.
Llama
¡Hola!
GONZALO:
No ha de ir conmigo.
FRANCISCO: ¿Ni un crïado?
GONZALO: No hay
que hablar. Vuestras manos, señor, beso.
FRANCISCO: Hágaos,
Gonzalo, Dios un gran soldado.
Vase don
Francisco CABEZAS
GONZALO: A mi
Beatriz vi al entrar
y
suspendiómede suerte,
hermosa, que si lo advierte
su
padre, pudiera hallar
en
los ojos de los dos
mi amor
y su agravio escrito;
pero
Amor no hace delito,
que a
hacerle no fuera dios.
Sale don ÁLVARO
rebozado
En
la mitad de la calle
parece
que un hombre está
embozado. ¿Qué querrá
a tal hora y en tal calle?
¡Ah, caballero!
¿Podremos
pasar?
Don ÁLVARO, con
la espada desnuda al pecho
ÁLVARO:
Podréis por aquí.
GONZALO: Jamás
sin causa reñí.
Templaos y no alborotemos
vecinos. ¿Sabéis quién soy?
ÁLVARO: Sé que
fuisteis licenciado,
y en licencioso habéis dado,
después que informado
estoy
que
os atrevéis ál respeto
del que
gobierna esta casa;
sé el
incendio que la abrasa
por
vos, y sé, que indiscreto,
alegando posesiones
- que las guardara mejor
el
silencio - usurpador
sois de
antiguas pretensiones
con
más derecho adquiridas,
y más
cordura calladas,
de quien amáis estimadas
y hasta
aquí correspondidas,
puesto que, como estudiante,
de
engaños os amparéis
y
mentiras blasonéis
como
soldado arrogante.
Porque
el papel que escribisteis
- y su dueño me entregó,
quejosa
de vos - sé yo,
que es
falso y que le fingisteis
para
dar celos con él
a
hermosuras que engañáis.
Si con
la espada firmáis
lo que
mintió el tal papel
y
reñís ocasionado,
ya lo
estáis, satisfaceos
con
obras, no con deseos.
GONZALO:
Relación falsa os ha dado.
La
que mi papel os dió
y en quien debéis de tener
- si os llega a satisfacer -
más
jurisdicción que yo.
La
antigüedad os concedo
que
alegáis en su servicio;
porque
yo soy tan novicio
en su
pretensión, que puedo
afirmaros que no ha un año,
puesto
que le falte poco;
creíla,
que Amor es loco,
y la
mujer nuestro engaño.
Si
ella mi papel desmiente
y a vos
crédulo os halló,
¿qué
perderé en eso yo?
Sólo
hay un inconveniente
que
mal os tiene de estar,
y es,
que os haya dado aviso
de
secretos, con que quiso
la
industria disimular
lo
que la fama atropella;
y si
fué fácil conmigo,
no he
de permitir testigo
que
viva para ofendella.
Soislo ya vos, y en rigor,
puesto que mudable fué,
así
sepultar podré
menoscabos de su honor.
Riñen y don
ÁLVARO cae dentro
ÁLVARO:
¡Muerto soy! ¡Jesús mil veces!
GONZALO: Así,
mudable, sepulto
liviandades
de tu insulto,
puesto
que no lo mereces.
Consuela, aunque no avisada,
olvidos
de aborrecida,
desprecios de poseída,
mas con
créditos de honrada.
Vase. Salen CARRIZO, CRESPO, BERTOL y PULIDA,
pastores
PULIDA: El
ha de ser escribén
o sobre
eso...
CARRIZO:
¡Dalle, dalle!
Polida,
vos lleváis talle
de
alguna tunda. No tien
de
ser, si macho parís,
escribén. Mira, Polida,
que el
crergo tien buena vida.
PULIDA: ¿Por
qué?
CARRIZO:
Porque está en un tris
de
ser cura de Garcias,
y aun de obispar en Meajadas.
PULIDA: Tomad
para vos, si a osadas,
no lo
verán vuesos días.
Dale cuatro
higas
Escribén será, ó sobre eso
morena.
CARRIZO:
Mirad, Polida...
PULIDA: O no parirlo
en mi vida,
o
escribén.
CARRIZO:
Tened más seso,
o yo
os juro a non de Dios
que os
cueste la paridura...
el
mochacho ha de ser cura.
PULIDA: Malos
años para vos.
El
diabro me lleve, amén,
por más
que deis en reortir,
que
ogaño no he de parir
en no
héndole escriben.
CARRIZO: Mas
que nunca lo paráis,
porque
no ha de ser; sí, cura,
que con
una hisopadura
coma y
cene. no me hagáis...
BERTOL:
¿Sobre qué estáis altercando?
¿Sabéis
vos lo que ella tien
en el
vientre?
PULIDA:
A un escribén.
BERTOL: ¿Pues
de do lo váis sacando?
PULIDA: ¿De
do? Siéntole dar vueltas
de día
y de noche.
BERTOL: ¿Pues bien?...
PULIDA: Luego
ha de ser escribén
quien
mis tripas trae revueltas.
Desque preñada me siento
se me
antoja levantar
testimuños y arañar
cuanto
topo. En todo miento,
y en
cualquiera falsedad
si se
conciertan conmigo,
a cuantos lo dudan digo.
Yo doy
fe de que es verdad.
Un
proceso sé esconder
un mes
por menos de un cuarto.
Si es
tramposo antes del parto,
¿después de él qué vendrá a ser?
CARRIZO: No
nos andemos cansando.
Crergo
tien de ser, Polida,
que, en
fin, ganan la comida
lo más
del tiempo cantando.
Catá, que os dará un puñete
que os
haga...
PULIDA:
¿Qué me heis de hacer?
CARRIZO: Apenas
le veo nacer
cuando
le encajo el bonete.
PULIDA: Pues
no le pariré yo.
CRESPO: ¿Hay riña más extremada?
BERTOL: ¿Y si
estáis de hija preñada?
CARRIZO: ¡Malos
años! Eso no.
La
primera condición
con que
nos casamos hué
que
cada que en cinta esté
ha de
parirme un garzón.
PULIDO: Por
eso no quedará,
que
ayer el cura me dijo,
¡Ay,
Polida! Os bulle un hijo.
CARRIZO:
¿Veislo? pues cura será.
PULIDA:
Luego el escribén también
con la
mano me tentó,
y al
punto el rapaz saltó.
Luego
ha de ser escribén.
CARRIZO: No
en mis días.
PULIDA: Sí en los míos.
CARRIZO: ¡Dalle,
tijeretas, dalle,
Polida!
PULIDA:
¡Carrizo
CARRIZO: Talle
lleváis...
CRESPO:
Dejad desvaríos.
¿No
es locura [pelear]
por lo
que está por nacer?
PULIDA:
Escriben tiene de ser,
o lo
tengo de abortar.
Va para ella
CARRIZO: No
tien de ser sino cura.
BERTOL: Teneos.
CARRIZO:
No puedo sofrirlo.
PULIDA: 0
escribén, o malparirlo.
CARRIZO: Yo os
sacaré la criatura
por
el cogote.
PULIDA: Llegá.
CARRIZO: ¿Que
llegue? Verá si llego.
Dala
PULIDA: ¡Ay,
del rey!
CARRIZO:
¡Mas que os despego
la
escribanura!
CRESPO:
¡Arre allá!
Teneos, Carrizo, Polida.
CARRIZO: Crergo
ha de ser si sopiese.
PULIDA:
Escribén, aunque os repese.
CARRIZO:
Dejádmela dar.
PULIDA:
Por vida
de
esto que acá me rebulle,
si os
llegáis, que he de sacaros
los
ojos y rastrillaros
la cara.
CARRIZO:
Aunque más barbulle
el
tema que loca os tien,
he de
salir con la mía.
PULIDA: ¡Mas
nonada!
BERTOL:
La porfía...
CARRIZO: Crergo
dije.
PULIDA: Yo escribén.
Sale CEREZO,
pastor
CEREZO: ¿Qué
esto, Carrizo? ¿Estáis
sin
seso? Dejad extremos
y ved
que en casa tenemos
al amo
viejo. ¿No vais
a
darle la bienvenida?
CARRIZO: ¿Quién?
CEREZO:
Don Francisco Cabezas,
y con
él las dos bellezas
en que
remoza su vida.
Apeáronse de un coche
en este
instante los tres
y
hicieron sacar después
a un
mancebo, que esta noche
diz
que hirieron en Trujillo,
y casi
a la muerte está.
CARRIZO: ¿Pues a
qué le traen acá?
CEREZO: Eso no
pude advertillo;
mas ellos, en fin, acaban
de apearse, y preguntó
el viejo por vos.
CARRIZO: Pues vo.
BERTOL: ¿No
pudieran, si pensaban
trasnochar, darnos aviso,
y
tovieran que cenar?
CEREZO. ¿En la Zarza han de faltar
conejos?
CARRIZO:
Tan de improviso
y
casi al amanecer,
¿qué
mucho que no los haya?
CARRIZO: ¿Vo a
verlos?
PULIDA:
Vaya ó no vaya,
escribén tiene de ser.
CARRIZO: ¡Oh!
¡Qué pan como unas nueces
se os
apareja!
CRESPO:
¿Hay locura
semejante?
PULIDA:
Escribén.
CARRIZO:
Cura.
PULIDA:
Escribén quinientas veces.
Vanse todos. Salen don Francisco CABEZAS Y Mendo
GARCÍA, viejo
FRANCISCO: El
crédito que de vos
tuve
siempre, Men García,
fiándoos la hacienda mía,
me obliga a que entre los dos,
quedando mi honor seguro,
os
comunique secretos
que
necesitan discretos
consejos, y los procuro
de
vuestra larga experiencia.
GARCÍA: Ya sabéis, señor, de mí
que en
vuestra casa nací
y que
en ella y la asistencia
de
esta granja os he servido
con
limpieza y con lealtad.
FRANCISCO: Saquéos
a esta soledad
de noche y recién venido,
porque lo que he de deciros
pide
todo este recato.
Ya os
consta a vos cómo trato
mi
honor yo, podré advertiros
que
no guarda el avariento
tesoros de su ganancia
Mendo,
con más vigilancía.
GARCÍA: Si el
mucho recogimiento
de
vuestra casa, y que en ella
de
padre y madre servís,
pues por los dos asistís,
cuidando prudente de ella,
si
bien no hay mucho que hacer
en guardar las hermosuras
de Trujillo, pues seguras
aun nose permiten ver,
y está en ellas vinculada
la honestidad extremeña.
FRANCISCO: ¡Ay,
Mendo, que la despeña
la
juventud desbocada!
Escuchad una desgracia,
que si
hasta aquí no entendida,
en
sabiéndose ocasiona
o mi muerte
o mis desdichas.
Esta
noche, cuando en luto
trocaba
el cielo la risa
del
alba, porque el sol muerto
resucitaba en las Indias
apenas
mandé cerrar
las
puertas - que una visita
les
permitió a tales horas
lo que
les niego aun de día -
cuando
sentado a la mesa
ligera
cena admitía
por
sucesor suyo al sueño
- que la vejez ya es antigua
pensión
dormirse temprano,
si bien
las aves imita,
que
madrugan con el alba
a darle
la bienvenida -
a los
primeros bocados
centro
yo de mis dos hijas,
oigo espadas en la calle;
mas fué
tan breve la riña
como su
desgracia larga,
porque
apenas dando prisa
a un
montante jubilado
y a una
hacha mal encendida,
salgo,
cuando sin aliento,
tropieza en su sangre misma
un
hombre que a mí se abraza
diciendo, "¡Virgen Divina!
¡Confesión! ¡Jesús mil veces!"
Y
bañándome en su herida
el ya extranjero licor,
caímos
los dos encima,
el casi
difunto joven y yo,
en su
sangre teñidas
canas y
ropa, la muerte
pensó
en mí copiar su cifra.
Bajaron
al alboroto
mi
Beatiiz y Margarita
con dos
doncellas, que solas
son de
noche la familia
de mi
casa, porque en ella
no
consiente que se admitan
hombres
el cuerdo escarmiento.
¿Qué
queréis? costumbre es mía.
Como me
vieron bañado
en
sangre, y no prevenidas,
ocasionaran las voces
a que en las casas vecinas
me dudasen agresor,
murmurándome homicida,
y
conjeturando agravios
de
honor, ocios y malicias,
atajé
este inconveniente
haciendo subir arriba
el
herido desmayado.
Cerré puertas y advertílas
ser de
otras venas la sangre
que sin
razón despedida
del
dueño propio, buscaba
hospedaje en mí, mendiga.
Callaron, no sosegadas
con
esto, mas reducidas
al
riesgo de su alboroto.
Domésticas medicinas
aplicamos al paciente
cuando
el alma fugitiva
buscaba
puerta, y la hallara
por una
estocada encima
tres
dedos del corazón,
si
aceites, bálsamo e hilas
no
hicieran retrocederla
al
pecho que vivifica.
Tomada,
aunque mal la sangre,
puesto
que no permitía
el
parasismo rebelde
que el
pulso pidiese albricias,
entró,
aunque inquieta, en consejo
la
honra, a quien apadrina
la
prudencia recelosa y
aquesta
vez discursiva;
reparó
en curiosidades
del
herido, ya de día
cursando nuestra parroquia,
ya
nuestra calle, aunque habita
en la
ciudad - bien sabéis,
que así
por costumbre antigua
se
llama la parte baja,
y la
superior la villa - .
En esta, pues, que los nobles
moran y apartados distan
de la
plebe, que en lo llano
contrata, vende y fabrica,
daba a
la murmuración
causa,
y a las celosías
de
nuestra casa recelos,
profanadas con su vista.
Manchó
mis puertas su sangre,
y temí
que pretendía
quien tanto las paseaba
de
noche a mi infamia abrirlas.
Hallaron estas sospechas
indicios en Margarita,
si no
evidentes, probables,
porque
la color perdida,
lágrimas se desmandaban
con
disfraz de compasivas,
amantes
en la sustancia;
y
aunque el temor reprimía
suspiros que malograba
el
silencio en la oficina
del
pecho, abortó el pesar
por los
ojos su noticia.
Lloraba
también su hermana,
pero
las señales tibias
de su
piedad inocente
me
mostraron cuán distintas
son las que el amor arroja,
y que hay tal vez - siendo
enigmas
que
sustituyen palabras -
lágrimas ponderativas.
Dudoso
yo en este aprieto
por ver
si los averigua
sin testigos
la prudencia,
que
baje al zaguan me avisa
la
industria, y sacando el coche
a la
puerta sin abrirla,
mando
tender una cama
en él
que al enfermo sirva,
donde
al punto le traslado,
y
corriendo las cortinas
notificado el secreto
que el
temor manda que admitan,
mis dos hijas y crïada,
hago que dentro le
asistan.
Con
esto a la calle salgo
y dando
al cochero prisa
- ya sabéis que vive enfrente -
puso a
un caballo la silla,
y
guarneciendo otros tres
yo a un
estribo, sin noticia
de lo que en el coche lleva,
cuatro
horas antes del día,
tres
leguas que hay de distancia
hasta
aquí corrió, que guían
dudas
de un temor honrado,
sospechas que martirizan.
Volvió
el herido en su acuerdo
y
aunque de verse se admira
caminando y con nosotros,
amistades y caricias
le
aseguran y aconsejan
que de
mi casa se sirva
y diligencias estorbe
forzosas en la justicia.
Llegamos, Mendo, a la
Zarza,
donde
aunque el engaño finja
disimulos de mi ofensa,
mientras su dueño peligra
si muere podrá el silencio
- haciéndole compañía
su
cómplice en mi deshonra -
sepultar con él malicias
que
vulgarice la fama,
y si el
cielo le da vida,
desposándose los dos
trocar pesares en dichas.
No puede esto dilatarse;
porque
mientras se publica
la
falta que hace en su casa
quien
quiso ofender la mía,
no
siendo mortal el golpe,
tálamo
la cama misma
será, o
túmulo si muere,
que al
llanto o al gozo sirva.
Para
cualquier cosa de éstas,
Mendo
amigo, necesita,
la
confïanza que os hago
de
vuestra ayuda; no diga
Trujillo que en mi vejez
se
eclipsó la sangre limpia,
siempre en los Cabezas noble,
pero jamás ofendida.
Prevenid, mientras dispongo
bodas o
obsequias, García,
caballos que a Portugal
deslumbren los que nos sigan.
GARCÍA: Yo,
señor, no consejero,
sí
obediente, como en dichas
en
desgracias vuestra sombra,
no
osaré que os contradigan
razones
de la lealtad.
Cuerdas
canas autorizan
vuestros años y experiencias;
sírvaos yo, y ellas elijan,
que aunque no me hayáis
fïado
el
nombre del que os obliga
a tanta
resolución
- quizá porque no lastiman
de los
que no se conocen
desgracias - por cuenta mía
corro a
ejecutar deseos
que agradan, más no examinan.
Voy a
apercibir caballos.
FRANCISCO: No,
Mendo, aguardad que os diga
quien
es el que...
Sale doña
BEATRIZ, cubierta con manto y
chapín bajo
BEATRIZ:
Si en los nobles
vinculó
la cortesía
el
favor de las mujeres,
y puede
con vos su estima
que, sirviendo a las hermosas,
honréis a las afligidas;
oid aparte. Yo soy...
Apártase con
CABEZAS
quien
del vuestro necesita,
y
huyendo riesgos mortales
mas de
estos montes se fía
que de
quien el ser me ha dado.
Mi
historia - si a referirla
me dieran
lugar temores
que
ligeros se avecinan -
os
asombrara, mas baste
a
advertiros que me obligan
engaños
de un hombre aleve
a que
de mi casa misma,
desterrada en las tinieblas
de esta
noche, amparo pida
al
cielo y a vuestro valor,
al
secreto y la osadía...
Espántase de
conocer a su padre, y
tápase más la
cara
¡Jesús,
mil veces!
FRANCISCO:
¿Qué es esto?
Sosegad, señora mía.
¿Qué
sentís? ¿qué os da congoja?
BEATRIZ:
Peligros que más me animan
cuanto
más cerca estoy de ellos.
FRANCISCO: También
lo está aquí una quinta
donde podréis...
BEATRIZ: Excusadla,
que es
fuerza ser conocida
de vos,
y mi afrenta temo.
FRANCISCO: ¿Pues
en qué mandáis que os sirva?
BEATRIZ: En que
en fe de que sois noble,
mientras que no se os permita,
de lo
que aquí sospechéis
a
ninguno deis noticia;
en que
no sigáis mis pasos,
porque
os doy mi fe que estriba
mi vida
y honra en ir sola;
en que entre aquesas encinas
que
margenan ese arroyo
busquéis en la más antigua
la
concavidad que el tiempo,
labró
para su rüina,
que con
vislumbres del alba
- que empieza a correr cortina
al sol
que le va al alcance -
se os
ofrecerá a la vista
un
hurto que os cause asombro,
puesto
que no de codicia
para
quien su precio ignora,
tan costoso a mis desdichas
que
temo por él perderme.
Interpreten este enigma.
vuestras nobles diligencias,
que a
quien os le deposita
se le volveréis despues,
si dándoos las señas mismas
que en él hallaréis agora
os volviere a buscar viva.
Vos sois noble, mujer yo,
mi riesgo y pena precisa,
y el
ausentarme forzoso:
adiós,
que el tardar peligra.
Vase doña
BEATRIZ
FRANCISCO: ¿Hay
suceso semejante?
GARCÍA: Señor
¿qué es esto?
FRANCISCO: García,
descaminos de la noche
que
ignorancias precipitan.
No puedo
deciros más.
Di
palabra, he de cumplirla;
esperadme aquí, que presto
sabréis
cosas peregrinas.
Vase don
Francisco CABEZAS. Salen CARRIZO, CRESPO
y BERTOL
CARRIZO:
Sacomos la empujadura
de pendencias.
CRESPO:
¿Qué parió?
CARRIZO: No sé
cómo lo llamó
la
comadre. En fin, ni cura
ni
escribén será la cría.
BERTOL: ¿Pues
qué ha de venir a ser?
CARRIZO: No
siendo hombre ni mujer,
Bertol,
cesó la porfía;
ya
no habrá sobre qué arguya.
CRESPO: ¿Pues
es animal?
CARRIZO: Tampoco.
CRESPO: ¿Qué
diablos parió?
BERTOL: ¿Estás loco?
CARRIZO: No
salga ella con la suya
y
reviente. Un burujón
vino a
empujar con su cola
redondo, que llaman bola
de
Beatriz.
CRESPO:
Callad, simplón.
Bola matriz debió ser.
Milagro
será si escapa.
CARRIZO: Muérese
un reye y un papa,
un
conde y un mercader;
cuando se muera Polida
paciencia y capuz.
GARCÍA: ¿Qué es eso,
Carrizo?
CARRIZO:
¡Oh, señor! le beso
las
manos. Está parida
nuesa compañera, y dudo
que
según a verla llego,
tome
las de Villadiego.
GARCÍA: ¿No os
pesará de ser viudo?
CARRIZO: Ni
tampoco al ganapán
que del
tercio se descarga,
comiéndose mucho embarga
- con darnos la vida - el pan.
Pues
¿qué hará tanta mujer
por mañana, tarde y día?
CRESPO: ¿Dónde, señor Men García,
podremos al amo ver,
que
diz que ha poco que vino?
GARCÍA: Debe - como
ha trasnochado -
reposar.
BERTOL:
Será pesado
por ser
viejo, aunque el camino
es
corto.
Sale don
Francisco CABEZAS y apártase con
Mendo GARCÍA
FRANCISCO:
Mendo, esta noche,
sin
duda, Mercurio y Venus,
juntando constelaciones,
predominan en el cielo,
pues
una influyendo amor,
y otro
eslabonando enredos
parece
que intentan ambos
sus
horas quitarle al sueño.
Aquella
mujer que visteis
entre
crepúsculos negros
y
blancos, con los de un manto
desvelar conocimientos,
vecina
de nuestra Zarza
- porque ¿quién dudara serlo
la que
encubierta a tal hora
pide
socorro al secreto? -
me
contó peligros suyos
que,
entre preñados misterios,
pararon
en que guardase
a su
opinión el respeto,
y el
hurto que en una encina,
cómplice a sus desaciertos
hállase, depositando
en mí
su estima y silencio.
Admitílo cortesano,
y
ausentándose con esto
sin consentír compañía,
promesas puse en efecto.
Registré troncos vecinos
de ese
arroyo casi seco,
y
halléle - escuchad milagros -
cuna de
un niño risueño,
a
quien, amorosa madre,
una cabra daba el pecho.
Asombróme su piedad,
trayéndome el alma ejemplos
de
Semíramis, de Abides,
de
Ciro, Rómulo y Remo;
y
pronosticando en él
las
felicidades de ellos,
compasivo le di abrazos,
cariñoso le di besos.
Aquí le
traigo, García,
Descubre un
niño recién nacido
casi
olvidado - os prometo -
de
agravios que temí propios,
y agora
socorro ajenos;
quizá
porque ordena Dios,
cuando
venganzas prevengo,
que en
estas que son mayores
temple
el rigor sus aceros.
Mirad
qué hermoso póstumo
de un
tronco estéril y viejo,
y
advertid que le amo
más que
si le feriara nieto.
GARCÍA:
¡Válgame Dios! ¡Qué de cosas
en la
brevedad del tiempo
que ha
que el sol se fué al ocaso
niegan
la fe a sus sucesos!
El
inocente es un ángel.
Como en
el alma, en el cuerpo
en sus faciones firmaron
que eran ilustres sus dueños.
Dichosos con vos han
sido,
y más
en que os dé el cielo
ama,
que es nuestra crïada
recién
parida en el pueblo.
FRANCISCO: ¿Quién
es, que lo estimo en mucho?
GARCÍA: Pulida,
la del rentero
de
vuestra heredad.
FRANCISCO: ¿Carrizo?
CARRIZO: ¿Qué
manda? que como vemos
que se
aparta de nosotros,
la
cortedad y el respleito
mos
turba el llegar a dalle
los
prácemes que debemos.
Su
merced sea bien venido.
FRANCISCO:
Carrizo, feriaros quiero
un
tesoro, que es mi hallazgo.
Dale el niño
Esta
joya os encomiendo;
que la
traiga en nombre
mío colgada
Pulida al pecho,
por ser
de coral y plata.
CARRIZO: Si hué
su mercé el platero,
lindamente labra brincos.
Debió
el molde de ser nuevo,
que diz que en joyas vaciadas
suelen acertar los viejos.
Polida - que no lo ha
sido
en el
parto - arrojó al suelo
un
bollo matriz de carne,
y llora
su mal einpleo,
mas
éste la alegrará.
FRANCISCO: Vamos,
pues.
Pero ¿qué es esto?
Señor
don Rodrigo, ¿vos
en la Zarza?
Sale don
RODRIGO, viejo
RODRIGO:
Y con recelos
de que
vuestros disimulos,
señor don Francisco, han hecho,
desheredando mi casa,
tragedia mi fin postrero.
A don
Álvaro Durán,
casi a
vuestras puertas muerto,
trasladásteis esta noche
desde
TrujilIo a este pueblo.
Quien
curioso vió desdichas,
disimulándolas cuerdo,
por no
despertar testigos
que
injuriasen el secreto,
aviso
me dió de todo;
y como
os conozco, temo
que libráis en la venganza
partida
de un desacierto.
Verdad
es que ha sido amante
don
Álvaro, pero honesto,
de
vuestra hija mayor,
y que
instándome los ruegos
que
oficioso me intimaba,
mañana
tenía propuesto
de
pedirosla, y trocar
amistad
en parentesco.
Si
porque tal vez le visteis
a
deshora lisonjero
con las
puertas que adoraba
ponderarlas sus afectos,
juzgáis, su sangre vertida,
manchas
hoy del honor vuestro,
le
traéis por sacarlas
donde
el jabón es de acero,
sosegaos, que si está vivo
- ¡oh, permítanlo los cielos! -
yo
quedaré consolado
cuando
muera vuestro yerno.
FRANCISCO: Don
Rodrigo, adivinásteis.
La
opinión, que como espejo,
puesto
que al honor retrata,
le
quiebra o turba el aliento,
satisfacción me pedía;
mas,
con tan sabio remedio,
ella
cobrará su lustre,
y yo
viviré contento.
También
lo está vuestro hijo.
Salen doña
MARGARITA y doña BEATRIZ
MARGARITA:
Beatriz, hele satisfecho
de modo
que ya está sano,
que su
mal más fué de celos
que de
la inclemente herida.
BEATRIZ: Señor,
a pedirte vengo
albricias de las mejoras
que
alientan a nuestro enfermo.
MARGARITA: El
insta en que a verle vayas.
FRANCISCO: Más
instarán los deseos
que en
vos, hija, culpé anoche,
y ya
más piadoso apruebo.
Beatriz, vuestra hermana tiene
a mi
satisfacción dueño.
No
habéis vos de estar ociosa;
fïaros
este ángel quiero.
Sedlo
vos suyo de guarda,
como a
madre os le encomiendo.
Ella toma al
niño
CARRIZO: ¿Madre
y virgen en Castilla?
BEATRIZ: ¡Qué
hermoso es!
FRANCISCO: Como mi afecto.
BEATRIZ: No será
el primer milagro,
si a
travesuras creemos
que mi madre nos contaba,
y aun
no las marchita el hielo.
Pero
decidnos su hallazgo.
FRANCISCO: Pide
espacio ese suceso.
Su
nutriz será Pulida
y su
aya vos.
BEATRIZ:
Yo lo acepto.
Doña BEATRIZ
habla aparte a doña MARGARITA
¡Ay
hermana de mis ojos
Este
niño...
MARGARITA:
¿Sí?
BEATRIZ: ¿Dirélo?
MARGARITA: Acaba
ya.
BEATRIZ:
Es fruto mío.
MARGARITA: ¿Estás
loca?
BEATRIZ:
De contento.
MARGARITA: ¿Cómo ó
cuándo?
BEATRIZ: No ha dos horas.
MARGARITA: ¿Dónde?
BEATRIZ:
En el campo.
MARGARITA: Sospecho
que me burlas.
BEATRIZ:
Posesiones
del
papel - si enigmas fueron -
ya son verdades con alma.
CARRIZO: ¡A jó, niño, ajó cordero!
FIN DE LA
JORNADA PRIMERA
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