JORNADA TERCERA
Salen un
PAGADOR y un CAPITÁN
PAGADOR:
¡Plegue al cielo que estas paces
sean sin fin
CAPITÁN:
¿Para qué?
Nunca
cosas deseé
de
nuestra vida incapaces.
Déles Dios paz a las monjas,
tenga paz el labrador,
paz
pida un adulador,
- que en la guerra no hay lisonjas -
paz
el avaro, que encierra
usuras,
paz el letrado,
paz el
cura, y el soldado
tras
una guerra otra guerra.
¿Tenemos otro caudal?
Bien
comeremos por vos,
Pagador, si os oye Dios.
PAGADOR: Son Castilla y Portugal
en la nobleza y hazañas
- puesto que competidoras
y de sus armas señoras -
honra de las dos Españas.
Mientras ellas entre sí
se destruyen, triunfa y crece
el moro y se ensoberbece
viéndonos andar así.
Quitemos a esta Granada
la
corona que Ismael
la
puso; doña Isabel
y
Fernando - sosegada
Castilla - pisen sus granos
y gocen
de sus tesoros.
Conquistemos reinos moros
viviendo en paz los cristianos;
que
es afrenta que un rincón
que
sólo al alarbe queda
en
tantos años no pueda
limpiarle nuestra nación.
Barramos esta basura
que por
setecientos años
a costa
de tantos daños
y
tantos peligros dura.
CAPITÁN:
Escobas tienen de fuego
nuestra
Isabel y Fernando,
que ya
el moro está temblando,
y a ver
en su vega llego
malograrles su cosecha.
PAGADOR: Escoba
es la Inquisición
- de estos reyes fundación -
que llamas toda, aprovecha
tanto contra la cizaña
que
sembró la pravedad
blasfema.
CAPITÁN:
Con la Hermandad
e
Inquisición vive España;
pero
mientras que Fernando
tala al
morisco su Vega
y el
tiempo dichoso llega
que está
el bautismo esperando
en
que a pesar de andaluces
infieles su Alhambra vea,
si con
lunas se platea,
que la
eclipsan nuestras luces,
decidme, pues lo sabéis,
de estas paces los contratos.
PAGADOR: Para
nosotros baratos
si sus
condiciones veis.
Después que aquel gran Girón,
Maestre
de Santiago,
venció
la del Albufera
contra
portugueses tantos
y las
quiebras restauró,
celebradas por milagro,
que
llaman de Aljubarrota
por
romper los castellanos;
la
infanta doña Beatriz,
que
viva nestoreos años
y es
tía de nuestra reina,
duquesa
del noble estado
que se
intitula Viseo,
suegra
de don Juan el Sabio,
Príncipe de Portugal
y del
mundo espejo raro;
deseosa
de que vuelva
a
España el siglo dorado
que
Marte convirtió en hierro,
las puertas abriendo a Jano,
para atajar competencias
tomó
prudente la mano
en
apaciguar naciones
de dos
reinos casi hermanos,
y
convidando a los nuestros
el
Católico Fernando
que del
solio aragonés
iba, a
pesar del navarro
a tomar la posesión
por
muerte de aquel anciano,
asombro
de la milicia
que dió
laurel a sus años
- el segundo rey don Juan
de
Aragón, digo - el cuidado
de estas
paces remitió
a
nuestra Isabel, espanto
de los
vivos, sol hermoso
cuyos
generosos rayos,
como
dan luz a los buenos,
ciegan y abrasan los malos.
Concertáronse, pues,
vistas
sobre la Puente de Tajo
en
Alcántara, que es linde
de los
dos reinos contrarios,
que
dichosas concluyeron
a los
postreros del marzo
presente, que es el de mil
cuatrocientos y ochenta años,
y
fueron las condiciones
principales, que quitando
el rey
don Alfonso el quinto
los leones cuarteados
y castillos de su escudo
no se llame el lusitano
rey,
desde hoy, de Castilla,
como
por el mismo caso
ni los
nuestros se intitulen
de Portugal reyes, dando
por ningunos los derechos.
Ítem, que ofrezca la mano
doña
Juana, la pretensa
princesa, la que llamaron
Beltraneja maliciosos,
y de
don Enrique el cuarto
heredera, confidentes
al nieto del rey, llamado
Alfonso, como el abuelo,
hijo de
don Juan, quedando
de
Portugal sucesores
despues
que falten entrambos.
Pero
que si no quisiere
pasar por estos contratos
el niño
infante después
que
llegue a perfectos años,
la
portuguesa corona
dé
luego cien mil cruzados
a doña
Juana, la cual
pueda,
si gusta, entretanto
en un
monasterio ilustre
dar al
mundo desengaños,
envidia
a sus enemigos
y a sus
pesares descanso.
Que a
rebeldes de Castilla
se les
cierre puerta y paso
para
ampararse en su reino
contra
el nuestro conspirando;
y que
toda la conquista
que
margena el Oceano
por las
africanas costas
quede
eternamente a cargo
de las
quinas portuguesas,
sin que
por sucesos varios
que
intente el tiempo, Castilla
tenga
derecho a estorbarlo.
Que
queden como en rehenes
hasta
cumplirse estos tratos
en
poder de la duquesa
de
Visco, por un año,
en el
castillo de Mora
el niño
Alfonso, al regalo
fïándole de su tía
y el
clavel del mejor mayo
que vió
la naturaleza
- la Infanta digo, retrato
en la
hermosura y el nombre
de
nuestra reina - con tanto
que el
portugués deje libres
los pueblos que en los asaltos
de esta guerra nos
usurpa,
y nos
entregue otros cuatro
de los
suyos por seis meses.
Uno ha
que se publicaron
en las
dos cortes, haciendo
universalmente aplauso
lo
plebeyo y generoso
de
ambas coronas, trocando
en regocijos y fiestas,
muertes, peligros y agravios.
Ya a sus reyes reducida
la
condesa, aquel gallardo
espíritu belicoso,
digno
de inmortales lauros,
de doña
Beatriz Pacheco,
que en
Medellín sus vasallos
por
Semíramis pretenden
dedicarla simulacros,
olvidadas competencias,
besa
pies y la honran brazos;
y el
Clavero, don Alonso,
de
Alcántara, ya del bando
donde
la lealtad le alista,
muestra
que si fue Alejandro
en hazañas, ya es Monroy,
blasón
generoso y claro.
Ya el
gran marqués de Villena
con el
valiente Primado,
Pacheco
uno, otro Carrillo
enojos
reales templaron.
Todo es paz, todo sosiego.
Permitan los cielos santos
que lo
que las discusiones
hasta
este tiempo turbaron
lo
restaure la concordia
y que
contra el africano,
reliquias del vil profeta,
esfuerzo y armas juntando,
a
nuestra ley reducida
trueque
Granada los granos
en
diamantes por rubíes
que
Isabel goce y Fernando.
Sale ROBLEDO, soldado
ROBLEDO: Ya
puede vuestra venganza
gozar,
señor pagador,
si es
el vengarse valor,
esta
noche su venganza.
El
capitán don Gonzalo
Pizarro
asiste en Trujillo.
Alcaide
es de su castillo,
las armas son su regalo;
mas como este reino
goza
de paz,
amor más humano
quiere
que le dé la mano
doña
Beatriz de Mendoza
y en ella el logro mayor
que el
dios desnudo reparte,
que lo
que no premia Marte
toma
por su cuenta Amor.
En
fin, se casa con ella,
y esta noche son las bodas;
júntanse las damas todas
trujillanas, y es tan bella
la novia, que se
recrea
Amor de
verse español,
y la
que en ausencia es sol
parece
a su lado fea.
Descuidado de enemigos
y todo
festivo está;
si pena
al agravio os da,
la
noche ofrece castigos.
Aprovechadlos agora
y
vengad a vuestro hermano.
PAGADOR: Antes
que la dé la mano,
contra
mi sangre agresora,
se
la he de colgar al cuello.
En esta
ocasión mostrad,
capitán, vuestra amistad,
que el
fugitivo cabello
nos ofrece la Ocasión
quince
años ha deseada,
y sola
esta noche hallada.
En
Salamanca, en razón
de
una cátedra que había
llevado
un deudo, salió
con
otros y me mató
un
hermano que tenía,
el
más lucido letrado
que
aquel concurso estimaba.
Yo era
entonces quien privaba
con
Enrique, que vengado
quiso verme, en tanto extremo,
que,
despachando contra él
un juez
severo y crüel,
dió los
cómplices al remo;
pero
huyendo el agresor
por
excusar la justicia,
se
valió de la milicia
que a
perdidos da favor.
En
ella, en efecto, ha sido
tan
dichoso que alcanzara
si yo
no se lo estorbara,
premios
que otros han tenido
con
menos méritos que él;
porque
como sucedí
en el
favor que adquirí
con
Fernando e Isabel,
persiguiéndole hasta agora
no le
he dejado medrar;
si bien
no pude estorbar
que cuando venció en Zamora
nuestro campo al portugués
sus
hazañas no alcanzasen
que
capitán le nombrasen
los
reyes, y que después
trocase la compañía
de infantes en hombres de armas.
Vence
la envidia a las armas.
Creció
en su valor la mía.
Diversas veces coheché
soldados que le matasen,
delitos
que le imputasen,
y con
el rey procuré
desacreditar su fama,
mas
sacóle vencedor
mi
desdicha y su valor,
que en
las tinieblas la llama
luce
más, y los engaños
si aprietan, no prevalecen.
Beber
su sangre apetecen
mis
agravios ya ha quince años;
si
esta vez no lo consiguen
morirán
desesperados.
CAPITÁN:
Aconsejar agraviados
que más sus pasiones siguen
que
la razón, es gastar
persuasiones sin provecho.
De mi
amistad satisfecho
podéis,
pagador, estar,
pues
la guerra concluída
y fiándoos el caudal
el rey
de su hacienda real,
depende
de vos mi vida,
como
de quien socorrerme
puede
en mis necesidades.
PAGADOR:
Conformemos voluntades.
Si
Alejandro queréis verme
vengadme vos y seréis
dueño
de cuanto poseo.
Segura
la ocasión veo;
si
ejecutarla queréis
dos
leguas dista de aquí
Trujillo y el sol se ausenta.
Mi
enemigo sólo intenta,
descuidándose de mí,
trocar el acero en galas.
En llanto sus bodas trueque,
porque su esperanza seque
el
pésame de dos balas.
Sabremos cual es la casa
donde
se ha de desposar;
enviarémosle a llamar,
y entre
la gente que pasa
a
tener parte en la fiesta
encubriéndonos mejor,
sin saberse el agresor
podrán
llorarla funesta.
¿Qué decís?
CAPITÁN: Que hay paces digo
y que con ellas no hay
paga;
que
vuestro gusto se haga,
porque vuestra mesa sigo.
Trazad, y pondré en efecto
cualquiera orden que me deis.
PAGADOR: Como a
mi hermano venguéis
mil
escudos os prometo.
Vanse el
PAGADOR y el CAPITÁN. Salen
CARRIZO y PULIDA
CARRIZO: Ya
por hoy no iré al molino.
PULIDA: Hannos
en la Zarza
echado
tanto
del roto soldado,
que el
diabro con ellos vino.
¿Mas
que nos queda el corral
con el
gallo soldemente?
CARRIZO: Por
bien se lleva esta gente,
Polida,
que no por mal.
Un
día es, y éste se pasa
como
quiera. ¿Tenéis olla?
PULIDA: De
macho con su cebolla;
tocino y pan hay en casa;
¿Mas vino y las gollorías
que piden?
CARRIZO: Pan y manteles
nos obrigan.
PULIDA: Son crüeles,
y más los de aquestos días,
que vienen mal avezados
de la
guerra que han tuvido
en
Portugal.
CARRIZO:
Despedido
los
han, y ya van pagados.
El
soldado que os copiere
recebidle con amor,
que por
mal es lo peor.
PULIDA:
Mientras aquí no estoviere
don
Álvaro, que a Trujillo
a unas
bodas se hué ayer,
ansí lo habemos de her,
que si no pan y cochillo
- y aun eso de mala gana -
les
diera.
CARRIZO:
Llevóse ya
Dios al
viejo.
PULIDA:
A estar acá,
la Zarza quedara sana
de
estos lobos que el pellejo
nos quitan. ¡Malditas piezas!
CARRIZO: Sí, don Francisco Cabezas
hué bravo hombre.
PULIDA:
¡Lindo viejo!
CARRIZO: Mas
don Álvaro Durán
no le
va, aunque mozo, en zaga.
PULIDA:
Carrizo, no sé que me haga.
Habrar
quiero al capitán,
y
dolereráse de mí
quizaves.
CARRIZO:
¡Bonicos son!
Dadlos
a la maldición,
que en
viéndoos, Polida, ansí,
con
aquesa catadura,
temo...
PULIDA:
¿Qué teméis?
CARRIZO: ¡Pardiós!
que
vais una y volvéis dos.
Yo os
digo la verdad pura;
dad
al huésped buen despacho,
que más
vale, si se atreve,
que
doce pollos nos lleve
que no
que os deje un mochacho.
Mas
el alcalde es mi amigo;
yo le
vo al concejo a habrar,
que si se deja rogar
y mi
pobreza le digo,
por
ocho o por doce reales
de este
trabajo saldremos.
PULIDA: Carrizo
¿y do los tenemos?
CARRIZO: Vendo
un buey y excuso males;
que hay soldado - si le cuadra
la
posada que le dan -
que
convida al capitán
y con
él toda una escuadra,
y por heros más merced,
mostrando que es
dadivoso,
dando tras
roso y velloso
no deja
estaca en pared.
Porque esto no nos suceda
voilo a
concertar, Polida.
Vase CARRIZO
PULIDA: Pues
venga y vino me pida,
que a
fe - si en mi casa queda
y no es comedido el mozo -
porque
cene con regalo,
que le
he de dar pan de palo
y a
beber agua del pozo.
Sale QUIRÓS,
soldado, muy roto, y con
frascos y
cuerda en la cinta
QUIRÓS: Me
racomando, patrona.
PULIDA: No
entiendo latín, soldado.
QUIRÓS: Esta
boleta me han dado
para
aquí.
PULIDA:
De su presona
cuidaremos.
QUIRÓS:
¿Qué hay de cena?
PULIDA: macho, cecina, y tocino
tién la
olla.
QUIRÓS:
¿No hay gallina?
PULIDA: Para
soldados no es buena,
que
engendra sangre cobarde.
QUIRÓS: Aves
come el que es guerrero,
y las
plumas del sombrero
harán
de mi esfuerzo alarde.
Yo
de noche no como olla,
que el
soldado no es gañán.
¿Hay
pollas?
PULIDA:
No faltarán.
QUIRÓS:
Jugaremos a la polla.
¿Qué
principio y postre espero?
PULIDA:
Principios, señor soldado,
son acá
el primer bocado.
QUIRÓS: ¿Y los
postres?
PULIDA: El postrero.
QUIRÓS: Pues yo empiezo en ensalada,
y remato en aceitunas.
PULIDA: De
encina mos traen algunas,
que es
comida regalada.
QUIRÓS:
¡Pesar de quien la parió!
¿Bellotas ha de comer
un
soldado?
PULIDA: ¿Pues qué ha de her?
QUIRÓS: ¿Soy
hijo pródigo yo?
PULIDA:
Parécelo en los retazos.
QUIRÓS: Poquito
a poco, monsiura.
¿qué
cama habrá?
PULIDA: Algo dura.
QUIRÓS: Pues yo
vengo hecho pedazos.
PULIDA: Ya
lo veo. Hay cabezales,
en somo
de aquel escaño.
QUIRÓS: ¿Sin
sábanas?
PULIDA:
Hacen daño.
QUIRÓS: ¿Y qué
mantas?
PULIDA:
Dos costales.
QUIRÓS: ¡Cuerpo de Cristo con ella!
PULIDA: Quien
da lo que tién, ¿qué debe?
QUIRÓS: ¿Y aquí
qué vino se bebe?
PULIDA: Del
pozo.
QUIRÓS:
Bébalo ella
y
reviente, porque yo
esta
noche he de cenar
borrajas al empezar.
PULIDA:
Borrachas cuidaba yo.
QUIRÓS: Y tras ellas su jigote.
PULIDA: ¿Mi
gi... qué? ¿qué es si lo sabe?
QUIRÓS: De
ternera, si no es de ave.
PULIDA:
¿Gigorro?
QUIRÓS: 0 pastel en bote.
PULIDA: Ni
yo girrote sé her,
ni
pastel he visto en bota.
QUIRÓS: De lo
caro una candiota.
PULIDA:
Candi... hay que empieza a arder.
QUIRÓS: Y
levantada la mesa.
en cama
mullida y blanda
colcha
y sábanas de Holanda.
PULIDA: Ya
tomara estopa gruesa.
QUIRÓS: Y
por si me hiciere mal,
con
esas dos manos tiernas
ha de
traerme las piernas.
PULIDA: Si las
deja en el corral.
QUIRÓS:
Podrá ser que así me obligue
a que
soplando el candil
la dé
mi cuerpo gentil
con lo
demás que se sigue.
PULIDA: Pues
si con lo que le dan
en casa
no se contenta,
y sin
naranja y pimienta
no come
cecina y pan,
antes que salte las bardas,
que no
están bajas a fe
porque
duerma le traeré
las
piernas con unas cardas;
y si
en su tema prosigue,
le
mediremos dos trancas,
desde
el cogote a las ancas,
con lo
demás que se sigue.
QUIRÓS: Pues
yo la voto...
PULIDA: No bote.
QUIRÓS: A
Cristo, que ha de llevar
esta
noche que rascar
la
pápara a puro azote.
Ponga las manos en cruz.
Quiere atarla
con la cuerda
PULIDA: ¿Para?
QUIRÓS: Cruce los dos brazos,
sabrá qué son latigazos
de una
mecha de arcabuz.
Grita
PULIDA:
¡Aquí de Dios y del reye!
¿No hay
josticia?
Dala una coz
QUIRÓS: Menos voces.
PULIDA: ¡Despinfarrado! ¿De coces
vos a m ? ¿No hay Dios? ¿No hay
leye?
Salen dos
SOLDADOS y CARRIZO
SOLDADO 1: 0
rescatar la posada
con
cien reales, o pasar
crujía,
y sin replicar.
CARRIZO: ¿Con
cien reales? ¡Mas nonada!
SOLDADO 2:
Cabales.
CARRIZO:
Menos los ceros.
Diez
les iba yo juntando.
PULIDA: ¡Ay
Carrizo! Aquí andan dando.
SOLDADO 1: ¡Ea,
ponédmele en cueros,
veréis la tunda que lleva.
QUIRÓS:
Desnúdese ella también.
CARRIZO: ¿Ambos
desnudos? ¿No ven
que ya
pasó Adán y Esgueva?
Sale PIZARRO,
muy galán, con mucha pluma y
un venablo
PIZARRO: ¿Qué
esto?
PULIDA:
¡Ay, Francisco mío!
¿Tú en la Zarza y yo en trabajos?
Este
muladar de andrajos
con
mujeres tiene brío;
que
a nacerme aqui unas pocas
yo les
juro a non de Dios...
CARRIZO:
Francisco, doleos de nos.
PIZARRO:
¿Soldados contra unaS tocas
en
vez de darlas socorro,
y hombres os osáis llamar?
CARRIZO: Me
quieren desatacar.
PULIDA: Me
piden carne en gigorro.
PIZARRO: Quitáos las torpes espadas,
quitáoslas, o ¡vive Dios!...
SOLDADO
1: Señor alférez, los dos
somos...
PIZARRO:
¿Qué dos o qué nadas?
Acabemos, desceñidlas,
y en su lugar os poned
dos ruecas.
SOLDADO:
Vuesa merced
nos
trate bien.
PIZARRO:
Redimidlas
la
vejación en que están
corridas a vuestros lados.
Pícaros sois, no soldados.
Bien los campos labrarán
los míseros labradores
si las manos les tenéis
atadas.
¿Pretenderéis
por
esta hazaña favores
en
el consejo de guerra?
Presentad esos cordeles
cuando
aleguéis por papeles
que
defendisteis la tierra.
¿Adónde está el capitán?
QUIRÓS: A
Trujillo fué esta tarde.
PIZARRO: Quitá
la espada, cobarde,
que pues sus veces me dan
y soy su alférez,
agora
sabré
si conforme a ley...
SOLDADO 1: Mire...
PIZARRO:
¡Por vida del rey
y la
reina, mi señora,
infames, que la bandera
me fió,
si no os quitáis
las
espadas que afrentáis
- mejor una caña fuera -
que
os cosa con el venablo!
CARRIZO: Polida,
¿qué decís de esto?
......................[ -esto].
PULIDA: Es un
dimuño.
CARRIZO:
Es un diabro.
PIZARRO:
Llamadme a los labradores.
Vase CARRIZO
SOLDADO 2: Vuesa
merced considere
que es
muy mozo, y que si quiere
con
desprecios y rigores
poner su enojo en efeto,
aunque
nuestro alférez sea,
tiene
poca barba, y crea
que a
no guardarle el respeto
que
pide el cargo...
PIZARRO: ¡Cobarde!
Mi bandera y preeminencia
no la
adquirí por herencia,
ni las
barbas son alarde
del
valor que al noble anima,
sino el
espíritu honrado
que en
el alma vinculado
los peligros desestima;
que
a ser ansí, aunque parezca
que en
ellas le puso Dios,
barbas
os sobran a vos
para
una guarda tudesca.
La
reina, nuestra señora,
me dió el cargo que consigo,
siendo
ella misma testigo
en el
cerco de Zamora,
que
mi capitán rendido
y
perdida su bandera,
paje de
gineta era,
pero
aunque paje, atrevido,
no
con mujeres, cual vos,
pues
fïado en la Fortuna
volví,
si perdimos una,
a su
presencia con dos.
Alférez entonces me hizo
sin
suplicárselo yo;
la bandera que me dió
de
trece años la autorizo.
Y
porque sepáis si en mí
las
barbas son menosprecio,
agora
veréis cuán necio
fuisteis en hablarme ansí.
Desceñíos esa espada
antes
que enojos provoque
y fruta
de un alcornoque
os haga
mal sazonada.
¡Presto!
SOLDADO 1:
Por mi superior
os
obedezco.
Quítanselas
PIZARRO:
¿Qué aguardan
los
dos?
SOLDADO 2:
Ya vamos.
PIZARRO: Ya tardan.
¡Hola,
Carrizo!
Salen CARRIZO y otros
CARRIZO: Señor,
aquí todo el puebro
está.
Pizarro
señalando a QUIRÓS
PIZARRO: Éste,
con vuestra mujer
valiente, en vuestro poder
para
ejemplo quedará
de
infame, con condición
que
esté en la plaza colgado
hasta
mañana.
QUIRÓS:
¿Yo ahorcado?
PIZARRO: No, que
os tengo compasión.
De
los hombros solamente,
mas sin
que os quiten la vida,
con una
rueca ceñida
regocijaréis la gente.
CARRIZO: ¿Y
estotros dos?
PIZARRO: Castigadlos.
Déles
cada labrador
catorce
azotes.
SOLDADO 1: Señor,
mira
que somos...
PIZARRO:
Llevadlos.
SOLDADO 2: No
faltará quien dé cuenta
a los
reyes de este agravio.
PIZARRO: Ella es
santa y él es sabio.
Yo les
diré vuestra afrenta,
podrá ser que se mitigue.
PULIDA: Venga a
la praza el modorro,
porque
le demos gigorro
con lo
demás que se sigue.
CRESPO:
¡Burlaos con el Francisquillo!
CARRIZO:
Azotaina ha de haber hoy.
PIZARRO: A ver a
la reina voy,
que
entra esta noche en Trujillo.
Vase PIZARRO
PULIDA:
Soldado, esas piernas bellas,
después
que colgado esté,
- ¿oye? - no se las traeré,
pero
tiraréle de ellas.
SOLDADO 1: ¡Que
a esto un rapaz nos obligue!
PULIDA: Y a
esotros dos marquesotes
a cada
catorce azotes,
con lo
demás que se sigue.
Vanse
todos. Sale el PAGADOR, el CAPITÁN,
con un arcabuz
y ROBLEDO
PAGADOR:
Mejor lo habemos trazado
de esta
suerte.
CAPITÁN: En la ciudad
nos
pusieran en cuidado;
que en
tanta publicidad
y con
tanto deudo lado,
aunque es de noche, no fuera
posible
no conocernos.
Aguardándole aquí fuera
si él
viene antes de ofendernos
la
justicia cuando muera,
es
fácil el retirarnos
sin que
se sepa el autor
de su muerte.
PAGADOR:
Por vengarnos
menospreciaré el favor
de los reyes.
CAPITÁN:
Ocultarnos
con
las tinieblas podemos,
después
que muerte le demos,
quedando en pie tu privanza.
PAGADOR: Cumpla
yo con mi venganza,
que
después nos libraremos.
En
fin, ¿dijo que saldría
a este
sitio?
ROBLEDO:
Prometiólo,
y con mucha cortesía;
puesto
que no estaba solo,
y que
entonces le asistía
de
Trujillo la nobleza,
por
asegurarlos dijo,
"Trátame con aspereza
esta
dama, y es prolijo
amor si
temoso empieza.
Yo
acabo de desposarme,
y es
bien desembarazarme
de
cosas que la han de dar
a doña
Beatriz pesar.
Pero,
pues, envía a llamarme,
dígala, hidalgo, que luego
voy al
sitio señalado;
que le
apreste mientras llego,
y tome
por el cuidado
esta
sortija."
PAGADOR:
¡Sosiego
notable!
CAPITÁN:
¿No se turbó?
ROBLEDO:
¿Turbar? antes se rió
mientras el papel leía.
PAGADOR: Más de
su esfuerzo se fía
que de
mi venganza yo.
Pero
cumpla él su promesa
verá presto el desengaño.
Salen don
GONZALO, como de noche
GONZALO: A algún
celoso le pesa
de mis bodas, y en su daño
quiere turbarme esta
empresa.
Sin
firma vino el papel,
como yo
sin compañía.
Amor
celoso es crüel.
Sale PIZARRO
PIZARRO: Tarde,
diligencia mía,
venís;
honra, no sois fiel
si
os perdéis por perezosa
y mi
padre se desposa
sin impedírselo
yo.
CAPITÁN: Éste
es, ¿tiraréle?
PAGADOR: No;
tened,
que en acción dudosa
me
pesará que matemos
otro en
vez del que buscamos,
pues si
esta ocasión perdemos,
sin
esperanza quedamos
de que
después nos venguemos.
Sepamos quién es primero.
CAPITÁN: Llegad,
que yo aguardo aquí,
A PIZARRO
PAGADOR: Si sois
don Gonzalo espero
saber.
GONZALO:
Pronunciar oí
mi
nombre; acercarme quiero.
PIZARRO:
(¿Don Gonzalo? Ansi se llama Aparte
quien
me ha dado el ser que tengo.
Si
alguno que le desama
le
intenta ofender, yo vengo
a
acreditar más su fama.)
Mi
nombre es Gonzalo.
GONZALO: (¿Cómo?) Aparte
PAGADOR:
¿Gonzalo Pizarro?
PIZARRO: Pues,
con ese
apellido domo
cobardes.
Al CAPITÁN
PAGADOR:
Amigo, él es;
vengue
mi agravio tu plomo.
Dispárale.
CAPITÁN: No dió fuego.
GONZALO: ¡Oh,
villanos! la traición
que en vosotros a ver llego;
con
noble satisfacción
dará a
mi enojo sosiego.
Yo
soy Gonzalo Pizarro.
¡A
ellos, joven gallardo!
PAGADOR: Tres somos, mueran los dos.
Riñen
PIZARRO: ¡Ojalá
os hiciera Dios
tres
mill
ROBLEDO:
Esta cuesta aguardo.
Vida, bajaos a los pies,
y ellos os libren de mal.
Huye ROBLEDO
GONZALO: ¿Contra
uno, y salís tres?
PAGADOR: Al
pagador general
matáis.
Sosegáos.
GONZALO: Después,
que
agora es razón - si ha sido
pagador
- que las traiciones
pagues
que me han perseguido.
PIZARRO:
¡Cuchilladas, no razones!
¡Cuerpo
de Dios! Ya he tendido
al
uno. Esotro que queda
porque
escaparse no pueda
desjarretarle es mejor.
Huye el CAPITÁN
GONZALO: A
traidores, pagador,
se paga
de esta manera.
¿Huís? no me maravillo.
PAGADOR: ¡Muerto
soy! ¡Favor al rey!
Alguaciles de Trujillo,
¡justicia! ¿no hay Dios? ¿no hay ley?
Huye el PAGADOR
GONZALO: Hay valor, que es tu cuchillo.
PIZARRO: No
los sigáis caballero,
que
tengo que hablar con vos.
GONZALO:
Obligado a vuestro acero
confieso que os trujo Dios
en mi
socorro; no quiero
más dicha ya que saber
quién
sois y luego serviros.
PIZARRO:
Admitiéralo, a no ser
ingrato
vos a suspiros
de
alguna ilustre mujer,
que
perdió por olvidada
lo que
os fió por querida,
y en mí
dejó vinculada
la
venganza de ofendida,
si no
de menospreciada
GONZALO: No
os entiendo.
PIZARRO: Yo lo creo;
que el
no entender ya es en vos
mal
viejo, común empleo
de
quien sin mirar que hay Dios
se
sujeta a su deseo.
¿Habéis dado ya la mano
al
nuevo dueño que amáis,
o
queréis que llore en vano
palabras que la empeñáis
en fe
de un amor liviano?
¿Iréisos a Italia ya
para
que no legitime
la
sucesión que os dará,
y
burlada se lastime,
pues
por vos sin honra está?
GONZALO:
Encubierto defensor,
que
enigmas multiplicando,
me injuriáis y dais favor,
a un tiempo estáis
engendrando
ira en
mi pecho y amor.
Si a darme ayuda venís,
¿por
qué agraviar me queréis?
¿Con la
noche os encubrís?
¿Injuriador socorréis
y amigable perseguís?
PIZARRO:
Porque a imitaros me atrevo,
enemigo
bienhechor,
ejecutando a quien debo
el bien y el daño mayor
que tiene el mundo.
GONZALO: Mancebo;
según el modo de hablar,
si no
sois el que colijo,
sin
seso debéis de estar.
¿Sois vos hijo...?
PIZARRO: Yo soy hijo,
sin padres, de un
encinar.
GONZALO: ¡Ay,
cielos! ¿Doña Beatriz
Cabezas
es vuestra madre?
PIZARRO:
Fuéralo, a ser tan feliz,
que a
su tálamo mi padre
sujetara la cerviz.
Mas
no lo soy - agraviadas
prendas por vos infelices -
viéndoos, pues quedan burladas,
dichoso con las
Beatrices,
y ellas
con vos desdichadas.
GONZALO:
Hijo, a quien el alma adora,
cesen
enojos, que llora
de
contento el alma.
PIZARRO: ¿Está
con vos desposada ya
esotra
Beatriz?
GONZALO:
No ha una hora
que
por dueño la admití,
pues
teniéndole tu madre
ya su
esperanza perdí.
PIZARRO: Pues,
padre, no sois mi padre.
Teneos
allá.
GONZALO:
Vuelve en tí.
PIZARRO:
Volviérades por mí vos,
cuando
de una encina fruto,
ingrato
a mi madre, a Dios,
y
alimentándome un bruto
les
debo más que a los dos.
Volviérades por mi fama;
pues el
más tosco pastor
padre
legítimo llama
al
suyo, y vuestro rigor
cuando
me engendra, me infama.
Tendréis hijos que posean
el
título que no aguardo,
y
menores que yo sean,
porque
me llamen bastardo
cuando
su hermano me vean.
¡Ah,
cielos! y quién pudiera
dispensar obligaciones,
y la
mayor no os tuviera,
porque
a vuestras sin razones
fin con
mis desdichas diera.
Juntó amor en un sujeto
dos
contrarios sin ser sabio.
¡Triste de mí! Que en efecto
si
intento vengar mi agravio,
pierdo
a mi padre el respeto.
Extrañas contradicciones
mezclándose me persiguen.
¡Posibles persecuciones
que a un mismo tiempo me obliguen
agravios y obligaciones!
¡Vive Dios que no ha de verme
más la
luz de aqueste mundo,
ni
España en él conocerme,
mientras que en otro segundo
de vos
pudiere esconderme!
Ya
hay quien ofrece a Fernando
de otro
Orbe el descubrimiento,
que en
mí esperanza crïando
mejore
mi nacimiento,
mi
suerte lejitimando.
Yo,
ingrato padre, a pesar
de
vuestro poco cuidado,
tanta
agua pienso pasar
que en
ella mi honor manchado
pueda
mi esfuerzo lavar.
Yo
malograré mis años,
y
huyendo vuestros engaños
vencedor de un medio mundo,
lince
del polo segundo
pisaré
climas extraños.
Yo,
si llegare a tener
hermanos, con más valor
que ellos he de pretender
que me
veneren señor,
llegándome a obedecer.
Suplirá la fortaleza
faltas
de naturaleza
y de
vos desobligado
seré,
por mí reengendrado,
el
fénix de mi nobleza.
Juzgaréisme, claro está,
por
loco, mas mi animosa
inclinación mostrará;
que en
dando yo en una cosa
salgo
con ella.
VOZ: Tendrá Dentro
el
castigo que merece
quien
dió muerte al pagador.
OTRO: Aquí
están los dos.
PIZARRO: Parece
que se
convoca al furor
popular,
y que apetece
prendernos.
GONZALO:
El retirarnos
juzgo
ahora por cordura.
PIZARRO: El
valor baste a animarnos;
no hay
valiente sin locura,
vileza
es dejar cercarnos.
¡A
ellos cuerpo de Dios!
Pues vamos juntos los dos.
GONZALO: ¡Oh, hijo, César segundo!
PIZARRO:
Mientras no gano otro mundo
no os
tengo por padre a vos.
Vanse los dos. Suenan cajas y salen SOLDADOS. Detrás la REINA
Isabel, y sale
también Hernando CORTÉS
REINA:
Vuélvase a alistar la gente
que de
la guerra pasada
se
despidió. Esta Granada
nuestra
armas acreciente.
El rey, mi senor, su empresa
pretende, y sobre ella está.
Sirva
esta Granada ya
para
postres de mi mesa.
Contra el hereje fundé
la
divina Inquisición,
la Hermandad contra el
ladrón,
los
judíos desterré.
Vuelva la fe a su decoro,
y en
tan sagrada conquista
quien
desterró al Talmudista
destierre también al moro.
La
fe del bautismo dé
a
España su integridad;
fundaréla una ciudad
que se
llame Santa Fe.
No
quede en Extramadura
quien
no logre allí su fama,
ganó mi
esposo al Alhama,
a Baza cercar procura.
Yo
he de asistir en persona
hasta
ver esta Granada
que de
cruces coronada
es
timbre de mi corona.
¡Al
arma, pues, extremeños!
CORTÉS: Si tal valor nos anima,
si a sus reyes dan estima
virtudes de tales dueños,
¿qué mucho, vos su
caudillo,
que
muestre el valor que cobra?
Animándonos vos, sobra
para
Granada Trujillo.
Presto os llamarán monarca
sus
blasfemos adüares.
SOLDADO 1: Alegres
cuantos lugares
abarca
nuestra comarca,
señora, con celo fiel
os
salen a festejar
venturosos por gozar
siglos
de tal Isabel.
Salen CRESPO,
BERTOL, CARRIZO, PULIDA y LABRADORES,
cantando
"Por
esta calle que voy,
por
estotra doy la vuelta,
no
hay zagala que tenga la cara
tan
hermosa como la reina.
UNO: En
ella vive un Abril
con
todas sus zarandajas,
no
es cara a lumbre de pajas,
sino
del Mayo gentil;
sus
ojos son torongil,
sus
pechos blancas cebollas,
sus
manos bollos o bollas,
nieve y manteca revuelta
en
darme muerte resuelta
cuando enamorado estoy.
TODOS: Por
esta calle que voy,
por estotra doy la vuelta,
no
hay zagala que tenga la cara
tan
hermosa como la reina.
PULIDA: A fe
de Dios que no hay natas
que
igualen su catadura.
Bendiga
Dios su hermosura
y déme a besar las patas.
REINA:
Seáis, serrana, bien venida
por lo
pulido que habláis.
PULIDA: ¡Oh! si
el nombre me acertáis
ya
sabréis que só Polida.
Escúcheme su aspereza.
A PULIDA
CARRIZO: Su
Alteza, necia, la di.
PULIDA: Su
Alteza necia, que aquí,
digo en
la Zarza.
CARRIZO: (¡Ya empieza!) Aparte
PULIDA:
Vino...en lo que toca al vino
que el
soldado mos pidió
rape el
diabro el que quedó;
pero
sobrando el tocino.
¿No
bondaba? Dígalo ella.
Salga
esta vez todo el corro,
y como
pidió gigorro,
ansí yo
huera doncella
pasara, mas con marido
¿no es
pecado que pidiese
que las
piernas le trojese?
Aun si
se le hubieran ido,
¡vaya! Mas, señora mía,
ansí
nos alumbre Dios,
que una
y otra, ambas a dos
consigo
se las traía.
REINA: Yo
lo creo. (¿Hay tal simpleza?) Aparte
PULIDA: Como no
pude sofrillo,
¿conoce
ella a Francisquillo,
aquél
que hizo su torpeza
alfiler ell otro día?
Tamaño
se echó de ver
que
alfiler había de ser,
porque
tuvo alferecía.
Daba
en que me había de atar
las manos, y bien ¿y qué hizo?
ansí, también a Carrizo
mandaron desatacar.
Pues
Francisco en mi socorro
los
espetos les quitó,
por los
sobacos colgó
en la
praza al de gigorro,
y a los dos de los bigotes,
porque cenasen mijor
mandó a
cada labrador
pegarles catorce azotes.
Quedaron hechos tasajos,
y al colgado - aunque
eran tiernas -
héndole
a traer las piernas
le tiré
de los zancajos.
Dicen agora malas lenguas
que al
mi Francisquillo vienen
a
acusar. La culpa tienen
ellos;
pásense sus menguas
y esta gente se castigue,
que en
labradoras se envicia.
Pido
costas y justicia,
con lo
demás que se sigue.
REINA: Al
que a vos mal os hiciere
tendré
yo por enemigo.
Muy justo fué ese castigo.
PULIDA: Sí,
señora, que no quiere
si
quitarmos esta gente
los
pellejos.
REINA:
Yo lo creo.
PULIDA: ¿Mos
perdona?
REINA:
Sí.
PULIDA. Deseo
por el
servicio presente
ella
mercé.
REINA:
Guárdeos Dios.
Gusto
me ha dado infinito.
PULIDA: ¿Y
perdona a Francisquito?
REINA: Yo le
perdono por vos.
Sale ROBLEDO
ROBLEDO: Al
pagador general,
señora,
han muerto a traición.
REINA: ¿Qué
decís?
ROBLEDO:
Sin ocasión
a tanto
delito igual,
el
capitán don Gonzalo
Pizarro
a matarle vino
de
noche y en el camino
de esta
ciudad.
CARRIZO:
¡Malo!
PULIDA: ¡Malo!
REINA: ¿Don
Gonzalo? Dudo yo
que sin
causa se atreviese
a cosa
que desdijese
de la
sangre que heredó,
que
es tan fiel como animoso.
ROBLEDO: Los
testigos lo dirán.
Dió
muerte a su capitán
un
alférez revoltoso
que
con don Gonzalo fué,
a quien
vuestra alteza ha honrado
sin
haber sido soldado,
ni aun
tener barbas.
REINA. ¿Quién fué?
ROBLEDO: El
que porque a un labrador
cama y
posada pedía,
que por
suerte le cabía,
un
soldado de valor
le
hizo colgar en la plaza,
y a
otros mandó azotar.
CARRIZO:
Quísomos desacatar.
Mire su merced que traza
de
honrados,
REINA.
¿Tenéislos presos?
ROBLEDO: Hanse
los dos resistido
a la
justicia.
REINA:
Venido
he yo a castigar excesos.
Vaya mi guarda por
ellos.
CARRIZO: Peor,
Pulida.
PULIDA:
Peor.
REINA: Si los
hizo mi favor,
también
sabré deshacellos.
Suenan cajas, y
sale PIZARRO con una bandera al
hombro; a su
lado don GONZALO. Tiende en llegando la
bandera a
los pies de la REINA, e hincan las rodillas
PIZARRO: Leal
postro a vuestros pies
esta
bandera, señora,
con que
me honró vuestra alteza,
liberal
con mi edad corta.
Quince
años son los que tengo,
pero
testigo es Zamora
de que
muriendo mi alférez,
con una
gineta sola,
insignia de quien serví,
entró
nuestra escuadra rota,
por el
campo portugués,
que
cantaba la victoria,
volviendo con dos banderas,
sin que
me sacasen gota
de
sangre, que ésta se guarda
para hazañas más heroicas.
Castigué las demasías
de cobardes, que sin
honra,
fugitivos en la guerra,
son
presa de sus escoltas.
Ya os
constarán sus insultos
y si
no, esta labradora,
pues
aqui la trajo el cielo,
los
diga, que en esta historia
es la
más interesada
por
simple, no mentirosa.
Llegué
de noche a Trujillo
a
referir estas cosas
a
vuestra alteza, y ya cerca
salen de entre peñas toscas
tres hombres a preguntarme
- adviértase el sitio y hora -
si don Gonzalo Pizarro
me
llamo, que les importa.
Yo, que
oigo nombrar mi padre,
receloso que alevosas
diligencias le persiguen,
mando
al amor que responda
que sí;
y apenas lo escuchan,
cuando
con una pistola,
cómplice vil de su infamia,
venganzas torpes provocan.
No dió
fuego el polvorín,
ni la
sangre generosa
de mi
padre, que allí estaba,
lugar a
que se le acojan
los salteadores aleves,
pues quedaron por memoria
y escarmiento de la
envidia
medrada
con sus lisonjas.
El
pagador general
es el
uno, y vos, señora,
testigo
de estratagemas
e invenciones
cavilosas
con que
persiguió a mi padre,
impidiéndole las glorias
de
tanta hazaña sin premio.
¿La
malicia qué no estorba?
El otro
es mi capitán,
que escribió
con tinta roja
la
sentencia de su muerte
bien
dada, aunque lastimosa.
Si por
volver por mi padre
y
castigar afrentosas
travesuras de perdidos,
vuestra
majestad se enoja
y
contra los dos se indigna,
sus plantas invictas ponga
sobre estas cabezas fieles,
premiaralas si las
postra.
REINA: Tiene,
alférez, la verdad
tanta
fuerza, vencedora
de
retóricas mentiras
con que
invenciones adorna,
que
fácil me persuadís;
y por
lo que se aficiona
a
vuestro valor el mío,
por vos
la piedad abona.
Ya yo os tengo perdonado
el
rigor con que me informan
que
traviesos castigasteis
que su
profesión desdoran.
La
muerte del pagador
y el
capitán insta agora,
por haber parte que pida
informacion más copiosa.
Averigue yo haber sido
como
decís, que patrona
vuestra, saldréis capitán,
puesto
que de edad tan poca.
De la
prisión que os señalo
a los
dos, no os dé congoja,
que
vuestras guardas serán
mis
monteros de Espinosa.
Iréis
sin armas con ellos,
y cerca
de mi persona haré,
guardándoos justicia,
más
alarde de piadosa.
El rey
mi señor pretende,
eclipsando lunas moras,
presentarme una Granada
que
blasfemos arrincona.
Allí
veré de la suerte
que sirviendo, a mi corona
pagáis
cargos con que os premio
y triunfáis de envidias locas.
GONZALO: Viva
más que tiene granos
esa
Granada, señora,
siglos
tanta discreción.
PIZARRO:
Semíramis española
os
llame desde hoy Castilla
tanto
mejor que la otra,
cuanto
ejemplo de pureza
y
virtud la fama os nombra.
Si otro
orbe Colón descubre
en vuestras minas hermosas
os hago
pleito homenaje
de no
volver a las costas
de
España mientras no os diere
más oro
y plata, más joyas
que
cuando dueño del mundo,
triunfó de sus partes Roma.
Cumplid, Hernando Cortés
presagios con que os pregonan
los
cielos por igual mío;
haced
vuestra fama heroica,
que si
parece imposible
a la envidia que proponga
locuras
en la apariencia
y de
escucharlas se asombra,
en la
comedia segunda
saldrá
la verdad piadosa
que
donde hay valor y dicha,
todo es dar en una cosa.
FIN DE LA
JORNADA TERCERA
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