Sale VITORIA
VITORIA: ¡Que
conmigo le ha de dar
don
Pedro celos a Carlos!
Pues
¿de qué suerte ha de darlos,
si yo
no le doy lugar?
Oblígame a sospechar
esta
dudosa quimera
que en
mi amor don Pedro espera
hacer
esta duda clara
y no sé
si me pesara
que don
Pedro me quisiera.
Cuando me da algún papel,
en sus
ojos habladores
miro
que me dice amores
más
apacible que fiel.
Admití
a Carlos por él;
que
puesto que sangre real
le hizo
gran Mariscal
de Nápoles, si le quiero
más es
por el mensajero
que no
por el principal.
Sale ROMERO
ROMERO:
(¿Quién quiere apararme allá
Aparte
Mil
secretos, que le arrojo?)
VITORIA: (Éste
le sirve.) Aparte
ROMERO:
(¡Qué enojo!) Aparte
VITORIA: Vení
acá; llegaos acá.
¿Servís vos al secretario
de
Carlos?
ROMERO:
Sí, mi señora
y soylo yo suyo agora
sirviendo el vientre de armario.
(¡Maldiga Dios tantas blancas
Aparte
como
dieron a un doblón!)
VITORIA: ¿Tiene
don Pedro afción
aquí, o
en España?
ROMERO: (¡Trancas! Aparte
¡Que
me fuerzan a decir
lo que
escondo! Haced la cuenta
de los
palos. ¡Mil sesenta!
Lengua,
callar y sufrir.)
VITORIA: ¿No respondéis?
ROMERO: No me atrevo
porque
siendo respondón
pierdo,
señora, un dobló
y más
de mil palos llevo.
VITORIA:
¿Palos por lo que os pregunto?
ROMERO: No,
pero en esto de hablar
en
dándome en deslizar,
soy
como calza de punto.
Hele
hecho pleito homenaje
de
callar a mi señor.
VITORIA: Señal
de que tiene amor
aquí.
ROMERO:
Vaya esto de encaje,
sin
preguntarme otra cosa.
En
Burgos donde nació,
a doña
Leonor sirvió
de
Castro, rica y hermosa.
Dejóle por un privado
del rey, que siendo su amigo,
le fue
traidor, y en castigo
de su
traición, oleado
de
un espetón le dejó.
vio a
Nápoles, donde ha sido
la
pobreza que ha tenido
tanta, que a servir entró
a
Carlos de secretario.
Y con
aquesto, chitón,
que me
la jura un doblón
y habrá
palo temerario.
VITORIA: Debe
de ser principal
el don Pedro
que decís,
pues de
esa suerte sentís
que
sirva al gran mariscal.
ROMERO: Ya
se le suelta otro punto
a la
cala del secreto.
Es del
rey don Pedro nieto,
y en
desdichas su trasunto.
Persíguele el rey don Juan,
porque
recela el derecho
que
tiene al reino y sospecho
que si
sus contrarios dan
con
él, que acabe la historia
que su padre comenzó
cuando
sin culpa murió
en el
alcázar de Soria.
VITORIA: Ya
yo sé el suceso todo
de ese
infante desdichado;
que acá
su fama ha llegado,
y en la
sustancia y el modo
lo
afirma su decendiente.
¿Mas
dura de la Leonor
la
esperanza y el temor
que
tanto su ausencia siente?
ROMERO:
Señora, tecla me toca
vuexcelencia, que me hurga
el
alma, y toda la purga
se me
ha venido a la boca.
"Adiós ojo," dijo el otro
secreto, sin reparar,
vas matas y por rozar;
mas vale aquí que en el
potro.
Doña
Leonor se casó
con el
herido don Vela.
Vuestra
hermana se desvela
por su
amor. Contéla yo
toda
su historia y suceso
y
cierro pliego la di
de doña Leonor, que aquí
tiene
de ser mi proceso.
Además, ciego por él,
contéla
que el mariscal
no era
el autor principal
de
tanto sutil papel.
Esto
puede tanto en ella,
que de
mi amo enamorada...
VITORIA: Oid,
oid.
ROMERO:
...y abrasada
de
celos de Leonor bella...
VITORIA:
Escuchad.
ROMERO:
Me preguntó
su
linaje y sus amores...
VITORIA: Parad.
ROMERO:
...del rey los rigores,
cómo,
por qué, cuándo huyó,
sus
desdenes, sus regalos,
si la
amaba, si escribía...
Dame un
doblá cada día
y si no
callo, mil palos...
VITORIA:
Detente , hombre.
ROMERO: ...mas, por Dios,
que
aunque más el seso pierda,
que de
Vitoria se acuerda
don
Pedro.
VITORIA:
¿De quién?
ROMERO: De vos
porque anoche soy testigo
que don
Pedro de Castilla
dijo,
"¡Ay bella Vitorilla!
quién
se casara contigo!"
VITORIA: ¿Estás loco?
ROMERO: Yo sutil,
dije,
"Cuando a hablarla vas,
díselo
una vez no más;
diráselo el diablo mil."
Pues
él viene, averigualdo;
que ya
yo, señora mía,
purgué
cuanto yo sabía,
y voy a
tomar el caldo.
Vase ROMERO
VITORIA:
Éste, entre burlas y veras,
me ha
dicho lo que temí.
Con mis recelos salí.
No son mis celos quimeras.
No fue a la promesa
ingrato.
¡Miren
en qué el casto intento
paró!
¡El aborrecimiento
de la
grandeza, el recato!
¡El
publicar que hacía
de su estado sucesora!
Pues en
vano se enamora,
que don
Pedro es prenda mía.
Y si
ella por más edad,
a Amalfi hereda, yo heredo,
si en don Pedro alegar
puedo,
amorosa antigüedad.
Sale don PEDRO,
creyéndose
solo
PEDRO: Al
gran mariscal y a mí
dijo
que se dedicaba
el
papel que me enviaba
y
después que le leí
mandándome responder,
n hallo
cosa que me toque
y que
al amor no provoque
de
Carlos. Esta mujer,
que
tantas cosas penetra
me ha
de sacar de sentido.
Desde
ayer acá he leído
el papel letra por letra
mil
veces, y vive Dios,
que
cuanto más y más leo,
dudo
más, y menos veo
de mi
parte.
VITORIA:
¿Aquí estáis vos,
don
Pedro?
PEDRO:
Hermosa señora,
en idea
trasformado,
por
estar en mí elevado,
no sé
si estoy en mí agora.
VITORIA: En
fin ¿habéis de dar celos
conmigo
al gran mariscal?
PEDRO: Pídelos
él, soy leal;
si no
los doy, opondrélos,
cumpliendo la obligación
en que
me pone el deseo
de
verle discreto.
VITORIA: Creo
que estos
vuestros celos son
celos, don Pedro, a dos haces.
PEDRO: ¿Cómo?
VITORIA:
Porque hacen por dos,
obedeciéndole vos,
por él
guerra, por vos paces.
PEDRO: No
entiendo a vuesa excelencia.
VITORIA:
¿Podéisle vos celos dar
si no
me fingís amar,
hablándome en su presencia?
PEDRO: No,
señora.
VITORIA:
¿Luego ya
sois mi
amante aunque fingido.
PEDRO: No sé lo que soy o he sido.
VITORIA: Eso el
tiempo lo dirá.
Pero
si delante de él
me
estáis diciendo agudezas
y
proponiendo finezas
de
secreto firme y fiel;
mientras Carlos esté loco
sospechas averiguando,
riendo
yo y vos burlando,
¿seré
yo para tan poco,
que
mientras digáis quimeras
que de
burlas propongáis,
no os obligue
a que volváis
enamorado de veras?
¿No
podréis obedecer,
pues entráis tan sin temor
por los umbrales de amor?
PEDRO: ¡Ojalá
que merecer
pudiera tal mi ventura,
dejando
aparte el respeto
que a
Carlos debo y prometo!
Esto es
lo que se procura;
pero, señora, ¡qué fuera
que de
burla semejante
saliese
yo vuestro amante!
Nunca
otro mal me viniera.
VITORIA: Pero
si habéis de empezar
a dar a
Carlos recelos,
aquí
viene a feriar celos;
y os
juro que ha de llevar
tantos de mí, que corrido
de
habernos dado ocasión,
maldiga
la discreción
que
entre los dos le ha metido.
Salen CARLOS,
que se queda al paño, y la
DUQUESA, que
sale poco después se queda también
retirada
CARLOS: Rato
ha que le dejé aquí.
¿Si
habrá los celos hallado
que me
traen tan desvelado
por el
papel que le dí?
DUQUESA:
Sabrá don Pedro el amor
que
cara a cara no osé
decirle, y remediaré
si le
adivina el temor
que
traigo, de que a mi hermana
ama,
cual le permití.
Mas los
dos están aquí.
Toda
sospecha es villana,
y
villano es el afeto
que ha
engendrado en mí el mirarlo.
Hablan aparte
VITORIA y don PEDRO
VITORIA: Atento
nos mira Carlos.
Proseguid, pues sois discreto.
PEDRO:
Empiezo, pues.
Alto
Ya sabéis
quién
soy, y cuan bien nacido
me hizo
el cielo.
VITORIA: Ya yo sé
que
vuestro padre fue hijo
de don
Pedro el Justiciero,
a quien
con falso apellido
llaman
crüel las historias
que
imprimen sus enemigos.
Sé que
una dama inconstante,
aunque
os amó a los principios,
llevada
del interés
de un
galán favorecido
de vuestro rey, eclipsó
las
memorias en olvido
como su
amante en vil trato
correspondencias de amigo.
Y le
hirió vuestra venganza
mortalmente, y del castigo
del severo rey huyendo
fue
Nápoles vuestro asilo.
Destierro y necesidad
os han
de suerte abatido
que
servís a quien pudiera
mejor,
don Pedro, serviros.
Mirad
si sé vuestra historia
DUQUESA: (El
crïado fementido Aparte
le ha
dado cuenta de todo.)
Lo que
confuso me dijo,
la
relató por extenso.
CARLOS: (Yo
estoy en buen laberinto.) Aparte
VITORIA: Decid, don Pedro, adelante.
Proseguid la historia.
PEDRO: Digo
que, pues todo lo sabéis
y habéis de mí conocido
cuando os traigo los papeles
de Carlos ponderativos,
en los ojos...
VITORIA: Ya, ya sé
que os debo algunos suspiros
y que os sirve mi memoria
de medios preservativos
contra rigores y ausencias
que cohechan el olvido
de doña Leonor de Castro.
CARLOS: (Malos son estos indicios.) Aparte
VITORIA: Sé también que los papeles
que tanto alabo y estimo,
teniéndoos a vos por padre,
me venden otro adoptivo.
CARLOS: (Peor es esto.) Aparte
VITORIA: Y creed,
don Pedro, que los estimo
sólo porque se os parecen,
como a sus padres los hijos.
Autorízase con ellos
quien muestra que simple ha sido
en creer que ha de engañarnos,
discreto por artificio,
necio por naturaleza.
CARLOS: (Vive Dios, que estoy corrido. Aparte
¿Hay deslealtad semejante?
¿Qué es esto, cielos? ¿Qué
hechizos
se me han entrado en el alma
que me hielan encendidos?
Matarélo, vive el cielo,
si villano y fementido
rompe don Pedro la fe
de secretario y amigo.
PEDRO: A la merced que me hacéis
estoy tan agradecido,
cuanto imposibilitado
de volver retornos dignos.
Pero creed que a no estar
de por medio bien nacidos
rspetos y obligaciones
de la persona a quien sirvo
que hubiera dicho la lengua
lo que los ojos han dicho,
explicando por palabras
lo que publican suspiros.
Mártir de mis pensamientos
en esta ocasión he sido;
que por estarle tan bien
a Carlos ahora explico.
¿Tiénele amor vuexcelencia?
DUQUESA: (La comisión ha excedido Aparte
el ingrato, que le he dado.
O no ha el papel entendido,
o lo que es más cierto, está
enamorado y perdido
de mi hermana.
CARLOS: (Yo me abraso Aparte
de no sé qué. Yo me aflijo
de un mal cuyo nombre ignoro.
Culebras y basiliscos
el alma me están royendo.
Yo adoro, al paso que envidio.)
VITORIA: ¿La duquesa tiene amor
a Carlos?
PEDRO: Hame pedido
que celos con vos le dé,
porque afirma que el oficio
de estos es sutilizar
los ingenios abatidos,
porque necios y celosos
son dos extremos distintos.
CARLOS: (Si celos hacen discretos, Aparte
celos deben ser los míos
que mi entendimiento apuran
y atormentan mis sentidos.)
PEDRO: No repara más que en esto,
que quisiera, y no me admiro
verle al paso que galán,
cortesano y advertido.
VITORIA: ¿Luego vos, no enamorado,
sino solo comedido,
por obedecer mi hermana
de mi amante dais indicios?
PEDRO: Por lo uno y por lo otro;
siento lo mismo que finjo,
mándanme lo que deseo,
y a un tiempo a dos blancos
tiro.
VITORIA: ¿Cómo estaré yo segura
que no mentís?
PEDRO: Persuadiros
puedo yo lo que os adoro.
VITORIA: ¿Y la Leonor?
PEDRO: Ya la olvido.
VITORIA: ¿Y mi hermana?
PEDRO: Ya es de Carlos.
VITORIA: ¿Y Carlos?
PEDRO: Ya es su marido.
VITORIA: ¿Y vos?
PEDRO: Soy esclavo vuestro.
VITORIA: ¿Y yo?
PEDRO: Sois el dueño mío.
Vase
VITORIA. Quédase la DUQUESA al
paño y CARLOS
se dirige a don PEDRO
CARLOS: Si no tuviera respeto
a la casa donde estoy,
villano, viérades hoy
de mi venganza el efeto.
¿Para qué me hacéis discreto
si multiplican agravios
mis injurias en los labios
para que más me atormenten;
aunque no de un modo
sienten
los ignorantes y sabios?
Vos infamáis el valor
que el rey don Pedro os ha dado,
competidor, de crïado,
de secretario, traidor.
Al derecho de mi amor
mal oponerse podrán
papeles que vuestros dan
puerta a amorosos delitos.
Mi causa hicieron escritos,
y en mi nombre vencerán.
Cuando el capitan venció,
del señor se hace memoria;
Al rey se da la vitoria
pero a los vasallos no.
La vitoria que hoy os dio
vuestra industria y mi porfía,
dcslealtad y alevosía
será usurparla a mi amor;
que pues soy vuestro señor,
ha de ser Vitoria mía.
Pero goce nuevo empeño
de su amoroso cuidado,
pues a quien fue mi crïado
pretende elegir por dueño;
que favorecida en sueño
os juzgará inadvertida
cuando mi venganza impida
el logro que no tendréis.
Sale la DUQUESA
DUQUESA: Y
cuando vos no os venguéis,
le
quitaré yo la vida.
Que
no ha de llamar esposo
mi
hermana a un hombre sin ley,
fugitivo de su rey,
y a su
señor alevoso.
Cuando yo a Carlos amara,
que es verdad que he deseado
verle por vos en estado
que mi
sangre y casa honrara,
¿tenéis vos merecimientos
para
poder pretender?
Que en vos
sólo alcanzo a ver
pobreza
y atrevimientos.
Sois
un loco, un desleal,
unn
bárbaro, un ignorante,
un
presumido arrogante,
indigno
que el mariscal
os
confïase su pecho...
CARLOS: Sois un
secretario infiel,
discreto solo en papel,
de vos
mismo satisfecho,
un
amigo que rompió
las
leyes, sin hacer caso,
de la
amistad.
DUQUESA:
Carlos, paso,
que
basta reñirle yo.
CARLOS:
¡Quien de los límites pasa
de la
amistad y prudencia!
DUQUESA: Yo sola
tengo licencia
de
reñir en esta casa.
CARLOS: Si
vos amparo le dais...
DUQUESA: Yo no
le doy a un villano;
más no
quiero que a la mano,
cuando
me enojo me vais.
CARLOS:
Vuexceiencia me perdone;
satisfacción me dará.
A don PEDRO
Pues de vos me vengará
quien castigaros propone.
A don PEDRO
DUQUESA: Yo haré que llevándoos preso
a Castilla, en un cadalso
a mí me venguéis por falso,
y a vuestro rey por travieso.
CARLOS: Yo le llevaré, si ansí
vos, señora, lo ordenáis.
DUQUESA: ¡Oh, Carlos! ¡Qué extraño estáis!
Dejadnos solos aquí.
CARLOS: Pues siendo yo el injuriado,
que quiera vengarme ¿es
mucho?
PEDRO: Ya las injurias que escucho,
mi paciencia han apurado.
Carlos, porque os he servido,
respeto os debo tener;
privilegios de mujer
señora, he reconocido
aunque también dais indicios
de ingratos, pues si los sabios
vuelven gracias por agravios,
dais agravios por servicios.
Yo no he sido desleal;
sino tan leal a los dos,
A la DUQUESA
que obedeciéndoos a vos,
he servido al Mariscal.
CARLOS: ¡Servirme a mi es pretender
que mi dama vuestra sea!
DUQUESA: ¡Servirme a mí quien desea
a mi hermana por mujer!
A la DUQUESA
PEDRO: Pues vos ¿no me aconsejasteis
que a Vitoria pretendiese?
Al mariscal
CARLOS
Y vos que celos os diese,
¿no me mandasteis?
¿Para qué os quejáis de mí,
si de esto tenéis memoria?
Divertíme con Vitoria,
y celos a Carlos di.
CARLOS: ¿Celos son éstos?
PEDRO: Son llave
de Amor, con que medra y
crece.
CARLOS: ¡Oh celos! Esto merece
quien compra lo que no sabe.
Dijistes tanto bien de ellos,
que por vos los procuré.
Tan crüeles los hallé
que me atormentáis con
ellos.
¡No más celos en mi vida,
no más, rabiosa pasión,
tan costosa guarnición!
DUQUESA: Carlos, yo estoy ofendida,
y vos en el mismo estado
con mi hermana que hasta aquí
que os he querido finjí;
mas ya sabéis que he dejado,
por lo que a mi
hermana quiero,
en ella la sucesión
de mi casa. En conclusión,
casaros con ella quiero.
Proseguid con vuestro amor,
y quedad escarmentado
de serviros de crïado
que sabe más que el señor;
que del presente que vemos,
pues nos ha engañado ansí,
desterrándole de aquí,
vos y yo nos vengarémos.
CARLOS: Por vos, bella Margarita,
se sosiega mi esperanza,
puees vuestro favor alcanza
lo que un ingrato me quita.
¡No más celos, ni aun en
sueños!
¡Que tales penas ofrecen!
Pero siempre se parecen
las dádivas a sus dueños.
Vase CARLOS
DUQUESA: Solos habemos quedado.
PEDRO: Solos, pero yo ofendido.
DUQUESA: Amante favoreeido,
si de ausentes olvidado.
¡Buena ganancia habéis hecho!
Ya os quiere mi hermana bien.
PEDRO: Si vos me mostrais desdén,
señora, ¿de qué provecho
ha sido el ejecutar
los remedios que dijistes?
DUQUESA: Quíseos yo, si lo entendistes,
divertir, no enamorar.
Mas quien exceder procura
remedios que el sabio da,
de qué modo sanará
echando a perder la cura?
PEDRO: Pues, señora, ¡aquí de Dios!
Si a Carlos decís que amáis,
si que le hable me mandáis,
si siendo tan cuerda vos,
queréis curar mis desvelos
con invención semejante,
y empezando a ser amante,
os dais a vos misma celos,
¿puedo yo saber
secretos
que palabras contradicen?
DUQUESA: ¡Qué necios son los que dicen
que sabáis hacer discretos!
¿Habéis leido el papel
escrito a Carlos y a vos?
PEDRO: Iba dedicado a dos;
mas no hallo palabra en él
que no haga a Carlos favor,
sin hacer mención de mí.
DUQUESA: ¿Leistesle bien?
PEDRO: Leí
hasta la tilde menor,
y por Dios que es caso recio
que ansí me desatinéis.
DUQUESA: Basta, que desde que hacéis
discretos, pecáis de necio.
¿Traeisle ahí?
PEDRO: Sí , señora.
DUQUESA: Leedle.
PEDRO: Ya le leí,
y no hay cosa para mí.
DUQUESA: Leedle, acabad ahora.
PEDRO: Ansí dice.
DUQUESA: Comenzad.
Túveos yo por avisado
y Carlos os ha pegado,
don Pedro la enfermedad.
Lee
PEDRO:
Mariscal, si sois cuerdo, en esta empresa,
amando,
mucho vuestra dicha gana.
Estimad
los favores de mi hermana,
pues
que no dan disgusto a la duquesa.
Proseguid, y pues veis lo que interesa
con
ella vuestro amor, la pena vana
que
tenéis, olvidad de la tirana
voluntad, que vuestra alma tiene presa.
Mirad que si os preciáis de agradecido
eterna
fama y triunfo de esta gloria
gozoso
ganaréis contra el olvido.
Acordaos, y a vuestra alma haced memoria
que
siempre, de que sois de mí querido
me
acuerdo, mucho más que de Vitoria.
En
todo aqueste soneto
que a
Carlos, señora, di,
¿hácese
mención de mí?
DUQUESA: ¡En
verdad que sois discreto!
Todo
casi es para vos.
PEDRO: ¿Para
mí? Si al mariscal
nombráis, si en él liberal
le
favorecéis...Por Dios,
señora, que pretendéis
enloquecerme.
DUQUESA:
Pretendo
que
entendáis que yo os entiendo.
Como a
mi hermana queréis,
ponéis tan poco cuidado
en
averiguar curioso
ese
papel misterioso
que no
habéis en él hallado
lo
que discreto penetra
y el natural debe al arte.
Leedle
parte por parte,
miradle
letra por letra
y
hallaréis, al advertillas,
un
papel que encierra dos.
Buscad
ahí para vos
un soneto
en redondillas.
PEDRO: ¿En
redondillas soneto?
DUQUESA: Cada
día hay cosas nuevas
y el
ingenio todo es pruebas.
Buscadle, si sois discreto.
PEDRO: Un
soneto italiano
tiene sálo
este papel.
DUQUESA: ¿Pues
no puede dentro de él
venir
otro castellano?
PEDRO: No
sé cómo.
DUQUESA:
Dadle acá.
Limitado entendimiento
es el
vuestro. Estadme atento.
PEDRO: Atenta
y confusa está
el
alma.
DUQUESA:
Llegaos aquí.
Lee los
primeros endecasílabos del
soneto
Leyéndole de este modo,
no
habla el soneto todo
con Carlos?
PEDRO:
Señora, sí.
DUQUESA: Pues
mirad si es para dos
aunque
en sentidos diversos.
Lo
postrero de los versos
es, don
Pedro, para vos.
Lee
Si
sois cuerdo, en esta empres,
mucho
vuestra dicha gana.
Los
favores de mi hermana
dan
disgusto a la duquesa.
Y
pues veis lo que interesa
vuestro
amor, la pena vana
olvidad
de la tirana
que
vuestra alma tiene presa.
Si
os preciáis de agradecido,
fama y
triunfo de esta gloría
ganaréis contra el olvido.
A
vuestra alma haced memoria
de que sois de mí querido
mucho
más que de Vitoria.
PEDRO:
¿Pues quiere vuesa excelencia
que
llegue yo a conocer
solamente con leer
versos
en circunferencia,
favores dados a oscuras,
puestos
para ostentación
más de
vuestra discrecián
que de
humanas conjeturas?
Entre renglones escrito,
¿quién
diera en este secreto?
DUQUESA: Vos,
don Pedro, sois discreto;
mas
discreto de poquito.
Sed
amante de Vitoria
que con
poco se contenta,
y a
vuestro destierro atenta,
sabe
toda vuestra historia.
Con vos desposarse espera.
El alma
y la mano os dio.
Andad,
servidla, que yo
me
pasaré como quiera.
PEDRO: Eso
no, señora mía,
perdóneme su afición;
que tan
bella discreción
culpa
el perderla sería.
Yo
salí con mi deseo.
Con los
celos que le he dado,
es ya
cuerdo y avisado
Carlos;
quejoso le veo.
Que
se queje no permita
mi
lealtad quien se acuerda
de mi
fama, ni yo pierda
mi
preciosa Margarita.
Si
pretendí inadvertido
menoscabos de mi fe,
a la
mano que os besé
perdón
amoroso os pido.
Negármela será en vano.
Bien me
queréis. ¿Qué dudáis?
Le toma una
mano y se la besa
DUQUESA: Soltad.
PEDRO:
Si os desenojáis
primero.
DUQUESA:
Soltad la mano.
PEDRO: En
ella estriba mi abono.
DUQUESA:
Soltalda y si no, me iré.
PEDRO: Si os
desenojáis, sí haré.
DUQUESA:
Soltadla, que yo os perdono.
Sale VITORIA
VITORIA: (¡Mano
y perdón! ¡Ay tiranos
engaños!
La DUQUESA
habla bajo
DUQUESA:
Mi hermana es.
VITORIA: No
pecáis de descortés,
si a
tantas dais besamanos.
¡Ay,
hermana, en fin, crüel!
No en vano mis quejas fundo.
¿Pretendos dejar el mundo,
y
méteste más en él?
DUQUESA: ¿Pues tú a mí me reprehendes,
cuando por cumplir tu
amor,
sabiendo que haces favor
a don Pedro, y que pretendes
olvidar al mariscal,
quiero
casarle contigo?
Él
viendo lo que le obligo,
llegó
cortés y leal,
y la
mano me besó.
Poca
liviandad arguyo,
si ha
de ser esposo tuyo.
VITORIA: ¿Eso es
cierto?
DUQUESA:
No sé yo
si
lo será, que has andado
muy
necia y muy maliciosa.
VITORIA: ¡Yo
tengo de ser su esposa!
Perdona, si te he enojado.
Luego ¿eso Don Pedro intenta?
Si te
casas, o me caso,
viviremos las dos...
DUQUESA: Paso,
que
hace, Vitoria, la cuenta
sin
la huéspeda tu amor.
VITORIA: ¿Pues
qué huéspeda hay aquí?
DUQUESA: La
huéspeda contra tí
ha sido
doña Leonor
que
ha un mes que en mi casa ha entrado.
PEDRO: ¿Qué me
dice vuexcelencia?
DUQUESA: ¿Pues pudiera yo en su ausencia
haberos sus señas dado,
sin haberla jamás
visto?
PEDRO: Eso es
imposible cosa.
DUQUESA: Aquí
está, amante y celosa.
PEDRO: (¡Qué
mal mi enojo resisto!) Aparte
VITORIA:
¿Pues qué importa que aquí esté
Leonor
celosa o sin celos,
si le
obligaron los cielos
a que
la mano me dé
don
Pedro?
DUQUESA: Bueno sería
ofenderla ansí los dos!
A don PEDRO
¿Qué
respondéis a esto vos?
PEDRO: ¡Ay
hermosa Leonor mía!
DUQUESA: ¿Qué
es eso?
PEDRO: Satisfacer,
contra
mi celosa queja,
a quien
patria y padre deja
sólo
por venirme a ver.
DUQUESA:
¿Luego la tenéis amor?
PEDRO: ¿No he
de ser agradecido
a quien
de España ha venido...?
DUQUESA: Pues no
ha venido Leonor,
ni
merecéis a Vitoria,
ni yo
desde ahora os precio,
ni de
inconstante y de necio
se
borrará la memoria
que
eternizáis desde aquí.
¿Hay
condición más liviana?
¡Ya
perdido por mi hermana,
o ya
perdido por mí!
PEDRO: ¿Qué
es aquesto, confusiones?
Sale ROMERO
ROMERO: Gracias
a Dios que te he hallado.
DUQUESA: Prended
¡hola! ese crïado.
Salen CRIADOS
ROMERO: ¿Pues por qué? ¿por seis doblones
que he recibido.
DUQUESA: Sacadle
la
lengua, y no por la boca.
ROMERO: ¿Está
vuexcelencia loca?
Oiga
primero.
DUQUESA:
Llevadle.
Sois
un deslenguado.
ROMERO: Es mengua
que de
mi sangre he heredado;
pero si
soy deslenguado,
claro
está que estoy sin lengua.
No
me la saquen, señora,
que
hablaré por el cogote.
DUQUESA:
Llevadle y dadle un garrote.
ROMERO: ¡Mas
nonada! Acabe ahora.
DUQUESA: Y
esté presa en el castillo
ese ingrato
castellano.
ROMERO: ¿No es
bueno, que esté yo sano
y muera
de garrotillo?
VITORIA:
¡Preso don Pedro!
DUQUESA: Acabad.
PEDRO: ¡Preso,
señora!
DUQUESA: Llevadle
preso;
pero no, dejadle...
¿Pero
qué es esto? Aguardad.
Salen CÁRLOS,
PRÓSPERO, y
RUGERO
CARLOS:
Señora, el rey don Fernando
ha
tenido de Castilla
cartas,
de que está en Amalfi
don Pedro; y la paz antigua
que con
España conserva,
a
corresponder le obliga
con el
gusto de don Juan
que en
Burgos goza la silla.
Para
esto me ha mandado
prenderle, y si sois servida,
lo
pondré en ejecución.
PEDRO:
¡Siguiéronme mis desdichas!
Yo vine
huyendo de España,
y
parece cosa indigna
de la
clemencia de un rey
prender a quien de él se fía.
DUQUESA: Pues
don Pedro ¿en qué le ofende?
CARLOS:
Recélase de que aspira
a la
sucesion del reino,
y hay
en fe de esto quien diga
que le
ampara Ingalaterra
para lo cual necesita
que con
su prisión se atajen
novedades y mentiras.
Esto es
lo que solo intenta
el rey,
que tan cuerdo mira
lo que
está tan bien a todos.
DUQUESA: Menos,
conde, a Margarita.
Si le
prendéis, dadme muerte.
CARLOS: Ya yo
sé, señora mía,
que
méritos de don Pedro
gusto y
libertad os quitan.
Ejecutor de mi rey
soy yo; mas reconocida
la amistad que con él
tuve,
a
aconsejaros me obliga
el
remedio de los dos.
DUQUESA: ¿Y
será?
CARLOS:
Que se redima
la
vejación con que os dé
la mano de esposo, y viva
él
seguro, y vos contenta,
dando
principio a sus dichas;
que yo
alcanzaré del rey
la paz
que enojado os quita.
DUQUESA: A
consejos tan discretos
sólo la admiración diga
alabanzas, siempre cortas,
mientras no son infinitas.
Dadme,
don Pedro, la mano.
PEDRO: Vos
sois dueño de mi vida.
CARLOS: Y vos,
hermosa Vitoria,
cuyo amor al alma mía
ha
servido de maestro,
cuyos
celos sutilizan
mi
cortedad; si admitís
una
voluntad sencilla,
dadme
la mano, y licencia
que por
esposa os admita.
VITORIA: Carlos,
yo soy vuestra esposa.
ROMERO: Y yo,
quien fue de estas dichas
causa,
señora; por ellas,
suspensión de la paliza
y del
garrote pretendo.
DUQUESA: Yo os doy desde hoy de por vida
el doblón.
ROMERO:
¿Libre de palos?
DUQUESA: Sí.
ROMERO: Más
que una abada vivas.
PRÓSPERO:
Nosotros gracias os damos,
señora,
por ver cumplidas
tan bien
vuestras esperanzas.
PEDRO:
Mientras todos solenizan
celos
que discretos son,
Amor,
que hace maravillas,
dad
ánimo a vuestro Tirso,
para
que despacio os sirva.
|