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Tirso de Molina Las quinas de Portugal IntraText CT - Texto |
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JORNADA SEGUNDA
Salen don EGAS Muñiz y don GONZALO
GONZALO: Nuestro conde infante es santo, porque no es inconveniente ser religioso y valiente. EGAS: Séalo, pero no tanto que le lleven a su coro los canónigos seglares y las armas militares, que son espanto del moro, cubra la sobrepelliz cada noche en los maitines. GONZALO: Ansí consigue sus fines dichosos, Egas Muñiz. La espada y la disciplina hacen una consonancia de milagrosa importancia. David era en Palestina el más bélico monarca, y entre sus triunfos diversos cantaba salmos y versos danzando delante el arca. La Efod que se vestía era lo mismo que ahora la sobrepelliz. No ignora, quien sabe su valentía que él mismo, hablando con Dios, dice que se levantaba a media noche, y cantaba sus loores. Juzgad vos si es bien, cuando este interés nos postra rendido al moro, que Alfonso en el campo y coro sea David portugués. EGAS: Basta haberle edificado al cielo tanto convento para obligarle que atento su vida ampare y estado. El célebre monasterio de Santa Cruz de Coimbra, cuando conquistó a Cecimbra, y del africano imperio sacó a Elvas, al Francoso Serpa, Corbele, Alanquer y otros mil que en su poder hacen su nombre famoso, fundó rico con las rentas que a sus canónigos dio cuando a Santarén cercó; haciendo con su Dios cuentas, ofreció por su conquista al santo de Claraval para un monasterio real, cuanto alcanzare la vista desde una cuesta eminente, los campos y posesiones, siendo sus ojos mojones de esta fábrica excelente. Mil monjes ahora encierra este edificio gallardo. Obligado San Bernardo a patrocinar su guerra y a alcanzarle sus victorias, desde Francia, donde vive, le comunica y escribe: materia dé a las historias nuestro Alfonso con la espada, y los monjes del Cistel recen y canten por él; allá María elevada, y Marta acá solicite con las manos el acero.
Sale don ALFONSO Enríquez y trae puesto sobre las armas un roquete, y don PEDRO
ALFONSO: Egas Muñiz, lo primero, porque amparo os facilite, es Dios, que lición nos da de que su reino busquemos y por él conseguiremos lo demás, porque será desdoro de un rey, que esfuerza con oraciones su celo, conquistar primero el cielo si el cielo parece fuerza. No se proporcionan mal ni el tiempo se desperdicia con la terrestre milicia la milicia celestial, ni del valor portugués será acción menos feliz con Dios la sobrepelliz que con el moro el arnés. Lo uno y otro al cielo agrada alentando el corazón, con Moisés en la oración. y Josué con la espada, porque ésta sola promete ......................... [ -oto] poca dicha. Éste es mi voto y quitarme este roquete, que desde el coro dirige el cielo mejor mi estado. EGAS: Yo hablé, en fin, como soldado, sin saber lo que me dije. Pelead -- ¡cuerpo de Dios! -- y rezad también, Alfonso, con la espada y un responso huirá el morisco de vos. Comunicad serafines entre monjes en el coro, y acobardaráse el moro mientras vos cantáis maitines, que yo desde ahora os juro seguir siempre vuestro lado engerto en fraile y soldado. ALFONSO: Y yo el premio os aseguro. Pero ¿qué es esto?
Tocan un clarín y sale poco a poco ISMAEL sobre un alazán, con adarga y lanza, y en el extremo de ella, en lugar de banderola, el guante de doña LEONOR
PEDRO: La vega mide un moro airoso y fiero sobre un alazán ligero. EGAS: Hacia nuestros muros llega. ALFONSO: ¡Bizarro alarde! EGAS: ¡Infelice! a lo menos, si me aguarda. ALFONSO: ¡Presencia ostenta gallarda! Veamos lo que nos dice.
ISMAEL: Conde Alfonso lusitano, que del árbol borgoñón blasonas ser rama ilustre; pimpollo de aquella flor que pone Francia en sus armas, nieto de Alfonso, león que, conquistando a Toledo, se intitula emperador; a Santarén me ganaste, no de valor a valor, precediendo desafíos y partiendo el campo el sol, sino hurtando a las tinieblas la enlutada confusión de noche, más que soldado, codicioso escalador. Préciate de la conquista que su descuido te dio, pues huye siempre las luces el pirata y salteador; que yo, no con los engaños del silencio obscuro, no cohechando al sueño perezas, tapando al bronce la voz, sino en la mitad del día, solo, si es que solo estoy cuando cuantos héroes viven me llanian su comprehensión, a vista de esos cobardes, tímido y breve escuadrón que de Ulises descendiente sus ardides le heredó, digo que asaltar murallas de noche, sin prevención, es infamia, es cobardía. ¡No es hazaña, no es valor! Ismael, me tiembla el orbe; rey me llama Badajoz, su príncipe Extremadura; la Vandalia su señor. Sólo domina en mi pecho hermosa constelación, una beldad portuguesa, feliz, pues su esclavo soy; doña Leonor es, Cautiño, porque sola tal Leonor por lo que de leona tiene, amansara tal león. Conde, suyo es este guante, del muro se le cayó, en mi fe de más estima que de Asia la posesión. El castillo de Palmela, con las llamas de mi amor conquisté, dando a su alcaide honras por matarle yo. Llevéme a Leonor conmigo imperiosa su prisión, pues, cautiva, la obedezco pues me vence vencedor. Yo he jurado a su hermosura, si en vosotros hay valor, por cada dedo del guante un portugués, el mejor. De esta prenda y de su dueño será la restauración el que a vencerme se obligue, uno a uno o dos a dos. Al extremo de esta lanza sirve de airoso pendón. Rescatadle, portugneses que salvoconduto os doy para los campos de Obrique, donde Marte convocó cinco ejércitos alarbes de quien rey unico soy. Doscientos mil africanos enjambres inmensos son que al Tejo el cristal agotan, al valle y monte la flor. Cobardes, alli os espera Ismael, Marte español. Parca que os hiela las vidas, rayo que Arabia forjó, segundo A1á, otro Mahoma de Alcides competidor, pestilencia del bautismo, de su iglesia contagión, cuchillo de portugueses, Atila, azote de Dios y Ismael, que vale más que el cielo, que Alá, que el sol.
Vuelve a tocar el clarín. Vase ISMAEL
EGAS: Frenético, espera, arguarda. ALFONSO: Dejad que al cielo Nebrot quimerice Babilonias, llorará su confusión. Las manos y no las lenguas, amigos, en la ocasión precisa consiguen triunfos y dan asiento al valor; de lengua es forma la espada, vocinglero el vil temor; espere en su muchedumbre que yo solo espero en Dios. Trece mil soldados tengo, cada cual un Cipión, un portugués Viriato un Hércules vengador; doscientos mil los infieles -- ¡numerosa ostentación! -- ceros que por sí con nada, mosquitos de Faraón. Lusitanos, ¡alto, a Obrique! Que cuanto fuese mayor la suma de los contrarios tanta más ganancia os doy de su despojo y riquezas. La cruz es nuestro blasón, armas que dio a Portugal mi excelso progenitor; con su señal Constantlno los tiranos debeló; su mesmo celo me guía, yo conde, él emperador; la victoria tenéis cierta. GONZALO: ¡Oh, gloria de tu nación! Al arma, gue la fortuna de César llevamos hoy.
Tocan alarma. Vanse, si no es don EGAS
EGAS: ¿Cautiva mi Leonor? ¡Cielos! ¿Presa la beldad que adoro, usurpador suyo un moro, y ya africanos mis celos? Eso no, mientras yo viva, que es oprobio portugués. Yo haré que postre a los pies de mi adorada cautiva la alarbe y torpe cerviz el sacrílego arrogante. Yo haré finezas de amante y hazañas de Egas Muñiz. Salvoconducto me da, mas quien torpe desatina sin guardar la ley divina mal la humana guardará; juntemos la industria, pues, al valor para librarla; hoy tengo de restaurarla, o no seré portugués. El artificlo me ofrece un discreto estratagema.
Sale BRITO
BRITO: Estése el perro en su tema; que yo me estaré en mis trece. Yo le juro a non de tal que si el guante le quitó el galguicuzcuz, que yo desagravie a Portugal. EGAS: ¿Qué es eso, Brito? BRITO: Sentir que un morillo desafíe a nueso conde, y que críe humos, que le han de salir en el alma, si yo puedo. EGAS: ¿Viste al bárbaro Ismael? BRITO: Vi que en su lanza la piel o el guante, por cada dedo a su fembra ha prometido una cholla portuguesa, y ¡voto al sol que me pesa que se nos haya escorrido! ¿Cinco cabezas barbadas? Pues, con ellas, ¿qué ha de her la Leonor? Debe querer madurarla a cabezadas. Yo quedé tan golosmero después que a lidiar aprendí por vos, que no estaré en mí hasta her un matadero, do por arseldes se pese carne mora. EGAS: ¡Desatino! BRITO: Mas huyendo del tocino Barrabás que la comiese. EGAS: ¡Atreveráste tú a hacer conmigo una honrosa empresa? BRITO: Si es la Leonor portuguesa y bondara ser mujer; ¿qué aguardamos vos y yo que no la descautivamos? EGAS: ¡Oh, Brito animoso! Vamos. BRITO: Desque el conde se quitó, al encontrarle en la sierra sin cochillo, ni ganzúa, lo que llamáis guante o lúa, piel en paz, malla en la guerra, cuidando yo que la mano entonces se desollaba, mal con los guantes estaba; mas agora que este alano Ismarrel tanto le estima que mos desafía por él, desollándole la piel que trae el mastín encima, la he de convertir en guantes. EGAS: Arábigo sé escribir y en hábito hemos de ir de moros. BRITO: Haya turbantes, almalafas, alquiceles, y déjame a mí con él. EGAS: ¿Te atreverás a Ismael? BRITO: Y a una recua de Ismarreles. EGAS: Pues sígueme, que si engañas su atención, en mis venturas probarás que sin locuras nunca el amor logró hazañas. De moro te vestiré. BRITO: Con tal que haya sopa en vino, porque sin él y tocino desde aquí desmórome.
Vanse los dos. Sale doña LEONOR llorando, e ISMAEL saca el guante de doña LEONOR
ISMAEL: Tu conde me vio en su vega hacer de esta prenda alarde, y a su ejército cobarde, no sólo el combate niega, mas, multiplicando miedos, las caras descoloridas tiemblan de ver que sus vidas. tu guante les mida a dedos. Si estas finezas merecen en tu cielo algún agrado, serenándose el nublado que sus rayos entristecen, alcance yo sin enojos, sin desdenes, sin agravios, una razón de tus labios, un resplandor de tus ojos. Y advierte, Leonora mía, que si con rigor pretendes helar mi fuego, le enciendes con más rebelde porfía. Finge de burlas favores, podrá ser que de esta suerte más tibio llegue a quererte que duplicando rigores, porque en la amorosa escuela, la que por sus cursos pasa, con hielos dicen que abrasa, con llamas dicen que hiela. LEONOR: ¿Posible es, torpe homicida, que tu ciego frenesí ose a amar a quien por ti llora a su padre sin vida? Dame sepulcro con él; rasga, tirano, este pecho y habrás a mis ruegos hecho una finesa crüel, una piedad rigurosa, y si mis súplicas sigues, una acción con que me obligues en la otra vida. ISMAEL: ¡Qué hermosa! La aurora de tu semblante vierte perlas. Si enloqueces cuando llorando amaneces cada aljófar un diamante, ¿qué hicieras perdido el ceño con que eclipsas su arrebol amaneciéndome el sol en dos orientes risueños? Tu padre murió a mis manos, mas sírvate de consuelo que he de conquistar el cielo vencidos los lusitanos. Mi valor a cargo toma, si su pavimento piso, que goce a Alá en su paraíso a la diestra de Mahoma; yo haré que con él dispense el haber cristiano sido.
Salen de moros don EGAS, y BRITO a lo gracioso
BRITO: Héteme aquí convertido en morabito de Orense, engerto un gallego en moro. EGAS: Ya sabes lo que has de hacer; no te turbes. BRITO: La mujer que buscas es como un oro; con el mastín perrenquea. EGAS: A buena ocasión llegamos; si mis ardides logramos. BRITO: Ojalá orégano sea. ISMAEL: ¿Quién, sin avisar primero, se atreve a entrar donde estoy? BRITO: Señor, estafeta soy morisca, mas no arriero, ni en toda mi casta le hubo, ni quiera Dios, cuando venga con cartas, que oflcio tenga que el señor don Mahoma tuvo. ISMAEL: ¿Cartas traes? Dime de quién. EGAS: (Este necio lo ha de echar Aparte a perder; quiero llegar.)
LLégase a él
El rey de Murcia y Jaén y el de Córdoba te escriben. BRITO: Sí, señor; juntos están con el rey de Cordobán murciélagos, porque viven de comer uvas jaenes, y son tres reyes de bien el murciélago, el Jaén y el cordobán. ISMAEL: ¡Loco vienes! EGAS: Hase, gran señor, turbado y gasta siempre este humor. BRITO: Humor gasto; sí, señor; de una huente que han mandado que en aqueste brazo me abra; gracias a santa Locía, que casi casi no veía por un hartazgo de cabra que éste y yo nos dimos solos, y aun es dicha si lo alcanzo, métome, en vez de garbanzo toda una bola de bolos, y en lugar de hoja de hiedra traigo una resma de estraza, con que, aunque algo me embaraza, puedo tirar una piedra, y her que la salud asista en los ojos, aunque creyo que cuando a su merced veyo, tengo muy bellaca vista.
Aparte a BRITO
EGAS: Necio, mira lo que dices. ISMAEL: ¡Salada es vuestra razón! BRITO: Tengo la sal de un jamón, y cómolos con perdices. ISMAEL: ¿Las cartas? BRITO: Helas aquí.
Dáselas
ISMAEL: ¡Donoso talle mostráis! BRITO: Sí, señor ISMAEL: ¿Cómo os llamáis? BRITO: El moro Zaquizamí. ISMAEL: ¿Tan alto? BRITO: En caramanchones empleo todo mi trato, y vuelto de perro en gato ando a caza de ratones. Lea vuestra morería para que me vuelva luego. ISMAEL: ¿No esperaréis que a este pliego. responda? BRITO: Sí, morería. ISMAEL: ¿Es Córdoba gran ciudad? BRITO: Sí morería. ISMAEL: Y su rey, ¿no se llama Alí Muley? BRITO: Sí, morería. ISMAEL: Esperad.
Leyendo para sí
¿Qué tiene, que está en la cama conforme me avisa aquí? BRITO: Sí, morería. ISMAEL: Decí, ¿qué mal tiene? BRITO: Se derrama todo en mantas y en colchones. EGAS: (¿Hay disparate como éste?) Aparte BRITO: Y diz que es ramo de peste la sarna con sabañones, y el reye se rasca mucho. ISMAEL: (Éste debe de ser loco.) Aparte
Aparte a BRITO
EGAS: Necio, vete poco a poco. en hablar. BRITO: Yo no estoy ducho en esto de enfermedades; su morería perdone. EGAS: (Como Brito me ocasione Aparte mientras teje necedades a que hable a mi Leonor, que aún no me ha echado de ver, comenzaré a disponer los ardides de mi amor.
Aparte a BRITO
Entreténmele, y advierte que en el ínterin hablamos mi Leonor y yo. BRITO: A eso vamos.
Abre el moro ISMAEL otra carta
ISMAEL: Dice Muley de esta suerte,
Lee
"El compañero del que ésta lleva es el moro más sabio en las ciencias de astrología, magia y futuros contingentes que conoce Egipto; envíosele a vuestra alteza para que, sirviéndose de sus habilidades, venza con ellas lo que dudo de sus armas, porque el conde de Portugal tiene de su parte el valor de sus antecesores y la fortuna de los hados. Guarde Alá a vuestra alteza, etc. Muley, Rey de Córdoba."
¡Válgame Mahoma! BRITO: Y lleve por siempre jamás amén.
Mirando el, moro ISMAEL muy atento a don EGAS
ISMAEL: Ven acá. BRITO: Obedezco al ven. ISMAEL: Habla veras. BRITO: Pues sea breve, porque en hablando en joicio, luego me da torozón.
Hablan en secreto LEONOR y don EGAS
ISMAEL: ¿Quién es éste? BRITO: Es un varón milagro del reino egipcio: No sabe tanto el diMúño; cuantos diabros el infierno ahucha en su huego eterno todos los tiene en el puño.
ISMAEL: ¿Qué dices? BRITO: Que si le pruebas, tien tales encantaciones que hará llover naterones, albaricoques y brevas. ISMAEL: Si él me supiera ablandar el rigor de una mujer que me obliga a enloquecer, yo le llegara a adorar. BRITO: Si de sus artes se fía, déla por blanda. ¿Es aquélla? ISMAEL: La mlsma. BRITO: Ya habla con ella, porque sus cuitas sabía; verá cuál se la madura.
Hablan don EGAS y doña LEONOR aparte
LEONOR: ¡Ay, mi don Egas Muñiz! moriré más infeliz si inventas esa locura; no arriesgues vida, que estimo lo que mi temor recela. BRITO: ¿No ve cómo se le enmiela? EGAS: Leonor, en balde reprimo la paciencia ni el acero. Yo he de sacarte de aquí. ISMAEL: ¡Vive Alá! ¡Que conseguí toda la dicha que espero! Tan domesticada está con él como si los dos fueran hermanos. BRITO: ¡Par Dios! por no decir por Alá, que obrigue a una peña fría a que eche llamas, señor. ISMAEL: ¿Que hará que me tenga amor Leonor? BRITO: Sí, morería. ISMAEL: Toma este anillo y cadena.
Dáselos
BRITO: Sí, morería, sí tomo. ¿Es el engaste de promo, que pesa más que ell arena? EGAS: Esto tenemos trazado LEONOR: ¡Qué buena suerte la mía! ISMAEL: ¿Riyóse? BRITO: Sí, morería; los colmillos ha mostrado. EGAS: Disimula con el moro hasta que te libre de él.
Esto lo dice recio
LEONOR: Merece mucho Ismael. ISMAEL: ¿Qué dijo? BRITO: Que es como un oro su merced en la gallardía. ISMAEL: Que mucho Ismael merece le escuché. BRITO: Ansí me parece. ISMAEL: ¡Gran suerte! BRITO: Sí, morería. ISMAEL: ¡Qué apacible y que en sazón habla, pregunta y propone! BRITO: Él verá que se la pone más tierna que un requesón. EGAS: ¿Oyes lo que al moro pasa con aquel loco? LEONOR: Donoso e igualmente provechoso. EGAS: De placer es esta casa, en lo despoblado está. Para que te saque de ella fíngele amor, Leonor bella.
Llégase LEONOR al rey ISAMEL muy afable
LEONOR: ¡Mi rey! ISMAEL: ¡Soberano Alá, que a oír tal he merecido al sol que el alma ofrecí! BRITO: ¿Mi "re" dijo? Hétele el "mí." soberano Alá te he oído. Hétele también el "la." "Sol" la llamaste después. Hétele a amor portugués con su "re, mi, fa, sol, la." EGAS: Señor, yo que por mis ciencias de tu amorosa fatiga, supe el incendio que obliga a apacibles impaciencias, vine a servirte de modo que ya es tuya Leonor bella; pero si a solas con ella nos dejas, para que en todo se te rinda este diamante, tu esperanza lograrás, en especial si me das por sola una hora su guante, que impide por él el hado lo que el arte facilita, porque sus efectos quita cualquier favor violentado. ISMAEL: Toma el guante, el alma toma.
Dásele
BRITO: (Tened, el perm, por cierto Aparte que vos damos perro muerto.) ISMAEL: Tú serías mi Mahoma, mi Alá, si me consintiese que una mano la besase. EGAS: Hasta que el término pase, no es posible. BRITO: En seco bese, chero decir, desde ahí, que según unum modernum, non besabis in aerternum. ISMAEL: No lo entiendo. BRITO: Hablan ansí nigromantes motilones. ISMAEL: Luego ¿tú nigromancía estudias? BRITO: Sí, morería. Mire, do hay pares hay nones, chero decir, que preñada una mujer, o se muere o habrá pares; si pariere, y habrá nones que es nonada para vuesa morería, como no tempre pesáres aguardándose dos pares de horas, hasta el mediodía, que es cuando cesan los nones, y toca a nona el donado; mas habiendo los dos dado, que en todos los ésquilones cuando dan dos dan un par, cesan entonces azares, porque, en fin, los dos pares, si no llegan a parar, ¿cómo tienen de parir el efecto del planeta, ni comprirse la receta de su amor? ¿Chérelo oír? Pues venga a her. Esta mujer, ¿no es nones? Sí, porque es una, y con pares no hay ninguna hasta que llega a parir; él, aqueste moro y yo somos tres, no somos nones; en esto no hay opiniones, pues si el nones engendró la nonada, oiga estos puntos, hasta que lleguen a estar hombre y mujer hendo un par, y no todos cuatro juntos, si no le ama sí se queje; pero vuélvase después que nones quedamos tres, y como a los tres mos deje, después de la nona dada, si vuelve a sus aficiones ya se habrán ido los nones y parará el par en nada. Esto enseña la escretura, que entre sus negros Macías mordió el gigante Golías, Galeno y Nuño Rasura. ISMAEL: Los principios de una ciencia son obscuros de saber; no te he podido entender. EGAS: Pues, señor, es evidencia todo cuanto te ha explicado, mas como son rudimentos, de nuestros encantamentos, está su estilo intrincado. Vuelve aquí dentro un hora, lograréis gustos los dos. LEONOR: Querido Ismael, adiós. ISMAEL: Adiós. ¿Volveráste mora? BRITO: Conforme huere el moral. ISMAEL: Adiós, luz de mi esperanza.
Vase ISMAEL
BRITO: Si mora dice tardanza, vendrá a ser mora, y qué tal. EGAS: A caballo. BRITO: No hay si dos... EGAS: Vendrá en mi gropa; yo Jove, Leonor mi Europa. BRITO: Pues galguimorisco, adiós.
Vanse. Suben desde el tablado a caballo los tres, ella a las ancas del de don EGAS y salen a las voces del moro ISMAEL y otros, y puédalos seguir a caballo y escaramuzar. Habla BRITO adentro
BRITO: Aprisa, que mos espía un perro, y temo que lluevan virotazos. ISMAEL: ¡Que nos llevan a Leonor! BRITO: Sí, morería. ISMAEL: Seguidlos, vasallos míos; volad, cual vuelan mis celos. ¿Sufriréis, ingratos cielos, tal burla? BRITO: Sí, moreríos. ISMAEL: Corred, que queda abrasada el alma entre mis pasiones. BRITO: Acá corremos los nones, y allá vos cupo nonada. ISMAEL: ¡Tocad al arma, africanos!
Tocan al arma
¡Mis ejércitos juntad! ¡Por Alá eterna deidad que he de hacer en los cristianos tal destrozo, que no quede memoria de su bautismo. De incendios soy un abismo, sufrirme el mundo no puede; abrase la llama mía cuanto el sol con rayos doma. BRITO: Perrazos, ¡cola Mahoma! ISMAEL: ¿Hay más mal? BRITO: ¡Sí, morería!
FIN DE LA SEGUNDA JORNADA JORNADA TERCERA
Salen marchando don ALFONSO Enríquez, don EGAS, don GONZALO, don PEDRO y los más cristíanos que pudiesen
ALFONSO: No marchen más, hagan alto. TODOS: Hagan alto. ALFONSO: Aquéstos son los campos que mi nación llama de Obrique. En el alto cerro que mi gente agora ciñe, y el sol siempre adula, cuya cumbre se intitula "Cabezas del Rey," mejora de sitio nuestro pequeño ejército. Trece mil somos no más contra el vil ismaelita. Ya mi empeño, portugueses valerosos, de suerte adelante está, que el retirarnos será descrédito. En tan forzosos lances, contra tanta suma de infieles como nos cerca, tal vez el ánimo merca dichas que jamás consuma el tiempo. Vuestro consejo, con todo eso necesito, vuestro valor solicito; cada cual es un espejo de la fe que defendemos, de la fama que intentamos. Los capitanes estamos juntos aquí; consultemos lo que en tan preciso caso cada uno siente y desea; pero con tal que no sea dar atrás un solo paso. GONZALO: Gran señor, temeridades que traen consigo imposibles causan desastres terribles y anuncian adversidades. Cinco ejércitos están a nuestra vista de infieles; contra tantos, ¿qué laureles trece mil conseguirán? De doscientos y cincuenta mil moros consta el blasfemo campo, que de extremo a extremo sumas que agotan su cuenta, cubren valles y collados, como nosotros nacidos en nuestra España, escogidos y en guerra experimentados, veinte mil moros le toca a cada cual portugués, que aunque de manos y pies se la ataran, a la poca gente que la cruz ampara de tus leales vasallos, sólo para degollallos tiempo y manos nos faltara. Extiende, señor; los ojos por los campos, verás olas moriscas más que amapolas llenos de bonetes rojos; tentar a Dios no es cordura; acometer, perdición; morir, desesperación; buscar milagros, locura. Todo tu ejército pierde el ánimo, y no me espanto, porque entre bárbaro tanto, que agosta su sitio verde, cuando cada moro arroje sólo una flecha no más, ¿cómo resistir podrás doscientas mil? No te enojes, pues pides mi parecer, que mi lealtad te aconseje que aquesta empresa se deje, pues a veces suele ser más valor el retirarse que alcanzar mucha victoria. ALFONSO: Diga Muñiz. EGAS: Si es notoria la pérdida, el despeñarse, gran señor, no es valentía; aguardemos que se ausente el sol, y entonces tu gente, sin manifestarla él día, podrá entrarse en Santarén, que si el moro la cercare, lo que su sitio durare, como avisados estén el de Castilla y León con el navarro, no hay duda que vengan en nuestra ayuda sin que falte el de Aragón; y entonces a la campaña podrás seguro salir, y victorioso lucir la restauración de España. Demos al tiempo lugar, si admites mi parecer, que el dilatar no es temer, prudencia, sí, el conservar. PEDRO: Esto tu ejército pide, esto tu gente responde. UNOS: Retirar, excelso conde. OTROS: Retirar. ALFONSO: Cuando se mide con recelos aparentes lo que el temor dificulta, rara vez de la consulta salen acciones valientes. Algo habemos de dejar a la Fortuna, soldados; mas ya estáis determinados al huir o al retirar, déjenme solo en mi tienda, que otra consulta me falta más útil, cuanto más alta. Cuando sus horrores tienda la nocturna obscuridad a juntaros volveré, y entonces abrazaré lo que vuestra voluntad resolviere. EGAS: Gran señor, Santarén es una villa inexpugnable. ALFONSO: Esa silla me acercad. PEDRO: Tiempo mejor el cielo te ofrecerá.
Asiéntase ALFONSO
ALFONSO: Dadme esa Biblia y dejadme A solas. Egas, cerradme la tienda. EGAS: Cerrada está.
Vanse, dejando solo al conde ALFONSO, asentado con la Biblia en las manos
ALFONSO: A aconsejarse con vos mi fe, libro santo, viene, pues cuanto en vos se contiene te escribió el dedo de Dios. Consultémonos los dos, que por la parte que abriere, lo que primero leyere eso tengo de seguir, que vos no sabéis mentir ni errará quien os creyese,
Ábrela y lee
"Hi in curribus et hi in equis: autem in nomine Domini Dei nostri invocabimus."
¡Qué pronóstico, aunque breve,
tan propicio a mi valor. Aliéntame el rey cantor en el salmo diez y nueve; dice que el alarbe aleve y los que nos desafían, en las máquinas se fían de sus carros y caballos, y en multitud de vasallos que contra el bautismo envían; mas porque ningún siniestro riesgo nuestra dicha asombre invocaremos el nombre del grande Señor, Dios'nuestro. ¡Oh profeta, rey, maestro de la milicia mayor, vos nos quitáis el temor, nuestras medras confiamos, en el nombre que invocamos de nuestro Dios y Señor.
Lee
"Ipsi obligati sunt et ceciderunt: nos autem surreximus et erecti sumus."
Prosigue el profeta santo: "Ellos nos acometieron, pero postrados cayeron entre el horror y el espanto; nosotros, que a nombre tanto como el de Dios aplaudimos, restaurándonos vencimos, sus escuadrones postramos, triunfantes nos levantamos, y blasfemos oprimimos."
Lee
"Domine salvum fae regem: exaudi nos in die, qua invocaverimus te."
Remata el salmo pidiendo que libre al rey que le invoca, que el corazón en la boca el alma le está ofreciendo. Yo de esta suerte lo entiendo, que le dé audiencia en el día que invocándole se fía, no en las armas, que es en vano, en el nombre soberano de Jesús y de María; que al rey conserve seguro pide el huésped de Sión. No soy rey yo, ni blasón tan arrogante procuro, conde sí, defensa y muro de Portugal, Dios su dueño, que de tan preciso empeño tiene de sacarme airoso. ¡Oh, cansancio fastidioso, venció mi sentido el sueño!
Duérmese. Tocan al arma y dicen dentro los versos siguientes y sale después GERALDO con el traje que en la cueva, y se levanta don ALFONSO medio despierto sacando la espada, y detiénele GIRALDO
UNO: ¡Al arma, invencible Alfonso! Que el ejército morisco asalta nuestras trincheras. TODOS: ¡Al arma! ALFONSO: Nombre benigno, nombre de Jesús glorioso, aceite en tierra vertido por la ingratitud hebrea, siendo la cruz vuestro olivo, favoreced nuestro celo. GIRALDO: Detente, joven invicto, sosiega el pecho y repara si acaso otra vez me has visto. ALFONSO: ¡Óh, senectud milagrosa! ¿No eres tú el que entre los riscos andando yo derrotado, tesoro te hallé escondido; el que, con sabios consejos, con celestiales avisos, mis pasiones refrenaste despertando mis sentidos; el que, cual perla en la concha, en el peñascoso hospicio, alma de su obscuro centro, cerrándote en sus retiros me advertiste ser en vano buscarte hasta que el peligro mayor ocasión te diese de volver a verme? GIRALDO: El mismo, el propio soy, claro Alfonso. Giraldo fue mi apellido, en la milicia estimado y en los yermos reducido. No temas la multitud de bárbaros, si, infinitos, tú Alcides, ellos pigmeos, te asaltaren fementidos. A Senaquerib mató el celestial paraninfo ciento ochenta y cinco mil blasfemos, como él asirios. Trecientos solos hebreos con Gedeón su caudillo, destrozaron de Madián los innumerables hijos; la mandíbula, en la mano del nazareno prodigio, dio muerte a mil filisteos. Dios, Alfonso, te es propicio; cuando oigas dentro tu tienda el favorable sonido de una campanilla sacra, sal al espacioso sitio de ese campo, alza los ojos, que cuando los tengas fijos en esos globos de estrellas que, engastadas en zafiros, rosas del jardín celeste le sirven al sol de anillos, verás lo que a la experiencia y a tus venturas remito. No se atreve mi silencio a más que esto, que no es digno lenguaje mortal y humano a explicar lo que es divino. Alienta -- ¡oh gran portugués! -- el pecho, pues te ha escogido la Omnipotencia monarca para que, en futuros siglos, por casi cien lustros tengan sus sucesores invictos el portugués solio regio, ellos ramas, tú el principio. Ya tiemblan de sus espadas la Etiopía, junto al Nilo; en Arabia el mar Bermejo; en Asia, el Ganges y el Indo. Reinará tu descendencia hasta parar en Filipo, segundo en los castellanos y en el portugués dominio primero, el sabio, el prudente, y tras él, el santo, el pío, tercero en los de este nombre, heredando su apellido, con dos mundos a sus plantas, el cuarto, el grande, el temido. Esto te promete el cielo, esto en su nombre te digo; ¿quién se atreverá a tus armas, si Dios es tu patrocinio?
Vase
ALFONSO: Profético viejo, espera; alienten tus vaticinios pechos que, aunque belicosos, temen tan arduo conflicto. ¡Oh nombre siempre inefable! ¡Oh grano eterno de trigo que en Belén, casa de pan, de la espiga virgen quiso nacer, para que muriendo en heredad del bautismo, produjese mieses tantas como la fe ampara hijos! Pan que maná en el desierto tierno, sabroso y melifluo, fortaleció cuarenta años el pueblo fiel contra Egipto. Pan que contra Jezabeles, viático en el camino de Oreb, alienta al profeta celador y palestino, Pan panal, que, león primero, cordero ya puro y limpio de la boca formidable para Sansón almena hizo; pan que asegura victorias, a Abraham contra los cinco reyes infieles, que a Lot osaron llevar cautivo, en vos solamente espero, en vuestro nombre confío, en virtud vuestra me aliento, yo en vos y vos conmigo.
Tocan dentro chirimías y una campa- nilla
¡Ay. cielo! Ésta es la señal que el venerable me dijo. Salgo temblánddme el alma al campo, aplazado sitio. ¡Qué densas obscuridades al cielo entristecen viudos del sol, su esposo, que a medias parte con él luz y giros! Pero, válgame su amparo; un rayo cuanto benigno luciente, sirve de Apolo a sus cóncavos recintos, cabellos de Ofir y Arabia peine en el aire dormido y entre el ocioso silencio regocijan sus bullicios.
Suena música y sobre un trono muy curioso baje un niño, que haga a CRISTO crucificado, con la decencia que está advertida
ALFONSO: Ya se añaden esplendores que en su oriente cristalino perfilan nubes, espejos cada cual un sol de vidrio sobre un querúbico trono escabel de sus vestigios, ángeles son pedestales de un piadoso crucifijo.
La capilla cante "Christus regnat," y ténganse de rodillas
Postraos, alma; postraos, cuerpo; ojos de este objeto indignos, reverenciadle humillados, que yo con la fe le miro. CRISTO: Alfonso Enríquez, no temas pelea, yo estóy contigo. Si a los infieles asaltas, vencerás en nombre mío. ALFONSO: ¡Oh, serpiente misteriosa de aquel metal peregrino, humano; por mis pecados si por vuestro ser divino, que en el desierto de un monte os colocan los heridos del áspid que venenoso irritaron vuestros vicios! ¡Oh Juez, ya todo clemencia, que para perpetuo olvido de las locuras humanas, aunque al mundo habéis venido a residenciar culpados, sois de suerte compasivo que os echáis a las espaldas la vara de los castigos! ¡Oh pan que levanta el bieldo de la cruz en fe que limpio dice la vil sinagoga mitamus in panem lignum. ¡Oh fruto de promisión! Pues en vos goza el racimo de la vid de ese madero, la iglesia, Moisés su tipo, exprímaos la cruz lagar, amáseos la cruz, mi Cristo, porque en la mesa os gocemos juntamente pan y vino.
Los ojos en tierra
Mas no, mi Dios; no, mi amante; no, mi bien, no necesito veros con ojos corpóreos mientras en la tierra vivo; dejad que mi fe os merezca deseándoos mis suspiros, creyéndoos con mis afectos, no viéndóos mis ojos tibios; a vuestro glorioso trono estas venturas remito, aquí, mi Dios, se merezca que allá os gozaré infinito. CRISTO: Alfonso, alabo tu celo, agradezco tus servicios, tus afectos me enamoran, finezas tuyas estimo; no disminuyo tu fe, que el haberte aparecido en la cruz corporalmente es por que, habiéndome visto, te fervorice mi amor ................ [ -i-o] tú y tu gente, y animosa postréis a mis enemigos. Buscáronte tus vasallos, si con temor al principio, ya por mi de esfuerzo llenos, porque en sus pechos asisto; su rey han de coronarte de Portugal; mis auxilios son impulsos de esta acción, no procures resistirlos. Las armas que a Lusitania otorga mi amor propicio, en cinco escudos celestes han de ser mis llagas cinco; en forma de cruz se pongan, y con ellas, en distinto campo, los treinta dineros con que el pueblo fementido me compró al avaro ingrato, que después, en otro siglo, tu escudo con el Algarbe se orlará con sus castillos.
Desclava la mano diestra y dale la bandera con las armas que ha de traer uno de los ángeles
Yo te las doy de mi mano, yo con mi sangre te animo, yo tu estandarte enarbolo, yo victorioso te afirmo. ¡Alfonso, al arma! Debela a un tiempo alarbes y vicios. Reinarás en Lusitania, y eterno después conmigo.
Música, y desaparece
ALFONSO: Mi Dios, ¿esperanzas tales? Tal favor, tales cariños, ¿qué no engendrarán de alientos, qué valor no, qué no bríos? ¿Quién por otro gusto os deja? ¿Quién al amoroso silbo de tal pastor, tal amante no pone al mundo en olvido?
De dentro
TODOS: ¡Arma! ALFONSO: Ya apellidan mis soldados el combate. EGAS: ¡Alfonso invicto, al arma, al acometer! GONZALO: ¡Muera el bárbaro morisco!
Salen don GONZALO, don PEDRO, don EGAS, y todos los portugueses que pudiesen
PEDRO: Gran señor, toda tu gente pide la batalla a gritos. Cada cual es un león, si hasta aquí cordero ha sido; no los dejes entibiar. ALFONSO: Hoy del Apóstol divino, heroico patrón de España, de nuestro Redentor primo, es el día venturoso; su nacimiento, festivo celebra la fe y la Iglesia lo mesmo es que su martirio. Tantas dichas y favores en un día a un tiempo mismo, ¿qué victorias no prometen? Aqueste estandarte, amigos, estas armas consagradas, que de los granates ricos de la redención del hombre púrpura eterna ha teñido, bajá a honrar nuestra corona desde el, alcázar impíreo; seis ángeles las pintaron, mi Dios su artífice ha sido. Venérenlas por más noble, de hoy más los franceses lirios, las barras aragonesas, los leones y castillos. Eternizarlas promete por años, lustros y siglos, la omnipotencia del cielo; quien nos las dio fué Dios mismo. EGAS: Pues si Dios a Portugal con armas ha enriquecido, rey se sigue que tengamos, rey en su nombre pedimos.
Trompetas
UNOS: ¡Viva Alfonso, rey primero! OTROS: ¡Viva Alfonso, rey invicto!
Música y sube don GONZALO en un pavés, y levántanle en alto
GONZALO: Portugueses, levantadle sobre ese pavés conmigo. TODOS: ¡Portugal por don Alfonso! ALFONSO: Ni repugno, ni resisto porque sé que Dios lo ordena, puesto que yo no sea digno. Portugueses valerosos, alentaos, apercibíos para cuando nazca el sol en brazos del alba niño a envidiar vuestras hazañas. TODOS: ¡Viva Alfonso esclarecido! ALFONSO: Mi Dios, mi crucificado, ¿qué más vivir que serviros?
Vanse. Sale BRITO de moro gracioso
BRITO: Hambriento de carne mora, el día que no la mato o de engañarla no trato, ando mustio. A la Leonora desemperramos ayer y con su Muñiz está. Cercado el moro nos ha celoso por la mujer; pues antes que el sol los riscos aforre de su oropel, a pesar del Ismarrel me he de almorzar dos moriscos. Aún me vengo enmahometado en mi alquicel y bonete, y con el nombre de Hamete a su ejército he llegado. Dios me la depare buena; que si a dos o tres engaño, haremos, año, buen año para el almuerzo y la cena; mas, hételos a los dos que al cielo mi hambre pedía.
Salen un ALFAQUÍ y otro MORO
ALFAQUÍ: No escapará de este día el cristiano. MORO: Siendo vos morabito y alfaquí, habráoslo ya revelado Mahoma. ALFAQUÍ: De él he alcanzado su destrozo. BRITO: (Perro, ansí, Aparte pues, estaos en ese tema, que ambos me lo pagarés.) ¡Ah de los moros! ALFAQUÍ: Quién es? BRITO: Buzterona Alá y Salema.
Hace una reverencia muy grande
¿Quién es vuesa morería que anda a estas horas en vela? ALFAQUÍ: ¿Quién sois vos? BRITO: Só centinela y hasta ahora he sido espía. ALFAQUÍ: Yo tengo por Alfaquí licencia. BRITO: No se debate, moro alfaquíes a alfayate, de ese preito más aquí, que ya mi enojo se apraca y es josticia que os respete. ALFAQUÍ: ¿Llamáisos? BRITO: El moro Hamete. MORO: ¿Hamete? BRITO: Hamete y Hasaca, porque he sido pirinola. ALFAQUÍ: Púes bien, ¿qué nos queréis? BRITO: Que penitencia me deis de una culpa que, aunque es sola, es la tal culpa mayor que dos puños. ALFAQUÍ: ¿Contra Alá? BRITO: Contra allá y contra acullá, que soy grande pecador. ALFAQUÍ: Pues yo que soy alfaquí y el Alcorán he estudiado, si me decís el pecado sabré el remedio. BRITO: Comí cuatro libras de jamón. ALFAQUÍ: ¿Y qué es jamón? BRITO: ¿Qué? Tocino. ALFAQUÍ: Quitaos de allí.
Escupen con asco
BRITO: Y más que vino con chorizo, salchichón y una morcilla por cabo de escuadra, pero no fraca, porque dije, si se saca un cravo con otro cravo, ya que hice tal desatino, porque Mahoma se apraque, no es mucho que también saque un tocino a otro tocino, y más que hubo vino y pan.
Van andando los tres
ALFAQUÍ: Tal bebida y tal vocablo el Alcorán lo ha vedado. BRITO: Si le vedó el Alcorán, por eso vos pido yo el perdón por mi dinero; pero decidme primero: Mahoma, cuando mandó al moro que nunca coma tocino, ¿por qué se ofende? ¿De qué manera se entiende el tocino de Mahoma? Porque hay mucha distinción; según lo que yo imagino, entre el jamón y el tocino y no mos quita el jamón el que al tocino mos quita. MORO: Pues ¿no es una carne propia? BRITO: Ésa es muy gentil gazopia. Vamos andando. Limita nueso profeta arriero todo manjar embarazo, el jamón es un pedazo y el tocino es todo entero, si no, escochar la razón. Quien dice, "compre un tocino," entero a llamarle vino. Quien dice, "Compre un jamón," dice un pedazo, esto es vero, y así la ley de Mahoma manda que nadie se coma un tocino todo entero. ALFAQUÍ: Pues ¿quién le había de comer entero? MORO: (Bien lo adjetiva.) Aparte BRITO: Mahoma nunca nos priva de lo que es fácil de hacer; mas de lo imposible si, que es su ley muy apacible, y como es tan imposible que un tocino quepa en mí todo entero, hay privación del tocino y no ha lugar en no poderse almorzar lo menos, que es el jamón. Pero dejando esto a un lado... ALFAQUÍ: Vos blasfemáis o estáis loco.
Andando poco a poco hacia el vestuario
BRITO: Vamos andando otro poco; el vino me da coidado, que es argumento distinto, porque Mahoma en su estanco no dijo tinto ni branco. ALFAQUÍ: Privónos del blanco y tinto. BRITO: Sí; mas para remediarlo y comprir su mandamiento, siempre que a beber me asiento hago voto de mezclarlo, conque no le ofendo en nada ni hay en qué culparme pueda, que si el branco y tinto veda no veda la calabriada. MORO: ¿Adónde nos alejáis del ejército? ¿Qué hacéis?
Echa mano
BRITO: Adonde, aunque más gritéis, ningún socorro tengáis. Coma tocino o no coma, alfaquín dell anticristo, o adorar en Jesucristo y errenegar de Mahoma, o aparejar el garguero. ALFAQUÍ: Luego, ¿no eres moro? BRITO: ¿Cómo, si almorzándome un solomo me bautizó un tabernero. Acabar, que estó de prisa, y alargarme los gaznates. ALFAQUÍ: Cristiano soy, no me mates. BRITO: Pues quedárseme en camisa que ese ropaje es morisco y quien cristiano ha de ser cristianas tien de traer las ropas. MORO: ¿Y éstas? GRITO. Al cisco. Acabemos. ALFAQUÍ: ¡Que al fin pudo burlarnos un portugués! BRITO: ¡Ropa afuera! ¡Acabar, pues! ALFAQUÍ: Ya acabo. MORO: Ya me desnudo.
Desnudándolos saca al uno una servilleta y en ella un pedazo de jamón, y al otro una botella llena
BRITO: Hasta quedar en pelota. ¿Qué hay en este borujón? Un pedazo es de jamón. Sigan. ¿Y estotro? Una bota. Pues, hipócritas, picaños, alcahuetes de la gula, ¿jamón y vino sin bula? ¿sois vosotros ermitaños?
Tráiganlo al cuello debajo de la ropa
Buenas reliquias al cuello contra los rayos colgáis; por Dios, si no os bautizáis, que os he de pringar con ello. Éntrense en esa bodega donde moros deposito a quien ropa y vidas quito; que si cada cual me ruega que le deje cristianado, un tabernero vecino lo hará, pues, bota y tocino es tenerlo más andado. Entrar, señor alfaquín, mientras con llave los cierro.
Dales
ALFAQUÍ: ¡Mahoma! BRITO: ¿Qué dice el perro? MORO: ¡Alá! BRITO: ¿Qué gime el mastín? Galgos, entrar y chitón,
Éntranse
mientras hacer determino gorgoritos con el vino, pinitos con el jamón.
Come, bebe y vase. Salen don ALFONSO, don EGAS, don PEDRO, y don GONZALO
ALFONSO: Cumplir las obligaciones del alma en primer lugar, animosos portugueses, y alcanzaréis lo demás. EGAS: Ya todos, rey generoso, confesados, llorado han, sus culpas y en el convite incruento del altar han recreado las almas. ALFONSO: Pues en fe del sacro Pan, Sol que entre nubes se absconde, Ambrosía celestial, Cordero cuando Pastor, Amor que acechando está por viriles y canceles de ese cándido cristal, la victoria os aseguro. Dioses sois si a Dios lleváis.
Sale ISMAEL con alfanje y adarga
ISMAEL: Alfonso desvanecido, rey de un instante no más, que te coronaste anoche por que llegues a juntar el laurel a tus cipreses, los gozos con el pesar, ¿qué esperas que no te rindes? Cercado, mísero, estás de trescientos mil infantes, tigre hambriento cada cual; no necesitan de flechas, no de alfanjes que esmaltar en sangre que el temor hiela, que a soplos os matarán. Yo mismo vengo en persona, compasivo de tu edad, a que uses de mi clemencia, acción que no hice jamás. Dame a Leonora por dueño, desocupa a Portugal, niega la ley del bautismo, sigue la de mi Alcorán, casaréte con Celima, deuda mía, y poseerás a Jerez de Extremadura en dichosa y quieta paz. ALFONSO: ¡Oh, bárbaro descreído, que, descendiente de Agar, su esclavitud, es tu herencia, pues ella lo fue de Abrahán! ¿Tú persuadirme a que siga la secta torpe y bestial de tus bárbaros errores, de tu profeta infernal? Saca el frenético acero, que presto en éste verás cuán poco te favorece tu blásfema impunidad. ISMAEL: Aguarda, desvanecido.
Pelean los dos
Mis alarbes, ¿qué esperáis? Segura tenéis la presa; sino es que saben volar, no se os irá de las manos.
Tocan al arma
ALFONSO: Ea, héroes de Portugal, ¡cierra España, Santiago! ¡Que en su fiesta peleáis!
Peleando entran; y salen ALFONSO peleando, EGAS contra los Moros y peleando se entra, luego sale doña LEONOR peleando, lo mismo los demás
MORO: ¡Viva Ismael invencible, nuevo sol, segundo Alá, competidor de Mahoma! OTRO: Aquí de nuestro Alcorán; que este prodigio del cielo, este español Anibal, este Hércules portugués es de bronce. LEONOR: Hoy vengarán mis enojos a mi padre. Canalla torpe, esperad a una mujer portuguesa, porque a sus pies advirtáis que hay Semíramis cristianas, que amazonas castas hay, que hay en Portugal Minervas, prodigios de nuestra edad.
Éntrase tras los MOROS, y sale GIRALDO peleando con el mismo traje
GIRALDO: En defensa de la cruz, justo es, canas, que volváis al ya jubilado acero, pues Dios aliento nos da.
Vase peleando. Sale don ALFONSO con la bandera de sus armas siempre, y don EGAS contra los MOROS, y éntrese don ALFONSO peleando y también los demás Portugueses
ALFONSO: Ea, valiente Muñiz; ea, valeroso Páez; fuerte Amaya, Fría, Coutiño, Viegas noble, destrozad, romped, seguid los infieles. Hierba es inútil que está esterilizando torpe la católica heredad. Segadores de la iglesia sois, su cizaña arrancad, que Dios, padre de familias, os apercibe el jornal. De sus llagas soy alférez, Cristo es nuestro capitán, ¡vivan con tanto caudillo las quinas de Portugal!
Éntranse peleando. Sale BRITO tras los MOROS
BRITO: Pollos con agraz por julio diz que es sabroso manjar; pues en el temor sois pollos yo he de poner el agraz. Vaya agora aqueste grumo.
Dales y caen
UNO: ¡Ay, Mahoma! BRITO: ¡Y como que hay! Hendo buñuelos de azufre en el entresuelo está. OTRO: Huye de este fiero lobo. BRITO: No por ahí, por acá:
Acuchilladas los mete en la cueva
métanse en la ratonera donde los chero embolsar para her de ellos baratillo. Aquéste se llama ¡zas!
Dales
OTRO: ¡Alá,,favor! BRITO: Allá busca, pues por aquí van allá.
Éntranse peleando. Salen todos de marcha
ALFONSO: Murió el blasfemo Ismael. TODOS: ¡Victoria por Portugal! ALFONSO: ¡Victoria por. nuestras quinas! GONZALO: Huyendo los moros van. PEDRO: Innumerables han muerto.
Ponen la bandera de las quinas en un trofeo eminente, y al colocar la cruz toquen chirimías y todos se hincarán de rodillas cuando lo diga don ALFONSO
ALFONSO: Esas armas colocad, católicos portugueses, sobre nuestro trono real. Postrar todos las rodillas. ®Cruz santa que al Leviatán mortífero nos rendistes, árbol del segundo Adán, que la fruta del primero venenosa, remediáis con ese engerto pendiente, Dios eterno, hombre mortal; llagas por mi bien abiertas, aunque las abrió mi mal, que hasta vuestro corazón la entrada nos franqueáis, vuestra ha sido esta victoria; triunfad, mis llagas, triunfad, y eternice en vuestras quinas sus blasones Portugal."
Levántanse y música
Premiemos ahora, amigos, hazañas que el lauro os dan. Yo he prometido a la cruz una orden militar. Las aves que el vuelo alzaron cuando nos dieron señal de esta vitoria celeste también a esta Orden darán nombre que no eclipse el tiempo; que, aunque de Alcántara es ya, las aves del vaticinio de Avis la han de intitular. Sed vos su primer maestre su caudillo y capitán, valiente Gonzalo Viegas. GONZALO: Feliz si tus pies me das. ALFONSO: A vos, que en vejez dichosa, Giraldo, pronosticáis laureles hoy conseguidos, os tengo de presentar para arzobispo y pastor Bracarense. GIRALDO: Ya mi edad... ALFONSO: Basta; haráme esta merced la romana santidad. Gonzalo Méndez de Amaya adelantado será mayor, pues lo es en sus hechos, del reino de Portugal. GONZALO: Siglos en vez de años cuentes. ALFONSO: A vos también, Pedro Páez, mi arferez mayor os nombro. PEDRO: Premio es de tu mano real. ALFONSO: Déle a don Egas Muñiz por amante y por leal, Leonor la mano de esposa; pues es de mi casa ya caballerizo mayor. EGAS: Llegó mi felicidad a lo sumo del deseo. ALFONSO: Y a doña Elvira Gualtar, un tiempo amoroso hechizo de mis años, mejorar supo afectos religiosa, Teresa y Urraca están á mi cargo y son mis hijas; la primera casará con don Fernando Martínez, Marte en guerra, Numa en paz, siendo señor de Braganza, y la segunda tendrá al noble don Pedro Alfonso de Viegas, nuevo Anibal, por consorte esposo y dueño. Ya surca Matilde el mar, bella infanta de Saboya, para que pueda reinar, como mi esposa en mi pecho, como sol en Portugal.
Sale BRITO
BRITO: Vengan a la almoneda. ALFONSO: ¡Brito! BRITO: ¿Chérenme comprar para agujetas de perro, porque si no rabiarán, una hacina de moriscos? ALFONSO: ¿Haslos muerto tú? BRITO: Verá si soy médico perruno, ¿quién los había de matar? ALFONSO: Doyte por cada cabeza cien cruzados. BRITO: Pues cruzán y vayan grande con chico, hételos adónde están,
Descubre un montón de moros muertos unos sobre otros en diferentes posturas
ALFONSO: Cobarde valiente fuiste, mayores premios tendrás. De tu aldea eres señor. BRITO: Pues no me pienso casar. ALFONSO: Vamos al templo celeste, a la mesa del Maná, a las aras del Cordero, al convite del altar, donde entre puros viriles la fe nos muestra al Isaac de su padre sacrificio, del mundo felicidad. Cantarále esta victoria himnos dulces en la paz, pues han triunfado en la guerra Las quinas de Portugal.
FIN DE LA COMEDIA
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