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Carlos Garulo
El latido del bosque

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  • G É N E S I S LIBRO DE ORÍGENES Y GERMINACIONES
    • PORQUE ANTES EL AMOR YA ALUMBRÓ SU MILAGRO Llegan los hijos
      • [EN LA ALCOBA, EN LOS PATIOS]
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[EN LA ALCOBA, EN LOS PATIOS]

 

 

COMO A ORILLAS DEL LAGO, TANTA EMOCIÓNAHORA

no puede fácilmente contenerse

en las cuatro paredes de la estancia18.

Como en horas y gestos del amor

para engendrar la vida desde un lecho,

de vibración se inunda el infinito vuelo

de esta alcoba apenas transitada

por una luz difícil de encender en el círculo

vicioso de la hueca grandeza de la nada

y, aún más, de perpetuarse en días venideros

por la sola y tenaz voluntad del deseo.

En los raudos latidos inaudibles del alma

vibran la intimidad y el gozo incontenible,

y la sed de futuro que aquí echa a andar a gatas

 

porque antes el amor ya alumbró su milagro.

 

 

EL AIRE DE los patios19 iba henchido

de juegos y de sueños, de locuras

–¡algún rayo o volcán los encendía!–

capaces de fundirse navegando

por ríos cuyos mares fascinaban,

en cuyo ardiente vuelo se embebían.

 

En verano, con el parral20 que trepa

a la ventana abierta en las alturas

de aquella misma alcoba que ahora los abraza,

ofrendaban dichosos los racimos

de la fidelidad y la filial ternura.






18 (pág. 63) La necesidad de atender a los jóvenes se hace sentir por todas partes. Don Bosco piensa en dar una respuesta a tanta solicitud y en asegurar la continuidad de su obra. Necesita colaboradores que le respalden con idéntico espíritu y entusiasmo. Le ronda la idea de fundar una congregación religiosa. Para empezar convocará a aquellos jóvenes de su Oratorio que ya despuntaban por entender y apreciar su misión con chicos pobres y abandonados, por su disponibilidad y por la colaboración que ya le prestaban

El 26 de enero de 1854 Don Bosco reúne a cuatro de ellos. Uno, Miguel Rua, deja constancia del hecho: «Rocchietti, Artiglia, Cagliero y Rua nos hemos reunido en la habitación de Don Bosco. Se nos ha propuesto hacer, con la ayuda del Señor y de San Francisco de Sales, una prueba de ejercicio práctico de caridad con el prójimo. A continuación haremos una promesa y después, si es posible, un voto al Señor. A quienes hacen esta prueba y a quienes la harán en adelante se les da el nombre de Salesianos» por haber tomado a San Francisco de Sales como patrón y como estilo de bondad para quienes habrán de ser, ante todo, educadores de jóvenes.

Esta fecha es considerada como la del nacimiento vocacional de los Salesianos de Don Bosco. Desde entonces se abre un largo camino hasta la aprobación definitiva por parte de la Santa Sede, en 1874, de las Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales. Tan difícil resultó este camino que el mismo Don Bosco llegaría a confesar: «No si tendría coraje para empezar otra vez». Sin embargo, estos veinte años le sirvieron a él –un sacerdote diocesano– y a sus jóvenes discípulos para entender y madurar la concepción, la práctica y la concreción jurídica y normativa de una congregación religiosa, es decir de una comunidad de hombres consagrados al seguimiento e imitación de Cristo en el servicio a los jóvenes que más necesidad de ayuda tuvieran.

 



19 (pág. 63) El patio de recreo en el Oratorio de Valdocco –y en la pedagogía de Don Bosco, se practique donde se practique– no es un lugar secundario para la educación. Más bien es lugar privilegiado dada su condición de oportunidad para la distensión y el juego, para la cercanía con los muchachos y para la participación en lo que a estos más les va con su condición juvenil y sus intereses.

Por eso el patio resulta un banco de pruebas, un termómetro que mide la verdad y la intensidad del afecto del educador para con ellos. Superadas con éxito las «pruebas del patio», aunque sólo sea por la presencia, la cercanía y el interés, Don Bosco podía hacer a algunos de sus mejores muchachos propuestas de vida más exigentes: que eran correspondidas con la misma sinceridad, afecto y entrega.

 



20 (pág. 63) En el patio del Oratorio de Valdocco, ya en tiempos de Don Bosco, había unas cepas plantadas al pie de la pared del edificio donde él tenía su despacho y habitación personal. Las cepas crecieron y, cada año al final del verano, su fruto era esperado por Don Bosco para obsequiar a sus muchachos con los racimos. Todavía siguen vivas unas cepashoy robustas y añosas– que escalan imponentes la fachada del edificio hasta alcanzar por sí solas con sus racimos la altura de las habitaciones (le camerette) de Don Bosco en la tercera planta, como si la naturaleza porfiara en rememorar ritualmente aquella mutua ofrenda amorosa de las uvas y de sus significados.

 





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