38 (pág. 78) El encanto de lo épico debe dejar paso al
realismo de la situación. Don Bosco tiene idea clara y firme voluntad de
hacerse presente, por medio de sus hijos, en «tierras de misión» para una
acción evangelizadora directa; con tal horizonte entusiasma a los suyos,
Salesianos e Hijas de María Auxiliadora, alumnos y amigos cooperadores. No
obstante, las circunstancias le hacen entender enseguida que eso no es posible
por el momento y que ha de proceder gradualmente. De ahí que el primer paso sea
poner pie en tierras argentinas y establecer así las bases para un futuro
proyecto misionero en toda regla. Por eso, ya en la ciudad de Buenos Aires, los
salesianos habrán de empezar por hacerse cargo de una parroquia en San Nicolás
de los Arroyos –para los muchos inmigrantes italianos, sumidos en la miseria y
en la ignorancia– además de un colegio. Aparte el idioma diferente y la
distancia, los hijos de Don Bosco tienen que afrontar una situación muy similar
a la de Valdocco: la atención educativa y de re-evangelización de una sociedad
pobre y de los jóvenes más abandonados en los suburbios de una ciudad.
Este realismo, ¿acaso no producirá dudas y
escozor en lo más íntimo de los misioneros por entrar en contraste con un ideal
suscitado en tonos quizá marcadamente fantásticos y épicos? Cuando las bases
para el futuro proyecto misionero ya se hayan establecido, ¿no será demasiado
sangrante la circunstancia de abordar la acción misionera directa, aunque sea
al amparo de un ejército que extermina o subyuga a los pueblos a los que se
quiere anunciar el Evangelio de salvación? Seguro que hay que dar una respuesta
radical a tan equívoca circunstancia. Pero la encarnación en los pueblos
destinatarios del Evangelio, a la vez que las dificultades que entraña una
misión tan imponente y difícil, ¿no les hará medirse con sus propias limitadas
fuerzas y, sopesándolas, caer tal vez en el desaliento? Quizá estos
interrogantes, estas circunstancias favorecerán un proceso de discernimiento y
contribuirán a la purificación y maduración de una vocación misionera que no ha
hecho nada más que empezar en una Congregación que, por naturaleza, va a ser
eminentemente misionera.
39 (pág. 79) El primer intento de adentrarse en la Patagonia (marzo de 1878) fracasó, con riesgo de convertirse en tragedia, debido a una gran
tempestad que impidió la navegación al pequeño vapor que transportaba a los
misioneros. Para el segundo, se aprovechó la partida del ejército del general
Julio Roca para someter a los indígenas, llegando a masacrarlos en muchas
ocasiones.
40 (pág. 80) Cf. Epistolario de
los misioneros, por ejemplo el de Luis Costamagna, primer volumen (1873 –1882),
LAS, Roma.
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