41 (pág. 81) En la ceremonia de despedida en la Basílica de María Auxiliadora y a modo de testamento paterno, Don Bosco consignó a los primeros
misioneros una serie de veinte recuerdos prácticos para que les guiasen en su
misión. Los había escrito a lápiz en su cuaderno de apuntes durante un reciente
viaje en tren. Se trata de un extracto de cómo concibe Don Bosco a los
misioneros salesianos. Con terminología propia de su tiempo, insiste en que se
preocupen de las personas (almas) y no de ir detrás del dinero, los honores o
las dignidades; que tengan especial cuidado de los débiles (pobres, enfermos,
jóvenes...); que vivan modesta y pobremente, y que la gente perciba esto con
claridad; que se amen fraternalmente, aconsejándose y corrigiéndose los unos a
los otros; que frente a la fatiga y los sufrimientos no se olviden del premio
que les espera en el cielo.
Frente a un porvenir que no se adivinaba
fácil, don Cagliero llevaba consigo una nota que el mismo Don Bosco le había
entregado y en la que le había escrito: «Haced lo que podáis: Dios hará lo que
no podamos hacer nosotros. Confiad todos vuestros asuntos a Jesús Sacramentado
y a María Auxiliadora, y veréis lo que son milagros.»
42 (pág. 81) A la temprana edad de 9 años, Don Bosco tuvo
un sueño que le marcó para el resto de la vida desde un punto de vista
existencial y vocacional, tal como confesó ya en plena madurez. Sólo dos años
después de este sueño, el pequeño Juan Bosco tuvo que soportar la dura
experiencia de marchar de su casa a trabajar en otra como jornalero, sólo
porque en su familia hubiera paz y él pudiera seguir adelante con el siempre
dificultoso camino de los sueños, de una vocación.
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