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Carlos Garulo
El latido del bosque

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  • G É N E S I S LIBRO DE ORÍGENES Y GERMINACIONES
    • FUE AYER REVELACIÓN. HOY ES MILAGRO Se hace la santidad imperativo
      • [MISIÓN Y ENCARNACIÓN] [El descenso: «Giù dai colli, un dì lontano, con la sola madre accanto.»]
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[MISIÓN Y ENCARNACIÓN]

[El descenso: «Giù dai colli, un lontano, con la sola madre accanto.»]

 

 

SIN APRECIARSE COMPAÑÍA DE ÁNGELES,

en el descenso traen sus entrañas

en llamas por la quema de las naves

tras la voz que seduce en la llanura47.

 

Otoño habla su lengua de despojos

con aroma e indumentos de membrillo.

Con sus manos de abatimiento teje

alfombras de ternura momentánea.

 

«Giù dai colli»48 –se cantará algún día

con la madre por toda comitiva,

emprende los caminos con lo puesto,

con toda la fortuna del desposeimiento.

Vienen detrás corriendo los rigores

del juicio inapelable del invierno

y es urgente acelerar los pasos.

Urgente abrir espacios bajo techo

con fuego desvelado y más tizones

inscritos en la lista de la muerte.

 

Llenos de anotaciones en su cuerpo,

los caminos49 relatan las heridas

de la orfandad que obliga a los destierros,

de hambres e incertidumbres pisando los talones.

Precoces fugitivos obedecen

a la incógnita cierta del señuelo

que en lontananza la ciudad enseña

como una lotería de esperanzas:

 


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podrán llegar un día las oportunidades,

 

podrá la soledad marcar sus dentelladas.


 

SÓLO EL AMOR50 mantiene ojos abiertos

capaces de auscultar en las cavernas

huérfanas de la luz y del oxígeno.

Y de ese pan que apenas sí le llega,

lo parte en dos como único consuelo.

Si hay libertad que asoma y que despunta,

una multiplicada omnipresencia

se desvela por ella apasionada.

En días desolados, propiciará el injerto

de esquejes de esperanza en los abrazos.

Pudiera ser también que el vaho incandescente

de una palabra a tiempo y al oído

supiera a profesión de cercanía,

diera a saborear un evangelio

      desvelado

 

 

MIENTRAS TANTO los cánticos se encienden

como un certificado de victoria

sobre las orfandades y abandonos:

«Andiamo, compagni, Don Bosco ci aspetta,

la gioia perfetta si desta nel cuor.»51

Con la resurrección de vida en patios,

Ya va echando raíces

    –¡a fuerza de certezas!–

la voz que seducía en la llanura,

la que apremió a romper billetes de regreso

en el ara de las fidelidades.

 


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Aquí el juego renueva los combates.

Por los matraces y los alambiques

de un amor refinado que se entrega,

química de la luz y del calor

del fresco fuego de los corazones

embruja y predispone en su ternura.

Lo extraordinario aquí obtiene acta

de naturaleza52 en los talleres,

en las aulas, en patios, en altares.

Así Dios deja huella de su obligada ausencia:

sería irresistible su rostro al descubierto53.

Esa ausencia aquí se desvanece

por el reflejo exacto de virtudes

y prodigios que lanzan sus señales

fascinantes como un juego de espejos.

 

Se hace la santidad imperativo.

         Aquí.

 

 

FUE AYER revelación54.

                                           Hoy es milagro55,

aún sin apreciarse la compañía de ángeles.






47 (pág. 87) Rondando los treinta años, en julio de 1846, Don Bosco –con dos fuertes frentes de trabajo a la vez: las muchachas acogidas en la obra social «El Refugio» de la marquesa Barolo y los propios chavales que él reunía en su oratoriosufre una complicada crisis de pleuresía que lo pone al borde de la muerte. Los médicos le prescriben una larga convalecencia de reposo absoluto. Para ello va a I Becchi, su tierra natal, a la casa de su hermano José, con el que también vive su madre Margarita. Durante este tiempo, además de reponer su maltrecha salud, Don Bosco reflexiona sobre el futuro de su obra en Valdocco: invita a su madre a que se asocie a su propia misión asistencial y educativa. Para la buena mujer, a sus cincuenta y ocho añosedad avanzada para aquel tiempo–, la invitación representa un gran desafío y una verdadera revolución en su vida. No obstante responde: Si crees que esta es la voluntad del Señor, voy contigo.

El martes 3 de noviembre se ponen en camino a pie, colina abajo, hasta Turín-Valdocco. Llevan consigo a cuestas sus principales haberes y medios: un misal y el breviario de oración, en manos de Don Bosco; una cesta con lo indispensable, en las de Margarita. Todo está por hacer en la misión que les espera. Y en esa decisión ya no habrá regreso posible.

 



48 (pág. 87) Muchos años después, en 1929, con ocasión de la beatificación de Don Bosco se trasladó su cuerpo de Valsalice, en las colinas cercanas a la ciudad de Turín, a la Basílica de María Auxiliadora, en Valdocco. Para este evento –que primero en Roma y luego en Turín movió multitudes inmensas– se compuso un himno que desde entonces y con el tiempo ha resultado emblemático. El texto en italiano comienza con las palabras «Giù dai colli un lontano / con la sola madre accanto / tu scendesti verso il piano / dei tuoi sogni al dolce incanto» (Un día ya lejano, desde las colinas / con la sola compañía de la madre / descendiste hasta la llanura / fascinado por tus sueños.)

 



49 (pág. 87) Cuando Don Bosco se dirige con su madre al Oratorio de Valdocco (3 de noviembre de 1846), eran años verdaderamente duros y difíciles en el Piamonte. A la conmoción de las guerras napoleónicas en el norte de Italia había sucedido la del efecto pendular de la restauración del antiguo régimen, a la vez que se iniciaba el movimiento nacionalista italiano que llevaría, con el tiempo, a la unificación de los Estados de la Península . A esta secuela de convulsiones sociales se añadieron años de malas cosechas, pestes y mortandad, y todo tipo de desgracias que dieron pie a un fuerte éxodo del campo y la montaña a las ciudades, especialmente a Turín, la capital, en busca de mejores condiciones y medios de vida. Las mayores víctimas de estas convulsas circunstancias eran los débiles, en particular los niños y los jóvenes, muchas veces huérfanos, solos y abandonados a su propia suerte.

 



50 (pág. 88) Por lo aprendido en su propia familia, por la vocación personal percibida desde edad muy temprana y por su formación, Don Bosco desarrolló el sentido de la donación a aquellos jóvenes a cuyo servicio se sentía llamado. Solía decir que no sólo había que amarlos sino que, a su vez, ellos percibieran que eran amados, si acaso el educador pretendía ser correspondido. Su proyecto apostólico para los salesianos fue siempre el de «ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más probres», tal como se recoge en las Constituciones, artículo 2. Sólo en esa perspectiva se justifica y entiende su lema «Da mihi animas, cetera tolle».

 



51 (pág. 88) Ya desde el temprano 1846 se cantaba en Valdocco un popular himno propio del Oratorio que empieza con el siguiente estribillo: «Vayamos compañeros, / Don Bosco nos espera; / la alegría perfecta / se despierta en el corazón».

 



52 (pág. 88) «Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres», decía Domingo Savio, el muchacho alumno del Oratorio de Don Bosco, hoy santo.

 



53 (pág. 88) Cuando Moisés bajó del Monte Sinaí con las dos tablas del testimonio de la «antigua alianza», «su rostro irradiaba tal luminosidad por haber hablado directamente con el Señor» que tenía que cubrírselo cuando él a su vez lo hacía con los israelitas por resultar a estos irresistible (cfr. Éxodo, 34, 29-35). San Pablo, en su carta a los Corintios (3, 7-18), acentúa el hecho al compararlo con la «nueva alianza»: «¡Cuánto más gloriosa será la acción del Espíritu

 



54 (pág. 89) «El Señor habló a Moisés: Di a toda la comunidad de los israelitas: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”». Y a continuación, a lo largo de todo el capítulo 19, el libro del Levítico registra un largo elenco de situaciones de la vida ordinaria que deben orientarse por esa santidad participada a imitación de Dios.

 



55 (pág. 89) Es un hecho, un verdadero milagro, el florecimiento en el Oratorio de Valdocco –es decir en la escuela de Don Bosco– de ejemplos de santidad, ésta reconocida incluso oficialmente por la Iglesia. En su propio tiempo y a parte de Don Bosco, se hacen patentes, entre otros, los nombres de sus propios sucesores al frente de la Congregación –los Beatos Miguel Rua y Felipe Rinaldi– o de alumnosSanto Domingo Savio–. Idéntica floración ha continuado produciéndose allí y en otras partes del mundo a partir de aquellos momentos fundacionales.

 





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