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Carlos Garulo
El latido del bosque

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  • G É N E S I S LIBRO DE ORÍGENES Y GERMINACIONES
    • FUE AYER REVELACIÓN. HOY ES MILAGRO Se hace la santidad imperativo
      • [CONSUMACIÓN Y SEPULTURA] [El ascenso a Valsalice, el valle de los sauces, para la sepultura.]
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[CONSUMACIÓN Y SEPULTURA]

[El ascenso a Valsalice, el valle de los sauces, para la sepultura.]

 

 

PERO EL AMOR SE AGOTA EN EL EMPEÑO

de desgranar el alma, consumada en oficio

superior al encanto de los ángeles.

 

Y, así, un día se ausenta, florecido,

cuando los brazos brotan en su tronco,

cuando se alargan fuertes, gozosos como un cántico,

sin sospechar ni dar espacio alguno

al sollozo con que el quebrantamiento

romperá de improviso composturas insólitas.

 

Esta vez puede más el invierno de enero

al segar la cosecha en hora intempestiva56,

respondiendo quizá al pronóstico del tiempo,

contra impulsos de deseos muy nobles.

 

La alegría del cántico doblega su espinazo.

 

 

UN PELDAÑO MÁS ALTO, en las colinas57,

los valles llevan tiempo remansando la calma.

Y los sauces esculpen y trenzan la paciencia

en sus largas melenas melindrosas

a la espera de brisas que hagan vibrar sus cuerdas

de instrumentos para aclimatar días

y años con que se alumbre toda una eternidad.

Campanas de lenguaje prudentísimo

silabean con mayor parsimonia

sus palabras de bronce perezoso

como un lamento a golpes, sincopado,


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en su versión sonora de las lágrimas.

 

Se traslada al amor a su morada nueva

–en ascenso sin compañía de ángeles–,

a un tabor que lo cobije en tienda

donde el tiempo transcurra sin sentirse

porque la dicha es diana de la muerte.

 

 

EN LOS PATIOS del llano –mas sin sauces

donde colgar las cítaras58– los muchachos

cristalizan tristezas muy profundas

que ahora afloran como un campo sembrado

de grupos escultóricos, inmóviles,

clavados con el mármol de su pena.

Son de mirada ausente, son palabra

que la garganta oculta, son la duda

de volver a creer en el futuro

si es que pasó la luz y hubiera sido un sueño.

 

La vida se resiente de esa ausencia

con los brazos que copian de los sauces

la representación de abatimiento

y sollozos de voces con sordina.

 

Agotado el silencio, sin reserva de lágrimas,

el mirar de los ojos abandona

el valle de los sauces. Solamente

el corazón y el pensamiento allí

se instalan como lámparas votivas.

Y así el mirar de palomas inquietas

regresa y se aposenta de nuevo sobre el libro.

Los estáticos grupos escultóricos

disuelven rigidez en movimiento.


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Conforme, a duras penas, se hace sitio

la paz en el espíritu y la escenografía

se acomoda a parámetros antiguos

–cuando el amor corría por los patios

y perdurar querían para siempre,

 

nuevos aprendizajes se abren paso:

 

los aprendices de ángeles tienen que ir a la escuela.






56 (pág. 90) Tras años de agotamiento de su salud, debido a la intensidad de la entrega a su misión, y tras meses de postración extrema, Don Bosco fallecía en la madrugada del día 31 de enero de 1888, en el corazón del frío invierno de Turín, al pie de los Alpes nevados.

 



57 (pág. 90) Con participación de autoridades religiosas y civiles, así como de una gran multitud de gente dada la popularidad de Don Bosco, los funerales se celebraron en los días siguientes en la Basílica de María Auxiliadora, que él mismo había edificado en Turín-Valdocco. Los Superiores de la Congregación Salesiana quisieron efectuar su sepultura en dicho templo. Por el contrario, la normativa civil sólo permitía hacerlo en el cementerio público de la ciudad. Sin embargo, queriendo acogerlo en una casa salesiana, se optó por llevarlo fuera de la ciudad de Turín pero a un lugar próximo, a las cercanas colinas que se elevan a la otra parte del río Po, a un lugar llamado Valsalicevalle de los sauces– donde la Congregación regentaba un prestigioso colegio. Allí y a tal fin se predispuso un monumento funerario que acogiera los restos del Fundador.

 



58 (pág. 90) Salmo 137 (136): «Junto a los canales de Babilonia nos sentamos y lloramos con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar, nuestros opresores a divertirlos: “Cantandos un cantar de Sión”. ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera

 





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