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[CONSUMACIÓN Y SEPULTURA]
PERO
EL AMOR SE AGOTA EN EL EMPEÑO
de desgranar el
alma, consumada en oficio
superior al
encanto de los ángeles.
Y, así, un día se
ausenta, florecido,
cuando los brazos
brotan en su tronco,
cuando se alargan
fuertes, gozosos como un cántico,
sin sospechar ni
dar espacio alguno
al sollozo con que
el quebrantamiento
romperá de
improviso composturas insólitas.
Esta vez puede más
el invierno de enero
al segar la
cosecha en hora intempestiva56,
respondiendo quizá
al pronóstico del tiempo,
contra impulsos de
deseos muy nobles.
La alegría del
cántico doblega su espinazo.
UN
PELDAÑO MÁS ALTO, en las colinas57,
los valles llevan
tiempo remansando la calma.
Y los sauces
esculpen y trenzan la paciencia
en sus largas
melenas melindrosas
a la espera de
brisas que hagan vibrar sus cuerdas
de instrumentos
para aclimatar días
y años con que se
alumbre toda una eternidad.
Campanas de
lenguaje prudentísimo
silabean con mayor
parsimonia
sus palabras de
bronce perezoso
como un lamento a
golpes, sincopado,
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en su
versión sonora de las lágrimas.
Se traslada al
amor a su morada nueva
–en ascenso sin
compañía de ángeles–,
a un tabor que lo
cobije en tienda
donde el tiempo
transcurra sin sentirse
porque la dicha es
diana de la muerte.
EN
LOS PATIOS del llano –mas sin
sauces
donde colgar las
cítaras58– los muchachos
cristalizan
tristezas muy profundas
que ahora afloran
como un campo sembrado
de grupos
escultóricos, inmóviles,
clavados con el
mármol de su pena.
Son de mirada
ausente, son palabra
que la garganta
oculta, son la duda
de volver a creer
en el futuro
si es que pasó la
luz y hubiera sido un sueño.
La vida se
resiente de esa ausencia
con los brazos que
copian de los sauces
la representación
de abatimiento
y sollozos de
voces con sordina.
Agotado el
silencio, sin reserva de lágrimas,
el mirar de los
ojos abandona
el valle de los
sauces. Solamente
el corazón y el
pensamiento allí
se instalan como
lámparas votivas.
Y así el mirar de
palomas inquietas
regresa y se
aposenta de nuevo sobre el libro.
Los estáticos
grupos escultóricos
disuelven rigidez
en movimiento.
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Conforme,
a duras penas, se hace sitio
la paz en el
espíritu y la escenografía
se acomoda a
parámetros antiguos
–cuando el amor
corría por los patios–
y perdurar querían
para siempre,
nuevos
aprendizajes se abren paso:
los aprendices de ángeles
tienen que ir a la escuela.
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