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Carlos Garulo
El latido del bosque

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  • G É N E S I S LIBRO DE ORÍGENES Y GERMINACIONES
    • FUE AYER REVELACIÓN. HOY ES MILAGRO Se hace la santidad imperativo
      • [RECONOCIMIENTO Y GLORIFICACIÓN] [El descenso del cuerpo de Don Bosco a Turín con ocasión de su canonización.]
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[RECONOCIMIENTO Y GLORIFICACIÓN]

[El descenso del cuerpo de Don Bosco a Turín con ocasión de su canonización.]

 

 

COMO ÁRBOLES HERIDOS QUE EN INVIERNO

se arrugaran por dentro con el cierre

de puertas y ventanas y postigos

a la espera de un tiempo de fortuna,

sentados al pupitre los nuevos aprendices

repliegan su equipaje de alas y de sueños.

La vida se debate entre la huida

–que lleva en sus espaldas incisas las derrotas

y el coraje de izar banderas arrogantes

cuyo ondear pronuncie que están vivos.

Es difícil pensar así en portentos

hervidos, como antaño, en la magia

de fórmulas y manos ahora irrepetibles

a las que la costumbre las tuviera

sujetas por un cuello de perezas.

De tanto verlo aquí, por estos patios,

se les perdió la recta percepción del milagro

que supone apreciar muy cerca de nosotros

el respirar de quien mucho nos ama,

la compañía amiga discretísima

de quien nos administra el sacramento

de un consuelo vital que no quema palabras,

de impulso a proseguir nuestro camino.

 

 

A LA PODA traumática responde

la hemorragia de savia en las heridas

buscando un resplandor definitivo

y acreditar la vida en primavera.

 


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En esa ciudadela de repliegues

se reaviva el fuego por un soplo

cuyo perfil se filtra de soslayo

como un don que repite donaciones

de aliento en circunstancia acorralada59:

«¿No estábamos en ascuas60 al sentirlo

en medio de nosotros en paciente

compañía61? ¿No porfiaba acaso

que fuéramos nosotros soberanos

desde tronos cuajados en razones?,

¿que el dominio ejercido se fundara

en el amor más limpio?, ¿que de oriente

a poniente, de las simas del mundo

hasta el pico más alto de los cielos

tendiéramos los hilos como eje de unos planos

coordenados, claros, que sitúen

y orienten nuestras naves en los mares

por corrientes seguras de esperanza

en una Providencia que los guíe?

¿Qué hacemos, pues, aquí mirando al cielo62

con los brazos cruzados de nostalgia

 

 

CON EL FAVOR del fuego se cuartean los muros.

Recuperan oxígeno y luz los asediados.

Se rehacen los senderos trillados por rutinas,

se conjuran los miedos y las dudas

al aplicarahora por su mano

temblorosarecetas recibidas

en herencia doméstica:

       los aprendices de ángeles

aspiran el perfume de un ungüento

que tonifica el alma, sepulta duermevelas,

insufla la autoestima en los pulmones

y oxigena los regueros de sangre

 


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se aceptan los envites de la vida,

 

se despiertan, al paso, los caminos.

 

 

PUESTOS A DESCUBRIR, empieza aquí

la lista inacabable de los éurekas

que ceden a la mano el fruto deseado.

Hijos ayer de una orfandad forzada

a destierros: huérfanos renacidos

a filiaciones nuevas este día.

Es un don descubrir, con la paciencia

del tiempo necesario para un alumbramiento,

la forma de ser padre para un hijo

sin activar semillas de la sangre.

 

Y en el mercado errático de ofertas

que cubran la demanda de unos guías

para la vida misma y no sólo de ciencia

y las enciclopedias de los conocimientos,

es escaso el catálogo de posibilidades

con nombres y apellidos, y la sabiduría

de los maestros espirituales.

Por fortuna se rasgaron los velos

que traslucir dejaron los hallazgos.

 

 

CON EL DESCUBRIMIENTO de las claves

y fórmulas de asuntos esenciales

se remueve la losa que sellaba

el sepulcro e imponía las distancias.

La esperanza de vida recobrada

convoca al escenario, en la montaña,

donde esperan las transfiguraciones.

 


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Una cortina de pudor recubre

alas inxistentes que, no obstante,

impulsan la ascensión a la colina

donde los sauces de vigía duermen.

Vuelan lo que eran alas afligidas.

Refulgen con su liviana pompa pantalones,

zurcidos y maltrechos, como túnicas

albas para un desfile de uniforme.

Hay un revuelo loco, irrefrenable,

de palomas o ángeles inquietos

de nueva creación y contextura.

 

Sumergido el amor en el silencio

que le imponen los sellos lacrados de la muerte,

esperaba sin prisas el recate

a mano de bisoños ángeles alados.

 

 

«GIÙ DAI COLLI»63

    es la orden de descenso

para dejar constancia de las revelaciones

allí donde su temple y sus virtudes

con tesón y paciencia se curtieron.

En la tierra las pruebas se acumulan,

del cielo se confirma el veredicto:

un senado de ancianos venerables proclama

la santidad nacida como una invitación

y ahora como reclamo para un imperativo.

 

El cortejo se mueve lentamente.

La pompa no da alcance a la alegría.

Los cánticos incendian el regreso

a la ciudad, conmueven y contagian

a multitud de rostros que se asoman

con un asombro fiel y reverente:

 


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de nuevo entre sus jóvenes

  «Don Bosco ritorna».

 

Desde el puente de mando de su buque insignia64,

no le impondrá la muerte más distancias

con aquellos que vengan y le llamen

a cualquier hora y desde cualquier parte,

ni sus silencios dejarán de hablar

en el confesionario de las intimidades.






59 (pág. 92) Después de la muerte de Jesús, los discípulos se recluyeron, por temor a los judíos, en un mismo lugar, con las puertas y ventanas cerradas. La promesa que Jesús les había hecho –«No salgáis de Jerusalén; aguardad más bien la promesa que os hice de parte del Padre; ... porque vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días» (Hechos de los Apóstoles 1, 4-8)– se cumple el día de Pentecostés. Estando así reunidos, pero paralizados por el temor, les sorprende la irrupción del Espíritu Santo. Lucas describe la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles con gran plasticidad, utilizando imágenes –el viento impetuoso y el fuego– que evocan la presencia de Dios. La fuerza que los discípulos han recibido los mueve a salir de aquel círculo cerrado y a proclamar las grandezas de Dios ante gentes venidas a Jerusalén de todo el mundo conocido.

 



60 (pág. 92) Según el relato evangélico de Lucas (24, 13-35), en el día de Pascua dos discípulos regresan desde Jerusalén a su casa en Emaús. Caminan con el desaliento a cuestas porque esperaban vover a ver vivo al Señor después de la crucifixión y muerte, como él mismo había prometido, y en cambio no han tenido ni la más mínima señal de ello hasta el momento. Mientras caminan tristes se les aproxima un «caminante» que, conocido el motivo de su tristeza, les explica las Sagradas Escrituras y les enseña a tener más fe. Llegados a Emaús lo invitan a detenerse con ellos, en su casa, porque la noche está ya al caer. Sentados a la mesa, en el modo de «partir el pan», el huésped se manifiesta como el Señor resucitado; y desaparece. Los dos jóvenes, llenos de felicidad, reconociendo que mientras el «desconocido» hablaba su corazón «ardía de alegría», regresan a Jerusalén para anunciar a los demás discípulos su encuentro con el Señor Resucitado.

Por su fuerza y significado, este relato se ha reproducido en las pinturas murales del renovado Templo de Don Bosco, en el Colle (Castelnuovo, Turín). Se trata de una secuencia visual en forma de moderno collage de los diversos pasajes de este relato evangélico con referencias explícitas a los acontecimientos en Jerusalén, al caminante y los dos jóvenes, a la partición del pan en la mesa, al reencuentro de los dos con los demás discípulos en el Cenáculo de Jerusalén.

La colocación del cuadro en la parte interior de la fachada del templo, encima de la puerta de entrada y bajo un rosetón de vibrantes colores, tiene un significado preciso y precioso: quien entra en esta iglesia –en el sistema educativo y en la espiritualidad de Don Boscopermanece admirado del Cristo Resucitado que acoge al que lo descubre «vivo» en la Eucaristía. Pero la alegría del encuentro debe transformarse en anuncio: ir por la vida a decir a todos mediante el testimonio de la propia vida: «Hemos encontrado al Señor». Como los discípulos de Emaús.

La expresión visual de este hermoso relato evangélico en lugar tan privilegiado del Templo de Don Bosco es porque resulta significativo de aquello que la educación ha de ser, según el pensamiento y el hacer de Don Bosco. Como recordatorio e impulso eficaz, a quien sale del Templo después de haber vivido la Eucaristía le es recordada esta experiencia pascual de Emaús para que como aquellos dos discípulos también él lo comunique y testimonie.

 



61 (pág. 92) A semejanza de los discípulos de Emaús, los muchachos del Oratorio, en la vida ordinaria del centro, van reconociendo ya con la presencia de Don Bosco y luego en su ausencia, la importancia y eficacia formativa que constituye su praxis pedagógica, educativa y espiritual: el así llamado «Sistema preventivo», mínimamente sintetizado en tres términos –«razón», «religión» y «amor» cabal– que son  expresión de la confianza en el protagonismo ineludible del educando, en su capacidad para sacar de sí mismo las mejores posibilidades de crecimiento humano y todo ello dentro de un marco de referencia con dimensiones trascendentes.

 



62 (pág. 93) Los Hechos de los Apóstoles (1, 9-11) empiezan con breves relatos de apariciones de Jesús a sus discípulos –como prueba de que estaba vivo tras su pasión y muerte– para despedirse de ellos antes de su separación definitiva y ascensión a los cielos. «Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra», les dijo en una de esas apariciones. «Después de decir esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo ocultó de su vista. Mientras estaban mirando atentamente al cielo viendo cómo se marchaba, se acercaron dos hombres con vestidos blancos y les dijeron: Galileos, ¿por qué seguís mirando al cielo? Este Jesús que acaba de subir de vuestro lado al cielo, vendrá como lo habéis visto marcharse». A partir de esa discreta recriminación de la nostalgia y de la inactividad inicia la responsabilidad de los discípulos y, por tanto, la actividad misionera de la Iglesia, cuyos primeros pasos están recogidos con sencillez, frescura y vitalidad en los Hechos de los Apóstoles.

 



63 (pág. 94) Los acontecimientos de la beatificación de Don Bosco (junio de 1929) primero y luego de su canonización (abril de 1934) dieron pie, tanto en Roma como en Turín, a imponentes celebraciones religiosas y civiles participadas por decenas de millares de personas de Italia y de todo el mundo enfervorizadas por la atractiva figura del nuevo beato y santo.

Con ocasión de la beatificación, sin duda el evento culminante de los festejos celebrados en Turín tuvo lugar en la tarde del 9 de junio con el traslado solemne de los restos de Don Bosco desde el colegio de Valsalice hasta la Basílica de María Auxiliadora. Los cuatro kilómetros de recorrido dieron origen a un imponente cortejo que congregó a la entera capital piamontesadestacando la juventud– para honrar a uno de sus santos que rápidamente había de resultar el más popular y conocido de ellos en todo el mundo.

La canonización tuvo lugar en Roma el domingo de Pascua de 1934, reproduciendo e incrementando en número, esplendor y fervor la participación de fieles tenida antes para la beatificación.

Por coincidencias históricas y por significado en la espiritualidad de su sistema educativo, Pascua es una clave recurrente en la vida, santificación y expresión en la veneración a Don Bosco. El día de Pascua de 1846 tomaba posesión del cobertizo de una casucha de campo como modesta «tierra prometida» para sus muchachos del Oratorio después de una larga «travesía del desierto» en éxodo continuado deambulando de un sitio para otro, echados siempre de cualquier lugar donde hubieran querido plantar sus tiendas y sus juegos. El día de Pascua de 1934 fue canonizado Don Bosco.

La imagen y significado de la Pascua han sido recogidos como dedicación y expresión única mediante el arte –en imágenes, símbolos, textos– tanto en la recoleta «Capilla Pinardi», en Valdocco, como en el Templo a Don Bosco, en Castelnuovo, «Il Colle».

Otros muchos templos, monumentos y estatuas de Don Bosco proclaman desde entonces su santidad poblando cualquier rincón del mundo. Al ya citado del «Colle», otros templos le han seguidodestacando, además, por su belleza arquitectónica y artística, como verdaderos monumentos en Roma (Cinecittà), Brasilia (parte integrante del «Plano piloto», regulador urbanístico de la moderna ciudad ideada por el arquitecto Oscar Niemeyer) o Panamá.

Dos son las estatuas que destacan por su belleza pero, sobre todo, por su colocación y significado. La primera en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el corazón de la cristiandad. Don Bosco mismo confesó haberse visto, en uno de sus extraños sueños, en una hornacina colocada en la parte más alta de una de las cuatro columnas que sostienen la cúpula de Miguel Ángel, exactamente sobre la famosa estatua en bronce de San Pedro que tiene gastado su pie por los besos de los peregrinos. Allí lo colocaron después de su canonización, formando un grupo escultórico –de Pietro Canonica, de 4,80 metros de altura sobre un pedestal de 1,08 metrosflanqueado por dos jóvenessanto Domingo Savio y el beato Ceferino Namuncurá– y proponiendo la santidad como elemento consustancial a la educación cristiana. Pero elevado a aquellas alturas imponentes, Don Bosco parece rememorar la escena evangélica de Zaqueo subido al árbol para ver a Jesús, ya que por su pequeña estatura no le era posible debido al gentío. Desde ahí Don Bosco indica a sus discípulos con su mano derecha el «altar de la confesión», encuadrado por el imponente baldaquino barroco de Bernini sobre la tumba de Pedro: se pone de relieve de este modo una de sus grandes fidelidades, la Iglesia, vinculada por el mismo Cristo a Pedro como piedra y fundamento de la misma.

La otra estatua de Don Bosco que destaca, como expresión de su reconocimiento y universalidad, es la del escultor catalán Puigdollers. Se halla en la parte externa del crucero, en el lado de la fachada de la Pasión, en el templo de la Sagrada Familia, del arquitecto Antoni Gaudi, en Barcelona, una de las obras arquitectónicas modernas más admiradas y visitadas del mundo. Las estatuas son todas de santos catalanes, excepto la de Don Bosco: con esta excepción se ha querido reconocer al mismo tiempo la vinculación del santo con la ciudad de Barcelona, a la que visitó en 1886, y también la aportación educativa y social de sus hijos salesianos en aquella tierra.

 



64 (pág. 95) Modificando los planes originales de la Basílica de María Auxiliadora, con ocasión de la Beatificación y Canonización de Don Bosco se hicieron reformas para acoger la urna con los restos del Santo. A la derecha frente al presbiterio presidido por el cuadro de María Auxiliadora, pintado por Lorenzone, se construyó una capilla lateral dedicada al nuevo santo. Sobre el altar y visible tanto por delante como por detrás, se instaló la urna. En la parte posterior se abre un espacio recoleto para permitir la aproximación de los fieles a la veneración de Don Bosco en momentos de oración. Lo recogido del espacio, la serenidad reflejada en el rostro de Don Bosco y la similitud con su imagen real conseguidas  en la mascarilla que contiene sus restos, y la luz ambiental, crean una atmósfera de gran belleza e intimidad.

 





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