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Carlos Garulo
El latido del bosque

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  • PRÓLOGO A «EL LATIDO DEL BOSQUE»
    • PROPÓSITO DE LA DEVOCIÓN Y DE UN SUEÑO
      • Seguir el vuelo de los grandes o morir
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PROPÓSITO DE LA DEVOCIÓN Y DE UN SUEÑO

 

 

Seguir el vuelo de los grandes o morir

 

Cito de memoria. Creo haberlo leído, de estudiante, en Hans Urs von Balthasar. No he dado ahora con la cita y, por tanto, no quisiera inducir a error a nadie. Quiero recordar que el teólogo alemán decía algo así: antes de declarar santo a un cristiano habría que someterlo a un banco de pruebas con la Sagrada Escritura en mano. Literalmente. Yo interpretaba la prueba como una especie de test psicotécnico: una pauta, un instrumento de medida y evaluación, una parrilla que exigiera del candidato a la santidad respuestas consonantes con los indicadores esenciales del mensaje del libro sagrado, de la revelación puesta allí de manifiesto, de la salvación consumada en su persona.

 

Al gran poeta romántico alemán Friedrich Hölderlin, cuando era muy joven y empezó a imitar a Klopstock, le reprochaban este tipo de imitación. Él tuvo una acertada respuesta: «Hay que seguir el vuelo de los grandes o morir». En otro orden de cosas, así nos sucede con Don Bosco. Por eso había pensado hacer con él la prueba de la parrilla. Por suerte llego tarde para realizar la sugerencia de von Balthasar con aquella finalidad específica. No será ese, por consiguiente, el objetivo de mi propósito y de mi trabajo, dado que Don Bosco ya ha sido declarado santo por la Iglesia: nada al respecto depende, pues, de mi, nadie espera mi palabra para nada. Y ésta es la razón por la que me siento menos encorsetado y


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más libre para arriesgarme a observar y a explorar «el vuelo de los grandes». Exactamente porque no quisiera morir en la insignificancia sin haberlo intentado frente a lo fascinante del reto de su vida, de su carisma y de su obraverdadero «patrimonio de la juventud»–, y frente a un futuro que veo con optimismo no obstante los nubarrones que el presente exhiba (véase el poema «Suplica que te habite la esperanza», el primero de «GÉNESIS. Libro de orígenes y germinaciones»).

 

Pero, dejados de lado los «procesos canónicos» para la santidad, confieso que la idea me ha resultado siempre sugestiva, incluso fascinante: como ejercicio de indagación y como excusa para la creación literaria. Conocedor de la figura de Don Bosco, de su misión y de su estilo –pero todavía más enamorado de él–, he creído que con los hilos de la evocación, de la intuición y de la imaginación, podía atreverme a tejer un ropaje literario en el que se dejase constancia de los resultados de la indagación. Y que, desde la combinación imaginativa de hechos, reflexiones, intuiciones y sueños en una atmósfera de belleza estética, podría contribuir a estimular, al menos de manera nueva, al enamoramiento virtuoso del «Padre y Maestro de la juventud» y, todavía mejor, pensando en un futuro diferente, a incitar a nuevas aventuras y creacionespersonales y colectivas– en pos del vuelo de uno de los grandes. Porque, en la viña de su misión y en ese específico surco carismático, veo futuro todavía más que pasado, a condición de que la repetitividad mimética y la autocomplacencia sean definitivamente dejadas de lado como tentación enervante y hasta como pecado imperdonable. Ese futuro va forzosamente condicionado por el grado de decisión y de riesgo que queramos asumir.

 




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