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Carlos Garulo El latido del bosque IntraText CT - Texto |
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[LOS «RECUERDOS»]
PARECE QUE LOS SUEÑOS DEN LA ESPALDA tan sólo por el hecho de evocarlos con los escuetos nombres de un registro en cuyas listas no se avistan héroes. Y en su heladora ausencia ya se anuncia la verdad de la luz con la que el alba consuela el desencanto de la noche y asegura el futuro para el día naciente.
A estos hombres, desarmados de espadas y de encantos, los recuerdos41 les tiemblan en las manos. Y los besan como quien besa a un padre que, en la distancia, alienta su esperanza. Como un testamento los trazó para ellos –a lápiz, bajo la densa sombra de la nube de carbón con la que el tren pergeña sus caminos– con líneas temblorosas, de emoción más que del traqueteo de vagones o de vejez que asoma prematura. Los traspasan idénticos aceros de amor y de dolor que en el primer adiós abandonando su morada en soledad y lágrimas y dudas echadas a la espalda con lo puesto:
son cosas de los sueños demasiado tempranos42.
LOS SUEÑOS RESISTIERON hasta ahora curtiéndose la piel con la fatiga y entre las inclemencias de los tiempos. Se aviva ahora el fuego entre los hijos que parten hoy de nuevo con lo puesto y con lo puesto han de partir mañana.
MALOS TIEMPOS serían aquellos del futuro si estos gestos un día se viesen con nostalgia. [Pagina vacía]
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41 (pág. 81) En la ceremonia de despedida en la Basílica de María Auxiliadora y a modo de testamento paterno, Don Bosco consignó a los primeros misioneros una serie de veinte recuerdos prácticos para que les guiasen en su misión. Los había escrito a lápiz en su cuaderno de apuntes durante un reciente viaje en tren. Se trata de un extracto de cómo concibe Don Bosco a los misioneros salesianos. Con terminología propia de su tiempo, insiste en que se preocupen de las personas (almas) y no de ir detrás del dinero, los honores o las dignidades; que tengan especial cuidado de los débiles (pobres, enfermos, jóvenes...); que vivan modesta y pobremente, y que la gente perciba esto con claridad; que se amen fraternalmente, aconsejándose y corrigiéndose los unos a los otros; que frente a la fatiga y los sufrimientos no se olviden del premio que les espera en el cielo. Frente a un porvenir que no se adivinaba fácil, don Cagliero llevaba consigo una nota que el mismo Don Bosco le había entregado y en la que le había escrito: «Haced lo que podáis: Dios hará lo que no podamos hacer nosotros. Confiad todos vuestros asuntos a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora, y veréis lo que son milagros.»
42 (pág. 81) A la temprana edad de 9 años, Don Bosco tuvo un sueño que le marcó para el resto de la vida desde un punto de vista existencial y vocacional, tal como confesó ya en plena madurez. Sólo dos años después de este sueño, el pequeño Juan Bosco tuvo que soportar la dura experiencia de marchar de su casa a trabajar en otra como jornalero, sólo porque en su familia hubiera paz y él pudiera seguir adelante con el siempre dificultoso camino de los sueños, de una vocación.
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