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Carlos Garulo El latido del bosque IntraText CT - Texto |
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[REVELACIÓN] [En el marco estético del descenso y ascenso de ángeles en la escala de Jacob.]
NO MENOS IMPONENTE QUE EL CORTEJO de los tres Reyes Magos45, de Gozzoli, en los frescos de la Capilla Médicis, debía ser la escala que Jacob viera en sueños.
Pero las diferencias, sorprendidas, muestran, espada en alto, sus razones en ese parangón de semejanzas.
Se imponen los eriales y desiertos, de encarnadura al vivo, a los paisajes de huerto exuberante de Toscana. El pedrusco, que el patriarca pone como almohada de su testa, funge de sutil contrapunto a los palacios y a la parafernalia cortesana que despliega estentórea arrogancia por la serpiente muda del camino. Aunque fuera para adorar el símbolo de la divinidad anonadada, en Florencia se exhibe el esplendor del poder y soberbia en alza de los Médicis.
En cambio, una tropa de ángeles trabaja en la escenografía del desierto. Ni el más puro tratado de angeleologías hubiera concebido la cascada de tan leves y pulcrísimos seres, descendiendo y subiendo con terquedad de olas, como un marco perfecto para encaje de una revelación inesperada.
FRENTE A LA certidumbre de la noche46, no debiera extrañarnos su llegada, ni la estación forzosa a la que obliga, ni el reposo en un lecho improvisado. Hay sueños que requieren la almohada del misterio. Hay misterios que claman por la luz oscura de la noche para aliviar de ansias, para aclarar su propia opacidad abriendo los nuevos horizontes, si es que hay alguien que salvando distancias desciende hasta nosotros
–como una epifanía regalada–
con su incómoda voz provocativa,
con la mano repleta de promesas. |
45 (pág. 85) En la pequeña capilla rectangular del palacio Médicis Riccardi, de Florencia, se halla el famoso fresco en estilo gótico tardío sobre un paisaje toscano que Benozzo Gozzoli, discípulo de Fray Angélico, pintó en 1459 representando el «cortejo de los tres Reyes Magos» en camino a Belén para adorar al Niño Jesús. Los Evangelios consideran este hecho como epifanía o revelación del Mesías a los gentiles –los que no pertenecían al pueblo de Israel–; de este modo se manifiesta que la salvación traída por el Mesías alcanza a todo el género humano. Aunque de motivo religioso, esta gran pintura mural posee características históricas notables, ya que representa un momento político que, sobre todo, da lustre y exalta a la familia Medicis, que gobierna la Toscana, mediante el cortejo de personalidades (con reproducción de sus rostros reales) llegadas a Florencia con ocasión del Concilio Ecuménico, el cual tuvo lugar en la ciudad del Arno del 1438 al 1439 a fin de reunificar las iglesias cristianas de Oriente y Occidente. Los frescos se despliegan escenográficamente en tres lados de la capilla alrededor del espectador –el que asistera entonces a las celebraciones religiosas allí tenidas o ahora como visitante– y se tiene la impresión de observar y admirar el imponente cortejo sin interrupción desde el interior de una curva de su largo recorrido. La belleza e imponencia del fresco –con toda su carga de exaltación del poder mediceo– aseguraba el impacto en los ilustres visitantes o en los súbditos toscanos de la familia gobernante.
46 (pág. 85) Es la oscuridad de la noche la que sorprende a Jacob en su camino y le obliga a detenerse para pernoctar al raso. Con esta situación, escenario y atmósfera, el libro del Génesis relata el sueño del patriarca como momento de una revelación divina: Dios le asegura la bendición de su compañía y su protección, así como la donación de tierra para él y sus descendientes. Jacob, al despertarse, confiesa: «Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía. ¡Qué terrible lugar es este! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo!». Y tomando la piedra que le había servido de desnudo y duro cabezal, la erige a modo de estela conmemorativa derramando aceite sobre ella, como en un rito de consagración, cambiando así el nombre del lugar: antes la ciudad se llamaba Luz y ahora se llamará Betel, es decir «Casa de Dios».
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