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| Carlos Garulo El latido del bosque IntraText CT - Texto |
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[CONFESIÓN]
TODO SERÍA CONSONANTE Y LÓGICO con los cuatro ingredientes de que suele componerse el relato de una escena. Aunque dicen que el tiempo y la distancia recrean las historias y que las acomodan al color y a las formas de los nuevos paisajes.
La propia confesión10 registra el hecho en la categoría de los símbolos. |
10 (pág. 48) 8 de diciembre de 1841. Sacristía de la iglesia de San Francisco de Asís (Turín). El joven sacerdote Juan Bosco (26 años) está ya revestido para celebrar la misa. Falta un monaguillo que le ayude en el altar. El sacristán ve a un tímido chaval, de nombre Bartolomé Garelli, que merodea por allí, llegado de los pueblos en busca de trabajo en la ciudad. El chico no sabe ayudar a misa. Ni va a aprender en poco rato por virtud de los cañazos que le propina el sacristán con el apagavelas. Interviene Don Bosco: ¡Déjalo, por favor, que es mi amigo!, dice al agresor. ¡Algo sabrás..!, dice al agredido. ¿Poco catecismo? ¡A que sí sabes algo! Por ejemplo, silbar. Sí, es la respuesta breve, pero esencial. Después del sí viene lo que viene –un avemaría, aunque sólo sea a remolque del cura– y lo que vendrá: todo sigue igual, pero han caído barreras y prejuicios, ha cambiado el clima. La escena, el día y el lugar los relata el mismo Don Bosco en las «Memorias del oratorio». Se recordarán en el futuro. Se trata de algo elemental, pero resulta un símbolo: ha nacido un estilo, ha nacido un carisma. Emblema es desde entonces.
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