[PRIMERA JORNADA]
Salen LUGO, envainando una daga de ganchos, y el LOBILLO
y
GANCHOSO, rufianes. LUGO viene como estudiante, con una
media sotana, un
broquel en la cinta y una daga de ganchos; que no ha de
traer espada
LOBILLO:
¿Por qué fue la quistión?
LUGO: No
fue por nada.
No se
repita, si es que amigos somos.
GANCHOSO: Quiso
Lugo empinarse sobre llombre,
y,
siendo rufo de primer tonsura,
asentarse en la cátreda de prima,
teniendo al lombre aquí por espantajo.
LUGO: Mis
sores, poco a poco. Yo soy mozo
y
mazo, y tengo hígados y bofes
para
dar en el trato de la hampa
quinao al más pintado de su escuela,
en la
cual no recibe el grado alguno
de
valeroso por haber gran tiempo
que
cura en sus entradas y salidas,
sino por las hazañas que ya hecho.
¿No tienen ya sabido
que hay cofrades
de
luz, y otros de sangre?
LOBILLO: Aqueso
pido.
GANCHOSO:
¡Hola, so Lobo! Si es que pide queso,
pídalo en otra parte, que en aquésta
no se
da. Si no...
LOBILLO: ¡Basta, seor
Ganchoso!
O
logue luenga, y téngase por dicho,
que
entrevo toda flor y todo rumbo.
GANCHOSO: ¿Pues nosotros nacimos en Guinea,
so
Lobo?
LOBILLO:
No sé nada.
GANCHOSO: Pues apréndalo
con
aquesta leción.
LUGO: ¡Fuera,
Lobillo!
GANCHOSO:
Entrambos sois ovejas fanfarrones,
y
gallinas mojadas, y conejos.
LOBILLO:
¡Menos lengua y más manos, hideputa!
[Salen] a esta sazón un ALGUACIL y dos CORCHETES; huyen
GANCHOSO y LOBILLO; queda solo LUGO, envainando
CORCHETE [1]:
¡Téngase a la justicia!
LUGO: ¡Tente,
pícaro!
¿Conó[ce]sme?
CORCHETE [1]: ¡So Lugo!
LUGO: ¿Qué so
Lugo?
ALGUACIL:
Bellacos, ¿no le asís?
CORCHETE 2: Señor nuestro amo,
¿sabe
lo que nos manda? ¿No conoce
que
es el señor Cristóbal el delinque?
ALGUACIL: ¡Que
siempre le he de hallar en estas danzas!
¡Por Dios, que es cosa recia! ¡No hay
paciencia
que
lo pueda llevar!
LUGO: Llévelo en
cólera,
que
tanto monta.
ALGUACIL: Ahora, yo sé cierto
que
ha de romper el diablo sus zapatos
alguna vez.
LUGO:
Mas que los rompa ciento;
que
él los sabrá comprar donde quisiere.
ALGUACIL: El
señor Sandoval tiene la culpa.
CORCHETE 2: Tello
de Sandoval es su amo déste.
CORCHETE 1: Y
manda la ciudad, y no hay justicia
que
le ose tocar por su respeto.
LUGO: El
señor alguacil haga su oficio,
y
déjese de cuentos y preámbulos.
ALGUACIL: ¡Cuán
mejor pareciera el señor Lugo
en su
colegio que en la barbacana,
el
libro en mano, y no el broquel en cinta!
LUGO: Crea
el so alguacil que no le cuadra
ni
esquina el predicar; deje ese oficio
a
quien le toca, y vaya y pique aprisa.
ALGUACIL: Sin
picar nos iremos, y agradézcalo
a su
amo; que, a fe de hijodalgo,
que
yo sé en qué parará este negocio.
LUGO: En
irse y en quedarme.
CORCHETE 1: Yo lo creo,
porque es un Barrabás este Cristóbal.
CORCHETE 2: No
hay gamo que le iguale en ligereza.
CORCHETE 1: Mejor
juega la blanca que la negra,
y en
entrambas es águila volante.
ALGUACIL:
Recójase y procure no encontrarme,
que
será lo más sano.
LUGO: Aunque sea
enfermo,
haré
lo que füere de mi gusto.
ALGUACIL: Venid
vosotros.
[Vase] el ALGUACIL
CORCHETE 1: So Cristóbal, ¡vive
que
no le conocí!; ¡sí, juro cierto!
CORCHETE 2: Señor
Cristóbal, yo me recomendo;
de mí
no hay qué temer; soy ciego y mudo
para ver ni hablar cosa que toque
a la
mínima suela del calcorro
que
tapa y cubre la coluna y basa
que
sustentan la máquina hampesca.
LUGO: ¿[Y]
dónde cargaste [tú], Calahorra?
CORCHETE 2: No sé; Dios con la noche me socorra.
[Vanse] los dos CORCHETES
LUGO: ¡Que
sólo me respeten por mi amo
y no
por mí, no sé esta maravilla!;
mas
yo haré que salga de mí un bramo
que
pase de los muros de Sevilla.
Cuelgue mi padre de su puerta el ramo,
despoje de su jugo a Manzanilla;
conténtese en su humilde y bajo oficio,
que
yo seré famoso en mi ejercicio.
[Sale], a este instante, LAGARTIJA, muchacho
LAGARTIJA:
Señor Cristóbal, ¿qué es esto?
¿Has
reñido, por ventura,
que
tienes turbado el gesto?
LUGO:
Pónele de sepultura
el
ánimo descompuesto.
La de ganchos saqué a luz,
porque me hiciese el buz
un
bravo por mi respeto;
mas
huyóse de su aspecto
como
el diablo de la cruz.
¿Qué me quieres, Lagartija?
LAGARTIJA: La Salmerona y la Pava,
la Mendoza y la Librija,
que
es cada cual por sí brava,
gananciosa y buena hija,
te suplican que esta tarde,
allá cuando el sol no arde
y hiere en rayo sencillo,
en el famoso Alamillo
hagas
de tu vista alarde.
LUGO:
¿Hay regodeo?
LAGARTIJA: Hay merienda,
que las más famosas cenas
ante
ella cogen la rienda:
cazuelas de berenjenas
serán
penúltima ofrenda.
Hay el conejo empanado,
por
mil partes traspasado
con saetas de tocino;
blanco el pan, aloque el vino,
y hay
turrón alicantado.
Cada cual para esto roba
blancas vistosas y nuevas,
una y
otra rica coba;
dales limones las Cuevas
y naranjas el Alcoba.
Daráles en un
instante
el
pescador arrogante,
más
que le hay del norte al sur,
el
gordo y sabroso albur
y la anguila resbalante.
El sábalo vivo, vivo,
colear en la caldera,
o
saltar en fuego esquivo,
verás
en mejor manera
que
te lo pinto y describo.
El pintado camarón,
con
el partido limón
y
bien molida pimienta,
verás
cómo el gusto aumenta
y le
saca de harón.
LUGO:
¡Lagartija, bien lo pintas!
LAGARTIJA: Pues llevan otras mil cosas
de
comer, varias, distintas,
que a
voluntades golosas
las
harán poner en quintas.
LUGO:
¿Qué es en quintas?
LAGARTIJA: En división,
llevándose la afición
aquí y alí y acullá:
que la variedad hará
no
atinar con la razón.
LUGO:
¿Y quién va con ellas?
LAGARTIJA: ¿Quién?
El
Patojo, y el Mochuelo,
y el
Tuerto del Almadén.
LUGO: Que
ha de haber soplo recelo.
LAGARTIJA: Ve
tú, y se hará todo bien.
LUGO:
Quizá, por tu gusto iré;
que
tienes un no sé qué
de
agudeza, que me encanta.
LAGARTIJA: Mi
boca pongo en la planta
de tu
valeroso pie.
LUGO:
¡Alza, rapaz lisonjero,
indigno del vil oficio
que
tienes!
LAGARTIJA:
Pues dél espero
salir
presto a otro ejercicio
que
muestre ser perulero.
LUGO:
¿Qué ejercicio?
LAGARTIJA: Señor Lugo,
será
ejercicio de jugo,
puesto que en él se trabaja,
que es jugador de ventaja,
y de las bolsas verdugo.
¿No has visto tú por ahí
mil con capas
guarnecidas,
volantes
más que un neblí,
que
en dos barajas bruñidas
encierran un Potosí?
Cuál destos se finge manco
para
dar un toque franco
al
más agudo, y me alegro
de ver no usar de su negro
hasta
que topen un blanco.
LUGO:
¡Mucho sabes! ¿Qué papel
es el
que traes en el pecho?
LAGARTIJA:
¿Descúbreseme algo dél?
Todo
el seso sin provecho
de Apolo se encierra en él.
Es un romance jácaro,
que
le igualo y le comparo
al
mejor que se ha compuesto;
echa
de la hampa el resto
en
estilo jaco y raro.
Tiene vocablos modernos,
de
tal manera que encantan;
unos bravos, y otros tiernos;
ya a los cielos se
levantan,
ya bajan a los infiernos.
LUGO:
Dile, pues.
LAGARTIJA: Séle de coro;
que
ninguna cosa ignoro
de
aquesta que a luz se saque.
LUGO: ¿Y de
qué trata?
LAGARTIJA: De un jaque
que
se tomó con un toro.
LUGO:
Vaya, Lagartija.
LAGARTIJA: Vaya,
y
todo el mundo esté atento
a
mirar cómo se ensaya
a
pasar mi entendimiento
del
que más sube la raya.
Año de mil y quinientos
y
treinta y cuatro corría,
a
veinte y cinco de mayo,
martes, acïago día,
sucedió un caso notable
en la
ciudad de Sevilla,
digno
que ciegos le canten,
y que
poetas le escriban.
Del
gran corral de los Olmos,
do
está la jacarandina,
sale
Reguilete, el jaque,
vestido a las maravillas.
No va
la vuelta del Cairo,
del
Catay ni de la China,
ni de
Flandes, ni Alemania,
ni
menos de Lombardía:
va la
vuelta de la plaza
de San Francisco bendita,
que
corren toros en ella
por Santa Justa y Rufina;
y, apenas entró en la
plaza,
cuando se lleva la vista
tras
sí de todos los ojos,
que su buen donaire miran.
Salió
en esto un toro hosco,
¡válasme Santa María!,
y,
arremetiendo con él,
dio
con él patas arriba.
Dejóle muerto y mohíno,
bañado en su sangre misma;
y
aquí da fin el romance
porque llegó el de su vida.
LUGO:
¿Y éste es el romance bravo
que
decías?
LAGARTIJA:
Su llaneza
y su buen decir alabo;
y
más, que muestra agudeza
en
llegar tan presto al cabo.
LUGO:
¿Quién le compuso?
LAGARTIJA: Tristán,
que
gobierna en San Román
la bendita sacristía,
que
excede en la poesía
a
Garcilaso y Boscán.
[Sale], a este instante, una DAMA, con el manto hasta la
mitad del
rostro
DAMA:
Una palabra, galán.
LUGO: Ve
con Dios; y quizá iré,
si
estás cierto que allá van.
LAGARTIJA: Digo
que van, yo lo sé;
y sé
que te aguardarán.
[Vase] LAGARTIJA
DAMA:
Arrastrada de un deseo
sin
provecho resistido,
a
hurto de mi marido,
delante de vos me veo.
Lo que este manto os encubre,
mirad, y después veréis
Mírala [LUGO] por debajo del manto
si es
razón que remediéis
lo
que la lengua os descubre.
¿Conocéisme?
LUGO: Demasiado.
DAMA: En
eso veréis la fuerza
que
me incita, y aun me fuerza,
a
ponerme en este estado;
mas, porque no estéis en calma
pensando a qué es mi venida,
digo
que a daros mi vida
con
la voluntad del alma.
Vuestra rara valentía
y vuestro despejo han hecho
tanta
impresión en mi pecho,
que
pienso en vos noche y día.
Quítame este pensamiento
pensar en mi calidad,
y al
gusto la voluntad
da
libre consentimiento;
y
así, sin guardar decoro
a
quien soy en ningún modo,
habré
de decirlo todo:
sabed, Lugo, que os adoro.
No fea, y muy rica soy;
sabré
dar, sabré querer,
y
esto lo echaréis de ver
por
este trance en que estoy;
que la mujer ya rendida,
aunque es toda mezquindad,
muestra
liberalidad
con
el dueño de su vida.
En la tuya o en mi casa,
de mí
y de mi hacienda puedes
prometerte, no mercedes,
sino
servicios sin tasa;
y, pues miedo no te alcanza,
no te
le dé mi marido,
que
el engaño siempre ha sido
parcial de la confianza.
No llegan de los recelos,
porque los tiene discretos,
a hacer los tristes efectos
que
suelen hacer los celos;
y, porque nunca ocasión
de
tenerlos yo le he dado,
le
juzgo por engañado
a
nuestra satisfación.
¿Para qué arrugas la frente
y
alzas las cejas? ¿Qué es esto?
LUGO: En
admiración me ha puesto
tu
deseo impertinente.
Pudieras, ya que querías
satisfacer tu mal gusto,
buscar un sujeto al justo
de
tus grandes bizarrías;
pudieras, como entre peras,
escoger en la ciudad
quien
diera a tu voluntad
satisfación
con más veras;
y
así, tuviera disculpa
con
la alteza del empleo
tu
mal nacido deseo,
que
en mi bajeza te culpa.
Yo soy un pobre crïado
de un
inquisidor, cual sabes,
de
caudal, que está sin llaves,
entre
libros abreviado;
vivo a lo de Dios es Cristo,
sin
estrechar el deseo,
y
siempre traigo el baldeo
como
sacabuche listo;
ocúpome en bajas cosas,
y en todas soy tan terrible,
que el acudir no es posible
a las que son amorosas:
a
lo menos, a las altas,
como
en las que en ti señalas;
que
son de cuervo mis alas.
DAMA: No te
pintes con más faltas,
porque en mi imaginación
te
tiene amor retratado
del modo
que tú has contado,
pero
con más perfección.
No pido hagas quimeras
de ti
mismo; sólo pido,
deseo
bien comedido,
que,
pues te quiero, me quieras.
Pero, ¡ay de mí, desdichada!
¡Mi
marido! ¿Qué haré?
Tiemblo y temo, aunque bien sé
que
vengo bien disfrazada.
[Sale] su MARIDO
LUGO:
Sosegaos, no os desviéis,
que
no os ha de descubrir.
DAMA:
Aunque me quisiera ir,
no
puedo mover los pies.
MARIDO:
Señor Lugo, ¿qué hay de nuevo?
LUGO:
Cierta cosa que contaros,
que
me obligaba a buscaros.
DAMA: (Irme
quiero, y no me atrevo.) [Aparte]
MARIDO:
Aquí me tenéis; mirad
lo
que tenéis que decirme.
DAMA:
(Harto mejor fuera irme.) [Aparte]
LUGO:
Llegaos aquí y escuchad.
La hermosura que dar quiso
el
cielo a vuestra mujer,
con
que la vino a hacer
en la
tierra un paraíso,
ha encendido de manera
de un
mancebo el corazón,
que le tiene hecho carbón
de la
amorosa hoguera.
Es rico y es poderoso,
y
atrevido de tal modo,
que
atropella y rompe todo
lo
que es más dificultoso.
No quiere usar de los medios
de
ofrecer ni de rogar,
porque, en su mal, quiere usar
de otros más breves remedios.
Dice que la
honestidad
de
vuestra consorte es tanta,
que
le admira y que le espanta
tanto
como la beldad.
Por jamás le ha descubierto
su
lascivo pensamiento;
que
queda su atrevimiento,
ante
su recato, muerto.
MARIDO:
¿Es hombre que entra en mi casa?
LUGO:
Róndala, mas no entra en ella.
MARIDO: Quien
casa con mujer bella,
de su
honra se descasa,
si no lo remedia el cielo.
DAMA: (¿Qué
es lo que tratan los dos? Aparte
¿Si
es de mí? ¡Válgame Dios,
de
cuántos males recelo!
LUGO:
Digo, en fin, que es tal el fuego
que a
este amante abrasa y fuerza,
que
quiere usar de la fuerza
en
cambio y lugar del ruego.
Robar quiere a vuestra esposa,
ayudado de otra gente
como
yo, desta valiente,
atrevida y licenciosa.
Hame dado cuenta dello,
casi
como a principal
desta
canalla mortal,
que
en hacer mal echa el sello.
Yo, aunque soy mozo arriscado,
de los de campo través,
ni
mato por interés,
ni de
ruindades me agrado.
De ayudalle he prometido,
con
intento de avisaros;
que
es fácil el repararos,
estando así prevenido.
MARIDO:
¿Soy hombre yo de amenazas?
Tengo
valor, ciño espada.
LUGO: No
hay valor que pueda nada
contra las traidoras trazas.
MARIDO:
En fin: ¿mi consorte ignora
todo
este cuento?
LUGO: Así ella
os
ofende, como aquella
cubierta y buena señora.
Por el cielo santo os juro
que
no sabe nada desto.
MARIDO: De
ausentarla estoy dispuesto.
LUGO: Eso
es lo que yo procuro.
MARIDO:
Yo la pondré donde el viento
apenas pueda tocalla.
LUGO: En el
recato se halla
buen
fin del dudoso intento.
Retiradla, que la ausencia
hace,
pasando los días,
volver las entrañas frías
que
abrasaba la presencia;
y
nunca en la poca edad
tiene
firme asiento amor,
y
siempre el mozo amador
huye
la dificultad.
MARIDO:
El aviso os agradezco,
señor
Lugo, y algún día
sabréis de mi cortesía
si
vuestra amistad merezco.
El nombre saber quisiera
dese
galán que me acosa.
LUGO: Eso
es pedirme una cosa
que
de quien soy no se espera.
Basta que vais avisado
de lo que más os conviene,
y
este negocio no tiene
más
de lo que os he contado.
Vuestra consorte, inocente
está
de todo este hecho;
vos,
con esto satisfecho,
haced como hombre prudente.
MARIDO:
Casa fuerte y heredad
tengo
en no pequeña aldea,
y
llaves, que harán que sea
grande la dificultad
que se oponga al mal intento
dese
atrevido mancebo.
Quedaos, que en el alma llevo
más
de un vario pensamiento.
Vase el MARIDO
DAMA:
Entre los dientes ya estaba
el
alma para dejarme;
quise, y no pude mudarme,
aunque más lo procuraba.
¡Mucho esfuerzo ha menester
quien, con traidora conciencia,
no se
alborota en presencia
de
aquel que quiere ofender!
LUGO: Y
más si la ofensa es hecha
de la
mujer al marido.
DAMA: El
nublado ya se ha ido;
hazme
agora satisfecha,
contándome qué querías
a mi
esclavo y mi señor.
LUGO: Hanme
hecho corredor
de no
sé qué mercancías.
Díjele, si las quería,
que
fuésemos luego a vellas.
DAMA: ¿De qué calidad son ellas?
LUGO: De la
mayor cuantía;
que le importa, estoy pensando,
comprallas, honor y hacienda.
DAMA: ¿Cómo
haré yo que él entienda
esa
importancia?
LUGO: Callando.
Calla y vete, y así harás
muy
segura su ganancia.
DAMA: ¿Pues
qué traza de importancia
en lo
de gozarnos das?
LUGO:
Ninguna que sea de gusto;
por
hoy, a lo menos.
DAMA: Pues,
¿cuándo la darás, si es
que
gustas de lo que gusto?
LUGO:
Yo haré por verme contigo.
Vete
en paz.
DAMA: Con ella queda,
y el amor contigo pueda
todo
aquello que conmigo.
[Vase la
DAMA]
LUGO:
Como de rayo del cielo,
como
en el mar de tormenta,
como
de improviso afrenta
y
terremoto del suelo;
como de fiera indignada,
del
vulgo insolente y libre,
pediré a Dios que me libre
de
mujer determinada.
[Vase] Lugo. Sale
el licenciado TELLO de Sandoval, amo de
Cristóbal de Lugo, y el ALGUACIL que salió primero
TELLO:
¿Pasan de mocedades?
ALGUACIL: Es de modo
que,
si no se remedia, a buen seguro
que
ha de escandalizar [al] pueblo todo.
Como cristiano, a vuesa merced juro
que
piensa y hace tales travesuras,
que
nadie dél se tiene por seguro.
TELLO:
¿Es ladrón?
ALGUACIL: No, por cierto.
TELLO:
¿Quita a escuras
las
capas en poblado?
ALGUACIL: No, tampoco.
TELLO: ¿Qué
hace, pues?
ALGUACIL: Otras cien mil
diabluras.
Esto de valentón le vuelve loco:
aquí
riñe, allí hiere, allí se arroja,
y es
en el trato airado el rey y el coco;
con una daga que le sirve de hoja,
y un
broquel que pendiente tray al lado,
sale
con lo que quiere o se le antoja.
Es de toda la hampa respetado,
averigua pendencias y las hace,
estafa, y es señor de lo guisado;
entre
rufos, él hace y él deshace,
el
corral de los Olmos le da parias,
y en
el dar cantaletas se complace.
Por tres heridas de personas varias,
tres mandamientos traigo y no
ejecuto,
y otros dos tiene el
alguacil Pedro Arias.
Muchas veces he estado resoluto
de
aventurallo todo y de prendelle,
o ya
a la clara, o ya con modo astuto;
pero, viendo que da en favorecelle
tanto
vuesa merced, aun no me atrevo
a
miralle, tocalle ni ofendelle.
TELLO: Esa
deuda conozco que la debo.
Y
la pagaré algún día,
y
procuraré que Lugo
use
de más cortesía,
o le
seré yo verdugo,
por
vida del alma mía.
Mas lo mejor es quitalle
de
aquesta tierra y llevalle
a
Méjico, donde voy,
no obstante que puesto estoy
en
reñille y castigalle.
Vuesa merced en buen hora
vaya,
que yo le agradezco
el
aviso, y desde agora
todo
por suyo me ofrezco.
ALGUACIL: Ya
adivino su mejora
sacándole de Sevilla,
que
es tierra do la semilla
holgazana se levanta
sobre
cualquiera otra planta
que
por virtud maravilla.
[Vase] el ALGUACIL
TELLO:
¡Que aqueste mozo me engañe,
y que
tan a suelta rienda
a mi
honor y su alma dañe!
Pues
yo haré, si no se enmienda,
que
de mi favor se extrañe:
que, viéndose sin ayuda,
será
posible que acuda
a la
enmienda de su error;
que a
la sombra del favor
crecen los vicios, sin duda.
[Vase] TELLO.
Salen dos MÚSICOS con guitarras, y
Cristóbal [de LUGO]
con su broquel y daga de ganchos
LUGO:
Toquen, que ésta es la casa, y al seguro
que
presto llegue el bramo a los oídos
de la
ninfa, que he dicho, jerezana,
cuya
vida y milagros en mi lengua
viene
cifrada en verso correntío.
A la
jácara toquen, pues comienzo.
MÚSICO 1:
¿Quieres que le rompamos las ventanas
antes
de comenzar, porque esté atenta?
LUGO:
Acabada la música, andaremos
aquestas estaciones. Vaya agora
el
guitarresco son, y el aquelindo.
Tocan
MÚSICOS: "Escucha,
la que veniste
de la jerezana tierra
a
hacer a Sevilla guerra
en
cueros, como valiente;
la
que llama su pariente
al
gran Miramamolín;
la
que se precia de ruin,
como otras de generosas;
la
que tiene cuatro cosas,
y
aun cuatro mil, que son malas;
la
que pasea sin alas
los aires en noche escura;
la
que tiene a gran ventura
ser amiga de un lacayo;
la
que tiene un papagayo
que siempre la llama puta;
la
que en vieja y en astuta
da
quinao a Celestina;
la
que, como golondrina,
muda tierras y sazones;
la
que a pares, y aun a nones,
ha
ganado lo que tiene;
la
que no se desaviene
por poco que se le dé;
la
que su palabra y fe
que
diese jamás guardó;
la
que en darse a sí excedió
a las godeñas más francas;
la que echa por cinco
blancas
las habas y el cedacillo."
Asómase a la ventana un [SASTRE] medio desnudo, con un
paño de tocar y un candil
[SASTRE]: ¿Están en sí, señores? ¿No
dan cata
que
no los oye nadie en esta casa?
MÚSICO 1: ¿Cómo
así, tajamoco?
[SASTRE]:: Porque el dueño
ha
que está ya a la sombra cuatro días.
MÚSICO 2:
Convaleciente, di: ¿cómo, a la sombra?
[SASTRE]: En la
cárcel; ¿no entrevan?
LUGO: ¿En la
cárcel?
Pues,
¿por qué la llevaron?
[SASTRE]: Por amiga
de
aquel Pierres Papín, el de los naipes.
MÚSICO 1:
¿Aquel francés giboso?
[SASTRE]: Aquese mismo,
que
en la cal de la Sierpe
tiene tienda.
LUGO:
¡Éntrate, bodegón almidonado!
MÚSICO 2:
¡Zabúllete, fantasma antojadiza!
MÚSICO 1:
¡Escóndete, podenco cuartanario!
[SASTRE]:
Éntrome, ladroncitos en cuadrilla;
zabúllome, cernícalos rateros;
escóndome, corchetes a lo Caco.
LUGO: ¡Vive Dios, que es de humor el
hideputa!
[SASTRE]: No
tire nadie; estén las manos quedas,
y
anden las lenguas.
MÚSICO 1: ¿Quién te tira,
sucio?
[SASTRE]: ¿Hay
más? ¡Si no me abajo, cuál me paran!
¡Mancebitos, adiós!; que no soy pera,
que
me han de derribar a terronazos.
[Vase
LUGO: ¿Han
visto los melindres del bellaco?
No le
tiran, y quéjase.
MÚSICO 2: Éste es un sastre
remendón muy donoso.
MÚSICO 1: ¿Qué haremos?
LUGO: Vamos
a dar asalto al pastelero
que
está aquí cerca.
MÚSICO 2: Vamos, que ya es hora
que esté haciendo pasteles; que este ciego
que
viene aquí nos da a entender cuán cerca
[Sale] un CIEGO
viene
ya el día.
CIEGO:
No he madrugado mucho,
pues
que ya suena gente por la calle.
Hoy
quiero comenzar por este sastre.
LUGO:
¡Hola, ciego, buen hombre!
CIEGO: ¿Quién me
llama?
LUGO: Tomad aqueste real, y diez y siete
oraciones decid, una tras otra,
por
las almas que están en purgatorio.
CIEGO: Que
me place, señor, y haré mis fuerzas
por
decirlas devota y claramente.
LUGO: No me
las engulláis, ni me echéis sisa
en
ellas.
CIEGO:
No, señor; ni por semejas.
A las
Gradas me voy, y allí, sentado,
las
diré poco a poco.
LUGO: ¡Dios os guíe!
Vase el CIEGO
MÚSICO 1:
¿Quédate para vino, Lugo amigo?
LUGO: Ni
aun un solo cornado.
MÚSICO 2: ¡Vive Roque,
que
tienes condición extraordinaria!
Muchas veces te he visto dar limosna
al tiempo que la lengua
se nos pega
al
paladar, y sin dejar siquiera
para
comprar un polvo de Cazalla.
LUGO: Las
ánimas me llevan cuanto tengo;
mas yo tengo esperanza que algún día
lo
tienen de volver ciento por uno.
MÚSICO 2: ¡A la
larga lo tomas!
LUGO: Y a lo
corto;
que
al bien hacer jamás le falta premio.
Suena dentro como que hacen pasteles, y canta un
[PASTELERO] dentro
lo siguiente
[PASTELERO]: "¡Afuera,
consejos vanos,
que despertáis mi dolor!
No
me toquen vuestras manos;
que, en los consejos de amor,
los que matan son los
sanos."
MÚSICO 1:
¡Hola! Cantando está el pastelerazo,
y,
por lo menos, los "consejos vanos".
¿Tienes pasteles, cangilón con tetas?
PASTELERO: ¡Músico
de mohatra sincopado!
LUGO:
Pastelero de riego, ¿no respondes?
PASTELERO:
Pasteles tengo, mancebitos hampos;
mas no son para ellos, corchapines.
LUGO:
¡Abre, socarra, y danos de tu obra!
PASTELERO: ¡No quiero, socarrones! ¡A otra puerta,
que
no se abre aquésta por agora!
LUGO: ¡Por
Dios, que a puntapiés la haga leña
si
acaso no nos abres, buenos vinos!
PASTELERO: ¡Por
Dios, que no he de abrir, malos vinagres!
LUGO:
"¡Agora lo veredes!", dijo Agrajes.
MÚSICO 1:
¡Paso, no la derribes! ¡Lugo, tente!
Da de coces a la puerta; sale el PASTELERO y sus secuaces
con palas y
barrederos y asadores
PASTELERO:
¡Bellacos, no hay aquí Agrajes que valgan;
que,
si tocan historias, tocaremos
palas
y chuzos!
MÚSICO 2: ¡Enciérrate, capacho!
LUGO:
¿Quieres que te derribe aquesas muelas,
remero de Carón el chamuscado?
PASTELERO:
¡Cuerpo de mí! ¿Es Cristóbal el de Tello?
MÚSICO 1: Él
es. ¿Por qué lo dices, zangomango?
PASTELERO:
Dígolo porque yo le soy amigo
y muy
su servidor, y para cuatro
o
para seis pasteles no tenía
para
qué romper puertas ni ventanas,
ni
darme cantaletas ni matracas.
Entre
Cristóbal, sus amigos entren,
y
allánese la tienda por el suelo.
LUGO: ¡Vive
Dios, que eres príncipe entre príncipes,
y que
esa sumisión te ha de hacer franco
de
todo mi rigor y mal talante!
Enváinense la pala y barrederas,
y
amigos usque ad mortem.
PASTELERO: Por San
Pito,
que
han de entrar todos, y la buena estrena
han
de hacer a la hornada, que ya sale;
y
más, que tengo de Alanís un cuero
que
se viene a las barbas y a los ojos.
MÚSICO 1: De
miedo hace todo cuanto hace
aqueste marión.
LUGO: No importa nada.
Asgamos la ocasión por el harapo,
por
el hopo o copete, como dicen,
ora
la ofrezca el miedo o cortesía.
El
señor pastelero es cortesísimo,
y yo
le soy amigo verdadero,
y
hacer su gusto por mi gusto quiero.
[Vanse] todos. Sale ANTONIA, con su manto no muy
aderezada sino
honesta
ANTONIA:
Si ahora yo le hallase
en su
aposento, no habría
cosa
de que más gustase;
quizá
a solas le diría
alguna que le ablandase.
Atrevimiento es el mío:
pero
dame esfuerzo y brío
estos
celos y este amor,
que
rinden con su rigor
al
más esento albedrío.
Ésta es la casa, y la puerta,
como pide mi deseo,
parece que está entreabierta;
mas,
¡ay!, que a sus quicios veo
yacer
mi esperanza muerta.
Apenas puedo moverme;
pero,
en fin, he de atreverme,
aunque tan cobarde estoy,
porque en el punto de hoy
está
el ganarme o perderme.
Sale el inquisidor TELLO de Sandoval, con ropa de
levantar,
rezando en unas Horas
TELLO: Deus
in adiutorium meum intende,
Domine, ad adiuvandum me festina.
Gloria Patri, et Filio et Spiritui Sancto,
Sicut erat [in principio...]
¿Quién está ahí? ¿Qué rüido
es
ése? ¿Quién está ahí?
Antonia ¡Ay desdichada de mí!
¿Qué
es lo que me ha sucedido?
TELLO:
Pues, señora, ¿qué buscáis
tan
de mañana en mi casa?
Éste
de madrugar pasa.
No os turbéis. ¿De qué os turbáis?
ANTONIA:
¡Señor!
TELLO:
Adelante. ¿Qué es?
Proseguid vuestra razón.
ANTONIA: Nunca
la errada intención
supo
enderezar los pies.
A Lugo vengo a buscar.
TELLO: ¿Mi
criado?
ANTONIA:
Sí, señor.
TELLO: ¿Tan
de mañana?
ANTONIA: El amor
tal
vez hace madrugar.
TELLO:
¿Bien le queréis?
ANTONIA: No lo niego;
mas
quiérole en parte buena.
TELLO: El
madrugar os condena.
ANTONIA:
Siempre es solícito el fuego.
TELLO:
En otra parte buscad
materia que le apliquéis,
que
en mi casa no hallaréi[s]
sino
toda honestidad;
y
si el mozo da ocasión
que
le busquéis, yo haré
que
desde hoy más no os la dé.
ANTONIA:
Enójase sin razón
vuesa merced; que, en mi alma,
que
el mancebo es de manera,
que
puede llevar do quiera
entre
mil honestos palma.
Verdad es que él es travieso,
matante, acuchillador;
pero,
en cosas del amor,
por
un leño le confieso.
No me lleva a mí tras él
Venus
blanda y amorosa,
sino
su aguda ganchosa
y su
acerado broquel.
TELLO:
¿Es valiente?
ANTONIA: Muy bien puedes
sin
escrúpulo igualalle,
y aun
quizá será agravialle,
a
García de Paredes.
Y
por esto este mocito
trae
a todas las del trato
muertas; por ser tan bravato;
que
en lo demás es bendito.
TELLO:
Óigole. Escondeos aquí,
porque
quiero hablar con él
sin
que os vea.
ANTONIA: ¡Que no es él!
TELLO: Es,
sin duda; yo le oí.
Después os daré lugar
para
hablarle.
ANTONIA: Sea en buen hora.
Escóndese ANTONIA. Entra LUGO en cuerpo, pendiente a las
espaldas el broquel y la daga, y trae el rosario en la
mano
LUGO: Mi
señor suele a esta hora
de
ordinario madrugar.
Mirad si lo dije bien;
hele
aquí. Yo apostaré
que
hay sermón do no pensé.
Acábese presto. Amén.
TELLO:
¿De dónde venís, mancebo?
LUGO: ¿De
dó tengo de venir?
TELLO: De
matar y de herir,
que
esto para vos no es nuevo.
LUGO: A
nadie hiero ni mato.
TELLO: Siete
veces te he librado
de la
cárcel.
LUGO: Ya es pasado
aquése, y tengo otro trato.
TELLO: Más
sé que hay de un mandamiento
para
prenderte en la plaza.
LUGO: Sí; mas
ninguno amenaza
a que
dé coces al viento:
que todas son liviandades
de mozo las que me culpan,
y a mí mismo me
disculpan,
pues no llegan a maldades.
Ellas son cortar la
cara
a un
valentón arrogante,
una
matraca picante,
aguda,
graciosa y rara;
calcorrear diez pasteles
o cajas
de diacitrón;
sustanciar una quistión
entre
dos jaques noveles;
el
tener en la dehesa
dos
vacas, y a veces tres,
pero
sin el interés
que en
el trato se profesa;
procurar que ningún rufo
se
entone do yo estuviere,
y que
estime, sea quien fuere,
la
suela de mi pantufo.
Estas y otras cosas tales
hago
por mi pasatiempo,
demás
que rezo algún tiempo
los
psalmos penitenciales;
y,
aunque peco de ordinario,
pienso,
y ello será ansí,
dar buena cuenta de mí
por las
de aqueste rosario.
TELLO:
Dime, simple: ¿y tú no ves
que
desa tu plata y cobre,
es dar
en limosna al pobre
del
puerco hurtado los pies?
Haces a Dios mil ofensas,
como dices, de ordinario,
¿y con
rezar un rosario,
sin
más, ir al cielo piensas?
Entra por un libro allí,
que
está sobre aquella mesa.
Dime: ¿qué manera es ésa
de
andar, que jamás la vi?
¿Hacia atrás? ¿Eres cangrejo?
Vuélvete. ¿Qué novedad
es ésa?
LUGO:
Es curiosidad
y
cortesano consejo
que
no vuelva el buen crïado
las
espaldas al señor.
TELLO: Crïanza
de tal tenor,
en
ninguno la he notado.
Vuelve, digo.
LUGO: Ya me vuelvo:
que por esto el paso atrás
daba.
TELLO:
En que eres Satanás
desde
agora me resuelvo.
¿Armado en casa? ¿Por suerte
tienes
en ella enemigos?
Sí
tendrás, cual son testigos
los
ministros de la muerte
que
penden de tu pretina,
y en
ellos has confirmado
que el
mozo descaminado,
como
tú, hacia atrás camina.
¡Bien iré a la Nueva España
cargado
de ti, malino;
bien a
hacer este camino
tu
ingenio y virtud se amaña!
Si,
en lugar de libros, llevas
estas
joyas que veo aquí,
por cierto que das de ti
grandes
e ingeniosas pruebas.
¡Bien responde la esperanza
en que
engañado he vivido
al
cuidado que he tenido
de tu
estudio y tu crïanza!
¡Bien me pagas, bien procuras
que tu
humilde nacimiento
en ti
cobre nuevo asiento,
menos
bríos y venturas!
En
balde será avisarte,
por
ejemplos que te den,
que nunca se avienen bien
Aristóteles y Marte,
y que está en los aranceles
de la discreción mejor
que no
guardan un tenor
las
súmulas y broqueles.
Espera,
que quiero darte
un
testigo de quién eres,
si es
que hacen las mujeres
alguna
fe en esta parte.
Salid, señora, y hablad
a
vuestro duro diamante,
honesto, pero matante,
valiente, pero rufián.
Sale ANTONIA
LUGO:
Demonio, ¿quién te ha traído
aquí?
¿Por qué me persigues,
si
ningún fruto consigues
de tu
intento malnacido?
[Sale] LAGARTIJA, asustado
TELLO:
Mancebo, ¿qué buscáis vos?
¡Con
sobresalto venís!
¿Qué
respondéis? ¿Qué decís?
LAGARTIJA: Digo
que me valga Dios;
digo
que al so Lugo busco.
TELLO: Veisle
ahí: dadle el recado.
LAGARTIJA: De
cansado y de turbado,
en las
palabras me ofusco.
LUGO:
Sosiégate, Lagartija,
y dime
lo que me quieres.
LAGARTIJA:
Considerando quién eres,
mi alma
se regocija
y espera de tu valor
que
saldrás con cualquier cosa.
LUGO: Bien;
¿qué hay?
LAGARTIJA:
¡A Carrascosa
le
llevan preso, señor!
LUGO: ¿Al
padre?
LAGARTIJA:
Al mismo.
LUGO:
¿Por dónde
le
llevan? ¡Dímelo, acaba!
LAGARTIJA: Poquito
habrá que llegaba
junto a
la puerta del conde
del
Castellar.
LUGO: ¿Quién le lleva,
y por
qué, si lo has sabido?
LAGARTIJA: Por
pendencia, a lo que he oído;
y el
alguacil Villanueva,
con
dos corchetes, en peso
le
llevan, como a un ladrón.
¡Quebrárate el corazón
si le
vieras!
LUGO:
¡Bueno es eso!
Camina y guía, y espera
buen
suceso deste caso,
si los
alcanza mi paso.
LAGARTIJA: ¡Muera
Villanueva!
LUGO: ¡Muera!
Va[n]se LAGARTIJA y LUGO, alborotados
TELLO: ¿Qué
padre es éste? ¿Por dicha,
llevan
a algún fraile preso?
ANTONIA: No,
señor, no es nada deso:
que
éste es padre de desdicha,
puesto que en su oficio gana
más que dos padres, y aun tres.
TELLO: Decidme
de qué Orden es.
ANTONIA: De los
de la casa llana.
Es
alcaide, con perdón,
señor,
de la mancebía,
a quien llaman padre hoy día
las de
nuestra profesión;
su
tenencia es casa llana,
porque
se allanan en ella
cuantas
viven dentro della.
TELLO: Bien el
nombre se profana
en eso de alcaide y padre,
nombres
honrados y buenos.
ANTONIA: Quien
vive en ella, a lo menos,
no
estará sin padre y madre
jamás.
TELLO:
Ahora bien: señora,
id con Dios, que a este mancebo
yo os
le pondré como nuevo.
ANTONIA: Tras él
voy.
TELLO:
Id en buen hora.
[Vanse TELLO y ANTONIA, cada uno por su puerta]. Sale el ALGUACIL que
suele, con dos CORCHETES, que traen preso a Carrascosa,
PADRE de la mancebía
PADRE: Soy
de los Carrascosas de Antequera,
y tengo
oficio honrado en la república,
y
háseme de tratar de otra manera.
Solíanme hablar a mí por súplica,
y es
mal hecho y mal caso que se atreva
hacerme
un alguacil afrenta pública.
Si a
un personaje como yo se lleva
de
aqueste modo, ¿qué hará a un mal hombre?
Por
Dios, que anda muy mal, sor Villanueva;
mire
que da ocasión a que se asombre
el que
viere tratarme desta suerte.
ALGUACIL: Calle,
y la calle con más prisa escombre,
porque
le irá mejor, si en ello advierte.
[Sale] a este instante LUGO, puesta la mano en la daga y
el broquel;
viene con él LAGARTIJA y LOBILLO
LUGO: Todo
viviente se tenga,
y
suelten a Carrascosa
para
que conmigo venga,
y no se
haga otra cosa,
aunque
a su oficio convenga.
Ea,
señor Villanueva,
dé de
contentarme prueba,
como
otras veces lo hace.
ALGUACIL: Señor
Lugo, que me place.
CORCHETE [1]: ¡Juro a
mí que se le lleva!
LUGO:
Padre Carrascosa, vaya
y
éntrese en San Salvador,
y a su
temor ponga raya.
LAGARTIJA: Este
Cid Campeador
mil
años viva y bien haya.
ALGUACIL:
Cristóbal, eche de ver
que no
me quiero perder
y que
le sirvo.
LUGO: Está bien;
yo lo
miraré muy bien
cuando
fuere menester.
ALGUACIL:
¡Agradézcalo al padrino,
señor
padre!
LOBILLO: No haya más,
y siga
en paz su camino.
CORCHETE [1]: ¿Este
mozo es Barrabás,
o es
Orlando el Paladino?
¡No
hay hacer baza con él!
[Vanse]
el ALGUACIL y los
CORCHETES
PADRE: Nuevo
español bravonel,
con tus
bravatas bizarras
me has librado de las garras
de aquel tacaño Luzbel.
Yo
me voy a retraer,
por sí
o por no. ¡Queda en paz,
honor
de la hampa y ser!
LUGO: Dices
bien, y aqueso haz,
que yo
después te iré a ver.
¡Bien se ha negociado!
LOBILLO: Bien;
sin
sangre, sin hierro o fuego.
LUGO: De cólera venía ciego,
y
enfadado.
LOBILLO:
Y yo también.
Vamos a cortarla aquí
con un
polvo de lo caro.
LUGO: En
otras cosas reparo
que me
importan más a mí.
Ir quiero agora a jugar
con
Gilberto, un estudiante
que
siempre ha sido mi azar,
hombre
que ha de ser bastante
a
hacerme desesperar.
Cuanto tengo me ha ganado;
solamente me han quedado
unas
súmulas, y a fe
que, si
las pierdo, que sé
cómo
esquitarme al doblado.
LOBILLO: Yo
te daré una baraja
hecha,
con que le despojes
sin que le dejes alhaja.
LUGO: ¡Largo
medio es el que escoges!
Otro sé
por do se ataja.
Juro
a Dios omnipotente
que, si
las pierdo al presente,
me he de hacer salteador.
LOBILLO:
¡Resolución de valor
y traza
de hombre prudente!
Si
pierdes, ¡ojalá pierdas!,
yo
mostraré en tu ejercicio
que
estas manos no son lerdas.
LAGARTIJA: Siempre
fue usado este oficio
de
personas que son cuerdas,
industriosas y valientes,
por los
casos diferentes
que se
ofrecen de contino.
LOBILLO: De
seguirte determino.
LAGARTIJA: Por
tuyo es bien que me cuentes.
Ya
ves que mi voluntad
es de
alquimia, que se aplica
al bien
como a la maldad.
LUGO: Esa
verdad testifica
tu
fácil habilidad.
No
te dejaré jamás;
y
adiós.
LOBILLO:
Lugo, ¿qué, te vas?
LUGO: Luego
seré con vosotros.
LAGARTIJA: Pues,
¡sus!, vámonos nosotros
a la
ermita del Compás.
[Vanse] todos, y sale PERALTA, estudiante, y
ANTONIA
ANTONIA: Si
ha de ser hallarle acaso,
mis desdichas son mayores.
PERALTA: ¿Son celos, o son amores
los que aquí os guían el
paso,
señora Antonia?
ANTONIA:
No sé,
si no
es rabia, lo que sea.
PERALTA: Por
cierto, muy mal se emplea
en tal sujeto tal fe.
ANTONIA: No
hay parte tan escondida,
do no
se sepa mi historia.
PERALTA: Hácela
a todos notoria
el
veros andar perdida
buscando siempre a este hombre.
ANTONIA:
¿Hombre? Si él lo fuera, fuera
descanso mi angustia fiera.
Mas no
tiene más del nombre;
conmigo,
a lo menos.
PERALTA: ¿Cómo?
ANTONIA: Esto,
sin duda, es así;
que
Amor le hirió para mí
con las
saetas de plomo.
No
hay yelo que se le iguale.
PERALTA: Pues,
¿por qué le queréis tanto?
ANTONIA: Porque
me alegro y me espanto
de lo
que con hombres vale.
¿Hay
más que ver que le dan
parias
los más arrogantes,
de la
heria los matantes,
los bravos de San Román?
¿Y
hay más que vivir segura,
la que
fuere su respeto,
de
verse en ningún aprieto
de los
de nuestra soltura?
Quien tiene nombre de suya,
vive alegre y respetada;
a razón
enamorada,
no hay
ninguna que la arguya.
Vase ANTONIA
PERALTA:
Estas señoras del trato
precian
más, en conclusión,
un
socarra valentón
que un Medoro gallinato.
En
efecto, gran lisión
es la
desta moza loca.
Ya la
campanilla toca;
entrémonos a lición.
[Vase] PERALTA, y salen GILBERTO, estudiante, y
LUGO
GILBERTO: Ya irás contento, y ya puedes
dejar
de gruñir un rato,
y ya
puedes dar barato
tal,
que parezcan mercedes.
Más
me has ganado este día,
que yo
en ciento te he ganado.
LUGO: Así es verdad.
GILBERTO: Que buen grado
le
venga a mi cortesía.
¿Yo
tus súmulas? ¡Estaba
loco,
sin duda ninguna!
LUGO: Sucesos
son de fortuna.
GILBERTO Ya yo
los adivinaba;
porque al tahúr no le dura
mucho
tiempo el alegría,
y el
que de naipes se fía,
tiene
al quitar la ventura.
Hoy
de cualquiera quistión
has de
salir vitorioso;
y
adiós, señor ganancioso,
que yo
me vuelvo a lición.
[Vase] GILBERTO y sale el MARIDO de la mujer que
salió primero
MARIDO
Señor Lugo, a gran ventura
tengo
este encuentro.
LUGO: Señor,
¿qué
hay de nuevo?
MARIDO:
Aquel temor
de ser
ofendido aún dura.
Tengo a mi consorte amada
retirada en una aldea,
y para
que el sol la vea,
apenas
halla la entrada.
Con
aquel recato vivo
que me
mandasteis tener,
y
muérome por saber
de
quién tanto mal recibo.
LUGO: Ya
aquél que pudo poneros
en
cuidado está de suerte
que
llegará al de la muerte,
y no al
punto de ofenderos.
Quietad con este seguro
el
celoso ansiado pecho.
MARIDO: Con eso
voy satisfecho,
y de
serviros lo juro.
Hacer podéis de mi hacienda,
Lugo, a
vuestra voluntad.
LUGO: Pasó mi
necesidad,
no hay
ninguna que me ofenda;
y
así, sólo en recompensa
recibo
vuestro deseo.
MARIDO: No
aquel estilo en vos veo
que el
vulgo, engañado, piensa.
Adiós, señor Lugo.
Vase
LUGO: Adiós.
[Sale] LAGARTIJA
Pues, Lagartija, ¿a qué vienes?
LAGARTIJA: ¡Qué
gentil remanso tienes!
¿No ves
que dará las dos,
Reza LUGO
y te
está esperando toda
la
chirinola hampesca?
Ven,
que la tarde hace fresca
y a los
tragos se acomoda.
¿Cuando te están esperando
tus
amigos con más gusto,
andas,
cual si fueras justo,
avemarías tragando?
O sé rufián, o sé santo;
mira lo
que más te agrada.
Voime,
porque ya me enfada
tanta
Gloria y Patri tanto.
Vase LAGARTIJA
LUGO: Solo
quedo, y quiero entrar
en
cuentas conmigo a solas,
aunque
lo impidan las olas
donde
temo naufragar.
Yo
hice voto, si hoy perdía,
de irme
a ser salteador:
claro y
manifiesto error
de una
ciega fantasía.
Locura y atrevimiento
fue el
peor que se pensó,
puesto
que nunca obligó
mal
voto a su cumplimiento.
Pero, ¿dejaré por esto
de
haber hecho una maldad,
adonde
mi voluntad
echó de
codicia el resto?
No,
por cierto. Mas, pues sé
que
contrario con contrario
se cura
muy de ordinario,
contrario
voto haré,
y
así, le hago de ser
religioso. Ea, Señor;
veis
aquí a este salteador
de
contrario parecer.
Virgen, que Madre de Dios
fuiste
por los pecadores,
ya os llaman salteadores;
oídlos, Señora, vos.
Ángel de mi guarda,
ahora
es
menester que acudáis,
y el
temor fortalezcáis
que en
mi alma amarga mora.
Ánimas de purgatorio,
de
quien continua memoria
he
tenido, séaos notoria
mi
angustia, y mi mal notorio;
y,
pues que la caridad
entre
esas llamas no os deja,
pedid a Dios que su oreja
preste
a mi necesidad.
Psalmos de David benditos,
cuyos misterios son tantos
que sobreceden a cuantos
renglones tenéis escritos,
vuestros conceptos me animen,
que he advertido veces tantas,
a que yo ponga mis plantas
donde al alma no lastimen:
no en los montes
salteando
con mal
cristiano decoro,
sino en los claustros y el coro
desnudas, y yo rezando.
¡Ea,
demonios: por mil modos
a todos
os desafío,
y en mi
Dios bueno confío
que os
he de vencer a todos!
[Vase], y suenan a este instante las chirimías;
descúbrese una gloria o,
por lo menos, un ÁNGEL, que, en cesando la música, diga
[ÁNGEL]:
Cuando un pecador se vuelve
a Dios
con humilde celo,
se
hacen fiestas en el cielo.
.......................[ - elve].
FIN DE LA
PRIMERA JORNADA
|