PRIMERA JORNADA
Salen JONATÁS, SAÚL y JOAB
SAÚL: Dios de Israel, Dios eterno,
basten las desdichas mías;
no me den
melancolías,
espíritus
del infierno.
Si vuestra
gente gobierno
con alguna
inobediencia,
moderad,
Dios, la sentencia
de la pena
con que vivo
porque en
mal tan excesivo
no basta
humana paciencia.
Y
vosotros que estáis viendo
el monte
que traigo encima,
¿cómo,
decid, no os lastima
el ver que
estoy padeciendo?
En vivo
fuego me enciendo;
en
tristezas me consumo;
de mi
tormento presumo
que según
me martiriza,
hecho mi
cuerpo ceniza,
resolverá
el alma en humo.
JONATÁS: Padre,
rey y señor mío,
de tu
continua tristeza
nace este
mal.
SAÚL:
Mi flaqueza
es región
del aire frío.
Del
corazón, el estío
sombra
oscura es. Esta casa,
y el alma en ella, se abrasa
y un mar
de tristezas bebe.
¡Ay de
mí! ¡En qué tiempo breve
la gloria
del mundo pasa!
¿Veis armados escuadrones
de espíritus infernales
que en los orbes celestiales
beben furiosos dragones?
JONATÁS: Melancólicas pasiones
tienen tu seso turbado.
SAÚL: ¿No miras
el cielo airado,
rojo su
color azul?
JOAB: ¡Ah mísero
rey Saúl,
cómo estás
endemoniado!
SAÚL:
¡Detente, muerte, detente!
¿Ay rey acometes? --Sí.
--Pues, ¿qué pretendes de mí?
--El alma está inobediente.
--Triunfa
agora de la gente.
--No quiero. --¡Pues, ¿qué procuras?
--Tu
victoria. --¿Y me aseguras
del
vencimiento? --Pues, ¿no
venceréte
al fin? --¿Quién? --Yo.
JONATÁS: ¡Qué
tristezas!
JOAB:
¡Qué locuras!
SAÚL: ¡Salid,
demonios, de aquí!
¡Salid,
tigres! ¡Salid fuera
de mi
casa!
JOAB:
Así saliera
lo que
está dentro de ti.
SAÚL: ¿Cómo os apartáis de mí?
Volved, esp¡ritus tristes.
Demonios, ¿a qué volvistes?
Morir tenéis a mis manos,
espíritus inhumanos
desde el día que caístes.
JONATÁS:
Sosiega, por vida mía.
Toma, rey,
algún consuelo
que no te ha
de dar el cielo
eterna
melancolía.
Si la
agradable armonía
de la
música te agrada,
medicina
está buscada
de un
pobrecillo pastor;
que no ha
cantado mejor,
jamás, persona
crïada.
Siéntate, y gusta, señor,
que entre
a cantar por tu bien
un pastor
que de Belén
te he
traído.
SAÚL:
¿Y un pastor,
suspender
puede el dolor
que un espíritu infernal
me causa?
JONATÁS:
Sí, porque es tal
la música
y armonía
de su arpa
que podía
suspender
la celestial.
SAÚL: Entre,
pues, porque si tanto
puede una
divina voz,
[quitar la
pena feroz],
vida me
dará su canto.
Siéntase y sale DAVID con su arpa
JOAB: Siéntate,
señor, y el llanto
vuelve en
risa y en quietud.
DAVID: Hoy de su
dulce salud
mi arpa me da esperanzas,
templada
con alabanzas
del autor
de la virtud.
JONATÁS: Suena, dichoso pastor,
las dulces cuerdas templadas
que a voces tan acordadas
olvidará
su dolor.
JOAB: Cante en
ese corredor;
que la
dulce consonancia
será mejor
si hay distancia
entre la
voz y el oído.
DAVID: Voy a
cantar, y al rey pido
que
perdone mi ignorancia.
Vase DAVID
SAÚL: Si el
alma tiene sosiego,
sombras perturban mis ojos;
todo es temores y antojos;
todo es tristezas y fuego.
Jonatás...
JONATÁS: ¿Señor?
SAÚL:
No niego
que a mi Dios fui inobediente,
pero es mi
mal impaciente,
es
insufrible mi pena.
JONATÁS: Escucha,
pues, porque suena
su música
dulcemente.
Cantan de dentro
MÚSICOS: Corriendo
hasta el mar los ríos,
y el mar
creciendo y menguando,
que ya
furioso, ya blando,
pulsa en
los peñascos fríos.
[Aunque no pueden ser píos]
las cosas inanimadas
con voces no articuladas
el mundo y
el cielo ufano
bendicen
la santa mano
de quien
han sido crïadas.
JONATÁS: Parece
que el dulce sueño
con
agradables despojos
la luz
hurtó de sus ojos.
JOAB: Gusto
siento no pequeño.
Déjale
dormir.
Vanse JOAB y JONATÁS, y entre MICOL
MICOL:
(Si el dueño Aparte
de esta
voz que alegre suena
no es
ángel, o no es sirena
que engaña
el incauto oído,
el mismo
Amor habrá sido
que cantó
por darme pena).
MÚSICO: En el
valle coronado
de sombras
y soledad,
donde la
santa verdad
anda en su
primer estado,
balando el
libre ganado
y el
pájaro sin prisiones,
con no
aprendidas canciones
que
exceden humano canto,
invocan el
nombre santo
del dios
de los escuadrones.
MICOL: (¡Qué
suavidad! ¡Qué dulzura! Aparte
El alma
tras sí me lleva,
obligándome a que beba
esta voz
sonora y pura.
¿Quién oyó
mortal criatura
cantar
así?)
SAÚL:
Ya me siento
respirando
nuevo aliento,
de no
pensada alegría.
¡Oh
poderosa armonía!
¡Oh celestial instrumentos!
Salen
DAVID, JONATÁS y JOAB
JOAB: Ya con
salud se levanta
alegre el
rey.
JONATÁS:
¿Quién pudiera
suspender
pena tan fiera
sin tu
dulce garganta?
SAÚL: Pastor que
sana si canta,
déme los brazos.
DAVID: Los pies
será razón que me des.
MICOL: (Talle y
voz iguales veo. Aparte
Tente,
Amor; tente deseo;
que un
humilde pastor es.
Las cuerdas de un instrumento
son amorosas prisiones;
su voz dulce y sus canciones
son centro
del pensamiento.
La
libertad y el tormento
nos
suspendió juntamente;
mas ¡ay!,
que es loco accidente
del alma
casi divina
cuando tan
fácil se inclina
al objeto
que hay presente).
JONATÁS:
Quisiera entrarte en mi pecho
y así dos
vidas tuviera
con que
decirte pudiera
la amistad
que habemos hecho
en las
almas.
DAVID: Satisfecho
estoy de tanto favor;
rey seré, si eres pastor.
JONATÁS: Pero te
quiero de suerte
que me
igualas.
DAVID:
A la muerte
parece sólo el Amor.
Sale
URÍAS
URÍAS: Señor, si de tus trofeos,
en mil batallas ganados,
no quieres ver olvidados
tus inmortales deseos,
mira que los filisteos
pasando
van adelante,
y un
capitán arrogante
en tu
reino asombra a todos;
que un palmo más de seis codos
tiene el
soberbio gigante.
Si ya
en tus melancolías
el
pretendido fin hallas,
llama al
Dios de la batallas
en cuyo
brazo confías
y
defiéndete.
SAÚL:
Los días
que
pasando estoy sin Él
al enemigo
crüel
mi
enfermedad le provoca.
Ya estoy
bueno; al arma toca,
[¡Cierra
el hueste de Israel!]
Vanse los dos
MICOL: (Alégrame, si lo miro, Aparte
tener
miedo y osadía
y en dulce
melancolía
dar un
alegre suspiro.
Pésame, si
me retiro,
imaginar
devaneos
y en
amoroso trofeos
tener
recato y temor.
¿Qué puede
ser, sino amor?
Teneos,
locos deseos.
Pastor
es quien mis sentidos
regala en
vanos antojos,
con su
presencia en los ojos
y con su
voz los oídos.
Pensamientos mal perdidos,
¿cómo no
os perdéis por altos?
Que el
corazón me da saltos,
temiendo,
que mi afición
no se
inclina a hombres que son
de
merecimientos faltos).
DAVID: (¿Cuándo la fresca mañana, Aparte
que el
blanco rebaño mío
borda el
pasto con rocío,
tuvo luz
tan soberana?
¿Cuándo se
vio tan lozana
corderilla
dando saltos?
Mirad, pensamientos
faltos
de humano
merecimiento,
que será
el subir violento.
No queráis
subir tan altos.
Hija es
del rey la que he visto.
Yo soy
humilde pastor.
Si esto
que siento es amor,
gloria
imposible conquisto.
Si al
principio no resisto,
creceréis,
locos deseos,
y entre
ciegos devaneos
yo os
prometo que caigáis.
Siendo
esto así, no subáis,
o ya que
subís, teneos).
MICOL: Pastor,
que en el verde prado
cantando
en alegres días
con tu
música podías
hacer
andar el ganado
del agua y
yerba olvidado,
¿quién
eres? Porque, de suerte,
es tu voz
tan suave y fuerte
que te
podrás igualar
a la
sirena del mar
y al
blando cisne en la muerte.
DAVID: Reina
que en el verde prado
dando luz
a nuestros días
con tu
hermosura, podías
hacer
andar olvidado
de agua y
yerba mi ganado,
David soy,
que al rey pretendo
servir
cantando y tañendo.
Belén fue
mi patria ya,
Jesé mi
padre, y Judá
la tribu
de quien desciendo.
Como
fui el hijo menor,
siendo los
demás soldados,
guardar me
mandó ganados.
En efecto
soy pastor,
pero
conozco el valor
de esos
ojos de los cielos;
porque
entre cándidos velos
turbado se
mira el sol
porque le
tiene Micol
muerto de
envidia y de celos.
MICOL: (¡Qué
gallardo! ¡Qué discreto! Aparte
Hablando y
tañendo mata.
¡Ay Naturaleza ingrata!
¿Por qué
hiciste tal sujeto
pobre
así? Pero en efeto
le diste
mucha nobleza.
¡Qué
gallarda gentileza!
Al Amor
hago jüez
que es
aquesto "haya un vez
en la mujer fortaleza").
DAVID: Ya que
falta la presencia
de tu
padre y rey amado,
volveréme
a mi ganado
si acaso
me das licencia.
MICOL: (Aquí
importa resistencia).
Ve, David,
en hora buena.
Dicen aparte mientras se va cada uno por
su puerta
DAVID: (Hora de
tu gloria ajena,
¿cómo
puede ser buen hora?)
MICOL: (Voz que
mata y enamora
de ángel
es, o de sirena).
DAVID: (El
alma se deleita si la veo).
MICOL: (Crece,
cuando te miro, mi locura).
DAVID: (Prisión
del albedrío es su hermosura),
MICOL:
(¡Cuidado! Es el amor o devaneo).
DAVID: (¿Qué
siento? ¿Qué imagino? ¿Qué deseo?)
MICOL: (No me
dejes, razón; tenme, cordura).
DAVID: (El mismo
sol envidia luz tan pura),
MICOL: (Si vence
mi pasión, ¡qué gran trofeo!)
DAVID: (Desmandados andáis, tímidos ojos).
MICOL: (Ojos, ¿por qué razón sois tan villanos?)
DAVID: (Antojos, sosegad).
MICOL: (Dejadme, antojos).
DAVID: (Pensamientos de honor, seréis
tiranos).
MICOL: (Pensamientos de honor, seréis despojos),
DAVID: (¡Crüeles!)
MICOL: (¡Insufribles!)
DAVID: (¡Ciegos!)
MICOL:
(¡Vanos!)
Vanse. Salen
LISARDO, LÍSIDA
y pastores
LISARDO: ¿Aún no
te dejas amar?
¿Qué más
mal que tu dureza,
ni qué sol
a tu belleza
puede,
Lísida, igualar?
¿Qué
pastor mi igual se ve
si amores
te satisfacen
en estos
campos que pacen
los
ganados de Jesé?
Aquí el
árbol más sombrío
que de
verde vistió el mayo
desnudo se
ve de un rayo
y del
rigor del estío.
La
fuente más singular
que bebe
nuestro ganado,
naciendo
en el verde prado
viene a morir en el mar.
Toda
esa verde ribera
despoja y
seca el octubre
y segunda
vez la cubre
de flores
la primavera.
Del
tiempo y naturaleza,
¿qué cosa
no se alteró?
Sólo
aqueste monte y yo
sabemos
tener firmeza.
LÍSIDA: No me
vences de esa suerte,
pues tengo
firmeza igual.
LISARDO: Dime, ¿en
qué?
LÍSIDA:
En quererte mal.
Soy monte en
aborrecerte.
Hacer
no podré mudanza.
LISARDO: Con eso
estoy más gozoso
que será
pastor dichoso
quien tus
desdenes alcanza.
LÍSIDA: ¿Cómo
así?
LISARDO:
¿Cuál es mejor,
estar en
humilde estado
cerca de
ser levantado
a
prosperidad mayor,
o, en
un estado felice
cerca de
un mal lastimero?
LÍSIDA: El mejor
es el primero.
Ello mismo
se lo dice.
LISARDO: Dichoso,
pues, vengo a ser.
Con tu
disfavor prometo
que has de
mudarte en efeto,
que eres hermosa y mujer.
Verme agora aborrecido
me da,
Li´sida, esperanza,
que será,
con tu mudanza,
este amor
agradecido.
Olvidarás al zagal
más
dichoso de Belén.
Subiré del
mal al bien
y él caerá
del bien al mal.
Habiéndote de mudar,
los estados mudaremos;
que eres mujer y en extremos,
por fuerza tienes de
andar.
LÍSIDA: Si
amiga de extremos es
la mujer,
y amando estás,
quiero
aborrecerte más
por
quererte más después.
Sale VELANIO, pastor
VELANIO: Serrana
hermosa y crüel,
más que
tigre y más que estrella,
que está
más ingrata y bella
con ese
verde laurel,
¿hasta
cuándo mis porfías
inútiles
han de estar?
Si el
tiempo sabe volar
en las alas de los días,
¿cómo tú al tiempo te
opones?
¿Cómo no
se mueve en ti
Mas, ¿qué
me espanto, si en mí
fijas
están las pasiones?
¿Cómo
no aprendes, ingrata,
de
aquellas fuentes a amar?
Que
apetecen siempre el mar
con sus
corrientes de plata.
El
cordero más lucido
ama y
sigue con descanso
las
pisadas de su manso
y de su
madre el balido.
Las ovas en las pizarras,
la hiedra en muro asolado
y en el
olmo levantado
enseñan
amor las parras.
Aquí en
la verde ribera,
tórtolas y
ruiseñores
se
ejercitan en amores
en la
alegre primavera.
El más
bruto, amando, muere.
Ama el
pez, la fiera, el ave.
Sólo
Lísida no sabe
qué es amar
o amar no quiere.
LÍSIDA: Yo
confieso que aprendí
del sol a
sol qué es amor;
pero no
aprendí, pastor,
a tenerte
amor a ti.
Sale SELVASIO
SELVASIO: Zagala
dulce y sabrosa,
más que la
lumbre en invierno,
mujer más
dura que el cuerno
del
aceite, y más hermosa
que una
caldera de migas,
dame
cuarenta favores
que me
pican tus amores
como si fueran
ortigas.
Estos
ojos, ¡ay de mí!,
que tu
amor cegar porfía,
por ti no
duermen de día,
de noche
no ven por ti.
Mirando
tus ojos, tomo
tanto
amor, cuando he comido,
que de mí mismo me olvido
y hasta la
noche no como.
LISARDO: Aun los rústicos adoran
tus celestiales despojos.
VELANIO: Cuantos
miran, esos ojos
vencen,
matan y enamoran.
LISARDO: Tres
años ha que mis males,
ingrata
Lísida, lloro.
VELANIO: Seis años
ha que te adoro.
SELVASIO: Desde que
anduve en pañales
tengo
amor muy peregrino
a ese
rostro o a esa cara,
más que el
agua pura y clara.
¡Ojo!, que no dije al vino.
LÍSIDA: Por
antigüedad merece
Selvasio
más que los dos.
LISARDO: Bella
imagen en quien Dios,
como su
autor, resplandece,
dame
ese verde laurel
que en la hermosa
frente tienes;
mira, no
dejes tus sienes
tan
ingratas como él.
Dame
esos ricos despojos
con que
adornas tus cabellos,
porque me
libre con ellos
de los rayos de tus ojo.
SELVASIO: Dame
esas hojas, o algunas,
porque en
tu nombre las eche
en el
caldo y escabeche
del
pescado y aceitunas.
LÍSIDA: Este
laurel pienso dar
a quien
matare el león
que anda
en el valle.
LISARDO:
A Sansón
puedes,
señora, llamar
que del
otro mundo asome
y gane acá
tu corona.
SELVASIO: ¡Al
león! ¡Mire qué mona
para que
el hombre la tome!
VELANIO: Más
victoria puede ser
el vencer
tu condición,
que el
hombre vence al león,
pero al
hombre la mujer;
mas
porque sepas que amor
da valor a
quien se espera,
de la
muerte de esa fiera
he de
volver vencedor.
LISARDO Y yo
que tu sol hermoso
reverencio, amo y respeto,
sin ser
David, te prometo
los brazos
fuertes de un oso.
SELVASIO: No
ofrezco oso ni león,
pero a fe que, si las todo,
traiga más
zorras de un chopo
que diz
que cogió Sansón.
Sale DAVID
DAVID: (Alegre
campo ameno, Aparte
valle
florido y monte levantado,
de libertad
ajeno
vuelvo
humilde pastor a mi ganado;
que en
hora lastimosa
vieron mis
ojos a Micol hermosa.
Vosotros, verdes prados,
región de
mi ganado y patria mía,
dad ocio a
mis cuidados
en las
cenefas de una fuente fría
para que
yo no aumente
con
lágrimas su líquida corriente).
LÍSIDA: David,
pastor y dueño
de un
libre corazón y estos rebaños,
con llanto
no pequeño
cuento las
horas por prolijos años
en este
valle ameno
sin ti, de
sombras y tristezas lleno.
Tres
siglos ha que faltas,
que siglos al ausente son los días,
y en esas peñas altas
que forman entre sí bóvedas
frías,
sin duda
Amor se esconde,
pues si
llamo a David, David responde.
Balaban los ganados
entre las sombras de esas verdes
plantas,
de pacer olvidados
del modo
que lo están cuando tú cantas;
sus
débiles balidos
sin duda
por tu ausencia dan gemidos.
Las aves suspendían
las cantilenas dulces y süaves
que oyéndote aprendían,
pues que,
saliendo al sol todas las aves,
tu voz,
¡qué maravilla!,
les sirve
de maestro de capilla.
Las
aguas que paradas
tuvo la
fuerza de tu voz arriba,
en cristal desatadas
y en
círculos de plata fugitiva,
al mar
corren ligeras
pensando
verte en tierras extranjeras.
Mas ya
que el valle pisa
el hermoso pastor tan deseado,
se detienen con risa
las aguas
en las flores de ese prado;
el sol
alegre nace,
cantan las
aves y el ganado pace.
DAVID:
Bellísima serrana
que
alegras con tus ojos valle y río
mejor que la mañana
con su luz
y con cándido rocío,
desvanecer
no quieras
un alma
con palabras lisonjeras.
VELANIO:
Lisardo, ¿no has mirado
en Lísida
este amor?
LISARDO:
De nuestra ingrata
David es
el amado.
VELANIO: Muero de
envidia.
LISARDO:
Con sus celos mata
mejor que
con sus cielos.
SELVASIO: Pues
aunque tonto so, también hay celos.
De dentro
VOCES: ¡Guarda
el león furioso!
¡Guarda el
león que cerca los ganados!
VELANIO: Ponga el
pecho medroso
sus alas
en los pies, y sus cuidados.
LISARDO: En brazos
de aquel pino
mi vida he
de poner.
SELVASIO:
Y yo mezquino,
ligero
como un plomo,
que
parezco una cuba movediza,
¿pode
escaparme?
LÍSIDA:
¿Cómo
si aquel
horno de cal y de ceniza
no ayuda
en este aprieto?
SELVASIO: Pues
Lísida lo dice, en él me meto.
LÍSIDA: David,
yo no he temido
al oso ni
al león porque mi pecho
amándote
ha vivido.
Animosa
soy. Ya tu igual me has hecho,
y a pesar de Lisardo,
esta guirnalda de laurel te guardo.
DAVID: Aunque
es amor honesto
el que me
tienes tú, bella pastora,
a más
vengo dispuesto.
(A un
imposible que en la corte mora).
Aparte
Sale el LEÓN
No temas esta fiera;
mientras
le mato, sin temor espera.
Y tú,
soberbio bruto,
que a los
rediles llegas del ganado,
robando el
dulce fruto,
si
resistes el golpe del cayado,
verás que
te arrüina
David,
como el Sansón de Palestina.
Entra con el LEÓN
LÍSIDA: No sé
si es mayor daño
el que
puede causar el alma mía,
pastor, tu
desengaño
que la muerte
crüel que dar podía
ese león
furioso
menos
tirano, al fin, y más piadoso.
Ingrato, si pretendes
mi
desdichado fin en verdes años,
¿para qué
me defiendes
del león
si me matan desengaños?
Más dulce
muerte fuera,
que tu
ingrato desdén la de esa fiera.
Animal
atrevido,
si en
pecho irracional, piedad se halla,
a mi
pastor querido
deja,
volviendo a mí la cruel batalla.
Darásme de
esa suerte
dos vidas
--con su vida y con su muerte.
Sale DAVID con la cabeza del LEÓN
DAVID: Deja,
Lísida hermosa,
el llanto
que al temor pálido ofreces,
y en la
puerta dichosa
de tu
choza verás, como otras veces
la cabeza
clavada
del
vencido león que te espantaba.
Pastores fugitivos,
seguros
estáis ya.
LISARDO:
Yo nada temo.
VELANIO: David nos
tiene vivos;
ya la
fiera ha vencido.
SELVASIO:
¡Que me quemo!
LISARDO: De mil
victorias goces.
SELVASIO: ¡Que me
quemo!
VELANIO:
¿Quién es el que da voces?
SELVASIO:
Selvasio el inocente,
en la
ceniza de este horno oscuro.
LISARDO: La cal
deja caliente,
que muerto
está el león. Ya estás seguro.
SELVASIO: ¿Y está
del todo muerto?
LISARDO: Más que tu
agüelo.
SELVASIO:
¿Cierto?
LISARDO: Cierto.
SELVASIO: ¿Cierto?
LISARDO: Sí.
SELVASIO:
Pues jura.
LISARDO:
Así impida
del
riguroso amor la pesadumbre.
SELVASIO: Pues jura
más.
LISARDO:
Por vida
de Lísida.
SELVASIO:
Pues jura.
LISARDO:
Por la lumbre
de las
celestes ruedas.
SELVASIO: Pues no
quiero salir.
LISARDO:
Ni salir puedas.
SELVASIO: ¡He
aquí! Ahora parezco.
LISARDO: Molinero
infernal, ya arder te vimos.
SELVASIO: Pues yo se
lo agradezco.
LISARDO: Grande fue
tu temor.
SELVASIO:
Todos hüimos,
aunque yo
decir puedo
que el
fuego no me abrasa sino el miedo.
LÍSIDA: Pastor
que de esta fuente
tiñes con
sangre diáfanos cristales,
a tu
gallarda frente
que
racimos de perlas y corales
triunfando
merecía,
esta guirnalda
ofrece el alma mía.
Tejiéndola tu esclava,
al solo
vencedor de esta leona
mi mano
reservaba
la verde
cuanto mística corona,
y así en
esto decía
que sólo
para ti el laurel tejía.
LISARDO: Su
frente la merece
de
rey. ¡Viva David! Vuele su fama
del ave
hasta el pece.
VELANIO:
Pronostique en tus sienes esa rama
la corona
divina
que dan
Jerusalén y Palestina.
Sale
JESÉ
JESÉ: ¡David!
DAVID: Señor dichoso
de estos campos, ganado y
pastores,
Jesé,
padre famoso
que pisas estas márgenes y flores
con tan dichosa planta,
que es
tuyo cuanto ves...
JESÉ:
Hijo, levanta.
LISARDO: Al
señor apacible
del campo
de Belén los pies pidamos;
del cedro,
incorruptible
a pesar de
la edad, cortemos ramos,
formando
arcos triunfales
en que
reciba amor huéspedes tales.
JESÉ: El
ánimo agradece
mi nobleza
y valor.
LISARDO:
En los serranos
sólo amor
resplandece.
JESÉ: Por ti
vengo, David, que a tus hermanos
ausentes de esta tierra
detiene el
ejercicio de la guerra.
Ven
conmigo al momento,
porque
quiero que vayas con cuidado
a
llevarles sustento
y a
guardarles alegre su ganado.
¿Qué
corona o qué gloria
es aquésa?
LÍSIDA: El
laurel de esta victoria.
JESÉ:
(Secreta fortaleza
Aparte
en aqueste
rapaz ha puesto el cielo.
Ungióle la
cabeza
un profeta
de Dios, siendo mozuelo,
y agora,
coronada,
fortuna le
promete no pensada).
DAVID: Adiós,
bella serrana,
que a la
guerra me voy. (El cielo quiera Aparte
con su luz
soberana
sacarme de
pastor, humilde esfera
de un
ánimo famoso
que se
atrevió a mirar el sol hermoso.
Micol,
si las hazañas
pueden al
hombre dar merecimiento,
hoy dejo
estas montañas
con ánimo
de ver mis pensamientos
a mis
obras iguales,
regido de
esos ojos celestiales).
Vanse DAVID y JESÉ
SELVASIO: Su sol
llamó, o su berza,
a no sé
quién. David irá con hambre.
LÍSIDA: Aquí
padeces fuerza,
vida
pendiente del fatal estambre.
David
tiene pastora
a quien,
¡oh gran dolor!, tiene y adora.
Ingrato
dueño mío,
amado de
mi pecho honestamente,
de este
valle sombrío,
¿cuándo tú
sueles ir alegremente?
Espera,
cruel, espera.
Desengáñame bien antes que muera.
Vanse y
salen SAÚL, JONATÁS, URÍAS, y JOAB. Tocan
cajas
SAÚL: ¿Qué
tenebroso pecho no desmaya
viendo la
multitud de filisteos
que a este
pueblo de Dios guerra amenaza,
y el
monstruo capitán que los gobierna,
hombre
soberbio y desigual gigante?
Que parece
que el monte se estremece
la vez que
el brazo mueve. ¿A quién no espanta?
De mí
podré decir que en las batallas
en que fui
vencedor nunca he tenido
el ánimo
tan falto de esperanzas
ni el
corazón de ánimo tan falto.
JONATÁS: ¿Cuándo el
cielo dejó desamparado
en el
peligro al pueblo que le invoca?
¿Cuándo
los capitanes o jüeces
del Dios
de los ejércitos amigos,
de su
divino amor favorecidos,
triunfando
no salieron vencedores?
¿Por qué
el ánimo, oh rey, ni la esperanza
en tu
pecho real hace mudanza?
URÍAS: ¿Quién
dijera que Dios a una serpiente
de sólido
metal su virtud diera?
Los profetas le llaman admirable
y el mismo Dios es hoy, que en
inmutable.
JOAB: Tu capitán
he sido y tu soldado,
el tierno
bozo me nació en la guerra,
que el
nombre de Joab ya es conocido
y nunca vi
tan bárbaro enemigo,
tan
horrendo furor, tan cruel castigo.
Sale GOLÍAS por lo alto
SAÚL: Pecados son del rey, Dios, enojado,
a este gigante por azote
envía.
Perdona,
cielo, al pueblo lastimado;
su vida
deja en paz, corta la mía.
Tocan cajas
GOLÍAS:
Vosotros que miráis con ojos tímidos,
con pálido
semblante y débil ánimo,
de mi
grande valor las fuerzas hórridas,
vosotros
que pensáis con vuestro ejército
de escuadras viles y soldados míseros
resistir
el valor y fuerte máquina
de aqueste
cuerpo y corazón magnánimo,
decidme,
¿no os asombra la gran máquina
de un
cuerpo que parece al monte líbano?
Si temblaba mi voz los montes ásperos,
y en medio
la región del aire lóbrego,
vuela mi
fama sobre pardas águilas;
si en
medio la región salada y húmeda
del
horrísono mar dioses marítimos
conocen mi
valor y fuerza indómita,
enseñada a
emprender cosas difíciles,
¿cómo
vosotros, rústicos y bárbaros,
intentáis
resistir con fuerzas bélicas?
Si alguno,
no teniéndose a sí lástima,
en singular
batalla fama única
quisiere
conseguir, salga y atrévase.
Pruebe
conmigo aquí sus fuerzas válidas,
con pacto
que, si alcanza la victórïa,
la guerra
cesará con breve término
y volverá
mi gente publicándose
vencida de
Saúl; mas si el esférico
orbe del
sol, que en mí con mano pródiga
repartió
su valor, fuere negándole
la
victoria, será la empresa trágica
corona de
mi frente invicta y célebre.
Anímese a
mirar tal espectáculo
mientras
consulto a mi divino oráculo.
Vase y tocan una caja
SAÚL: Oprobio
de Israel y menosprecio
de los
varones que Judá ha tenido
ha sido este
soberbio desafío.
A bárbaro
rigor o monstruo fiero,
¿quién
puede contrastar la fortaleza?
Amigos,
capitanes, compañeros
en la
común fatiga de la guerra,
Joab,
Urías, Jonatás gallardo,
¿en
singular batalla podrá alguno
vencer a
aqueste sátrapa soberbio?
¿Quién,
decidme, tendrá tan generoso
valor que
se le atreva, pues publica
que si le
vence el pueblo queda rico?
JONATÁS: Aunque teme al ratón el elefante,
y al gallo
velador el león temido,
¿cómo
quieres, señor, que este gigante
de
ordinario valor esté vencido?
En Líbano, el Olimpo y el
Atlante
pensara derribar el
atrevido;
resistirle
no pueden cien personas
que el sol
no ve su igual en cinco zonas.
URÍAS: ¿Cuándo
se opone al mar el manso río,
y al
infausto ciprés la dulce caña,
el céfiro
al bochorno del estío,
el valle
ameno a la áspera montaña?
Lo mismo
es aceptar el desafío,
que sin
seso estará quien tal hazaña
emprendiere, si ya con fin violento
honra no
quiere sólo del intento.
SAÚL:
Publíquese en el campo como ofrece
Saúl su
hija al ánimo famoso
que
venciere al gigante, en quien padece
la fama de
su reino generoso;
aquél que
se atreviere bien merece
ser de la
hija de Saúl su esposo.
Bastante
premio doy; gloria es discreta.
Publíquelo
un tambor, una trompeta.
JOAB: Pase de
voz en voz, de mano en mano,
que la
hija del rey será su gloria
del vencedor
magnánimo y ufano.
A quien
facilitare esta victoria
una hija
el rey da.
URÍAS:
¡Don soberano,
dádiva
ilustre de inmortal memoria!
Micol
tiene de ser.
JONATÁS:
Con nombre eterno
el
vencedor, señor, será tu yerno.
SAÚL: Dios de
Abrahán e Isaac, Dios justiciero
que,
servido de espíritus alados,
arrojaste
al dragón soberbio y fiero
de sus
hermosos cielos estrellados
el confuso
rumor tan lastimero
del pueblo
escucha, sordo a mis pecados.
Ya la
bárbara fuerza se deshaga
de esa
serpiente que tus hijos traga.
Sale un SOLDADO
SOLDADO: Agora
llega al real
un pastor
de talle y brío
que se
ofrece al desafío
de ese
monstruo desigual.
SAÚL: El
cielo en tales efetos
a su
piedad corresponde,
que en los
humildes esconde
a veces Dios sus secretos.
Venga el pastor tan
bizarro
que
muestra tanto valor;
y no es
mucho, si al pastor
y al rey
formó Dios de un barro.
En el
mundo a los mortales
la
Naturaleza iguala
y Fortuna,
buena o mala,
suele
hacerlos desiguales.
Sale DAVID con zurrón, honda y cayado
DAVID: Si en
lo difícil se alcanza
del
intento y el efeto
honra
igual, yo me prometo
uno, dichosa esperanza.
Dame
tus pies y licencia,
gran
señor, para salir
contra el
gigante.
URÍAS:
(A morir Aparte
entre
rústica inocencia ).
SAÚL: ¿Qué miro? ¿No es tu garganta
la que en
órgano süave
suspendió
mi pena grave?
DAVID: Sí, señor.
SAÚL:
Pastor, levanta.
¿Qué
espíritu te socorre
contra ese
mortal asombro
que pudiera sobre el hombro
tener la
soberbia torre?
¿Quién
te esfuerza, quién te anima
contra un
soberbio gigante
que
pudiera, como Atlante,
sustentar
el cielo encima?
DAVID: Dios me
anima, Dios me esfuerza,
viendo que
una bestia altiva
su mano
santa derriba,
con una
angélica fuerza.
Yo,
rey, entre mis ganados,
desquijarando leones
y osos de
la miel ladrones
los montes tengo asombrados.
En las pajizas cabañas
de Belén mirar pudieras
los despojos de las fieras
que bajan de esas montañas.
No ha habido fuerte
pastor
que no
derribe este brazo.
Si hombres
venza y despedazo
leones con
tal valor,
¿por
qué un gigante enemigo
del cielo
no he de vencer?
SAÚL: Mis armas te has de poner;
fuerzas de Dios traes
contigo.
JONATÁS: David,
amigo, que al alma
me das
amor con silencio...
DAVID: Señor, que
yo reverencio...
JONATÁS: De verde
laurel y palma
entres,
David, coronado
por la
gran Jerusalén.
Abrázanse
Favor los cielos te den.
DAVID: En él estoy confïado.
SAÚL: Arma el
pecho y la cabeza.
Sacan las armas
y ciñe la
fuerte espada,
que hoy ha
de ver derribada
la bárbara fortaleza.
En tu
valor y cordura
contemplo
con atención
las
fuerzas de otro Sansón.
Deja ya la
hermosura.
De mi
persona real
armas e
hija mereces,
porque
armando me pareces
la
serpiente de metal.
DAVID: Aunque
es la armadura fina,
torpe me
tiene y confuso,
que no me
ha enseñado el uso
la militar
disciplina.
Nada
este acero me anima;
para mí no
es de provecho,
porque el
ánimo del pecho
armas no
consiente encima.
Bien me las pueden quitar;
denme mi honda y cayado,
que con
sus fuerzas y estado
el hombre se ha de ajustar.
Violentamente procede
el que
sale de su esfera.
Hombre que
se considera
siempre
acierta; errar no puede.
En
cayado, honda y zurrón
este vencimiento
apoyo,
y en las piedras de ese arroyo
que el mundo llama Cedrón.
A la
tienda te retira,
famoso
rey, y seguro,
y aqueste
certamen duro
con tus
capitanes mira;
y solo me deja en tanto
que mis
piedras apercibo.
SAÚL: Vuelvas a
mis ojos vivo;
ayúdete el
cielo santo.
JONATÁS:
David...
DAVID:
¿Qué dices, señor?
JONATÁS: No sé qué
fuerza divina
a tenerte amor me inclina.
DAVID: No me vences en amor.
Vanse. Queda DAVID
Negaron
alguna gente
el culto a
Dios infinito,
y así en
ara transparente
levantó un
ídolo Egipto
de
material diferente.
Opuesto
al Dios que yo adoro
formó la
cabeza de oro,
piedras
preciosas y plata,
y en esta
fábrica ingrata
gastó el
soberbio tesoro.
Hizo
con bárbaro celo
los pies de vidrio, y después
arrojó una piedra el
cielo
que, dando
un golpe en los pies,
dio con su
dios en el suelo.
A este
imagen semejante
es este monstruo
arrogante;
la cabeza
de oro tiene,
pues
contra nosotros viene
con
soberbia de gigante;
y que
en pies de vidrio estribe
claro
está, pues que es del suelo.
Haced, mi
Dios, que derribe
con
piedras de este arroyuelo
la
soberbia con que vive.
Con
cinco le he de vencer,
que en la
redención del hombre
cinco
letras han de ser
las que
han de formar el nombre
que Jesús
ha de tener.
Y si de
este nombre eterno
ha de
templar el infierno,
piedras
que son su figura
desharán
la estatua dura
de oro y
plata y vidrio tierno.
Sale arriba el gigante GOLÍAS
GOLÍAS: Nación
tímida, cobarde,
antes que
al mar importuno
baje el
sol, dando a la tarde
negras
sombras, ¿hay alguno
que en ese
campo me aguarde?
¿Habrá entre vosotros hombre
que no
tiemble y no se asombre
de aqueste
cuerpo feroz,
de mis
brazos, de mi voz,
de mis
hechos, de mi nombre?
DAVID: Monte
de soberbia, trueno
y torre de confusión,
bárbaro de
Dios ajeno,
aquí
tienes un varón
de fuerte
espíritu lleno.
GOLÍAS: Pobre
que tu mal no sabes,
llégate a mis fuerzas graves.
[........ ]
[........ ]
[........ -aves].
Armate
de fuerte acero,
que soy soberbio león;
tú eres pastor y cordero.
DAVID: Aquéstas mis armas son.
GOLÍAS: Ignorante
estás.
DAVID:
Tú fiero.
GOLÍAS: Yo
espero. ¿Qué me acobardo
de
piedras? Deja ese error.
Ven
armado; aquí te aguardo.
DAVID: Eres lobo, yo pastor
que a Dios sus ovejas guardo.
Son los que en el mundo
nacen
árboles
que sombras hacen,
y el que
ofende a Dios divino
es árbol
junto al camino
que a
pedradas lo deshacen.
Tira
Ésta
recibe en el nombre
del
venidero Mesías.
GOLÍAS: ¡Que se
atreva mortal hombre
contra el
gigante Golías!
¡Que mi
fama no te asombre!
DAVID: En
nombre de la doncella
que ha de
ser cándida estrella,
madre del
sol bello y fuerte,
ésta te
tiro.
Tira otra piedra
GOLÍAS:
La muerte
me diste,
pastor, con ella.
Se cae
DAVID: Cayó el
soberbio dragón,
la torre
de confusión;
cayó el
retrato violento
de aquél
que puso su asiento
en las alas de aquilón.
Hasta cortar su garganta
prevaleceré en la honda.
Salen SAÚL,
URÍAS y JONATÁS. Vase
DAVID
SAÚL: No hiciera
violencia tanta
si esta
máquina redonda
cayera.
URÍAS: El
suceso espanta.
SAÚL: Vamos,
amigos, con él,
que ya al
gigante crüel
David la
muerte señala.
JONATÁS: Cantarle
pueden la gala
las
mujeres de Israel.
Éntranse. Queda
URÍAS
URÍAS: De esta
sin igual victoria
el mundo
tendrá memoria;
la fama
eterna lo alabe,
que
nuestra parte nos cabe
de su fama
y de su gloria.
Ya con
su mismo cuchillo
corta el
cuello David fuerte;
y el fiero
rostro amarillo
el despojo
de la muerte.
Ya desciende a recibillo
toda la
gente que se halla
a vista de
la batalla.
[...... ]
[...... ]
[...... -alla].
De la gran
Jerusalén
salen las
damas también
con
músicos instrumentos.
Lógrense
tus pensamientos;
todo te
suceda bien.
Alegre
viene, triunfando,
junto al
rey,. Será su yerno.
Fortuna va levantando
de David
el nombre eterno;
la gala le
van cantando.
Salen
los MÚSICOS cantando y los demás
en orden
MÚSICOS: Saúl ha
vencido a mil
y diez mil
venció David.
Al gigante
no vencido,
soberbio
como gentil,
David ha
cortado el cuello
que ufano
pensó vivir.
Los hombre y las mujeres
le salgan a recibir,
y con dulces cantinelas
su nombre alaben
así:
Saúl ha
vencido a mil
y David
venció a diez mil.
SAÚL: Si estas
canciones le cantan,
vulgo
novelero y vil,
¿qué falta
sino quitarme
la corona
real a mí?
De envidia
me estoy muriendo.
¿Quién
pudo jamás oír
alabanzas
tan dichosas?
Ya no lo
puedo sufrir.
MÚSICOS: Tejan las damas guirnaldas
de laurel y de jazmín;
cubran el suelo que
pisa
de murta y
de toronjil;
de sus
tocadas se quiten
el
amatista y el rubí,
y a David
le ofrezcan dones
cantando y
diciendo así:
Saúl ha
vencido a mil,
y David venció a cien mil.
SAÚL: Creciendo va su alabanza.
Hoy verá
su gloria y fin;
mataréle,
¡por los cielos
de cristal
y zafir!
DAVID: Hermosa
Micol, ya puedo
contemplar
despacio en ti
la
peregrina hermosura
de quien cautivo me vi.
Vanse entrando y cantan los MUSICOS
MÚSICOS: Saúl ha
vencido a mil
y David mató a cien mil
FIN DE LA PRIMERA JORNADA
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