JORNADA TERCERA
Sale DAVID a un balcón
DAVID: Gracias
al cielo divino,
que en
dulce paz rey me veo,
bien que
el humano deseo
apenas en
mí previno.
Pastor,
pobre, peregrino,
en esta
vida me vi;
humildemente nací,
mas ya el
tiempo me asegura
que hasta
mi misma ventura
está
envidiosa de mí.
Dios ha
quitado a la casa
de Saúl el
grave peso
[que le
turbó con exceso,]
y ya a mis hombros lo pasa;
mano
pródiga, no escasa,
el cielo
ha tenido en esto,
y aunque
el gusto manifiesto,
ser debe
el temor profundo,
que el
mayor peso del mundo
sobre mis
hombros ha puesto.
¡A
cuántos el peso inclina
que no le
pueden llevar!
Porque
carga de reinar
requiere
fuerza divina.
Quien
ligera la imagina,
en sí no
la considera,
que es de la propia manera
que el
agua, que está pesada
del mar o
fuente sacada,
y en su
centro está ligera.
Los
ojos me están burlando,
o entre
ramas o entre flores,
donde sus celos y amores
las aves están cantando
veo una mujer bañando
su
hermosura sin igual
de su
imagen de cristal
de agua en
la pila vertido.
¿O es el
sola que ha descendido
de su esfera celestial?
Compite
con su blancura
la espuma,
y queda vencida;
el agua
está detenida
contemplando su hermosura;
el sol en
vano procura
llegar con
su luz a vella.
No he visto mujer tan bella,
hermosura
tan extraña.
En el agua
no se baña,
el agua se
baña en ella.
En el jardín donde está,
lleno de flores süaves,
música le dan las aves,
porque
silencio les da.
Decir
podré que vi ya
el alba en
el paraíso.
Bella
mujer, yo te aviso
que en el
agua no te veas,
si hacer verdad no deseas
las fábulas de Narciso.
Sale
JOSEF
JOSEF: Tus cinco gobernadores
están, señor, esperando.
DAVID: (Las aguas
la están bañando, Aparte
muertas de envidia y de amores.
De un jazmín se caen las
flores
en la pila
de marfil.
Parece que
en el abril
perlas
llora la mañana.
Dijera que
era Dïana
si la
viera algún gentil).
JOSEF: A las cortes de estos días
quieren, señor, poner fin.
DAVID: (¿Cúyo será este jardín Aparte
vecino a las casas mías?
Ya me acuerdo, así de Urías.
Ella es Bersabé sin duda.
Hoy hallo
la fama muda,
de mis
ojos excedida,
porque
ella la vio vestida
y ellos la
vieron desnuda).
JOSEF:
Descienda, pues, tu grandeza
al
consistorio real.
DAVID: (En vano
vuelve el cristal Aparte
de la pila
su belleza.
Los rayos de su cabeza,
como el sol, hacen
aprisa
reflejo, y
el agua avisa
a otras
olas su hermosura,
y por
hurtarle blancura
bañándola
están con risa).
JOSEF: Venga
tu alteza, o señale
hora en
que esté más ocioso.
DAVID: (Ya sale
del baño hermoso, Aparte
y de él
tan divina sale
que no hay
alba que la iguale,
ni sol que
del mar de oriente
salga más
resplandeciente.
Hechura de perlas traen
las gotas de agua que caen
de su cuerpo transparente).
JOSEF: Pienso
que estás divertido...
¿Oyes, señor?
DAVID: ¿Qué me dices?
JOSEF: Que el
consistorio autorices;
que a tus
cortes han venido
los del
gobierno.
DAVID:
¿Y se han ido?
JOSEF: No, señor.
DAVID: Pues, diles...
JOSEF: ¿Qué?
DAVID: Que se
vayan.
JOSEF: Sí, diré.
Vase JOSEF
DAVID: Si con
tales armas vienes,
Amor,
vencido me tienes;
resistirlas no podré.
Sale BERSABÉ, los cabellos sueltos, y ANFRISA criada, con
un
canastillo
de flores
ANFRISA: Mientras tú has bañado,
flores del jardín cogí.
BERSABÉ: Sólo
quiero este alhelí.
ANFRISA: ¿Cuál,
señora?
BERSABÉ:
Ése morado,
porque a
un pecho enamorado
aficiona
esa color.
ANFRISA: ¿Que no
has vencido ese amor?
BERSABÉ: Es fuerte, y es porfïado.
[....... -ado]
[....... -or].
Desde
aquel alegre día
que David
venció al gigante,
amor con
alma constante
quiere sujetar la mía.
Si la
razón me desvía
de este
necio atrevimiento,
en su
discurso violento,
el apetito
es sutil,
y anda una
guerra civil
en mi loco
pensamiento.
DAVID: El más caudaloso río
fuente a
sus principios es,
y encima
sufre después
la fábrica
de un navío.
Mi amorosa
desvarío
será de
esta calidad:
primero
curiosidad,
después
antojo, amor luego,
y vendrá a
emprenderse un fuego
que abrase
la voluntad.
Venenos
del alma son
los deseos, los antojos,
y se beben por los ojos.
Quiero quitar la ocasión.
Quítase DAVID del balcón
BERSABÉ: Muda será
mi pasión,
pues que
decirse no pudo,
sordo el
remedio. ¿Qué dudo,
ciego mal,
loco rigor?
ANFRISA: Tú tienes
gentil amor:
sordo,
loco, ciego y mudo.
Vuelve a salir al balcón DAVID
DAVID: Hiere
con más resplandor
el sol en
el mar voltarios
que, por
vencer su contrario,
cobra en
sí fuerza mayor.
De esta
suerte es el amor,
que
embiste con fuerza inmensa
cuando la
razón le piensa
vencer con
la privación;
y a tan
hermosa ocasión,
¿qué
mármol tendrá defensa?
Quiero
hablarle desde aquí.
BERSABÉ: ¿Qué amor
a un alma causó
aqueste
desmayo?
DAVID:
Yo.
BERSABÉ: ¿Es hombre
el que habló así?
DAVID: Sí.
BERSABÉ: ¡Y a
bañarme me atreví!
DAVID: Vi.
BERSABÉ: Olmo,
ciprés, fuente, vid,
quien me
responde decid.
ANFRISA: ¡Qué
donosa fantasía!
Claro está
que no sería
esa muda
vid.
DAVID:
David.
BERSABÉ: David
ha dicho. ¡Ay de mí!
ANFRISA: El rey
está a la ventana.
DAVID: A vuestra
luz soberana,
hermosa dama, salí;
mas cegué
cuando la vi,
como el
que el sol ha mirado,
que se ve
desalumbrado
si a la
sombra pasa luego.
Así yo
quedé tan ciego
que irme quise
y no he acertado.
BERSABÉ:
Anfrisa, turbada estoy
más de
amor que de vergüenza.
ANFRISA: Ánimo
cobra y comienza
a saber de
amores hoy.,
Yo por
consejo te doy
que a todo
le digas sí,
y te excusarás así
de envites.
BERSABÉ:
¡Triste suceso,
si me vio
desnuda!
ANFRISA:
De eso
no te ha
de pesar a ti.
Si él
te vio, ya está casado;
y así, estuvieras
tú viuda,
fueras
reina.
BERSABÉ:
Calla.
DAVID: Muda
sospecho
que os he dejado.
Aunque
siendo vos traslado
del cielo,
de luz más pura,
no podrá
mortal criatura
escuchar
vuestra armonía,
y así, con
silencio, el día
nos
descubre esa hermosura.
BERSABÉ: Si me
decís que han cegado
los ojos
del sol heridos,
¿qué mucho
que mis sentidos,
viendo al
rey, se hayan turbado?
Sol es el
rey que, asentado
en la
esfera que es su asiento,
con igual
repartimiento
su luz a
ninguno niega.
No es el
sol que los ojos ciega
mas turba
el entendimiento.
DAVID: Porque
el sol idolatrado
de los gentiles no sea,
quiso su autor que se vea
muchas veces eclipsada;
y pues sol me habéís llamado,
podré decir con verdad
que es mi
eclipse esa beldad
y que Dios
lo permitió
para que
conozca yo
que mi
reino es vanidad.
Por una
flor peregrina
de ese
jardín que aficiona,
diera la
ilustre corona
del reino
de Palestina.
Si vuestra
mano divina
me
quisiera dar alguna,
me habrá
hecho la Fortuna
rey no,
mas vuestro cautivo;
y si luz
de vos recibo,
sol no seré sino luna.
BERSABÉ: Pues
que dais tantos favores
por una
flor tan ligera,
seré
vuestra primavera
y os daré diversas flores.
ANFRISA: A sus
requiebros y amores,
y a decir
que eres hermosa,
no te
muestres desdeñosa;
que hay
hombre que quieren bien,
y se
cansan cuando ven
la empresa
dificultosa.
Y esto
es común en la gente
que trata
de devoción,
que, si pasa la ocasión
que quiere
y tiene presente,
otro día
se arrepiente.
Santo es
David y por esto,
si hoy,
amante, está dispuesto,
mañana
está arrepentido;
que el más
justo sí ha caído,
pero
levántase presto.
DAVID:
Quisiera, para pagar
esas flores ofrecidas,
tantas alma, tantas vidas
como arena tiene el mar;
porque así
os pudiera dar
todas las
veces que os viera
una vida,
un alma, y fuera
para mí
victoria y palma
veros a
trueque de un alma,
que el
veros otra me diera.
BERSABÉ: Si a
quien flores os promete
dais, señor,
tantos favores,
yo misma
de aquestas flores
tejer
pienso el ramillete;
y aunque a
mi esposo respete,
os le
diera con mi mano,
para que
no fuera vano
tan grande
agradecimiento,
teniendo
algún fundamento.
DAVID: Vuestro
ingenio es soberano.
Mas,
¿por qué pensáis dejar
de
dármele?
BERSABÉ:
Porque creo
que al
atrevido deseo
mi brazo
no ha de igualar;
¿cómo
podré yo alcanzar?
DAVID: Bajando yo
de la suerte
que baja
el águila fuerte,
de veloz
flecha herida,
a la
fuente en quien la vida
pensó
hallar y halló la muerte.
Alegre y desconocido,
en las alas del favor,
de vuestra fama y mi amor,
aunque os
parezca atrevido,
señora,
licencia os pido
de que a
mí se me permita
haceros
una visita
esta noche.
BERSABÉ:
¿Y si es notado?
DAVID: ¿De noche y disimulado?
¡Qué murmuración lo quita?
BERSABÉ: Visitar
dice parlar,
y parlar
entretener;
venir
podéis.
DAVID:
No es mujer
quien tal
gloria sabe dar.
Báñate
preso en el mar,
claro
sol. Ven, noche oscura,
que otro
sol de luz más pura
en tus
sombras resplandece.
Loco voy,
que se parece
el contento a la locura.
Vase DAVID
ANFRISA: Eres
discreta y honrada
porque, ya
que bien quisiste
no rogaste
pero diste
ocasión de
ser rogada;
y ya del
rey visitada
no has menester
mi lección.
BERSABÉ: Si sola
visitas son,
en mi
honor no habrá violencia.
ANFRISA: (Rey con
amor y licencia Aparte
mal
perderá la ocasión).
Vanse. Salen por abajo DAVID y JOSEF
DAVID: Josef, preguntarte
quiero:
yo bajé
con alegría
y, en un
instante ligero,
ya es en
mí melancolía
lo que fue
gusto primero;
¿de qué
podrá resultar?
JOSEF: El bien no
sabe parar;
si en el
gusto procediera
del cielo,
perpetua fuera;
si es del
mundo, ha de volar.
DAVID: (¿Cómo, ¡ay de mí!, he consentido? Aparte
¿Cómo hubo en mí tal flaqueza?
Bien que sin haber venido
me causa
tanta tristeza,
¿qué será
después de ido?
Hizo
Amor que desease,
y gusto
que así declina,
y hace que
el alma se abrase
sólo
cuando se imagina,
¿qué será
cuando se pase?
Vencer tanto mi apetito,
que si a
Bersabé visito
gloria y
gusto puedo hallar,
pero es
locura trocar
por un
breve un infinito).
JOSEF: ¿Qué
tienes, señor?
DAVID:
(¡Que ciega Aparte
está ya mi
fantasía!
Si Amor me
brinda y me ruega,
será mi
melancolía
porque la
noche no llega.
Si las nieblas son señales
de que hecha más resplandor
en el sol, tristeza tales
prometen gloria mayor
en tus ojos celestiales.
El sol se ha puesto, y
así
es hora
que salga el sol
de Bersabé
para mí).
Por si me
busca Micol,
quédate, Josef, aquí.
Vase
DAVID y quédase JOSEF y salen URÍAS y
PASCASIO de camino
URÍAS:
Pascasio, gracias a Dios
que llegué
a Jerusalén.
PASCASIO: ¿Por qué
no las das también
de que
llegamos los dos?
URÍAS: Boca
tienes tú.
PASCASIO:
¿Qué es de ella?
De
tentarla yo me excuso,
que ha
tanto que no la uso
que
pudiera no tenella.
Vamos a
casa.
URÍAS:
No agora,
que al rey
he de ver primero.
PASCASIO: Apostar
contigo quiero
que si me
ve mi señora,
que me
recibe con vino
antes de
saber de ti.
URÍAS: No es
posible.
PASCASIO:
Mas que sí.
¿No dirá
en viéndome, "¿Vino
mi
esposo?" Y yo muy gozoso
la palabra
beberé,
y más vino
añadiré
diciendo,
"Vino tu esposo."
URÍAS: Tú has ganado.
JOSEF: (Éste es Urías, Aparte
y el rey en su casa está;
que dejó
vencerse ya
de
amorosas fantasías.
Quiérole aquí entretener).
URÍAS: Que al rey
aviséis os ruego,
Josef, que he venido.
JOSEF: Luego,
capitán, le podéis ver.
¿Qué
hay de nuevo?
URÍAS: Una victoria.
JOSEF: Paseáos.
URÍAS: En hora buena.
PASCASIO: Pasear
antes de cena
es dar
vueltas a una noria.
Vámonos, señor, a casa.
JOSEF: ¿El
ejército, en efeto,
venció?
URÍAS:
Fue dicha, os prometo.
JOSEF: Referidme
lo que pasa.
PASCASIO: Señor,
después de cenar
entrarás más
elocuente,
que el
estómago caliente
diz que
ayuda a bien hablar.
URÍAS: Los fuertes amaleguitas
a Joab, mi general,
huyeron.
PASCASIO:
¡Cuerpo de tal!,
que dos
abrazos me quitas.
Voy,
llamo, "¿Quién está ahí?"
--Yo soy,
señora.-- "Entre pues."
--Anfrisa,
mira quién es.
¡Pascasio!-- "¿Qué
dices? Di."
--Que
es Pascasio--. "¿Pascasillo?"
--Sí, señora--. "¡Abrázame!"
--¡Ay, mi
ama Bersabé,
más
guardada que un castillo.
"¿Dónde queda tu señor?"
--Ya
viene--. "Pongan la mesa,
Anfrisilla, date priesa.
Trae
vino." --¿Cuál?-- "El mejor.
Pascasio, cena entre tanto."
--Que me
place--. "Toma." --¿Qué?--
"De
este licor de Noé."
--Bueno
está; no me eches tanto--.
Sin
duda que esto me pasa,
si entrar
en casa me ven;
aun
pensarlo sabe bien.
¡Ah,
señor, vamos a casa!
URÍAS: Calla,
necio. Al fin llegó
la gente
en hora tan buena.
PASCASIO: ¡Miren qué
aliño de cena!
¡Mal hay quien me parió!
JOSEF:
¿Treinta mil vencidos?
URÍAS:
Sí.
JOSEF: Gran
victoria.
URÍAS:
Aquesto pasa.
PASCASIO: ¿Quiere
que me llegue a casa?
JOSEF: No es bien
que sepan de ti
antes
del rey la victoria.
En efecto
temerán,
viendo que
los cielos dan
a nuestro
rey tanta gloria.
URÍAS: Mirad
si es hora, señor,
para que
al rey hable ya.
JOSEF: (Si
supieras dónde está, Aparte
llevado de
un ciego amor,
no le
esperaras así).
El mismo
rey saldrá presto.
Paseáos. Al fin, ¿tras de esto
vendrá el
ejército?
URÍAS: Sí;
y Joab
va conquistando,
que en la gran Jerusalén
mil
alabanzas le den,
entrando
en ella triunfando.
Las centinelas süaves
que las damas palestinas
dicen con voces divinas
en las victorias más graves,
las flores y aguas de olor,
los laureles y guirnaldas
que en la
cabeza y espaldas
derraman
al vencedor,
merece
mi general.
Dar esta
nueva deseo
al rey.
JOSEF:
Presto saldrá.
PASCASIO: Creo
que se va
aliñando mal;
esta
cena de hora pasa.
JOSEF: Torna a
contarme el suceso
porque
gusto mucho de eso.
PASCASIO: ¡Ah,
señor, vamos a casa!
Vaguidos me dan de verte
pasear.
Sale DAVID, embozado de noche
DAVID:
¡Ah, Josef! ¡Hola!
JOSEF: (El rey
vino). Basta sola, Aparte
Urías,
gente tan fuerte...
DAVID: (¡Urías
es! Yo he salido Aparte
a buen
tiempo de una gloria
que en mi
alma y mi memoria
borrar no
podrá el olvido).
Éntrase DAVID por la otra puerta
URÍAS: Y fue
milagro el vencer.
PASCASIO: Quien
quiera que vos seáis,
pues disimulado entráis,
no venís de bien hacer.
JOSEF: Sucesos
son de la guerra.
PASCASIO: Cierto
embozado pasó;
¿si es
ladrón?
JOSEF:
¿Se te antojó?
Aparta PASCASIO a un lado a JOSEF
PASCASIO: Con estos
dos que la tierra
ha de
comer, si en salud
un cuervo
no me los saca,
lo vi
pasar...
URÍAS:
A una jaca
escuchas.
PASCASIO:
Por su virtud.
Sale DAVID con ropa
DAVID: Josef,
¿por qué no me dan
de cenar?
JOSEF: Avisaré.
Vase
JOSEF
DAVID: (¡Ay, hermosa Bersabé!) Aparte
URÍAS: Dame tus pies.
DAVID: Capitán,
vos seáis muy bien venido;
mucho gusto en veros tengo.
URÍAS: A avisarte
sólo vengo
que el
ejército ha vencido.
Ésta el
general escribe.
Dale una carta
DAVID: Dadme cuenta
largamente
de la
victoria presente.
URÍAS: Para oírla
te apercibe.
PASCASIO: (¿Qué
pecado cometiste, Aparte
hambrienta
barriga mía?
No ha de
acabar en un día
de
contar).
URÍAS: Como dijiste,
salió
el campo palestino...
DAVID: La carta
me lo dirá.
Calla,
déjalo y ve ya
a
descansar del camino.
PASCASIO: (¡Oh,
rey discreto, rey santo, Aparte
rey músico
y rey poeta!)
DAVID: (Gocé a
Bersabé discreta, Aparte
y el venir
aquéste es manto
con que
cubrirse podrá
su
adulterio. Su hermosura
a mi seso
da locura
y a mi
vida gloria da).
Por la
mañana podré
despacharte. (¡Ay, dulce
Amor!, Aparte
déme a
espacio su favor
mi divina
Bersabé).
Vase DAVID
PASCASIO:
¡Gracias a Dios que se entró!
Irnos a
cenar podremos.
URÍAS: Antes,
Pascasio, no habemos
de ir a
casa.
PASCASIO:
¿Cómo no?
Pues el
dormir y cenar,
¿de quién
no ha de venir?
¡Que estoy
ya para morir!
URÍAS: ¿Por qué me he de regalar
cuando en trabajos está
el
ejército de Dios?
PASCASIO: Aquí para
entre los dos,
de aqueso,
¡qué se nos da?
Comamos
bien y durmamos,
una noche
que nos cabe.
URÍAS: Dios, que los secretos sabe,
entiende lo que pensamos,
y a su
imagen nos crïó.
Llevará
sin duda mal
que
estando mi general
en la
guerra goce yo
los
regalos de mi casa.
Bersabé no
me ha de ver.
¡Vive el
Señor!, que he de ser
buen
soldado, y mientras pasa
la
noche en alas ligeras,
estos
umbrales serán
mi cama.
PASCASIO:
Sor capitán,
¿y es de
veras?
URÍAS:
Tan de veras
que
sobre mi capa quiero
quebrar el
sueño.
PASCASIO:
Señor,
pregunto: ¿Y no es mejor
quebrar la
hambre primero?
¿Quieres que Pascasio enferme?
URÍAS: Asno, pasa
sin regalos.
PASCASIO: Un asno sí
sufre palos,
pero un
hombre no.
URÍAS:
Pues duerme.
Recuéstanse junto al escotillón, espaldas
al vestuario
PASCASIO: ¡Qué
buen remedio! Agudeza
de médico
necio es
que aplica
un parche a los pies
cuando
duele la cabeza.
De
hambre estoy muriendo,
y tú mándasme dormir.
URÍAS: ¿Qué pasión has de sentir
el rato que está durmiendo?
PASCASIO: Hasta
verme en eso es ello;
los cascos
desvanecidos,
mal
reposan los sentidos.
URÍAS: Duerme,
loco.
PASCASIO:
Debe sello
quien
hace este barbarismo.
¡Miren qué
cama y qué sueño!
Aunque no
es colchón pequeño
pues que
me acuesto en mí mismo.
Recuéstase
Astrólogo quiero hacerme,
conociendo
algún planeta,
que el astrólogo y poeta
diz que ni
cena ni duerme.
Sale una figura de muerte y despierta a URÍAS
URÍAS: ¡Santo
Dios, qué sombra fuerte!
¿Son
ilusiones o antojos?
Apenas
cerré los ojos
cuando me
llamó la muerte.
Levántase
PASCASIO: ¿La
muerte? ¿Miraste bien
si era la
hambre? Que son
muy
parecidas.
URÍAS:
Visión,
tu fiero
aspecto detén.
PASCASIO: Vamos a
casa.
URÍAS:
Si ofendo
a mi Dios
sólo en dormir,
a casa no
tengo de ir.
Desde dentro dos CRIADOS
CRIADO 1: Morirás
por ello.
PASCASIO:
Entiendo
que por
ti lo dicen.
URÍAS: Yo
ver no
quiero a Bersabé
esta
noche.
CRIADO 2:
Pues a fe,
que jamás la has de ver.
PASCASIO: ¿No?
Mal
agüero es éste. Vamos
allá, que
tengo recelos;
que son voces de los cielos.
URÍAS: Quien do estas voces sepamos.
PASCASIO: Nadie
en los patios parece
de
palacio. Recogida
está la
gente.
CRIADO 1:
La vida
te ha de costar.
URÍAS:
Mal crece.
Mas también es caso fuerte
imaginar y creer
agüeros. No la he de ver.
CRIADO 2: Pues
daráte el rey la muerte.
URÍAS: Mi
peligro es manifiesto.
¡Dios me valga!
CRIADO 1:
Estás sin honra.
URÍAS: ¡Sin
honra! ¿Quién es deshonra?
CRIADO 2: Y sin vida
estarás presto.
PASCASIO: Mejor
dijera "estaremos,"
que ya de
hambre y de miedo
respirar apenas
puedo.
Salen dos CRIADOS con espadas desnudas
CRIADO 2: Cuando
allá en el campo estemos,
se
sabrá quién honra tiene,
o quién no
venga tras mí.
CRIADO 1: Digo que
iré tras de ti.
URÍAS: ¿Qué es
aquesto?
CRIADO 1:
Gente viene.
CRIADO 2:
Habemos, señor, reñido
por el
juego, y dice a voces
que me ha
de matar a coces,
y que
honra no he tenido,
y así
le desafïaba.
URÍAS: Agora
descansaré,
que la
causa y razón sé
de las
voces que escuchaba.
¿Estáis
en palacio?
CRIADO 1:
Estamos.
URÍAS: Pues cese
vuestra porfía;
sed
amigos.
CRIADO 1:
Ya es de día;
volvamos al juego.
CRIADO 2:
Vamos.
Vanse los CRIADOS
PASCASIO: Basta,
que el alba ha llegado,
riéndose
de los dos.
URÍAS: Pienso que
he servido a Dios
haciendo
lo que a soldado
era justo.
PASCASIO:
El rey desciende.
¿Dónde irá
tan de mañana?
URÍAS: Al jardín.
Sale el rey vistiéndose y JOSEF con recado
de escribir
DAVID:
(De mala gana Aparte
duerme el
alma que pretende
amar. ¡Con cuánto deseo
quien ver
lo que ama querría,
en la
noche espera el día!
Ya su luz
hermosa veo).
URÍAS: Vuestra
alteza ha madrugado
mucho.
DAVID: Pues, ¡cómo has venido
tan
temprano?
URÍAS:
No he querido,
señor,
estar regalado,
viendo
que mi general
solo en el
campo se ve,
y aquí la
noche pasé.
DAVID: (Mi intento
se logra mal, Aparte
que si
la noche indistinta
con
Bersabé no ha pasado,
conocerá
su pecado
si acaso
quedare encinta
de mis visitas. Pues, muera,
que aunque amigo de Dios
fui,
viendo a
Bersabé caí
de aquella
amistad primera.
Pecar
será de una vez
el hacer
que éste no viva).
Dame papel
en que escriba.
(Rey soy,
no tengo jüez). Aparte
JOSEF: Como
ibas a despachar
al jardín,
la escribanía
traigo
aquí.
DAVID:
(Si amor porfía,
Aparte
¿quién le
podrá contrastar?
Escribe pronunciando
"Joab, mi capitán general, importa
que
muera
Urías. Ponle en la batalla en parte
que
consiga este deseo.")
Cierra
aquésta...
Cierra JOSEF la carta
...y brevemente
le has de llevar porque importa.
URÍAS: La
distancia que hay es corta
y mi amor
es diligente.
DAVID: (Ojos
que partir te ven, Aparte
hombre
desdichado y fuerte,
tarde
volverán a verte
en la gran Jerusalén).
JOSEF: Toma.
Dale la carta a URÍAS
PASCASIO:
¿Será menosprecio
que la
abramos?
URÍAS:
¿Eso cabe,
necio, en
tu seso?
PASCASIO:
Dios sabe.
URÍAS: ¿Qué sabe?
PASCASIO:
Quién es el necio.
Vanse URÍAS y PASCASIO
JOSEF: ¿Qué es
tu súbito pesar?
DAVID: Quien
consiente en el pecar
de sí
mismo es homicida.
¿Por qué,
si Dios me da vida
yo me la quiero quitar?
Rey es
quien a Dios agrada,
nada quien
quiebra su ley;
luego es
locura extremada,
habiéndome
hecho Dios rey,
hacerme yo
mismo nada.
Ingrato
seré al Señor,
que a
medida de mi gusto
me dio su
gloria; pastor
ser quise
fuerte y robusto,
y entonces
me dio valor;
vencer fieras deseé
y fieras desquijaré;
fue el apetito adelante,
derribar
quise un gigante
y un
gigante derribé;
quiso
mi elección discreta
que a
decir versos se inclina,
ser músico
y ser poeta,
y me dio
con voz divina
espíritu de profeta;
cuando
perseguido voy,
quiero paz
y en paz estoy;
honestamente quería
a Micol,
Micol es mía;
rey quise ser, y rey soy.
Hartura me prometed,
cielos, tras tanta merced.
¿Qué
ambiciosa hidropesía
puede
igualar a la mía?,
que el
agua me da más sed.
Con
hambre infinita nace
el hombre,
y cuando en su idea
mayores
máquina hace,
más le
falta, más desea.
Sólo Dios
le satisface.
Siéntase DAVID
JOSEF: Tú
estás hoy contemplativo.
DAVID: A un
pensamiento lascivo,
¿qué
remedio habrá?, que es fuerte.
JOSEF: La memoria
de la muerte
es un
antídoto vivo.
Las
humanas hermosuras,
si tú
estos discursos haces,
te parecerán locuras;
por eso tienen los traces
abiertas las sepulturas.
¿En qué pecados y excesos
no temerán los sucesos
cuerpos frágiles y humanos,
viendo que comen gusanos
las médulas de sus huesos?
Sentóse a comer un santo
con gran hambre,
y se acordó
de la
muerte, siendo tanto
su temor
que no comió,
de
lágrimas y de espanto.
¿La
memoria no te inquieta
del
jüicio?
DAVID:
Yo temblara
si oyera
aquella trompeta,
que la
viva voz templara
mi fuego.
JOSEF:
(Industria es discreta
la que
en esto se me ofrece).
Vase JOSEF
DAVID: Con la
resistencia crece
amor, con
la privación,
apetito y
la ocasión
hermosa se
me aparece.
Pero
venceré el temor.
Que viva
Urías deseo
ya que le
ofendo el honor.
Despachar
quiero un correo
que,
aunque rey, seré traidor.
El
alma, de miedo llena,
me
corrige, enseña y culpa,
porque es
tan noble y tan buena,
que, sin
gustar de la culpa,
lleva
parte de la pena.
Tocan dentro una trompeta
Si esta
trompeta es señal
del jüicio
temeroso,
en que mi
alma racional
espera
juez riguroso
en
tremendo tribunal,
si esta
música es figura
de aquella
que ha de llamar
al hombre
en su sepultura,
¿cómo no
empiezo a temblar
de mi
pecado y locura?
Torna a tocar y levántase DAVID
Si esta
trompeta que suena,
Josef, me
dio tanta pena
porque su
son parecía
a aquel
del último día,
donde se
salva o condena
el
hombre, no es confusión.
Viva,
pues, el pobre Urías.
Muera la
dulce ocasión.
Mueran las
pasiones mías.
Viva sólo la razón.
Ver no
quiero a Bersabé.
Sale
JOSEF
JOSEF ¿Has resistido?
DAVID:
De suerte
que a la
ronca voz temblé;
que el que
no teme la muerte
o es loco
o no tiene fe.
JOSEF: La
reina sale.
DAVID:
Sus ojos
serán los
verdes y rojos
arcos que
el cielo serenan,
pues la
tempestad refrenan
de mis
lascivos antojos.
Sale MICOL
MICOL: Mi
señor.
DAVID:
Bien soberano.
MICOL: Buscándoos
voy.
DAVID:
Por la mano
me
ganáis. (Sombra es Micol Aparte
de aquel
peregrino sol
cuya luz
resisto en vano).
Tomas,
señora, una silla.
MICOL: Siglo es
sin vos cualquier hora.
DAVID: Ésa es de
amor maravilla.
Sale ANFRISA, de labradora, con una canastilla
de
flores
JOSEF: ¿Adónde vas, labradora?
ANFRISA: Traigo aquesta
canastilla
de
flores al rey.
JOSEF:
Detente.
DAVID: ¿Qué es
esto?
JOSEF:
Una jardinera
con un
rústico presente.
ANFRISA: (Si es la
reina, no quisiera Aparte
que saber quién soy intente;
mas
viniendo disfrazada
con
prevención semejante,
no pienso
que importa nada
que Micol
esté delante.
DAVID: ¿Qué
quieres?
ANFRISA:
(Ya estoy turbada). Aparte
Jardinera soy, señor,
de tus jardines.
DAVID:
(Amor, Aparte
ya
entiendo aqueste disfraz).
¿Romper
tienes con mi paz?
¿Tú has de
salir con tu error?
ANFRISA: Y como
os tardáis en vellos,
como el
otro rey solía,
os traigo estas flores de ellos.
DAVID: (Bersabé me las envía). Aparte
ANFRISA: La
hortelana que hay en ellos
venir quiere
por favores
de
vuestros ojos, señor.
Dad licencia. (¡Qué temores Aparte
me angustian!)
DAVID:
Basta. (¡Qué amor. Aparte
como
spid, viene entre flores!)
Lisonjas son, por mi fe,
estas flores. Yo prometo
que de
verlas gustaré.
ANFRISA: (¡Oh, cómo
el rey es discreto!) Aparte
DAVID: (Verme
quiere Bersabé).
Aparte
Vuestra
intención sana y buena
quiero
pagar. Recibid,
jardinera,
esta cadena.
ANFRISA: Vivas,
famoso David,
larga edad
de triunfos llena.
(Sabio
rey tiene Israel. Aparte
Bien me
entendió).
Vase ANFRISA
DAVID:
(De un clavel, Aparte
de dulce
fragrancia lleno,
la araña
sacó veneno
y la abeja
sacó miel.
Así yo sacar podría
de estas flores alabanzas
del Sabio Autor que las
cría,
y saco
sólo esperanzas
de amar a
quien las envía.
Araña
soy y no abeja.
¿por qué
sosegar no deja
al alma
este rey tirano
del
apetito, y en vano
la razón
nos aconseja?)
Aquí o
en vuestro retrete,
algo os
podéis divertir
haciendo
algún ramillete
mientras
que voy a escribir
unos despachos.
MICOL:
(Billete Aparte
pienso
que dirás mejor).
DAVID: ¡Ah, secretario!
JOSEF: ¿Señor?
DAVID: Trae para
escribir recado.
Vanse
DAVID y JOSEF
MICOL: Más estas flores me han dado
sospecha y celos que olor.
Venir
una labradora
con solas
flores así,
retirarse
el rey agora,
y estar
divertido aquí,
viendo que
mi alma le adora,
con razón me dará celos.
Si son
amores, verélos;
por fuerza
lo he de saber
que soy
curiosa mujer.
Amo mucho
y tengo celos.
Escóndese MICOL.
Sale BERSABÉ sola
con manto
BERSABÉ: Si
contemplo el estado
en que el
tirano Amor el alma tiene,
hallo que
el celo honrado
con fuerza
de razón mi mal detiene,
y amor
tanto me inclina,
que los
dos me prometen la rüina.
A
palacio, atrevida
a ver al
rey, me trae el pensamiento;
rendí la
honesta vida,
sin querer
resistir su torpe intento,
que al
rey, como a la muerte,
no hay
resistencia, no, ni cosa fuerte.
Sale
DAVID
DAVID: Con huésped tan hermoso,
¿qué rey habrá en Judá ni en
Palestina
jam s tan venturoso?
BERSABÉ: ¿Tan hermosa os parezco?
DAVID:
Eres divina;
que es
sombra de tus soles
el sol entre morados arreboles.
No es
tan hermosa el alba
que anda
de grana y de zafir vestida,
oye la
dulce salva
de las
aves con voz nunca aprendida,
y ella vierte en las flores,
por las que beben pájaros
cantores;
no es
tan bella y ufana
la palma
relevada en cuya cumbre
mostró la
edad anciana,
pendiente
con la rica pesadumbre,
los ramos
tan opimos
que dan el fruto en pálidos racimos;
ni el
caballo que tiene
corto
cuello, crin larga, ancha cadera,
rostro
alegre, si viene
con
bizarro pisar a la carrera,
o embiste
al fiero toro
con bordado jaez y freno de oro;
ni el
manso mar que arranca
los ramos
de coral, y en paz serena,
entre la
espuma blanca,
el ámbar
que vomita la ballena,
arroja con
las olas
que cortan los delfines con sus colas;
ni el
rubio fénix bello
con sus
rosadas alas, y bordado
de azul y
de oro el cuello,
y de
púrpura el pecho matizado
en quien
nunca se pierde
amarillo, oro, azul, rosado y verde.
BERSABÉ: A mí la
bizarría
del
sosegado mar en dulce calma,
del sol,
del claro día,
del
caballo, del fénix, de la palma,
tu sombra
me parece:
tanto a mis ojos mi David merece.
Sale un correo con una carta
CORREO: Joab,
señor, me envía
a toda
diligencia con aquésta.
Dásela
DAVID: (Aquí la
tiranía Aparte
el amor de
mi pecho manifiesta).
Vuélvesela a JOSEF para que la lea y lee JOSEF
JOSEF:
"Cumplí tu real mandado;
murió como
valiente y desdichado."
Acaba de leer y dícele JOSEF a BERSABÉ
Si
acaso no derramas
con la tierna
piedad lágrimas frías,
si al rey
de veras amas,
su esposa
puedes ser, que es muerto Urías.
BERSABÉ: ¿Cuándo a
su esposo llora
la mujer
mientras vive aquél que adora?
En el
seno piadoso
de su padre Abrahán espere Urías,
que yo,
con tal esposo,
amando pasaré felices días.
DAVID: Prendan en dulces lazos
a mi cautivo cuello tales
brazos.
Abrázanse y sale MICOL
MICOL: El alma
no me engaña
cuando
llena de amor sospechas tiene.
BERSABÉ: A Micol
desengaña
que con
celos y amor airada viene.
DAVID: Mi dulce
esposa eres,
pues la
ley me concede más mujeres.
MICOL: Y yo, siendo
tu esposa,
amiga le
he de ser y compañera.
BERSABÉ: Dame,
Micol hermosa,
tus manos.
MICOL:
Que soy tuya considera.
BERSABÉ: Tu gusto
sólo sigo.
MICOL: Ven a mi
cuarto, Bersabé, conmigo.
Vanse las
dos
DAVID: Agora de amor puedo
gozar los pasatiempos y
favores
sin
sospechas y miedo.
Si entre
pedazos de cristal y flores
flechó el
arco atrevido,
perpetua
primavera ha prometido.
Sale NATÁN
NATÁN: ¡David,
David!
DAVID:
¿Qué me quieres,
Natán,
dichoso profeta?
NATÁN: Dime, ¿qué
pena merece
quien
tiene muchas ovejas
y una sola
que tenía
un pobre
quitó por fuerza,
dándole
muerte por ello?
DAVID: Vive el
Señor que gobierna
los cielos
y el mundo, que es
digno de
muerte.
NATÁN:
Sentencia
contra ti
mismo pronuncias.
Tú eres digno de esa pena.
Muchas
mujeres tenías
sin que la
muerte le dieras
a Urías
tras su deshonra.
Dios te
amenaza con guerras,
con
pestilencia, con hambre,
con
agravios, con afrentas.
Tú has de engendrar el cuchillo
que tu mismo sangre vierta.
DAVID:
"Miserere mei Deus secundum magnam
misericordiam tuam."
Ten de
mí misericordia,
Dios, y
siente mis miserias
según en
número grande
de tu
piedad y clemencia;
y según la muchedumbre
de tus divinas y eternas
misericordias, Señor,
borra mi maldad inmensa.
De aquí
adelante me lava
de mis
delitos y ofensas,
y haz que
de mis pecados
limpio y
perdonado sea,
porque yo
mismo conozco
mi culpa,
digna de pena,
y mi
pecado está siempre
contra mi misma
conciencia.
Contra ti
sólo pequé:
a ti sólo
se confiesa
y se dice
mi pecado.
Y mal hice
en tu presencia,
porque en
tus santas palabras
tú
justificado seas,
y cuando
fueres juzgado,
en lo que
prometes venzas;
porque ves
aquí que yo
soy
concebido en ofensas
y entre
culpas y pecados
me
engendró mi madre mesma.
Ves aquí,
porque has amado
la verdad. Cosas inciertas
de tu gran
sabiduría
y ocultas
me manifiestas.
Rociarásme
tú, Señor;
limpio
seré con la hierba
del
hisopo; y lavarásme,
porque más
blanca parezca
que cándida y pura nieve.
Darás gozo y mis orejas,
y los huesos humillados
tendrán regocijo y fiesta.
Aparta de mis pecados
tu divina
cara eterna;
borra todas
mis maldades.
Un corazón
con limpieza
en mi
pecho, mi Dios, cría,
y en mis
entrañas renueva
un
espíritu derecho.
No me
arrojes y diviertas
de tu
cara; el Santo Espíritu
no apartes de mi presencia.
Vuélveme a
dar la alegría
del Cristo
que el mundo espera,
y en el
principal espíritu
confirma
mi ánimo y fuerzas.
Enseñaré a los malvados
tus caminos y tus sendas,
porque así los
pecadores
a ti,
Señor, se conviertan.
Líbreme,
Dios, de homicidios;
Dios de mi
salud perpetua,
en tu
divina justicia
regocijarse ha mi lengua.
Abrirás, Señor, mis labios,
para que
mi boca pueda
pregonar tus alabanzas.
Porque si
tú, Dios, quisieras
sacrificio, ciertamente
ofrecido
te lo hubiera;
mas ya con
mis holocaustos
deleite no
recibieras.
Sacrificio
es para Dios
un
espíritu que sea
atribulado; el contrito
corazón,
Dios, no desprecias.
Haz,
Señor, benignamente
según tu voluntad
buena
a Sïón, porque los muros
de Jerusalén se puedan
edificar; y tú entonces
aceptarás las ofrendas
de justicia, y en tus aras
sacrificarán terneras.
NATÁ'N: Perdonado
te ha el Señor,
porque has
pedido de veras
misericordia.
DAVID:
Pues yo,
que su
cantor y poeta
tengo de
ser, alabanzas
quiero
escribir, porque sean
celebradas
en mi arpa
y después
cante su iglesia
mis
salmos.
Siéntase a escribir en el bufete en el oratorio
Ora, entretanto,
por mí,
divino profeta,
que con
mis lágrimas quiero
templar al arpa las cuerdas.
Con esta
pluma pretendo,
como tú,
Señor, me vuelvas
el
espíritu profético,
darte
alabanzas inmensas.
¡Hola!
Sale JOSEF
JOSEF: ¿Qué
mandáis?
DAVID:
Cerradme
de este
camarín las puertas.
Corre la cortina JOSEF y vase
NATÁN: Admirable es en sus santos
Dios que, con lágrimas
tiernas,
su rigor
vuelve en piedad.
Llora,
pues, hombre, si pecas,
porque una
lágrima sola
apaga
llamas eternas.
En el
camarín del rey
tan dulce
música suena,
Tañen dentro el arpa
que me
admira si es el arpa
con que el rigor de Dios templa.
Corre la cortina
y aparece DAVID, elevado, con
silla
y bufete; y un ángel pendiente con un espejo grande, y
otros dos
con arpa y vihuela
ÁNGEL: Pues
tus lágrimas lavaron,
profeta
rey, tu delito,
a los
misterios que vieres
escribe salmos divinos.
Dios te hizo su poeta,
y así a tus sagrados himnos
pondrán tono y cantarán
los
espíritus que has visto.
DAVID: Ángel de
Dios, en tu espejo,
que del
cielo cristalino
parece que
es un pedazo,
profundos
misterios miro.
A Dios
están suplicando
los padres
santos del limbo
que del
cielo les envía
el
esperado rocío.
En un
humilde portal
de cuyo techo pajizo
tomas las rubias estrellas
su resplandor amarillo,
el
Esperado del mundo
entre dos
bestias nacido
está,
humanado, diciendo
como es
Dios y de Dios hijo.
ÁNGEL: Empiece el
salmo que escribes
al
nacimiento de Cristo:
Dixit
Dominus Domino meo.
DAVID: El mismo
humilde portal
es ya
corte, que regidos
por una
divina estrella,
le adoran
tres reyes ricos.
Como a
Dios, hombre y mortal,
le ofrecen
dones distintos.
Al mismo
Dios que adoraron
los tres reyes peregrinos,
con temor de los romanos
quieren prender los judíos.
Que muera
por darnos vida
el gran
pontífice ha dicho.
ÁNGEL: Será el
principio del salmo
que has de
hacer a ese concilio:
Quare
fremerunt gentes.
DAVID: Sobre una
cruz le levantan.
¡Qué
misterios! ¡Qué prodigios!
Sol y luna
se oscurecen,
tiemblan
los montes altivos.
¡Venganza,
cielos, venganza,.
que dan
muerte al Infinito!
Y, en el
cristal del espejo,
salir
glorioso le miro
del
sepulcro entre los muertos
a
aparecerse a los vivos.
¡Qué hermoso
resuscita!
¡Gran
poder! ¡Amor no visto!
Sobre los
cuatro elementos
pone ya los pies divinos,
y en alas de querubines
va
subiendo al cielo empíreo.
Los cielos
le reverencian
y tan
glorioso ha subido
que
admirándose la cantan.
ÁNGEL: Prosigue
tú [con] el himno:
Domine
Dominus noster.
DAVID: Otra vez
venir le veo
airado y
justo al jüicio
de los
hombres que ha crïado
y en su
muerte ha redimido;
temblando
estoy de mirarle.
¡Ay mi
Cristo! ¡Ay Cristo mío!
ÁNGEL: Será
Dominus regnavit
este
verso.
DAVID:
Así le escribo.
NATÁN: Y yo, que sufrir
no puedo
estos
rayos peregrinos,
me saldré
del aposento
donde
entré no siendo digno.
Cierra la cortina
Escribe,
santo poeta,
que en los
católicos siglos
tus versos
sacerdotales
dirán a
coros divinos.
Perdonóle
Dios de veras
a dos
palabras que dijo.
Tanto con
el alto cielo
puede un
corazón contrito.
Abre DAVID al oratorio y aparece escribiendo abajo
DAVID: Pues, Natán, aquí te estás.
Pienso que un rato he
dormido.
En un
regalado sueño
grandes
misterios he visto.
Ya me
atrevo a colocar,
lleno de
un gran regocijo,
el arca
del testamento
en mi
casa, agradecido
Sale JOSEF
a las
mercedes del cielo.
No se
puede llamar hijo
de Dios el
que no agradece.
Vase NATÁN y quédase JOSEF
JOSEF: El rey
está divertido
de mucho gozo.
Salen
los HERMANOS de DAVID
HERMANO 1:
Seremos,
pues que
de Belén venimos
a ver al
rey, nuestro hermano,
con tierno
amor recibidos.
Ya que del
muerto Jesé
lloramos los huesos fríos,
y en su sepulcro se han hecho
actos funestos y píos,
ocuparnos puede el rey
en
militares oficios.
HERMANO 2: ¿Dónde
está David?
JOSEF:
Hoy quiere,
en este devoto sitio,
mostrarnos
el arca santa,
en quien
el maná divino,
la vara y
leyes están,
con
fiestas y sacrificios.
Entre las
rústicas pieles
está el
arca, y ya imagino
que el rey
para festejarla
tiene
bailes prevenidos.
En tanto
que se edifica
un templo
sagrado y rico
o el
alcázar de Sïón,
este lugar
ha escogido;
como es ungido
de Dios,
colocarla
puede él mismo.
Y ya la
música suena;
a buen
tiempo habéis venido.
Con chirimías
descubren el arca y salen gitanos y gitanas
bailando, MICOL, BERSABÉ, y DAVID con ropa y corona
MÚSICOS: Tiene
el arca santa
vara de
castigo,
leyes celestiales
y néctar divino.
Vara peregrina
que
milagros hizo
en el
cautiverio
del reino
de Egipto,
leyes que
bajaron
desde el
cielo empíreo
y maná
sabroso
que llovió en rocío:
leyes celestiales
y néctar divino.
Bailen los gitanos
pues que son testigos
de las maravillas
del pasado siglo.
Vengan al
Jordán
desde el
fértil Nilo
para ver
el arca
de misterios ricos:
leyes celestiales
y néctar divino.
DAVID: Arca
santa, leyes pías,
vara y
celestial sustento,
figura del
monumento
del
venidero Mesías,
pobres
vuestras aras son;
recibid
esta fe rica
en tanto
que se edifica
el alcázar de Sïón.
En daros templo, mis rentas
gastara yo, mas contemplo
que mi Dios no querrá templo
de manos
sanguinolentas.
Mas ya
que templo no os doy
daré mi
misma persona;
mal con
púrpura y corona
en vuestra
presencia estoy.
Arroja la ropa y corona
Dadme
mi arpa o una lira;
tañed, que
quiero bailar,
porque es
razón celebrar
misterio que al hombre admira.
Si soy
músico de Dios,
razón es
hacer mi oficio.
Danza aquí
MICOL: ¿Señor,
estáis con jüicio?
Siendo rey de Judá vos,
¿os queréis hacer truhán?
DAVID: Micol, si yo mereciera
ser truhán
de mi Dios, fuera
sabio,
justo, rey, galán.
¿Qué
mal murmuras de mí!
Tú, ¿qué
dices Bersabé?
BERSABÉ: Que haces
bien, grande es tu fe.
DAVID: Los reyes
vendrán de ti;
la
sucesión he de darte.
BERSABÉ: Siempre
estaré agradecida.
MICOL: Y aquí
Lisardo convida
para la
segunda parte.
FIN DE LA COMEDIA
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