ACTO TERCERO
Salen CÉSAR y ENRIQUE
CÉSAR:
Amigo, ¿no me dirás
cómo el Rey, si está enojado,
en tu misma casa ha entrado?
ENRIQUE: César, después
lo sabrás.
CÉSAR:
El que ser amigo quiere,
para acertar bien a sello,
no ha de saber más de aquello
que su amigo le dijere.
Ya no lo quiero saber
y bástame averiguar
que en gracia vienes a estar
del
Rey. Pero, ¿qué mujer
hallaste firme?
ENRIQUE:
En Elena
he descubierto más fe
y aunque a Porcia me incliné,
libre estoy de aquella pena
porque soy agradecido.
CÉSAR: De
esa manera bien puedo
decir, Enrique, sin miedo
que amante de Porcia he sido.
ENRIQUE:
¿Eso has callado hasta aquí?
Especie fue de traición;
que una amorosa pasión
me hayas ocultado así.
Sírvele, César, agora;
que ella y Elena son damas
de la Reina.
Un ángel amas.
Cuerdo es aquél que la adora.
[Y, ojalá yo la quisiera
con el extremo mayor
que vio en sus penas Amor
porque en dejártela hiciera
algo por ti; que dejando
amante mujer tan bella,
te diera el alma con ella
y así te estuviera amando
de dos maneras quien te ama
y te da con voluntad
dos almas en la amistad
y dos vidas en la dama].
CÉSAR:
Acepto esa cortesía.
De Porcia me he de llamar.
ENRIQUE: No puedo en
palacio entrar
en público, y dar querría
a Elena aqueste papel;
mas César se lo dará
que es otro yo. Abierto va;
que a portador tan fïel
se debe esta confïanza.
[CÉSAR]: ¿Cuál es?
ENRIQUE:
Éste. Toma, amigo.
CÉSAR: En mi
pecho irá conmigo,
por ser tú su semejanza,
tan
recatado el papel
que mis mismos ojos sean
los primeros que no vean
lo que llevo escrito en él.
ENRIQUE:
De tu mente es un conceto
pues lo ha sido de la mía.
El Rey
a llamarme envía
y he de entrar con gran secreto.
Vase
ENRIQUE
CÉSAR:
Ojos, finezas os deban
los que Enrique siempre ha hecho.
Ni a mis ojos, ni a mi pecho
preguntéis qué es lo que
llevan.
Vos, Porcia, que a este palacio
dais columnas de arrebol
como en la casa del sol
las columnas de topacio,
óyente penas y quejas.
Comenzaré por serviros
a penetrar con suspiros
los caminos y las rejas.
Salen
los Príncipes de SALERNO y TARANTO
SALERNO:
Príncipe, de aquí adelante
con más cuidado y frecuencia
se debe hacer asistencia
aquí en palacio.
TARANTO:
El diamante
se rinde al diestro buril,
piélagos abrevia el arte,
un risco se ablanda y parte
a las lluvias del abril,
pero escucha; que el Rey sale.
Sale el REY
REY:
¡Oh, mis parientes y amigos!
TARANTO: Vasallos dirás,
testigos
del premio inmenso que vale
tu favor.
REY:
(Disimulemos, Aparte
sentimiento natural.
Vidrieras de cristal
son los ojos en que vemos
la más oculta pasión.
Reprimamos los enojos
y disimulen los ojos
lo que siente el corazón).
¿Cómo estáis? Porque os deseo
salud y prosperidad.
TARANTO: ¿Es que ve tu
majestad
mis acciones?
REY:
Sí,
las veo.
SALERNO:
[¿Y es que mi amor ha sabido
tu majestad?
REY:
Sí, lo sé.
TARANTO: Nadie nos
iguala en fe
ni amor.
REY:
Así lo he entendido].
Sale LUDOVICO
LUDOVICO:
Dame a besar esa mano
que un siglo ha que no te veo
y tanto verte deseo
como mi Rey soberano.
REY:
[(¡Oh, ambiciosa
diligencia, Aparte
nube opuesta a la justicia!
¡Que te enseñe la malicia
tan lisonjera elocuencia!)]
SALERNO:
Siempre los tres procuramos
el valor de tus renombres.
REY:
(¡Que haya en el mundo estos hombres!) Aparte
LUDOVICO: Lo que los tres
deseamos
te suceda.
REY:
(No
permita
Aparte
mi fortuna tal suceso).
Y vosotros antes de eso
tengáis lo que os solicita
mi cuidado.
LUDOVICO:
¿Qué nación
tuvo Rey tan excelente?
REY:
(¡Oh, lisonjero valiente!
¡Oh, villana adulación!)
Y vos que estáis escuchando,
yo no permito testigos
cuando estoy con mis amigos
discurriendo y conversando.
Salid fuera.
CÉSAR:
(¿Qué es aquesto? Aparte
¡Anoche tan grande amor
y agora tanto rigor!
¿Desvanecida tan presto
ha quedado mi esperanza?
Que caiga lo levantado
no es mucho, pues ha trepado
a riesgos de la mudanza,
pero al escalón primero
volver atrás de improviso
o es desdicha o es aviso
que no es bien subir. Yo quiero
escarmentar animoso,
no poniéndome delante.
No entiendo al Rey el semblante.
O es mudable o cauteloso).
Vase CÉSAR
REY:
(César se fue sin saber Aparte
que es un enigma mi amor,
un esfinge mi temor
y mi rostro una mujer.
Aborrezco lo que estimo
y quiero lo que aborrezco;
al mismo engaño parezco).
Marqués de Pescara, primo,
hay detrás de esos
canceles
de pintadas celosías,
donde suelo algunos días
sentarme yo a ver papeles,
breve suma y relación
de memoriales me haréis.
Sobre el bufete hallaréis
los papeles.
Vase LUDOVICO
TARANTO:
No es razón,
cuando ocupado te veo
que estemos aquí los dos.
REY:
Bien decís, y guárdeos Dios
con el premio que os deseo.
Vanse los dos Príncipes y habla dentro
LUDOVICO
LUDOVICO:
Para ver si algo mandares
los papeles voy mirando.
REY:
Aquí estoy paseando.
Pregunta si algo dudares.
LUDOVICO: Un
memorial está aquí
que el Duque de Amalfi dio.
¿Quieres escucharle?
REY:
No.
LUDOVICO: ¿Has visto el de
Capua?
REY:
Sí.
(La puerta del camarín Aparte
siento abrir. Enrique ha sido
que a mi llamada ha venido
por la puerta del jardín.
Y el Marqués por el cancel
le ha de ver y aun ya le ha visto.
Mal pensará si resisto
de hablar agora con él.
Aviséle que esperaba
y el secreto se revela.
Aquí importa la cautela).
Sale ENRIQUE
Esperando, Enrique, estaba
y con más razón y enojos
para reñirte prevengo
los sentimientos que tengo
en el alma y en los
ojos.
¿Cada día voy sabiendo
nuevas culpas contra ti?
Pero yo me culpo a mí...
ENRIQUE: Mira, señor,
que no entiendo...
REY:
Calla, bárbaro, no doy
a tus disculpas oído.
Necio, que no has entendido
la cólera con que estoy.
¿Cómo
quieres responder
si apenas el alma explico?
(¡Qué atento está Ludovico!
Aparte
Aun señas no puedo hacer).
ENRIQUE:
(Nadie nos ve. ¿Estando a solas Aparte
me trata el Rey de esta suerte?
REY:
Español, ingrato, advierte
que tus traiciones son olas
del mar movidas del viento;
que unas mueren y otras nacen.
Torre que los hombres hacen
sobre fácil fundamento
polvo será en breves días.
ENRIQUE:
¡Señor!...
REY:
Calla.
ENRIQUE:
Dime...
REY:
Baste.
Muchas cosas me ocultaste
que decírmelas debías.
ENRIQUE:
Mira, señor que esa injuria...
REY:
(Si responde, se
declara).
Aparte
Calla, bárbaro. ¿En mi cara
no está leyendo mi furia?
ENRIQUE:
(¡Vive Dios!, que esto es de veras. Aparte
¿Ingrato yo? ¿Yo infïel?
¡Qué desdichado es aquél
que subió trepando esferas
para ver su perdición!
¡Oh, mil veces soberano
el estado que es mediano
sin soberbia ni ambición!)
REY:
(Enrique no me ha entendido. Aparte
De verme airado se admira
y Ludovico nos mira.
El secreto va
perdido
si acaso se desengaña).
En castigo de tu yerro
de Nápoles te destierro.
Luego has de partirte a España.
ENRIQUE:
No quiero hablar disculpando
mi inocencia y mi verdad;
sólo de tu majestad
quiero despedirme hablando...
REY:
Ni aun eso quiero que digas.
Despídete con los ojos
que tu lengua me da enojos.
ENRIQUE: A tal silencio
me obligas
que mudo seré desde hoy.
REY:
(Siento el verle padecer). Aparte
Ludovico, pasa a ver
cómo está la Reina.
Sale LUDOVICO
LUDOVICO:
Voy.
(Si Enrique va desterrado, Aparte
con más prisa y más secreto
de las flores del Sebeto
será el francés coronado ).
Vase LUDOVICO
ENRIQUE:
¿Ludovico estaba aquí?
Ya voy respirando. ¡Cielos!
Volcanes y Mongibelos
me oprimían.
REY:
¿Fuése?
ENRIQUE:
Sí.
REY:
¿Es posible que no viste
escondido
a ese infïel
detrás de aqueste cancel?
¡Vive Dios, que me ofendiste
creyendo así mis enojos!
Agraviaste mi lealtad
pues no viste la verdad
disimulada en mis ojos.
ENRIQUE:
Deja que pueda alentar
la voz; que mi sentimiento
reprimió tanto mi aliento
que no podré respirar
si no llega al corazón
poco a poco el desengaño,
templado el susto y el daño
que causó la aprehensión.
REY:
Siempre que muestre contigo
tal enojo, considera
que soy tu Rey por de fuera
y que dentro soy tu amigo.
LUDOVICO llega a la puerta
[Si dentro en mi pecho estás
llave es mi amor con que abras.
No mires, no, mis palabras.
El alma has de ver no más].
Quise que no respondieras
porque no te declararas.
Mejor era que callaras
y que culpado te hicieras.
ENRIQUE:
Culpa ni aun fingida es buena.
REY:
Sí, cuando importa, y yo sé
que entonces luce la
fe.
ENRIQUE: Bien ha
menester la pena
que me diste, ese favor
y dulce correspondencia
y aún están en competencia
cuál de los dos es mayor.
[Y la pena digo yo;
que el que lejos de ti está,
sin tu favor vivirá,
pero en tu desgracia, no].
REY:
Mientras que tú no estés preso,
nunca mis enojos creas
por más airado que veas
mi semblante.
ENRIQUE:
Tus pies beso.
LUDOVICO:
(¡Oigan, oigan lo que pasa! Aparte
Cautela fue su caída.
¡Vive Dios, que está mi vida
peligrosa en esta casa!
¡Ay, esfinges! El revela
toda la culpa que tengo;
mas no será si prevengo
cautela contra cautela).
Vase LUDOVICO
ENRIQUE:
Voy a ver lo que pretende.
REY:
Consuela a César y adiós.
ENRIQUE: De ti pendemos
los dos.
REY:
De ti mi reino depende.
ENRIQUE:
Tú nos honras.
REY:
Tú me amparas.
ENRIQUE: Fortuna, ¿de
esta manera
das picones? No quisiera
que alguna vez te enojaras.
Vanse y
salen CÉSAR y ELENA
CÉSAR:
¿Cómo en palacio se ha hallado,
señora, vueseñoría?
ELENA: Con
más gusto cada día
porque la
Reina me ha honrado.
CÉSAR:
Ya sabe que a la amistad
se deben aras y templo,
porque es símbolo y ejemplo
de la fe y de la lealtad.
Con sus alientos me atrevo
a darle
aqueste papel.
Débeme secretos
él
y yo respectos le debo
por la ley de quien fui
sus letras ha venerado,
y con no venir cerrado
trae candados para mí.
ELENA:
¿De quién es?
CÉSAR:
Ese fue error.
¿De quién ha de ser me di,
siendo el papel para ti
y siendo yo el portador?
ELENA:
De don Enrique será.
CÉSAR: ¿Hay
otro que esto merezca?
ELENA:
¿Querrá que le favorezca
con el Rey.
CÉSAR:
Favor querrá
sólo de tu amor honesto.
ELENA: (¡Qué
engañada pretensión! Aparte
En dudas y confusión
aqueste papel me ha puesto.
"Carlos Rey de Francia" escribe
y no otra cosa, y confirma
o que hay traición esta firma
o que engaños apercibe...
o que es error). ¿Has sabido
qué traes aquí?
CÉSAR:
No, señora,
no lo sé. Ya os dije agora
que a la amistad es debido
este respeto.
ELENA:
Darás
a su dueño este papel.
Enigmas vienen en él.
Di que se declare más
y advierta que su lealtad
está ya tan peligrosa
que a mí me tiene dudosa
la sospecha y la verdad,
y que los vasallos buenos
sólo en gracia se mantienen
de sus reyes y no tienen
firmas de reyes ajenos.
Vase
ELENA
CÉSAR:
¡Vive Dios, que yo también
estoy dudoso y suspenso!
Luchando está lo que pienso
con lo que mis ojos ven.
Pienso que Enrique es leal.
Del francés la firma veo,
y así ni a los ojos creo
ni al pensamiento; que mal
viven hombres avisados,
sin astucia recatada.
¡Aun en comedias me enfada
ver dos papeles trocados!
Sale CHIRIMÍA
CHIRIMÍA:
Señor César, ¿ha venido
a palacio mi señor?
CÉSAR:
(Entre dudas y
temor Aparte
traigo perplejo el sentido).
CHIRIMÍA:
Señor César, por su vida
que me diga dónde está.
CÉSAR:
(¡Válgame Dios! ¿Qué será) Aparte
CHIRIMÍA: Señor César.
CÉSAR:
(Divertida Aparte
siento el alma, el pecho inquieto).
CHIRIMÍA: ¡Señor César!
CÉSAR:
(Quiero ver Aparte
a Enrique para saber
este encanto, este secreto).
CHIRIMÍA:
¡Señor César! [¡Qué crüel
está! Pues ya se me acoge.
¡Seor César! Aunque se enoje...
¡Señor César! Voy tras él].
Vanse y
salen LUDOVICO y JULIO y luego los dos
Príncipes
LUDOVICO: ¿A
qué ha entrado aqueste loco?
JULIO: El
caso sabrás después.
TARANTO: Llamado nos
han, Marqués,
de tu parte.
LUDOVICO:
Escucha un poco.
Enrique nos es traidor.
Con el Rey ha declarado
lo que tenemos tratado
y peligra nuestro honor.
No hay duda.
TARANTO:
Pues declaremos
los ánimos arrogantes,
y declarémonos antes,
pues ese peligro vemos.
LUDOVICO: No
es tiempo y viene gran daño
a los nuestros.
SALERNO:
¿Qué dispones?
LUDOVICO: A una traición, dos
traiciones.
Dos engaños a un engaño.
Sale el REY
REY:
¡Oh, mis parientes y amigos!
LUDOVICO: Más bien lo dirás
agora
en sabiendo nuestros pechos.
Señor, anoche a la hora
que tú viste que salimos
de palacio, como propias
personas tuyas y espías
de tu frente y tu corona,
como tus deudos y amigos,
con astucia cautelosa,
en casa de don Enrique
fuimos porque se conozca
nuestra lealtad y por ver
si en desgracia tuya osa
declararse
contra ti.
Dijimos que las personas
de los tres y las haciendas
queríamos poner todas
por dar este reino a Carlos,
y Enrique, que la ponzoña
que tenía contra ti
encubrir no pudo. Otorga
el ser general y alzar
las banderas
venidoras
en favor del Rey de Francia
contra tu real corona.
Mira, señor, por tu reino.
REY:
¿Eso pasa?
TARANTO:
¡Y más agora!
Nos dijo que era fingida
su caída y cautelosa
porque quieres de esta suerte
con esta industria ingeniosa
conocer tus enemigos.
REY:
(Si fuese
verdad...)
Aparte
SALERNO:
Conozcan
nuestro amor cuantos vasallos
humanos reyes adoran.
Él trata de dar a Carlos
este
reino y esta hermosa
ciudad que de luz serena
el rayo del sol corona.
REY:
Yo os agradezco el aviso.
Dejadme solo.
Vanse
¿Qué sombras
son éstas que a la amistad
turban la luz generosa?
Estos tres han sospechado
que sé su intento y abonan
de este modo su traición.
Mas, saber que es cautelosa
mi mudanza y la
caída
de Enrique parecen cosas
de que han violado el secreto
los candados de su boca.
Pero también pueden ser
malicias de éstos; que propias
son las sospechas al hombre.
Sólo Dios, como no ignora
los humanos corazones,
es inmutable en sus cosas.
Sale ELENA
ELENA: Aviso
a tu majestad...
REY:
¿Qué dices, Elena hermosa?
ELENA:
...que don Enrique se escribe
con el Rey de Francia. Importa
que sepa tu majestad
si hay por qué se correspondan
sin ofender su lealtad,
pero yo no lo sé. Sola
esta verdad aseguro,
y si de César te informas
sabrás la verdad del caso.
REY:
Hágate el cielo dichosa
como noble, bella y leal.
ELENA: A
quien soy lo debo.
Vase ELENA
REY:
Rompan
los silencios de mi amor
las voces más rigurosas
que dio monarca en el mundo.
Si la dama que le adora,
si la dama que le estima
acusa a Enrique, ¿es impropia
su culpa? Indicios son fuertes
que la verdad acrisolan;
pero no he de sospechar
de su lealtad generosa.
Apelo de Elena a César,
de su dama a su amigo. ¡Hola!
Sale un CRIADO
CRIADO: ¿Señor?
REY:
Mirad si está César
en la antecámara. (¿Todas
Aparte
las amistades humanas
han de ser tan sospechosas?
Sale CÉSAR
CÉSAR: ¿Qué
me mandas?
REY:
Dime, César,
atendiendo a que me importa,
si Enrique se comunica
con el Rey Carlos.
CÉSAR:
(Perdona
Aparte
amistad, porque más debo
a mi Rey). ¿Señor?
REY:
No pongas
temor ni duda en la lengua.
La voz desata animosa.
CÉSAR:
Señor, sí. Yo tengo...
REY:
Calla.
Basta ese "sí" para que oiga
mis quejas el mismo cielo
y la sangre se recoja
desamparando las venas
al corazón cuando roban
sentimientos naturales
su actividad y transforman
en fuego su hielo. Vete,
que un desengaño es ponzoña
y basta la que en dos letras
me diste a beber agora.
Vase CÉSAR
Otra vez pienso dudar.
Haga finezas preciosas
el amor que a Enrique tengo.
Apelo otra vez. ¿Hay otra
apelación donde pueda
aliviarse la
memoria?
De la dama y del amigo,
si en los votos se conforman,
¿a quién se puede apelar?
Apelo a él mismo. Su boca
será el último testigo.
Si él no lo confiesa, ponga
la envidia mil acechanzas
que mil serán mentirosas.
Esta puerta he de juntar
y quedar con él a solas;
que en mi camarín le tengo.
¡Oh, cómo está temorosa
el alma! Amistad, ¿qué es esto?
¿Ajenas culpas me cortan?
¿Delitos de otro me hielan?
Enrique.
Sale ENRIQUE
ENRIQUE:
¿Señor?
REY:
Conozcan
los cielos que nos alumbran
que eres quien rompes y cortas
los lazos del amistad
y yo no. Tú me provocas
a la cólera mayor
que dio a tigres ni a leonas
heridas naturaleza.
Y así con mis manos propias
quisiera tomar venganza.
ENRIQUE: (Sin duda que
hay quien nos oiga Aparte
otra vez; pues finge el Rey
que se ofende y que
se enoja).
REY:
¿Con Carlos te comunicas
sin avisarme las cosas
que tratas con él? ¿Tú escribes
a mis contrarios
ENRIQUE:
¿Agora
no he de errar cual la otra vez
disculpándome; que importa
fingir este enojo bien).
Confieso, señor, que tornas
a enojarte justamente.
Carlos me escribió.
REY:
¿Quién
osa
confesar así sus culpas
que a morir no se disponga
Mira, ingrato, que me debes
que hasta oírlo de tu boca
el crédito suspendí,
y aún está el alma dudosa
si acaso "sí" me dijiste.
ENRIQUE: Señor, señor,
¿no hay persona
ninguna tras el cancel?
REY:
Hay malicias cautelosas
tras el cancel de tu pecho
y eso basta. ¿Tú blasonas
de agradecido español?
ENRIQUE:
¡Solos estamos y todas
las puertas están cerradas!
No finjas más; que me roban
los temores el aliento.
REY:
De veras hablo. No pongas
intervalos a mi enojo
y mi cólera interrompas.
ENRIQUE: ¡Válgame
Dios! ¿En qué parte
pueden escucharnos? Sola
está la cuadra y apenas
hay quien distinga y conozca
si lo que finge es de veras.
Aun el alma que no ignora
que es ficción está temiendo.
REY:
No disimules, pues tocan
tus traiciones en los rayos
de mi luz majestüosa.
¡Ah, Capitán de mi guarda,
prended a Enrique!
ENRIQUE:
(Quien loca Aparte
llamó a la Fortuna,
dijo
la verdad). Si me
aprisionas,
señas son que tú me has dado
para que en ti
reconozca
que tu enojo es verdadero.
¿Qué mucho en la parda concha
engendre perlas el alba
y cuando el sol se trasmonta
mengüe su cándido humor
que aún no llegó a ser aljófar?
El sol alienta los campos,
los jazmines y las rosas
rasgan las verdes camisas,
y a su luz sacan las hojas;
huye el sol de este hemisferio,
caduca deja su pompa,
todo pasa de esta suerte.
Tú eres sol; fui flor hermosa.
Escondísteme tus rayos;
perdí el verdor a tu sombra.
Sale el CAPITÁN
CAPITÁN: ¿Qué mandas?
Sale PORCIA
REY:
Ya estoy remiso.
PORCIA: (Animo,
segunda Porcia, Aparte
que en las batallas de amor
no te dan brasas que comas).
Señor, a pedirte vengo,
atrevida si piadosa,
que justifiques las culpas
de don Enrique y conozcas
que no es bien que tú te enojes
sin mirar que la
paloma
al aire blanca parece
aunque sea negra toda.
[El agua clara en un vidrio
turbio a nuestro ser la tornan
los rayos del sol
hermoso;
en las cristalinas ondas
corvos parecen los remos;
muchos espejos nos borran].
Si en las cosas claras vemos
que hay engaño, en las dudosas
¿qué será, Rey poderoso?
Natural intercesora
mi piedad será esta vez.
REY:
Sí, será, Condesa hermosa.
(¡La que le quiere le acusa! Aparte
¡La que no le quiere aboga
por Enrique! Aquí hay
engaño).
Bien está, gallarda Porcia.
PORCIA: Vivas más
que vive el Fénix
inmortal en sus aromas.
(Y viva Enrique
también
Aparte
que me mira y me enamora).
Vase PORCIA
REY:
Salte fuera y llama a César.
Sale el CAPITÁN
ENRIQUE: (Porcia con
vista amorosa Aparte
me miró. Todo se trueca).
REY:
Ven acá. Dime qué cosas
tratas con el Rey de Francia.
ENRIQUE: ¿Yo?
Ninguna.
REY:
¿Cómo agora
dijiste que te escribía?
ENRIQUE: Porque imaginé
que a solas
no estábamos e importaba
fingirme culpado. Sola
una firma vi del Rey
que en tu presencia dichosa
me dio el Príncipe de Taranto.
REY:
Dame acá esa firma.
ENRIQUE:
Toma;
que para lo que mandares
te la he guardado hasta agora.
Lee
REY:
"Como has entrado en palacio
no he podido, mi señora,
responder como debía
a tu papel y a tus joyas..."
ENRIQUE: ¡Válgame
Dios! El papel
sin atención ni memoria
troqué con uno de Elena.
REY:
(La verdad aliento cobra).
Aparte
¿Quién a Elena le llevó?
ENRIQUE: César.
Sale CÉSAR
CÉSAR:
¿Qué mandas?
REY:
(Gozosa
Aparte
siento el alma). ¿Qué papel
diste a Elena?
CÉSAR:
Sospechosa
hizo mi fe aquesta firma.
Dale al REY el papel
REY:
Quien no apura ni acrisola
la verdad errores hace.
Enrique amigo, perdona.
No dudé de tu lealtad
pero me turbaron sombras
de aparentes culpas.
Mueran
los Príncipes que alborotan
mis
estados.
ENRIQUE:
Mira bien;
que si los cuellos les cortas,
sus parientes y vasallos
tomarán armas traidoras.
REY:
Yo tengo para matarlos
una cautela injuriosa.
Publíquese que en mi gracia
estás.
ENRIQUE:
Dame por esposa
a Elena, y bien se publica.
REY:
Pues, prevén luego tus bodas.
ENRIQUE:
Y las de César, señor,
si das licencia, con
Porcia.
REY:
Si ella gusta, enhorabuena.
CÉSAR:
¡Vivas edades dichosas!
Vanse
los dos
REY:
Ellos mismo han de ser
los que muerte rigurosa
se han de dar; que de esta suerte
aseguro mi corona.
¡Príncipe!
Sale TARANTO
TARANTO:
Señor, ¿qué mandas?
REY:
A mí, Príncipe, me importa
que la muerte deis a Enrique
sin que ninguno os
conozca.
En este papel va el orden
que habéis de guardar.
TARANTO:
Mil Troyas
abrasará mi obediencia,
mil capitolios de Roma.
Dice el papel:
Lee
"Iréis, Príncipe, amigo,
con máscara a la usanza de estos días
a la Plaza del
Olmo y en las Ninfas
que una fuente en su espacio cristal vierte,
donde hallaréis a Enrique que esperándome
estará para ver unos festines.
Un lienzo sacará. Sacad vos otro
y muerte le daréis sin que os conozca.
Llevad gente en resguardo y romped éste".
Yo voy a prevenir lo necesario
y los deudos y amigos que tuviere
a prevenirlos y vestirme y todo.
¡Viven los cielos, español perjuro,
que de mis manos no estarás seguro!
Vase TARANTO
REY:
¡Ah, Príncipe de Salerno!
Sale el de SALERNO
SALERNO: ¿Gran señor?
REY:
Este orden toma
y a Enrique darás la muerte
como ahí va escrito.
SALERNO:
Ponga
leyes en mí tu grandeza
que guardadas serán todas.
REY:
Riguroso ni
tirano
me llame el mundo, pues obran
la equidad y la justicia
tal vez, cautelas heroicas.
Vase el REY, y lee el de SALERNO
SALERNO:
"Con máscara, pues son carnestolendas,
esperaréis a Enrique que pensando
que yo soy, en la fuente de las Ninfas
que en la Plaza
del Olmo cristal vierte
un lienzo sacará. Haced vos lo mismo.
Llevad vuestros amigos y parientes
por si quisiere defenderse Enrique.
Hacedlo con secreto y romped éste".
Agora este español que nos revela
el secreto jurado verá el pago
que merece un traidor. Voy a vestirme.
¡Viven los cielos, español villano,
que hoy habéis de morir por esta mano!
Vase y salen ELENA y PORCIA
ELENA:
Porcia, si de mí te fías
y conoces mi afición,
dime cuál es la ocasión
de tantas
melancolías.
Vienen días, pasan días,
y tú tan triste, ¿qué es esto?
PORCIA: En este
estado me ha puesto
un amoroso rigor.
Prima, la muerte es menor.
Enrique el alma ha dispuesto
de esta suerte.
ELENA:
¡Ay, prima mía!
¡Qué necios son tus amores!
Sin duda de esos errores
nació tu melancolía.
En dos modos desconfía
de ese amor.
PORCIA:
¿Y cuáles son?
ELENA: Que
no te tiene afición
y que es pobre.
PORCIA:
Lo primero
a ser, prima, verdadero
aumentará mi pasión.
ELENA:
Es tan verdad que me quiere.
Es tan verdad que desea
ser mi esposo. ¡No lo sea,
plega a Dios!
PORCIA:
Y si lo fuere
y mi desdicha lo viere,
viva en su dichoso estado
alegre y enamorado
más que el sol girando cielos.
ELENA: ¡Bendiciones
y no celos!
¡Gran fineza!
PORCIA:
¡Y gran cuidado!
Sale el REY
REY:
Condesas, felicemente
solas y juntas os veo,
cuando casaros deseo
con un varón eminente;
que lo quiero justamente,
a Elena su gusto sigo
y a ti, Porcia, con su amigo.
ELENA:
(¡Ludovico es, pues que dice Aparte
que le quiero!) Soy felice,
tuya soy.
PORCIA:
Lo mismo digo.
Salen LUDOVICO y JULIO
LUDOVICO:
(Dame, Amor, atrevimiento; Aparte
que por ti la más hermosa
ocasión y más honrosa
que hay en todo el mundo intento).
Un gallardo casamiento
codicio. Humilde te pido
me hagas felice marido
del dueño mío que fue
señal de amor y de
fe.
REY:
¿Quién es?
LUDOVICO:
Doña Elena ha sido.
Sale CHIRIMÍA
CHIRIMÍA:
Señor, señor, si te mueve
a piedad una tragedia
de un desdichado jüicio.
bien es que lástima tengas.
Don Enrique, mi señor,
con el dolor y la pena
de verse en desgracia tuya
está loco y de manera
que ha dado en decir muy grave
a los amigos que encuentra,
"Bien está. Dadme después
memoriales". No hay quien crea
que ya pobre y desdichado
nuevo papel representa
de privado en este mundo.
Danos, gran señor, licencia
que nos volvamos a España
que, mudando aires y tierra
sanará de esta locura,
y porque veas que es cierta
su locura como digo
vesle aquí, en palacio se entra.
Sale ENRIQUE hablando hacia dentro
ENRIQUE: Al Rey, mi
señor, diré
vuestros méritos.
CHIRIMÍA:
¡Oh, pesia
la madre que me parió!
Deja esas locuras necias.
ENRIQUE: Dame, gran
señor, tu mano.
REY:
Ven, amigo, enhorabuena.
CHIRIMÍA: (El Rey le sigue el
humor). Aparte
PORCIA:
¿Hay desdichas como éstas?
ENRIQUE: En feliz hora
vendré,
señor, si me das a Elena.
ELENA: ¡No
me faltaba otra cosa!
¿Hay locura como aquélla?
Sale CÉSAR
CÉSAR:
Escucha, señor, un caso,
el más funesto.
REY:
¿Qué hay, César?
CÉSAR:
Los dos Príncipes, amigos,
a quien por dueños veneran
Taranto y Salerno, agora
con máscaras y libreas
como en Nápoles se usa
porque son carnestolendas,
una batalla se han dado
quedando muertos en ella
muchos parientes y amigos
de ambas partes, sin que sepa
nadie la causa.
REY:
¿Y los dos?
CÉSAR:
Con más heridas que César
en el senado murieron.
REY:
Los que vivieren se prendan
para saber la ocasión
y entre tragedias como éstas,
prosiga, Elena, sus bodas.
ENRIQUE: ¡Vivas edades
eternas!
REY:
Paso, Enrique, no sois vos
el dueño que ella desea.
ENRIQUE: Pues, ¿quién,
señor?
REY:
Ludovico.
ELENA: De
Ludovico y Elena
son las bodas que el Rey
dice.
ENRIQUE: Pues, ¿cómo,
ingrata, estas letras
y diamantes no publican
tu mudanza? Di.
PORCIA:
Las piedras
han de confesar mi amor.
ENRIQUE: Este papel, ¿no
es de Elena?
ELENA: La
letra sí, las razones
son de Porcia.
ENRIQUE:
Pues, ¿no era
esta joya tuya?
ELENA:
Sí;
mas dísela a Porcia.
PORCIA:
Sepan
que fueron finezas mías.
Publíquese. No me pesa.
ENRIQUE: ¿Qué haré,
César?
CÉSAR:
Ser de Porcia
infinitos años.
REY:
Sea
Almirante
y Canciller,
Enrique, y luego le vuelva
el título de Marqués
Ludovico. El mundo entienda
que he asegurado mi reino
y que bien le quiero. ¡Prendan
a Ludovico!
LUDOVICO:
¡Señor!
¿Por qué a mí?
REY:
Porque no quieras
dar a Carlos mi corona.
ELENA:
Engañada fui.
REY:
No seas
interesada ambiciosa.
CHIRIMÍA: Luego, no ha sido de
veras
su caída. ¡Julio, amigo,
venguéme! Esta vez te cuelgan.
ENRIQUE: Prospere el
cielo tu vida
gran Alfonso, y aquí tenga
fin la historia que se llama
cautela contra cautela.
FIN DE LA
COMEDIA