ACTO SEGUNDO
Sale AUSONIO, rasgando una carta y tras él
sale RICARDO
AUSONIO:
Pedazos hago el papel
adonde
mi muerte fundo,
por
venir escrito en él
que
quiere acabarle el mundo,
pues
Fenisa salió de él.
Fenisa muerta y yo vivo,
¿Por
qué muerte no recibo?
¿Qué
milagro es éste, y palma,
que
salga de un cuerpo el alma
y el
cuerpo se quede vivo?
Dichosa
infanta, bien sé
que el
alto cielo te encierra
como en
el arca Noé;
que se
ha de anegar la tierra
co[sa]
que yo lloraré.
Mas
con esto me consuelo,
que hecho
montes el suelo
y
pasado este diluvio,
nos
mostrará su arco rubio
en
señal de paz el cielo.
Tu
bella luz mostrará,
haciendo el cielo arrebol,
porque
el sol viéndote allá
ha de
dejar de ser sol
y su
lugar te [dará].
Tan
rica dejas la tierra
que
temo no nos des guerra,
porque
todos la pisamos
y
porque no la adoramos,
después
que tu cuerpo encierra.
RICARDO: Si
el tiempo con su rigor
la
infanta acabó en su tiempo,
acabe
ya tu dolor.
AUSONIO: Todo lo
consume el tiempo
pero no
un perfeto amor.
RICARDO: Mas,
antes es imperfeto,
pues ha
faltado el sujeto
que tu
amor perfeto causa.
AUSONIO: Aunque
ha faltado la causa,
¿falta
después el efeto?
El
Fénix tiene costumbre
cuando
se quiere morir
de
echarse vivo en la lumbre,
mas
otro vuelve a salir
de su
ceniza a la cumbre.
Y de
esta suerte en mi pecho,
que
Fenisa ya ha deshecho
de mi fuego y su ceniza,
otro
Fénix, --¡Oh, Fenisa!--
admirablemente ha hecho.
RICARDO:
Pues, ¿qué pretendes hacer?
AUSONIO: Que
partamos luego a Hungría
para
allí gozar y ver
la que muerta, helada y fría
temblar me hace y arder.
Su espíritu está en la
gloria;
su
cuerpo en la tierra dura;
su fama
en eterna historia;
en mi
pecho su hermosura;
todo
junto en mi memoria.
Y,
pues, todo en ella está,
él la
vida le dará
por lo
que recibe de ella,
y si yo
vengo a perdella,
un mármol
nos cubrirá.
Alto, partamos de aquí;
que la
muerte me convida
a darme
otra muerte allí
porque
no quiero aquí vida
que
esté sin ella y sin mí.
RICARDO:
(Perdido soy si se parte). Aparte
Justo será reportar[te].
Busca, señor, otro modo.
AUSONIO: Estando
sin vida el todo,
¿cómo
ha de vivir la parte?
RICARDO: Mira
que dejas desierto
tu
reino de ley y rey,
y
andará con desconcierto.
AUSONIO: Más
vale que esté sin rey
que no
tener un rey muerto.
RICARDO:
Determinado estás de ir?
¿Tu
padre, qué ha de decir?
Pues para
acabar la guerra
te
encomendó el reino y tierra.
¿Hoy lo
dejas destrüir?
AUSONIO:
Cuando mi padre partió,
mi
Fenisa viva estaba
y así
estaba vivo yo.
A un
vivo su reino daba,
¿qué
culpa si ya murió?
Yo pondré gobernadores
que recojan mis tributos.
Suenen roncos atambores,
arrástranse negros lutos.
No parezcan más colores.
Haya tristeza infinita,
tristes
canciones le canten
con un
ronco llanto y grita,
altos
túmulos levanten,
negra
cera se derrita.
Toquen las campanas dobles,
traigan luto las más nobles,
dése a pobres mi riqueza
y el
suelo, por más bajeza,
cubran
cipreses y robles.
Y si
el cielo permitiera
que en
él dominio tuviera,
sus estrellas descumbrara
y al
mismo sol eclipsara
porque
su muerte sintiera.
Vase
RICARDO: Si
llega el príncipe a Hungría,
el
conde ha de peligrar;
mas,
pues él de mí se fía,
yo lo
tengo de librar
a
peligro y costa mía.
Vasallo noble he de ser
y una
posta he de correr
que si
llegar antes puedo
[..................... -edo]
otro mayor he de hacer.
Vase. Salen FENISA y el REY de Hungría
REY:
Está, Fenisa, segura
que no
gozarás de hombre
indigno
de tu hermosura
porque
no he de honrar a un hombre
que
deshonrarme procura.
¿A
tal se pudo atrever
el que
tu esposo ha de ser
que
diga que a mi Leonora
la
quiere tanto y adora
olvidando a su mujer?
¡Que haya cabido en la alteza
de
aqueste príncipe Ausonio
tal
mudanza y tal bajeza!
Mas,
hecho este matrimonio,
no
burlará tu belleza.
Al
fin, ¿que anoche los viste
por el
balcón que dijiste
hablar[se]?
FENISA:
Sí, mi señor.
REY: ¿Por
qué me ensalzaste, Amor,
si
gloria breve me diste?
Fue
mi gloria perdición,
pues me ha faltado tan presto;
mas no
habrá sin su traición.
Ni el
sol que a mi fe me ha puesto
le
saldrá por el balcón.
Si
la noche encubre tal,
ya de hoy más el pedernal
de mi amor y pesadumbre
dará
centella la lumbre
para
descubrir mi mal.
A tu
balcón está atenta
esta
noche sin tardanza.
En
viéndolos, me da cuenta
que para tomar venganza,
por
fuerza, he de ver mi afrenta.
Que
según el caso [exhumo]
y grave
Ausonio, presumo,
tenga
con Amor un ciego
porque
nunca donde hay fuego
se puede encubrir el humo.
Tus
palabras se merecen;
mas dos
contrarios se ofrecen
en lo
que presente veo,
que tal
delito y tal reo
apenas
se compadecen.
Mucha fe en el caso das;
mas la
fe de mi Leonora
dice
que engañada estás,
y así
quiero ser agora
otro
segundo Tomás.
FENISA:
(Quise, con esto, estorbar Aparte
de no
verme desposada,
mas no
lo podré alcanzar;
que
nunca mujer honrada
a nadie
supo engañar).
Sale por una puerta BERTILO y por otra se va
FENISA
REY: No
sospechas, rey, que basta
ser rey para usar la ley
que al
orden de un rey contrasta;
que si
eres rey, lo has con rey,
y rey
de tu propia casta.
Es
afrenta de mi honor
que
tengas en más valor
la que ojalá me quisiera,
y si de
mi honor no fuera,
bastaba
ser de mi amor.
Tu mujer has olvidado,
y rey no merece ser
quien su palabra ha
quebrado.
La honra de tu mujer
y el
gusto de tu cuñado,
la
nobleza de tu nombre,
me
obliga[n] que aquesto hable.
No te
alteres ni te asombre
que el hombre, rey, y mudable
no es noble, ni es rey, ni es hombre.
La humana naturaleza
así sus
virtudes labra:
en los nobles la firmeza,
la firmeza en la
palabra,
en los reyes la nobleza.
Es noble quien firme ha
sido,
es
firme quien ha cumplido.
¡Rey noble, firme en su ley!
Luego, no será buen
rey
quien
aquesto no ha tenido.
BERTILO: Yo
beso a tu majestad
los pies por tan buen consejo.
REY: ¿Para
qué es tanta humildad?
BERTILO: Porque
es la humildad espejo
donde
se ve la verdad.
Está, rey, de mí seguro,
pues por los cielos te juro
que lo que dices ignoro
y a
Fenisa sólo adoro
y sus
palabras procuro.
REY:
Humilde es tu prudencia.
O es de
Sinón tu paciencia,
o es mi
confusión Babel,
o de Isaac, Josef o Abel
heredaste la inocencia.
Estoy confuso de ver
que tan
diferente nombre
esta
verdad ha de ser:
o a la
nobleza de un hombre
o al gusto
de una mujer.
Salen LEONORA y FLORISEO
FLORISEO:
Impórtame la vida el impedirlo
o al
menos, si no puedo, dilatarlo.
Salen por otra puerta FENISA y el marqués
LISARTE
FENISA: ¡Por
vida del marqués que lo dilates
poniendo por delante algunas leyes
de las
que sabes que este reino tiene!
LISARTE: Sólo,
supremo rey, saber deseo
de los señores príncipes mañana...
REY: ¿Por qué los dices?
LISARTE: Porque todo el vulgo,
siguiendo la opinión de los más nobles
están
dudando cómo no se guarda
la ley
antigua de este antiguo reino.
¿No se
manda que aquél que pretendiere
el
desposarse con princesa suya
asista
algunos días en palacio
primero
que con ella se despose?
FLORISEO: Dice
bien el marqués; que así se dice.
BERTILO: (Sólo
me falta que estas leyes cumpla Aparte
para
dar más lugar para perderme).
REY:
Confieso que es verdad; mas sólo basta
un mes
de tiempo, el medio está pasado.
Aguarde
vuestra alteza el otro medio.
BERTILO: No es justo
que por mí las leyes quiebren.
(Perdí
de todo punto mi esperanza). Aparte
REY: (El
marqués con mi gusto corresponde Aparte
que en
este medio mes sabré su intento.)
Sale RICARDO, muy alborotado
RICARDO: Después
de haber besado pies y manos,
dirá la
audiencia de mi humilde boca.
Oye, señor, el cuento más extraño
que jamás refirieron él
ni otros.
Llegó
un retrato junto con su fama
de Fenisa la infanta, mi señora,
al
reino dedicado a su persona.
Bertilo, el conde, tu vasallo caro,
por su
bien, por su gloria y sus pecados,
oyó la
fama y el retrato vivo
rindióle el alma por despojos pobres,
y tuvo
tanta fuerza su belleza
que le
privó de todos sus sentidos
sabiendo que con ella te casabas.
Y que
será sudor sin esperanza,
desatinos,
locuras, disparates,
lástimas, llantos, quejas y dolores
pronuncia el pobre, que provoca a risa,
mezclado con dolor de bello loco.
Al fin,
entre otras cosas en que ha dado
es
decir que la infanta es ya difunta
y que
él es heredero de la Tracia.
Que
eres tú conde [que se ha puesto] su nombre.
Ausonio
dice que es, y tú Bertilo.
Traidor te llama y dice mil injurias
por toda Tracia, pues con
su locura
viene a
esta corte y por avisarte
un
breve espacio quise adelantarme.
BERTILO: ¡Oh,
caso extraño! ¡Oh, desdichado conde!
¿En ese
fin lo ha puesto su locura?
(¡Industria milagrosa ha sido aquésta!)
Aparte
REY: Antes
de conocer el triste loco,
su mal
me aflige. Su locura siento.
FENISA: (En más
obligación de darme esposo Aparte
[eso]
me ha puesto a mí, pues soy la causa.
Muerta
me llama [ya] la verdad pública
que más
suele asistir entre los locos).
Dice dentro AUSONIO
AUSONIO: Dile al
rey, tu señor, que está en su casa
el
príncipe Ausonio.
RICARDO: El loco es éste.
FLORISEO: Dejad
entrar adentro al triste loco.
LEONORA: No es
poco su dolor.
LISARTE: Ni el gusto es
poco.
Sale AUSONIO vestido de luto
AUSONIO: Tu
persona, rey, y estado
guarden
los cielos y gloria
que
ella sustenta a Fenisa,
y ellos
la sirven de alfombra.
Yo, que
he sido en otro tiempo,
si de
mí tengo memoria,
sombra viva, con su muerte
me
convierto en negra sombra;
yo, que
hice un mar bermejo
con la
turca sangre roja
cuando
cortando sus brazos
fueron
espuma sus olas;
yo, que de los cuerpos muertos
hice
muelles a mis flotas
y de
las aguas estrados
cubriéndolos con marlotas;
yo, que
alcancé de los persas
la más
insigne victoria
que Alejandro ni Pompeyo
a quien
la fama corona;
yo, que
en Tracia me quedé
sin ir
al cerco a Polonia
por no
asolarla de presto
y darle
una muerte sola;
yo, que
merezco renombre
que los
mismos cielos toca,
nunca
pude resistir
una
pasión amorosa.
Pero,
¿para qué refiero
tiempo,
vida, muerte, sombras,
sangre,
hombre, turcos, persas,
guerra,
paz, amor, victorias,
si para
encerrar un monstruo
Creta
un laberinto forma?
Porque
en decirte quién soy
hago el
de Creta y de Troya.
Ausonio soy, si por dicha
no me
traen pasiones propias
en
espíritu de penas,
para
que no me conozcan.
Amé y
adoré a Fenisa
si amar
se pueden las diosas.
Húbola
el sol menester,
bajó su
carro y tomóla;
lloró
su muerte mi reino.
Tocáronse cajas roncas.
Arrastráronse mis galas,
símbolo de mis
congojas.
Así con
señales tristes
los
cielos su fin no lloran,
yo los
hice que lo sientan
por no
estar en Babilonia.
Si con
tristezas las aguas
no
alzaron sangrientas olas,
[vienen
a] mojar el cielo
donde
vive mi señora.
Las
piedras no se quebraron
aunque
centellas arrojan,
que
porque la cubren piedras
le
perdonaran las otras.
Su
sepulcro, rey, me muestra,
cuyo
cuerpo sacro adoran
Ausonio, sol, hombre, tierra,
cielos, aguas, piedras, diosas.
Por víctima y sacrificio
le daré el ave que gozan
los que
los cielos barrenan
los
filos que el aire cortan.
Cuando
ella en su muerte quema
y el
licor de que se adornan,
cuando
otra vez resucite
arderá
en sus tristes honras.
Las
riquezas de la Saba
tan
ricas cuanto olorosas,
traeré
por sus oblaciones
si es
que oblaciones importan,
y a
pesar [de la Anfitrite],
de sus lágrimas más hondas,
sacaré conchas y en ellas
traeré
el licor de Etïopia.
Dime,
rey, si esto permites,
verás
que allí se amontonan
Fénix,
incienso y canela,
bálsamo, mirra, olor, conchas.
Pero tú lo puedes todo.
Las
manos me da y perdona
advirtiendo que es Hungría,
que es
Jerusalén o Roma.
A
visitar el sepulcro
vendrán
extrañas personas
y con
muerte de Fenisa
ganas
vida, fama y honra.
REY:
Dolor me ha dado, Fenisa.
Sus
locos dichos enseñan
que
gran prudencia tenía.
Los
cuerdos de noche sueñan;
los locos
la noche y día.
FLORISEO: En
locura extraña ha dado.
Puesto
tiene su cuidado
en la
muerte de la infanta.
LISARTE: Nunca
pensé que era tanta,
locura
de enamorado.
BERTILO:
Antes, un loco de amor
es
mayor, aunque sea poco,
siendo
mucho su dolor;
pues
que siendo cuerdo es loco,
si es
loco será mayor.
AUSONIO: Por
ver el poco aparato
que traigo
de gente y trato
me has conocido, rey, mal.
FENISA: (¿No es
éste el original Aparte
de mi
querido retrato?
Son
los dos tan parecidos
que ése
es el mismo traslado.
Ambos están sin sentido.
aquéste
por ser pintado
y él
por tenerlo perdido).
REY:
Fenisa, su mal advierte.
¿Qué
decís?
FENISA:
¡Oh, caso fuerte!
(¡Que
mi muerte pronostican Aparte
locuras
que así publican
que he
gozado la muerte!)
AUSONIO:
(¡Viva está mi gloria altiva! Aparte
Haré
que en viéndome callen;
mas a
bien es que reciba
que loco y muerto me hallan,
pues la
hallo cuerda y viva).
BERTILO:
Bertilo, ¿no me conoces?
AUSONIO: Bien es
que Bertilo llames
a quien
infaman tus voces
para
que tu nombre infames
y de nombre ajeno goces.
Y
mal puedo conocerte
si
estás trocado de suerte
que sin
ver tu corazón
he
sospechado traición
de sólo
desconocerte.
BERTILO: ¡Gracioso
loco!
FLORISEO: ¡Gracioso!
AUSONIO: ¿Qué es
aquesto, cielo santo?
Dime,
¿estás de mí envidioso
o
quieres que cueste tanto
lo que
tanto fue glorioso?
FENISA: (De corrida
y triste callo. Aparte
La
muerte me da el mirallo
porque
mi esperanza poca
fue de
verde malvaloca
y por
fruto un loco hallo.
¡Que
si el cielo santo permita
que el rostro de aquesta tabla
--porque a un dueño loco imita
y tan
viva que no habla --
este
bien de que me quita!)
AUSONIO: Es
tan grande este tormento
que
rompe mi sufrimiento
y ya de
suerte no excusa.
El alma
tengo confusa;
sin
sosiego el pensamiento.
Advierto, rey, que te engañas
y ése
que a tu lado veo,
de
quien así te acompañas
como el
grifo a Prometeo,
te ha
de sacar las entrañas.
Disminuyes tu valor,
pierdes
tu reino y tu nombre,
fundas
el cielo de amor
sobre
los hombros de un hombre
que
derriba a su señor.
Haz
que tu muerte se impida;
que ese
[es] traidor homicida
de
reyes, antiguo oficio;
y quien
me quita el jüicio,
podrá
quitarte la vida.
Si
acaso tu corte le honra,
mira
que traidor ha sido
que a
su príncipe deshonra,
y quien
honra no ha tenido
mal
puede guardar tu honra.
LISARTE: ¡A
qué pecho no provoca
a
dolor, viendo tan loca
persona
por serlo amor?
FLORISEO: ¡Qué
palabra de color
echa el
pobre por la boca!
[FENISA habla aparte a LEONORA]
FENISA: Mi
locura y ésta lloro
y aun mi locura es mayor.
LEONORA: Como
puede ser ignoro.
FENISA: Porque
tengo tanto amor
que
casi a este loco adoro.
REY: ¿No
tendrá, príncipe, cura
este
loco?
BERTILO:
No sé cierto.
Eso mi
pecho procura.
AUSONIO: Si ése
viera, infame, abierto
acabara
mi locura.
Fundas para mis desmayos
diversas torres y ensayos;
pero si
sus puntos subes,
los cielos, el sol, las nubes
llorarán sobre él los
rayos.
Es
de Nembrot tu intención.
La
voluntad misma corre
por tu
falsa pretensión
pero fundas
tú la torre
y en mí
está la confusión.
Haces loca mi fortuna,
haces
mi verdad ninguna;
mas
ella será un Astolfo
que me
saque de este golfo
sin el
Monte de la Luna.
Diste mis cartas o sellos
y con
ellas la Ocasión
cogiste por los cabellos;
mas serán los de Absalón
quedando colgado de
ellos.
La
tierra no te consienta
como a
rémora que coge
la nave
que me sustenta.
El agua
de sí te arroje
como
muerto en la tormenta.
Al
pie de un monte trabaja,
subir
como otro Sisifo
la peña
que él sube y baja.
Rompa
tus carnes el grifo
que en
Olimpo otras desgaja.
Como
Tántalo te niegue
agua si
quieres beber;
al
cuello no más te allegue
en un árbol y al comer
la
fruta como a él te niegue..
Con
su llama Mongibelo
te
abrase en su boca muda,
un aire
levante el cuello
que
esas tus alas sacuda
con que subes a mi cielo.
Déte
finalmente guerra
cuanto
en medio el cielo encierra,
y aun
no sé si bastarán
según
males en ti están
el
aire, fuego, agua y tierra.
LEONORA:
Grandes son tus maldiciones.
Tu
prisión, sin duda, es causa;
que los
tristes corazones
cuando
la locura apausa
disminuyen sus pasiones.
BERTILO: Toda
tu antigua amistad
en odio
la has convertido.
AUSONIO: En esto
dices verdad;
mas por
agora has perdido
para mí
lo que es lealtad.
No
me quejo ni me espanto
de que me
tengas en poco,
de que
acrecientes mi llanto,
de que
me tengas por loco,
de que
me persigas tanto.
Todo
lo pospongo agora.
Al
saber cierto, señora,
que es
vuestra muerte mentira,
aquesto
sólo me admira
cuanto
mi pecho os adora.
Pero
si discreto fuera,
no
creyera que a su ley
os
sujetó muerte fiera;
mas vi
la firma del rey
y
obligóme a que creyera.
FENISA: (¿Si
es la firma que perdí Aparte
la que
dice? ¡Ella es sin duda!
Porque
él estaba allí.
¡Oh,
Verdad, si andas desnuda,
no te
vistas para mí!)
AUSONIO: Pero
la firma real
no era
bastantes señas
aunque
mis ojos la vieran;
que los
cielos la hicieran
más
copioso y general.
Todos burlan de mi intento
y así
mi pecho imagina
que en
esta pasión que siento
sola
vos, por ser divina,
entenderéis mi tormento.
Es
mi pena tan altiva,
mi confusión
tan esquiva
que
perdiera la esperanza
si en
la contraria mudanza
no
estuviera el veros viva.
A
mis sospechas imito
porque
a pesares de tantos
en
veros mi muerte he visto.
Otros
resucitan santos
y yo
loco resucito.
BERTILO: Tu
majestad no consienta
dejarle
ver a la infanta
porque
más dolor no sienta.
AUSONIO: Con esa
piedad levanta
tu
corazón más mi afrenta.
¡Vive Dios, que ya no puedo,
confuso
de tal enredo,
sufrir,
traidor, la cautela
de tu
vida! Quitaréla
pues
vivo sin ella quedo.
Desharéte entre estos brazos
porque
en mejor ocasión
un
tiempo te daba abrazos.
Eres
otro Galalón;
morirás
hecho pedazos.
RICARDO: A
veces le suele dar
este furioso accidente.
Mándalo, señor, atar.
AUSONIO: El
mundo no tiene gente
que me
pueda aprisionar.
FLORISEO: Más
sano será, señor,
amansarle por amor;
pues sus locuras se ven.
Porque, los locos por bien;
los villanos por rigor.
REY:
Fenisa, amansar procura
su
furiosa condición
pues
nació de tu hermosura,
solamente
la ocasión
es tu
fama y su locura.
FENISA: (Y
aunque de sólo agora nace Aparte
una
pasión que deshace
mi
locura desgraciada).
Dame,
señor, esa espada.
AUSONIO: A vos,
mi bien, sí me place.
Híncase de rodillas a darle la espada
AUSONIO
Y
aún holgara que con ella
me
diera muerte esa mano;
que
gustara padecella
porque
quedará más sano
recibiendo muerte de ella.
Si
esas manos me la dan,
me será
gran beneficio
y aquí
juntos estarán
en mi
humilde sacrificio
ángel,
Isaac y Abrahán.
Sólo
pido que no borre
el
tiempo que aprisa corre
la
memoria de mi fin.
Llegan a prenderlo
REY: Porque
contemple el jardín,
metedlo
en aquesta torre;
que
es su mal melancolía
o al menos de ella procede.
AUSONIO: Plegue
a Dios que llegue el día
donde
mi cuerpo se quede
sepultado aquí en Hungría.
BERTILO:
Pasado aqueste accidente
con el
castigo presente,
será contento. Tratallo...
AUSONIO: Ningún
rey de su vasallo
hacer
un amigo intente.
Llévanlo preso todos los que allí
estaban sino es los que aquí hablan
REY: No
le mostréis aspereza
que aunque el pecho muestre doble,
obra al
fin Naturaleza
y por
estar loco un noble
no
pierde de su nobleza.
Vase
LISARTE:
Extremado fue el amor
que le
puso en [tanto] rigor.
FLORISEO: El
propio suceso temo
porque
ha llegado al extremo
la
causa de mi dolor.
Vanse FLORISEO y LISARTE
FENISA: De
un sueño grave recuerdo.
Soñé
que no le aborrezco
ni mi esperanza
no pierdo
que
loco no me parezca,
que lo
tenga al fin por cuerdo.
Despierta. El Amor me empeña
que mi
tormento aniquila,
[..................... -eña]
pero yo
he de ser Sibila
que
adivina cuando enseña.
Leonora, dame consejo
que me
remedie con tiempo.
LEONORA: Al
breve tiempo lo dejo
porque
no hay mejor espejo
que algún
discurso de tiempo.
Y,
pues es medio mejor
para
que la mano des
al que
pretende tu amor,
de
espacio verás mejor
lo que
de prisa no ves.
FENISA:
Dices bien; que así veré
cómo
podré remediarme.
LEONORA: Vida
alegre Amor te dé.
FENISA: Antes
él ha de matarme
o
tornar loca mi fe.
Por
eso que me verás
tan
constante, firme y fuerte;
que el
tiempo, aunque pueda más,
su
locura ni mi muerte
me
podrán volver atrás.
Vase
LEONORA: Ni a
mí me podrán volver.
Amor no
debe de ser
éste
que me trae inquïeta.
Y pues
que ésta, aunque discreta,
aún no
lo ha echado de ver,
aunque en fuego me consumo,
que es
muy pequeño presumo
el que
me quema y abrasa,
pues que
dentro de mi casa
aún no
han divisado el humo.
Vase
FIN DEL SEGUNDO ACTO